Lecciones de liderazgo de Monroe Stahr, el magnate ideado por F. Scott Fitzgerald

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Santiago Iñiguez de Onzoño, Presidente IE University, IE University

Uno de los personajes de ficción más fascinantes y perspicaces del mundo de los negocios es Monroe Stahr, el protagonista de la novela El último magnate (1941) de Francis Scott Fitzgerald.

A diferencia de las representaciones idealizadas o santificadas que encontramos en muchas autobiografías de altos directivos –y que a veces llegan a rozar la hagiografía–, este personaje de novela parece un ser humano genuino, con virtudes y defectos.

Stahr es, por una parte, un líder en el sentido tradicional: está al mando en la toma de decisiones. Pero también un personaje complejo y multidimensional que encarna tanto las virtudes como los vicios que acompañan a quien ejerce un gran poder (y una gran responsabilidad). El término tycoon (magnate) con el que Fitzgerald lo describe proviene del japonés taikun, que significa “gran señor”.

Productor de cine exitoso en la época dorada de Hollywood, Stahr aún es relativamente joven pero su estilo de gestión ya es legendario. Es un jefe ejemplar, impulsado por una devoción inquebrantable por su oficio y una lealtad sólida hacia su equipo.




Leer más:
El arte de dirigir y motivar equipos: una cuestión de liderazgo efectivo


Un hombre hecho a sí mismo

El sentido empresarial ideado por Fitzgerald para Stahr nace de algo mucho menos convencional que una escuela de negocios. Su educación, que él mismo describe como “fundada en nada más que un curso nocturno de taquigrafía”, apunta a un individuo hecho a sí mismo cuyo intelecto e instintos en el mundo de los negocios superan cualquier credencial formal. En muchos aspectos, Stahr representa el arquetipo del sueño americano: un hombre que llega a la cima a través de la pura fuerza de voluntad, intuición y un entendimiento intrínseco de la naturaleza humana.

Paternalista sería el término que mejor describe el estilo de gestión de Monroe Stahr. Opera con un profundo sentido de responsabilidad hacia sus subordinados, alentándolos no solo a sobresalir, sino también a prosperar como individuos. Es el tipo de jefe que nunca permitiría que alguien bajo su cargo fracasase.

Stahr es un defensor de la innovación y promueve una cultura corporativa en la que tanto los jóvenes como los experimentados pueden ascender. Ya sea un joven brillante y ambicioso o un empleado envejecido pero comprometido con su estudio de cine, Stahr les da a todos una oportunidad.




Leer más:
Desmitificando el éxito: el síndrome del impostor y por qué no es del todo malo experimentarlo


Cuando el envejecido director Ridingwood comienza a desmoronarse en medio de un rodaje, Stahr actúa con decisión pero discretamente. En lugar de apartarlo, lo envía a terapia y financia personalmente su tratamiento. Es una decisión compasiva que resalta la creencia del magnate en las segundas oportunidades.

De manera similar, cuando su mejor camarógrafo comienza a perder la vista, toma medidas para asegurarse de que su atención médica se maneje de manera discreta. Y cuando el tratamiento tiene éxito, lo recibe nuevamente en el equipo.

Acciones como estas son raras en el mundo de los negocios, pero la compasión de Stahr es una característica definitoria. Él entiende que un empleado leal y cuidado es un activo, y que una organización solo es tan fuerte como los lazos entre sus líderes y sus trabajadores.




Leer más:
Los líderes que cuidan y escuchan contribuyen al bienestar general de sus equipos


Cuidador y estratégico

Stahr no es solo un líder que cuida, también es un líder estratégico. Reconoce el poder de la colaboración creativa y entiende que la competencia genera excelencia.

En un momento dado, encarga equipos paralelos de guionistas para trabajar sobre la misma historia con la intención de ver qué grupo puede producir el resultado más atractivo. Incluso mezcla las mejores contribuciones de ambos equipos. Si bien este enfoque puede parecer severo y poco convencional, es sorprendentemente eficaz. Empuja a los guionistas a dar lo mejor de sí mismos, sabiendo que están compitiendo para que su trabajo sea seleccionado.

Aunque es un método poco ortodoxo, tiene su mérito. De hecho, refleja las prácticas empresariales de muchas compañías del mundo real que fomentan la innovación a través de la competencia. Después de todo, a veces las empresas configuran equipos paralelos para resolver un problema o desafío determinado, o reciben ofertas de diferentes proveedores para asegurarse el mejor precio.

El enfoque de Stahr para obtener resultados mediante la competencia no solo resulta lógico, sino que es un testimonio de su profundo entendimiento de cómo obtener lo mejor del talento creativo.




Leer más:
¿Puede una discusión en el trabajo mejorar la creatividad de los equipos?


Monroe Stahr también se caracteriza por una pasión inquebrantable por su trabajo. Como observa uno de los personajes de la obra, “nació sin sueño, sin talento para el descanso ni deseo de él”. Su vida gira completamente en torno a su empresa, y su compromiso con su rol es absoluto. No tiene necesidad de ocio ni ansía tiempo libre. Toda su existencia está ligada a su profesión.

Sin embargo, esto tiene un coste: el trabajo le consume hasta el punto de no tener vida fuera del estudio. Su casa de Malibú sigue sin terminar: es más una estructura de madera sobre pilotes que una casa. Su vida personal se sacrifica en el altar de su éxito profesional. Cuando se casa con Cecile, la hija de otro productor, lo hace más por conveniencia que por auténtico amor.




Leer más:
¿Cómo lograr la conciliación laboral y personal? Estrategias desde la perspectiva neurocientífica


Ni maligno ni perfecto

En un mundo lleno de representaciones de líderes corporativos exagerados o unidimensionales, Monroe Stahr destaca porque no es excelso ni maligno: simplemente es humano. Encarna las complejidades del liderazgo: es visionario pero imperfecto, desinteresado aunque le impulsa su ambición personal, compasivo pero dispuesto a tomar decisiones difíciles, e incluso despiadadas. Su vida es un ensayo sobre el pensamiento estratégico, el impulso implacable y el sacrificio personal.

La historia de Stahr ofrece una rara visión del funcionamiento interno de un gran magnate, que entiende su industria a fondo. Su visión estratégica se complementa con una comprensión instintiva de las oportunidades de negocio, y su enfoque del liderazgo es una mezcla de autonomía y empatía. Lo que hace que Stahr sea tan fascinante es su capacidad para combinar la gestión diaria con la experimentación innovadora, siempre manteniendo el control mientras permanece abierto a nuevas ideas.

La decisión de Fitzgerald de no centrarse en los tecnicismos de la gestión empresarial, dado que no era un experto, juega a favor del personaje. Liberarlo de los clichés empresariales hace que Monroe Stahr se perciba como alguien real, con quien podemos identificarnos y aprender.




Leer más:
Estrategias empresariales frente al cambio: ¿adaptarse o anticiparse? Mejor crearlo


Las lecciones de Stahr

Pese a ser un CEO ficticio, Monroe Stahr dejó una impresión indeleble en mí. Es un retrato del poder de la gestión efectiva, pero su historia también plantea preguntas sobre el papel de la educación, el equilibrio entre trabajo y vida personal, y la formación de los futuros líderes.

La pasión por el trabajo es un ingrediente crítico en el liderazgo efectivo. El compromiso inquebrantable de Stahr con su oficio y su empresa alimenta no solo su propio éxito, sino también la motivación de quienes lo rodean. La pasión impulsa la excelencia, y el liderazgo de Stahr se basa en este principio.




Leer más:
El mito del talento individual frente a la realidad del talento colectivo


La representación de Fitzgerald de Stahr nos recuerda que, aunque el conocimiento de la industria y la experiencia son invaluables, el liderazgo trata más sobre visión, empatía y la capacidad de inspirar a otros.


Una versión de este artículo se publicó en LinkedIn.

The Conversation

Santiago Iñiguez de Onzoño no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Lecciones de liderazgo de Monroe Stahr, el magnate ideado por F. Scott Fitzgerald – https://theconversation.com/lecciones-de-liderazgo-de-monroe-stahr-el-magnate-ideado-por-f-scott-fitzgerald-262934

Fatiga museal: cómo disfrutar de los museos sin agotarse en el intento

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Alberto Pérez-López, Profesor Permanente Laboral. Ejercicio físico, Nutrición y Metabolismo., Universidad de Alcalá

Unos visitantes descansan en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Sharkshock/Shutterstock

Con la llegada del verano, millones de personas se lanzan a descubrir el patrimonio cultural de sus ciudades o de los destinos turísticos que eligen para las vacaciones.

Visitar museos se ha convertido en una de las actividades más populares para quienes buscan combinar descanso y desconexión con enriquecimiento cultural. No es de extrañar, diferentes investigaciones han encontrado que la visita a museos tiene potencial para aumentar la calidad de vida, disminuir el riesgo de padecer problemas de salud mental, reducir la soledad y el aislamiento y aumentar las emociones positivas.

Sin embargo, muchos visitantes experimentan un fenómeno poco conocido pero bastante común: la fatiga museal.

¿Qué es la fatiga museal?

¿Alguna vez ha tenido que detenerse en mitad de su visita a un museo por un cansancio que parece excesivo para el recorrido que ha hecho? Tres pasillos y dos tramos de escalera después, y la cafetería del museo parece mucho más apetecible que las esculturas de la Grecia clásica.

