¿Con qué frecuencia debemos lavar las sábanas? Una microbióloga responde

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Primrose Freestone, Senior Lecturer in Clinical Microbiology, University of Leicester

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La mayoría de nosotros pasamos aproximadamente un tercio de nuestra vida en la cama. Dormir no es solo un tiempo de descanso, es esencial para el funcionamiento normal del cerebro y la salud en general. Y aunque a menudo nos centramos en cuántas horas dormimos, la calidad del entorno en el que lo hacemos también es importante. Una cama limpia y acogedora, con sábanas limpias, fundas de almohada suaves y mantas frescas, no solo es agradable, sino que también favorece un mejor descanso.

Pero ¿con qué frecuencia debemos lavar la ropa de cama?

Según una encuesta de YouGov de 2022, solo el 28 % de los británicos lava las sábanas una vez a la semana. Un número sorprendente admitió que las dejaba mucho más tiempo, llegando algunos a esperar hasta ocho semanas o más entre lavados.

Analicemos lo que realmente ocurre en nuestra cama cada noche y por qué lavarla con regularidad es más que una simple cuestión de higiene.

Células muertas y sudor en las sábanas

Cada noche, mientras dormimos, desprendemos cientos de miles de células de la piel, excretamos aceites de nuestras glándulas sebáceas y sudamos hasta medio litro de líquido, incluso si nos hemos duchado justo antes de acostarnos. Nuestra piel alberga millones de bacterias y hongos, muchos de los cuales se transfieren a las sábanas, almohadas y edredones cuando nos movemos durante la noche.

Ese sudor fresco puede ser inodoro, pero las bacterias de nuestra piel, en particular los estafilococos, lo descomponen en subproductos malolientes. Esta es a menudo la razón por la que nos despertamos con olor corporal, incluso si nos hemos acostado limpios.




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Pero no se trata solo de microbios. Durante el día, nuestro cabello y nuestro cuerpo acumulan contaminantes, polvo, polen y alérgenos, que también pueden transferirse a la ropa de cama. Estos pueden desencadenar alergias, afectar a la respiración y contribuir a la mala calidad del aire en el dormitorio.

Ácaros del polvo, hongos y otros compañeros invisibles

Las escamas de piel que desprendemos cada noche se convierten en alimento para los ácaros del polvo, unos seres microscópicos que proliferan en la ropa de cama y los colchones cálidos y húmedos. Los ácaros en sí mismos no son peligrosos, pero sus excrementos son potentes alérgenos que pueden agravar el eccema, el asma y la rinitis alérgica.

Los hongos también encuentran su cama atractiva. Algunas especies, como el Aspergillus fumigatus, se han detectado en almohadas usadas y pueden causar infecciones pulmonares graves, especialmente en personas con el sistema inmunitario debilitado.




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Si duerme con mascotas, la fiesta microbiana se anima aún más. Los animales introducen pelo, caspa, suciedad y, a veces, restos fecales en las sábanas y mantas, lo que aumenta la frecuencia con la que debemos limpiarlas.

Entonces, ¿con qué frecuencia tenemos que lavar la ropa de cama?

Sábanas y fundas de almohada

  • Cuándo: semanalmente, o cada tres o cuatro días si hemos estado enfermos, hemos sudado mucho o compartimos la cama con mascotas.

  • Por qué: para eliminar el sudor, los aceites, los microbios, los alérgenos y las células muertas de la piel.

  • Cómo: lo ideal es lavarlas a 60 °C o más con detergente para eliminar las bacterias y los ácaros del polvo. Para una desinfección más profunda, debe secarlas en secadora o plancha. Para eliminar los ácaros del polvo del interior de las almohadas, puede congelarlas durante al menos 8 horas.

Colchones

  • Cuándo: aspire al menos una vez a la semana y airee el colchón cada pocos días.

  • Por qué: el sudor aumenta los niveles de humedad, creando un caldo de cultivo para los ácaros.

  • Consejos: utilice un protector de colchón de plástico o antialérgico y sustituya el colchón cada siete años para mantener la higiene y la firmeza.

Interior de las almohadas

Mantas y fundas nórdicas

  • Cuándo: cada dos semanas, o más a menudo si duermen mascotas sobre ellas.

  • Por qué: atrapan células de la piel, sudor y alérgenos.

  • Cómo: lávelos a 60 °C o a la temperatura máxima indicada en la etiqueta. Algunas recomendaciones aconsejan tratarlos como las toallas: los lavados regulares y a alta temperatura los mantienen higiénicos.

Edredones

  • Cuándo: cada tres o cuatro meses, dependiendo del uso y de si hay mascotas o niños que compartan la cama.

  • Por qué: incluso con una funda, los aceites corporales y los ácaros acaban penetrando en el relleno.

  • Cómo: compruebe la etiqueta: muchos edredones se pueden lavar a máquina, otros pueden requerir limpieza profesional.

Nuestras camas pueden parecer limpias, pero están llena de microbios, alérgenos, ácaros e irritantes que se acumulan rápidamente. Lavar la ropa de cama no es solo una cuestión de higiene, sino también de salud.




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El lavado regular elimina la mezcla biológica de sudor, piel, polvo y microorganismos, lo que ayuda a reducir las reacciones alérgicas, prevenir infecciones y mantener a raya los olores. Y, tal y como siguen demostrando las investigaciones, el sueño tiene un profundo efecto en todo, desde la salud del corazón hasta la claridad mental, por lo que un entorno higiénico para dormir es una pequeña pero poderosa inversión en su bienestar.

Así que adelante: deshaga la cama. Lave las sábanas. Congele las almohadas.

Dulces sueños y feliz lavado.

The Conversation

Primrose Freestone no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ¿Con qué frecuencia debemos lavar las sábanas? Una microbióloga responde – https://theconversation.com/con-que-frecuencia-debemos-lavar-las-sabanas-una-microbiologa-responde-262561

La OTAN está muy dividida, pero ¿por qué España es su miembro más abiertamente crítico?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Waya Quiviger, Professor of Practice of Gobal Governance and Development, IE University

El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, y los jefes de Estado y de Gobierno durante la última cumbre de la organización, celebrada en La Haya (Países Bajos) los días 24 y 25 de junio de 2025. NATO

Muchas voces, incluido el sitio web oficial de comunicaciones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), han calificado la cumbre de la OTAN celebrada en junio como “histórica”, debido sobre todo al compromiso de los Estados miembros principales de aumentar el gasto en defensa hasta el 5 % del PIB para 2035, lo que supone un cambio significativo con respecto al objetivo actual del 2 %.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, desempeñó un papel clave en la promoción de este aumento y ha calificado la cumbre como un gran éxito en materia de política exterior. “Creo que es una gran victoria para todos y que ahora estaremos en igualdad de condiciones”, declaró Trump sobre el nuevo compromiso de gasto.

Sin embargo, solo unos días antes, la negativa categórica de España a cumplir el objetivo del 5 % había amenazado con descarrilar la cumbre. Aunque España acabó firmando el comunicado final, consiguió una concesión especial del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, que le permite aumentar su gasto militar hasta solo el 2,1 % del PIB por ahora.

España tendrá flexibilidad para evaluar si puede cumplir el objetivo del 5 %, que se revisará en 2029 (una vez que Trump ya no esté en el cargo). Pedro Sánchez afirmó que el acuerdo permite al país cumplir sus obligaciones con la OTAN sin necesidad de aumentar las inversiones.

La rebeldía de Sánchez irritó enormemente a Trump, que no dudó en reprender públicamente a España: “Quieren un poco de ventaja… pero no voy a permitirlo”.

La negativa del Gobierno español se produce en un contexto de crecientes tensiones entre la UE y EE. UU., con Trump amenazando con aranceles para que los miembros de la OTAN se ajusten a sus exigencias. Tras la cumbre de la organización celebrada en junio, afirmó: “Estamos negociando un acuerdo comercial con España. Vamos a hacerles pagar el doble”.

