Cambio de hora: dos de invierno, por favor

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Daniel Gabaldón Estevan, Profesor Titular de Universidad, Sociología, Universitat de València

New Africa/Shutterstock

Desde que el pasado lunes el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, expresara su determinación de retomar el abandono del cambio horario en la UE se ha avivado el debate sobre si es mejor quedarse con el llamado horario de invierno o con el de verano. Los cronobiólogos denuncian que al ser preguntados, muchos ciudadanos eligen el segundo porque lo asocian con días más largos y más luminosos. Pero lo cierto es que elijamos el que elijamos, los días de invierno serán igual de cortos que siempre.

Cómo erradicar para siempre el cambio de hora

Necesariamente, el debate ha de ser otro, y es que en el caso de España deberíamos acumular dos cambios sucesivos de invierno (y ninguno de verano) hasta quedarnos en la zona horaria que nos corresponde. Y entonces podremos erradicar para siempre el cambio de hora.

Y esto es así porque España es el país europeo donde la discordancia entre la hora oficial y la hora solar es más extrema. Esto lo expresaron muy bien Till Roenneberg, Eva C. Winnebeck y Elizabeth B Klerman con el gráfico que reproducimos abajo, y que pueden comprobar los lectores descargándose en el móvil cualquier aplicación que les indique la hora solar de la ubicación en la que se encuentren.

Mapa de Europa dónde las zonas horarias solares reales se dibujan con fondos codificados por colores, y las zonas horarias sociales se muestran con los mismos colores (más intensos) al frente. Incluso con el horario estándar, las zonas occidentales de las zonas horarias sociales están muy alejadas de los límites orientales de las zonas horarias solares (A); esta discrepancia aumenta en 1 hora con el horario de verano (B). Una solución al problema (C): las fronteras políticas de Europa son ideales para la correcta separación cronobiológica de las zonas horarias, de modo que en ninguna zona de Europa el reloj social tenga una discrepancia con el reloj solar de más de 30 minutos.
© 2019 Roenneberg, Winnebeck and Klerman, CC BY

Doble adelanto

De los dos adelantos respecto del huso horario que nos corresponde en España (la franja amarilla en el mapa), uno es permanente y el otro estacional, y tienen su origen en dos momentos históricos bien reconocibles.

El adelanto permanente de una hora se estableció en 1940 al fijar de manera arbitraria que la hora oficial en la España peninsular, Baleares, Ceuta y Melilla fuese la que corresponde al huso horario de Centroeuropa (GTM+1). Así se abandonaba el huso del meridiano de Greenwich (GTM) que nos corresponde por ubicación geográfica (y adelantando, a su vez, a GTM el horario de Canarias, que hasta aquel momento se situaba correctamente en GTM-1).

El segundo adelanto –de carácter intermitente y con antecedentes durante algunos periodos del primer tercio del siglo XX– se consolidó con la llamada crisis del petróleo de 1973. Este segundo cambio trataba de reducir la factura energética (obviando las consecuencias para la salud de tal desfase horario) y es al que asociamos el cambio de hora recurrente que ahora se plantea eliminar. Pero como hemos visto, es solo la mitad del problema.

El mito de que en España se come más tarde

Una comparación de España con otro país mediterráneo como Italia –a una hora solar de diferencia, pero con el mismo horario oficial– nos muestra que realizamos las comidas principales una hora oficial más tarde pero a la misma en términos de hora solar. Esto viene a demostrar que el mito de que en España se come más tarde que en el resto de Europa se mantiene solo porque vivimos en una ficción horaria: el hambre tiene un fuerte componente circadiano.

Distribución diaria de las principales actividades para la población italiana (parte superior) y española (parte inferior) de entre 10 y 70 años de edad.
Del artículo ‘A deshora en la escuela’, Daniel Gabaldón Estevan. Publicado en la revista RASE (2021)

Así, cuando alguien en España dice que come a las 14:00 en realidad lo hace a las 13:00 hora solar (con el horario de invierno) o a las 12:00 hora solar (con el de verano), como en la inmensa mayoría de países europeos, también en el sur.

Jet lag social

Lo que sí nos diferencia de Italia es que el reloj social nos presiona para comenzar el día antes. Hay más gente en España que se ve forzada a madrugar en exceso y a no descansar lo suficiente.

