Cuatro maneras de experimentar con la inteligencia artificial en el aula universitaria

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Rosa M. Rodríguez-Izquierdo, Catedrática en Educación en el Dpto. Educación y Psicología Social, Universidad Pablo de Olavide

EF Stock/Shutterstock

Cada día los estudiantes llegan al aula con resúmenes hechos por ChatGPT o ideas esbozadas por algún asistente virtual. Ante esta realidad, surge una pregunta incómoda: ¿qué sentido tiene que nos reunamos en el aula? El aula tradicional pierde sentido como lugar donde se repite lo que ya puede generar una máquina en segundos.

El desafío, entonces, es dejar de preguntarnos “qué voy a enseñar hoy” para pasar a plantearnos “qué vamos a construir juntos”. ¿Cómo lograrlo? Aquí van cuatro formas concretas de transformar el aula en un laboratorio donde se construye conocimiento.

El consultorio de hipótesis

Imaginemos que antes de clase pedimos a los estudiantes que usen inteligencia artificial (IA) para generar una tesis sobre el tema del día. La tarea no es simplemente aceptarla como válida, sino desafiarla.

El reto dialógico comienza en el aula. El tiempo de clase se dedica a que el alumnado comparta lo que la IA entrega y a evaluar sus interacciones con estas herramientas. Los estudiantes discuten sus resultados y evalúan juntos: ¿realmente fue útil esta tecnología? ¿Qué preguntas funcionaron mejor? ¿Cómo nos ayudó a corregir errores y a avanzar nuevas preguntas?

El docente invita al grupo a encontrar los puntos débiles del argumento, los contrargumentos más fuertes, las posibles falacias lógicas o los vacíos de información. Por ejemplo, si la IA generó una tesis que afirma: “El uso de la realidad virtual acelera la curva de aprendizaje de los estudiantes en un 30 % en todas las disciplinas”, la tarea del alumnado es cuestionar esa afirmación. ¿Qué evidencia se presenta para ese 30 %? ¿Aplica por igual a todas las asignaturas? ¿Y en todas las edades?




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El trabajo en el aula se convierte en un diálogo sobre el sentido y los sesgos, usando una respuesta automática para ir más allá, poniéndola en cuestión y explorando fuentes alternativas.

Las sesiones se dividen en bloques de 20-30 minutos: primero comparten lo que trajeron de casa, luego en el aula comienza el desafío de trabajo en grupo, después critican y reconstruyen, y finalmente sintetizan aprendizajes.

El taller de falacias

El docente lanza una provocación sobre un tema polémico. Por ejemplo: “¿Debería legalizarse el cánnabis recreativo?”. Pide al alumnado que use IA para generar argumentos a favor y en contra. Pero aquí viene lo interesante: el trabajo en clase es analizar la lógica de esos argumentos y detectar errores lógicos.

Los estudiantes aprenden a detectar falacias ad hominem, apelaciones indebidas o falsas causalidades. Contrastan la voz artificial con su propio juicio crítico, construyen argumentos más éticos y sólidos basados en evidencia científica.

El aula deja de ser un espacio para recibir respuestas a interrogantes que el estudiante no se ha hecho, y pasa a ser un entorno para poner a prueba y formular las preguntas adecuadas.




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La clase se convierte en un laboratorio retórico donde se entrena la lógica, la ética argumentativa y la capacidad no solo para analizar la forma en que se construyen los argumentos, sino también para desmontar persuasiones artificiales y discernir entre un argumento bien construido y una simple persuasión.

Veamos el caso de una clase de Derecho Digital. El docente plantea a la IA la pregunta: “¿Debería permitirse el uso de reconocimiento facial en espacios públicos para prevenir delitos?”. La IA responde a favor (“aumenta la seguridad y disuade el crimen”) y en contra (“invade la privacidad y fomenta la vigilancia masiva”).

El docente divide al clase en grupos pequeños: mientras que la mitad analiza los argumentos a favor y razona si la IA incurre en una generalización apresurada (asumiendo que más vigilancia siempre equivale a más seguridad), la otra mitad analiza si el argumento en contra comete una falsa dicotomía planteando que la única opción es la vigilancia total.

Posteriormente, reconstruyen de manera colaborativa ambos discursos, matizando los argumentos con conceptos teóricos clave como la necesidad de una regulación clara, la transparencia y la implementación de auditorías ciudadanas. De esta forma, el aula se convierte en un espacio para enriquecer el pensamiento crítico, usando la IA como un simple punto de partida.

La sala de simulación

La IA permite crear escenarios complejos en tiempo real, convirtiendo la clase en un espacio de experimentación colectiva.

Supongamos que el docente propone un caso de estudio real: una crisis económica, un dilema bioético, un conflicto político. En grupos pequeños, el alumnado interactúa con la IA para simular respuestas o desarrollar soluciones alternativas. Mientras tanto, el docente guía el diálogo con preguntas que profundizan en la complejidad de la escena: ¿cómo influye la cultura? ¿Qué riesgos éticos se están ignorando? ¿Qué dice la inteligencia artificial que no dice el contexto real?

Por ejemplo, en una clase de marketing, un grupo simula con IA el lanzamiento de un producto en un mercado emergente. ¿Qué pasa si el precio es bajo? ¿Y si hay competencia local? El reto es que el alumnado descubra que la IA ignora factores culturales cruciales, como los hábitos de compra, la composición del tejido empresarial o el significado cultural de determinados colores.

Físicamente, se elimina la disposición tradicional de filas mirando al frente y se reorganiza el aula en círculos pequeños de 4-6 personas. Idealmente, cada grupo comparte una pantalla para mostrar sus interacciones con la IA.

El laboratorio de creatividad

La IA es excelente generando ideas iniciales, pero el valor surge cuando esas ideas se depuran y evalúan colectivamente. En este escenario, pedimos a los estudiantes que obtengan varias propuestas creativas de la IA (por ejemplo, para una campaña de salud pública). En clase, deben presentar la mejor opción y justificar su elección.

Luego viene el reto: deben defender una idea que no eligieron, obligándolos a cambiar de perspectiva y abandonar su zona de confort. Este ejercicio refuerza habilidades que ninguna IA puede automatizar: empatía argumentativa, juicio colectivo y pensamiento lateral.

Por ejemplo, para una campaña sobre ahorro de agua, la IA genera cinco propuestas. Un estudiante elige la más creativa, pero luego debe defender la más práctica. El docente dirige la conversación, ofreciendo argumentos sobre la originalidad, la viabilidad o el impacto de cada propuesta.

Un aula que recupera su valor

En todos estos formatos, el trabajo con IA comienza antes de llegar al aula pero continúa en la clase, reservando ahora el tiempo para lo que tiene más valor: dialogar, defender ideas, cuestionar, crear juntos. El aula se convierte en un lugar donde los estudiantes no van a “saber”, sino a “aprender a querer saber”.

Así, el aula no solo sobrevive a la inteligencia artificial, sino que recupera su valor como espacio social de inteligencia colectiva. Un lugar donde se cruzan saberes, se disputan ideas y se entrenan capacidades profundamente humanas.

Esta revolución tecnológica nos recuerda algo fundamental: el conocimiento no se recibe, se construye. Y no se construye en soledad.

The Conversation

Rosa M. Rodríguez-Izquierdo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Cuatro maneras de experimentar con la inteligencia artificial en el aula universitaria – https://theconversation.com/cuatro-maneras-de-experimentar-con-la-inteligencia-artificial-en-el-aula-universitaria-262810

Podríamos predecir cómo envejeceremos a través de un análisis de sangre

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Damián González Beltrán, Doctorando FPI-UAM, Universidad Autónoma de Madrid

El envejecimiento empieza a escribirse desde el nacimiento. Se espera que, para el 2050, más de 2 100 millones de personas en el mundo tengan 60 o más años. Por eso, Naciones Unidas ha declarado la Década del Envejecimiento Saludable (2021-2030).

Pero ¿qué significa envejecer de forma saludable? No se trata solo de llegar a una edad, sino de mantener el cuerpo y la mente en buen estado para disfrutar de una mejor calidad de vida. Se trata de sumar vida a los años y no años a la vida. Y para lograrlo, necesitamos cuidarnos desde jóvenes y vivir en entornos que nos ayuden a tener hábitos saludables.