Pedro Sánchez hablando con la prensa
Pedro Sánchez informa sobre el acuerdo con la OTAN para destinar el 2,1 % del PIB a defensa. La Moncloa, Madrid (España), 22 de junio de 2025.
La Moncloa/Fernando Calvo

Resistencia al objetivo del 5 %

Durante décadas, el objetivo de gasto en defensa de la OTAN se situó en el 2 % del PIB, una meta que muchos miembros tuvieron dificultades para alcanzar. El nuevo objetivo del 5 %, introducido por la Administración estadounidense en un contexto de crecientes amenazas geopolíticas, fue respaldado por los principales Estados europeos, que lo consideran necesario para contrarrestar la agresión rusa y modernizar las fuerzas aliadas.

Pero para España, que actualmente destina algo menos del 1,3 % del PIB a defensa (el porcentaje más bajo de la OTAN), el salto al 5 % no solo es insostenible desde el punto de vista financiero, sino también tóxico desde el punto de vista político. La principal razón del desacuerdo de España es interna. La coalición de centroizquierda de Sánchez incluye al partido de izquierda Podemos, así como a varios partidos regionales independentistas opuestos a la militarización.

Además, el aumento del gasto en defensa no es popular entre la población en general. Los españoles preferirían que el Gobierno se centrara en cuestiones de seguridad en el flanco sur, con prioridades clave como la migración y la inestabilidad en el Sahel. El marco del 5 %, tal y como se ha presentado, refleja una percepción de la amenaza centrada en Rusia que no comparten la mayoría de la población. Para ellos, la guerra de Ucrania es demasiado lejana.

España sostiene que el reto no es gastar más, sino gastar de forma más inteligente e innovadora. Según informó InfoDefensa, los responsables españoles aprovecharon la cumbre de la OTAN para subrayar que no todas las amenazas pueden abordarse con “fragatas y armamento”. Sin duda, el Gobierno español no pasa por alto la ironía de que Estados Unidos exija un 5 % a los aliados de la OTAN, pero solo haya gastado el 3,4 % de su propio PIB en 2024.




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España no es el único escéptico entre las filas de la OTAN. Eslovaquia, aunque menos explícita, también ha mostrado ambigüedad hacia el umbral del 5 %. El presidente Peter Pellegrini respaldó formalmente el objetivo en La Haya, aunque solo unos días antes de la cumbre de la OTAN, el primer ministro Robert Fico declaró que “la neutralidad le conviene a Eslovaquia”.

Bélgica también ha expresado su preocupación por la viabilidad del objetivo del 5 %. El primer ministro Bart de Wever declaró que un 3,5 % en un plazo de diez años era un objetivo más realista.

Reunión del Consejo del Atlántico Norte (NAC) a nivel de jefes de Estado y de Gobierno en la última cumbre de la OTAN.
Reunión del Consejo del Atlántico Norte (NAC) a nivel de jefes de Estado y de Gobierno en la última cumbre de la OTAN.
OTAN

Las divisiones internas de la OTAN

Estas reservas reflejan divisiones más amplias entre los miembros de la OTAN, tanto de alcance geográfico como económico.

Los Estados del este de la OTAN, como Polonia y los países bálticos, impulsados por una aguda percepción de la amenaza rusa, consideran que un mayor gasto militar es una cuestión existencial. Los Estados del sur y el oeste, entre ellos España, Italia y Bélgica, se centran más en la autonomía estratégica, las amenazas híbridas y la necesidad de una postura de defensa multipolar. Eslovaquia, aunque es un país del este y comparte frontera con Ucrania, sorprendentemente parece más cercana a la mentalidad de España que a la de Polonia.

En el frente económico, algunas economías de la UE tienen deudas galopantes que van desde el 105 % del PIB en Bélgica, el 113 % en Francia, hasta un abrumador 135 % en Italia. En este contexto, destinar el 5 % del PIB a defensa parece una propuesta política inviable, ya que se verían obligados a recortar el gasto en servicios sociales como la sanidad y la educación. Aunque firmaron el compromiso del 5 %, muchos aliados de la OTAN admiten en privado que nunca lo cumplirán.

El Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales describió el compromiso como “en gran medida simbólico”, argumentando que representa poco más que “Europa doblegándose” ante Washington, en lugar de un ajuste estratégico bien calibrado.

Los aliados de la OTAN tuvieron que mostrar un frente unido en la cumbre, lo que significó que los miembros no criticaron abiertamente la posición de Sánchez. La única excepción fue Polonia, cuyo ministro de Defensa, Wladyslaw Kosiniak-Kamysz, declaró al Financial Times que “hacer excepciones es perjudicial para la unidad de la Alianza”.

¿Qué vendrá después?

La rebeldía de España podría marcar la pauta. Aunque ningún otro país ha ido tan lejos como Madrid en su rechazo público al objetivo del 5 %, el escepticismo abunda a puerta cerrada. Italia y Bélgica siguen muy por debajo de los umbrales de gasto actuales de la OTAN, e incluso Alemania, a pesar de los recientes aumentos, ha expresado sus reservas sobre la posibilidad de aumentar indefinidamente su presupuesto de defensa. Las discrepancias en el cumplimiento del objetivo probablemente agravarán las tensiones dentro de la alianza y con Estados Unidos.

Como mínimo, la postura de España ha obligado a la alianza a aceptar una simple realidad: la unidad, bajo presión, es más complicada que nunca.

The Conversation

Waya Quiviger no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. La OTAN está muy dividida, pero ¿por qué España es su miembro más abiertamente crítico? – https://theconversation.com/la-otan-esta-muy-dividida-pero-por-que-espana-es-su-miembro-mas-abiertamente-critico-262651

Programar jugando: cómo un robot educativo potencia el pensamiento computacional desde edades tempranas

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Horacio Gómez Rodríguez, Investigador en tecnologías aplicadas a la educación y Sistemas de comunicación y Redes de computadora, Universidad de Guadalajara

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En mis años como maestro en el nivel superior y la experiencia de participar en algunas escuelas rurales, he sido testigo de cómo la curiosidad de los niños puede encenderse con las herramientas adecuadas.

Hace algunos años, un grupo de compañeros tuvimos la oportunidad de comprar y compartir 14 robots educativos y 14 tabletas con niños y niñas de educación básica. Desde ese momento, mi manera de ver la enseñanza cambió para siempre. La robótica educativa no solo permite aprender programación, sino que también abre puertas al pensamiento computacional, lógico y creativo.

Descubriendo al robot en el aula

Existen varias opciones de robots, con diferentes precios según el país y la marca: mBot, Bee Bot y Thymio II, que pueden ser ensamblados por los propios niños. Lo que los hace más fáciles de usar es su sistema de programación visual basado en bloques. Esto significa que incluso los niños que apenas comienzan a familiarizarse con la tecnología pueden darle instrucciones y ver cómo el robot las ejecuta.

Recuerdo la primera vez que un alumno de sexto grado de primaria logró programar el robot para seguir una línea en el suelo; sus ojos brillaban como si hubiera descubierto un truco de magia.

En algunas escuelas primarias del área metropolitana, y también en aulas multigrado rurales, el estado de Jalisco en México regaló mBots, como parte del programa de tecnologías. Bastó un solo mBot para transformar la dinámica de aprendizaje. Los niños se reunían alrededor del robot, compartían ideas y discutían cómo resolver problemas que surgían al programarlo. Se volvió un catalizador de colaboración y diálogo.

Aprender haciendo: la fuerza de la experiencia

Una de las mayores virtudes de estos robots es que permiten a los niños aprender mientras experimentan. Por ejemplo, en una ocasión planteé el reto de diseñar un cruce de semáforo para que el robot esquivara a los mBot de sus compañeros. Los estudiantes, divididos en equipos, comenzaron a proponer soluciones. Algunos programas no funcionaron al primer intento, pero eso no desanimó a nadie. Al contrario, reían, debatían y modificaban las instrucciones hasta lograr que el robot evitara chocar con sus compañeros.




