Castigar con el silencio hace daño: cómo evitar la ‘ley del hielo’ en la crianza

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Sylvie Pérez Lima, Psicopedagoga. Psicóloga COPC 29739. Profesora tutora de los Estudios de Psicología y Educación, UOC – Universitat Oberta de Catalunya

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No existe relación humana sin comunicación y, por eso, cuando dos amigos se enfadan decimos que “no se hablan”: que alguien nos retire la palabra es la representación más extrema y tangible de que no nos quiere en su vida. Pero cuando el enfado se produce en el seno familiar, cuando un hijo o una hija hace algo que nos altera, nos molesta o incluso nos enfurece, ¿es buena idea ignorarlo, dejar de comunicarnos con él, y “congelar” nuestra relación, aunque sea por unas horas?

Una cosa es tomarse un respiro en un momento de conflicto: esto puede ser una herramienta útil en la crianza. Una pausa breve, consciente, que permita regular las emociones y retomar el diálogo desde la calma. Pero cuando el silencio se convierte en una forma de castigo, repetida y mantenida en el tiempo, aplicamos lo que se conoce como la “ley del hielo”: una práctica relacional que rompe el vínculo y puede dejar huella en la salud emocional de niños y adolescentes.

Tratamiento de silencio y maltrato emocional

Entre adultos, cuando el silencio se impone de forma sistemática como respuesta a un conflicto, genera desconcierto, inseguridad y dolor.
Pero en la infancia, el impacto puede ser aún mayor. Ignorar deliberadamente a un niño o niña tras un conflicto –dejar de hablarle, de mirarle, de nombrarle– no es una pausa: es una exclusión. No se le ofrece una explicación ni una vía de reparación, bloqueando cualquier posibilidad de reconstrucción y enviando el mensaje: “Ya no existes”.

Por eso, cuando este patrón se repite, hablamos de una forma de maltrato emocional, definido por la negación reiterada del afecto y atención del cuidador, lo que vulnera el derecho del niño a ser escuchado, expresar su opinión y, por tanto, de entender qué ha ocurrido.

De hecho, la exclusión emocional activa las mismas zonas cerebrales asociadas al dolor físico: la corteza cingulada anterior y la ínsula anterior, particularmente sensibles a la exclusión social en la infancia. El rechazo y la ignorancia generan también dolor.

Consecuencias a medio y largo plazo

Los niños expuestos habitualmente a este tipo de castigo aprenden a asociar el afecto con la aprobación condicional y el silencio con la amenaza o el rechazo. Es decir, aprenden que el afecto está condicionado a aquello que hagan o no hagan y que cuando alguien se calla delante de ellos es porque los rechazan o castigan.

El “tratamiento de silencio” familiar se asocia con menor satisfacción relacional en adultos y baja autoestima. Además, se transmite de generación en generación: si nuestros padres lo usaron con nosotros, es probable que a nosotros nos surja esa reacción de manera espontánea cuando nos enfadamos. Esto último nos recuerda como nunca dejamos de ser modelos y ejemplo de lo que los niños serán en el futuro.

Este patrón de crianza que se basa en ignorar al menor cuando no cumple con nuestras expectativas puede generar ya desde la infancia:

  • Baja autoestima y sensación de no ser suficiente.

  • Dificultades para establecer relaciones seguras y confiables.

  • Miedo al conflicto, evitación emocional o respuestas desproporcionadas en crisis.

  • Problemas de comunicación emocional, mostrando incapacidad para expresar o identificar sentimientos.

Un daño que se produce sin pensar

Uno de los aspectos más insidiosos de la “ley del hielo” es que los padres, madres o cuidadores que la aplican no suelen ser conscientes de estos efectos tan devastadores.




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A menudo, no se realiza con intención voluntaria de dañar. Surge de la frustración, el agotamiento o la falta de recursos educativos. Muchos adultos, desbordados por conflictos diarios, optan por el silencio como forma de imponer autoridad sin enfrentarse al diálogo. Pero aunque no haya intención, el daño está ahí.

Alternativas para gestionar el enfado

Distinguir entre una pausa reguladora y un silencio castigador es fundamental. Parar para afrontar de manera más asertiva la resolución del conflicto es saludable. En cambio, si el silencio impide la reparación del vínculo y excluye emocionalmente al niño o niña, no es educativo: es destructivo.




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Educar implica acompañar los conflictos de forma respetuosa y sana. El apoyo emocional continuo y el contacto positivo actúan como amortiguadores frente a los efectos del maltrato emocional. Algunas estrategias eficaces para evitar la sistematización del silencio pueden ser:

  • Nombrar lo que sentimos, poner palabras antes del silencio y limitarlo en el tiempo: “Estoy muy enfadada, necesito unos minutos para calmarme y después hablamos”.

  • Retomar el diálogo siempre, para que el vínculo no sufra. Esto no implica mantener largas conversaciones donde el niño fácilmente puede desconectar. Permitir hablar, ser escuchado y posteriormente poder argumentar desde la protección y el límite sin fisuras.

  • Cuidar el tono relacional: a veces, el acto de ignorar proviene del lenguaje no verbal (mirada, gesto, postura). Se debe tener en cuenta para evitar dolor innecesario y para reforzar el modelo de conducta que queremos ofrecer a los pequeños.

  • Separar conducta de persona: recordar que el menor no es malo o un desastre o torpe; en todo caso será aquello que ha hecho lo que no está bien.

  • Prever y anticipar consecuencias con los menores: avisarles y explicarles qué ocurrirá si se transgrede una norma, los ayuda a autorregularse pero también sirve a los adultos para no tener que improvisar castigos o silencios impulsivos.

  • Distribuir el cuidado y la gestión de las dificultades: otro adulto puede contener cuando el principal está desbordado.

Y en caso necesario, buscar apoyo externo y soporte profesional.

No podemos obviar que cuando el silencio daña, es violencia emocional. Negar la palabra, la mirada o el acompañamiento emocional no es una técnica educativa, es una forma de violencia psicológica que provoca angustia, confusión y vulnera derechos fundamentales. Como adultos, nuestra responsabilidad incluye proteger, acompañar y asegurarnos de que nuestros hijos y alumnos puedan equivocarse sin perder su espacio emocional, ni sentir la pérdida del vínculo sin entender por qué.

The Conversation

Sylvie Pérez Lima no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Castigar con el silencio hace daño: cómo evitar la ‘ley del hielo’ en la crianza – https://theconversation.com/castigar-con-el-silencio-hace-dano-como-evitar-la-ley-del-hielo-en-la-crianza-260427

¿Qué le sucede a nuestro cerebro cuando vemos vídeos a velocidades más rápidas de lo normal?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Marcus Pearce, Reader in Cognitive Science, Queen Mary University of London

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Muchos de nosotros hemos adquirido el hábito de escuchar pódcast, audiolibros y otros contenidos en línea a velocidades de reproducción más altas. Para los jóvenes, incluso podría ser la norma. Por ejemplo, una encuesta realizada a estudiantes de California reveló que el 89 % cambiaba la velocidad de reproducción de las clases online, mientras que en los medios de comunicación han aparecido numerosos artículos sobre cómo se ha generalizado el visionado rápido.

Es fácil pensar en las ventajas de ver las cosas más rápido. Te permite consumir más contenido en el mismo tiempo o repasar el mismo contenido varias veces para sacarle el máximo partido.

Esto podría ser especialmente útil en un contexto educativo, donde podría liberar tiempo para consolidar conocimientos, hacer pruebas prácticas, etc. Ver vídeos rápidamente también es potencialmente una buena forma de asegurarse de mantener la atención y el interés durante todo el tiempo que duran, evitando así que la mente se distraiga.

Pero ¿qué hay de las desventajas? Resulta que también hay más de una.

Cuando una persona se expone a información oral, los investigadores distinguen tres fases de la memoria: codificar la información, almacenarla y, posteriormente, recuperarla. En la fase de codificación, el cerebro necesita cierto tiempo para procesar y comprender el flujo de palabras que recibe. Las palabras deben extraerse y su significado contextual debe recuperarse de la memoria en tiempo real.