Envejecer no es una mala idea si es con salud

Mucha gente tiene miedo a envejecer. Pero si se piensa en envejecer con una buena calidad de vida, la idea no resulta tan mala. Es como cuidar un coche: si usamos buen combustible, el motor dura más tiempo. En nuestro caso, ese “combustible” son los llamados aminoácidos plasmáticos. Especialmente los de cadena ramificada en su estructura molecular: leucina, isoleucina y valina.

Se denominan ramificados porque la cadena lateral está formada por un carbono que se une a más de un átomo de carbono. Esta característica los diferencia de otros aminoácidos, ya que no tienen cadenas laterales lineales. Además, su importancia radica en que son esenciales, es decir, el cuerpo no puede sintetizarlos por sí mismo y debe obtenerlos a partir de la dieta, estando implicados en la síntesis de proteínas musculares.




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Distintos estudios han analizado cómo ciertos compuestos cambian en nuestro cuerpo a medida que envejecemos. Por ejemplo, se ha observado que algunos aminoácidos como la tirosina aumentan con la edad, mientras que otros como el triptófano, la leucina o la isoleucina disminuyen, lo que podría interpretarse como una señal del proceso de envejecimiento.

Un estudio con casi 900 personas mayores en España

Un reciente trabajo de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) analizó los niveles de nueve aminoácidos en sangre y su asociación con un envejecimiento saludable en 859 personas mayores de 65 años. Ninguna investigación previa había evaluado antes esta relación. Para ello, se tuvieron en cuenta características sociodemográficas, socioeconómicas y de estilo de vida durante 5 años, como la calidad de la dieta, la duración óptima del sueño, el consumo de tabaco, el índice de masa corporal y la actividad física.

Para evaluar el envejecimiento saludable, se aplicó una definición basada en tres dominios:

  1. Retraso en la aparición de enfermedades crónicas.

  2. Funcionamiento físico óptimo.

  3. Preservación de la función cognitiva.

Los resultados fueron determinantes: niveles bajos de ciertos aminoácidos –alanina, isoleucina, leucina y valina– se asociaron con un envejecimiento más saludable. Además, en relación con la dieta, concentraciones bajas de otros aminoácidos como la glutamina, histidina y fenilalanina se asociaron también con un envejecimiento saludable en aquellos con una dieta de alta calidad.

Sin embargo, las personas que llevaban una dieta de mala calidad tuvieron concentraciones plasmáticas más altas de glicina e histidina. Esto
sugiere que, la calidad de la dieta podría moderar la relación entre los niveles de aminoácidos plasmáticos y la forma de envejecer.




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De los aminoácidos a la práctica clínica

Lo revolucionario de estos hallazgos es que podrían ayudar a predecir cómo será nuestro envejecimiento en el futuro a través de un análisis de sangre que mida ciertos aminoácidos. Sería como una herramienta personalizada para la prevención de enfermedades y la mejora de la calidad de vida. Sin embargo, presenta grandes inconvenientes: tanto el coste de estas pruebas como la tecnología avanzada para medir miles de aminoácidos no facilitan su uso en la práctica clínica.

Aunque aún queda mucho por investigar, los resultados son prometedores. Mientras los avances científicos consiguen sortear los desafíos económicos para implementar este avance para la medicina lo importante, por ahora, es hacer todo lo posible por cuidar nuestra salud.

No hay que olvidar que la clave para seguir cumpliendo años y gozar de una buena calidad de vida consiste en comer saludable, hacer ejercicio físico, dormir suficiente y evitar fumar. Pequeñas decisiones de hoy que pueden determinar nuestro bienestar de mañana.

The Conversation

Damián González Beltrán es socio de la Sociedad Española de Epidemiología

Esther Lopez-Garcia es miembro de la Sociedad Española de Epidemiología.

Francisco Félix Caballero Díaz no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Podríamos predecir cómo envejeceremos a través de un análisis de sangre – https://theconversation.com/podriamos-predecir-como-envejeceremos-a-traves-de-un-analisis-de-sangre-261921

Ciencia traslacional: cómo llevar soluciones médicas reales a donde más se necesitan

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Luis Felipe Reyes, Profesor de muy alto prestigio en Enfermedades Infecciosas, Universidad de La Sabana

Atención a una paciente de dengue en un hospital de Río de Janeiro (Brasil). Focus Pix/Shutterstock

En muchas partes del mundo, la distancia entre el descubrimiento científico y su aplicación en los pacientes sigue siendo abismal. Mientras los laboratorios producen avances en biología molecular, inteligencia artificial o terapias génicas, millones de personas en países de ingresos bajos y medios se enfrentan a enfermedades comunes sin acceso a diagnósticos precisos, tratamientos adecuados o medidas de prevención efectivas. ¿Cómo cerrar esa brecha? La respuesta está en la llamada ciencia traslacional.

Este campo, que ha ganado impulso en las últimas dos décadas, busca precisamente eso: transformar los hallazgos de la investigación básica en soluciones médicas concretas, ya sean farmacológicas, biológicas, tecnológicas o quirúrgicas, que mejoren la vida de los pacientes. No se trata solo de generar conocimiento, sino de moverlo, probarlo, adaptarlo y aplicarlo rápidamente en la práctica clínica.

Pero ¿qué significa esto en la realidad de un hospital público en Colombia, una clínica rural en Nigeria o un centro de salud en zonas pobres de Brasil? Aquí es donde la ciencia traslacional tiene el potencial de marcar una diferencia radical, pero también debe hacer frente a desafíos únicos.

Innovar en contextos de escasos recursos

En los países en vías de desarrollo, el reto no es solo inventar nuevas herramientas, sino adaptarlas al contexto local. Las soluciones deben ser simples, accesibles, sostenibles y, sobre todo, pertinentes.

Por ejemplo, un dispositivo de diagnóstico rápido basado en microfluidos (tecnología automática e integrada para identificar la causa de diferentes enfermedades infecciosas) y diseñado en una universidad estadounidense, puede ser modificado por un equipo local para funcionar sin electricidad constante y con insumos disponibles localmente. Es decir, un tratamiento de alto costo puede inspirar una alternativa biotecnológica regional, igual de efectiva pero fabricada con tecnología asequible.

Este proceso de “tropicalización” de la innovación médica es una parte esencial de la ciencia traslacional en contextos de bajos recursos. No obstante, para que esto funcione, se necesitan centros de investigación locales sólidos, conectados tanto con la comunidad científica global como con los sistemas de salud locales.

Centros traslacionales: puentes entre ciencia y salud pública

En países como Colombia, India o Sudáfrica han empezado a surgir centros de ciencia traslacional que reúnen a médicos, biólogos, ingenieros, epidemiólogos y expertos en salud pública para trabajar juntos en resolver problemas concretos. Su enfoque no es solo académico: resulta profundamente pragmático.

Un ejemplo claro es el desarrollo de ventiladores mecánicos de bajo costo durante la pandemia de covid-19, impulsado por equipos multidisciplinarios en universidades latinoamericanas. Otro es el diseño de pruebas moleculares rápidas para tuberculosis o dengue, validadas y producidas localmente.




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Sin embargo, estos avances suelen depender de financiamiento puntual o donaciones externas, y muchas veces no se integran de forma sostenible al sistema de salud. La razón de fondo es estructural: la falta de una estrategia nacional sólida para la ciencia traslacional y, sobre todo, la escasez de expertos formados en este campo.

El cuello de botella: formación en ciencia traslacional

La ciencia traslacional requiere perfiles híbridos: personas que entiendan la biología molecular, pero también los flujos del sistema de salud; investigadores capaces de liderar ensayos clínicos, navegar regulaciones sanitarias y, al mismo tiempo, mantener el rigor científico. En muchos países en desarrollo, formar este tipo de talento es el principal cuello de botella.

La mayoría de los programas académicos siguen formando investigadores de laboratorio o médicos clínicos, pero no integran ambos mundos. Esto dificulta la sostenibilidad de los centros traslacionales y limita su impacto a corto plazo. Por eso, invertir en educación y formación traslacional es una necesidad urgente. No solo en posgrados, sino también en programas de capacitación técnica, alianzas universidad-hospital y redes regionales de colaboración científica.