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A través de estas actividades, los niños desarrollan lo que ahora conocemos como pensamiento computacional: la capacidad de descomponer un problema en partes pequeñas, detectar patrones y crear soluciones paso a paso. Pero, más allá de la lógica, también cultivan la paciencia, la creatividad, la imaginación y la capacidad de trabajar juntos.

Forma de trabajo

Es importante considerar que para aprovechar al máximo el potencial del robot, se recomienda contar con al menos 12 sesiones de trabajo con los niños, bajo la supervisión del docente. Esto permite planificar actividades que combinen las prácticas con los temas de cada sesión, logrando reforzar y ampliar el aprendizaje de los contenidos curriculares al integrarlos con el uso de robots. Este enfoque favorece una comprensión más profunda y significativa de las materias vistas en clase.

Además, se sugiere implementar estas actividades principalmente con estudiantes de cuarto, quinto y sexto de primaria, con edades entre los 9 y los 12 años, quienes ya cuentan con las bases necesarias para aprovechar las posibilidades que ofrece la robótica educativa y están en una etapa ideal para desarrollar habilidades de pensamiento crítico y resolución de problemas.

Historias de éxito y aprendizajes

Recuerdo a José, un alumno de sexto grado que al principio se mostraba tímido y con poco interés por las matemáticas. Cuando comenzamos a usar el mBot, se convirtió en uno de los más entusiastas. Ideó un programa para que el robot se moviera en zigzag mientras encendía sus luces LED en distintos colores. Su proyecto fue tan creativo que se lo mostró a la directora, quien quedó impresionada. Meses después, José me dijo que quería ser ingeniero. En ese momento supe que el esfuerzo había valido la pena.




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Estos pequeños logros demuestran que la robótica educativa no es un lujo, sino una necesidad para preparar a los estudiantes a enfrentar los retos del siglo XXI.

Consejos para docentes que desean implementar el robot

Para los maestros que estén pensando en introducir robots en sus clases, recomiendo empezar con actividades sencillas. Por ejemplo, programar al robot para avanzar, retroceder y girar. A medida que los estudiantes ganen confianza, pueden plantearse retos más complejos como simular un semáforo o diseñar un recorrido con obstáculos.

Es fundamental adoptar una actitud de guía y facilitador. En lugar de dar respuestas, formule preguntas que inviten a los niños a pensar y buscar soluciones. En mis clases siempre recordamos que equivocarse no es fracasar, sino un paso necesario para aprender.

Además, integre el robot en otras materias. En ciencias, los niños pueden explorar conceptos como sensores de luz o sonido. En matemáticas, pueden calcular distancias y ángulos para que el robot siga un trayecto específico. De esta manera, el aprendizaje se vuelve interdisciplinario y más significativo.

Curiosidad, equipo y emoción

Traer la robótica a las aulas rurales ha sido una de las experiencias más enriquecedoras de mi carrera. Los robots no solo enseñan a programar; también despiertan la curiosidad, fortalecen el trabajo en equipo y demuestran que aprender puede ser divertido y emocionante.

En contextos donde la tecnología a menudo parece lejana, herramientas como los robots mencionados tienen el poder de cerrar brechas tecnológicas y ofrecer a los niños nuevas posibilidades para imaginar su futuro. Como docentes, tenemos la responsabilidad de buscar estrategias que conecten a nuestros estudiantes con el mundo y los preparen para ser protagonistas activos de la sociedad.

The Conversation

Horacio Gómez Rodríguez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Programar jugando: cómo un robot educativo potencia el pensamiento computacional desde edades tempranas – https://theconversation.com/programar-jugando-como-un-robot-educativo-potencia-el-pensamiento-computacional-desde-edades-tempranas-259917

‘Aprender a vivir y a ser virtuosos entre lo ridículo’: el verano de Margaret Fuller

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Antonio Fernández Vicente, Profesor de Teoría de la Comunicación, Universidad de Castilla-La Mancha

Dibujo de Clifton House y Niágara, de Michael Symour, 1846. Library of Congress

El título de este artículo hace referencia a una frase que aparece en Verano en los lagos. Se trata de una especie de diario de viaje que escribió la periodista y activista estadounidense Margaret Fuller, quien decidió aventurarse hacia los grandes lagos del noroeste de su país en mayo de 1843. Quería vivir más allá de los libros y las bibliotecas.

Portada de _Verano en los lagos_, de Margaret Fuller.
Portada de Verano en los lagos, de Margaret Fuller.
La línea del horizonte

Era aún el tiempo de lo que la mitología contemporánea da en llamar Conquista del Oeste, aunque nuestra heroína no se adentró tan lejos. Dormía en ocasiones a la intemperie, viajaba a veces en tren, otras a pie, en canoa o en carromato. Y mantenía bien abiertos los ojos para observar con detalle lo que a su paso encontraba. Desde el este de EE. UU. llegó hasta las cataratas del Niágara, los frondosos bosques de Wisconsin e Illinois y los ríos Fox y Rock.

Era una especie de viaje de descubrimiento, que tan propicio es en la época estival. Sabemos que el verano es una suerte de interludio. A veces, marca un antes y un después, como puede hacer lo propio un viaje, un buen viaje en el que dejamos atrás nuestros prejuicios, claro está.

Insisto: era hora de vivir, no de leer ni de escribir. De hecho, Fuller dejó para su regreso la redacción de Verano en los lagos. Tuvo que pedir permiso a la Universidad de Harvard para entrar en la biblioteca a documentarse, ya que a ninguna mujer le era posible, y acabó siendo la primera en hacerlo. Así estaban las cosas en esa medianía del siglo XIX en EE. UU.

Como decía, el verano es un buen momento para replantearnos nuestro lugar en el mundo e, incluso, para cuestionarnos dicho mundo. Aunque hay que dar la razón a quienes aducen que la gente nunca, o casi nunca, cambia y que este será el mismo lugar inhóspito que siempre ha sido: habrá que teñir con un manto de esperanza tal constatación. Es lo que nos queda.

Y es lo que leemos en este fabuloso libro: las peripecias de Fuller desde lo que se llamaba “civilización” hacia las tierras de promisión donde se agolpaban colonos en busca de fortuna y una vida mejor. Un periplo a lo salvaje, para tomar conciencia de que siempre tachamos de salvaje lo que no conocemos, lo que no nos es familiar. Cómo cuesta salir del propio punto de vista y del ombliguismo de creer que la nuestra es la cultura ejemplar… y las demás, meros errores de la evolución humana. En fin.

Fuller frente al sueño americano

Eran tiempos de colonización de unas tierras vírgenes y paradisíacas. Se extendía por doquier el gran sueño americano, que atraía a cientos de miles de menesterosos y advenedizos.

Retrato de una mujer sentada que se sujeta la cabeza con la mano.
Retrato de Margaret Fuller por John Plumbe Jr en 1846.
National Portrait Gallery

Pero las impresiones de Fuller no ensalzaban este sueño. Antes al contrario, lo que encontraba era una devastación moral que asolaba los parajes naturales y sometía a la indigencia y al más abyecto menosprecio a la población india autóctona. Los que emigraban a la tierra prometida deseaban regeneración material, monetaria, pero no dejar a un lado las miserias morales.

Los colonos que encontraba no seguían más que el móvil del afán de lucro, el triunfo económico. El culto al dinero era su divisa. Despreciaban los paisajes naturales, a los que Fuller comparaba con un auténtico Edén. Si los miraban, era para adivinar cómo podrían explotarlos y obtener ganancias, aunque fuese al precio de destruirlos –ya saben, los resorts en lugares inapropiados… no digo más–. Y también despreciaban a los indígenas y sus ancestrales costumbres, sus modos de vivir pausados y genuinos, tan extraños para el ajetreado hombre moderno.