En este punto, es importante señalar que lo que provoca problemas de salud, de accidentes de tráfico, de rendimiento escolar y de productividad laboral es la disrupción entre el reloj interno de las personas y el reloj social. El primero depende de la edad, factores genéticos y ambientales, y su mayor sincronizador es la potente luz solar que recibimos cada día a través de los ojos. Por su parte, el reloj social se manifiesta a través de compromisos como los horarios laborales o escolares que nos disciplinan para coordinarnos con otros miembros de nuestra sociedad y que generalmente requiere el uso de despertadores.

A la discrepancia entre ambas se le denomina jet lag social porque el efecto es parecido al que se produce cuando nos desplazamos entre zonas horarias y que requiere algunos días hasta aclimatarnos al nuevo huso horario. A diferencia de lo que ocurre en los viajes, al jet lag social no nos habituamos nunca porque, aunque nos despertemos con un despertador que muestra la hora solar de Varsovia (en invierno) o Kiev (en verano), nuestro organismo se sincroniza en realidad cada día con la hora solar del lugar donde vivimos.

Tal desajuste afecta de manera notable, pero no exclusiva, a la población escolar, ya que esta retrasa de manera natural su ciclo circadiano durante la pubertad y la adolescencia, generando un déficit de sueño crónico que afecta a su salud, su bienestar y su rendimiento.

The Conversation

Daniel Gabaldón Estevan recibe fondos de la Agencia Estatatl de Investigación y de la Generalitat Valenciana a través del proyecto PID2021-126846NA-I00/AE/10.13039/501100011033 y CIACO/2023/120 (Des)ajuste de cronotipo del alumnado
y la organización del tiempo escolar: sus efectos en la salud, el aprendizaje, el uso del tiempo y la satisfacción (Kairos).

ref. Cambio de hora: dos de invierno, por favor – https://theconversation.com/cambio-de-hora-dos-de-invierno-por-favor-268223

La protección de datos, problema y oportunidad para las empresas tecnológicas

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Yelena Smirnova, Profesora de emprendimiento, estrategia y dirección de empresas | Investigadora | Profesora acreditada por AQU Catalunya y ANECA, Universitat de Barcelona

3Dss/Shutterstock

Para los usuarios europeos, el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), que entró en vigor en la UE en 2018, ha supuesto un mayor control sobre cómo se usan sus datos. Su aplicación refuerza los derechos de los ciudadanos, obliga a las empresas a ser más responsables y establece sanciones significativas en caso de incumplimiento.




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Sin embargo, también puede ser un obstáculo para la innovación y el crecimiento económico de muchas empresas emergentes (startups y scaleups, el paso siguiente en el crecimiento empresarial de una startup) de la región.

Además, los problemas no se limitan a un lugar o sector específico. Tanto en Alemania, Portugal o Cataluña, como en distintos sectores – tecnologías de la información, comercio electrónico, salud u ocio–, las nuevas empresas afrontan retos similares.

¿Por qué un problema?

En una encuesta de 2024 a fundadores y directivos de startups y scaleups europeas, el 60 % señaló que las normas de la UE sobre privacidad de datos tienen un impacto negativo en la creación y el crecimiento de empresas tecnológicas en Europa. En el mismo estudio, el 53 % también mencionó el impacto del nuevo Reglamento de Inteligencia Artificial (AI Act).

Adaptado y traducido por los autores.
State of European Tech Survey

Las grandes empresas cuentan con equipos legales, responsables de cumplimiento y expertos en sistemas informáticos para gestionar el RGPD. En cambio, las startups suelen tener pocos recursos, equipos pequeños y una mentalidad de moverse rápido. Esto las hace más vulnerables a cuatro grandes retos comunes:

  • Altos costes: cumplir con el reglamento implica auditorías legales, mejoras técnicas y, a menudo, contratar consultores externos. Para empresas pequeñas, estos gastos son difíciles de asumir.

  • Complejidad técnica: tecnologías emergentes, como blockchain o el internet de las cosas, complican la gestión de datos y derechos como el “derecho al olvido”.

  • Ambigüedad legal: el lenguaje del RGPD no es lo suficientemente claro y permite múltiples interpretaciones. Esto genera confusión y aumenta la incertidumbre.

  • Falta de formación: muchos empleados carecen de preparación para tratar datos de forma responsable, lo que aumenta los riesgos incluso con buenas herramientas.