Visitantes en una sala con bastante gente dentro de un museo.
Hay mucho que ver en el Louvre…
Pandora Picturas/Shutterstock

La fatiga museal es precisamente eso, un tipo de cansancio físico y mental que ocurre durante la visita a museos. Fue descrita por primera vez por el conservador del Boston Museum of Fine Arts, Benjamin Ives Gilman, en 1916, en el que se considera el punto de partida de los estudios de visitantes de museos. En su investigación, Gilman observó que los visitantes comenzaban el recorrido con entusiasmo, pero al cabo de un tiempo perdían interés, se distraían con facilidad o simplemente pasaban por alto las obras sin prestarles atención.

Este fenómeno se debe a una combinación de factores: largas caminatas, posturas incómodas al observar obras en vitrinas o paredes, sobreestimulación visual y acumulación de información. Todo esto, sumado al calor del verano y la afluencia de turistas, puede hacer que la experiencia museística resulte más agotadora que placentera.

El museo como espacio de actividad física

Aunque no lo parezca, recorrer un museo puede suponer un esfuerzo físico considerable, dependiendo del estado o condición física de la persona. La visita a un museo de tamaño mediano puede implicar caminar entre 1,5 y 3 kilómetros.

Pero si su objetivo es ver en unas pocas horas todo lo expuesto en instituciones como el Museo del Louvre en París, el British Museum de Londres o el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, debería empezar ya a entrenar para una media maratón.

El problema no es solo la extensión del recorrido –al que se añaden escaleras, rampas, etc.–, sino también la manera en la que lo transitamos, con detenciones constantes, idas y venidas, y cambios de ritmo. Además, se está mucho tiempo de pie, se sube y se baja, y se realizan movimientos repetitivos como inclinarse, girar el cuello o mantener la vista enfocada durante períodos prolongados.

Y esto solo desde el punto de vista físico; la fatiga museal tiene también un componente mental. El exceso de elementos expuestos a los que prestar atención, de cartelas y textos de sala, la masificación que sufren algunas galerías, etc. influyen en la experiencia que tenemos de la visita y en muchas ocasiones suponen una sobreestimulación mental y sensitiva.


¿Quiere recibir más artículos como este? Suscríbase a Suplemento Cultural y reciba la actualidad cultural y una selección de los mejores artículos de historia, literatura, cine, arte o música, seleccionados por nuestra editora de Cultura Claudia Lorenzo.


Dejando esto a un lado, visitar un museo también puede verse como una forma ligera de actividad física beneficiosa para todos, pero especialmente para personas mayores o con movilidad reducida, siempre que se planifique bien y se eviten excesos.

Consejos para evitar la fatiga museal estas vacaciones:

  1. Planifique su visita: antes de iniciar la visita o incluso de acudir al museo, consulte el plano y seleccione las salas o exposiciones que más le interesan. Si al llegar al museo no sabe dónde ir, añadirá a la fatiga museal el cansancio que resulta de tener que tomar muchas decisiones en poco tiempo.

  2. Haga pausas frecuentes: aproveche los bancos o zonas de descanso para sentarse, hidratarse y asimilar lo que ha visto. Algunos museos incluso ofrecen recorridos cortos diseñados con descansos estratégicos.

  3. Elija el momento adecuado: si es posible, visite el museo temprano por la mañana, a mediodía o a última hora de la tarde, cuando hay menos gente y el ambiente es más tranquilo.

  4. Vista ropa cómoda: el calzado adecuado y la ropa ligera son esenciales para mantenerse cómodo durante toda la visita (especialmente para esa maratón que sabemos que está planeando).

  5. Alterne actividad y descanso: combine la visita a museos con actividades en el exterior o recreativas que impliquen movimiento más libre, como caminar por un parque o recorrer la ciudad en bicicleta.

  6. Menos es más: en vacaciones, el objetivo es disfrutar, no acumular. Es preferible una buena experiencia en un solo museo que muchas visitas apresuradas y agotadoras.

  7. No intente verlo todo: en la línea de la anterior recomendación, visitar un museo con la intención de ver todo lo expuesto es, en muchos casos, misión imposible. En lugar de prestar atención a todos los elementos, pruebe a pasear por el espacio y detenerse en lo que le llame la atención. Recuerde que no le dan un premio al que ha leído todas las cartelas y textos, ni tampoco al que ha visto todos los Picassos. La visita debería ser interesante y placentera para usted.

Un cambio de mirada

Los museos también están respondiendo a esta realidad. Cuando Gilman realizó su estudio en 1916, tomó fotografías a los visitantes en las que se notaba el esfuerzo que se veían obligados a hacer para examinar los objetos expuestos (arrodillarse, estirarse, ponerse de puntillas, etc.).

Imágenes en las que el visitante de museos tiene que adoptar diferentes (e incómodas) posturas.
Imágenes hechas por Gilman para su estudio en las que el visitante de museos tiene que adoptar diferentes (e incómodas) posturas.
Open JSTOR Collection

Hoy en día, los museos están mucho más centrados en el visitante y su experiencia. El diseño de los espacios de exposición, la museografía, tiene muy en cuenta la experiencia de quien acude a ellos. Prácticamente todos cuentan con zonas de descanso y asientos distribuidos estratégicamente y los objetos están expuestos de manera que su visualización sea cómoda. Pero, además, cada vez se diseñan más recorridos breves, aplicaciones móviles, guías, etc., para permitir que personalicemos la visita y la adaptemos a nuestras necesidades e intereses. Algunos incluso organizan actividades físicas dentro del museo, como yoga entre esculturas o visitas guiadas que combinan arte y movimiento. El visitante es cada vez más participante y menos receptor pasivo de lo que sucede en el museo.

En este contexto, el museo deja de ser solo un lugar de contemplación pasiva y se transforma en un espacio que promueve la salud física, mental y emocional y que, por ello, puede mejorar el bienestar de sus visitantes.

Entender lo que pasa

Visitar museos en vacaciones es una excelente manera de aprender, disfrutar y conectarse con la cultura. Pero también es importante hacerlo de forma consciente, cuidando el cuerpo y respetando nuestros ritmos.

Entender la fatiga museal como parte del proceso nos permite disfrutar más y mejor de estos espacios, integrando el movimiento y el descanso como aliados de la experiencia estética. Porque al final, un buen viaje, como una buena exposición, no se mide por lo mucho que se ve, sino por lo profundamente que se vive y se disfruta.

Y si al final decide hacer esa media maratón por el Louvre, al menos le hemos avisado… Empiece a entrenar ya y ¡suerte!

The Conversation

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

ref. Fatiga museal: cómo disfrutar de los museos sin agotarse en el intento – https://theconversation.com/fatiga-museal-como-disfrutar-de-los-museos-sin-agotarse-en-el-intento-262173

No solo en Gaza: Estados Unidos minimiza las atrocidades cometidas por los regímenes que respalda

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Jeff Bachman, Associate Professor, Department of Peace, Human Rights & Cultural Relations, American University School of International Service

Los palestinos se agolpan para conseguir comida en la ciudad de Gaza el 30 de julio de 2025. Abdalhkem Abu Riash/Anadolu via Getty Images

Desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha apoyado repetidamente a gobiernos que han cometido atrocidades masivas, definidas por el experto en genocidio Scott Straus como “violencias sistemáticas a gran escala contra la población civil”.

Esto incluye el apoyo a Israel, que se ha mantenido constante a pesar del reciente desacuerdo del presidente Donald Trump con el primer ministro Benjamin Netanyahu sobre si se está matando de hambre a los palestinos en Gaza.

Somos académicos especializados en genocidio y otras atrocidades masivas, así como en seguridad internacional. En nuestra investigación para un próximo artículo en la revista Journal of Genocide Research, analizamos declaraciones oficiales, documentos desclasificados e informes de los medios de comunicación sobre cuatro casos que implican el apoyo de Estados Unidos a gobiernos que cometieron atrocidades: Indonesia en Timor Oriental entre 1975 y 1999, Guatemala entre 1981 y 1983, la coalición liderada por Arabia Saudí –conocida como “la Coalición”– en Yemen desde 2015 e Israel en Gaza desde octubre de 2023.

Identificamos seis estrategias retóricas utilizadas por funcionarios estadounidenses para distanciar públicamente a Estados Unidos de las atrocidades cometidas por quienes reciben su apoyo.

Esto es significativo porque cuando los estadounidenses, así como otras personas del resto del mundo, aceptan esa retórica tal cual, Estados Unidos puede mantenerse impune a pesar de su papel en la violencia global.

Ignorancia fingida

Cuando los funcionarios estadounidenses niegan tener conocimiento alguno de las atrocidades perpetradas por quienes reciben apoyo de Estados Unidos, lo llamamos “ignorancia fingida”.

Por ejemplo, después de que la Coalición bombardease un autobús escolar en Yemen, matando a decenas de niños, la senadora estadounidense Elizabeth Warren preguntó al general Joseph Votel si el Mando Central de Estados Unidos hacía un seguimiento del propósito de las misiones a las que reabastecía.

Su respuesta: “Senadora, no lo hacemos”.

Esta ignorancia declarada contrasta radicalmente con los crímenes de guerra bien documentados de la Coalición desde 2015. Como dijo el experto en Yemen Scott Paul: “Ya nadie puede fingir sorpresa cuando mueren muchos civiles”.