Las personas suelen hablar a una velocidad de unas 150 palabras por minuto, aunque duplicar la velocidad a 300 o incluso triplicarla a 450 palabras por minuto sigue estando dentro del rango de lo que podemos considerar inteligible. La cuestión es más bien la calidad y la longevidad de los recuerdos que formamos.

La información entrante se almacena temporalmente en un sistema de memoria llamado memoria de trabajo. Esto permite que los fragmentos de información se transformen, combinen y manipulen hasta alcanzar una forma lista para ser transferida a la memoria a largo plazo. Dado que nuestra memoria de trabajo tiene una capacidad limitada, si llega demasiada información demasiado rápido, esta puede desbordarse. Esto provoca una sobrecarga cognitiva y la pérdida de información.

Visualización rápida y recuperación de información

Un metaanálisis reciente examinó 24 estudios sobre el aprendizaje a partir de vídeos de conferencias. Los estudios variaban en su diseño, pero en general consistían en reproducir una videoconferencia a un grupo a velocidad normal (1x) y reproducir la misma videoconferencia a otro grupo a una velocidad mayor (1,25x, 1,5x, 2x y 2,5x).

Al igual que en un ensayo controlado aleatorio utilizado para probar tratamientos médicos, los participantes fueron asignados aleatoriamente a cada uno de los dos grupos. A continuación, ambos grupos realizaron una prueba idéntica después de ver el vídeo para evaluar sus conocimientos sobre el material. Las pruebas consistían en recordar información, responder a preguntas de opción múltiple para evaluar su capacidad de recuerdo, o ambas cosas.

Botones de reproducción
La reproducción más rápida puede no ayudar al estudio.
V.Studio

El metaanálisis mostró que aumentar la velocidad de reproducción tenía efectos cada vez más negativos en el rendimiento de la prueba. A velocidades de hasta 1,5 veces, el coste era muy pequeño. Pero a partir de 2 veces, el efecto negativo era de moderado a grande.

Para poner esto en contexto, si la puntuación media de un grupo de estudiantes era del 75 %, con una variación típica de 20 puntos porcentuales en cualquier dirección, aumentar la velocidad de reproducción a 1,5x reduciría el resultado medio de cada persona en 2 puntos porcentuales. Y aumentar la velocidad a 2,5x supondría una pérdida media de 17 puntos porcentuales.

La edad importa

Curiosamente, uno de los estudios incluidos en el metaanálisis también investigó a adultos mayores (de 61 a 94 años) y descubrió que se veían más afectados por ver contenidos a velocidades más rápidas que los adultos más jóvenes (de 18 a 36 años). Esto puede reflejar un debilitamiento de la capacidad de memoria en personas por lo demás sanas, lo que sugiere que los adultos mayores deberían visualizar los contenidos a velocidad normal o incluso a velocidades de reproducción más lentas para compensar.

Sin embargo, aún no sabemos si se pueden reducir los efectos negativos de la reproducción rápida haciéndolo con regularidad. Por lo tanto, podría ser que los adultos más jóvenes simplemente tengan más experiencia con la reproducción rápida y, por lo tanto, sean más capaces de hacer frente al aumento de la carga cognitiva. Del mismo modo, esto significa que no sabemos si las personas más jóvenes pueden mitigar los efectos negativos sobre su capacidad para retener información utilizando con más frecuencia la reproducción más rápida.

Otra incógnita es si ver vídeos a velocidades de reproducción más altas tiene efectos a largo plazo sobre la función mental y la actividad cerebral. En teoría, estos efectos podrían ser positivos, como una mayor capacidad para manejar una mayor carga cognitiva. O podrían ser negativos, como una mayor fatiga mental derivada del aumento de la carga cognitiva, pero actualmente carecemos de pruebas científicas para responder a esta pregunta.

Una última observación es que, incluso si reproducir el contenido a, por ejemplo, 1,5 veces la velocidad normal no afecta al rendimiento de la memoria, hay evidencia que sugiere que la experiencia es menos agradable. Eso puede afectar a la motivación y la experiencia de las personas a la hora de aprender cosas, lo que podría hacer que encontraran más excusas para no hacerlo. Por otro lado, la reproducción más rápida se ha popularizado, por lo que quizá, una vez que la gente se acostumbre, no haya ningún problema. Esperemos que en los próximos años comprendamos mejor estos procesos.

The Conversation

Marcus Pearce no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ¿Qué le sucede a nuestro cerebro cuando vemos vídeos a velocidades más rápidas de lo normal? – https://theconversation.com/que-le-sucede-a-nuestro-cerebro-cuando-vemos-videos-a-velocidades-mas-rapidas-de-lo-normal-260870

Sostenibilidad en las universidades: ¿cómo formar a los profesionales que el planeta necesita?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Alejandra del Carmen Meza Servín, Associate professor, Universidad de Guadalajara

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Sequías prolongadas, aumento global de las temperaturas, degradación de los suelos y eventos meteorológicos extremos son solo algunos de los escenarios a los que los futuros profesionales se enfrentarán, independientemente de su área de formación. Un ingeniero, un médico, un arquitecto o un economista ya no pueden ejercer su profesión sin considerar cómo sus decisiones impactan, o son impactadas, por la crisis ambiental. Ante esta urgencia, surge una pregunta crítica: ¿están las universidades preparando a los estudiantes para navegar y mitigar estos desafíos?

La educación superior tiene una responsabilidad ineludible en la transición hacia sociedades más sostenibles. La sostenibilidad no debe ser un añadido opcional en los planes de estudio, sino un principio rector que permee todas las disciplinas.

Sin embargo, integrar este enfoque no es tarea sencilla. Requiere una transformación curricular profunda, la capacitación docente y, sobre todo, un cambio de paradigma en cómo entendemos la formación profesional. Algunas instituciones ya han comenzado este camino.

Ejemplos actuales

La Universidad de Guadalajara, por ejemplo, incorporó desde 2019 materias transversales en todas sus carreras. Dos ejemplos son las materias “Cultura de la paz” y “Vida y Entorno Sustentable” que se imparten en todos los programas de pregrado del Centro Universitario de los Altos y que estan vinculadas a los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. Estas asignaturas buscan que los estudiantes, ya sea de Derecho o Agroindustria, comprendan la interdependencia entre sus campos y problemáticas como la desigualdad social o el agotamiento de recursos naturales.




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Pero la transversalidad es solo el inicio. Otras universidades, como la Autónoma de Barcelona, han ido más allá, creando programas de posgrado especializados en Sostenibilidad
y promoviendo investigaciones aplicadas en colaboración con sectores públicos y privados.

En América Latina, la Red de Campus Sustentables, que agrupa a instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad de San Paulo, ha impulsado desde 2015 iniciativas para reducir huellas de carbono en campus y fomentar la participación estudiantil en proyectos ambientales. Estos esfuerzos reflejan un reconocimiento creciente: la sostenibilidad no puede limitarse a un curso aislado, sino que debe ser un eje estructural en la educación.

¿Es suficiente con materias transversales?

Sin embargo, cabe preguntarnos si estas acciones son suficientes. La velocidad del deterioro ambiental sugiere que las medidas incrementales podrían no ser adecuadas. Como advierte el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), los próximos diez años son cruciales para evitar los peores escenarios del calentamiento global.

En este contexto, las materias transversales, aunque valiosas, podrían quedarse cortas si no van acompañadas de metodologías pedagógicas innovadoras. La enseñanza basada en proyectos, el aprendizaje al servicio, los proyectos de intervención en comunidades o la simulación de escenarios reales son herramientas que permiten a los estudiantes aplicar conocimientos teóricos a problemas concretos.

Por ejemplo, en la Universidad de Chile, alumnos de Ingeniería y Ciencias Sociales colaboran en el diseño de soluciones para comunidades afectadas por la escasez hídrica, integrando saberes técnicos y comunitarios.

¿Cómo evaluar?

Además, la formación en sostenibilidad exige repensar las competencias que se evalúan. No basta con que los estudiantes memoricen conceptos; deben desarrollar pensamiento crítico, resiliencia y capacidad de trabajo interdisciplinario. La educación para la sostenibilidad debe ser “transformadora”, es decir, desafiar las lógicas tradicionales y fomentar una visión sistémica.