Estas dificultades aparecen en sectores diversos: desde las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) hasta los servicios de ocio o las fintech. Pero la diferencia está en los recursos y conocimientos que cada empresa tiene para afrontarlos.




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Un tema que afecta a todos

¿Por qué debería importar al usuario medio de internet que las startups tengan problemas con el Reglamento General de Protección de Datos? La respuesta es sencilla: si estas empresas no cumplen la normativa, nuestra información personal puede estar en riesgo.

Cuando una empresa recorta gastos en privacidad, datos sensibles como correos electrónicos, historiales médicos o hábitos de navegación pueden quedar expuestos. Por otra parte, si cumplir la normativa resulta demasiado caro o complicado, muchas startups frenan su crecimiento o incluso cierran. Eso se traduce en menos innovación, menos empleo y economías locales más débiles.

Un análisis de 16 estudios científicos identificó cuatro grandes tipos de dificultades: técnicas, legales, organizativas y regulatorias. Esto muestra que el impacto del RGPD no es solo financiero: también influye en la cultura empresarial, en la forma en que las empresas trabajan con sus proveedores y en su relación con las autoridades públicas.

En otras palabras, cumplir con el RGPD no es simplemente marcar una casilla legal. Es la base para construir confianza digital. Y sin confianza digital no puede haber innovación sostenible ni beneficios reales para la sociedad.

¿Qué se puede hacer?

El gran reto es encontrar un equilibrio entre proteger bien los datos personales y permitir que la innovación avance con rapidez. Para lograrlo, las startups necesitan orientaciones claras, apoyo adaptado a su sector y programas de formación asequibles para sus equipos.

Las instituciones públicas pueden ayudar reduciendo la carga que supone el RGPD, pero sin poner en riesgo los derechos de los ciudadanos. Estas son algunas propuestas:

  1. Simplificar las guías jurídicas: creando documentos fáciles de entender, con pasos prácticos para cada sector, en lugar de textos legales complicados.

  2. Apoyar la formación del personal: financiando programas accesibles para que los empleados de pymes y startups adquieran conocimientos básicos sobre privacidad de datos, con un enfoque específico para su sector.

  3. Ofrecer soluciones a medida: reconocer que una startup de tecnología no tiene los mismos retos que una de ocio o servicios, y adaptar el apoyo según sus necesidades.

Con este respaldo, las startups podrían dejar de ver el RGPD como un obstáculo y empezar a considerarlo una oportunidad para ganarse la confianza de los usuarios, diferenciarse de la competencia y construir negocios más sostenibles.

Datos seguros, confianza digital

Aunque el RGPD pueda sonar técnico, sus efectos nos conciernen a todos. Cada día compartimos datos personales al descargar una aplicación, registrarnos en una web o realizar una compra en línea. La forma en que las startups gestionan esa información no solo determina su éxito, sino también la seguridad y confianza de los usuarios digitales.

El futuro de la economía digital depende de encontrar el punto de equilibrio. La protección de datos personales debe ir de la mano con el apoyo a la innovación emprendedora. Al final, el RGPD europeo no es simplemente un conjunto de normas: es una herramienta para fortalecer la confianza sobre la que se construye nuestra vida digital.

The Conversation

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

ref. La protección de datos, problema y oportunidad para las empresas tecnológicas – https://theconversation.com/la-proteccion-de-datos-problema-y-oportunidad-para-las-empresas-tecnologicas-263942

La pérdida invisible de agua: uno de cada diez litros se evapora en los embalses españoles

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Jorge Lorenzo Lacruz, Profesor Titular de Análisis Geográfico Regional, Universidad de La Rioja

Cuber, embalse en las laderas del Puig Major, parque natural de la Sierra de Tramuntana, Mallorca tolobalaguer.com/Shutterstock

España figura entre los países con mayor capacidad de regulación de agua per cápita en embalses del planeta. Su red de presas puede retener un volumen equivalente a la mitad del caudal anual de todos los ríos peninsulares.

Esta infraestructura ha sido fundamental para el desarrollo agrícola, energético e industrial durante el último siglo. El modelo está orientado, sobre todo, al abastecimiento del regadío, que actualmente consume alrededor del 80 % del agua disponible. En seis décadas, la superficie irrigada se ha duplicado, pasando de 1,8 millones de hectáreas en 1960 a 3,7 millones en 2018.