Ofuscación

Cuando las pruebas de las atrocidades ya no pueden ignorarse, los funcionarios estadounidenses recurren a la ofuscación, que consiste en confundir los hechos.

Cuando las fuerzas indonesias llevaron a cabo masacres en 1983, matando a cientos de civiles, la embajada de Estados Unidos en Yakarta envió un telegrama al secretario de Estado y a varias embajadas, consulados y misiones estadounidenses cuestionando los informes porque “no habían recibido confirmación de otras fuentes”.

De manera similar, durante el genocidio en Guatemala, tras el golpe de Estado exitoso de Efraín Ríos Montt, los funcionarios estadounidenses tergiversaron los informes sobre la violencia perpetrada por el Gobierno, y culparon a la guerrilla.

En su informe sobre los derechos humanos en Guatemala de 1982, por ejemplo, el Departamento de Estado afirmó: “En los casos en que ha sido posible atribuir la responsabilidad [de los asesinatos en Guatemala], parece más probable que, en la mayoría de los casos, los insurgentes […] sean los culpables”.

Sin embargo, los servicios de inteligencia de EE. UU. afirmaban lo contrario.

Se pueden encontrar informes sobre atrocidades y abusos cometidos por el Estado en Guatemala en documentos de inteligencia estadounidense desde la década de 1960 en adelante. Un telegrama de la CIA de 1992 señalaba explícitamente que “varias aldeas han sido arrasadas” y que “cabe esperar que el ejército no dé cuartel ni a combatientes ni a no combatientes”.

Negación

Cuando se acumulan las pruebas de las atrocidades, así como las pruebas de quién es el responsable, los funcionarios estadounidenses recurren a menudo a la negación. No niegan que se esté proporcionando ayuda estadounidense, sino que argumentan que no se utilizó directamente para cometer aquello de lo que se les acusa.

Por ejemplo, durante las atrocidades cometidas por Indonesia en Timor Oriental, Estados Unidos estaba entrenando activamente a miembros del cuerpo de oficiales indonesio. Cuando las fuerzas de seguridad indonesias masacraron a unas 100 personas en un cementerio de Dili en 1991, la administración de George H. W. Bush se limitó a decir que “ninguno de los militares indonesios presentes en Santa Cruz había recibido adiestramiento estadounidense”.

Desviación

Cuando el escrutinio público alcanza niveles que ya no pueden ignorarse fácilmente, los funcionarios estadounidenses pueden recurrir a la desviación.

Se trata de ajustes políticos muy publicitados que rara vez implican cambios significativos. A menudo incluyen una forma de engaño. Esto se debe a que el objetivo de la distracción no es cambiar el comportamiento del receptor de la ayuda estadounidense, sino que se trata simplemente de una táctica política utilizada para apaciguar a los críticos.

En 1996, cuando la administración Clinton cedió a la presión de los activistas y suspendió la venta de armas pequeñas a Indonesia, continuó vendiéndoles armamento valorado en 470 millones de dólares estadounidenses, incluidos nueve aviones F-16.

Más recientemente, en respuesta a las críticas del Congreso y de la opinión pública, la administración Biden suspendió la entrega de bombas de 900 y 227 kg a Israel en mayo de 2024, pero solo de forma temporal. El resto de sus transferencias de armas se mantuvo sin cambios.

Como ejemplifica el respaldo estadounidense a Israel, el desvío también incluye investigaciones superficiales de Estados Unidos que muestran preocupación por los abusos, sin consecuencias, así como el apoyo a
autoinvestigaciones, con resultados exculpatorios previsibles.

Exaltación

Cuando las atrocidades cometidas por los beneficiarios de la ayuda estadounidense son muy visibles, los funcionarios de EE. UU. también recurren a la exaltación para elogiar a sus líderes y presentarlos como dignos de recibir ayuda.

En 1982, el presidente Ronald Reagan elogió al presidente Suharto, el dictador responsable de la muerte de más de 700 000 personas en Indonesia y Timor Oriental entre 1965 y 1999, por su liderazgo “responsable”. Mientras tanto, los funcionarios de Clinton lo consideraban “uno de los nuestros”.

De manera similar, el líder guatemalteco Ríos Montt fue descrito por Reagan a principios de la década de 1980 como “un hombre de gran integridad personal y compromiso”, obligado a enfrentarse a “un brutal desafío de guerrilleros armados y apoyados por otros fuera de Guatemala”.

Así, se presenta a estos líderes como si utilizaran la fuerza por una causa justa o solo porque se enfrentan a una amenaza extrema. Este fue el caso de Israel, con la administración Biden afirmando que Israel se encontraba “en medio de una batalla existencial”.

Esta exaltación no solo eleva moralmente a los líderes, sino que también justifica la violencia que cometen.

Dos hombres sentados en sillas de respaldo alto frente a una chimenea.
El presidente indonesio Suharto, a la izquierda, de visita al presidente Bill Clinton en 1993, fue elogiado por los funcionarios de la administración Clinton como ‘uno de los nuestros’, a pesar de ser responsable de la muerte de más de 700 000 personas en su país.
Kazuhiro Nogi/AFP via Getty Images

Diplomacia silenciosa

Por último, los funcionarios estadounidenses también suelen afirmar que están llevando a cabo una forma de diplomacia silenciosa, trabajando entre bastidores para controlar a los receptores de la ayuda estadounidense.

Es importante señalar que, según ellos, para que la diplomacia silenciosa tenga éxito, es necesario que Estados Unidos mantenga su apoyo. Por lo tanto, la defensa continuada de quienes cometen atrocidades se legitima precisamente porque es esta relación la que permite a Estados Unidos influir en su comportamiento.

En Timor Oriental, el Pentágono argumentó que el entrenamiento aumentaba “el respeto de los derechos humanos por parte de las tropas indonesias”. Cuando una unidad militar indonesia adiestrada por EE. UU. masacró a unas 1 200 personas en 1998, el Departamento de Defensa afirmó que “aunque los soldados entrenados por Estados Unidos hubieran cometido algunos de los asesinatos”, EE. UU. debía continuar con su trabajo para “seguir influyendo en lo que sucediera a continuación”.

Los funcionarios estadounidenses también insinuaron en 2020 que los yemeníes atacados por la coalición liderada por Arabia Saudí se benefician del apoyo armamentístico de Estados Unidos a esta, ya que dicho apoyo le da influencia sobre el uso de las armas.

En el caso de Gaza, han mencionado repetidamente la diplomacia silenciosa como una forma de promover la moderación, al tiempo que tratan de bloquear otros sistemas de rendición de cuentas.

Por ejemplo, Estados Unidos ha vetado seis resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre la Franja desde octubre de 2023 y ha impuesto sanciones a cinco jueces y fiscales de la Corte Penal Internacional debido a las órdenes de detención dictadas contra Netanyahu y el exministro de Defensa israelí Yoav Gallant.

Distanciamiento y minimización

Los funcionarios estadounidenses llevan mucho tiempo utilizando diversas estrategias retóricas para distanciar al país y minimizar su contribución a las atrocidades cometidas por otros con su apoyo.

Teniendo en cuenta estas estrategias, el reconocimiento por parte de Trump de la “hambruna real” en Gaza puede considerarse una distracción de la defensa inalterable de Estados Unidos a Israel, mientras las condiciones de hambruna en Gaza empeoran y los palestinos son asesinados mientras esperan por comida.

Desde fingir ignorancia hasta minimizar la violencia y alabar a sus autores: los gobiernos y presidentes estadounidenses han utilizado durante mucho tiempo una retórica engañosa para legitimar la violencia de los líderes y países que respaldan.

Pero hay dos elementos necesarios que permiten que este enfoque siga funcionando: uno es el lenguaje del Gobierno estadounidense; el otro es la credulidad y la apatía del público.

The Conversation

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

ref. No solo en Gaza: Estados Unidos minimiza las atrocidades cometidas por los regímenes que respalda – https://theconversation.com/no-solo-en-gaza-estados-unidos-minimiza-las-atrocidades-cometidas-por-los-regimenes-que-respalda-262894

Evolución humana: el futuro de un cíborg

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Emiliano Bruner, Investigador Científico, Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC)

La antropología evolutiva se ocupa de investigar nuestra historia pasada, bajo el sensato criterio de que conocer nuestra historia natural nos ayuda a entender quiénes somos, nuestras potencialidades y nuestras limitaciones. Pero, al final, siempre queda una pregunta implícita: ¿y luego qué?

El quiénes somos esconde en realidad el perpetuo afán de saber a dónde vamos, enfermiza obsesión del mono sapiens que nunca se siente satisfecho con lo que está viviendo, y continuamente corroe el presente anticipando lo que vendrá en el futuro. Pues seamos sinceros: las previsiones acerca del porvenir de nuestra especie, bien sea por parte de expertos, novelistas o improvisados, casi nunca han acertado. Así que tampoco hay que tomarse el ejercicio demasiado en serio, aunque venga bien para hacer un poco de introspección filogenética.

Una especie con mucho éxito y poca probabilidad de evolución

Empecemos por aclarar una cosa: la evolución genética de nuestra especie está, por el momento, parada. Los cambios evolutivos se dan generalmente en grupos pequeños, poblaciones aisladas donde algunos rasgos se revelan muy ventajosos para el éxito reproductivo (el número de hijos) y aumentan la difusión de una nueva combinación genética.

