Source: The Conversation – (in Spanish) – By Marta Reyes Sánchez, Profesora de Psicología de la Memoria y de Aprendizaje y Condicionamiento. Área de especialización: estrategias de metamemoria en contextos bilingües., Universidad Loyola Andalucía
Hoy en día, el uso de un segundo idioma se ha vuelto casi imprescindible y el inglés a menudo se utiliza como lengua vehicular (o lengua franca) en la educación superior. Esta tendencia no es casual: los programas de inglés como medio de instrucción (EMI) se han multiplicado en las últimas décadas, incluso en países no anglófonos. Para quienes no somos personas nativas, trabajar en esa lengua puede suponer un reto que exige un esfuerzo extra.
¿Afecta esta “carga adicional” al modo en que aprendemos? ¿Somos capaces de estudiar y recordar información en inglés igual que en nuestra lengua materna? ¿O estudiar en inglés nos obliga a invertir recursos cognitivos que podrían limitar nuestras estrategias de aprendizaje y penalizar el resultado final?
La respuesta a estas preguntas es, para muchas personas, que leer y estudiar en inglés cuesta más, resulta más difícil y deja la sensación de que el aprendizaje no es tan exitoso.
Pero estudios recientes muestran que la cuestión es más compleja: depende de qué tipo de prueba usemos para evaluar el aprendizaje, del nivel en inglés y de las estrategias cognitivas y metacognitivas que se pongan en marcha.
Recordar no siempre significa lo mismo
Para evaluar el aprendizaje es habitual utilizar pruebas directas de memoria en las que se solicita abiertamente que se recupere la información. Pueden ser de dos tipos: recuerdo libre (recordar lo estudiado sin apoyos) y reconocimiento (identificar de entre varias opciones la correcta).
Por ejemplo, tras haber estudiado definiciones de conceptos, una prueba de recuerdo libre implicaría generar las definiciones libremente como cuando se pregunta “¿Qué entendemos por bilingüismo?” y se evalúa nuestra producción escrita.
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Este tipo de pruebas requieren que la información se organice adecuadamente en el momento de estudio y que se seleccionen estrategias de recuperación adecuadas. Eso implica que, si la tarea se hace en inglés, parte de los recursos cognitivos se destinan a procesar aspectos lingüísticos –vocabulario y gramática–, lo que deja menos recursos disponibles para organizar la información y seleccionar estrategias adecuadas de recuperación.
En cambio, una prueba de reconocimiento podría ser simplemente decidir si cada definición es verdadera/falsa. Siguiendo con nuestro ejemplo, “Las personas bilingües lo son porque hablan dos idiomas desde la infancia. ¿Verdadero o falso?”. (Esta definición de bilingüismo, por cierto, es falsa). En este sentido, las pruebas de reconocimiento suelen ser más fáciles de superar.
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Al comparar el recuerdo inmediato de estudiantes en lengua nativa e inglés (o segunda lengua) en una tarea de lectura comprensiva de textos, se observa una desventaja en el segundo idioma en tareas de recuerdo libre. En cambio, el rendimiento es similar en ambas lenguas cuando se utilizan pruebas de reconocimiento con respuestas de verdadero/falso. Además, recordamos lo estudiado en un segundo idioma igual de bien a lo largo del tiempo.
Reproducir frente a reconocer
Esto significa que no podemos hablar de un “déficit general” del aprendizaje en inglés, sino que hay que matizar: el coste se observa cuando necesitamos recuperar la información de manera activa (prueba de recuerdo libre), no tanto cuando debemos reconocerla entre opciones (prueba de reconocimiento).
Es posible que esto se vea modulado por el nivel de inglés que muestre la persona, siendo especialmente vulnerables a este efecto aquellas personas con bajo dominio (pues esto conlleva dificultades para construir oraciones complejas gramaticalmente, poco vocabulario, etc.)
¿Qué pasa mientras estudiamos?
