Crece la demanda de I+D para defensa

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Fernando Conesa, Jefe del Servicio de Promoción y Apoyo a la Investigación, Innovación y Transferenc, Universitat Politècnica de València

Explosión nuclear de la bomba estadounidense Castle Bravo en 1954. Wikimedia Commons., CC BY

En la última década, el gasto militar mundial no ha dejado de crecer. Según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), en 2023 aumentó un 6,8 % respecto al año anterior. El resultado es un ciclo expansivo que está alterando los presupuestos de los Estados.

El argumento para el gasto militar es la búsqueda de una disuasión creíble: si el coste de atacar es inasumible porque el adversario tiene capacidad de responder causando alto daño en vidas y recursos materiales, el atacante se abstendrá de hacerlo. La disuasión consiste no solo en armarse, sino en que el contrario lo sepa.

Sin embargo, esta lógica tiende a convertir la prevención en sospecha y la inversión en defensa del otro en amenaza, alimentando una espiral de rearme. Además de elevar la desconfianza mutua, esto aumenta el riesgo de incidentes, ya sean provocados o por errores.

Y aunque la disuasión también ha operado como contención eficaz del conflicto, como ocurrió bajo la doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada durante la Guerra Fría, no resuelve por sí sola las causas políticas y sociales que lo incuban.

Crece la demanda de I+D para defensa

En la actualidad, la ventaja militar no depende tanto del tamaño de los ejércitos y de sus arsenales, sino de su calidad tecnológica. La I+D y las innovaciones que de ella derivan se convierten en un factor estratégico de primer orden para mantener o alterar equilibrios de poder.

Hay, por ello, una creciente demanda de I+D para defensa, que presenta singularidades culturales respecto a su homónima civil. Por un lado, el secreto es, a menudo, un requisito operacional, jurídico e incluso de seguridad nacional. Por otro, es esencial la fiabilidad, pues los sistemas militares operan en entornos extremos y no pueden fallar.

El impacto de la tecnología dual

A diferencia de épocas anteriores, la frontera entre lo militar y lo civil hoy es porosa. No sólo hay innovaciones civiles procedentes del lado militar, sino que un volumen significativo de las capacidades militares deriva de tecnologías de doble uso originadas en la I+D civil: microelectrónica avanzada, inteligencia artificial, 5G/6G, ciberseguridad, materiales compuestos, fabricación aditiva…

Este acercamiento obliga a reforzar los controles sobre la cooperación científica internacional, con cláusulas de acceso selectivo a datos y a instalaciones, restricción de nacionalidades en los equipos o mayor compartimentación de tareas. En este terreno, la gobernanza institucional de la investigación se vuelve tan importante como la excelencia científica y se debe dotar de nuevas políticas, procedimientos y mecanismos para la decisión.

Deeptech, solo para quien puede pagarla

Recientemente, se ha puesto una especial atención en las llamadas tecnologías profundasdeeptech–, caracterizadas por un alto contenido en ciencia, barreras de entrada considerables en inversión y tiempo de desarrollo, y objetivos ambiciosos. No contar con acceso a estas tecnologías punteras aboca a un país a una gran dependencia de terceros y pone en riesgo la soberanía propia.

El interés de las deeptech para defensa es evidente por su capacidad de generar asimetrías estratégicas: aporta innovaciones de las que el adversario carece y que tardará en copiar. Estas tecnologías representan también retos científicos y oportunidades industriales, y pueden dar respuestas a demandas sociales que rebasan con mucho el perímetro estrictamente militar. De ahí su carácter dual.

¿Es ético investigar en armamento?

No se puede negar que la cuestión de la defensa crea una tensión estructural en las instituciones académicas. La demanda de mayor contribución a la seguridad nacional confronta con valores tradicionales en universidades y centros públicos de investigación: la difusión del conocimiento, la libertad para investigar, la colaboración internacional o la transferencia de tecnología a la industria.

Durante décadas, ha existido un pacto social que daba el visto bueno a dedicar más fondos públicos a la I+D a cambio de su orientación a desafíos sociales, económicos y globales ha reforzado la confianza entre ciencia, empresa y sociedad.

Las tensiones geopolíticas, sin embargo, han desplazado parte de las expectativas sociales. Desde los gobiernos democráticos, se busca que la I+D pública aporte más a la defensa. Surge entonces el dilema: ¿cómo responder a esta demanda sin traicionar valores que han hecho de la universidad una institución singularmente útil al bien común?

Claves para una decisión comprometida

Una de las claves pasa por preguntarse en cada caso sobre el objeto y el beneficiario de la investigación. Así, no es lo mismo colaborar en el desarrollo de armas de destrucción masiva que en sistemas de encriptación de comunicaciones; tampoco es igual tener relación con una empresa que exporta armas a una dictadura represora que colaborar con quien provee al propio ejército.

La responsabilidad sobre la decisión a tomar en la academia es compartida. En un entorno en el que rige la libertad de cátedra, la responsabilidad recae, en primer término, en el propio investigador. El científico va a ser quien diseñe y ejecute la investigación, y deberá anticipar los usos plausibles de los resultados de su trabajo.

Compete también a los responsables de las estructuras de I+D, que deben componer una estrategia en la que encaje esa investigación, y al personal de transferencia de conocimiento, que puede precisar las condiciones contractuales de su transferencia. Asimismo, hay una responsabilidad última en la dirección de la institución, que autoriza y vela por el cumplimiento normativo, además de asumir las consecuencias legales. Cada actor debe ser consciente de su parcela de responsabilidad.

Este enfoque de gobernanza se puede operar mediante herramientas que compatibilicen apertura y seguridad. Algunas opciones podrían ser (a) la identificación de proyectos y resultados de doble uso; (b) la formación continua en regulaciones de ciberseguridad, protección de datos o tecnologías duales; (c) la diligencia debida sobre socios y cadenas de valor; (d) las cláusulas que delimiten ámbitos de explotación, territorios, contrapartes y finalidades… Se trata de construir un andamiaje para hacer poder adoptar decisiones con criterio y argumento, al igual que en su día se hizo con la investigación biomédica.

Velar por la paz

Con todo, conviene recordar que preparar o hacer la guerra siempre supone el fracaso de no haber evitado el conflicto por medios pacíficos. Lo que mejor previene la guerra es construir relaciones equilibradas y mutuamente beneficiosas. Europa ofrece un ejemplo notable de construcción de la paz en su interior.

Los fondos estructurales, los programas Erasmus o de I+D han tejido una confianza y cohesión más fuerte que las coyunturas políticas, asentando en su seno un periodo de paz desconocido tras muchos siglos. Desde las instituciones académicas debemos reivindicar y reforzar estos instrumentos de relación e intercambio.

The Conversation

Fernando Conesa no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Crece la demanda de I+D para defensa – https://theconversation.com/crece-la-demanda-de-i-d-para-defensa-265968

¿Puede Jonathan Anderson traer de vuelta la ilusión por la moda en Dior?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Sandra Bravo Durán, Socióloga y Doctora en Creatividad Aplicada, UDIT – Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología

Un momento del desfile de Dior mujer de primavera-verano 2026. Dior/Facebook

La moda parecía haber perdido su capacidad de sorprender. Demasiados desfiles convertidos en clones de sí mismos, demasiadas colecciones construidas a base de nostalgia reciclada, demasiados logotipos sustituyendo a las ideas. El sistema, atrapado entre la inmediatez de las redes sociales y la presión de los balances trimestrales, parecía condenado a repetir fórmulas hasta el agotamiento. Esa fatiga creativa no es un secreto: la perciben los críticos, la sienten los consumidores y la arrastran incluso las grandes maisons (casas de moda).