Una inversión que sale a cuenta

Muchos gobiernos y agencias de cooperación internacional aún dudan en priorizar esta área. Pero los datos muestran que la ciencia traslacional puede ser altamente rentable. Al reducir el tiempo entre el descubrimiento y la aplicación clínica, se mejora la eficiencia del sistema de salud, se evitan tratamientos ineficaces y se acelera la respuesta frente a epidemias.

Además, al impulsar soluciones diseñadas localmente, se reduce la dependencia de tecnologías importadas y se genera capacidad instalada. En otras palabras, la ciencia traslacional es también una estrategia de soberanía en salud.

El futuro: colaboración y compromiso

Para que esto sea una realidad, es necesario un compromiso sostenido de múltiples actores: gobiernos, universidades, hospitales, el sector privado y la comunidad internacional. La creación de redes de ciencia traslacional en América Latina, África y Asia puede ayudar a compartir experiencias, estándares y recursos.

Desde ya, algunos organismos multilaterales han empezado a promover enfoques colaborativos en esta línea. Pero sin centros locales fuertes, sin talento humano preparado y sin voluntad política, la brecha seguirá existiendo.

La ciencia traslacional no es un lujo para países ricos. Es, al contrario, una herramienta esencial para resolver los problemas más urgentes de salud en el mundo real. Y su mayor impacto puede darse precisamente donde más se necesita: en los barrios, hospitales y comunidades que hoy afrontan sus desafíos con más ingenio que recursos.

The Conversation

Luis Felipe Reyes no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Ciencia traslacional: cómo llevar soluciones médicas reales a donde más se necesitan – https://theconversation.com/ciencia-traslacional-como-llevar-soluciones-medicas-reales-a-donde-mas-se-necesitan-261323

Mañana de subjuntivo, tarde de ‘pintxos’: ¿qué es el turismo lingüístico?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Beatriz López Medina, Profesora de Formación para el Bilingüismo y Didáctica de Lenguas Extranjeras. Técnico de Calidad en Educación Superior., Universidad Complutense de Madrid

Alida_Garcia/Shutterstock

Tourists go home. Este mensaje abiertamente hostil forma hoy parte del entorno en poblaciones que años atrás veían en sus visitantes creadores de empleo y activos indispensables para el desarrollo de su zona. Recientemente, en cambio, se hacen eco de campañas contra la gallina de los huevos de oro para la economía de no pocos países. ¿Qué ha cambiado?

El modelo turístico actual ha desembocado en un turismo masivo con consecuencias adversas para los residentes y la calidad ambiental. Se habla de “turistificación” y “gentrificación”, de pérdida de calidad de vida para los residentes, de excesivo consumo de agua y energía o de la homogeneización de un comercio cada vez más orientado al turista; estos son algunos de los males asociados a una actividad con siglos de existencia cuya democratización y masificación nos hace hoy ver el lado malo.




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A pesar de esta percepción tan negativa que, por otra parte, no es nueva, también podemos reconocer que una gran parte de los turistas respetan el entorno y se interesan por las costumbres locales mientras disfrutan del clima y de la gastronomía del lugar elegido para pasar unos días. Algunos de ellos, además, vienen con otros objetivos asociados a distintos tipos de turismo: de aventura, de negocios, ecoturismo, etc. Entre todos ellos, hay uno que posiblemente no haya escuchado nunca: el turismo lingüístico.

Subconjunto de turismo cultural

A pesar de las cifras positivas que lo avalan, el turismo lingüístico es un gran desconocido: una búsqueda simple sobre tipos de turismo (hagan, si quieren, la prueba) arrojará escasos resultados, y la modalidad lingüística simplemente no aparecerá.

Por sus características podría considerarse un subconjunto del turismo cultural, o también podríamos incluirlo en la interacción entre el cultural, el académico y el educativo. Quizá esté llegando la hora de que tenga entidad propia.

¿Qué es el turismo lingüístico?

El turismo lingüístico o turismo idiomático consiste realizar un viaje con el objetivo de aprender (o perfeccionar) una lengua, combinando esta experiencia con una inmersión cultural en destino.

Es una actividad que atrae a perfiles que no solo viajan por un interés personal por la lengua y la cultura, sino también por motivos profesionales o académicos. Además, en los últimos años hay quien se deja llevar por tendencias que llegan desde redes sociales como TikTok o Instagram, mediante prescriptores que recomiendan un destino concreto para dar un paso más en la lengua que estemos aprendiendo.




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Las posibilidades del turismo lingüístico son innumerables: una estancia de unas semanas en Salamanca recibiendo clases de español en una academia, preparar una certificación lingüística y realizar a la vez un curso de posgrado en Lisboa, una semana aprendiendo francés en Burdeos mientras recorremos los viñedos de la zona … La experiencia lingüística se entrelaza con la cultural en un contexto de inmersión, resultando en un proceso de transformación profundo en numerosos aspectos.

Lenguas preferidas

Respecto a las lenguas que resultan más atractivas, en esto no hay sorpresa. Al turista idiomático le atraen principalmente los idiomas de prestigio, que ofrecen más oportunidades profesionales. No es de extrañar, por tanto, que el inglés, el español y el francés se encuentren a la cabeza frente a otras lenguas con menos hablantes o (al menos en teoría) más complejas para el turista idiomático tipo.

Destinos como Reino Unido, Irlanda, España y Francia, por centrarnos en nuestro entorno, que son además culturalmente muy ricos, son imanes para turistas lingüísticos de todo el mundo. Las cuestiones económicas unidas a otras variables como la imagen del país, las conexiones o el clima determinan finalmente la selección del destino y la duración de la estancia porque, ¿por qué no extender unas semanas más el curso de inglés en Malta?

¿Qué diferencia el turista lingüístico de otros tipos?

Al igual que a las comunidades locales, al turista lingüístico le desagradará que los barrios más céntricos de las grandes ciudades transformen sus comercios para adaptarse al gusto del visitante. El visitante idiomático busca lo contrario: la autenticidad, mezclarse con la gente local, vivir la experiencia lingüística y cultural de la forma más genuina posible. Al turista de sol y playa, estos aspectos le importan mucho menos.

La homogeneización de comercios y restaurantes que repiten patrones y productos que encontramos en numerosos lugares del mundo están lejos, por tanto, de esa búsqueda por el contraste con su lugar de origen y sus costumbres.

¿Qué aporta el turismo lingüístico?

La respuesta más inmediata es el beneficio económico. De ahí a que el turismo lingüístico se defina como actividad económica a medida que va posicionándose como activo que genera cada año unos ingresos nada desdeñables.

Así, los indicadores presentados en Fitur Lingua, espacio dentro de FITUR (Feria Internacional del Turismo) dedicado a la promoción del español y al turismo idiomático, dibujan un sector en pleno auge: 602 662 estudiantes internacionales generaron en el curso 2022-2023 casi 6 400 millones de euros en la economía española. La cifra, aunque impactante, deja fuera a los alumnos del Instituto Cervantes y a parte de los estudiantes de las escuelas de español, pero incluye alumnos de grado y máster, estudiantes Erasmus+ entrantes, así como participantes de otros programas de intercambio o movilidad y a los auxiliares de conversación procedentes de EE. UU.

No obstante, más allá del impacto económico, lo que impulsa al turista idiomático es la inmersión lingüística y el entendimiento mutuo entre culturas. Un turismo así, sostenible y respetuoso, quizá no sea la única solución frente a la turistificación, pero sí una de las más prometedoras para que viajar siga siendo un acto de descubrimiento que además preserve la autenticidad de los destinos. Linguistic tourists, come home.

The Conversation

Beatriz López Medina no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Mañana de subjuntivo, tarde de ‘pintxos’: ¿qué es el turismo lingüístico? – https://theconversation.com/manana-de-subjuntivo-tarde-de-pintxos-que-es-el-turismo-linguistico-262573

¿Quién decide el pescado que se come en España?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By María Elena Aramendia Muneta, Profesora en el Área de Comercialización e Investigación de Mercados, Universidad Pública de Navarra

Pescado fresco en el mercado de La Boquería, en Barcelona. Vlas Telino studio/Shutterstock

España, como una de las mayores potencias pesqueras de la Unión Europea, tiene acceso a unos extensos recursos marítimos en su Zona Económica Exclusiva (ZEE). Sin embargo, estas aguas están sujetas a la regulación de la Política Pesquera Común (PPC) de la Unión Europea, un marco normativo diseñado para garantizar la sostenibilidad de las pescas mediante límites de capturas (TAC, por sus siglas en inglés) y cuotas específicas para cada Estado miembro.