La paradoja del agua almacenada

Esa enorme capacidad de almacenamiento esconde una paradoja hidrológica: almacenar agua implica su pérdida. Según un estudio que nuestro equipo de investigación acaba de publicar, cada año se evapora cerca del 10 % del volumen embalsado, unos 2 000 hectómetros cúbicos, equivalentes a 5 embalses de Yesa o 47 de Pajares llenos al 100 %.

Desde 1961, la pérdida acumulada supera los 114 000 hm³, un volumen similar a las aportaciones de caudal de toda la cuenca del Ebro durante una década. Pese a su magnitud, esta pérdida sigue sin contabilizarse en los ciclos de planificación hidrológica.




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Cuanto más se llena el embalse, más agua se pierde

El análisis de 362 embalses, que representan el 94 % de la capacidad total, muestra un aumento sostenido de las pérdidas de 27,7 hm³ al año entre 1961 y 2018. En las dos últimas décadas, las pérdidas anuales superaron los 2 600 hm³, convirtiendo la evaporación en un componente estructural —y hasta ahora ignorado— del balance hídrico nacional.

El incremento de la evaporación no se debe tanto al cambio climático como al efecto combinado de la expansión de la red de embalses y la cantidad de agua almacenada. La influencia del crecimiento en número y tamaño de presas ha sido 22 veces mayor que la del clima, y la del volumen embalsado, 7 veces superior.

Cada hectárea de lámina de agua actúa como intercambiador directo con la atmósfera: debido a su topografía, cuanto más se llena un embalse, mayor es la superficie expuesta y mayores son las pérdidas. A ello se suma la mayor capacidad de retención de vapor de agua de la atmósfera a medida que ésta se calienta, lo cual incrementa las tasas de evaporación.

En las cuencas del Júcar y Segura, las más áridas, la fracción evaporada entre 1961 y 2018 superó el 11 % del agua almacenada, frente al 8,3 % de la media nacional.




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Un coste invisible y proyecciones preocupantes

La evaporación media anual —unos 2 000 hm³— equivale al 46 % del consumo urbano español. Y sus pérdidas económicas están estimadas en 800 millones de euros al año. En términos hidrológicos, supone una reducción efectiva de los recursos disponibles, pero esta pérdida no aparece reflejada en la planificación hidrológica 2022–2027, que aún no contempla la evaporación como variable de ajuste.

Las simulaciones climáticas para el escenario de altas emisiones (SSP5-8.5) prevén un aumento del 35 % de las pérdidas por evaporación en embalses a finales de siglo, alcanzando cerca de 3 000 hm³ anuales. En ese contexto, la fracción evaporada podría llegar al 20 % del agua almacenada, más del doble del promedio histórico (1961-2018). Y supondría perder hasta 2 de cada 10 litros almacenados.

Las cuencas del Guadiana, Tajo, Ebro y Duero se perfilan como las más vulnerables, por su gran capacidad de retención y el incremento de las temperaturas, con pérdidas proyectadas de 600 a 700 hm³ por año.




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¿Qué hacer cuando el remedio se convierte en problema?

El modelo tradicional, basado en aumentar la capacidad de almacenamiento para hacer frente a las sequías, se revela ineficiente en un clima más cálido y seco, donde la demanda evaporativa de la atmósfera crece sin cesar. En estas condiciones, los embalses pierden parte de su función de reserva estratégica: una fracción del agua simplemente se desvanece.

Ante este escenario, las soluciones pasan por incorporar la evaporación en el balance oficial de recursos y redefinir la gestión operativa de los embalses. Mantener niveles intermedios de llenado, reducir la permanencia de grandes volúmenes durante los meses de máxima evaporación y aplicar tecnologías de supresión —como cubiertas flotantes, láminas monomoleculares o estructuras de sombreado parcial — son medidas técnicas viables, especialmente en embalses pequeños.

También se plantea introducir “créditos de evaporación” en los sistemas de asignación de agua, de forma que las pérdidas atmosféricas se contabilicen en el precio del agua y se incentive así su reducción.




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Una fuga estructural del sistema

La evaporación en los embalses se ha convertido en una de las principales causas de pérdida de agua en España, comprometiendo la seguridad hídrica, el abastecimiento agrícola y la producción hidroeléctrica.