Y, sin embargo, en París ocurrió algo distinto. El diseñador Jonathan Anderson debutó esta semana al frente de Dior mujer presentando la colección de primavera-verano. Y podemos decir que el suyo no fue un desfile más: fue una demostración de que la moda aún puede ilusionar. ¿Por qué? Porque frente a la repetición habitual, Anderson propuso un diálogo vivo con el archivo de Dior, ofreciendo nuevas lecturas de símbolos históricos de la casa y una puesta en escena que convertía la pasarela en un relato cultural.

El archivo como motor creativo

Una mujer desfilando con un vestido negro.
Uno de los modelos de la nueva colección de Dior mujer para la primavera-verano 2026.
Dior/Facebook

La clave de su éxito reside en una habilidad poco frecuente: la de transformar el archivo histórico en una plataforma para el futuro. Dior es una maison cargada de símbolos –la chaqueta Bar, el vestido Junon, las siluetas del New Look– y cualquier intento de revisitarla corre el riesgo de quedarse en homenaje vacío o, peor aún, en repetición nostálgica. Anderson evita esa trampa. No copia ni reverencia: distorsiona, desarma, multiplica.

Así, la clásica chaqueta Bar apareció recortada y sobredimensionada en proporciones inesperadas; las faldas de aire New Look se mostraron con cortes irregulares y tejidos técnicos, desmontando la idea de feminidad cerrada y rígida; e incluso la invitación al desfile reforzaba esta idea de archivo vivo: un plato de cerámica reeditado de los archivos de Dior, acompañado por tres huevos, que convertía un objeto doméstico en pieza de lujo y en clave de lectura de la colección. Un gesto irónico y a la vez simbólico, que recordaba cómo lo cotidiano puede convertirse en emblema cultural cuando pasa por el filtro de la moda.

Una mujer con un traje chaqueta con minifalda.
Uno de los trajes de la nueva colección de Dior.
Dior/Facebook

En términos sociológicos, el filósofo francés Roland Barthes definió la moda como un lenguaje en constante resignificación. Anderson entiende esa lógica: un mismo signo puede transformarse en otro al ser leído en un nuevo contexto. El archivo no es museo, es laboratorio. Y esa alquimia entre pasado y presente es lo que permite que Dior vuelva a ilusionar.

Su llegada a la maison no ha sido casualidad. Al frente de Loewe, donde estuvo 11 años, demostró una capacidad extraordinaria para redefinir el lujo contemporáneo, conectando la artesanía española con códigos globales y con un imaginario cercano a las nuevas generaciones. En su propia firma, JW Anderson, lleva años explorando volúmenes distorsionados, géneros fluidos y referencias visuales híbridas.

Ahora, en Dior, no se disfraza de guardián del archivo, sino que conversa con él desde su propia voz. Y esa voz es inconfundible: audaz, juguetona, intelectual sin perder lo popular, teatral sin perder lo funcional. Como ya demostraron Yves Saint Laurent en los sesenta, Karl Lagerfeld en Chanel o John Galliano en los noventa, enfrentarse a un archivo tan cargado significa medirse con la sombra de la historia. Anderson ha aceptado ese desafío y, como subraya Vogue, lo ha resuelto con un sello propio, reconocible y contemporáneo.

Moda como dramaturgia

Pero Anderson no solo diseña ropa: diseña escenas. Su debut en París incluyó una película que mezclaba imágenes de archivo de Dior con atmósferas inquietantes y una pasarela convertida en escenario simbólico. La pirámide invertida que dominaba el espacio podía leerse como metáfora del archivo visto del revés, invitando a releer la historia desde un ángulo distinto; la película, entre onírica y perturbadora, yuxtaponía memoria y futuro. Cada detalle hablaba de la moda no solo como presentación de prendas, sino como relato cultural expandido.

Puesta en escena del desfile Dior primavera-verano 2026.
Puesta en escena del desfile Dior primavera-verano 2026.
Dior/YouTube

El filósofo alemán Georg Simmel ya señalaba que la moda es, ante todo, un fenómeno social de diferenciación y pertenencia. En tiempos digitales, esa pertenencia no pasa solo por vestir Dior, sino por compartir el “relato Dior”: una narrativa que asocia la marca con su legado, feminidad, elegancia parisina y poder cultural.

Vestir Dior significa entrar en una comunidad simbólica, pero también participar de un ecosistema digital donde todo se multiplica. Anderson entiende esa dimensión contemporánea de la moda como dramaturgia expandida: cada desfile es también contenido cultural; cada look, imágenes y hashtags para Instagram o TikTok y titulares globales en los medios de comunicación.

Lo más seductor de su propuesta es que se mueve en la tensión: entre lo masculino y lo femenino, lo estructural y lo etéreo, lo histórico y lo pop. No resuelve esas dicotomías, las pone en juego. Y esa ambigüedad es profundamente contemporánea. Como apuntaba el sociólogo Zygmunt Bauman al hablar de la modernidad líquida, vivimos en un tiempo donde las fronteras son difusas, donde la solidez se disuelve en fluidez. Anderson traduce esa condición en siluetas y tejidos que dialogan con la inestabilidad del presente.

Cuatro modelos desfilan con diferentes vestidos en la pasarela.
Imagen del último desfile de Dior mujer.
Dior/Facebook

Por supuesto, no todos ven en él a un mesías de la moda. Reuters destaca que la transformación de la icónica chaqueta Bar con un encaje más holgado y volúmenes en la espalda es un “salto creativo” para Dior. AP News, por su parte, subraya que, aunque la colección generó entusiasmo, la ausencia de una silueta dominante deja la sensación de que falta una idea central que cohesione el conjunto. Desde Vogue Hong Kong se insiste en que Anderson ha conseguido combinar elementos históricos –la silueta princesa, los volúmenes arquitectónicos, las texturas características de Dior– con propuestas radicalmente contemporáneas.

Más allá de estas reservas, lo cierto es que Anderson ha logrado devolver a la pasarela el riesgo y la experimentación, en un sistema que a menudo tiende a repetirse. Y en ese equilibrio entre aplauso y crítica reside precisamente la fuerza de su propuesta: la moda vuelve a debatirse, a provocar conversación, a ilusionar.

El poder de ilusionar

En un momento de fatiga creativa, de consumidores desencantados y de tendencias que se agotan casi antes de empezar, Anderson representa una rareza: un diseñador capaz de emocionar. El filósofo francés Gilles Lipovetsky ha descrito la moda como el motor de la ilusión de novedad en la sociedad contemporánea. Durante años, esa promesa pareció desinflarse en un mercado saturado. Con Anderson en Dior, esa ilusión renace.

Su trabajo es, al mismo tiempo, un homenaje a la historia de la maison y una apuesta por un futuro aún posible para la moda: un futuro en el que el archivo no es peso muerto, sino semilla viva; en el que la pasarela no es solo comercio, sino cultura; en el que un diseñador puede devolvernos la sensación de estar viendo algo realmente nuevo.

En tiempos de fatiga, Anderson parece haber dejado patente que la moda todavía puede enamorar. Ese gesto no es solo un triunfo creativo: es un acto de fe en lo que el sector puede llegar a ser.

The Conversation

Sandra Bravo Durán no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ¿Puede Jonathan Anderson traer de vuelta la ilusión por la moda en Dior? – https://theconversation.com/puede-jonathan-anderson-traer-de-vuelta-la-ilusion-por-la-moda-en-dior-266620

Vuelve Jon Fosse y, con él, la literatura de lo rural

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Alicia Nila Martínez Díaz, Profesor Acreditado Contratado Doctor Filología Hispánica, Universidad Villanueva

Jon Fosse en la Feria del Libro de Frankfurt en 2019. Markus Wissmann/Shutterstock

El 9 de octubre se publica en español Vaim, la última novela del noruego Jon Fosse y primera que escribe desde que le otorgaron el Premio Nobel de Literatura en 2023. Su publicación sitúa en primer plano las “literaturas de la ruralidad”, historias en las que los entornos rurales reflejan las tensiones y preguntas de la existencia contemporánea.