Este proceso ahora mismo no se puede dar en nuestra especie. Somos ocho mil millones de grandes simios desperdigados por todo el planeta, y no hay cambio genético que pueda mover la consecuente inercia genómica. Además, vivimos en ambientes diferentes, culturas diferentes, y con variaciones incesantes en los parámetros de vida, así que probablemente no existan cambios estables que tengan el mismo valor en todos los contextos.

Lo que sí evolucionará será nuestra cultura, y con ella nuestra biología, a raíz de una plasticidad considerable que responde a una flexible integración entre cuerpo y herramienta, entre comportamiento y fisiología.

La evolución tecnológica implica evolución cognitiva

Una de nuestras grandes adaptaciones es haber logrado delegar funciones fisiológicas y cognitivas a elementos externos, periféricos, extrasomáticos, que incluyen las herramientas, la cultura en general y el sistema social. Pensamos gracias a una red de elementos orgánicos (cerebro y cuerpo), inorgánicos (herramientas) y superorgánicos (la cultura, los conceptos, los símbolos). Cada vez que, a través de estas relaciones, aumentamos la complejidad social, cultural o tecnológica, nos asustamos y vaticinamos desastres cognitivos que, generalmente, nunca se cumplen.

La introducción de la escritura, de la imprenta, de las gafas, de la fotografía o de las calculadoras desencadenaron en la sociedad previsiones nefastas para nuestra organización mental y social, previsiones que nunca acertaron. Por el contrario, la tecnología extiende nuestras habilidades cognitivas, expande la mente y provoca que el cerebro se reinvente con nuevas funciones integrativas.

Somos cíborgs por lo menos desde hace unos 300 mil años, es decir, desde que un homínido ancló a su tecnología su forma de vivir, de sentir y de pensar. Ya desde entonces, nuestros nichos (ecológicos, económicos y cognitivos) dependen de nuestras herramientas, lo cual hace de nosotros una especie híbrida y aún más conectada a nuestro entorno.

La especialización evolutiva es un callejón sin salida

Ahora bien, el hecho de que esta “capacidad protésica” sea para nosotros “natural” no la exime de contraindicaciones, tanto para el individuo como para la especie. Los pájaros se han especializado en el vuelo, pero muchos de ellos mueren estrellados como consecuencia de un momento de desatención, o de una ráfaga de viento impredecible. Una especialización puede convertirse en un callejón sin salida para cualquier animal en el momento en que cambie el entorno (haciendo que esa especialización ya no sirva para nada) o que alcance un nivel extremo (y genere de repente conflictos, umbrales o consecuencias imprevistas).

En ese sentido, los humanos estamos muy especializados, circunstancia que nos hace muy proclives a morir de éxito, y que propicia situaciones perjudiciales de una forma tan rápida que no permite respuestas adecuadas. De hecho, en cada transformación debería darse un equilibrio sano entre lo nuevo y lo viejo, para no acabar fosilizándose (exceso de conservación) y no generar desquiciadas aberraciones (exceso de cambio). En este sentido nosotros lo tenemos muy difícil, considerando el peligrosísimo desfase entre nuestros cambios genéticos (nulos) y nuestros cambios culturales (exponenciales).

Todo ello lleva, inevitablemente, a ciertas preocupaciones lícitas. A principio de los años 80 del siglo pasado, Konrad Lorenz, premio nobel de medicina y padre de la etología animal, publicó una obra que se tradujo al español como Decadencia de lo humano. Un libro denso e iluminador que no se ha vuelto a publicar, probablemente por su mensaje bien estructurado y sincero y, por ende, incómodo.

«Desadaptaciones» evolutivas

En su obra, Lorenz reflexiona sobre adaptaciones humanas que, debido a nuestro éxito masivo, se nos están volviendo en contra y están generando riesgos importantes. Son rasgos que habrían sido programados evolutivamente, útiles para pequeños grupos de cazadores-recolectores donde todos se conocen, pero que se vuelven absurdos en la horda anónima global de nuestra sociedad masificada.

Nuestra búsqueda compulsiva de orden y de estructura genera manipulación y control políticos y económicos. Nuestra fascinación innata por el crecimiento cuantitativo desemboca en diferentes formas de explotación y contaminación, y en un aumento cancerígeno de las empresas multinacionales, ajenas al progreso de los valores humanos. Nuestra adicción a la competición genera estrés y lucha a todas las escalas, tanto a nivel personal como colectivo. La especialización cultural y tecnológica conlleva una pérdida de conocimiento general, esclavitud industrial y renuncia a la comprensión. Nuestro afán por el virtuosismo impulsa una producción tecnológica sobredimensionada con respecto a las necesidades reales. La publicidad promueve falsas prioridades y vende inútiles esperanzas. La agresividad colectiva y la sensibilidad a la propaganda y a la demagogia provocan un estado continuo de conflicto. En general, el sistema tecnocrático está alejando al ser humano de su propia humanidad, empujándolo a una situación explosiva de control, hostilidad y malestar.

Más iguales, pero más diferentes

Ya hace unos cuarenta años, Lorenz añadía también una reflexión demográfica: este estado tecnocrático aumenta exponencialmente las diferencias entre generaciones, pero provoca una extrema homogeneidad dentro de la misma generación. Es decir, los habitantes del mundo globalizado son cada vez más semejantes entre sí (visten de la misma forma, tienen las mismas exigencias y luchan con las mismas armas), pero cada vez más distintos de (e incompatibles con) sus padres.

Y estos desequilibrios adaptativos no solo ponen en riesgo el futuro de la especie, sino que, sobre todo, desgastan terriblemente la calidad de vida de los individuos, que al fin y al cabo deberían ser, no lo olvidemos, aún más importantes que las especies a las que pertenecen.

Todo fluye, todo empieza y todo acaba

Toda especie nace, evoluciona, y se extingue. El concepto budista de impermanencia se aplica perfectamente a la filogenia humana, y el de interconexión es la base de la ecología. Todo fluye, todo empieza y todo acaba. Sería absurdo pensar que nuestra especie será la única que no se extinguirá nunca. Las cucarachas y las medusas seguirán siendo los verdaderos triunfadores en este planeta, y es probable que en un futuro habrá seres aún más mentales que nosotros, tal vez descendientes lejanos de los chimpancés, de los macacos o de los delfines.

Desde luego, ocurra lo que ocurra, esto ya no es responsabilidad nuestra: de ello se encargará la selección natural. Por un lado, no hay por qué tener prisa, y sería lo suyo implicarse para retardar lo que podamos nuestra muerte evolutiva. Al mismo tiempo, en lugar de preocuparnos excesivamente por el destino biológico de nuestro linaje, sería mejor ocuparnos de su calidad de vida. Hay que asumir que el bienestar individual no es una prioridad ni de la evolución ni de nuestro sistema económico.

Así que, si queremos curarnos en salud (sobre todo mental), no queda otra que implicarse en primera persona. Desarrollar una conciencia autónoma y equilibrada sí que es cosa nuestra. Y malgastar nuestras vidas como esclavos de impulsos primordiales o compulsiones mercantiles no parece, de entrada, la mejor de las elecciones.


La versión original de este artículo ha sido publicada en la revista Telos, de Fundación Telefónica.


The Conversation

Emiliano Bruner colabora con Telos, la revista que edita Fundación Telefónica.

ref. Evolución humana: el futuro de un cíborg – https://theconversation.com/evolucion-humana-el-futuro-de-un-ciborg-262738

Muere Miguel Uribe Turbay y la democracia colombiana pierde una voz para la disensión y el debate

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Sergio Andrés Morales-Barreto, Coordinador académico y profesor del Departamento de Teoría Jurídica y de la Constitución de la Facultad de Estudios jurídicos, políticos e internacionales, Universidad de La Sabana

Miguel Uribe Turbay, rodeado de seguidores durante una marcha pacífica de protesta en Bogotá contra el gobierno de Gustavo Petro el 27 de septiembre de 2022. Anamaria Mejia/Shutterstock

La muerte de Miguel Uribe Turbay, ocurrida el 11 de agosto de 2025, se suma a la lista de episodios que han marcado la historia política colombiana con la tragedia de un líder silenciado antes de tiempo. Apenas dos meses antes, el 7 de junio, el senador y precandidato presidencial había sobrevivido a un atentado en Bogotá. Este suceso evocó, inevitablemente, el asesinato de su madre, la periodista Diana Turbay, en 1991, durante un fallido operativo de rescate tras su secuestro, ordenado por el narcotraficante Pablo Escobar.

En diversas entrevistas, Uribe relató que perdonar a los responsables de la muerte de su madre fue su manera de romper el ciclo de venganza que tanto daño ha causado al país. Al igual que otros líderes de su generación que, desde orillas ideológicas distintas, enfrentaron tragedias familiares similares, Uribe optó por participar en la vida pública colombiana. Para ellos, la política no fue un vehículo de revancha, sino una apuesta por preservar el debate y la pluralidad que sostienen al Estado.

La continuidad de una historia inconclusa

La política colombiana ha visto cómo líderes que hacían vislumbrar un cambio fueron abatidos en momentos decisivos. Jorge Eliécer Gaitán en 1948; Luis Carlos Galán en 1989; Carlos Pizarro en 1990; y los dirigentes del partido Unión Patriótica, víctimas de un exterminio político que la Corte Interamericana calificó como sistemático.