Esto implica que los profesores también necesitan formación continua. Como ejemplo podemos mencionar el programa de la Universidad de Costa Rica que certifica a docentes en pedagogías ambientales.

Una práctica cotidiana en las aulas

El análisis no puede eludir una reflexión incómoda: aunque las universidades avanzan, el ritmo es desigual y, en muchos casos, insuficiente. Mientras algunas instituciones lideran cambios estructurales, otras aún consideran la sostenibilidad como un tema marginal. ¿Estamos a tiempo de rectificar el rumbo?




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La respuesta es sí, pero con una condición: la sostenibilidad debe dejar de ser un discurso bienintencionado para convertirse en una práctica cotidiana en las aulas. Esto demanda no solo más contenidos “verdes”, sino también pedagogías que inspiren acción y ética.

Las universidades tienen la oportunidad –y la obligación– de formar profesionales que no solo se adapten al mundo, sino que lo transformen. Este planeta no necesita más graduados que repitan modelos; necesita agentes de cambio capaces de imaginar y construir futuros viables.

Como escribió el filósofo Edgar Morin, la educación debe “enseñar la condición humana” en su relación indisoluble con la naturaleza. El tiempo de actuar es ahora: cada clase, cada syllabus revisado, cada proyecto interdisciplinario, es un paso para ese cambio.

The Conversation

Alejandra del Carmen Meza Servín no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Sostenibilidad en las universidades: ¿cómo formar a los profesionales que el planeta necesita? – https://theconversation.com/sostenibilidad-en-las-universidades-como-formar-a-los-profesionales-que-el-planeta-necesita-257665

¿Qué pasaría en España si mañana desapareciera la inmigración?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Paula Costa Correa, Investigadora del área de Filosofía del Derecho. Abogada especializada en Migraciones y Derecho Penal, Universidad de Navarra

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Mientras algunos medios y discursos políticos describen la migración como una amenaza o una “avalancha”, los datos muestran lo contrario: España no vive una invasión, sino una relación de interdependencia funcional con los países del Sur Global. En otras palabras, lo que se presenta como un problema es, en realidad, una necesidad estructural. El país necesita población migrante para sostener su pirámide demográfica, su economía y su sistema de bienestar.

Esta simbiosis migratoria no es una metáfora. Es una realidad demográfica. Desde 1950, la población mundial se ha triplicado. En regiones como África Subsahariana o Asia Meridional, el crecimiento es constante y sostenido, ejerciendo presión sobre recursos, empleo y sistemas sociales. En cambio, Europa y América del Norte enfrentan el fenómeno contrario: envejecimiento poblacional, bajas tasas de fecundidad y reducción progresiva de la población activa.

En el caso español, el contraste es claro. La tasa de fecundidad se sitúa desde hace años por debajo de 1,3 hijos por mujer, muy lejos del umbral de reemplazo generacional (2,1). Sin flujos migratorios constantes, España perdería millones de habitantes en las próximas décadas, con efectos directos sobre el sistema fiscal, las pensiones y el empleo. Según proyecciones del INE y de Naciones Unidas, de mantenerse la fecundidad actual sin migración, la población podría descender hasta 30 millones en 2100, frente a los 47 millones actuales.

En todos estos escenarios debemos tener en cuenta que los bebés que nacen hoy no empezarían a cotizar hasta 2045. Es decir, apostar por una fecundidad de tres hijos por mujer supondría un esfuerzo económico adicional para el estado de bienestar durante al menos dos décadas, antes de que esas nuevas generaciones pudieran sostener el sistema.

Ni la natalidad basta, ni la migración sobra

Ante este panorama, ¿puede la natalidad compensar por sí sola el déficit demográfico? La respuesta es negativa. Hemos modelado tres escenarios de política natalista, y todos presentan limitaciones estructurales.

En el mejor de los casos –con políticas públicas sostenidas durante 20 años– no habría ningún impacto real antes de 2045. En escenarios más intensivos (como aumentar a tres o cuatro hijos por mujer en una legislatura), los resultados son ineficaces, fiscalmente insostenibles y socialmente inviables. No se puede compensar un problema estructural con medidas de corto plazo ni con presión sobre los cuerpos de las mujeres.

En cambio, la migración sí tiene efectos inmediatos. La llegada de personas jóvenes en edad de trabajar ha contribuido en las últimas décadas a equilibrar la relación entre cotizantes y jubilados. Un estudio estima que sin migración el indicador de sostenibilidad demográfica –que mide cuántas personas en edad de trabajar hay por cada persona mayor de 65 años– habría sido un 30 % inferior, agravando aún más la presión sobre el sistema de pensiones. Esto significa que la presión sobre dicho sistema de pensiones habría sido mucho mayor con menos trabajadores sosteniéndolo.

Lejos de ser una amenaza, la migración ha contribuido a mantener el equilibrio entre cotizantes y jubilados, retrasando un colapso que, de otro modo, ya estaría en marcha.

Pero la función de la migración no es solo económica. La movilidad humana cumple un rol redistributivo a nivel global: traslada población activa desde regiones con exceso de presión demográfica hacia otras con escasez de mano de obra y envejecimiento. Esta relación de interdependencia –aunque desigual– permite mantener en funcionamiento sectores esenciales como los cuidados, la agricultura o la hostelería. Negar esta realidad por motivos ideológicos no cambia los hechos: solo impide gestionarla de forma realista, con planificación y justicia.

Ni milagro ni amenaza

En paralelo, el envejecimiento plantea retos adicionales. Menos trabajadores significa menos cotizaciones, pero también más gasto sanitario, más dependencia y más personas mayores viviendo solas. En España, la esperanza de vida ha aumentado y la feminización de la vejez introduce nuevas desigualdades: muchas mujeres mayores carecen de pensión propia o dependen de redes familiares cada vez más frágiles.

Las proyecciones muestran que sin una política migratoria sostenida, el sistema de bienestar español se enfrentará a una presión insostenible. Los discursos que rechazan la migración apelan al mito de la autosuficiencia nacional, pero ese modelo nunca ha existido. Desde los años 2000, el crecimiento español ha estado directamente vinculado al trabajo y las contribuciones de millones de personas migrantes.

Esto no significa que la migración sea una solución mágica. También necesita planificación, integración y derechos. Pero sí constituye un componente esencial de cualquier estrategia demográfica realista. De hecho, países como Canadá o Alemania ya aplican políticas activas para atraer y retener población extranjera cualificada y no cualificada. España, sin embargo, sigue atrapada en una narrativa de emergencia, inseguridad y control.

Por eso, debemos dejar de ver a España solo como puerta de entrada de migración hacia Europa, y empezar a entender su posición como una oportunidad estratégica: atraer talento, corregir desequilibrios y rejuvenecer el tejido social. Seguir anclados en el miedo y la mentira emotiva no solo perjudica a las personas migrantes, sino que priva al país de una herramienta imprescindible para su sostenibilidad.

La simbiosis migratoria entre Norte y Sur es una realidad del siglo XXI. Negarla no elimina el problema, solo impide encontrar soluciones eficaces.

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Paula Costa Correa es presidenta de la Asociación de Migración y Derechos Humanos de Navarra (MIGENE), un observatorio independiente sobre la situación migratoria en España y sus implicaciones sociales y jurídicas.

ref. ¿Qué pasaría en España si mañana desapareciera la inmigración? – https://theconversation.com/que-pasaria-en-espana-si-manana-desapareciera-la-inmigracion-259355

¿Es verdad que cenar queso provoca pesadillas? La compleja relación entre la dieta y los sueños

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Álvaro Astasio Picado, Profesor de Enfermería Médico-Quirúrgica. Doctor en Biomedicina Aplicada., Universidad de Castilla-La Mancha

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Un reciente estudio canadiense ha planteado una posible asociación entre la intolerancia a la lactosa y la frecuencia de las pesadillas, reavivando el viejo mito de que el queso provoca sueños perturbadores.

Aunque el hallazgo resulta intrigante, la investigación presenta, como veremos, limitaciones importantes. Porque a pesar de la atención mediática, aún estamos lejos de poder afirmar que la dieta tenga una influencia directa y comprobada sobre los sueños.