Desde el poeta romano Horacio hasta Fosse, pasando por Henry David Thoreau, William Wordsworth o el también noruego Knut Hamsun, la literatura ha hecho del mundo rural un espejo desde el que repensar la vida humana.

Muchos escritores reavivan hoy esta rica tradición literaria para afrontar un desafío esencial: ¿es momento de regresar a la tierra?

Lejos, muy lejos del mundanal ruido

Portada de la edición en español de Vaim, de Jon Fosse.

Penguin Libros

En Vaim se despliega la historia de Jatgeir, un hombre solitario instalado en la aldea pesquera cuyo nombre da título al libro. Un viaje a Bergen lo enfrentará al pasado: allí se reencuentra con Eline, ese amor de juventud que nunca se extinguió. Recién separada de Frank, ella le propondrá regresar juntos a Vaim.

Desde ese instante, la narración se adentra en la frágil arquitectura de un triángulo amoroso. La cotidianidad y la fuerza del paisaje pesquero noruego se convierten en catalizadores de las pasiones y dilemas que atraviesan toda existencia humana.

No obstante, la predilección de Fosse por el ámbito rural no constituye una sorpresa. Tanto en Vaim como en sus obras anteriores la vida de los personajes se enraíza en aldeas diminutas, granjas solitarias o apartados pueblos pesqueros, donde el paisaje marca el pulso narrativo de la historia.

Una narrativa que brota de la tierra

Fosse insiste en volver la mirada hacia esos territorios remotos que condensan intimidad, memoria y vulnerabilidad. Surge entonces la pregunta inevitable: ¿de dónde nace esta atracción por narrar historias ancladas en parajes rurales?

Quizá la clave resida en la centralidad del espacio en la obra de Fosse. Más que escenario, el paisaje se convierte en protagonista silencioso, cargado de símbolos y resonancias. En Trilogía, Asle y Alida vagan por aldeas pesqueras que reflejan su desamparo; en Vaim, el pueblo concentra tanto la melancolía del amor perdido como la certeza de que toda vida oscila entre permanencia y exilio.

El espacio deja así de ser territorio para transformarse en experiencia interior: un mapa íntimo, tejido de memoria y fragilidad, donde –como recordó el jurado de la Academia sueca– se alcanza a “dar voz a lo indescriptible”.

Los recuerdos de infancia del escritor ocupan un lugar decisivo en su obra. Fosse ha contado que pasó parte de su niñez junto al fiordo Hardanger, un entorno cuya cadencia natural dejaría una huella imborrable en su sensibilidad.

“Ese sonido, ese ritmo de la naturaleza lo encarno de alguna manera en todo lo que escribo. La música de mi prosa y mis poemas está conectada con ese paisaje”, confesaba en una entrevista.

Imagen de un fiordo con nubes que se meten casi en el agua.
El fiordo de Hardanger a primera hora de la mañana.
Holger Uwe Schmitt/Wikimedia Commons, CC BY-SA

Una mirada planetaria para un escritor de pueblo

Al igual que el irlandés Samuel Beckett o el estadounidense William Faulkner, la mirada de Fosse conjuga lo local y lo universal en los elementos del paisaje de su Noruega natal. Objetos cotidianos –una barca, un haz de leña– se cargan de significado y revelan una dimensión trascendente que recorre toda su obra.

Como él mismo señala en Mañana y tarde, “las cosas más simples son las que llevan más peso”, una declaración que funciona casi como poética de su obra: lo cotidiano nunca se agota en su materialidad, sino que se convierte en símbolo y reflejo de lo primordial.

“Para ser universal habla de tu pueblo”, dice el viejo adagio, y acaso en esa premisa resida la fuerza de la literatura de Fosse, capaz de encontrar resonancia en lectores de cualquier latitud.

Escribe desde su Noruega natal y, sin embargo, lo que emerge de sus páginas nos concierne a todos. En su literatura lo íntimo acaba revelándose como verdad compartida y perdurable.

El retorno a la tierra

Mucho ha llovido desde el clásico beatus ille –con su invitación a la vida retirada en la naturaleza– hasta los los villorrios destartalados del viejo Sur que Faulkner transformó en literatura. Sin embargo, la fascinación por la cabaña de Walden en la que se instalaba Thoreau, la primavera de Wordsworth o la “vida retirada” de fray Luis de León continúa intacta.

Más allá de modas pasajeras o ideales estéticos, la literatura ha demostrado que la naturaleza abre al hombre dimensiones insospechadas de su existencia. La obra de Fosse se suma a este movimiento contemporáneo que devuelve a la tierra su fuerza simbólica dentro del relato.

Retrato en blanco y negro de un hombre de barba y pelo blanco.
Retrato de Jon Fosse en 2020.
Tom A. Kolstad/Det norske samlaget., CC BY-SA

Este giro literario se enmarca en lo que algunos críticos han llamado “neorruralismo”, la corriente de la narrativa contemporánea que mira hacia lo rural como metáfora donde se libran luchas éticas, se despliega la introspección o se buscan formas de resistencia.

En el ámbito español, voces como las de José Jiménez Lozano y Jesús Carrasco ilustran bien esta renovada sensibilidad hacia la vida en contacto con la tierra.

Más allá de nuestras fronteras, otros escritores también han vuelto su mirada hacia los entornos rurales como fuente de de inspiración y reflexión sobre la vida humana.

En las páginas de Peter Handke, en la memoria de Annie Ernaux o en las crónicas de Karl Ove Knausgård, la naturaleza y las aldeas perdidas son fuerzas que modelan la vida de los personajes, obligándoles a confrontar sus destinos.

Todos ellos toman ahora el testigo y se lanzan a reflejar una necesidad constante. Regresar a la tierra, sí, pero sin nostalgia. Volver para reflexionar y afrontar con sosiego las tensiones que desgarran nuestro presente.

El mundo rural se presenta como espacio privilegiado donde reencontrarse con lo esencial y aprender a diferenciar lo importante de lo superfluo.

Mares o fiordos, picos o valles, poco importa el enclave. Se han convertido en coordenadas esenciales desde las que buscar, explorar y redefinir nuestro propio lugar en el mundo.

The Conversation

Alicia Nila Martínez Díaz no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Vuelve Jon Fosse y, con él, la literatura de lo rural – https://theconversation.com/vuelve-jon-fosse-y-con-el-la-literatura-de-lo-rural-264603

Jane Goodall cambió el paradigma de la evolución humana y el lugar que ocupamos en la naturaleza

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Paul Palmqvist Barrena, Catedrático de Paleontología, Universidad de Málaga

Jane Goodall (1934-2025). vitrolphoto/Shutterstock

Parque Nacional de Gombe Stream, Tanzania, finales de noviembre del año 1960. Jane Goodall, una londinense de 26 años, amante de los animales, lleva desde julio viviendo en una choza rodeada por la densa vegetacion selvática, acompañada tan solo por su madre y un cocinero. Durante los meses transcurridos, ha documentado cómo se desplazan los chimpancés, de qué se alimentan y cómo fabrican los nidos de hojarasca donde pasan la noche. Pero estos simios son solo sombras fugaces y esquivas que se mueven entre la densa vegetación, evitando el contacto con ella.

La financiación se acaba y teme defraudar a Louis S.B. Leakey, el gran paleoantropólogo a quien había conocido tres años antes y que confió en ella para encomendarle tamaño trabajo pionero de campo, pese a carecer de formación académica.