Uribe Turbay es un símbolo que trasciende su trayectoria individual; hoy nos recuerda que ni en Colombia ni en ningún otro Estado puede utilizarse la eliminación del adversario como método político. Su vida reflejó la idea de que la oposición implica disentir, debatir y confrontar con argumentos. En ese sentido, su presencia –y ahora su ausencia– interpelan a un país que solo puede sostener su democracia si el disenso se preserva como derecho y no se convierte en una sentencia de silencio.

Estado, soberanía y democracia bajo presión

La desaparición de un líder plantea algunas preguntas: ¿puede el Estado cumplir su deber de garantizar la vida y la participación política sin temor? El Estado, definido por su territorio, población y poder soberano, pierde legitimidad cuando uno de esos pilares –la seguridad– se quiebra.

El politólogo italiano Giovanni Sartori advertía que la democracia no se sostiene solo en elecciones periódicas, sino en un ecosistema de libertades y garantías que permiten que la oposición exista sin amenazas. Por su parte, el estadounidense Robert Dahl hablaba del “gobierno de muchos” y subrayó que el pluralismo político es un requisito para cualquier poliarquía funcional.

La muerte de Uribe Turbay no es únicamente una tragedia personal o partidista; es un golpe a estos ideales.

Este asesinato pone en cuestión la soberanía colombiana. Esto es, la autoridad suprema del Estado sobre su territorio y su población. Cuando actores armados, redes criminales o ideologías intolerantes logran restringir la acción política, la soberanía se convierte en un concepto incompleto. Y aquí emerge el riesgo de los nacionalismos exacerbados y la tentación de cohesionar al pueblo excluyendo a quienes piensan distinto, debilitando así el concepto de nación como comunidad plural.

Nacionalismo y el riesgo del enemigo interno

La historia latinoamericana ofrece lecciones claras. El nacionalismo ha sido fuerza liberadora en procesos de independencia, pero también una herramienta para justificar persecuciones políticas. La literatura regional lo ha mostrado con precisión. Mario Vargas Llosa –escritor, ensayista, político– ya advirtió contra los proyectos que, en nombre de la nación, sofocan la diversidad.

En Colombia, la desaparición de un opositor abre un vacío que, si no se maneja con compromiso democrático, puede llenarse con discursos que buscan unidad a través del miedo. Ese es el punto en el que la nación corre el riesgo de convertirse en un relato excluyente, donde la discrepancia se interpreta como traición.

Memoria y advertencia

La vida y la muerte de Miguel Uribe Turbay dialogan con la advertencia final de Cien años de soledad: Macondo no se desvaneció por falta de historia, sino por exceso de olvido. Gabriel García Márquez, que narró en Noticia de un secuestro el drama de la familia Turbay, entendía que la memoria no es solo recordar hechos, sino también impedir que se repitan.

En la política colombiana, olvidar un asesinato político es permitir que la historia vuelva a escribirse con las mismas armas. Uribe hizo de su trayectoria una apuesta por la vía institucional, incluso después de que la violencia tocase de lleno a su familia. La nación no debería dejar que se pierda esa parte de su legado.

Un compromiso que trasciende ideologías

Más allá de sus posturas políticas –algunas controvertidas para sus críticos, emblemáticas para sus partidarios–, Uribe representaba una pieza del pluralismo que la Constitución de Colombia de 1991 buscó garantizar. Sin voces divergentes, la democracia se empobrece y la ciudadanía pierde su derecho a un debate amplio y real.

Su ausencia es, por tanto, una pérdida para el conjunto de la nación, no solo para un sector político. Como señalaba el politólogo y filósofo Isaiah Berlin, la libertad requiere no solo de leyes e instituciones: también necesita un espíritu público que la defienda incluso frente a sus excesos. La tarea de preservar ese espíritu no corresponde únicamente al Estado, sino también a la sociedad civil, que debe rechazar cualquier intento de normalizar lo inaceptable.

Colombia, que ha sobrevivido a guerras, magnicidios y pactos incumplidos, enfrenta una vez más el reto de decidir si su historia será repetición o transformación. En pocas semanas será clave que todos los actores democráticos estén a la altura.

Las elecciones al Congreso serán el 8 de marzo de 2026, mientras que las presidenciales tendrán lugar el 31 de mayo siguiente. Este período que comienza ahora necesita de actores conscientes de su responsabilidad. Defender la democracia no es esperar resultados, sino comprometerse con cada voto, debate y participación ciudadana consciente.

The Conversation

Sergio Andrés Morales-Barreto no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Muere Miguel Uribe Turbay y la democracia colombiana pierde una voz para la disensión y el debate – https://theconversation.com/muere-miguel-uribe-turbay-y-la-democracia-colombiana-pierde-una-voz-para-la-disension-y-el-debate-262980

El genocidio olvidado de Namibia: cómo los alemanes cazaron y asesinaron a los bosquimanos

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Robert J. Gordon, Emeritus Professor, University of Vermont and Research Associate, University of the Free State

El genocidio de los pueblos ovaherero y nama de Namibia a manos de las fuerzas coloniales alemanas (1904-1907) está ampliamente documentado. Pero se habla mucho menos de lo que vino después: el genocidio de los bosquimanos del país, también conocidos como los san.

En 1992, el antropólogo Robert J. Gordon publicó un libro hablando del mito de los bosquimanos y la creación de una clase marginada en Namibia, recientemente reeditado.


La cuenca del Kalahari, en el sur de África, es una de las zonas etnográficas (áreas con culturas distintas) más ricas del mundo. La región alberga algunas de las lenguas más antiguas que aún existen y la diversidad genética que se encuentra en la zona indica que es el hogar de una de las poblaciones ancestrales originales del mundo.

La palabra “bosquimano” se utiliza como término genérico que engloba a más de 200 grupos étnicos. No existe un bosquimano típico, sino que constituyen una miscelánea de grupos fluidos. Muchas comunidades locales prefieren el término bosquimano en lugar de la categorización oficial de “san” y “marginales”. De hecho, el término “san”, proveniente de la lengua khoekhoegowab, significa lo mismo que bosquimano.

En general, se trata de personas sociables con una fuerte tendencia a compartir. Antes de la colonización, los bosquimanos vivían como cazadores-recolectores, vagando por el paisaje. Tenían un concepto diferente de la propiedad, no deseaban ni dinero ni ganado; eran incontrolables y, por ello, se les trataba como animales y se les sometía a la aniquilación.

Pánico a la ‘plaga de bosquimanos’

La actual Namibia fue una colonia alemana desde 1884 llamada África del Sudoeste alemana. Como resultado de la genocida guerra herero-nama de 1904-1907, Alemania consiguió fomentar la colonización.

El arco noreste del territorio, que se extiende desde Otavi hasta Gobabis, con Grootfontein como epicentro, sirvió de imán para los colonos: con una línea ferroviaria recién terminada, minas, un vasto potencial agrícola y tierras accesibles. Solo en Grootfontein, el número de granjas de colonos aumentó de 15 en 1903 a 175 en 1913. Casi todas estas ganaderías se encontraban en tierras ocupadas por los bosquimanos.

Los colonos pronto se vieron en apuros. En 1911, los titulares de la prensa namibia hablaban de una “plaga de los bosquimanos”. Dos elementos alimentaron el pánico. En primer lugar, el asesinato de un policía y varios granjeros blancos. En segundo lugar, se suponía que las actividades de los bosquimanos estaban obstaculizando el flujo de trabajadores migrantes contratados, muy necesarios, procedentes de las regiones de Owambo y Kavango para trabajar en los yacimientos de diamantes recién descubiertos de Luderitzbucht. La Cámara de Minas quería “sanear” la zona.

En consecuencia, el gobernador alemán ordenó que se disparara a los bosquimanos [si se creía que intentaban resistirse al arresto por parte de funcionarios o colonos]. Entre 1911 y 1913 se desplegaron más de 400 patrullas antibosquimanas que cubrían unos 60 000 km².

Pero los colonos y las autoridades consideraron que estas medidas eran insuficientes y continuaron aterrorizando a los bosquimanos sin recibir ni una simple reprimenda. Las “cacerías de bosquimanos” continuaron hasta la toma del territorio por Sudáfrica en 1915, cuando el país pasó a llamarse África del Sudoeste.

No sabemos cuántos bosquimanos murieron, pero, como explico en mi libro, las estimaciones oficiales sitúan el número de bosquimanos en 1913 entre 8 000 y 12 000. En 1923 eran 3 600. Esto da una idea de la magnitud de las matanzas.

Lo que alimentó el genocidio fue el espíritu colonizador. El ethos dominante era el de un asedio, de sentirse amenazados por fuerzas externas impredecibles. Los granjeros, atraídos por las generosas ayudas y subvenciones del Gobierno, eran en su mayoría soldados licenciados, mal entrenados en la agricultura, carentes de conocimientos locales esenciales y educados en la arrogancia racista. La situación generó inseguridad, miedo e hipermasculinidad.

Los bosquimanos, con su reputada habilidad para camuflarse y rastrear y cazar con flechas envenenadas para las que no se conocía antídoto, personificaban su peor pesadilla mientras intentaban establecer su dominio en sus granjas aisladas. Considerados una especie de presas depredadoras, los bosquimanos debían ser exterminados como grupo: es decir, un genocidio.