La PPC, vigente desde los años 70 y reformada en profundidad con el Tratado de Lisboa en 2009, regula quién pesca, qué especies puede capturar y en qué cantidades. Este sistema intenta prevenir la sobreexplotación, pero también condiciona el pescado que finalmente llega a los mercados y, por ende, a las mesas de los consumidores.

En España, los sistemas de intercambio de cuotas entre países permiten flexibilidad, pero a menudo priorizan intereses económicos sobre la conservación o la diversificación del pescado disponible en los mercados.

Las pesquerías y las especies clave

En un reciente estudio, hemos analizado la evolución de la industria pesquera española durante la última década en el marco de la PPC. Para ello, seleccionamos tres especies representativas por su valor comercial y su relevancia en los mercados españoles: bacalao, merluza y anchoa. A través de estas especies, mostramos cómo las cuotas influyen en las capturas, los desembarcos y la disponibilidad local.

  • Bacalao (Gadus morhua): aunque las cuotas han aumentado desde 2010, las cantidades desembarcadas en puertos españoles han disminuido considerablemente. Esto sugiere que una parte significativa de las capturas se destina a otros mercados internacionales. Sin embargo, el precio por tonelada ha aumentado, lo que indica una demanda persistente aunque limitada por la oferta.

  • Merluza (Merluccius merluccius): durante el período analizado, la merluza presentó una evolución más estable, con picos en los desembarcos hasta 2016. En los últimos años, hemos observado una disminución, reflejo de desafíos en la gestión de cuotas y cambios en las dinámicas de mercado.

  • Anchoa (Engraulis encrasicolus): encontramos que tanto las capturas como los desembarcos han excedido con frecuencia las cuotas asignadas, planteando preocupaciones sobre la sostenibilidad del stock. Aunque la cantidad disponible ha aumentado, el precio por tonelada ha disminuido, lo que indica un exceso de oferta y un menor valor percibido en el mercado.

Gráfico que muestra la evolución de las capturas permitidas para España según la Política Pesquera Común europea
Evolución de las capturas permitidas para el bacalao, la merluza y la anchoa en España según la Política Pesquera Común europea.
Radomska et al., ‘Spanish fishing industry within the common fishery policy’, Marine Policy, 2024, CC BY-SA



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Impacto económico y sostenibilidad

El sistema de cuotas ha tenido un impacto económico desigual. Aunque el precio por tonelada de ciertas especies ha aumentado, las cantidades totales desembarcadas han disminuido, lo que ha reducido los ingresos generales del sector pesquero en España.

Esta situación genera una paradoja: mientras se captura menos, las políticas intentan compensar con precios más altos para los consumidores. No obstante, esto no siempre beneficia a los pescadores, quienes enfrentan altos costes operativos y fluctuaciones en la demanda.

Por ello, observamos que la Política Pesquera Común, diseñada para garantizar tanto la sostenibilidad biológica como económica, presenta limitaciones en su implementación. En el caso de la anchoa, por ejemplo, existe un incumplimiento recurrente de las cuotas asignadas, lo que pone en entredicho la efectividad de las políticas actuales.

Además, la oferta en el mercado interno no siempre refleja la diversidad que el sector pesquero español podría proporcionar, ya que se priorizan los intereses económicos globales sobre el consumo local.

La Política Pesquera Común necesita ajustes

Podemos concluir, por tanto, que el pescado que llega a las mesas de los consumidores españoles no depende únicamente de sus preferencias, sino de un sistema complejo de regulación, comercio internacional e intercambio de cuotas. La PPC, aunque eficaz en términos generales, necesita ajustes para alinear la sostenibilidad biológica con las necesidades del mercado local y la diversificación de las especies disponibles.

El desajuste entre las cuotas, las capturas reales y los desembarcos evidencia la influencia de factores externos, como los mercados internacionales y las políticas de intercambio de cuotas. Esto plantea una cuestión clave: ¿pueden los consumidores realmente elegir su pescado, o están sujetos a las decisiones tomadas en el marco regulador europeo y global?

Para garantizar un acceso equilibrado a los recursos marinos y respetar las preferencias de los consumidores, es crucial reformar las políticas actuales, priorizando la sostenibilidad a largo plazo y promoviendo un mercado más transparente y diverso.


Este artículo se ha escrito con la colaboración de Aleksander Kozinski Radomska.


The Conversation

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

ref. ¿Quién decide el pescado que se come en España? – https://theconversation.com/quien-decide-el-pescado-que-se-come-en-espana-258725

¿Es cierto que ya no se baila en los conciertos?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Cristina Pérez-Ordóñez, Profesora e investigadora, Universidad de Málaga

Concierto de Role Model en el Apolo Club de Barcelona, en diciembre de 2024. Christian Bertrand/Shutterstock

Verano, vacaciones, fiestas y ferias, conciertos, festivales…

A pesar de los esfuerzos que se están realizando por romper la estacionalidad, julio y agosto siguen siendo los meses musicales por excelencia no solo en España sino en toda Europa. Basta con mirar las agendas de eventos de cualquier ciudad del Viejo Continente para comprobarlo.

En la actualidad, la música en directo vive un momento de gran éxito en todo el mundo. Así lo demuestran los datos de facturación por venta de entradas, con casi 35 000 millones de dólares recaudados en 2024 o los más de 70 millones de espectadores que asistieron a algún espectáculo de música en vivo.

En España, el Anuario de la Música en vivo 2025 publicado por la Asociación de Promotores Musicales arroja la misma tendencia: en 2024 se recaudaron más de 725 millones de euros solo en entradas y hubo más de 32 millones de espectadores, entre conciertos y festivales. A ello, hay que sumar el impacto económico generado, que en España se sitúa en casi 4 200 millones de euros.

Además de las múltiples giras de artistas nacionales e internacionales, España es el primer destino de turismo musical del mundo y destaca por el número de festivales de música que se celebran. En 2024 hubo más de 900 repartidos por todo el territorio nacional; Arenal Sound (300 000 asistentes), Primavera Sound (268 000) y Viñarock (240 000) fueron los eventos más multitudinarios. Junto a ellos, las giras de Bruce Springsteen (como artista internacional) y Melendi (nacional) congregaron al mayor número de espectadores, con más de 275 000 y casi 501 200 respectivamente.

Con estas cifras se puede afirmar que España es un país de música en directo, con legiones de fans que llenan recintos para disfrutar de sus artistas favoritos, coreando todos los temas y bailando sus canciones más conocidas. O ¿tal vez no?

Bailar o grabar

Al entrar en un recinto de música en vivo llama poderosamente la atención que, en muchos casos, ya no se baila. Las manos y cabezas danzantes, los saltos y movimientos que ocupaban el horizonte han sido sustituidos por una masa de teléfonos móviles que graban todo lo que sucede en el escenario o se hacen selfies disfrutando de la experiencia.

Atrás han quedado los conciertos de los que necesitábamos varios días para recuperarnos después de una noche de brincos. Ahora lo que tenemos son unas bonitas imágenes que subimos rápidamente a las redes sociales con las que mostrar al resto del mundo digital que hemos estado en ese concierto o en ese festival al que tanta gente hubiera querido asistir. Así lo demuestran las millones de fotografías que han llenado TikTok o Instagram de la reciente –y esperada– gira de Oasis por el Reino Unido.

Un cambio en el consumo

Pero ¿cómo hemos llegado a esta situación? ¿Por qué preferimos hacer fotos y colgarlas en redes en lugar de bailar y cantar? ¿Qué nos aporta?

Todo indica que no hay solo una causa, sino múltiples factores que han incidido en nuestra forma de consumir música en directo y en las gratificaciones que obtenemos de esos consumos culturales.

En primer lugar, la industria del directo se ha institucionalizado a nivel comercial, es decir, sus agentes se han profesionalizado, empleando sofisticadas estrategias de marketing para atraer al máximo número de consumidores.

De esta forma, las empresas del espectáculo han evolucionado hasta un modelo similar al de un festival de consumo cultural de distintas propuestas empresariales, no todas ellas pertenecientes a la industria musical.