Es precisamente en este momento de dudas cuando, por sorpresa, un chimpancé macho a quien bautizará como David Greybeard (“barba gris”) se acerca confiado a ella, sin mostrar una actitud agresiva, sentándose junto a un montículo que alberga un nido de termitas. Toma una ramita, la manipula y la rompe hasta dar con las dimensiones adecuadas, introduciéndola repetidamente en el nido para sacar a las termitas, que se aprestan a defenderlo, y se las come con delectación. Al ser informado por Jane sobre el hallazgo, Leakey respondió entusiasmado con un telegrama que ha pasado a los anales de la evolución humana:

“Ahora debemos redefinir el concepto de herramienta, redefinir el concepto de humano o aceptar también a los chimpancés como seres humanos”.

Cambio de paradigma

Una abrumadora mayoría de las personas pasan por este mundo sin dejar una huella duradera. Muy pocas hacen aportaciones significativas al acervo general de conocimiento de la humanidad, y aún menos aportan una visión que se traduce en un cambio de paradigma. Jane Goodall, quien falleció por causas naturales el pasado 1 de octubre a los 91 años de edad, fue sin duda una de estas personas singulares.

Su legado es inmenso, no solo en los campos científicos de la etología (el análisis del comportamiento animal) y la primatología (el estudio de los primates, el orden de mamíferos al que pertenecemos los seres humanos y nuestros parientes vivos más próximos, los chimpancés), sino también en la concienciación social sobre la necesidad de conservar la biodiversidad y los espacios naturales que la albergan.

Hay múltiples razones para poner en valor el legado excepcional de Jane Goodall, pues antes de que se desplazase a Gombe sabíamos muy poco sobre la conducta de los chimpancés en su medio natural. Sin verse condicionada por los sesgos inherentes a una formación académica reglada, Jane adoptó una metodología heterodoxa.

Entre otras cosas, rehusó seguir la práctica habitual de numerar a los objetos de estudio, justificada por la supuesta pérdida de objetividad que implica el apego emocional al individuo estudiado. En cambio, procedió a darles nombres a los chimpancés, eligiendo los apodos en función de los rasgos observados de su carácter o los parecidos físicos que creía ver con personas conocidas.

Gracias a esta proximidad emocional, y a su inmensa paciencia, documentó aspectos inquietantemente humanos en su comportamiento, como el hecho de que cada uno de los individuos tenía una personalidad única, siendo capaz de desarrollar pensamientos racionales, experimentar emociones –como alegría y tristeza– o desarrollar alianzas complejas –y mudables en el tiempo– con otros congéneres. Algo que por aquella época no resultaba nada convencional.

En sus estudios de campo, cuyos primeros resultados relató magistralmente en su libro En la senda del hombre, publicado en 1971, Jane documentó que, pese a que los chimpancés se habían considerado como estrictamente vegetarianos, consumían carne siempre que les era posible, cazando monos colobos con regularidad. De hecho, se ha estimado que hasta un tercio de la población de estos monos en el parque es devorada cada año por los chimpancés.

En las partidas de caza, cuyo éxito depende en gran medida del número de ejemplares que colaboran para aislar al mono en la copa de un árbol, bloqueando las posibles salidas, el reparto de la carne una vez cobrada la pieza adquiere especial relevancia. Los machos la comparten preferentemente con aquellos otros de quienes depende asegurar su posición en la jerarquía, pero atienden también las solicitudes de las hembras sexualmente receptivas (esto es, pagan a cambio de tener sexo).

Los chimpancés también se enfrascan en guerras

Otro hallazgo inquietante fue que las hembras dominantes del grupo matan ocasionalmente a otras más jóvenes para mantener su posición en la jerarquía, practicando el infanticidio e incluso, a veces, el canibalismo. Pero quizás la mayor conmoción ocasionada por sus estudios fue la de que los chimpancés se enfrascan en conflictos territoriales duraderos con los grupos vecinos, a cuyos miembros matan sistemática y deliberadamente en lo que se pueden denominar con propiedad como auténticas guerras entre clanes. Así lo relató en su libro de 1989, titulado A través de una ventana: treinta años estudiando a los chimpancés.

Transmisión cultural de las madres a sus crías

En definitiva, los estudios pioneros de Jane Goodall han cambiado nuestra percepción sobre la evolución humana y el lugar que ocupamos en la naturaleza. Sus observaciones inspiraron los trabajos de nuevas generaciones de primatólogos, quienes crecieron con el estímulo de sus escritos. Por ejemplo, los relativos al aspecto no trivial de si podemos considerar que los chimpancés tienen una cultura propia, lo que siempre se consideró como algo exclusivamente humano.

Así, en dos trabajos posteriores, en los que también participó Jane, se estudió la distribución de más de seis decenas de rasgos de comportamiento en ocho poblaciones de chimpancés diferentes de África central, detectando en dos tercios de ellos variantes culturales según la aparición o no de tales rasgos en esas poblaciones. Son este tipo de diferencias las que precisamente nos permiten hablar de culturas humanas. No obstante, conviene indicar que las poblaciones estudiadas pertenecen a las tres subespecies de chimpancé, Pan troglodytes troglodytes, P. t. schweinfurthii y P. t. verus, la última de las cuales divergió evolutivamente de las otras dos hace casi 1,6 millones de años según indican los datos genéticos.

Por otra parte, en los chimpancés se produce exogamia femenina (esto es, son las hembras las que se dispersan, cambiando de grupo familiar al alcanzar la edad reproductiva). Esto significa que la diseminación de las variables culturales depende del sexo femenino, como también lo sugiere el hecho de que la transmisión cultural por aprendizaje se da preferentemente desde las madres hacia sus crías. Ello parece venir apoyado por el hecho de que es el número de chimpancés hembras el que se correlaciona con la variedad de hábitos culturales en el grupo, no el de los machos.

En definitiva, resulta difícil calibrar el legado científico y cultural de Jane Goodall sin disponer de la perspectiva temporal adecuada. Este legado se ha materializado, por el momento, en el Instituto Jane Goodall, con treinta oficinas alrededor del mundo, cuyo objetivo es proteger los hábitats de los animales salvajes, realizar investigaciones y promover la educación ambiental. Pero también en el programa mundial para jóvenes “Roots & Shoots” (raíces y brotes), que patrocina unos 10 000 proyectos de impacto local en más de sesenta países, impulsando iniciativas de reciclaje, reforestación y defensa del bienestar animal.

Aunque es mucho lo conseguido en su larga vida, las generaciones venideras, inspiradas por su memoria, tienen todavía bastante por hacer.

The Conversation

Paul Palmqvist Barrena no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Jane Goodall cambió el paradigma de la evolución humana y el lugar que ocupamos en la naturaleza – https://theconversation.com/jane-goodall-cambio-el-paradigma-de-la-evolucion-humana-y-el-lugar-que-ocupamos-en-la-naturaleza-266606

¿Se le puede llamar a una hamburguesa sin carne ‘hamburguesa’? El debate legal sobre los productos vegetales

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Cristina Blanco Llamero, Profesora en el Grado de Nutrición Humana y Dietética y Doctora en Ciencias de la Alimentación, Universidad Francisco de Vitoria

Sundry Photography/Shutterstock

En los últimos años hemos visto cómo los supermercados se van llenando de productos elaborados solo con materias primas de origen vegetal, también conocidos como plant-based: “filetes” de soja, “salchichas” veganas, “hamburguesas” vegetales…

No obstante, en el etiquetado de este último producto podemos ver variaciones terminológicas como veg burger, veg-hamburguesa, burger vegetal, o incluso nombres más discretos que evitan por completo la denominación tradicional. ¿Casualidad? ¿Estrategia de marketing? ¿Reflejo de la situación legal?

Lo cierto es que muchas definiciones, regulaciones y normativas se quedan por detrás de la realidad del consumidor, del mercado y de la innovación alimentaria, lo que alimenta la polémica. Veamos cuál es la situación actual.