Lo que sucedió después del genocidio

La represión continuó bajo el régimen sudafricano desde 1915 hasta la independencia en 1990, aunque de forma menos extrema. Se ilegalizó la posesión de arcos y flechas bosquimanos. Los bosquimanos fueron despojados progresivamente de su territorio para dar paso a reservas de caza y granjas de colonos.

Aún en la década de 1970 la administración seguía pensando en reubicar a 30 000 bosquimanos en la denominada Bushmanland, creada artificialmente, que constituía el 2 % del territorio que habían ocupado anteriormente.

La gran mayoría permaneció en sus zonas tradicionales, ahora bajo el dominio de los granjeros colonos, donde se hundieron en una situación de servidumbre. Con la independencia de Namibia, la situación empeoró. Las nuevas leyes laborales establecieron un salario mínimo, lo que hizo que no fuera rentable mantener a los trabajadores bosquimanos. Muchos granjeros se dedicaron a la caza mayor o vendieron sus tierras a granjeros negros que preferían contratar a sus parientes.

El resultado fue que los bosquimanos se vieron obligados a trasladarse a zonas comunales o a asentamientos informales en los alrededores de las ciudades, donde malviven en condiciones precarias.

¿Dónde se encuentra esta población hoy en día?

Actualmente, los bosquimanos se encuentran en diferentes situaciones de servidumbre, realizando en su mayoría trabajos de baja cualificación en las regiones del norte y el noreste, donde antaño eran los habitantes ancestrales. El Gobierno está tratando de ayudarlos, principalmente con subsidios sociales y unas pocas granjas de reasentamiento superpobladas.

Si buscamos “bosquimanos namibios” en internet, aparecen innumerables imágenes idealizadas de bosquimanos con trajes tradicionales cazando y rastreando. Estas narrativas, en gran parte fruto de la promoción turística, refuerzan el mito de los bosquimanos “puros”. La historia del genocidio y la servidumbre queda totalmente borrada.

The Conversation

Robert J. Gordon no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. El genocidio olvidado de Namibia: cómo los alemanes cazaron y asesinaron a los bosquimanos – https://theconversation.com/el-genocidio-olvidado-de-namibia-como-los-alemanes-cazaron-y-asesinaron-a-los-bosquimanos-262898

Cuidado con la fatiga del escándalo: si la corrupción le abruma, busque ‘periodismo de precisión’

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Miguel Ángel Sánchez de la Nieta Hernández, Profesor contratado doctor en el Grado en Periodismo, Universidad Villanueva

Collagery/Shutterstock

En el ensayo El fracaso de la república de Weimar, el periodista e historiador Volker Ullrich plantea una pregunta inquietante cuando se contempla desde hoy: ¿cómo pudo desmoronarse con tanta facilidad la democracia alemana en los años 30?

Su respuesta no apunta a un destino trágico, sino a una serie de decisiones evitables. “Nada estaba escrito”, insiste. Si algunos jueces y políticos –yo añadiría periodistas– hubieran actuado con mayor claridad, Adolf Hitler podría haber sido solo uno más entre muchos agitadores radicales que han existido.

Esa observación encierra una advertencia útil para nuestro época: la democracia puede fallar por exceso de confianza. Cuando confundimos solidez institucional con estabilidad automática, basta un soplo –una crisis, una renuncia colectiva a vigilar– para que el edificio se venga abajo como un castillo de naipes.

La vigencia del cuarto poder

Ahora bien, no pretenden estas líneas alimentar el pesimismo. Si algo ha mejorado desde los días de Weimar es la capacidad que hoy tienen las democracias para fiscalizar el poder. En particular, el periodismo, como elemento de contrapoder, cuenta con más recursos y eficacia que nunca en defensa del Estado de derecho.

El llamado cuarto poder opera hoy en un ecosistema completamente distinto. Las leyes de transparencia, los portales de datos abiertos, las redes internacionales de colaboración entre periodistas, ONG y fiscalías, así como las herramientas de análisis de datos y el uso de inteligencia artificial han transformado profundamente la forma en que se investiga y se informa.

Estamos —aunque no siempre lo percibamos— en una especie de edad de oro de la trazabilidad informativa.
Un político que oculte patrimonio, manipule licitaciones o canalice donaciones irregulares a través de fundaciones pantalla se arriesga a ser descubierto no ya en años, sino en cuestión de horas. No por azar, sino porque hay periodistas formados para cruzar registros, rastrear operaciones, automatizar búsquedas y detectar patrones que antes permanecían ocultos.

Herederos del periodismo de precisión

Este cambio metodológico no es reciente. En los años 70, el periodista estadounidense Philip Meyer anticipó la evolución del oficio al proponer lo que llamó periodismo de precisión. Apostaba por incorporar los métodos de las ciencias sociales al trabajo periodístico: estadísticas, encuestas, bases de datos.

Hoy esa visión es ya una realidad. Tanto desde los grandes medios tradicionales como desde proyectos independientes, se asiste a un resurgir de la verificación, la contrastación y el periodismo colaborativo como ejes del control al poder.

A esto se suma otro fenómeno: las sociedades hiperconectadas no solo amplifican el discurso populista; también permiten una fiscalización ciudadana y mediática casi inmediata.

Cualquier decisión polémica, cualquier documento filtrado o declaración engañosa puede circular y ser analizada en tiempo real por expertos, medios y usuarios con acceso a herramientas de análisis y fuentes abiertas.

Fatiga del escándalo

Pero no todo son buenas noticias. Porque la eficacia de estos mecanismos depende también del estado de la ciudadanía. Y aquí aparece un riesgo sutil, pero creciente: la saturación de escándalos.

Si todo es escándalo, nada lo es. Cuando la corrupción se presenta como ubicua, cuando los titulares sobre irregularidades se suceden sin pausa en no pocos países, puede llegar a producirse un efecto paradójico: lejos de provocar una ciudadanía más exigente, se genera indiferencia, cinismo, desmovilización. Es lo que algunos estudios llaman fatiga del escándalo.

La repetición, la aceleración informativa, la ausencia de contexto y la pérdida de jerarquía noticiosa terminan vaciando de sentido el papel del periodismo como generador de inteligencia pública.

Hoy, el problema ya no es solo que el poder mienta, sino que la ciudadanía se resigne a que así sea. La abundancia de información, por sí sola, no garantiza una comprensión más clara de la realidad. Al contrario: sin mediación profesional, sin criterios editoriales sólidos, sin una narrativa que ordene y jerarquice, la información se transforma en ruido. Y el ruido es terreno fértil para la apatía democrática.

Por eso, aunque celebremos los avances en transparencia y periodismo de datos, debemos estar atentos a otro tipo de erosión: la que proviene no del secretismo, sino de la sobreexposición. Una que convierte la denuncia en espectáculo, y el escándalo en rutina.

El periodismo debe seguir desvelando tramas, sí. Pero también tiene la responsabilidad de cuidar su forma y su fondo. Aportar contexto. Explicar qué está en juego. Distinguir lo anecdótico de lo esencial. Resistirse al titular fácil. Porque, como advertía Ullrich, todo puede cambiar a peor en muy poco tiempo. Y si la sociedad se anestesia ante la mentira, el siguiente “demagogo carismático” podría encontrar la puerta abierta.

La respuesta desde el periodismo público

Existe un enfoque del periodismo muy adecuado para hacer frente a esta deriva de la sociedad. Nacido desde las intuiciones de Jay Rosen y Davis Merrit en los años 90, el Public Journalism no se conforma con levantar alfombras; quiere que el ciudadano mire debajo de ellas y decida barrer.

Frente a la fatiga del escándalo –ese hartazgo que anestesia– propone relatos que no solo denuncien, sino que convoquen. Sustituye el grito repetido por el diálogo fértil. Da voz a la comunidad y convierte el dato en carne: lo baja a tierra, lo humaniza. Así, donde hay riesgo de apatía, cultiva responsabilidad compartida.

En tiempos de sobreinformación y ruido, este periodismo sereno rescata lo esencial: el sentido. No reduce la verdad al clic ni la urgencia al escándalo. Apuesta por el contexto, la conversación y el compromiso. No quiere espectadores irritados, sino vecinos implicados. Porque sin ciudadanos despiertos, ni la mejor exclusiva cambia nada. Y sin alma, ni la verdad más verificada conmueve.

The Conversation

Miguel Ángel Sánchez de la Nieta Hernández no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Cuidado con la fatiga del escándalo: si la corrupción le abruma, busque ‘periodismo de precisión’ – https://theconversation.com/cuidado-con-la-fatiga-del-escandalo-si-la-corrupcion-le-abruma-busque-periodismo-de-precision-260647

¿Neutro es siempre sinónimo de equilibrio?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Laura Culleré Varea, Profesora titular de la Facultad de Ciencias de la Salud., Universidad San Jorge

Lothar Drechsel/Shutterstock

Al escuchar la palabra ácido todos pensamos en alimentos como los cítricos o el vinagre (ácido acético) que generan en nuestro paladar sensación de acidez. Sin embargo, el concepto contrario, denominado basicidad o alcalinidad, no se asocia de forma tan directa ni fácil con una sensación en el paladar. Y, por lo tanto, resulta algo más desconocido.