Los “sospechosos habituales”

Desde hace décadas circula la creencia de que comer ciertos alimentos o cenar tarde pueden afectar negativamente la calidad del descanso nocturno y alterar el contenido de los sueños, volviéndolos más vívidos, perturbadores o incluso pesadillescos.

Entre los “sospechosos habituales” se incluyen comidas pesadas, alimentos muy condimentados, dulces ricos en azúcar refinada y, con particular frecuencia, los productos lácteos. ¿Tiene alguna base científica esta percepción?




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Otra encuesta canadiense realizada en 2015 ya exploró la cuestión. El estudio recogió respuestas de 396 personas y reveló que el 17,8 % de los participantes relacionaban algún tipo de alimento con sueños desagradables. En concreto, los lácteos (leche, queso, helado) y los dulces azucarados eran los productos más frecuentemente señalados.

Por otro lado, algunos participantes también afirmaron que ciertas comidas, como frutas o vegetales, les generaban sueños positivos, lo que apunta a una posible dimensión subjetiva y simbólica de la relación entre alimentación y contenido onírico.

Otro factor relevante es la hora de la cena. Diversas investigaciones han mostrado que cenar tarde –particularmente dentro de las dos horas previas al sueño– puede alterar la calidad del descanso.

El nuevo estudio, publicado en Frontiers in Psychology, retoma el asunto y vuelve a apuntar a los lácteos como principales responsables. ¿Cómo de sólidas son las evidencias?

Más de mil estudiantes entrevistados

Los científicos –liderados por Tore Nielsen, el mismo investigador que dirigió el trabajo de 2015– entrevistaron a 1 082 estudiantes universitarios. El cuestionario incluía preguntas sobre la calidad del sueño, la frecuencia e intensidad de los sueños, los hábitos alimenticios, la salud mental y física, y cualquier relación percibida entre los alimentos consumidos y el contenido de las vivencias oníricas.

Un objetivo importante era analizar las creencias subjetivas sobre si ciertos tipos de comida afectaban o no a su descanso. Este enfoque, aunque útil para identificar percepciones sociales, tiene una limitación crucial: se basa en autoinformes, sin verificación objetiva de las condiciones fisiológicas del sueño o la digestión.

Lo que reportaron los voluntarios

Los resultados revelaron varios datos interesantes:

  • Aproximadamente un tercio de los encuestados declaró experimentar pesadillas frecuentes, si bien las mujeres mostraron una mayor tendencia a recordar sus sueños y reportar trastornos del sueño.

  • En total, un 40 % de los participantes consideró que comer tarde o ciertos alimentos afectaban negativamente su descanso, y un 25 % afirmó que ciertos productos empeoraban la calidad del sueño. Entre los alimentos más señalados se encontraban los dulces, las comidas picantes y los lácteos.

  • Un 5,5% de los encuestados afirmó que lo que comían influía directamente en el contenido o tono de sus sueños, y muchos de ellos describieron que los lácteos y los dulces los volvían más vívidos o inquietantes.

  • Y, por último, uno de los hallazgos más citados fue la relación entre intolerancia a la lactosa y pesadillas: quienes reportaban este trastorno también manifestaban síntomas gastrointestinales nocturnos, peor calidad del sueño y mayor frecuencia de sueños negativos.

Sin relación causa-efecto

La interpretación de estos datos exige cautela. Como ha explicado Tore Nielsen, los resultados apuntan a una asociación, pero no prueban una causalidad. Es decir, que dos fenómenos coincidan (por ejemplo, consumir queso y tener una pesadilla) no implica que uno cause el otro. El trabajo no se diseñó para establecer una relación causa-efecto entre ingerir lácteos y la aparición de sueños angustiosos.

Además, no fue un experimento controlado, sino una encuesta basada en percepciones subjetivas. No se utilizaron mediciones fisiológicas ni registros polisomnográficos del sueño, y tampoco se controló de forma objetiva qué alimentos se consumieron, en qué cantidad o bajo qué condiciones.

Malas noches sin un claro culpable

Otro aspecto a tener en cuenta es que las molestias digestivas nocturnas pueden, efectivamente, alterar el sueño. Estudios en gran escala muestran que síntomas como dolor abdominal, hinchazón, gases y reflujo se asocian con mayor fragmentación del sueño, despertares frecuentes y mala calidad del descanso.

Además, entre pacientes con trastornos funcionales gastrointestinales como el síndrome del intestino irritable, se ha observado una disminución del sueño profundo (etapa N3) y un aumento de microdespertares. Estas interrupciones, aunque breves o imperceptibles, pueden generar estados intermedios de conciencia durante los cuales los sueños se vuelven más vívidos, fragmentados o emocionalmente intensos, sobre todo si hay malestar físico.

Sin embargo, esto no implica que el queso sea el culpable. Muchas veces, las personas tienden a identificar a los lácteos como la causa de un malestar por influencia de discursos populares y narrativas difundidas en redes sociales, más que por evidencia personal comprobada. Además, en la práctica diaria no solemos ingerir alimentos de manera aislada, lo que dificulta atribuir un efecto específico a un solo ingrediente.

Más preguntas que respuestas

En sus conclusiones, los propios autores de la investigación subrayan la necesidad de replicarla con muestras más amplias y diversas –en edad, cultura y patrones alimentarios–, así como emplear métodos más rigurosos, como estudios experimentales con grupos controlados, monitorización del sueño y administración de alimentos bajo condiciones controladas.

El estudio ofrece una pista interesante sobre cómo la alimentación podría, en algunos casos, interferir con el descanso nocturno, especialmente en personas con intolerancias alimentarias. Sin embargo, aún no hay evidencia concluyente que respalde la afirmación de que los lácteos –ni ningún alimento específico– provoquen pesadillas de forma directa.

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Álvaro Astasio Picado no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ¿Es verdad que cenar queso provoca pesadillas? La compleja relación entre la dieta y los sueños – https://theconversation.com/es-verdad-que-cenar-queso-provoca-pesadillas-la-compleja-relacion-entre-la-dieta-y-los-suenos-260538

Ahora que dos mujeres codirigen ‘Elio’, ¿quiénes fueron las pioneras en el cine de animación de Disney?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Ana Vicens Poveda, Doctora en Comunicación Audiovisual y docente en UDIT (Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología), UDIT – Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología

Princesas, reinas, brujas y hadas madrinas. Las películas de animación están plagadas de personajes femeninos con una enorme carga simbólica. Muchas de ellas ya forman parte de nuestro imaginario colectivo. Sin embargo, a pesar de que en la ficción animada reinan las mujeres, en el ámbito de la producción las creadoras han estado relegadas a un segundo plano.

La nueva película Disney Pixar, Elio, está codirigida por dos mujeres –Madeline Sharafian y Domee Shi, directora de Red– que firman el largometraje animado junto a Adrian Molina (codirector de Coco).

Ante este acontecimiento, conviene recordar a las pioneras del cine de animación, esas mujeres artistas que fueron abriendo un camino necesario para que actualmente tengamos referentes fundamentales como Mérida, en Brave (codirigida por Brenda Chapman), o Mei Lee, en Red.

Mujeres sólo en la pantalla

En la antigua Grecia, había templos y ofrendas diarias dedicados a las diosas. Pero la mujer griega apenas poseía derechos básicos.

Igualmente, las películas más populares de los estudios de animación –desde Blancanieves y los siete enanitos (1937) hasta las últimas producciones de Pixar como Inside Out 2 (2024)– están protagonizadas por personajes femeninos. Pero, como decíamos al inicio, sus creadores han sido, en esencia, masculinos. Y quizá, al igual que las diosas griegas, estos personajes acaban siendo la idealización de una mujer inalcanzable… por lo imposible de hacer realidad su personalidad y físico.

A partir de la evolución actual, parece que a mayor cantidad de mujeres en el equipo de producción, mayor realismo y profundidad existe en los personajes femeninos. Aunque no es el caso de las creaciones del Studio Ghibli japonés (en La princesa Mononoke o El viaje de Chihiro, entre otras), en el cine de animación occidental, salvo excepciones, las protagonistas, a pesar de ser icónicas, no han tenido verdaderos rasgos humanos hasta la llegada de mujeres creadoras.