Hamburguesa vegetal.
Pexels

Legislación y lagunas

En Europa, es la UE quien se encarga de legislar en materia de alimentación, pero si hay vacío legal, cada país puede establecer sus normas (siempre y cuando no contradigan otra regulación europea). Este es el motivo por el que a veces encontramos discrepancias entre países en ciertas materias mientras que en otras existe uniformidad. Todo depende de lo que marque o no Europa.

Si indagamos un poco en la nomenclatura de los productos elaborados con plantas, encontramos el Reglamento (UE) nº 1169/2011 sobre la información alimentaria al consumidor. Aquí se establece que la denominación de un alimento debe ser clara, no inducir a engaño, y reflejar su naturaleza.

A esta normativa se agarran quienes defienden no llamar a las cosas por el nombre de otras, ya que podemos llevarnos un disgusto cuando descubrimos al preparar la barbacoa del sábado que hemos comprado “hamburguesas” de berenjena sin querer.

Ante la ausencia de normas europeas más concretas, ahora examinaremos la legislación española, que incluye definiciones oficiales de lo que constituye una “hamburguesa”, una “salchicha”, un “embutido”, etc. Por ejemplo, solo se puede llamar hamburguesa a un producto en el que participe carne, en ciertas proporciones y condiciones de elaboración, sin añadir ingredientes que desvirtúen esa categoría legal. Por eso, nos encontramos las etiquetas que nos encontramos en el supermercado.

Pero entonces, ¿existe en España otro término legal llamado “hamburguesa vegetal”? ¿O al menos uno que nos diga cómo llamar a estos productos al igual que ocurre con los animales? La respuesta es no.

Por contra, el uso de términos de la industria láctea (“leche”, “queso”, etc.) sí está regulado desde hace años: la normativa y la jusrisprudencia de la UE han dejado claro que los productos vegetales no pueden usar los términos reservados para productos hechos con leche animal, y obliga a usar el término “bebida vegetal” en vez de “leche vegetal”. Esa regulación es bastante antigua y está establecida sin suscitar demasiada polémica.

Sin embargo, el creciente auge de productos vegetales exige ponernos al día e introducir nuevos términos.

¿Le apetece un ‘disco vegetal’ a la parrilla?

En el caso de los análogos de los productos cárnicos, algunos países sí han legislado. Así, Francia fue pionera en prohibir tajantemente el uso de términos como “hamburguesa” o “salchicha” para productos vegetales, aun cuando estos iban acompañados de la aclaración “vegano” o “vegetal”. El objetivo declarado era “proteger al consumidor” frente a la supuesta confusión que podría generar encontrarse un “steak végétal” en la estantería.

El resultado fue, cuando menos, surrealista: el legislador francés llegó a proponer que se sustituyera el término “hamburguesa vegetal” por el mucho menos apetecible “disco vegetal”. Difícil imaginar a alguien invitando a sus amigos con la promesa de preparar unos “discos vegetales a la parrilla”. Quien acuñó ese término, probablemente, no era consumidor habitual de este tipo de productos.

La Unión Europea zanja el debate… ¿o no?

Durante años, la Unión Europea permaneció en silencio. Eso provocó un mosaico normativo en el que un mismo producto podía llamarse “burger vegana” en Alemania, pero estaba prohibido bajo amenaza de multa en Francia.

Ese vacío legal, lejos de proteger al consumidor, creaba más confusión: un ciudadano que viajaba dentro del propio mercado común podía encontrarse con etiquetas distintas para el mismo producto. Y si algo debería garantizar la Unión Europea es precisamente la coherencia del mercado único.




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Tras años de presión por parte de asociaciones de consumidores, productores y defensores de la alimentación sostenible, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) puso fin a la controversia en octubre de 2024.

En su sentencia, declaró que los Estados no pueden prohibir de forma general el uso de denominaciones como “hamburguesa” o “salchicha” en productos vegetales sin ser considerados publicidad engañosa, un fallo que permite a estos productos utilizar términos asociados tradicionalmente a la carne y les protege de restricciones nacionales, siempre que quede claro en el etiquetado que no contienen carne. Es decir, el consumidor tiene derecho a comprar una “hamburguesa vegetal” sin que la etiqueta deba disfrazarla de “disco vegetal”.

Esto está muy bien, pero aún tenemos el citado Reglamento (UE) nº 1169/2011 sobre la información alimentaria al consumidor establece que la denominación de un alimento debe ser clara, no inducir a engaño. Y esto deja espacio, en muchos casos, a la subjetividad de cada uno.

En cualquier caso, la resolución supuso un golpe duro para Francia, que tuvo que derogar su normativa nacional, pero fue celebrada por la industria plant-based en toda Europa. Después de años de incertidumbre, por fin se reconocía algo obvio: la palabra “hamburguesa” ya no pertenece en exclusiva a la carne, sino al formato culinario y a la cultura alimentaria compartida. El lenguaje evoluciona con la sociedad, y pretender lo contrario es quedarse anclado en un pasado que ya no responde a las necesidades del presente.

En definitiva, la demanda de productos vegetales no es algo marginal: va en aumento. El consumidor está cambiando sus hábitos, motivado por la salud, la sostenibilidad o la ética. No adaptar la ley es ignorar una realidad de mercado. De hecho, las leyes antiguas o las definiciones técnicas rígidas funcionan peor en tiempos de innovación alimentaria como la que vivimos. Productos que antes no existían (proteína vegetal procesada, fermentada, cultivada…) desafían las clasificaciones antiguas de “carne”, “preparado de carne”, etcétera.

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Cristina Blanco Llamero no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ¿Se le puede llamar a una hamburguesa sin carne ‘hamburguesa’? El debate legal sobre los productos vegetales – https://theconversation.com/se-le-puede-llamar-a-una-hamburguesa-sin-carne-hamburguesa-el-debate-legal-sobre-los-productos-vegetales-264799

Excipientes, los actores secundarios que pueden decidir el éxito o el fracaso de un medicamento

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Alejandro Ruiz-Picazo, Profesor Ayudante Doctor en Biofarmacia y Farmacocinética, Universidad Miguel Hernández

Control de calidad de medicamentos. sergey kolesnikov/Shutterstock

Cuando tomamos un comprimido para aliviar el dolor de cabeza o tratar una infección, pensamos que lo único importante es el principio activo, la sustancia que ejerce el efecto deseado. Sin embargo, esa pastilla contiene algo más: los excipientes. Durante años, se les ha considerado meros acompañantes sin acción farmacológica. Hoy sabemos que pueden ser actores fundamentales en la eficacia de un medicamento.

No curan, pero ayudan a curar

Los excipientes son los ingredientes que acompañan al principio activo en una formulación farmacéutica. Su función no es curar ni tratar enfermedades directamente, sino facilitar la fabricación, conservación y administración del medicamento. Por ejemplo, un excipiente puede ayudar a que un comprimido se disuelva más rápido, tenga mejor sabor o sea más fácil de tragar.

Hasta aquí todo suena técnico pero inofensivo. El problema surge cuando estos “inofensivos” ingredientes modifican, sin que lo sepamos, cómo se absorbe el principio activo en nuestro organismo.




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¿Por qué son tan importantes?

La absorción oral de un fármaco –es decir, cómo pasa del intestino a la sangre– depende de muchas variables: el pH del estómago, la motilidad intestinal, la presencia de enzimas, la capacidad del fármaco para disolverse en agua y su facilidad para atravesar las paredes del intestino. Y en todo este viaje, los excipientes pueden actuar como aliados… o como obstáculos.

Un estudio reciente ha mostrado que algunos pueden alterar la solubilidad o la permeabilidad del fármaco, afectando directamente cuánto del principio activo llega realmente a nuestro organismo. En algunos casos, esta influencia puede ser positiva –mejorando la eficacia del tratamiento–, pero en otros puede provocar una absorción irregular o incluso insuficiente.