La vida era otra cosa

Retorno al título del artículo: ¿por qué aprender a vivir, a ser virtuosos?, y a la postre y para más inri, en una época ridícula.

Aprender a vivir porque nadie nos da un libro de instrucciones, por muchos manuales de autoayuda que parasiten las librerías. Porque cuando sólo nos preocupa ganarnos la vida, nos olvidamos de vivirla. La vida, como el amor, es un arte en el que hay alumnos aventajados y principiantes que nunca pasarán de la mediocridad. Y esto es lo que descubrió Fuller al integrarse en tribus indias, entre pieles rojas que no precisaban de ninguna medalla para ser felices. O entre vendedores ambulantes que pasaban el tiempo sentados en cualquier parte, a la espera de que alguien les comprase algo tras un bonito cambalache.

Ilustración de una roca con forma de arco.
Ilustración de Arch Rock (en Mackinac Island, Michigan) para la primera edición de Verano en los lagos.
Online Computer Library Center

Aprender a vivir es reconocer que no somos instrumentos canjeables ni cosas que explotar, y que la misma dignidad del águila que vuela majestuosa tendría que guiar cada uno de nuestros pasos por el mundo. Fuller admiraba la sencillez de las gentes sencillas con sus sencillas existencias, sin tanta codicia ni sed de reconocimientos, sin aspavientos ni frivolidades. Admiraba la virtud sincera que no tiene más recompensa que la de saber que hace lo correcto, que no es indiferente a lo que a otros les suceda.

La suya era una época ridícula, como la nuestra, además de despiadada. Su crítica a los convencionalismos del sueño americano hacía notar que el afán de lucro y la soberbia de los “civilizados” expolian el planeta y los pueblos vulnerables. No hace falta imaginar demasiado para hacerse una idea de lo que Fuller pensaría de los tiempos actuales, que me permito no nombrar para no manchar estas líneas de improperios.

Quizás la vida sea así y sea inútil calificarla de ridícula. Pero al menos, con Fuller, deberíamos intentar conocer mejor cuáles son las reglas del juego. Y no seguirlas si son injustas e inhumanas. La vida era otra cosa, imagino que pensó mientras escuchaba las conversaciones de gentes que nunca leyeron un libro, pero sabían apreciar la belleza de un paisaje, la belleza de un rostro, la belleza de una mirada.

The Conversation

Antonio Fernández Vicente no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ‘Aprender a vivir y a ser virtuosos entre lo ridículo’: el verano de Margaret Fuller – https://theconversation.com/aprender-a-vivir-y-a-ser-virtuosos-entre-lo-ridiculo-el-verano-de-margaret-fuller-259205

Frío imposible: intentamos abrazar el cero absoluto de temperatura (y fallamos)

Source: The Conversation – (in Spanish) – By José Ygnacio Pastor Caño, Catedrático de Universidad en Ciencia e Ingeniería de los Materiales, Universidad Politécnica de Madrid (UPM)

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En las noches sofocantes del verano, mientras giramos en la cama y la almohada parece un trozo de lava volcánica, ¿quién no quisiera escapar a un gélido laboratorio criogénico, enfundarse en un abrigo digno de la remota Antártida y conquistar la frontera definitiva del frío: el cero absoluto?

Sin embargo, despertaríamos antes de lograrlo, porque esta frontera no solo es difícil de cruzar, sino literalmente imposible. Por más que nuestros termómetros digan otra cosa. Y eso nos lleva al fascinante sueño de William Thomsom Kelvin, más conocido en el “barrio científico” como Lord Kelvin.

El primer intento de llegar al 0 absoluto

Allá por 1848, este físico escocés, amante de los barcos a vapor y con una peculiar afición por medir absolutamente todo, decidió inventarse una nueva escala de temperatura. Hasta entonces, los físicos Anders Celsius y Daniel Gabriel Fahrenheit manejaban cifras caprichosas para definir el cero de temperatura. Sus respectivos ceros arbitrarios se definían según la temperatura de congelación de una solución de salmuera, hecha de una mezcla de agua, hielo y cloruro de amonio (una sal).

Pero William Thomson Kelvin perseguía algo más riguroso, más absoluto. Su cero sería la temperatura más baja posible, aquella en la que las partículas que componen la materia que vemos se detienen por completo. O casi, porque en física siempre hay trampas.

Un fenómeno de equilibrio

Durante décadas, la escala Kelvin de temperatura se definió tomando como referencia un fenómeno curioso llamado el punto triple del agua .

Para entender de qué se trata, imaginemos un espectáculo de equilibrio circense a escala molecular del H₂0 en tres estados distintos (el hielo sólido, el agua líquida y el vapor) logrando coexistir pacíficamente a exactamente a 273,16 kelvin (K, en su formato abreviado), es decir 0,01 °C, que se consigue a una presión de 657 Pascales (Pa), aproximadamente 0,0060366 veces la presión atmosférica habitual. Bonito número, ¿verdad?

Este escenario, digno de un tratado diplomático, sirvió de referencia universal hasta que los físicos nos cansamos de depender del agua para establecer la frontera del 0.

El valor de la K

En 2019, la física cambió de tercio. Se decidió fijar el kelvin a partir de una constante fundamental, algo así como el ADN térmico del universo: la constante de Boltzmann (otro científico increíble, padre de la Física Estadística y de otras muchas cosas).

Desde aquel momento, un kelvin quedó definido oficialmente por una energía microscópica de exactamente 1,380649 × 10⁻²³ julios por partícula. Es una cifra extraña y ridículamente pequeña, pero a la física le encantan los decimales interminables, así que no había mucho remedio.

Ahora bien, ¿por qué tanto empeño en esta escala tan peculiar? ¿Acaso no basta para entendernos cuando hace frío o calor con los grados Celsius o Centígrados? (que, por cierto, no son lo mismo y deberían reemplazar a los Fahrenheit en algún acuerdo internacional que nos facilitase la vida cuando salimos de viaje).

No todos los 0 son 0

La respuesta es sencilla pero profunda. Celsius fija el cero donde se congela el agua, algo práctico, admitámoslo, pero impreciso, porque el hielo puede estar a temperaturas bajo cero.

Por el contrario, el kelvin se conecta directamente con el corazón íntimo de la materia. Es una escala absoluta porque este cero de temperatura corresponde al mínimo movimiento posible de cualquier partícula. A eso lo llamamos “cero absoluto”, aunque aquí viene el chiste sideral: jamás podremos alcanzarlo.

Como diría Walther Nernst, autor de la tercera ley de la termodinámica –y probablemente aguafiestas profesional–, el cero absoluto es un límite al que podemos acercarnos infinitamente, pero jamás tocar.

Y no es que nos falten ganas: científicos de todo el mundo llevan décadas tratando de reducir en sus laboratorios la temperatura de la materia, de milikelvin en milikelvin, acercándose aventuradamente a ese frío cero perfecto. Pero siempre queda una fracción imposible de superar, un último peldaño que parece burlarse de nosotros desde el fondo del congelador cósmico.

El experimento más frío conocido

Esa tensión fértil entre límite teórico e innovación experimental es, justamente, lo que mantiene viva y pujante esta área de la Física.

Los físicos experimentales no cesan en la búsqueda del “santo grial” termodinámico, pero el cero absoluto –exactamente 0 K, donde toda actividad térmica cesa– sigue resistiendo con obstinación cualquier intento de alcanzarlo, aunque cada vez está más cerca.

En experimentos recientes se han logrado temperaturas extraordinariamente bajas. Por ejemplo, en 2021, científicos alemanes enfriaron átomos de rubidio hasta unos impresionantes 38 picokelvin (38 billonésimas de kelvin), aprovechando la microgravedad en la torre de caída de Bremen (Alemania). Este experimento es uno de los más fríos jamás realizados en nuestro planeta y muestra la increíble capacidad técnica actual para rozar los límites del 0 K.