Solo aquellos que están familiarizados con el mundo de la química relacionan este concepto con productos como la lejía (perclorato sódico) o el amoniaco. Sin olvidarnos del bicarbonato, que muchos utilizan para combatir el exceso de acidez tras una mala digestión.

Para comprender en qué consisten las sustancias ácidas y las básicas resulta imprescindible introducir el concepto de pH. Se trata de un índice o coeficiente que nos permite cuantificar cómo de ácida es una sustancia, sin ambigüedades del tipo “mucho”, “poco”, “bastante” o “apenas”. La escala numérica de pH va desde 0 hasta 14, de tal manera que valores inferiores a 7 son indicativos de acidez (y cuanto más bajos, mayor es la acidez), mientas que valores superiores a 7 están relacionados con la basicidad o alcalinidad (y de nuevo, cuanto mayor es el valor, mayor es la basicidad). El punto intermedio, 7, es considerado pH neutro.

En otros ámbitos de la vida más humanísticos, una situación neutral implica que existe un equilibrio. Pero ¿ocurre lo mismo con el pH? Lo cierto es que no. Un pH neutro no es necesariamente “ideal” en todas las circunstancias. Especialmente cuando nos referimos a nuestro organismo.

Un mosaico de pHs en nuestro cuerpo

El pH tiene mucha importancia en el ámbito de la salud. Nuestro cuerpo no tiene un único pH que represente a todos nuestros órganos, sino que cada uno de ellos tiene su pH óptimo, que no siempre es el neutro. Y no alterarlo ayuda a evitar patologías o anomalías.

Por ejemplo, el estómago tiene pH ácido debido a su alto nivel de ácido clorhídrico (HCl), imprescindible para poder digerir de forma adecuada los alimentos. Cuando este nivel se altera y muta a un pH alcalino, pueden crecer microorganismos causantes de infecciones bacterianas.

La saliva suele tener un pH alrededor de 6,5 a 7. Valores inferiores pueden ser indicativo de malas digestiones. Además, pHs alterados en la saliva pueden predisponer a padecer problemas bucales como gingivitis o caries. De ahí que las pastas dentífricas deban presentar un pH ligeramente ácido para inhibir el crecimiento de las bacterias responsables de placas y caries. Sin embargo, si el pH es excesivamente ácido, puede ocasionar daños en el esmalte.

El pH de la piel no es realmente neutro

En una persona sana, el pH de la orina puede oscilar entre 4,5 y 8. Valores más básicos podrían ser indicativo de una infección urinaria, y valores más ácidos pueden ser una consecuencia de padecer gota.

El pH de la piel ronda el 5,5, y por esta razón los productos de higiene suelen tener este pH. En las etiquetas de los geles es habitual encontrar el indicador pH neutro, pero hacen referencia al pH propio de la piel y no a pH 7. En cuanto a los champús, tienen un pH comprendido entre 4,5 y 6. De no ser así, podrían causar irritación o resecar el cuero cabelludo.

En cuanto a la sangre, mantiene el pH dentro de un intervalo muy estrecho (7,35 – 7,45). Por encima o debajo de estos valores se pueden dar situaciones incompatibles con la vida.

Definitivamente, hablando de pH y salud, el término neutro deja de ser sinónimo de equilibrio.

The Conversation

Laura Culleré Varea no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ¿Neutro es siempre sinónimo de equilibrio? – https://theconversation.com/neutro-es-siempre-sinonimo-de-equilibrio-258939

¿Escuchar música o tenerla de fondo? La educación musical en tiempos de ‘streaming’

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Paloma Bravo-Fuentes, Profesora sustituta interina del área de Didáctica de la Expresión Musical, Universidad de Jaén

Yullia Lypai / Shutterstock

Vivimos rodeados de música. Nos acompaña en el supermercado, en el coche, mientras estudiamos, trabajamos o incluso, descansamos. Gracias a plataformas de escucha en streaming y redes sociales, nunca antes había sido tan fácil tener acceso a cualquier canción en cualquier momento. Sin embargo, ¿estamos realmente escuchando? ¿O simplemente dejamos que la música suene como un fondo más en nuestra vida saturada de estímulos?

Algunas investigaciones apuntan a que plataformas como Spotify fomentan una forma de escucha predominantemente pasiva. En lugar de elegir qué oír, muchos usuarios se limitan a escuchar listas de reproducción generadas algorítmicamente o diseñadas para ambientes específicos (como “música para estudiar”), lo que convierte a la música en un mero fondo sonoro. Esta práctica despoja a la música de su papel como objeto de atención, relegándola a un acompañamiento funcional que apenas requiere implicación emocional o cognitiva por parte del oyente.




Leer más:
¿Cómo socializamos con la música?


Muchos estudios han analizado cómo la era del streaming ha transformado nuestra relación con la música, instaurando un modelo de consumo fragmentado y efímero. La accesibilidad inmediata a millones de canciones no se ha traducido en una mayor profundidad de escucha, sino en una sobrecarga de disponibilidad que banaliza la experiencia auditiva. La música está más presente que nunca en nuestras vidas, pero es posible que la estemos escuchando menos atenta o reflexivamente.

Fragmentos virales en Tiktok

Este fenómeno se acentúa en redes sociales como TikTok, donde la música se convierte en un recurso visual y emocional al servicio de contenidos breves, pensados para captar la atención en apenas unos segundos. Los fragmentos musicales más virales suelen ser de apenas 15 o 30 segundos, y su función no es tanto ser escuchados como generar impacto inmediato, facilitar un reto viral o acompañar una coreografía, independientemente del contenido de las letras de las canciones que incluye.

Así, la música deja de ser un fin en sí mismo y se convierte en un medio para otros fines, lo que contribuye aún más a su descontextualización y a la pérdida de profundidad en la experiencia estética.




Leer más:
12 discos para escuchar en vacaciones sin hacer nada más


La escucha activa y la atención

En este contexto de abundancia musical y dependencia del algoritmo, la educación musical puede y debe ayudarnos a reaprender a escuchar de manera crítica y consciente. Escuchar críticamente no significa convertirnos en expertos, sino prestar atención activa a lo que oímos, reflexionar sobre las letras y entender el contexto cultural de cada canción.

Hoy más que nunca, es necesario cultivar esa escucha atenta. Las plataformas priorizan algoritmos que nos proponen canciones similares a lo que ya escuchamos, creando burbujas musicales que limitan nuestra exposición a la diversidad musical.

La importancia de la letra

Muchas canciones que triunfan en listas de éxitos incluyen letras que reproducen estereotipos de género, mensajes de violencia o modelos de relaciones tóxicas y que, sin embargo, consiguen viralizarse en las redes.




Leer más:
Diccionario para bichotes: Cómo evitar malentendidos al escuchar reguetón


La escucha crítica permite darse cuenta de estos contenidos y decidir de manera consciente si la queremos consumir y compartir.

Actividades para fomentar la curiosidad musical

En las aulas, la educación musical ofrece un espacio privilegiado para entrenar esta escucha activa. A través de actividades sencillas se puede fomentar en niños y jóvenes la curiosidad, el pensamiento crítico y el gusto estético musical.

Por ejemplo: analizar las letras de canciones que escuchan los propios alumnos y alumnas a diario, proponiéndoles identificar qué emociones transmiten, qué valores promueven y si existen estereotipos o mensajes problemáticos.

Otra opción consiste en comparar dos canciones que aborden un mismo tema (como el amor, el éxito o el cuerpo), pero desde perspectivas opuestas. A partir de esta comparación, se puede reflexionar sobre el impacto que sus mensajes pueden tener en quienes las escuchan, además de comprender distintas formas de narrar una misma realidad.

Escucha activa en casa

Esta tarea no es exclusiva de la escuela: también en casa podemos hacer el ejercicio de detenernos a escuchar con atención, conversar sobre lo que transmite una canción, e incluso descubrir nuevos géneros musicales.

Por ello, es fundamental ir más allá de la teoría y proponer ejemplos concretos que ayuden a ejercitar esta escucha activa, especialmente en relación con las letras de las canciones que consumimos de forma automática.




Leer más:
Los estudiantes no pueden vivir sin música: cómo acercar la que enseñamos a la que escuchan


Escuchar juntos una canción que les guste, leer su letra en voz alta y preguntarse qué dice realmente la canción (y si estamos de acuerdo con lo que plantea) permite abrir un espacio de conversación y desarrollo de la conciencia crítica sobre lo que se consume a diario a nivel musical. Esta toma de conciencia no busca censurar sino empoderar al oyente para decidir qué música quiere incorporar en su día a día.

En definitiva, aprender a escuchar en este mundo saturado de música es una habilidad valiosa que permite disfrutar de lo que oímos y desarrollar un pensamiento crítico en un entorno donde muchas veces simplemente oímos pero no escuchamos.