Cuando el “actor invisible” deja huella

¿Un ejemplo? El polietilenglicol 400 (PEG 400), un excipiente común en jarabes y cápsulas blandas. En bajas dosis puede mejorar la absorción de ciertos medicamentos, pero en cantidades elevadas puede acelerar tanto el tránsito intestinal que el medicamento no tiene tiempo suficiente para ser absorbido. Algo similar ocurre con el sorbitol, presente en chicles sin azúcar, jarabes y otros productos farmacéuticos.

Otro caso interesante es el de la croscarmelosa sódica, que ayuda a que los comprimidos se desintegren más rápido. En experimentos con animales, se ha observado que este excipiente puede aumentar la permeabilidad intestinal al alterar las uniones entre células, facilitando la entrada del medicamento al torrente sanguíneo.

Implicaciones clínicas y regulatorias

¿Y por qué deberíamos preocuparnos por esto? Porque incluso si dos medicamentos contienen el mismo principio activo y en la misma cantidad, podrían comportarse de forma distinta en nuestro cuerpo si utilizan excipientes diferentes. Como hemos visto, esa diferencia puede influir en la cantidad y velocidad con la que el principio activo llega a la sangre, afectando a la eficacia del tratamiento.

Este fenómeno se conoce como bioequivalencia, y es uno de los requisitos clave para la aprobación de medicamentos genéricos. Para que un fármaco de este tipo sea autorizado, debe demostrar que tiene el mismo efecto terapéutico que el de referencia, lo que implica que la absorción del principio activo debe ser prácticamente igual. Por ello, las agencias reguladoras, como la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) o la Agencia Europea del Medicamento (EMA), vigilan también la composición en excipientes, especialmente en casos en los que estos pueden influir en la absorción.

Sin embargo, es importante destacar que dichos casos se detectan precisamente porque existen controles rigurosos antes de que un genérico llegue a las farmacias. Cuando se identifica que un excipiente puede tener un impacto significativo, las autoridades sanitarias pueden exigir estudios adicionales o limitar su uso.

En definitiva, aunque los excipientes pueden ser actores relevantes en la absorción del medicamento, la vigilancia reguladora garantiza que, en los productos disponibles para el paciente, cumplan con los estándares exigidos de calidad, seguridad y eficacia.

¿Qué podemos aprender de esto?

La próxima vez que mire la etiqueta de un medicamento y vea una lista interminable de nombres extraños, recuerde: no están ahí solo para rellenar. Los excipientes son parte integral del tratamiento. Ignorarlos puede llevarnos a resultados inesperados, incluso con medicamentos que conocemos bien.

Más aún, el futuro de la formulación farmacéutica pasa por aprovechar los excipientes de forma inteligente: como potenciadores de la eficacia, como moduladores del perfil de liberación o, incluso, como herramientas para reducir efectos secundarios.

En resumen, los excipientes pueden ser tanto los héroes silenciosos como los villanos invisibles de la medicina moderna. Tal vez ha llegado el momento de dejar de verlos como simples acompañantes y empezar a reconocer su verdadero papel en el éxito (o fracaso) de los tratamientos que tomamos cada día.

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Este artículo fue finalista del Premio Luis Felipe Torrente de Divulgación sobre Medicina y Salud, organizado por la Fundación Lilly y The Conversation

ref. Excipientes, los actores secundarios que pueden decidir el éxito o el fracaso de un medicamento – https://theconversation.com/excipientes-los-actores-secundarios-que-pueden-decidir-el-exito-o-el-fracaso-de-un-medicamento-265767

¿Por qué el aire que expulsamos sale caliente pero el que inspiramos está frío?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Jon Irazusta, Profesor e Investigador de Fisiología, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

ANDRANIK HAKOBYAN/Shutterstock

Este artículo forma parte de la sección The Conversation Júnior, en la que especialistas de las principales universidades y centros de investigación contestan a las dudas de jóvenes curiosos de entre 12 y 16 años. Podéis enviar vuestras preguntas a tcesjunior@theconversation.com


Pregunta formulada por el curso de 2º de la ESO del Instituto de Educación Secundaria Miguel de Unamuno, en Gasteiz (Álava)


Para comprobarlo, puedes hacer un experimento sencillo mientras lees esto: coloca tu mano frente a tu boca y echa el aliento. Ahora respira profundamente por la boca o la nariz. No es que nuestra boca cambie de temperatura cada vez que inspiramos o expiramos: la clave está en las diferencias que hay entre el aire del exterior y el que ya está dentro de tu cuerpo. Además, la humedad también influye en este fenómeno, como veremos.

La composición del aire cambia en nuestro cuerpo

Cuando inspiramos, normalmente tomamos alrededor de medio litro de aire del ambiente, formado principalmente por nitrógeno y oxígeno. Pero el que expiramos es distinto: contiene menos oxígeno, porque nuestro cuerpo lo ha usado, y más anhídrido carbónico (o dióxido de carbono, CO₂ ), que es un producto del metabolismo.

Gracias a ello, el organismo obtiene el oxígeno que necesita y elimina el exceso de CO₂. Este proceso ayuda a mantener estables las condiciones internas de nuestro cuerpo.

Además, el aire que respiramos suele estar más frío porque tiene la temperatura del sitio en donde estamos, normalmente menor que la del cuerpo. Después, al pasar por la boca y nariz, se calienta hasta acercarse a la temperatura de nuestro interior: unos 36–37 °C.

Saturado de agua

Otro factor, como decíamos al principio, es la humedad. El aire del exterior normalmente es más seco, no está lleno de vapor de agua (técnicamente, se dice que no está saturado). Al inhalarlo, se humedece gracias a las mucosas y a la saliva y, entonces, sí se satura de agua.

Cuando el aire seco del exterior entra en la nariz o la boca, parte de la humedad de nuestras mucosas o saliva se evapora. Y el abundante calor que necesita ese proceso de evaporación “es robado” a nuestro cuerpo, haciendo que baje la temperatura ligeramente. De ahí que sintamos más frío el aire que inspiramos: nos ha quitado parte de nuestro calor.

Jadeos refrigerantes

Seguramente habrás visto que algunos animales, como los perros, respiran muy rápido cuando hace calor. Eso se llama jadear, y consiste en hacer pasar mucho aire por la boca. Al hacerlo, la saliva que recubre la lengua y el interior de la boca se evapora, un proceso que ayuda a los perros a perder calor y a mantener su temperatura corporal dentro de un rango adecuado.

Al contrario, el aire que expulsamos está muy húmedo porque viene de los pulmones, que están recubiertos de agua en su interior. En este caso no hay pérdida de calor desde la saliva o las mucosas hacia el aire. Podemos comprobar la presencia de esa humedad fácilmente cuando soplamos sobre un cristal: el vapor de agua que exhalamos se condensa y lo empaña.

Efecto mentolado

Para que podamos notar los cambios de temperatura del aire que respiramos, la información debe llegar hasta el cerebro. En la lengua, el paladar y, en menor medida, en las fosas nasales, hay unas terminaciones nerviosas llamadas termorreceptores, que son muy sensibles a la temperatura. Lo comprobamos fácilmente al tomar un helado o una sopa caliente: cuando los termorreceptores se activan, envían señales al cerebro que nos permiten sentir su frío o su calor, respectivamente. Y gracias a ellos, también podemos percibir la diferencia de temperatura entre el aire que entra y el que sale al respirar.

Algo parecido ocurre cuando tomamos caramelos de menta. Un compuesto que está en la menta, el mentol, activa las terminaciones sensibles al frío. Esto nos hace sentir una sensación de frescor, aunque la temperatura real en la boca no cambie.

Y antes de terminar, una nota final: gran parte de lo que comentamos aquí vale para condiciones normales, pero en días de calor extremo (más de 37 ºC) puede ocurrir que el aire que entra sea más caliente que el que sale.


La Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco colabora en la sección The Conversation Júnior.


