La amenaza bélica deja a Europa rendida al miedo y sin capacidad para imaginar el futuro

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Mónica Matellanes Lazo, PhD. Profesora Titular de Universidad en Comunicación y Publicidad. Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Europea Miguel de Cervantes

Pancarta que acusa de promover la guerra a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en una manifestación el pasado 20 de junio en Milán. pcruciatti/Shutterstock

En los últimos años, hemos asistido al regreso del lenguaje bélico al discurso político y mediático europeo. Palabras como “defensa”, “guerra”, “enemigo” o “frontera” han vuelto con fuerza a ocupar titulares, intervenciones institucionales y campañas públicas. Pero más allá de los conflictos armados, lo que este lenguaje revela –y a la vez produce– es un cambio más profundo: la instalación de un régimen emocional basado en el miedo como eje organizador de nuestras vidas.

Este fenómeno no es nuevo, pero ha cobrado una nueva dimensión en la era de la hiperconectividad, la pospandemia y la ansiedad climática. No vivimos únicamente rodeados de peligros, sino inmersos en una narrativa de amenaza permanente. Ese relato condiciona cómo entendemos el mundo y también cómo lo sentimos.

Tensiones geopolíticas

La sensación de temor que flota en el aire, aunque imprecisa, encuentra sus fuentes en varias tensiones geopolíticas que reconfiguran el espacio simbólico y estratégico de la Unión Europea en estos momentos.

Rusia sigue expandiendo su máquina de guerra: en 2024 el gasto en defensa representó un 9 % del PIB ruso, y para 2025 se anticipa que su presupuesto militar supere al total de los Estados miembros de la UE. Su despliegue nuclear en Bielorrusia y la clara intención de reconfigurar el orden post-guerra fría contribuyen a un clima de inseguridad.

Esta reorganización geopolítica empuja a Europa hacia una defensa más autónoma y multipolar: Francia, Alemania y Reino Unido asumen ahora papeles más activos, incluida la garantía nuclear, mientras se busca un liderazgo compartido entre países.

De esta forma, Ursula von der Leyen impulsa un ambicioso plan, denominado Rearmar Europa o Preparación 2030, con una inversión global de hasta 800 000 millones de euros en cuatro años. Este programa prevé fortalecer la industria de defensa, crear préstamos específicos para armamento y suspender temporalmente las restricciones fiscales para permitir un aumento del gasto militar.

Nuevas formas de comunicar

Bajo todas sus formas, la comunicación, ya sea periodismo, publicidad, campañas institucionales o redes sociales, no se limita a informar. Opera como una arquitectura simbólica que modela la realidad emocional de la ciudadanía. No es casual que muchas decisiones cotidianas –viajar, consumir, elegir, confiar– estén hoy atravesadas por una percepción de inseguridad constante. Incluso imaginar el futuro se ha convertido en un ejercicio de contención más que de proyección.

Lo interesante es que este miedo no siempre responde a peligros concretos o inmediatos. A menudo es difuso, generalizado, simbólico. La amenaza puede ser el otro, lo extranjero, lo nuevo, lo desconocido.

Así, el miedo se convierte en un recurso de control suave: no obliga, pero condiciona; no impone, pero sugiere; no reprime, pero disuade.

Consecuencias en el consumo de la población

Uno de los ámbitos donde esto se observa con claridad es el del consumo. Las marcas han entendido hace tiempo que las emociones son más persuasivas que los argumentos racionales. En un clima de incertidumbre, venden promesas de protección: hogares más seguros, alimentos sin riesgos, servicios que anticipan cualquier contratiempo.

El marketing emocional ya no solo apela al deseo, sino al alivio, a la tranquilidad, a la sensación de control. Compramos, en muchos casos, no por placer, sino por contención.

Algo similar ocurre en la esfera política. Las campañas centradas en el orden y la seguridad proliferan, y suelen encontrar un terreno fértil en ciudadanías fatigadas por la incertidumbre. No es casual que discursos que prometen protección frente al caos tengan tanto éxito. En estos relatos, interpretados por la teoría de la puesta en seguridad (securization theory), el miedo no es un problema a resolver, sino una herramienta de cohesión. Se utiliza para legitimar políticas de vigilancia, justificar el cierre de fronteras o proponer el endurecimiento institucional. Consiste en aplicar estrategias de psicopolítica para controlar a la ciudadanía y aportar una sensación de seguridad y respuesta adecuada frente a los conflictos.

El papel de los medios de comunicación

La lógica de la espectacularización, la competencia por la atención y la búsqueda de impacto emocional llevan a una cobertura noticiosa que privilegia lo dramático, lo urgente, lo catastrófico. Esto no significa que se mienta, pero sí que se seleccionan y enmarcan los hechos de forma que refuercen una sensación de amenaza constante.

Se crea una atmósfera informativa donde lo extraordinario se vuelve cotidiano y lo inseguro norma. Así lo señalan estudios como los de George Gerbner, cuyas teorías sobre la realidad cultivada muestran cómo el consumo de medios modifica la percepción del riesgo.

No se trata de negar que vivimos tiempos complejos. Los conflictos internacionales, la crisis climática y las tensiones sociales son reales. El punto está en cómo se representan y qué efectos tienen esas representaciones en nuestra manera de habitar el mundo. Porque si solo se apela al miedo, si solo se estimula la respuesta defensiva, se corre el riesgo de empobrecer el repertorio emocional colectivo. De vivir con el deseo encapsulado, la empatía limitada y la imaginación bloqueada.

Urge pensar alternativas narrativas. La comunicación tiene un enorme poder performativo: puede reforzar el miedo, pero también puede ampliar horizontes. Puede diseñar atmósferas de repliegue, pero también inspirar vínculos, cuidado mutuo, esperanza crítica. No se trata de caer en discursos ingenuos o motivacionales, sino de generar relatos que complejicen, que contextualicen, que activen el pensamiento y devuelvan al ciudadano alguna luz de esperanza.

Es lo propone la UNESCO a través del enfoque de ciertas narrativas de esperanza. Esta estrategia convierte a la comunicación en la herramienta que permite habilitar el espacio donde imaginar futuros posibles.

Libertad emocional

En última instancia, deberíamos preguntarnos si estamos informando para cuidar o para domesticar. Si la apelación constante a la amenaza, aunque se transmita de forma involuntaria, no está desactivando nuestra capacidad de vivir con libertad emocional. Porque una sociedad dominada por el miedo es también una sociedad menos democrática, menos creativa y menos viva.

No se trata de eliminar el miedo, que es una emoción legítima, sino de evitar que se convierta en el único filtro con el que miramos la realidad. Recuperar la posibilidad de imaginar otras realidades, otras formas de vincularnos, otras maneras de habitar el mundo, es hoy una tarea tan urgente como política. En este contexto, la comunicación no es una herramienta neutra, sino un campo de disputa clave para influenciar y crear determinadas percepciones sobre los públicos.

The Conversation

Mónica Matellanes Lazo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. La amenaza bélica deja a Europa rendida al miedo y sin capacidad para imaginar el futuro – https://theconversation.com/la-amenaza-belica-deja-a-europa-rendida-al-miedo-y-sin-capacidad-para-imaginar-el-futuro-262784