Desde una perspectiva hidrológica, el mensaje es inequívoco: el agua almacenada no siempre permanece disponible. Una parte significativa se evapora y retorna a la atmósfera, cerrando el ciclo de forma poco eficiente para los usos humanos.

En un país cada vez más cálido y con menor escorrentía, gestionar el agua ya no puede limitarse a retenerla. Es necesario medir, contabilizar y reducir las pérdidas que genera el propio almacenamiento.

Incorporar la evaporación a la planificación hidrológica no es un detalle técnico, sino una condición estratégica para mantener la coherencia y sostenibilidad del sistema hidrológico español en un contexto climático de calentamiento acelerado.

The Conversation

Celso García recibe fondos de Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades

Sergio Vicente Serrano recibe fondos de Ministerio de Ciencia.

Enrique Morán Tejeda y Jorge Lorenzo Lacruz no reciben salarios, ni ejercen labores de consultoría, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del puesto académico citado.

ref. La pérdida invisible de agua: uno de cada diez litros se evapora en los embalses españoles – https://theconversation.com/la-perdida-invisible-de-agua-uno-de-cada-diez-litros-se-evapora-en-los-embalses-espanoles-267720

Corrientes marinas: ¿se está acelerando el pulso de los océanos?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Ananda Pascual Ascaso, Doctora en Oceanografía Física e Investigadora Científica, Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA – CSIC – UIB)

Visualización de las corrientes oceánicas en el Atlántico confeccionada por la NASA.

“Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar”

Jorge Manrique

Desde hace siglos, el mar ha sido fuente de misterio y poesía. Pero también de desafíos que ya no podemos ignorar. Hoy no solo hablamos del océano desde la mirada del navegante o del poeta, sino también desde la del científico que trata de descifrar cómo esos ríos invisibles –las corrientes marinas– están cambiando. Porque sí, hay ríos en el mar.

El océano está en continuo movimiento. Sus corrientes transportan calor, oxígeno, carbono y nutrientes, desempeñando un papel esencial en la regulación del clima y en la dispersión de contaminantes, microplásticos y larvas de peces, además de influir en procesos meteorológicos y climáticos a escala regional y global.

Algunas de estas corrientes se están volviendo más rápidas, más intensas, como si el pulso del océano se acelerara. ¿Está aumentando su energía? ¿Qué lo causa? Todavía no tenemos todas las respuestas, pero lo estamos vigilando de cerca.

El ritmo del mar se acelera

Comprender la dinámica de estas corrientes es clave para mejorar la gestión del océano y anticipar los efectos del cambio climático. En un análisis de tres décadas de datos satelitales hemos mostrado que la energía de los remolinos –responsables de cerca del 90 % del movimiento del océano– está creciendo de forma global, con un pulso especialmente fuerte en regiones como la corriente del Golfo o de Kuroshio. Señales que invitan a revisar cómo los modelos climáticos representan la circulación oceánica.




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Durante los últimos treinta años, la altimetría de alta precisión, la ciencia de que se ocupa de medir las alturas de los diferentes puntos de la superficie del planeta, ha transformado nuestra comprensión de la circulación oceánica. Misiones como TOPEX/POSEIDON, ERS-1 y ERS-2, Jason-1/2/3, ENVISAT, Geosat Follow-On, CryoSat, SARAL/AltiKa y Sentinel-3A/B han permitido medir con gran exactitud la topografía superficial del mar. Y, a partir de ella, inferir la dinámica de las corrientes oceánicas.

Así, con un solo satélite se pudo detectar el aumento del nivel medio del mar asociado al cambio climático y observar fenómenos de gran escala como El Niño. La combinación de varios altímetros permitió cartografiar estructuras más pequeñas, como remolinos y meandros, y analizar la variabilidad de mesoescala (dimensión intermedia en el estudio de fenómenos) donde se concentra la mayor parte de la energía del océano.




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Lo que las nuevas tecnologías nos dejan ver

En nuestro grupo de investigación hemos trabajado durante años para reunir datos, diseñar métodos y analizar ese latido del océano. Ciencia de fondo, que necesita tiempo y equipos. Y ahora, con la nueva misión altimétrica SWOT, podemos ver más que nunca.

La colaboración internacional en campañas de observación coordinada –que combinan satélites, boyas, gliders (submarinos autónomos) y mediciones in situ– está permitiendo obtener un retrato más completo de estas corrientes.