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Jon Irazusta no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ¿Por qué el aire que expulsamos sale caliente pero el que inspiramos está frío? – https://theconversation.com/por-que-el-aire-que-expulsamos-sale-caliente-pero-el-que-inspiramos-esta-frio-262049

Misiles, drones y sabotajes: cómo Rusia intensifica su ofensiva ‘silenciosa’ sobre Europa

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Alberto Priego, Profesor Agregado de la Facultad de Derecho- ICADE, Departamento de Dep. Público. Área DIP y RRII, Universidad Pontificia Comillas

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En el año 2007, en un discurso pronunciado en el club Valdai, Vladimir Putin declaró la guerra a Europa. No fue una declaración abierta y clara, si no una manifestación de voluntad que se ha traducido en una suerte de acciones hostiles que, por el momento, se ha visto culminada con los ataques contra el espacio aéreo europeo que hemos visto en las últimas semanas.

Este conjunto de acciones, que van desde las violaciones del espacio aéreo hasta el sabotaje de las redes de comunicaciones, tienen por objetivo incrementar la desafección de los europeos hacia sus gobiernos, una táctica que quedó perfectamente recogida en las palabras del vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso Dimitri Medvedev cuando publicó en Telegram que Rusia debía convertir la vida de los occidentales en una pesadilla interminable hasta que ya no pudieran distinguir entre ficción y realidad.

Desde un punto de vista técnico esta estrategia ha sido calificada como guerra híbrida, pero quizás sea más claro llamarle “guerra silenciosa”.

Más allá de los daños materiales que se puedan causar con este tipo de acciones, el objetivo de Rusia es lograr que los ciudadanos duden de sus administraciones públicas y, sobre todo, de sus políticos, votando como respuesta a opciones extremas que sean más favorables a los planes imperiales del Kremlin.

En algunos lugares como Hungría, Eslovaquia o Estados Unidos Rusia ya ha conseguido su objetivo y en otros como Reino Unido, Francia o Alemania está trabajando arduamente para lograrlo.

Objetivo: que nada funcione

La meta fundamental de Rusia es hacer que nada funcione en Europa. Para ello, no ha dudado en sabotear las redes de comunicaciones dejando a muchos ciudadanos europeos sin internet o telefonía móvil. Un ejemplo de esto ocurrió en octubre de 2022 en Marsella, cuando la ciudad se quedó sin fibra óptica. Dos años más tarde ocurrió lo mismo en seis departamentos franceses. Detrás de este incidente estaría el Grupo APT28, un comando vinculado a la inteligencia rusa (GRU) que opera en la clandestinidad atacando las redes.

En otros lugares como Estonia o Finlandia, sus acciones no han sido tan sutiles. En diciembre de 2024 la marina finlandesa capturó a uno de los barcos de la “flota fantasma” rusa –el Eagle S– cuando la embarcación estaba cortando el cable submarino Estlink 2 que conecta al país escandinavo con el resto del continente europeo. Aunque no lo lograron, el objetivo era dejar a Finlandia sin luz en el día de Navidad, justo cuando se produce la visita masiva de europeos a Rovaniemi, la ciudad de Papá Noel.

En las últimas semanas, Rusia ha dado una nueva vuelta de tuerca a la situación en Europa. En esta ocasión, el objetivo no fueron ni las redes de suministro eléctrico ni los cables de datos, sino el espacio aéreo. Rusia parece haber pisado el acelerador llevando a cabo una triple ofensiva: ciberataques contra los aeropuertos, violaciones del espacio aéreo y hackeo de los sistemas de navegación de los líderes europeos.

Comenzando por el final, tenemos que destacar que al menos dos líderes europeos –Úrsula Von Der Layen y Margarita Robles– han tenido que realizar aterrizajes de emergencia cuando sobrevolaban estados limítrofes con Rusia. Se trata de una agresión directa que se enmarca en el desafío ruso para con Europa.

En esta misma línea es imporante mencionar el ataque con misiles que sufrió la delegación diplomática de la UE en Kiev a finales de agosto. Sin duda, una advertencia para la UE.

En segundo lugar, tenemos que destacar los ciberataques que sufrieron los aeropuertos de Berlín, Bruselas, Copenhague y Londres. Debido a un malware, los pasajeros no pudieron ni facturar ni obtener sus tarjetas de embarque, provocando largas colas y gran malestar entre aquellos que iniciaban viaje.

Aunque no se ha podido demostrar que el ataque tuviera origen en Rusia, fuentes de la UE consideran que este comparte metodología con otros ciberataques perpetrados por hackers al servicio de la inteligencia rusa (GRU). De hecho, en 2023 y en 2024 aeropuertos de Alemania e Italia sufrieron ataques similares.

En tercer y último lugar está la aparición de drones rusos en el cielo de diferentes estados europeos. El caso más llamativo ha sido el de Polonia, cuyo cielo se vio invadido por 19 de esos aparatos no tripulados procedentes de Rusia. Además, un MIG-31 ruso estuvo sobrevolando Estonia durante al menos 12 minutos y un avión espía IL-20m hizo lo mismo sobre las aguas del Báltico, obligando a la aviación sueca a expulsarlo de su espacio aéreo.

Poniendo a prueba a la OTAN

Con estas acciones Rusia trata de poner a prueba a la OTAN, sobre todo la cohesión de la alianza y la actitud de los mismos ante una situación en la que un Estado, ante un ataque ruso, pudiera invocar la activación del artículo 5.

Resulta complicado pensar que la Alianza Atlántica activara su mecanismo de defensa colectiva como respuesta a un ataque ruso. Quizás por ello, tanto Estonia como Polonia solo hayan invocado las consultas que están recogidas en el artículo 4 y no el artículo 5.

Por su parte, la OTAN ha aprobado una nueva operación de vigilancia aérea que se une a las ya desplegadas por la Alianza desde 2014.

No obstante, la pregunta es si estamos dispuestos a hacer lo que Turquía hizo cuando un caza ruso entró en sus espacio aéreo en 2015 –es decir, derribarlo– o si vamos a seguir permitiendo que Rusia vaya dando pasitos hacia una situación como la vivida por Ucrania el 23 de febrero de 2022. Tal vez si Putin percibe debilidad, su actitud será cada vez más agresiva.

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Alberto Priego no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Misiles, drones y sabotajes: cómo Rusia intensifica su ofensiva ‘silenciosa’ sobre Europa – https://theconversation.com/misiles-drones-y-sabotajes-como-rusia-intensifica-su-ofensiva-silenciosa-sobre-europa-266331

¿Se aprende mejor participando en clase?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Octavio Díaz Santana, Profesor de Sociología, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

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¿Qué hace un “buen estudiante”? Toma apuntes, presta atención y guarda silencio, mientras el docente explica: esta sería una respuesta habitual. Es decir, el profesor o profesora como protagonista, y los estudiantes con una actitud pasiva. A menudo, este se considera el mejor modelo para sacar buenas notas.

Las metodologías activas proponen algo diferente: un aprendizaje basado en la participación del alumnado. Se trata de que tenga una actitud activa, para lo que el profesorado ha de brindarle espacio. Pero ¿realmente este cambio mejoraría el rendimiento?

En una reciente investigación tratamos de responder a esta pregunta centrándonos en las competencias de Comunicación lingüística, Inglés, Matemáticas y Ciencia y Tecnología. Para ello, utilizamos los datos del alumnado que cursa el sexto curso de primaria en las Islas Canarias.

El rol del profesorado

La sociología de la educación señala que impartir las clases de una forma u otra no sólo tiene consecuencias en cómo se aprende: influye en el clima del aula. Y eso se traduce en una mayor o menor atención, respeto, seguridad y confianza.

En nuestra investigación analizamos cómo se comporta el profesorado; es decir, el rol que juega en el aula. En concreto diferenciamos dos estilos docentes: el directivo, como ejemplo de práctica docente tradicional, y el participativo, como práctica docente activa.