Incluso cuando se inspiraban en personas reales, sus artífices acababan por eliminar toda la naturalidad de los personajes. Es el caso, por ejemplo, de Ariel en La sirenita. Para crearla se utilizó como modelo de referencia a la actriz y animadora Sherri Stoner. Pero su cuerpo escultural y fuerte fue adelgazado hasta el extremo para conseguir lo que el crítico cultural Henry Giroux definió como una Barbie anoréxica.

La llegada de mujeres animadoras, guionistas y artistas ha coincidido –probablemente no de forma casual– con la llegada de una nueva idea de mujer y niña al mundo de la animación.

Como aseguraba la dibujante Joanna Quinn: “El verdadero desafío es la noción de belleza impuesta. Es muy difícil inyectar emoción en personajes femeninos si siempre tratas de mantenerlos como personajes encantadores y resplandecientes”. Eliminando esta belleza angelical, de pronto aparecen personajes con carácter y expresión como Anna (en Frozen) o la ya mencionada Mérida (en Brave), ambas creadas por mujeres.

Fotogramas de las películas Cenicienta (1950), Brave (2012), La Bella durmiente (1959) y Frozen (2013)
De izquierda a derecha, de arriba a abajo: Cenicienta, Mérida en Brave, la Bella Durmiente y Anna, en Frozen: Protagonistas enfadadas y dormidas creadas por hombres frente a las mismas emociones en personajes creados por mujeres.
‘Collage’ creado por la autora a partir de capturas de pantalla de las películas.

Las pioneras Disney

Las primeras mujeres empleadas por la productora Disney se dedicaban exclusivamente al entintado, es decir, a colorear los dibujos de los animadores. Cuando demostraban verdadero talento, pasaban a ser inbetweeners, realizando los dibujos que faltaban entre un fotograma y otro para crear un movimiento más fluido. Poco a poco, estas “niñas” (se referían a su departamento en la compañía como girls department) fueron mostrando verdadero talento y consiguiendo puestos antes reservados para hombres.

En 1936 Bianca Majolie se convirtió en la primera animadora de la productora. Fue contratada por el propio Walt Disney para realizar las aportaciones que, según él, sólo una mujer podía realizar (lazos, hadas y animalitos). Pero Majolie demostró que podía contribuir de otras formas, y su influencia puede observarse en obras clave como Dumbo y Fantasía 2000, basadas en sus dibujos y conceptos.

Precisamente en la primera versión de Fantasía, estrenada en 1940, participó un alto número de mujeres (para la época). Al tratarse de una película compuesta por cortometrajes experimentales, Disney permitió a varios artistas en ciernes colaborar en ella. Majolie trabajó junto a Ethel Kulsar y Sylvia Holland y esta última fue, de hecho, directora del primer equipo femenino artístico de la industria.


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Pero quizás la más conocida de estas pioneras sea Mary Blair. Artista, dibujante y diseñadora, trabajó en distintos conceptos artísticos para películas de Disney tan importantes como Peter Pan y La Cenicienta.

Su interesante uso del color hizo que la contrataran de inmediato, marcando una nueva línea estética para la productora. Muchos de los hombres animadores rechazaban su trabajo, entre otras cosas porque el uso de colores planos hacía muy complicada su animación. En la década de los 50, Blair abandonó los estudios para dedicarse a la ilustración de cuentos infantiles, pero “tío Walt” la volvió a contratarla para distintos proyectos artísticos, entre los que destaca la atracción “It’s a Small World”, diseñada por ella para el parque de atracciones de Disney en 1964.

Un hombre y una mujer sentados ante una mesa con dibujos.
Walt Disney y Mary Blair presentando la atracción ‘It’s a Small World’.
DisneyFanClub

La primera mujer en Disney acreditada como animadora –anteriormente aparecían bajo el paraguas de otros departamentos– acabó siendo Retta Scott. Artista e ilustradora, Scott trabajó como animadora en Pinocho, Dumbo y Bambi. En esta última se centró en las escenas más violentas de la película, diseñando a los perros de caza que asesinan a la madre del protagonista. Rompió así con los prejuicios de la industria que encasillaban a las mujeres en obras dulces y escenas románticas.

Directoras y directivas

A partir de la década de los 60, más mujeres fueron llegando a Disney con puestos relevantes. Y en los 90 comenzaron a formarse grupos artísticos femeninos que trabajaron en la creación de distintos personajes. Cabe destacar entre estos a Frollo, de El jorobado de Notre Dame, uno de los villanos más inquietantes de sus películas –por su realismo y perversión–, diseñado exclusivamente por mujeres.

Con la llegada del nuevo milenio, más directoras y productoras han aparecido en los créditos de distintas obras de la compañía, siendo muchos de estos filmes verdaderos fenómenos como Frozen o Brave. Con su llegada a los puestos directivos, aparecen nuevos personajes femeninos más realistas y complejos, que mantienen relaciones profundas con otras mujeres y superan estereotipos sexistas como la manida rivalidad femenina o la dulzura como única virtud de su género.

The Conversation

Ana Vicens Poveda no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Ahora que dos mujeres codirigen ‘Elio’, ¿quiénes fueron las pioneras en el cine de animación de Disney? – https://theconversation.com/ahora-que-dos-mujeres-codirigen-elio-quienes-fueron-las-pioneras-en-el-cine-de-animacion-de-disney-259202

Los ‘lobbies’ tecnológicos quieren frenar la aplicación de la ley europea de inteligencia artificial

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Moisés Barrio Andrés, Profesor de Derecho de Internet, Universidad Carlos III

Ivan Marc/Shutterstock

En las últimas semanas, y debido a las presiones de algunos Estados (con EE. UU. a la cabeza) y ciertas compañías tecnológicas, la Comisión Europea está considerando una pausa en la aplicación del Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial (el RIA o AI Act) cuya aplicación está pautada para el próximo 2 de agosto.

A primera vista podría parecer una decisión prudente. Pero una mirada más profunda sugiere otra cosa: una pérdida de visión justo en el momento en que Europa necesita un verdadero liderazgo. La UE debería abordar los retos de la regulación jurídica de la IA sin rodeos: no aplazando su ambición, sino redoblando su estrategia digital.

El RIA no es una ley cualquiera. Tanto los responsables políticos de la UE como los observadores internacionales la han celebrado como el buque insignia de la reivindicación del liderazgo mundial de la UE en la elaboración de normas (el efecto Bruselas) para garantizar una visión regulatoria centrada en la persona. En efecto, y desde el Libro Blanco sobre la inteligencia artificial, de febrero de 2020 (“un enfoque europeo orientado a la excelencia y la confianza”), el propósito ha sido no sólo garantizar la seguridad, sino también definir un camino europeo hacia una innovación en IA digna de confianza y centrada en el ser humano. Un retraso significativo o una modificación a gran escala del RIA enviaría el mensaje contrario: que la UE ya no confía en sus propias ambiciones.

¿Es el RIA una norma compleja? En efecto, lo es

En un análisis reciente, publicado en el Real Instituto Elcano, he defendido que la Unión Europea debe ir más allá de las políticas fragmentadas o las acciones erráticas y, en su lugar, perseguir una estrategia digital coherente, basada en valores en todo el ámbito digital. Desde el comercio electrónico hasta los espacios de datos, los chips y la computación cuántica, el Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial es un elemento estratégico de esta visión global. Socavarlo, o retrasar su aplicación, no sólo prolongaría la inseguridad jurídica para las empresas europeas de IA, sino que ahogaría uno de los proyectos reguladores más ambiciosos de la UE en la última década.

Las autoridades públicas de los respectivos Estados miembros están estableciendo sus normas de supervisión de la IA. En este proceso, España ha sido pionera dentro de la UE y ya ha constituido la Agencia Española de Supervisión de Inteligencia Artificial, la AESIA.

No obstante, los estándares técnicos de los sistemas de IA todavía no están listos, si bien ya existe la norma ISO 42001. El código de buenas prácticas de modelos de IA de uso general (GPAI, por sus siglas en inglés) está siendo objeto de una dura batalla de cabildeo, sobre todo debido a las tensiones transatlánticas. Pero ninguno de estos retos justifica que Europa reniegue de sus planes para la IA.