A esa línea se suma la investigación en órbita espacial a bordo de la Estación Espacial Internacional, con el Laboratorio de Átomos Fríos (Cold Atom Lab) de la NASA, donde también se han producido y manipulado condensados con energías en el régimen de picokelvin y en escalas de duración temporal inalcanzables en la Tierra.

El Laboratorio de Átomos Fríos de la NASA se sometió a una importante actualización de hardware a bordo de la Estación Espacial Internacional en enero de 2020.

Pero ni siquiera estas impresionantes hazañas han logrado –ni lograrán– romper la barrera final: la teoría termodinámica actual indica claramente que el cero absoluto es inalcanzable en la práctica, ya que requiere energía y tiempo infinitos (Masanes & Oppenheim, 2017).

El frío cósmico

¿Y si miramos a la nada, al vacío cósmico? Por más que lo parezca, el universo no está muerto de frío. El espacio interestelar, ese páramo desolado entre galaxias, conserva un leve susurro térmico: 2,725 kelvin, la temperatura del fondo cósmico de microondas, ese eco sordo del Big Bang que aún vibra por los pasillos del tiempo. Ni siquiera los rincones más solitarios del cosmos consiguen librarse de él.

El cero absoluto, ese ideal de congelación total donde los átomos deberían rendirse y quedarse quietos de una vez, sigue siendo tan inalcanzable como la imparcialidad en un debate político. Siempre hay algo molestando, una radiación rezagada, una fluctuación cuántica inoportuna, la omnipresente gravedad metiendo baza.

Así que no, el universo no puede apagar del todo su calefacción. El 0 K es como el horizonte: lo ves, lo sueñas en una noche de verano shakesperiana, pero nunca lo pisas.

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José Ygnacio Pastor Caño no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Frío imposible: intentamos abrazar el cero absoluto de temperatura (y fallamos) – https://theconversation.com/frio-imposible-intentamos-abrazar-el-cero-absoluto-de-temperatura-y-fallamos-261869

Cómo la gripe y la covid-19 pueden despertar un cáncer dormido

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Isidoro Martínez González, Científico Titular de OPIs, Instituto de Salud Carlos III

Representación 3D de una célula tumoral 3dMediSphere

Muchas veces pensamos que superar un cáncer es el final de la historia. Sin embargo, en algunos casos, la enfermedad deja una sombra silenciosa: células tumorales que viajan a otros órganos y permanecen inactivas durante años o incluso décadas. Ahora, un nuevo estudio publicado en la prestigiosa revista Nature revela que infecciones respiratorias como la gripe o la covid-19 pueden “despertar” a esas células dormidas, favoreciendo su proliferación y aumentando el riesgo de recaída.

Más allá del titular que ya ha circulado en diferentes medios de comunicación, la investigación abre preguntas profundas para la oncología, la inmunología y la salud pública: ¿qué mecanismos biológicos están detrás? ¿Podemos prevenir este “despertar” sin comprometer la defensa contra infecciones? ¿Deberíamos repensar las estrategias de seguimiento y vacunación para personas con cánceres en remisión?

El interruptor biológico: de la inflamación a la metástasis

Durante una infección viral en las vías respiratorias, nuestro organismo responde liberando unas pequeñas proteínas llamadas citocinas que actúan como mensajeros que activan nuestras defensas. Entre ellas destaca la interleucina-6 (IL-6), clave para coordinar la defensa, pero que también tiene un lado oscuro: puede favorecer la proliferación de células cancerígenas. De hecho, IL-6 actúa como un “termómetro” de la inflamación en infecciones respiratorias como la covid-19, en las que niveles más elevados de esta molécula se asocian con una peor evolución y mayor gravedad de la enfermedad.

El estudio encontró que, en modelos animales con cáncer de mama que ha formado metástasis en los pulmones, la infección por virus de la gripe o la covid-19 aumentó rápidamente los niveles de IL-6, y con ello, el número de células tumorales activas.

Estas no solo “despertaron” de su estado latente, sino que continuaron dividiéndose durante meses. Lo más sorprendente es que, incluso cuando la IL-6 volvió a niveles normales, las células siguieron activas, lo que sugiere que hay otros factores que toman el relevo para mantener este estado proliferativo.

Mecanismo propuesto para la alianza entre virus respiratorios y células tumorales.
Autores

El papel inesperado de las células T

El trabajo identificó además otro actor clave: las células T CD4+, que normalmente ayudan a regular la respuesta inmunitaria. En este contexto, lejos de eliminar las células cancerígenas, parecen protegerlas de ser atacadas por las células T CD8+, las verdaderas “asesinas” del sistema inmune. Cuando los investigadores eliminaron las CD4+, los tumores proliferantes disminuyeron, indicando que estas células pueden mantener encendido el “interruptor” del cáncer tras la infección.

Este hallazgo plantea una paradoja inquietante: componentes esenciales de nuestra defensa frente a virus pueden, en ciertas circunstancias, favorecer la reactivación tumoral.

Aunque la mayor parte de los resultados descritos proviene de modelos animales, análisis de grandes bases de datos humanas (como UK Biobank) sugieren un patrón similar. En personas en remisión que se infectaron por SARS-CoV-2 (el virus de la covid-19), el riesgo de muerte por cáncer se duplicó en los meses posteriores a la infección.

¿Solo gripe y covid-19? Una puerta abierta a nuevas preguntas

Aunque el trabajo se centró en gripe y covid-19, es probable que otros virus respiratorios capaces de inducir inflamación intensa tengan efectos similares. Esto abre un campo de investigación sobre cómo patógenos comunes podrían influir en la progresión de enfermedades crónicas.

También queda por aclarar si este fenómeno ocurre en otros tipos de cáncer, en órganos distintos de los pulmones, o con infecciones no virales.

De la ciencia básica a la prevención clínica

El impacto de este hallazgo no es inmediato en términos de cambiar protocolos médicos, pero plantea varios escenarios posibles:

  • Uso de fármacos que bloquean la IL-6 durante infecciones graves en personas con alto riesgo oncológico. La buena noticia es que estos fármacos ya existen.

  • Recomendaciones más estrictas de vacunación contra gripe y covid-19 para supervivientes de cáncer.

  • Mantener un seguimiento oncológico regular, especialmente en los meses posteriores a una enfermedad respiratoria.

En resumen, este hallazgo conecta dos mundos que rara vez se cruzan en la mente del público: las infecciones virales y el cáncer metastásico. No significa que una gripe cause cáncer, sino que, en personas con células tumorales latentes, la inflamación generada por el virus puede ser el empujón que esas células necesitan para volver a crecer.

La ciencia apenas empieza a descifrar este proceso, pero entenderlo podría salvar vidas en un futuro no muy lejano.

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Suplemento cultural: la lluvia de Jane Austen

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Claudia Lorenzo Rubiera, Editora de Cultura, The Conversation

Jane Bennet, en la adaptación cinematográfica de ‘Orgullo y prejuicio’, estornudando después de verse sorprendida por una tormenta. IMDB

Este texto se publicó por primera vez en nuestro boletín Suplemento cultural, un resumen quincenal de la actualidad cultural y una selección de los mejores artículos de historia, literatura, cine, arte o música. Si quiere recibirlo, puede suscribirse aquí.


Soy asturiana. Lo digo para que se entienda que, viniendo de donde vengo, la lluvia me ha pillado en más de una ocasión sin paraguas y me ha calado hasta los huesos. Y aquí sigo.

Por eso, cuando comencé a leer las novelas de Jane Austen no entendía el jaleo que se montaba cada vez que una de las protagonistas se iba a pasear, se veía sorprendida por las nubes, y volvía a casa empapada flirteando con el riesgo de morir por un resfriado. Marianne Dashwood en Sentido y sensibilidad, una dramática adorable, es el mejor ejemplo de esto.