Para ello, además de ofrecer entretenimiento en cada rincón del recinto, se han servido de estrategias de marketing basadas en la distribución de imágenes glamurosas de lo que estaba pasando dentro y fuera de los escenarios. Han construido narrativas audiovisuales a través de las cuales se relacionan los agentes implicados en hacer posibles este tipo de espectáculos y en las que también participan los asistentes. De esta forma, los fans son ahora parte de esa narración, especialmente de los festivales cuyas promotoras han extendido este modelo al resto de eventos musicales.
Sirva de ejemplo el festival Mad Cool de Madrid, celebrado el pasado mes de julio. Además de los vídeos y fotografías difundidos por la organización, se sumaron los contenidos de las marcas patrocinadoras, de los grupos y artistas, de los medios de comunicación, de los numerosos influencers que acudieron invitados por las marcas y los de los propios asistentes –empleando etiquetas como #madcool o #madcoolfestival–. Entre todos ellos encontramos experiencias que van desde los stands de los patrocinadores a los espacios de descanso, pasando por los posados en los luminosos o la archiconocida noria.

Ver y ser visto

A ello, hay que sumar el consumo extensivo de las redes sociales. En los últimos informes se destaca el aumento de las horas que pasamos consumiendo contenidos audiovisuales a través de redes como Instagram o TikTok, convirtiéndose en las pantallas a través de las que vivimos.

Esa influencia ha llegado a condicionar la forma en la que se producen los espectáculos en directo, que continúan con la denominada estética TikTok. Es decir, la puesta en escena de muchos conciertos está pensada para adaptarse a las pantallas de los móviles, pasando de ser espacios de consumo musical a recintos de generación de contenidos.

Uno de los ejemplos más relevantes de los últimos años fue la gira Motomami de Rosalía, que empleó la misma escenografía que se había usado en el concierto de lanzamiento del álbum retransmitido a través de TikTok. Junto a ella, Charli XCX, Lady Gaga o The 1975, entre otros, también han optado por este tipo de montajes que busca ofrecer el marco adecuado para la generación de contenido relacionado.

Nuevos espacios de entretenimiento

A estas tendencias se añade la transformación de los espacios y recintos musicales que se han llenado de experiencias –además de la musical–. Son espacios de ocio, de estatus social, de dejarse ver y, especialmente, de mostrarse a través de la instantaneidad de las stories de Instagram.

Dos chicas con vestidos ligeros y coronas de flores.
Las fans se visten de acuerdo a una de las ‘eras’ de la carrera musical de Taylor Swift en un concierto de su gira en Australia.
Graham Drew Photography/Shutterstock

Exponer la experiencia de asistir a un concierto o un festival tiene hoy en día más valor social que real, desde vestirse siguiendo un estudiado dress code (como hacían los espectadores de la gira de Taylor Swift adecuando su ropa a cada una de sus “eras”) y acceder al recinto hasta, por fin, llegar a la localidad. Dejar constancia de con quién acudimos, qué nos vamos encontrando, qué regalos se dan o qué se puede comer forma parte hoy de esa experiencia de consumo musical en vivo, dejando el mero disfrute de la escucha en un segundo plano.

Y es que, en estos tiempos, tiene más valor social ser la primera en dar evidencia de que se está en un concierto que el mero hecho de estar allí… bailando. Por eso muchas nos quedamos quietas para grabar bien y compartir unos bonitos vídeos.

The Conversation

Cristina Pérez-Ordóñez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ¿Es cierto que ya no se baila en los conciertos? – https://theconversation.com/es-cierto-que-ya-no-se-baila-en-los-conciertos-258730

¿Quiénes son los capibaras, esos curiosos roedores que se han ganado el corazón de los internautas?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Christiane Denys, Professeure Emerite du Museum, Muséum national d’histoire naturelle (MNHN)

¿Es el capibara solo un conejillo de Indias grande, dócil y cariñoso? Desde 2020, en las redes sociales se está produciendo una auténtica capibaramanía. Algunos de estos animales incluso viven como mascotas en apartamentos o jardines ya sea en China, Canadá o Rusia.

Además, desde 2021, los habitantes de la ciudad residencial de Nordelta, en Argentina, han visto sus céspedes y piscinas invadidas por una gran cantidad de capibaras. Las causas de esta invasión, al igual que el reciente entusiasmo por este roedor, se desconocen, pero algunos lo atribuyen al hecho de que ese barrio se construyó en una zona que antiguamente era su hábitat natural.

En general, se sabe bastante poco sobre este roedor desde el punto de vista científico. ¿A quién se refería Linneo cuando en 1766, al descubrirlo, lo llamó “cerdo acuático”? ¿Dónde vive en estado salvaje? ¿Cómo vive? ¿Está amenazado por los cambios globales que se están produciendo?

La familia de los capibaras

El capibara pertenece al género Hydrochoerus, que actualmente comprende dos especies: el capibara grande (o Hydrochoerus hydrochaeris), que es el más popular, y el capibara de Panamá (o Hydrochoerus isthmius), que es más pequeño, pero aún poco conocido.

Mara patagónica en un zoológico de Argentina.
Snowmanradio/Wikipedia, CC BY

El género Hydrochoerus pertenece a un suborden de roedores muy antiguos que solo viven en Sudamérica. Dentro de este género, el capibara es un miembro de la familia Caviidae, que también incluye a los conejillos de Indias y las liebres de la pampa (las maras).

Esta familia se diversificó hace unos 18 a 14 millones de años en América del Sur y actualmente cuenta con 20 especies, lo que la convierte en una de las más diversas de este territorio.

Kerodon rupestris fotografiado en Brasil.
Carlos Reis/Flickr, CC BY-NC-ND

Una filogenia molecular sitúa al capibara (Hydrochoerus) como grupo hermano de los Kerodon (cobaya de las rocas), mientras que el conejillo de Indias (género Cavia) es un primo más lejano.

El capibara grande se encuentra en estado salvaje desde el este de los Andes y Colombia hasta Brasil, Bolivia, Paraguay, Argentina y Uruguay. El capibara de Panamá, por su parte, vive al este de Panamá, al oeste de Colombia y al noroeste de Venezuela.

Antepasados de hasta 300 kg

El capibara grande es el que se encuentra con más frecuencia en los parques zoológicos y el que más llama la atención del público en la actualidad. De todos los roedores, es actualmente el más grande en tamaño (de 1 m a 1,3 m) y peso (entre 35 kg y 65 kg) en estado salvaje (hasta 100 kg en cautividad). Pero comparado con sus antepasados es un peso pluma.

De hecho, se estima que sus ancestros fósiles eran capibaras gigantes. Llamados Phugatherium y Protohydrochoerus, vivieron hace entre 4 y 2,5 millones de años en Argentina y Bolivia. Estos podían medir hasta dos metros de largo y pesar entre 200 y 300 kg, es decir, el tamaño de un tapir, según algunos científicos, una estimación que otros reducen a unos 110 kg.

En comparación con el conejillo de Indias, el capibara se distingue por su imponente tamaño, su cola pequeña, un pelaje largo pero áspero de color marrón dorado uniforme, la presencia de una pequeña membrana entre los tres dedos de las patas, que le sirven de aletas para nadar, y, por último, por su mandíbula, con dientes largos y muy altos (sin raíces visibles, se dice que son hipodontos) con numerosas crestas oblicuas y un tercer molar muy grande.

Por último, el hocico es alto y truncado en la parte delantera, las orejas son pequeñas y redondas y los ojos, muy altos y situados hacia atrás en la cabeza.

Anatomía de la mandíbula del capibara.
Fotógrafo: Phil Myers / Copyright: Museo de Zoología, Universidad de Michigan-Ann Arbor, EE.UU.

Al igual que el conejo, ingiere sus propias heces

A diferencia del conejillo de Indias salvaje, que habita las praderas secas y las zonas boscosas de los Andes, el capibara prefiere vivir a orillas del agua en las zonas tropicales y subtropicales de menor altitud. Frecuenta las zonas boscosas y las praderas húmedas de los Llanos de Venezuela o del Pantanal brasileño. Es un roedor acuático y vegetariano al que le gustan las hierbas, las semillas y las plantas acuáticas.