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¿Pueden realizarse algunas reformas? Sin duda

Es necesario simplificar, aclarar e incluso recalibrar el cumplimiento normativo de esta norma para pymes y startups. España, de forma pionera, está llevando a cabo una prueba piloto en un espacio controlado (sandbox) con el objetivo, precisamente, de intercambiar las mejores prácticas mediante la cooperación entre el sector público y el privado. Pero eso no es lo mismo que desregular.




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Sería un grave error estratégico confundir la necesidad de una preparación sólida con una justificación para la suspensión a largo plazo de la aplicación del RIA. En todo caso, confirmaría lo que muchos críticos llevamos tiempo advirtiendo: la UE es fuerte en la elaboración de legislación, pero débil en su aplicación y cumplimiento.

Además, someterse a la presión geopolítica sería una herida autoinfligida. Al parecer, Washington ha pedido a Bruselas que detenga la aplicación de la norma, pero la UE no debe subordinar su autonomía jurídica a una baza negociadora en las negociaciones comerciales con el gobierno estadounidense.

¿Estamos ante un nuevo efecto Washington, una contracción de la gobernanza para fortalecer la supremacía de las empresas?

Los pasos a seguir

Aunque la UE debe mantener firme su compromiso con la asociación transatlántica, también tiene que defender sus valores fundacionales y constitucionales. Al fin y al cabo, es precisamente la insistencia de la UE en los derechos fundamentales, la clasificación de riesgos, la responsabilidad y la transparencia lo que distingue su enfoque del modelo mínimamente intervencionista del laissez-faire o los excesivamente centralizados y estatalistas.

La verdadera lección de este debate no es tanto que la UE haya regulado en exceso el sector tecnológico, sino que ha subestimado lo que realmente implica una estrategia política eficaz. A mi juicio, en lugar de retractarse de la norma, la Comisión debería aprovechar este momento para dar dos pasos audaces y muy urgentes:

  1. Consolidar los esfuerzos dispersos para apoyar a las pequeñas y medianas empresas. Las pymes necesitan un apoyo económico que sea a la vez autorizado y útil, y no un extenso mosaico de guías, algunas de dudosa solvencia técnica, publicadas por numerosas instituciones públicas e iniciativas privadas.

    La Comisión tendría que lanzar un paquete completo de medidas de fácil cumplimiento para las pymes –que incluyera orientaciones jurídicas claras y listas de evaluación y control– y establecer una ambiciosa ventanilla única de la UE y la concesión de incentivos financieros y fiscales atractivos. El cumplimiento normativo debe ser un camino hacia la innovación, no un campo de minas burocrático.

  2. Poner en marcha una estrategia integral para la industria digital, centrada en la construcción de una infraestructura digital soberana allí donde más importa: la computación cuántica, la inteligencia artificial, la nube, las plataformas de datos resilientes y los sistemas de ciberseguridad y defensa digital. No se trata de sustituir a los socios mundiales, sino de garantizar que Europa pueda dar forma –y no solo consumir– las tecnologías del mañana y aprovechar mejor nuestros puntos fuertes, así como nuestras ventajas estratégicas.

Cada uno de estos pasos se enfrentará a una feroz resistencia. Ninguno será fácil. Pero tampoco lo fue la creación del mercado único y el lanzamiento del euro, ni la respuesta unificada de la UE al covid-19 o a la guerra de Rusia contra Ucrania.

Todos los hitos de la integración europea comenzaron con dudas y debates, y terminaron como un momento decisivo de fuerza y solidaridad. La UE se encuentra ahora ante otro momento semejante. Como he afirmado en el pasado, se trata de que Europa no solo siga adelante, sino que contribuya decisivamente a dar forma al presente y futuro. Que no deje su destino a otros, sino que lo tome en sus propias manos.

The Conversation

Moisés Barrio Andrés no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Los ‘lobbies’ tecnológicos quieren frenar la aplicación de la ley europea de inteligencia artificial – https://theconversation.com/los-lobbies-tecnologicos-quieren-frenar-la-aplicacion-de-la-ley-europea-de-inteligencia-artificial-260475

Cuando ellas tiraban de los barcos: la historia olvidada de las sirgueras de Bilbao

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Paula Lamo Anuarbe, Investigadora en Internet de las Cosas, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja

Grupo escultórico ‘Las sirgueras’, de Dora Salazar, en Bilbao. Fue inaugurado en 2021 como homenaje a estas sufridas trabajadoras. RICARDO ALGAR/Shutterstock

En la cultura popular y, por supuesto, en los memes, el pueblo vasco es sinónimo de fuerza bruta. Hombres que levantan piedras de media tonelada, que parten nueces con la frente o que hacen competiciones de cortar troncos con hachas más grandes que una maleta de cabina. Pero, curiosamente, cuando se habla de la fuerza legendaria vasca, casi nunca se menciona a las mujeres. Y eso que hace poco más de un siglo hubo mujeres en Bilbao que, literalmente, tiraban de barcos cargados río arriba. A pulso. Sin memes, pero con mucho músculo.

Sí, literalmente: mujeres arrastrando buques por la ría del Nervión a fuerza de brazos, piernas y mucha determinación. Eran las sirgueras.

¿Quién necesita bueyes cuando se tienen mujeres?

Las sirgueras se dedicaban a arrastrar barcos mercantes por la ría del Nervión desde la orilla, sujetas con arneses al pecho o a la cintura, como si fueran animales de tiro humano. Caminaban por los caminos de sirga, sendas paralelas al cauce del río y diseñadas precisamente para facilitar este tipo de tracción. Solían trabajar en grupos de tres a seis mujeres, sincronizando el paso y la tensión de las cuerdas para mantener el rumbo del barco y evitar que encallara o se desviara con la corriente.

Su trabajo no era solo cuestión de fuerza bruta: requería resistencia física, coordinación y conocimiento del terreno. Tenían que adaptarse a las mareas, al caudal del río y a la forma de cada embarcación. En muchos casos, los barcos estaban sobrecargados de mineral de hierro, carbón o productos industriales, lo que hacía la tarea aún más extenuante. Además, el firme de los caminos era irregular, embarrado y, en ocasiones, peligroso.

En aquella época (segunda mitad del siglo XIX) los remolcadores de vapor todavía eran escasos y caros, y no todas las embarcaciones podían permitirse uno. El motor diésel aún estaba por inventar y los avances tecnológicos no llegaban al mismo ritmo a todas las rutas comerciales. En ese contexto, cuando un barco debía remontar el Nervión hacia los muelles de Bilbao necesitaba un sistema auxiliar de tracción. ¿La solución más lógica? ¿Bueyes? ¿Caballos? No: mujeres.

No era así por romanticismo ni por un alarde de fuerza femenina, sino por una lógica económica descarnada. Mantener animales de tiro implicaba inversión en forraje, espacio para establos, veterinarios y descanso para las bestias. En cambio, las mujeres (víctimas de una pobreza estructural) eran contratadas por jornadas, sin necesidad de alojamiento ni manutención, por un salario muy bajo. Su fuerza de trabajo era más rentable, más disponible y, sobre todo, más desechable.

Así que ahí estaban: tirando de buques con decenas de toneladas de carga, a la intemperie, bajo el sol o la lluvia, sin derechos laborales ni reconocimiento. No aparecían en los registros oficiales. No tenían contrato. Su aportación fue crucial para el desarrollo portuario de Bilbao, pero quedó fuera de los relatos históricos durante décadas. Solo recientemente su figura ha empezado a ser recuperada como parte del legado obrero y femenino de la ría.

Mujeres fuertes sí, pero invisibles

El caso de las sirgueras pone en evidencia una tendencia histórica: la invisibilidad sistemática de las mujeres en sectores físicos, técnicos o tradicionalmente masculinizados, como el marítimo. Durante siglos se vendió la idea de que las mujeres eran criaturas frágiles y delicadas que bordaban pañuelos y se desmayaban en salones decimonónicos. Pero no todas estaban bordando. Algunas estaban sudando, tirando barcos en la ría.