Con el tiempo aprendí que una mojadura en los años 90 o 2000 no era lo mismo que una a principios del siglo XIX. Así lo cuenta Ana Fernández Mosquera. También deja caer que, no obstante, aunque Austen estuviese interesada en temas sanitarios, era todavía más partidaria de utilizarlos como giros narrativos. Porque si Jane Bennet no se hubiese puesto malísima en casa de Charles Bingley (después de una tormenta), Elizabeth no hubiese tenido que acudir a socorrerla y, de paso, intimar con el desagradable pero tentador señor Darcy.

Si lee esto desde algún sitio tórrido, me pareció un bonito detalle empezar hablando de frío, agua y bajas temperaturas, aunque solo fuese para engañar a la mente.

Decidir qué es bello

Confesaré que la primera vez que Lara López Millán me expuso el tema de la belleza en las imágenes de las redes sociales, me pareció que era algo interesante, sí, pero que afectaba a un puñado de gente, tal vez numeroso pero no abrumador.

Sin embargo, estaba equivocada. Como ella bien explica, por un “sesgo de confirmación óptico”, en base a lo que hemos elegido en determinados momentos, un algoritmo selecciona las imágenes que vamos a recibir en redes, las que cree que nos van a gustar, determinando por nosotros qué vamos a considerar bello.

Y aunque parece que solo hablamos de fotografías de Pinterest, el subtexto es mucho más importante y existencial. Porque si alguien comienza a decidir por nosotros qué es bello y qué no, sin que nos demos cuenta, se abre la puerta a que el mundo se acabe volviendo un lugar más homogéneo y claustrofóbico.

Graciela Iturbide, mirar con dignidad

Este año Graciela Iturbide ha sido galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Artes, que recogerá en Oviedo en otoño.

Y coincidiendo con este reconocimiento, la Fundación Casa de México en España ha inaugurado una retrospectiva de la fotógrafa mexicana en Madrid que estará abierta hasta septiembre y que muestra algunas de sus imágenes más representativas.

A través de sus ojos, como nos cuenta Francisco Quirarte, Iturbide convence de que mirar “es un acto de amor y resistencia”.

Escuchar un slow with you tonight

Desde hace unos años se ha puesto de moda el movimiento slow food, como reacción a la comida rápida y, en general, a la aceleración del mundo en el que vivimos.

Nosotros, en el verano de 2024, nos dimos a la slow music, que no es música lenta para bailar agarrao’ (como diría Luis Eduardo Aute), sino una propuesta para seleccionar álbumes de música de diferentes géneros que merezca la pena escuchar sin hacer nada más: ni las tareas de casa, ni el trabajo, ni ejercicio ni nada.

La idea acabó con una serie ecléctica de discos para reproducir, sentarse (permitimos también pasear lentamente) y atender.

La ropa que nos define

Como ovetense que soy (para concretar todavía más la asturianía ya anunciada), me he pasado las últimas semanas viendo a gente pasear por la calle con diferentes camisetas del equipo de fútbol del Real Oviedo (para quien no sepa de qué hablo, hemos subido a Primera división después de 24 años).

Entre lo que hacían mis conciudadanos y el blokecore, la tendencia de vestir, por puro gusto estético, camisetas de fútbol, hay una finísima línea (¿ese señor que se hace una foto delante de la Torre Eiffel con vaqueros y camiseta del Liverpool es un red o sigue la moda?). Y esa línea, como explica Sandra Bravo, es tanto estética como cultural.

Hablando de ropa, las más afortunadas estarán leyendo esto no con camiseta y pantalones sino al lado del mar y protegidas bajo una sombrilla (el cuidado ante todo), vestidas con un bikini… “Bikini”, una interesante palabra compuesta por bi-, que significa dos, y -kini, que significa… nada.

Rosalía Cotelo García disecciona la etimología de la prenda veraniega por excelencia y la de toda una familia de palabras cuya raíz nos hemos inventado.

Y cerramos la sección de moda con un ramillete de prendas que ahora nos son desconocidas pero que eran habituales en los escenarios teatrales del Siglo de Oro.

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ref. Suplemento cultural: la lluvia de Jane Austen – https://theconversation.com/suplemento-cultural-la-lluvia-de-jane-austen-262534

Si no sentimos que pertenecemos a nuestro lugar de trabajo, rendimos menos

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Alfonso Jesús Gil López, Profesor titular de Organización de Empresas, Universidad de La Rioja

Imagine a una persona que llega cada día a su trabajo sin motivación. Cumple con sus tareas, evita conflictos, no tiene quejas graves sobre su salario o sus condiciones laborales pero algo le falta. No siente que pertenece a su lugar de trabajo.

¿Qué es el sentido de pertenencia?

Desde la psicología organizacional, el sentido de pertenencia se vincula con factores como la identidad profesional, el reconocimiento, la seguridad psicológica y la cultura corporativa. Pero en términos simples, significa formar parte de algo, sentirse en casa incluso estando en el trabajo.

El sentido de pertenencia no se consigue con camisetas corporativas o dinámicas grupales esporádicas. Se logra cuando las personas se sienten valoradas, respetadas y alineadas con la cultura y propósito de la organización.

No basta con tener un contrato o cumplir objetivos: es clave percibir que se nos toma en cuenta y nuestro trabajo tiene un propósito claro.

¿Por qué es tan importante?

Los expertos señalan que los empleados que experimentan un fuerte sentido de pertenencia tienen un 56 % más de rendimiento, un 50 % menos de riesgo de rotación y un 75 % menos de días de ausencia. Además, hay estudios que muestran que las empresas con culturas inclusivas superan financieramente a sus competidores en un 35 %.

Invertir en pertenencia no solo es una decisión ética: también es estratégicamente rentable.

Claves para fomentar la pertenencia

Aunque no existe una fórmula única, hay prácticas que pueden adaptarse a todo tipo de organizaciones:

1. Escucha activa y participación real. Abrir canales donde las personas puedan expresar ideas o preocupaciones sin temor a represalias es esencial. Las encuestas internas, los buzones de sugerencias o las reuniones abiertas solo tienen valor si van acompañadas de acciones concretas. Escuchar sin actuar genera frustración.

2. Reconocimiento frecuente y significativo. Sentirse visto y valorado no depende solo del salario. Reconocer logros cotidianos, esfuerzos colaborativos o mejoras pequeñas refuerza el mensaje: “nos importa lo que hace”. No se trata solo de premios formales, sino de cultivar una cultura diaria de agradecimiento y reconocimiento genuino.

3. Cultura inclusiva. No se puede pertenecer a un entorno donde uno debe ocultarse. Fomentar la diversidad –de género, edad, origen, orientación o pensamiento– e integrarla de manera activa en la organización no solo es justo, sino inteligente. La inclusión auténtica es la base de una cultura de pertenencia.

4. Desarrollo profesional con propósito. Ofrecer oportunidades de crecimiento muestra que la empresa cree en su gente. Pero el desarrollo debe ser personalizado: no llenar formularios o cursos sino construir trayectorias profesionales que tengan sentido y conexión con los intereses de cada persona.

5. Crear rituales y símbolos compartidos. Los rituales, celebraciones o tradiciones refuerzan los lazos y la identidad colectiva. No se trata solo de organizar fiestas, sino de generar momentos significativos que refuercen los valores comunes. Los símbolos importan, aunque sean pequeños.

¿Qué papel tienen los líderes?

El liderazgo es decisivo. Los líderes no solo deben comunicar una visión clara, sino predicar con el ejemplo. La empatía, la accesibilidad, la transparencia y la humildad generan confianza. Y la confianza es el terreno donde florece la pertenencia.