Al igual que el conejo, el capibara ingiere parte de sus excrementos para completar su digestión.
CC BY

Su modo de digestión es similar al de los rumiantes. Tiene una digestión cecal y practica la caecotrofia (es decir, la ingestión de sus excrementos para una mejor asimilación de las fibras, como en los conejos).

En estado salvaje, viven en grupos de 2 a 30 individuos dirigidos por un macho dominante que se encarga de la reproducción con las hembras y defiende el territorio donde el grupo encuentra sus recursos alimenticios.

El tamaño del territorio depende de la calidad de los recursos alimenticios y puede variar entre 10 y 200 hectáreas, con una densidad de población que alcanza hasta 15 individuos por hectárea.

Las hembras pueden reproducirse dos veces al año. Sus camadas suelen tener entre tres y cinco crías, que nacen tras cuatro o cinco meses de gestación. El crecimiento es rápido y las crías alcanzan la madurez sexual entre los 14 y los 18 meses, con un peso de alrededor de 35 kg.

En grupo, emiten fuertes vocalizaciones cuando se acerca un depredador (jaguar, puma, chacal o anaconda). El grupo se refugia entonces en el agua, donde los individuos son buenos nadadores y buceadores.

Un hábitat natural amenazado

Estos roedores pueden ser diurnos o nocturnos, dependiendo de la presión cinegética o de la estación. Aunque la especie vive en muchas áreas protegidas, hoy en día se caza por su carne y su piel. Sin embargo, en la actualidad existen numerosas granjas que reducen la presión sobre las poblaciones silvestres.

Las poblaciones silvestres de capibaras no parecen estar disminuyendo y la especie no se considera en peligro de extinción. No obstante, parece que la fuerte disminución de las lluvias observada en su hábitat desde 2020 ha tenido un impacto.

De hecho, la aparición de incendios forestales cada vez más frecuentes y extensos –debido a la tala de bosques en la estación seca, en particular para aumentar la superficie de pastos disponibles para el ganado– provoca en el Pantanal brasileño una mortalidad animal importante.

En Los Llanos venezolanos, la deforestación también continúa, no solo para el desarrollo de la agricultura y la ganadería, sino también debido a la explotación de maderas preciosas y al desarrollo de la industria petrolera. Al mismo tiempo, la construcción de presas hidroeléctricas está secando algunas zonas. Todo esto contribuye a reducir el hábitat natural del gran capibara.

La convivencia y la domesticación

Más allá de estas grandes zonas forestales, en Argentina, estos roedores son cada vez más visibles en las afueras de Buenos Aires. Se han construido viviendas a lo largo del río donde vivían, y la urbanización de sus territorios les impide alimentarse normalmente. En ausencia de depredadores, alimentados por algunos habitantes que, al encontrarlos simpáticos, les dejan entrar en sus jardines y piscinas, estos animales se multiplican fácilmente.

La mayoría de los residentes consideran que el capibara es tranquilo y poco agresivo, salvo los machos, que son muy ruidosos y luchan por el dominio de la manada. Los capibaras tienen cada vez menos miedo de acercarse a los humanos, lo que explica por qué se ven cada vez más y por qué aumenta el número de accidentes.

En todo el mundo, cada vez más personas llegan incluso a adoptarlos, considerándolos animales domésticos dóciles. Se recomienda elegir solo hembras y es mejor disponer de una gran masa de agua cerca de la vivienda.

En internet, los vídeos publicados por sus propietarios muestran capibaras solitarios bañándose en bañeras de apartamentos o paseando solos con correa, lo que, en mi opinión, se asemeja al maltrato. Los territorios naturales de los capibaras son grandes, sus necesidades de agua son importantes y viven en manadas en la naturaleza.

En la naturaleza, el capibara necesita un territorio amplio para su equilibrio.

Aprovechemos el entusiasmo que despierta este roedor de vida sorprendente para actuar a nivel internacional contra la degradación de los humedales más grandes del planeta. Hoy en día, estos ecosistemas están amenazados por el cambio climático y el aumento desenfrenado de las actividades humanas, que degradan el medio ambiente de forma duradera e irreversible. Una mala noticia para el capibara y para muchas otras especies.

The Conversation

Christiane Denys no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ¿Quiénes son los capibaras, esos curiosos roedores que se han ganado el corazón de los internautas? – https://theconversation.com/quienes-son-los-capibaras-esos-curiosos-roedores-que-se-han-ganado-el-corazon-de-los-internautas-262834

Precavidas y previsoras: cien años atrás, así eran las inversionistas bancarias españolas

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Susana Martínez-Rodríguez, Catedrática de Historia e Instituciones Económicas, Universidad de Murcia

Patio central del Banco Hispano-Americano. Biblioteca Digital memoriademadrid

Investigar en los archivos históricos de los grandes bancos españoles es una tarea que, equivocadamente, puede parecer gris, pero sus registros cuentan historias que hacen replantear la concepción histórica del desarrollo económico del país.

Se tiene una imagen en blanco y negro de la España de principios del siglo XX y sus grandes empresas: hombres poderosos controlando las finanzas y los negocios. Sin embargo, los archivos matizan esta historia.

Mujeres inversoras

Suele pensarse que el acceso de las mujeres al mundo financiero es un logro relativamente reciente, pero ya en las décadas de 1920, 1930 y 1940 las mujeres participaban en los mercados. Compraban bonos e invertían en acciones bancarias como una forma segura y eficiente de gestionar su riqueza. Lo hacían en silencio, pero la documentación conservada da fe, con claridad y rotundidad, de su presencia.

Hemos analizado más de 34 000 registros de accionistas de tres bancos españoles y descubrimos que la presencia femenina en el accionariado de los bancos comerciales creció con fuerza entre 1918 y 1948. Estas mujeres no eran personajes excepcionales, sino que formaron parte de una tendencia que desafió los límites sociales de su época y transformó discretamente la historia financiera del país. En otros países, particularmente Gran Bretaña, la presencia de mujeres accionistas era conocida y valorada –no siempre positivamente– por sus contemporáneos.

Un periodo convulso y transformador

En España, el inicio del siglo XX estuvo marcado por la inestabilidad política y social. Las turbulencias políticas, los cambios de régimen, la Guerra Civil y los primeros años de la dictadura franquista hacen pensar que no existía el clima propicio para que las mujeres tomaran parte activa de la vida económica del país.

Sin embargo, nuestros datos muestran que la presencia de mujeres accionistas exhibe una tendencia de crecimiento constante durante todo el periodo analizado (1918-1948). Por tanto, este fenómeno no puede entenderse como una situación coyuntural, sino como un indicio claro de un cambio estructural en el funcionamiento de la economía y las finanzas.

Evolución del porcentaje de mujeres accionistas entre 1918 y 1948. La columna izquierda corresponde a los porcentajes de los bancos de Irún y de La Coruña y el de la derecha a los del Banco Hispano Americano (BHA).
Fuente: elaboración propia

La persistencia y el aumento progresivo de la presencia de mujeres accionistas ponen de manifiesto que, pese a las turbulencias políticas y sociales, se estaba produciendo una transformación en las dinámicas económicas para dar paso a la democratización de los mercados.

La expansión femenina en las finanzas españolas

La feminización del accionariado de los bancos privados respondía a determinantes financieros. Al invertir, las mujeres buscaban un beneficio económico estable que aumentara su bienestar y les proporcionara una fuente sostenida de ingresos a lo largo del tiempo. Este fenómeno revela una participación consciente por parte de las accionistas, quienes aprovecharon las oportunidades disponibles para consolidar su capacidad financiera individual.

Los resultados también apuntan a la importancia de las redes familiares en el acceso de las mujeres a los mercados. Estas redes actuaron como canales de transmisión de recursos y riqueza. La inclusión en el Código Civil de 1889 de un sistema igualitario de herencia para todos los descendientes permitió a las mujeres acceder a unas riquezas que, bajo otras condiciones, habían quedado fuera de su alcance.

El cambio normativo en la distribución de las herencias, permitió una repartición más equitativa del patrimonio entre los herederos de las familias con recursos. Se redujeron así las barreras que tradicionalmente limitaban el acceso de las mujeres al capital, fomentando su presencia en espacios tradicionalmente destinados a los hombres.

La libertad económica de la que disfrutaron algunas mujeres españolas surgió de una trayectoria de largo plazo donde las redes familiares y los marcos normativos jugaron un papel central.