Históricamente, el sector marítimo ha sido un entorno cerrado, excluyente y profundamente masculinizado. La presencia femenina en este ámbito ha sido escasa, marginal y casi siempre narrada en clave de excepcionalidad. Cuando aparecen mujeres en los relatos marítimos, suelen ser figuras secundarias, atadas a roles domésticos o administrativos. Se las menciona como viudas que heredan el negocio tras una guerra, esposas que aguantan la economía familiar o hijas que mantienen el papeleo mientras los hombres van al mar.

El discurso dominante ha insistido en que su presencia era temporal, accidental o asistencial, como si nunca hubieran estado ahí por decisión propia o por méritos propios. Como si no fueran trabajadoras, sino sustitutas provisionales en tiempos difíciles.

Sin embargo, las sirgueras rompen por completo esa narrativa. Ellas no estaban allí por ausencia de los hombres, ni por tradición heredada, ni por caridad. Estaban porque eran necesarias, y porque cumplían una función esencial en la logística fluvial de la época. Realizaban un trabajo físicamente durísimo, sin reconocimiento, en condiciones precarias y por salarios irrisorios. Pero lo hacían con eficacia, con organización y con una capacidad que hoy llamaría la atención en cualquier plataforma viral.

Eran mujeres fuertes, sí, pero no por una esencia mágica o mítica, sino porque la vida y el sistema las empujaban a serlo. Muchas eran madres, otras huérfanas, otras simplemente pobres. Y el único camino disponible era el esfuerzo físico: caminar durante horas por la ribera del río, con los pies hundidos en el barro, tensando una cuerda que arrastraba una mole de hierro flotante.

No eran un fenómeno anecdótico ni pintoresco: eran parte estructural del funcionamiento de la ría de Bilbao en el siglo XIX, al mismo nivel que los estibadores, los marineros o los maquinistas. Solo que a ellas no se les dedicaban canciones ni libros. Hasta hace poco, ni siquiera una mención en los archivos oficiales.

La culpa, como siempre, de las supersticiones

¿Y por qué casi no se las recuerda? Por esa costumbre tan humana de barrer lo incómodo debajo de la alfombra. O, mejor dicho, de la cultura marítima tradicional, plagada de mitos y supersticiones que vetaban la presencia femenina en los barcos.

Durante siglos se creyó que una mujer a bordo traía mala suerte. Y esta creencia se convirtió en una excusa perfecta para limitar su acceso al trabajo marítimo, relegándolas a tareas invisibles o, directamente, excluyéndolas. Tanto es así que las excluyó del sector, de los relatos y de los libros de historia.

Lo irónico es que mientras decían que no podían estar en cubierta, ellas tiraban de la embarcación desde tierra.

¿Y hoy?

Hoy, las cosas han cambiado, pero no tanto. Las mujeres siguen siendo una clara minoría en el sector marítimo. Según datos de la Organización Marítima Internacional (OMI), menos del 1 % de la fuerza laboral en este ámbito son mujeres, y la mayoría se concentran en funciones administrativas, no técnicas ni operativas.

Sin embargo, el olvido no es completo. En Bilbao, frente a la ría, hay una escultura que rinde homenaje a las sirgueras. Es una obra de la escultora navarra Dora Salazar, que muestra la silueta de cuatro mujeres tirando de una cuerda. Es un reconocimiento tardío, pero importante. Recuperar su memoria es una forma de devolverles el lugar que nunca debieron perder.

Las sirgueras no son una anécdota curiosa. Son una prueba palpable de que las mujeres han estado en todos los sectores, incluso en los más duros, aunque no se les haya reconocido. Tiraron de barcos por necesidad, pero también con una fuerza que desmonta cualquier estereotipo sobre fragilidad femenina.

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Paula Lamo Anuarbe no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Cuando ellas tiraban de los barcos: la historia olvidada de las sirgueras de Bilbao – https://theconversation.com/cuando-ellas-tiraban-de-los-barcos-la-historia-olvidada-de-las-sirgueras-de-bilbao-260644

Actividades veraniegas para niños y adolescentes al alcance de todos

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Silvia López Larrosa, Profesora del departamento de Psicología, Universidade da Coruña

El verano se extiende ante nosotros. Dos meses de vacaciones escolares y la pregunta: ¿qué haremos en este tiempo? Si hay niños y adolescentes en casa, a menudo la pregunta incluye cierta angustia adulta, pues convivir con los más pequeños cuando nosotros estamos ocupados y ellos ociosos puede convertirse en un reto.

Pero las largas vacaciones infantiles del verano ofrecen grandes oportunidades para hacer todas las cosas que no dan tiempo durante el curso, muchas de ellas sin necesidad de moverse del lugar donde vivimos, pagar campamentos caros o hacer largos viajes.

Encontrar y cultivar nuevos intereses

Una posibilidad es aprender algo nuevo, siempre dependiendo de los intereses de cada persona, de las circunstancias familiares y de las opciones que se ofrezcan en el lugar en que nos encontremos.

Puede ser desde tareas tan asequibles como mantener un diario o ejercitar la imaginación escribiendo historias cotidianas o inventadas, hasta recuperar el arte analógico de hacer fotos, pasando por sencillamente visitar museos.




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El verano es el tiempo perfecto para despertar y cultivar la pasión por la lectura. Aprender rimas, en el caso de los más pequeños, escuchar audiolibros en los viajes en coche, leer en voz alta un rato cada día, intercambiar libros y comentarlos entre los miembros de la familia… todas estas son maneras de ayudar a cimentar un hábito lector, algo con un innegable impacto positivo en el cerebro, el vocabulario, la imaginación o la reducción del estrés, además de que contribuirá a un mejor rendimiento académico cuando comience el nuevo curso.

Redescubrir la naturaleza

Los estudios señalan que el contacto con la naturaleza reporta beneficios para la salud física y mental y mejora el bienestar a cualquier edad. El verano parece una época propicia para reencontrarse con la naturaleza y disfrutar de ella y de la familia.

En la naturaleza podemos realizar actividades físicas como deportes acuáticos, tanto en el mar como en ríos o embalses: nos obligan a aprender técnicas y movimientos para evitar lesiones o accidentes, y son un ejercicio perfecto para el calor. Y en el medio terrestre se puede caminar, correr, montar a caballo o andar en bicicleta.




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Atención y ejercicio con plantas y animales

En nuestros paseos por parques, zonas verdes o bosques podemos ver pájaros, flores, árboles, huellas de animales. Si estos paseos se hacen con personas que nos ayuden a leer en la naturaleza y a escucharla, una simple salida al campo puede convertirse en una gran aprendizaje, que nos reporta serenidad y mejora la atención.

Si esta salida se realiza con animales como los caballos, mejoramos nuestro equilibrio, ejercitamos músculos y nos vinculamos con otro ser, al que podemos ensillar, desensillar, bañar o cepillar.

Desarrollar la psicomotricidad fina

En verano, no solo podemos reconectar con la naturaleza, sino que es posible equilibrar la actividad física con otras alternativas de motricidad fina como aprender a coser, dibujar o colorear, hacer manualidades con barro, plastilina, arcilla, hacer cestos, tejer, o usar abalorios para hacer adornos.

Algunas de estas actividades suponen emplear nuevos materiales, pero para otras se usan elementos que nos han acompañado desde hace mucho como el barro, los hilos o el mimbre. Por ello, son una oportunidad para descubrir técnicas antiguas de bordado, cestería o alfarería, y para hablar con nuestros mayores y con los artesanos que mantienen estas tradiciones, que a veces se encuentran precisamente en los lugares donde veraneamos, en pueblos con una tradición, historias y unas costumbres que podemos aprender.

Idiomas veraniegos

En algunos de estos lugares, también es posible adentrarse en su lengua. De hecho, uno de los propósitos del verano suele ser mejorar en un segundo idioma. Viajar permite usar dicha lengua y descubrir formas de vida y costumbres más o menos diferentes.

Para los que prefieran quedarse pero quieran familiarizar el oído a otro idioma, se pueden sintonizar canales de televisión, ver películas, o aprender letras de canciones en otra lengua. Podemos incluso perfeccionar la propia a través, por ejemplo, de clases de oratoria.