Además, fomentar un liderazgo distribuido –dar autonomía a los equipos para tomar decisiones– refuerza el compromiso y la responsabilidad compartida.

El desafío del trabajo híbrido

Con el auge del teletrabajo, mantener la cohesión es un nuevo reto. A distancia, la pertenencia no puede darse por sentada. Por eso se vuelve esencial cuidar y mantener una comunicación constante, generar espacios informales online y adaptar dinámicas de equipo al entorno virtual.

La cercanía no depende solo de la presencia física.

La pertenencia como estrategia empresarial

Quienes se sienten parte de una empresa la cuidan, la representan y dan lo mejor de sí, incluso en tiempos difíciles. Fomentar el sentido de pertenencia requiere coherencia, continuidad y liderazgo auténtico. No es una moda ni una campaña interna: es una inversión a largo plazo que impacta directamente en el desempeño, el bienestar y la sostenibilidad de la cultura organizacional.

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Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

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¿Qué pasó con los supervivientes después de Hiroshima y Nagasaki?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Agustín Rivera Hernández, Profesor de Periodismo, Universidad de Málaga

La Cúpula de Genbaku, la estructura del único edificio que permaneció en pie cerca del lugar donde explotó la primera bomba atómica el 6 de agosto de 1945, es hoy en día el Memorial de la Paz en Hiroshima. GC photographer/Shutterstock

La historia de la Segunda Guerra Mundial parece que acaba con el fin de los campos de concentración y la caída del régimen nazi. Que las bombas atómicas fueron el epílogo necesario (con o sin comillas) para la paz. Que Hiroshima y Nagasaki fueron arrasadas, hubo pérdidas humanas, pero no sufrieron. Esta es la imagen prefijada… que dista de la realidad.

En la primavera de 1995 estudiaba tercero de Periodismo en la Universidad de Málaga. Manu Leguineche, acaso el más brillante reportero internacional español del siglo XX junto a Manuel Chaves Nogales, dio una charla y yo me fui detrás de él para preguntarle cosas sobre Japón. Estaba leyendo aquellos días Los años de la infamia y me recomendó que fuera a Hiroshima; el 6 de agosto de hace ahora tres décadas se cumplía el 50 aniversario del lanzamiento de la bomba atómica.

Portada de _Hiroshima. Testimonios de los últimos supervivientes_.

Kailas Editorial

Aquella cobertura, que escribí para la sección internacional de Diario 16, cambió mi vida profesional. Me impactó la ausencia de rencor de los hibakusha, que etimológicamente significa “personas bombardeadas”. Escuché sus voces; esos testimonios que explicaban el momento de la explosión y lo que les afectó. Eran rostros tristes, pero no veía odio.

En 2023 publiqué Hiroshima: testimonios de los últimos supervivientes. Ahora, en 2025, en una nueva edición que lleva prólogo de Sergio del Molino (Premio Alfaguara 2024) y un epílogo con la cobertura en Oslo del Premio Nobel de la Paz para la organización japonesa Nihon Hidankyo, compuesta por hibakusha, reivindico el valor de los testigos, del factor humano, de conocer las vidas de las personas que sufrieron.

El estigma

¿Cuántos hibakusha siguen vivos? Por primera vez son menos de 100 000: 99 130 personas. Su edad media es de 86,13 años, según datos publicados el pasado mes de julio por el Ministerio de Bienestar japonés.

Aunque esta cifra parece abultada, no lo es tanto si se tienen en cuenta diversos factores. Por un lado, muchos tienen problemas mentales –demencia o alzhéimer– y no pueden contar su experiencia. Por otro, la gran mayoría no quiere hablar del momento de la explosión e incluso ni sus amigos más cercanos saben que son hibakusha. No lo dijeron porque hubiesen sufrido un estigma si reconocían que eran supervivientes. Además, comentarlo dificultaba conseguir un empleo y parejas e hijos por el miedo a que la descendencia naciera con algún tipo de secuelas físicas. Todavía no son muchos los que quieren relatar la experiencia.

Por eso es digno de mención el testimonio de gente como Takako Gokan. Cuarenta años después de la explosión atómica estaba con Sekiko, su hija, en un baño termal japonés cuando se dio cuenta de que la gente miraba sus quemaduras en brazos, vientre y piernas. Sekiko la tapó rápido con una toalla. Aunque ya estaba a salvo de las miradas y los comentarios, Takako decidió en ese momento que no iba a ocultar que era una superviviente. “Los niños pueden ser crueles”, me contó Takako, rememorando su infancia. “Algunos no entendían cómo podía estar bien si mis padres habían muerto. Ser huérfana estaba mal visto”.

Pasado y futuro de la bomba

El testimonio de los hibakusha resulta clave para conocer, 80 años después del bombardeo sobre la ciudad de Hiroshima, qué pasó aquel día de agosto a las 8:15 horas.

El avión Enola Gay lanzó Little Boy, la bomba que provocó la muerte inmediata de 70 000 personas, un número que ascendió a 140 000 a finales de ese año. Hasta aquel momento, Hiroshima tenía una población de 245 000 habitantes y su vida cotidiana era normal. Los efectos de la radiación, la llamada lluvia negra, se comenzaron a percibir desde esa misma tarde.

Una foto en blanco y negro de una ciudad arrasada.
Así quedó Hiroshima tras el lanzamiento de la bomba.
Everett Collection/Shutterstock

Nagasaki, la gran olvidada, fue la receptora de la segunda bomba atómica, pero no era la primera candidata tras Hiroshima; Kokura iba a ser el destino original. Fat Man, como se llamaba el explosivo atómico, cayó en paracaídas, como si lo hubieran disparado con una pistola con silenciador, sin prisa, desde el avión estadounidense llamado Bock’s Car hasta el objetivo. El viaje infernal duró 47 segundos. La bomba erró: explotó a quinientos metros de altura y tres kilómetros más tierra adentro de lo previsto, en parte debido al tiempo. En Hiroshima se había arrojado sin paracaídas.

Antes de todo esto, con una población diezmada y después de que Estados Unidos hubiera bombardeado Tokio, Japón estaba a punto de rendirse. Pero en ese momento, la nación americana y la Unión Soviética se encontraban inmersas en la siguiente pantalla. En realidad se estaban repartiendo el tablero geopolítico de la posguerra.

Las bombas atómicas no eran inevitables. Barton J. Bernstein, catedrático de Historia de la Universidad de Stanford, señala que, basándose en las memorias de posguerra del almirante William Leahy y del general Dwight D. Eisenhower, entre otros, comenzaron a surgir dudas acerca de su empleo en la guerra:

“Con el paso de los años, los estadounidenses se enteraron de que las bombas, de acuerdo con cálculos militares de alto nivel hechos en junio y julio de 1945, no habrían salvado probablemente medio millón de vidas en las invasiones, como Truman mantuvo a veces después de Nagasaki, sino menos de 50 000”.

Tampoco se calibró el impacto que iban a tener los artefactos en la vida de los habitantes de Hiroshima y Nagasaki. El término hibakusha tardó cinco o diez años en empezar a oírse. La prensa no publicaba mucha información sobre ellos, así que los ciudadanos no conocían demasiado lo que había ocurrido.

Hasta 1957 no hubo ningún tipo de apoyo para los supervivientes. Se siguieron las instrucciones que ordenaba Estados Unidos (que ocupó el país desde el final de la guerra hasta 1952) y el Gobierno japonés tampoco les prestó demasiada atención. Ahora tienen derecho a un chequeo médico dos veces al año. También han conseguido un apoyo económico, que depende del tipo de enfermedad, de entre 30 000 y 100 000 yenes.