Legado y riesgo en la presencia femenina en los mercados financieros

Las mujeres que invertían sus ahorros en acciones, al igual que los hombres, buscaban proteger y rentabilizar su riqueza . Pero hay un hecho diferencial: las mujeres conservaban más tiempo sus acciones, lo que puede interpretarse como una manera de constituir un legado patrimonial que no solo las beneficiaría a ellas, sino que pasaría a la siguiente generación.

También aparece aquí un factor cultural –una mayor o menor aversión al riesgo– que debe ser tenido en consideración a la hora de explicar los distintos comportamientos financieros.

El legado de las mujeres accionistas españolas va más allá de su gestión particular y sus decisiones para maximizar su peculio. Son parte del desarrollo económico y la modernización del país, una parte ignorada que tomó decisiones con su dinero y dejó huella en el desarrollo y modernización económica de España.

Estos hallazgos no solo tienen un valor histórico: también sirven como espejo para seguir avanzando en la igualdad financiera.

The Conversation

Susana Martínez-Rodríguez agradece la financiación de la Fundación SENECA- Agencia Regional de Ciencia e Investigación de la Región de Murcia 21947/PI/22: INCLUSIÓN FINANCIERA Y DIFERENCIAL DE GÉNERO EN LA TENENCIA DE ACTIVOS FINANCIEROS: EL CASO ESPAÑOL.

Laura Lopez-Gomez agradece la financiación de la Fundación SENECA- Agencia Regional de Ciencia e Investigación de la Región de Murcia 21947/PI/22: INCLUSIÓN FINANCIERA Y DIFERENCIAL DE GÉNERO EN LA TENENCIA DE ACTIVOS FINANCIEROS: EL CASO ESPAÑOL.

ref. Precavidas y previsoras: cien años atrás, así eran las inversionistas bancarias españolas – https://theconversation.com/precavidas-y-previsoras-cien-anos-atras-asi-eran-las-inversionistas-bancarias-espanolas-255925

El sorprendente ecosistema que late en una gota del océano

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Antonio Figueras Huerta, Profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de Investigaciones Marinas (IIM-CSIC)

Una ola choca contra la costa. Wikimedia Commons., CC BY

Para comprender verdaderamente el cosmos microscópico que exploraremos, primero debemos visualizar qué son exactamente 50 microlitros. Esta cantidad, equivalente a una gota típica de agua marina, representa apenas la mitad de una décima de mililitro. Para poner esto en perspectiva, cabrían 20 000 gotas de este tamaño en una cucharada de café.

En términos cotidianos, es 10 veces menor que el volumen de un grano de arroz y equivale aproximadamente al volumen de un cabello humano de un centímetro de largo. Esta diminuta cantidad puede parecer insignificante, pero cuando se trata de una gota de agua de mar, representa un universo repleto de vida.

Un mundo invisible

Las aguas costeras de Galicia, especialmente en zonas como la ría de Vigo, albergan una biodiversidad microscópica extraordinaria. En una sola gota de estas aguas podríamos encontrar entre 50 000 y 100 000 bacterias y una cantidad incluso mayor de virus. Pero estos números apenas comienzan a describir la complejidad de este mundo invisible.

Los estudios realizados en las costas gallegas han revelado que los organismos microscópicos más diversos son los protistas, es decir, los animales, plantas u hongos cuyas células contienen un núcleo celular definido (eucariotas). Individualmente más grandes que las bacterias, están presentes en números menores, pero con una diversidad extraordinaria: representan casi la mitad de toda la vida microscópica presente en estas aguas.

Virus amantes del agua

Los virus marinos son probablemente los habitantes más numerosos de nuestra gota oceánica gallega. En nuestros diminutos 50 microlitros, podríamos encontrar entre 50 000 y 500 000 partículas virales.

Aunque son invisibles incluso con los mejores microscopios ópticos, estos virus desempeñan un papel crucial controlando las poblaciones de bacterias y otros microorganismos. Sin embargo, curiosamente, los estudios en mejillones de las rías gallegas muestran que estos bivalvos filtradores apenas retienen virus en sus tejidos, lo que sugiere que los estos agentes microscópicos permanecen principalmente en la columna de agua.

Las bacterias, trabajadoras incansables

Las bacterias marinas son las verdaderas trabajadoras de nuestro océano. En cada gota, encontraríamos representantes de los principales grupos que mantienen funcionando los ecosistemas marinos. Los tipos más comunes en las aguas gallegas pertenecen a grupos como oceanospirillales, flavobacteriales y vibrionales.

Estas bacterias realizan tareas esenciales: reciclan nutrientes, producen oxígeno, descomponen materia orgánica y participan en los ciclos del carbono y nitrógeno que mantienen saludable el ecosistema marino. Algunas viven flotando libremente en el agua, mientras otras forman comunidades adheridas a partículas o superficies.

Los protistas, la diversidad hecha vida

Los protistas son, quizás, los habitantes más fascinantes de nuestra gota gallega. Este grupo incluye las diatomeas, que son como pequeñas joyas microscópicas con caparazones de cristal y producen gran parte del oxígeno que respiramos.

Diatomeas al microscopio.
Gordon T. Taylor / Wikimedia Commons., CC BY

En las aguas de las rías gallegas, abundan especialmente las diatomeas como Navicula, Amphora y Pseudo-nitzschia. Esta última puede producir toxinas que ocasionalmente afectan a los mejillones cultivados en las bateas gallegas.

También encontraríamos dinoflagelados –microorganismos unicelulares que forman parte del fitoplancton–, algunos de los cuales pueden crear las famosas “mareas rojas” cuando se multiplican masivamente.

Ciertos dinoflagelados poseen una característica especial que los convierte en verdaderos artistas de la naturaleza: la bioluminiscencia. Cuando son perturbados por el movimiento del agua, emiten una luz azul verdosa que crea uno de los espectáculos más mágicos de nuestras costas: el famoso “mar de ardora” gallego. En noches especialmente cálidas de verano, millones de estos organismos microscópicos pueden iluminar las olas que rompen en nuestras playas, convirtiendo el mar en un verdadero universo de estrellas líquidas. En nuestra pequeña gota de 50 microlitros podríamos tener cientos de estos organismos bioluminiscentes esperando brillar al menor movimiento.

Otros inquilinos de nuestras gotas son unos depredadores microscópicos llamados ciliados, que controlan las poblaciones bacterianas como verdaderos “lobos” microscópicos.

El protozoo ciliado Paramecium caudatum.
Wikimedia Commons., CC BY

Hongos marinos, recicladores especializados

Aunque menos abundantes que otros grupos, los hongos son cruciales para la descomposición en nuestras aguas gallegas. En nuestros 50 microlitros encontraríamos entre 1 000 y 5 000 esporas fúngicas o estructuras reproductivas.

Estos hongos incluyen especies que pueden afectar a los organismos marinos cultivados en Galicia. Algunos géneros como Aplanochytrium y Thraustochytrium pueden causar enfermedades en crustáceos y otros invertebrados marinos, lo que los convierte en organismos de especial interés para los acuicultores gallegos.

Protozoos, grandes tragones

Nuestra gota gallega también alberga larvas de muchos de los invertebrados marinos que conocemos en forma adulta, como percebes, mejillones, cangrejos y peces. También encontraríamos rotíferos, copépodos juveniles y otros diminutos organismos.

Cocópedo, crustáceo de pequeño tamaño muy extendido por el planeta.
Wikimedia Commons., CC BY

Durante el verano, cuando las aguas están más cálidas, son más abundantes. En nuestros diminutos 50 microlitros podríamos encontrar entre 5 y 50 de estos metazoos microscópicos, dependiendo de la estación del año y la ubicación específica en la ría.

Cómo sabemos todo esto

Nuestro conocimiento de este universo microscópico se debe a técnicas modernas de análisis genético. Los científicos ya no necesitan cultivar estos organismos en laboratorio, algo que era imposible para la mayoría. Ahora pueden extraer todo el material genético de una muestra de agua y analizar las huellas dactilares genéticas de cada organismo presente.

Esta tecnología, llamada metabarcoding de ADN, permite identificar miles de especies simultáneamente. Es como hacer un censo completo de todos los habitantes microscópicos de una gota de agua en una sola operación.