The Conversation

Paloma Bravo-Fuentes no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ¿Escuchar música o tenerla de fondo? La educación musical en tiempos de ‘streaming’ – https://theconversation.com/escuchar-musica-o-tenerla-de-fondo-la-educacion-musical-en-tiempos-de-streaming-262577

Esperando a las Perseidas: qué ver en el cielo de una noche de verano

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Víctor Lanchares Barrasa, Profesor de Matemática Aplicada, Universidad de La Rioja

Lluvia de meteoros Perseidas atraviesan un cielo en 2024. A la izquierda, el resplandor rosáceo de la aurora. La galaxia de Andrómeda aparece en la parte superior, justo a la izquierda del centro NASA/Preston Dyches, CC BY

A partir del 11 de agosto llegará el gran momento de Las Perseidas, el sueño popular de las estrellas fugaces. Nada mejor que una noche templada de verano, lejos de las luces de la ciudad, al amparo de la mayor oscuridad posible, para esperarlas. El paso de las horas, mientras llegan, hará que desfilen ante nosotros seres mitológicos en forma de constelaciones, que nuestros antepasados dibujaron entre las estrellas y les sirvieron como brújula, reloj y calendario.

Algunas apps ayudan a interpretar lo que vemos y nos permiten localizar objetos celestes desde el móvil de modo muy sencillo. Entre ellas Sky view para IOS/Android, Stellarium para IOS/Android (esta tiene una versión para ordenador y tablet completísima) y Google Sky Map para Android.

La espina dorsal del cielo

Con ayuda de una de estas aplicaciones o sin ella, destaca en estas noches estivales la espina dorsal del cielo, una banda de un resplandor suave, que se extiende desde el noreste hasta el sur-suroeste. Se trata de la Vía Láctea. Debe su nombre a un mito griego según el cual no es más que la leche derramada por la diosa Hera cuando apartó a Heracles mientras mamaba con fuerza de su pecho.

El nacimiento de la Vía Láctea del pintor Peter Paul Rubens (1636), que se encuentra en el Museo del Prado.
Wikimedia commons, CC BY

En realidad, la Vía Láctea es una agrupación de miles de millones de estrellas que conforman la galaxia en la que vivimos. Nosotros nos encontramos dentro del disco que contiene la mayoría de las estrellas y, cuando miramos en la dirección de este disco, lo vemos como una franja de brillo tenue generada por la combinación de la luz de innumerables estrellas, demasiado distantes como para ser detectadas individualmente a simple vista.

Esta banda es más brillante en el cielo de verano, cuando miramos hacia el centro de la galaxia, que se encuentra en la constelación de Sagitario, cerca del horizonte, en dirección sur-suroeste. Aquí arranca el segmento más brillante de la Vía Láctea, que se extiende hasta la constelación del Cisne, cerca del punto más alto del cielo.

La Vía Láctea desde un lugar sin contaminación lumínica.
Pexels, CC BY

Miles de soles, de Sagitario a Cisne

Sagitario y Cisne tienen estrellas brillantes y patrones estelares sorprendentes a simple vista, pero también albergan muchas maravillas adicionales.

No hay nada que nos pueda causar mayor satisfacción como observadores que recorrer lentamente el camino que va de Sagitario al Cisne con unos prismáticos. De hecho, ninguna constelación en ningún otro lugar del cielo puede igualar a estas dos en cuanto a cantidad de nebulosas y estrellas en el campo de visión de un pequeño instrumento óptico. Con su ayuda, descubriremos un asombroso panorama de miles de soles, adornado de nubes brillantes e increíbles enjambres y racimos de estrellas que seguro no nos dejarán indiferentes.

Localizada la constelación del Cisne, si pudiéramos ver con ojos de grandes telescopios, observaríamos este complejo nebuloso, NGC 6914, a unos 6.000 años luz de distancia, en las profundidades de la Vía Láctea.
Fundación Descubre , CAHA , OAUV , DSA , Vicent Peris ( OAUV ), Jack Harvey ( SSRO ), Juan Conejero ( PixInsight ), CC BY

El triángulo del verano: Lira, Águila y Deneb

El Triángulo del verano: Vega, Deneb y Altair se convierten en las superestrellas del hemisferio norte durante las noches de agosto.
IAC/Vicent Peris, CC BY

Entre Sagitario y el Cisne se sitúan las constelaciones de la Lira y el Águila, que reconoceremos gracias a sus estrellas principales, Vega y Altair.

Vega, en la Lira, es la quinta estrella más brillante del cielo. La encontraremos casi encima de nuestra cabeza en una orilla de la Vía Láctea. En la otra orilla, en el Águila, se encuentra Altair, la duodécima en cuanto a brillo de todas las estrellas y cuyo nombre asociamos a uno de los caballos de Ben Hur. Vega y Altair, junto a Deneb, la estrella principal del Cisne, forman lo que se denomina el triángulo de verano, un patrón de estrellas fácilmente reconocible que preside las noches estivales.

Casiopea, la esposa de un rey etíope

Casiopea y varios de sus objetos, imagen de la app Stellarium.
Stellarium, CC BY

Siguiendo la Vía Láctea hacia el horizonte noreste, a poca altura a primera hora de la noche pero elevándose a medida que pasan las horas, se encuentra la constelación de Casiopea. Recibe su nombre de la esposa bella y vanidosa del rey etíope Cefeo, que reina junto a ella muy cerca del polo celeste, donde se encuentra la estrella polar.

No es ésta una estrella muy brillante, y para localizarla se usa la constelación más emblemática del hemisferio norte, la Osa Mayor. Suele verse como un carro formado por siete estrellas brillantes que nunca se oculta bajo el horizonte. Prolongando unas cinco veces la distancia que une las dos estrellas más alejadas de la vara del carro, se llega a la estrella polar, dentro de la Osa Menor, que tiene una configuración similar a la Osa Mayor, pero con estrellas más débiles.

A partir de la Osa Mayor, y siempre mediante alineaciones de estrellas, es posible recorrer el resto del cielo de verano. Así, prolongando el arco que forma la vara del carro, llegamos a Arcturus, una estrella de color anaranjado, la cuarta más brillante de todas, y usada en la antigüedad para las labores agrícolas. En la obra “Los trabajos y los días” de Hesíodo podemos leer:

Cuando Orión y Sirio lleguen al centro del cielo, y Aurora de dedos rosados vea a Arturo, ¡oh Perses!, entonces corta todos los racimos y llévalos a casa.

El reino de Arcturus

El tamaño de Arcturus en comparación con el Sol. A esta escala la Tierra es invisible.
Wikimedia commons, CC BY

Arcturus está en la constelación del Boyero, que nos servirá de trampolín para ir a la Corona Boreal, Hércules y a la zodiacal Virgo, ya desapareciendo por el oeste.

Camino para encontrar a Arcturus en el cielo nocturno a partir de la Osa Mayor.
Wikimedia commons, CC BY

Desde aquí, siguiendo hacia el este por el horizonte, nos encontraremos con Libra, con sus dos estrellas principales con los sugerentes nombres Zubenelgenubi y Zubeneschamali, literalmente las pinzas del escorpión. Antiguamente, estas dos estrellas formaban parte de la vecina Escorpio, donde destaca el brillo anaranjado de Antares, una supergigante roja, con un tamaño tan grande que, puesta en lugar del Sol, su borde exterior se extendería más allá de la órbita de Marte.

Continuando hacia el este, regresaríamos a Sagitario, donde hemos comenzado nuestro recorrido. Por el camino hemos dejado algunas constelaciones como el Dragón, el Delfín, Ofiuco y otras más, que con el tiempo podremos aprender a identificar.

Recreación de la gigante roja Antares, en la constelación de Escorpio. La estrella agonizante que se está convirtiendo en supernova.
ESO, CC BY

Y, al fin, la llegada de Las Perseidas

Además de las constelaciones y las maravillas que se ocultan tras la Vía Láctea, las noches de agosto nos pueden brindar la oportunidad de ver una buena cantidad de estrellas fugaces, principalmente procedentes de la región entre Perseo y Casiopea. Son las Perseidas.

Aunque el máximo de actividad se alcanza entre el 12 y 13 de agosto, este año el brillo de la Luna nos impedirá disfrutar de su momento álgido. Sin embargo, las Perseidas seguirán activas hasta finales de agosto y, una vez la Luna mengüe lo suficiente, aún tendremos oportunidad de ver unas cuantas estrellas fugaces. Tantas más cuanto más alto se encuentre en el cielo Perseo, que alcanza su máxima altura alrededor de las 4 de la madrugada, no mucho antes de que comience el crepúsculo matutino en las latitudes medias del norte.

Y mientras observamos estas veloces estelas, podemos reflexionar sobre el hecho de que estos meteoros son restos del cometa Swift-Tutlle, probablemente el objeto más peligroso conocido por la humanidad.

Visto por última vez en su regreso de 1992, su trayectoria podría hacerlo chocar con la Tierra en el futuro. Los expertos aseguran que esto no sucederá en los próximos miles de años. Pero si su núcleo llegase a impactar, probablemente causaría una destrucción mayor que el cometa o asteroide que acabó con los dinosaurios y la mayoría de las especies, hace 65 millones de años.

Con la espera de las estrellas fugaces, la noche de observación se habrá alargado y el paso del tiempo hará que las constelaciones otoñales tomen protagonismo, entre ellas Andrómeda. Aquí se encuentra el objeto más distante visible a simple vista, la galaxia de Andrómeda, a más de dos millones de años luz de distancia. Su contemplación puede ser el mejor cierre para una noche de estrellas de verano.

The Conversation

Víctor Lanchares Barrasa no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Esperando a las Perseidas: qué ver en el cielo de una noche de verano – https://theconversation.com/esperando-a-las-perseidas-que-ver-en-el-cielo-de-una-noche-de-verano-261395