La selección: ‘The September Issue’

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Claudia Lorenzo Rubiera, Editora de Cultura, The Conversation

Xeniia X/Shutterstock

No sé si ustedes lo han hecho en alguna ocasión, lo de acabar el verano rodeados de un verdadero zafarrancho de revistas de moda, en un momento en el que pasan de ser publicaciones normales a convertirse en enciclopedias de las colecciones de otoño e invierno. Yo sí, y desde luego no soy la única.

Que el primer mes de otoño es crucial para la industria textil lo demuestra el documental The September Issue, que relata la edición del número de Vogue más importante del año. Y no es porque todo el planeta se ponga a comprar las prendas que salen en las revistas –solo hay una minoría que se lo puede permitir–. La verdadera razón es que las tiendas asequibles que renuevan temporada beben de las tendencias que han marcado anteriormente quienes desfilan en las grandes pasarelas. Ya lo decía El diablo viste de Prada, que si Óscar de la Renta decide desfilar con ropa azul cerúleo, los grandes almacenes acabarán ofreciéndonos jerséis de ese color. El público compra Vogue para acabar yendo a Zara a adquirir algo parecido a lo que ha visto en sus páginas.

Porque no hace falta que Meryl Streep nos aleccione vestida de punta en blanco –aunque siempre es bienvenida– para que sepamos que la moda, esencial para definirnos en sociedad, es una industria multimillonaria. Que se lo digan al bolso Birkin por el que se han pagado recientemente ocho millones y medio de euros. No, ya sabemos que es un mundo que mueve millones. Precisamente por su poder de convocatoria es tan lamentable que la maquinaria textil siga siendo sexista desde la infancia.

Pero fijémonos en lo que sí conseguimos a través de la ropa. Porque a pesar de que, efectivamente, lo que vestimos no es una elección completamente libre, dentro del margen que tenemos utilizamos lo que llevamos para mostrar quiénes somos. Las camisetas con mensajes reivindicativos no se han hecho populares solo porque sí, sino porque nos dicen quién las lleva puestas.

Además, desde la prehistoria también queda patente que no solo la practicidad o la identidad influyen en las prendas y accesorios que utilizamos. Somos, después de todo, esclavos de la belleza. Y queremos algo que, además de fácil de poner y cómodo de llevar, nos quede bien. La moda es una capa que empleamos para vernos, entre otras cosas, mejor.

Por eso las lágrimas de respuesta a la noticia del fallecimiento del diseñador italiano Giorgio Armani la semana pasada no eran por su talento como hombre de negocios –aunque lo poseía–. Los lamentos hacían referencia a la desaparición de su pericia artística, de su forma de crear prendas elegantes, atemporales y bonitas y del impacto que su obra había tenido en todo el mundo.

Que sí, que se llevan ahora las camisetas de equipos de fútbol y bienvenida sea la moda que sea si hace feliz a quien la lleva.

Pero yo, si alguna vez pudiese llevar un diseño de alta costura, querría vestir un Armani. Aunque, ya puestos, tampoco me importaría llevar un Balenciaga.

The Conversation

ref. La selección: ‘The September Issue’ – https://theconversation.com/la-seleccion-the-september-issue-264925