Ahora bien, ¿qué ocurre durante el propio proceso de estudio? ¿Cómo afecta el inglés a la forma en que nos enfrentamos a un texto? Estudios con seguimiento del movimiento ocular durante la lectura muestran que al leer en inglés se producen más fijaciones (es decir, más paradas ante palabra/idea concreta), más regresiones (volver atrás en el texto) y tiempos de lectura más largos.
En otras palabras, los estudiantes leen más despacio y dedican más recursos atencionales en inglés o una segunda lengua. Esto no significa que no aprendan, sino que el proceso requiere más control cognitivo.
¿Y nuestras estrategias de aprendizaje?
Podríamos ir un paso más allá y preguntarnos si estudiar en inglés afecta también a la capacidad de evaluar y regular el propio aprendizaje. Para ello, se utilizan “juicios de aprendizaje” (JOLs, por las siglas en inglés de judgments of learning). En ellos, los estudiantes valoran con un porcentaje hasta qué punto creen haber aprendido el material que acaban de estudiar.
Lo que sabemos es que, aunque los estudiantes suelen percibir el material en inglés como más difícil, su capacidad para evaluar el aprendizaje en base a características intrínsecas del material (por ejemplo, el nivel de cohesión del texto) es igual de buena que en su lengua nativa. Es decir, las autoevaluaciones les permiten anticipar qué fragmentos se recordarán mejor y cuáles peor, ajustándose correctamente en ambos idiomas.
Las estrategias que ponemos en marcha son distintas según la lengua en la que estemos estudiando. Incluso con baja competencia lingüística, aunque el aprendizaje en inglés se vuelve más costoso debido al control atencional y cognitivo, esto no implica necesariamente que sea ineficaz.
En ambos idiomas, los estudiantes son capaces de detectar párrafos que tienen baja cohesión, están peor estructurados o abusan de sinónimos y no conectan las ideas de forma clara, y los juzgan como más difíciles de comprender. Esta correcta monitorización (evaluación), es necesaria para poner en marcha mecanismos compensatorios –por ejemplo, de relectura– para lograr una buena comprensión del texto.
Cuesta más pero se aprende igual
La evidencia disponible nos dice que estudiar en un segundo idioma no condena el éxito del aprendizaje. Es cierto que percibimos más dificultad, que leemos más despacio y que el recuerdo libre puede verse penalizado (especialmente para aquellas personas que dominan menos el segundo idioma). Sin embargo, también sabemos que la memoria de reconocimiento no se ve afectada (tampoco a largo plazo), y que las personas son capaces de evaluar su propio aprendizaje en ambos idiomas.
Por tanto, como estudiantes no debemos desanimarnos por la sensación de que “en inglés nos cuesta más”. Esa dificultad percibida no implica que el aprendizaje vaya a ser peor. Podemos entrenar nuestra conciencia metacognitiva (para ser capaces de detectar cuándo la atención decae o cuándo una parte del texto no se ha comprendido bien) con el fin de reajustar el estudio; incorporar descansos periódicos para evitar la fatiga cognitiva; aplicar estrategias activas como elaborar mapas conceptuales, y realizar autoevaluaciones o pruebas intermedias. Todas estas estrategias nos ayudarán más que releer o subrayar el material.
Por otra parte, como docentes, ya sabemos que conviene diversificar los tipos de evaluación: si solo medimos recuerdo libre, quizá estemos exagerando la desventaja del inglés; incluir pruebas de reconocimiento puede dar una imagen más justa del aprendizaje real.
Estudiar en una segunda lengua supone un reto que no siempre conecta con peores resultados. En muchos casos, el aprendizaje, la memoria y las estrategias de regulación del estudio siguen desplegándose de forma tan eficiente como en el idioma nativo.
El bilingüismo no solo abre puertas a nivel cultural y profesional, sino que también nos reta como estudiantes a perfeccionar nuestras estrategias de aprendizaje.
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Marta Reyes Sánchez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
– ref. ¿Podemos aprender igual de bien en un segundo idioma? – https://theconversation.com/podemos-aprender-igual-de-bien-en-un-segundo-idioma-266743