También tuvimos en cuenta dos tipos de relaciones. Las afectivas, es decir, el apoyo emocional que recibe el alumnado en forma de seguridad, respeto o escucha. Y las educativas, relacionadas con el apoyo en el aprendizaje, como las respuestas a las preguntas o los consejos para mejorar.

Según nuestros resultados, el estilo docente influye en las relaciones que se dan entre el profesorado y el alumnado. En particular, el estilo participativo genera buenas relaciones con el alumnado; mientras que con el estilo directivo estas relaciones no son tan positivas.

¿Qué da mejores resultados?

A partir de lo anterior, nos preguntamos si el rol del profesor o profesora afecta a las notas del alumnado. Nuestros resultados indican que si el profesorado tiene un rol activo las notas son mejores que si tiene un rol tradicional. Es decir, disponer de espacio para participar en clase y unas buenas relaciones entre profesor y alumno mejora los resultados.

Nuestros datos también subrayan el peso de las relaciones en el rendimiento. Sobre todo, el de las relaciones afectivas. El apoyo emocional del profesorado juega un papel muy importante en el aprendizaje. Por eso es tan necesario prestar atención a los vínculos con el alumnado.

No basta con reflexionar sobre las formas en las que se imparten las clases, también hay que prestar atención al efecto que tiene en el alumnado la forma en la que se le hace llegar la lección. ¿La forma de dar la clase les anima a participar? ¿Les proporciona seguridad y confianza? ¿Les estimula a querer aprender?

Trasladarlo a las aulas

Estos resultados apoyan una mayor presencia de las metodologías activas en las aulas. No solo porque mejoran las notas, sino porque promueven la implicación del alumnado y las buenas relaciones con el profesorado. Es decir, el rol activo genera un clima del aula mucho más positivo que el rol tradicional.

Trasladarlo a las aulas requiere, en primer lugar, del compromiso de las autoridades educativas, pero también de la formación del profesorado. Al fin y al cabo, aumentar la presencia de las metodologías activas supone nuevas maneras de dar las clases y de relacionarse con el alumnado que no todos los docentes conocen y saben aplicar.

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Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

ref. ¿Se aprende mejor participando en clase? – https://theconversation.com/se-aprende-mejor-participando-en-clase-264611

Gracias, Jane Goodall, por recordarnos el poder de la inspiración

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Sara Alvarez Solas, Directora de Desarrollo Académico Internacional, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja

Jane Goodall, en un encuentro con niños en Budapest (Hungría) en 2023. vitrolphoto/Shutterstock

Jane Goodall es y será siempre una inspiración para muchos de nosotros. Como científica, descubrió la cercanía de los chimpancés a nuestra especie: estudiando su comportamiento en Gombe (Tanzania) durante décadas, observó cómo usaban herramientas –hasta entonces una capacidad atribuida solo a los seres humanos– y sintió muchas emociones a través de los ojos de estos maravillosos animales.

Tráiler de documental sobre las investigaciones de Jane Goodall en Tanzania.

Historias que llaman a la acción

Goodall fue una de las primeras científicas reconocidas a nivel mundial. Recorrió un largo camino, dejando una profunda huella en el mundo de la ciencia. Pero, para mí y muchos de sus seguidores, su gran papel vino después, cuando a través de sus historias convenció a tantos jóvenes –y no tan jóvenes– sobre su papel en la educación ambiental, la clave del cambio.

Su manera de transmitir a través de los millones de anécdotas que contaba en sus conferencias –empezando con esas vocalizaciones de chimpancés que todos recordaremos siempre– conmovió a millones de personas y las animó a pasar a la acción. Porque cada granito suma, decía ella.

Tuve la oportunidad de verla en varias ocasiones, pero sin duda la más especial fue el verano pasado en Colombia, cuando nos demostró a todos su gran fortaleza y ánimo. Recuerdo que en cada conferencia hablaba del apoyo de su madre, algo en lo que me siento identificada. Ese apoyo le ayudó a cumplir su sueño de viajar a África, que luego se convirtió en una misión de vida. Porque el camino que eligió, sin recursos, no era fácil.

Un hermoso viaje con Goodall

Su pasión por los animales y la confianza del antropólogo Louis Leaky (1903-1972) fueron los acicates para hacer el doctorado en la Universidad de Cambridge y convertirse en una eminente científica. Pero su talento como divulgadora sin duda superó los reconocimientos y premios académicos que recibió.

Con mis compañeras, estudiantes y amigas Camila, Renata, Karlita y Sofia, miembros del Grupo de Estudio de Primates del Ecuador (GEPE) y parte de la red Roots & Shoots (Raíces y Brotes) del Instituto Jane Goodall, compartimos con ella ese hermoso viaje desde Ecuador. Nos acompañaba un grupo de representantes de Latinoamérica, fieles seguidoras de sus pasos (la mayoría mujeres), junto con Fernando Turmo y Andrés Lemoine, importantes compañeros de viaje de Jane.

El grupo que acompañó a Jane Goodall en el viaje a Colombia.

En ese evento, pudimos comprobar cómo Goodall, a sus 90 años entonces, seguía llenando auditorios y emocionando a la gente, que hacía largas colas solo para escucharle una vez más. Sus palabras todavía me tocan el corazón.

Misión cumplida

Ahora recuerdo especialmente cuando le pregunté cómo era capaz de seguir cada día con una sonrisa de esperanza, viendo tantas injusticias. Ella, contestó, tenía una misión en la vida que le hacía viajar por todo el mundo para pasar su mensaje, pero esa misión estaba cumplida porque veía en nosotros, en los jóvenes y no tan jóvenes, el potencial para la acción.

La autora, con Jane Goodall.

Nos hablaba de la importancia de dialogar. Pero no solo con los que buscan el cambio, sino también con aquellos que contribuyen a degradar el medio ambiente. Porque para proteger las especies que queremos conservar, los bosques que queremos mantener, tenemos que llegar a acuerdos que nos permitan seguir sumando.

El programa de Educación Ambiental Roots & Shoots que Jane creó, con miles de jóvenes que se incorporan cada día por todo el mundo para continuar su legado, hoy cobra más importancia todavía. Representa su misión cumplida. Ahora Jane nos deja para recorrer esa última aventura, como ella misma decía, que es la muerte. Se puede ir tranquila: el Instituto Jane Goodall, junto con su programa Roots & Shoots, la mantendrá viva –a ella y a su legado– eternamente.

Hace apenas un mes, nuestro equipo de trabajo quería celebrar con Goodall el nacimiento del Jane Goodall Institute Ecuador, uno de los grupos Roots & Shoots que creció y se consolidó como oficina propia. Así lo haremos en su honor, haciendo un llamado a la paz y al diálogo en un país que tanto lo necesita en estos momentos.

La semilla sigue dando frutos

Porque su partida no es una despedida, sino un empujón para seguir cumpliendo esa misión que nos transmitió por tantos años. Su semilla sigue dando frutos, con nuevos grupos que se unen a la acción, como nuestra reciente creación del grupo de investigación Educación Ambiental, Comportamiento Sostenible e Innovación para el Cambio Social (EDUCAMB) de la Universidad Internacional de la Rioja. Y con la convicción compartida de que, como decía Jane, unidos podemos marcar la diferencia. Porque su voz llega a todos los rincones del planeta, por muchas vías, por muchos grupos de trabajo, que hoy cuidan su legado.

Gracias, Jane, por ser una gran inspiración para todos y darnos fuerzas para continuar tu misión.

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Sara Alvarez Solas no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Gracias, Jane Goodall, por recordarnos el poder de la inspiración – https://theconversation.com/gracias-jane-goodall-por-recordarnos-el-poder-de-la-inspiracion-266627