La ley de Heisenberg en la evaluación de los exámenes y la carrera académica

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Jesús Pérez Gil, Catedrático de Universidad, Dpto. Bioquímica y Biología Molecular, Facultad de Ciencias Biológicas, Universidad Complutense de Madrid

A punto de iniciarse el curso 2025-26, es fácil predecir que una de las cuestiones que harán los estudiantes el primer día de clase hará referencia a cómo serán los exámenes y la evaluación. El profesor explicará sus propios criterios y a partir de ese momento… ¡Heisenberg entrará en acción!

La ley de Heisenberg

En la mítica serie Breaking Bad, Walter White era un profesor de química de secundaria mal valorado por sus estudiantes. Su apodo, “Heisenberg”, hace referencia al físico alemán Werner Heisenberg, premio Nobel, conocido por su trabajo en física cuántica y su Principio de Incertidumbre. Walt adopta este alias para ocultar su identidad en el mundo del crimen, donde todo es incierto y desconocido, al igual que el principio de incertidumbre. Esta regla puede trasladarse a los métodos que se diseñan para medir/evaluar cualquier proceso. La “ley” de Heisenberg está también presente en la evaluación de los exámenes y la carrera académica.

Según el principio de incertidumbre, no se pueden determinar de forma simultanea dos propiedades de una partícula cuántica, su posición y su velocidad, por ejemplo. Para colmo, el propio proceso de medición lo modifica todo aunque no se quiera, de forma que el comportamiento de la partícula ya no será el que tenía antes de ser “observada” o medida. Dicho de otro modo: el proceso de medición altera inevitablemente la condición de lo medido.

El profesor y su examen

En el primer día de clase, la información que dé el profesor sobre cómo hará la evaluación activará la perturbación predicha por Heisenberg. Los estudiantes, inconscientemente, prepararán la asignatura de forma distinta en función de cómo se les vaya a exigir rendirla.

¿La evaluación reflejará hasta qué punto han aprovechado la asignatura? ¿O su nota dependerá del grado en que se han ajustado al método de evaluación? En el mejor de los casos ambas cosas se parecerán, pero no necesariamente siempre.

La perturbación señalada por Heisenberg, inexorable y en muchos casos desastrosa, entra en el proceso de medida sobre el objeto mismo que se mide, el examen, hasta el punto de que puede dejar de cumplir el objetivo perseguido: medir de verdad el nivel de capacitación de los estudiantes. Al menos, siendo conscientes, podremos valorar adecuadamente el nivel de “incertidumbre” que ello supone.

Los baremos y la “baremitis” en la carrera académica

Otro ejemplo de las jugarretas que implica la incertidumbre de Heisenberg lo encontramos en esos detallados baremos oficiales que buscan transparencia para evaluar los méritos de los candidatos que concurren a concursos de acceso. En el mejor de los casos, estos baremos habrán sido diseñados de forma concienzuda para reconocer las múltiples actividades que reflejan la calidad del desempeño. Por ejemplo, en el caso de un profesor o investigador, sus años de experiencia.

Pero para completar la construcción de los baremos, todas esas actividades a considerar deben sistematizarse, jerarquizarse y cuantificarse de forma relativa a su peso en lo que se quiere valorar. Y es aquí donde la recalcitrante tiranía de la ley de Heisenberg se hace presente.

Los candidatos acaban modelando su actividad para optimizar la forma en la que será medida cuando llegue el momento. Es la “baremitis”, que acaba convirtiendo a esos futuros profesores e investigadores en coleccionadores de puntos en las diferentes casillas del baremo, en lugar de desarrollar de la mejor manera posible la actividad académica, que en último término va a ser objeto de evaluación.

Esta desgraciadamente generalizada confusión del “continente por el contenido”, resultante del supuesto afán por una aplicación transparente y “objetiva” de criterios a salvo de arbitrariedades, puede estar lastrando de forma importante la confección de muchas plantillas, y por extensión, las capacidades futuras de nuestras instituciones.

No estamos hablando de corrupción, aunque las prácticas corruptas también minan la solidez del edificio de nuestra ciencia y academia. No es más que, según los postulados de Heisenberg, la inexorabilidad en la práctica de los principios de la física y la materia, a los que también está sometida la naturaleza humana.

Lo que comienza siendo una feliz invención en la forma de medir algo aparentemente intangible, acaba modificando de una forma incluso dramática lo que se mide.

El factor de impacto

En los años 60 del siglo pasado, se ideó el llamado Factor de Impacto (Impact Factor en inglés, o IF) para valorar la calidad de las revistas científicas. Este factor IF se calcula dividiendo el número de veces que se citan los trabajos publicados en una revista durante un tiempo determinado, generalmente los dos últimos años, entre el número total de artículos en el mismo periodo. Es decir, ofrece una media del número de veces que los artículos de esa revista han sido útiles para otros trabajos.

El manoseado IF ha permitido a los científicos durante décadas valorar la mayor o menor calidad promedio de una revista y decidir en consecuencia donde intentar publicar sus investigaciones (en teoría, en función de la calidad que estas investigaciones y sus resultados tienen, o al menos, que creen que tienen).

Sin embargo, el IF ha acabado siendo usado no ya para valorar las revistas, sino sus artículos, y por extensión, ¡los méritos de los investigadores!

Los ‘cárteles’ del sistema

A partir de aquí, la revista científica busca incrementar de la forma que sea su IF. Por ejemplo, facilitando la publicación de “revisiones”, artículos que solo recopilan y actualizan lo ya publicado sobre un tema concreto, lo que resulta muy útil para que los científicos se pongan al día. O, en una práctica mucho más cuestionable, “estimulando” que los autores citen de forma preferente los artículos que aparecen en las revistas en las que quieren publicar.

Surgen así los “cárteles de citas”, tristemente en el candelero mediático en algún caso reciente, cuando la citación de los trabajos busca intereses espurios al mero reconocimiento de la ciencia ya hecha. Puro principio de incertidumbre de Heisenberg, que quizá podríamos también denominar como “principio de distorsión de los procedimientos de medida/evaluación”.

¿Alguna esperanza de poder desarrollar procesos de evaluación Heinsenberg-free? Quizá mediante un análisis “inteligente” de los múltiples aspectos asociados con la actividad que se quiere evaluar. Una aplicación sabia de la inteligencia artificial puede suponer en breve un avance importante y mucho más difícil de ser interferido. Aunque seguramente la propia IA, plegada a Heisenberg, también modificará conductas y méritos de forma inevitable.

Como último recurso queda apelar al rigor, la competencia y la integridad de los evaluadores, con autonomía y en un número suficiente para promediar y compensar sesgos involuntarios, sometidos a procesos de rendición de cuentas sobre el resultado de lo medido y evaluado. Pero sin perder de vista a Heisenberg.

The Conversation

Jesús Pérez Gil no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. La ley de Heisenberg en la evaluación de los exámenes y la carrera académica – https://theconversation.com/la-ley-de-heisenberg-en-la-evaluacion-de-los-examenes-y-la-carrera-academica-263584