En 1967, el psiquiatra estadounidense Robert Jau Lifton publicó Muerte en vida: sobrevivientes de Hiroshima, una obra clave que profundiza en el aspecto mental de quienes vivieron para contar la bomba, un asunto muy poco tratado hasta ese momento. Él fue quien acuñó el término que identificaba el “adormecimiento psíquico” que padecieron los hibakusha. Sostuvo que emplear bombas atómicas no era necesario:

“Japón estaba totalmente devastado. Habíamos bombardeado todas las ciudades importantes con armas convencionales. Y como saben, murieron más personas en los ataques a Tokio que en Hiroshima. En mi opinión, no era necesario usar armas nucleares para terminar la guerra”.

El escritor y Premio Nobel de Literatura japonés Kenzaburo Oé, en Cuadernos de Hiroshima, dice: “Vi cosas en Hiroshima que tenían mucha relación con la peor de las humillaciones, pero, por primera vez en mi vida, allí conocí a la gente más digna”.




Leer más:
Los supervivientes japoneses de la bomba atómica reciben el Nobel de la Paz


Actualmente, en la Tierra existen 4 000 cabezas nucleares listas para ser lanzadas. Esa es la gran amenaza que se cierne sobre la humanidad en estos momentos. Los hibakusha conocen mejor que nadie este peligro. Y les duele recordar. Las segundas y terceras generaciones de supervivientes, los hijos y los nietos de Hiroshima, están continuando el testigo de sus mayores y advirtiéndolo.

Por eso conviene recordar la cultura que conforma, de una manera clara, la identidad de las dos ciudades bombardeadas, convertidas ahora en emblemas del pacifismo internacional. Como dice el cenotafio del Parque de la Paz de Hiroshima: “No repetiremos el error”.

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Agustín Rivera es autor de ‘Hiroshima: testimonio de los últimos supervivientes’, cuyo primer capítulo fue galardonado en 2024 con el III Premio Internacional de Periodismo Manuel Chaves Nogales. Con esta obra también fue Mención Especial del Jurado del Premio Rodolfo Walsh.

ref. ¿Qué pasó con los supervivientes después de Hiroshima y Nagasaki? – https://theconversation.com/que-paso-con-los-supervivientes-despues-de-hiroshima-y-nagasaki-262552

¿Por qué nos fascina tanto el crujido de los huesos? Ciencia (y mito) detrás de un sonido viral

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Daniel Sanjuán Sánchez, Fisioterapeuta y personal docente investigador en la Facultad de Ciencias de la Salud en Universidad San Jorge, profesor asociado en la Facultad de Enfermería y Fisioterapia en la Universitat de Lleida. Miembro del grupo de investigación iPhysio, Universidad San Jorge

Persona crujiéndose los nudillos de las manos. Oporty786/Shutterstock

Crujirse los dedos, notar un “crack” en la rodilla al agacharse o escuchar la espalda o cuello al estirarnos por las mañanas… Todos lo hemos vivido. No es un fenómeno nuevo: ya en el siglo XIX los médicos británicos observaban “ruidos espontáneos” en las articulaciones.

Desde el auge de la quiropraxia a finales de ese siglo, se asoció el sonido a una restauración del equilibrio corporal. Estos sonidos, asociados con alivio o incomodidad, se han vuelto protagonistas también en el entorno digital. Millones de personas consumen vídeos en redes sociales que muestran crujidos articulares en tiempo real, casi como si fueran efectos especiales del cuerpo humano.

Pero ¿qué es lo que suena realmente? ¿Es peligroso? ¿Por qué nos resulta tan fascinante?

Lo que suena no son los huesos

A pesar de la creencia popular, cuando crujimos los dedos o escuchamos el crack no son los huesos chocando entre sí. Ese sonido característico proviene, en la mayoría de los casos, de las articulaciones sinoviales, que están rodeadas por una cápsula que contiene líquido sinovial.

Al mover la articulación de forma rápida o forzada, se genera una disminución brusca de la presión dentro de la cápsula articular, provocando la formación súbita de burbujas de gas. A este fenómeno se le denomina cavitación articular. Investigaciones con resonancia magnética, demuestran que el sonido ocurre durante la formación de la burbuja y no durante su colapso, lo que desafiaría teorías previas.

Un crujido no son huesos que “vuelven a su lugar”

Cuando escuchamos un crujido en una articulación no se trata de un hueso que “vuelve a su lugar” ni de un desencaje. Lo que realmente oímos es el resultado de un proceso biomecánico llamado cavitación, común en personas sanas y, en general, es inofensivo.

Sin embargo, no todos los sonidos articulares son benignos. Si el crujido se acompaña de dolor, bloqueo, debilidad o inestabilidad, podría indicar una condición patológica como una condropatía, una lesión meniscal o hipermovilidad articular. Estas situaciones requieren evaluación por un profesional de la salud.

Crujirse los dedos no provoca artrosis

Durante décadas, se ha difundido la creencia de que el hábito de crujirse los dedos podría generar desgaste articular o incluso artrosis. Esta idea ha sido repetida innumerables veces en conversaciones familiares, en consultas médicas y hasta en la prensa.

Sin embargo, la evidencia científica no lo respalda. Es maś, un estudio publicado en The Journal of the American Board of Family Medicine (2011) analizó a más de 200 personas mayores y no encontró relación alguna entre crujirse los dedos y la presencia de artrosis en las manos.

Eso sí, a pesar de que crujirse los dedos no provoca daño estructural ni artrosis, hacerlo de forma compulsiva o agresiva podría irritar los tejidos blandos que rodean la articulación, como ligamentos o tendones.

Además, aunque el gesto parece inofensivo desde el punto de vista médico, no siempre resulta agradable para quienes lo escuchan, e incluso puede generar cierta incomodidad o convertirse en una fuente de conflictos.

El crujido no indica si es una técnica eficaz o no

En fisioterapia, osteopatía y quiropraxia, es común que algunas técnicas manuales provoquen un sonido articular o cavitación. Este sonido se suele interpretar como garantía de éxito terapéutico, tanto por los profesionales como por los pacientes. Sin embargo, la evidencia indica que el sonido por si solo no garantiza la eficacia de la técnica ni implica una corrección biomecánica real.

Además, se ha demostrado que la manipulación puede ser efectiva aunque no se produzca ningún sonido, y que un crack audible puede no estar relacionado con mejoras clínicas significativas. Por lo tanto, el sonido articular durante una manipulación, no debe considerarse un marcador fiable de eficacia.

Los beneficios terapéuticos de la manipulación articular parecen estar relacionados más bien con mecanismos neurofisiológicos como la relajación muscular refleja de la terapia manual y no tanto del crujido en sí.

El espectáculo de los crujidos

Es frecuente ver plataformas como TikTok, Youtube o Instagram saturadas de vídeos de ajustes articulares donde micrófonos estratégicamente colocados amplifican los crujidos, generando millones de visualizaciones. Estos contenidos fusionan estética clínica con entretenimiento, ofreciendo una sensación de “arreglo instantáneo” del cuerpo.

Sin embargo, el espectáculo lleva consigo riesgos importantes. Consumir contenido médico en redes sociales cuando no proviene de profesionales sanitarios, puede fomentar expectativas poco realistas sobre los tratamientos y promover enfoques simplificados o pasivos para problemas complejos del sistema musculoesquelético.

Es importante destacar que este tipo de contenido puede reforzar la dependencia a técnicas pasivas y minimizar el valor del movimiento activo, la educación y la autonomía terapéutica. La clave para una buena salud musculoesquelética no está en el sonido, sino en el movimiento. El tratamiento del dolor de espalda, cuello o articulaciones no debería basarse únicamente en técnicas pasivas (como manipulaciones o masajes), sino en estrategias activas que aceleren la recuperación y ayuden a manejar el dolor.

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ref. ¿Por qué nos fascina tanto el crujido de los huesos? Ciencia (y mito) detrás de un sonido viral – https://theconversation.com/por-que-nos-fascina-tanto-el-crujido-de-los-huesos-ciencia-y-mito-detras-de-un-sonido-viral-258948