Aprender o practicar un instrumento

Un idioma universal es el de la música, que activa nuestro cerebro, produce beneficios atencionales e influye en nuestro estado de ánimo. Los niños más pequeños pueden experimentar creando instrumentos caseros, con elementos como cucharas y vasos, un recipiente con legumbres o una tapa.

Podemos conocer un instrumento para ver si es el que nos gustaría tocar (escuchando, viendo vídeos o localizando a personas que lo toquen) o perfeccionar nuestra técnica en caso de que ya sepamos, adentrarnos en la música de épocas diferentes o en el folclore local, aprender o crear canciones, movernos al ritmo de acordes nuevos e incluso, por qué no, inventar una coreografía.

Tiempo para cocinar y comer mejor

En verano, aunque los adultos estén trabajando, los niños y adolescentes de la casa disponen de más tiempo para disfrutar comprando lo que se va a cocinar, incluso de cultivar a pequeña escala. Aprender a cocinar, a reconocer los alimentos y de dónde proceden son sin duda conocimientos valiosos para adultos y niños que impactan en su salud, autonomía, planificación y organización.

Desaprender también es importante

Como hemos visto, el verano puede ser una época muy propicia para aprender, pero también existe la oportunidad de desaprender. Por ejemplo, desaprender una dependencia excesiva de la tecnología y desaprender la tendencia a hacer las actividades cotidianas a toda prisa y sin pararnos a pensar. Prestar atención a lo que hacemos y disfrutar con ello nos ayuda a estar presentes en el momento y desconectar de los estímulos digitales.

Todo el tiempo que dediquemos a estar en la naturaleza en familia, o permitiendo que los niños exploren y aprendan por sí solos, jugando, haciendo deporte, expandiendo su imaginación, cocinando, escuchando a las personas mayores, haciendo manualidades, cantando o tocando un instrumento, siendo conscientes de dónde estamos y lo que hacemos, es tiempo de calidad que le habremos robado a las pantallas. No se trata de prohibirlas o desecharlas, pero sí de aprovechar para reequilibrar su presencia en nuestra vida.

The Conversation

Silvia López Larrosa no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Actividades veraniegas para niños y adolescentes al alcance de todos – https://theconversation.com/actividades-veraniegas-para-ninos-y-adolescentes-al-alcance-de-todos-259150

Microplásticos en la sal: el aderezo involuntario en nuestra cocina

Source: The Conversation – (in Spanish) – By María del Mar Cledera-Castro, Profesora Titular, Departamento de Ingeniería Mecánica, Área Medioambiente, Universidad Pontificia Comillas

Just Life/Shutterstock

Los microplásticos son fragmentos o partículas de plástico con un tamaño inferior a los cinco milímetros, por lo que en algunos casos son visibles al ojo humano. Sabemos que están en todas partes, incluso en nuestros alimentos cuando agregamos sal a ellos. Se estima que hay 500 fragmentos de microplásticos por kilogramo de este condimento, según un estudio realizado con 13 marcas europeas.

Teniendo en cuenta que consumimos entre 6 y 18 gramos de sal al día, estamos ingiriendo entre 3 y 9 fragmentos de plástico.

¿Cómo acaban los microplástico en la sal?

La producción de sal es una industria especialmente vulnerable a la contaminación por microplásticos, sobre todo cuando se trata de salinas de evaporación solar en el litoral. Este tipo de salinas obtiene la materia prima –el agua salada– del mar o de una ría, que de por sí puede traer cierta concentración de microplásticos. Si además hay presencia de vertidos de aguas residuales, arrastre de sedimentos o vertidos de residuos sólidos, su concentración será aún mayor.




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Además, en un reciente estudio que hemos realizado en las salinas de evaporación solar de la península ibérica hemos comprobado que los microplásticos también contaminan la sal a través del aire. Este hallazgo va contra la corriente actual que establece que las sales obtenidas por métodos tradicionales se contaminan únicamente debido a su presencia en el agua de la que se extrae la sal.

Hemos estimado concentraciones que oscilan entre 256 y 1 500 microplásticos por litro de agua desde la entrada de la salina hasta la entrada a los cristalizadores –la última etapa del proceso–, y entre 79 y 193 por cada kilo para la sal envasada.

Para el estudio obtuvimos muestras de salmuera y sal de cada etapa de producción, desde la entrada de agua de mar/salmuera hasta la etapa final del producto listo para la venta, en seis salinas de España, tres de interior y tres de litoral.

Las salinas de interior se alimentan de agua salada de manantial, que procede de la disolución de las sales que quedaron tras la evaporación de antiguos mares (Thetys, Zechstein…) en épocas geológicas pasadas (por ejemplo, en el Mioceno, hace aproximadamente 5 millones de años, o en el Triásico, hace cerca de 200 millones de años).

Los productos finales de las salinas ubicadas geográficamente en espacios naturales protegidos presentan un número inferior de microplásticos, lo cual permite deducir que el entorno y el ambiente donde se sitúa la salina influye de manera determinante en la exposición a estas micropartículas.

Además, en las salinas de interior, cuando el agua se saca del pozo, no aparecen microplásticos en los análisis, mientras que en etapas posteriores sí hallamos estos contaminantes. Hemos estudiado salinas aisladas y en desuso desde hace muchos años y alejadas de poblaciones, y también hemos detectado la presencia de microplásticos. De ahí que podamos concluir que parte de las partículas presentes en la sal son de procedencia aérea.

Gráfico que muestra el porcentaje de microplásticos en el agua en diferentes etapas de una salina para seis salinas diferentes
Proporción de microplásticos en las diferentes etapas para varias salinas españolas.
Las autoras, CC BY-SA

A pesar de que diversas investigaciones han detectado microplásticos en la sal a nivel mundial durante la última década, la mayoría se han centrado en la sal ya envasada; no existía hasta ahora ningún trabajo que analizara el proceso completo de producción de este condimento. Por esa razón, nuestro estudio es pionero para entender el origen y las causas de la contaminación por microplásticos en las salinas en España y prevenir así la contaminación en la sal alimentaria.

¿Cómo se obtiene sal por evaporación?

Para obtener sal por evaporación solar se expone el agua salada, almacenada en balsas de gran tamaño, al sol y al viento, para que se vaya evaporando el agua y se concentre la sal. En la última serie de balsas, los cristalizadores, la sal alcanza tal concentración en el agua, que esta se satura y la sal precipita al fondo, desde donde se recoge.

El agua de mar suele tener una concentración de 30-40 gramos por litro de cloruro sódico o sal común, mientras que en el cristalizador alcanza los 300 gramos por litro.

Una vez cosechada, la sal se amontona en grandes pilas para que escurra el agua. Dada la altura de estos montones, que puede alcanzar una decena de metros, actúan de barrera para el viento y atrapan los microplásticos que transporta.

Desde ahí, la sal se traslada a un almacén donde se lava, muele y envasa, preparada ya para la venta. En todos estos procesos, la sal tiene contacto con los neumáticos de las cosechadoras, el caucho de las cintas transportadoras y los propios envases, que suelen ser de plástico. Hay, por tanto, numerosas situaciones en las que se puede contaminar la sal, sin contar con los microplásticos que traiga el agua de origen.

Charcas de unas salinas con el agua rosada y montones de sal entre ellas, con el mar al fondo
Salinas de Fuencaliente, en la isla de La Palma.
Christian Kaehler/Shutterstock

Es por tanto esencial conocer bien los procesos de producción de sal, de los que existen infinitas variantes, e identificar los puntos en los que hay mayor riesgo de contaminación por microplásticos, para minimizar su presencia y garantizar así la calidad y seguridad alimentaria de este nutriente esencial.

Los efectos sobre la salud de este contaminante emergente son cada vez más conocidos. Por ejemplo, pueden bloquear membranas celulares e impedir el correcto funcionamiento de ciertos procesos fisiológicos. Además, los plásticos vienen acompañados de sustancias que pueden resultar también perjudiciales para la salud y pueden ser además vectores para microorganismos patógenos y especies potencialmente invasoras.

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Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

ref. Microplásticos en la sal: el aderezo involuntario en nuestra cocina – https://theconversation.com/microplasticos-en-la-sal-el-aderezo-involuntario-en-nuestra-cocina-260320