Relaciones complejas en un universo minúsculo

Más allá de los números, lo verdaderamente fascinante de esta gota oceánica son las intrincadas relaciones entre los organismos que la habitan: los virus infectan bacterias y otros microorganismos, controlando sus poblaciones; las bacterias reciclan nutrientes que luego utilizan las diatomeas y otros productores microscópicos; los ciliados y otros protistas se alimentan de bacterias, y los hongos descomponen materia orgánica compleja.

Todos estos procesos ecológicos ocurren simultáneamente en el espacio microscópico de una gota, como un ecosistema completo, con sus productores, consumidores y descomponedores.

La próxima vez que pasee por la playa, recuerde que cada gota, cada diminuta fracción de 50 microlitros, contiene más diversidad biológica que muchos bosques enteros. En este universo microscópico se desarrollan historias de supervivencia, competencia y cooperación, ciclos de vida completos y procesos que son fundamentales para mantener la salud de nuestras rías y la productividad pesquera y marisquera que caracteriza a Galicia.

The Conversation

Antonio Figueras Huerta no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. El sorprendente ecosistema que late en una gota del océano – https://theconversation.com/el-sorprendente-ecosistema-que-late-en-una-gota-del-oceano-262016

El reto de reducir el desperdicio alimentario en los hospitales

Source: The Conversation – (in Spanish) – By María Torrejón-Ramos, Professor of Business Organisation, Universidad Rey Juan Carlos

Kzenon/Shutterstock

El desperdicio alimentario es un tema de máxima preocupación a nivel mundial por su impacto en el medio ambiente, la economía y en la salud de las personas. En la Unión Europea (UE) se desperdician 88 millones de toneladas de alimentos por año, lo que se traduce en la abrumadora cantidad de 173 kg por persona.

Se estima que dicho desperdicio puede tener unos costes asociados a la pérdida de alimentos de 143 000 millones de euros anuales. Además, no podemos olvidar el impacto que supone en nuestro planeta, contribuyendo a la emisión de gases de efecto invernadero, el deterioro de la biodiversidad y a la contaminación.

No en vano, la reducción del desperdicio alimentario está incluida en varias de las metas de algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Es el caso de la meta 12.3 del ODS 12 (Producción y Consumo Responsables) para disminuir a la mitad el desperdicio de alimentos; el ODS 2 (Hambre Cero) con las metas 2.1 y 2.2 de garantizar acceso a una alimentación sana y suficiente; el ODS 3 (Salud y Bienestar) al promover dietas saludables que previenen enfermedades; el ODS 6 (Agua Limpia y Saneamiento) y el ODS 7 (Energía Asequible y No Contaminante) al optimizar el uso de recursos hídricos y energéticos y el ODS 13 (Acción por el Clima) al reducir las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de la pérdida y el desperdicio de alimentos.

El desperdicio de alimentos en hospitales

El desperdicio de alimentos en los hospitales es un problema que está menos estudiado. A pesar de que estos establecimientos también son grandes generadores de este tipo de desperdicio, no suelen ser conscientes de cuánto se tira ni de los costes que esto supone.

Estudios recientes, como el que hemos publicado en Gaceta Sanitaria, ponen de manifiesto esta problemática. Algunos datos extraídos de artículos científicos son abrumadores. Por ejemplo, en Portugal, un trabajo estimó que el 35 % de la comida servida en un hospital se desperdicia. Otros autores observaron que el desperdicio del plato principal varió según el área: 72,6 % en pediatría, 47,5 % en medicina interna y 46,9 % en oncología. Esto evidencia diferencias según el servicio hospitalario.

Otro estudio estimó que los hospitales turcos usaron en 2018 unos 8 600 GWh (3,3 % del consumo eléctrico nacional) y generaron 49 000 toneladas de residuos alimentarios, equivalentes al 1 % de su consumo energético anual.

Además, investigaciones más recientes muestran poca variación en las cifras de desperdicio hospitalario. Por ejemplo, en 2025, se publicaron datos en los que se evidencia el 31,4 % de desperdicio de alimentos en 16 hospitales del Líbano.

Algunos estudios refuerzan estos datos. Una revisión apunta que, en Europa, los hospitales y otros establecimientos relacionados con el sistema de salud generan unos residuos alimentarios que varían entre el 6 y el 65 % del desperdicio total.

Entre las causas del problema se encuentran unos sistemas ineficientes de pedidos y entrega de alimentos, raciones inadecuadas, una presentación de los platos que puede resultar poco apetecible y la baja apetencia de los pacientes, derivada de su estado de salud. En especial, aquellos en estado crítico podrían no consumir los alimentos servidos en su bandeja y, debido a las estrictas pero necesarias medidas sanitarias, estos no podrían ser reutilizados.

Estrategias para reducir el despilfarro

A través de la gestión de los desperdicios de los hospitales se puede ayudar a reducir su impacto ambiental, social y económico. Por ejemplo, los responsables de estas instalaciones pueden educar sobre hábitos saludables y fomentar el bienestar social a través de una cultura organizacional enfocada en la sostenibilidad. También se pueden buscar acciones para mejorar tanto el rendimiento como el bienestar del personal.

En España, ya se están implementando iniciativas innovadoras para reducir el desperdicio de alimentos. Un ejemplo es la colaboración del Hospital de Fuenlabrada (Madrid) con la aplicación Too Good To Go, permitiendo vender el excedente de comida del final del día en lugar de desecharlo. Además, se están adoptando medidas como la personalización de los platos para los pacientes, asegurando así un mejor aprovechamiento de los alimentos.

En Australia observaron que implementar el servicio de habitaciones disminuyó el desperdicio en platos del 30 % al 17 %. En España, un artículo científico del año 2022 mostró cómo identificando los platos más desperdiciados e introduciendo cambios concretos (nuevas recetas, más variedad…) se puede reducir significativamente el desperdicio de algunos alimentos como el pollo (de 35,7 % a 7,2 %) o el pescado (de 29,5 % a 12,8 %). Por lo tanto, acciones específicas y bien dirigidas pueden marcar la diferencia.

Además, los restos de comida de un hospital podrían transformarse en productos útiles, como hidrogeles para impresión 3D y bioestimulantes para plantas. De esta forma, los residuos alimentarios se convierten en recursos dentro de una economía circular.

Nueva propuesta para la gestión circular

Hemos propuesto un modelo de gestión de los recursos orientado a servir como guía para la reducción del desperdicio alimentario: el Modelo Circular de la Triple C.

Si bien es cierto que los hospitales no siempre pueden reutilizar recursos debido a las estrictas normas sanitarias, el modelo propone aplicar principios de economía circular para aprovechar mejor lo que se tiene, así como el uso de las tecnologías de la información y la comunicación, lo que podría mejorar tanto la sostenibilidad como el bienestar de pacientes y personal.

Si los responsables de la gestión cuentan con mecanismos de coordinación y canales de comunicación fluidos tanto con los pacientes como con el personal sanitario, sería posible replantear la forma en la que se administra la alimentación.

Asimismo, fomentar la colaboración entre todos los actores implicados promueve una mayor responsabilidad compartida en la reducción del desperdicio y la pérdida de alimentos.

Cuando hablamos de los actores implicados nos referimos, por una parte, al personal sanitario –médicos, enfermeros y técnicos, entre otros–, cuya participación es esencial para implementar prácticas sostenibles. También deben considerarse los proveedores de alimentos, que desempeñan un papel fundamental en la cadena de suministro. Asimismo, las instituciones deben crear marcos regulatorios que impulsen la cooperación de todos los actores, mientras que las universidades, como aliadas estratégicas, fomentan colaboraciones interdisciplinarias desde la investigación para mejorar continuamente este ámbito.

El Modelo Circular de la Triple C pretende animar a los investigadores a trabajar codo con codo con las instituciones de salud y a impulsar la colaboración entre distintas disciplinas. La idea es clara: implantar políticas públicas que nos acerquen al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030.

Los beneficios son importantes, ya que se puede mejorar la salud de los pacientes, además de cuidar del planeta y de reducir costes en los hospitales. El desperdicio de alimentos no es un dato más: es una llamada de atención sobre un problema que nos involucra a todos.

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Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

ref. El reto de reducir el desperdicio alimentario en los hospitales – https://theconversation.com/el-reto-de-reducir-el-desperdicio-alimentario-en-los-hospitales-262812