En la zona en torno a las Islas Baleares se han desarrollado experimentos específicos para calibración y validación de la misión, convirtiéndose en una de las áreas oficiales de referencia para este propósito.

Una de esas campañas la lideramos desde el IMEDEA(CSIC-UIB) y se ha demostrado que SWOT es capaz de detectar remolinos de apenas una decena de kilómetros con una precisión que antes era imposible. Son pequeñas estructuras que concentran energía y nutrientes y que pueden alterar el transporte de calor a escalas regionales.

Pero este logro tecnológico, como pasa con cada avance científico, es fruto de una historia colectiva. Detrás de SWOT hay una comunidad internacional –la comunidad altimétrica– que, con enorme esfuerzo y cooperación, ha conseguido medir el nivel del mar con precisión de centímetros desde satélites a más de 800 kilómetros de altura.




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Un océano que se calienta

Observar el mar no es un lujo: es una necesidad. Nos ayuda también a entender si aumentan las olas de calor marinas, cómo cambian los ecosistemas y cómo podemos anticipar los impactos del cambio climático.

Precisamente en este mar Balear, la temperatura superficial ha subido en los últimos cuarenta años a un ritmo cercano a cuatro centésimas de grado por año. Los episodios de calor extremo de 2003 o 2022 siguen grabados en la memoria de sus aguas, recordándonos que el calentamiento es ya parte de nuestro presente.

Pero observar no basta: hace falta interpretar. Y ahí entran los equipos científicos, que cada día dan sentido a esos datos. La ciencia se construye en equipo, con ética, dedicación y pasión. Las nuevas generaciones nos ayudan a adaptarnos, a mirar desde otros ángulos. Nos recuerdan que aún hay espacio para el asombro.

Cuando un terremoto sacude las costas rusas y provoca un tsunami que viaja miles de kilómetros, no es solo una noticia lejana: es una advertencia. El océano no entiende de fronteras. Nos afecta a todos y todas.

Por eso, observar, medir y comprender el océano es un acto de cuidado hacia nosotros mismos y hacia el planeta.

The Conversation

Ananda Pascual Ascaso recibe fondos de los proyectos FaSt-SWOT (PID2021-122417NB-I00), financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades de España, la Agencia Estatal de Investigación y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (MCIN/AEI/10.13039/501100011033/FUE); del “Sea Level Thematic Assembly Center” (SL-TAC), financiado por el Servicio Marino de Copernicus; y del proyecto europeo “Ocean observations and indicators for climate and assessments” (ObsSea4Clim), financiado por el Programa de Horizonte Europa de la Unión Europea, bajo el acuerdo de subvención nº 101136548. Este trabajo se desarrolla en el marco de las actividades del Centro de Excelencia María de Maeztu otorgado al IMEDEA (CSIC-UIB) (CEX2021-001198).

ref. Corrientes marinas: ¿se está acelerando el pulso de los océanos? – https://theconversation.com/corrientes-marinas-se-esta-acelerando-el-pulso-de-los-oceanos-265929

‘Los domingos’: ¿por qué el cine de Alauda Ruiz de Azúa atrae tanto consenso?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Sofía López Hernández, Profesor de Comunicación Audiovisual. Crítico de cine, Universidad Villanueva

Fotograma de _Los domingos_. BTEAM Pictures

El Jurado de la Sección Oficial del pasado Festival de Cine de San Sebastián otorgó su gran premio, la Concha de Oro, a Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa. La directora y guionista comentó, al recibir también el Premio Feroz Zinemaldia –que concede la AICE (Asociación de Informadores Cinematográficos de España)– del certamen, que “tenía mucho vértigo de que la propuesta no se entendiera” porque se trataba de algo arriesgado. Pero se entendió. Consiguió su objetivo: no solo que gustara, sino que se hablara de ella.

Los domingos narra la historia de Ainara, una chica de 17 años que debe decidir su futuro. Su familia le pregunta qué carrera elegirá. Pero la noticia de que su verdadera inquietud es ser monja de clausura les pilla por sorpresa, y esto provoca una crisis familiar.

La recepción ha sido buena por parte de personas que toman diferentes posiciones ante la vida, en este caso, creyentes y no creyentes. Y no solo le ha sucedido con Los domingos. La filmografía de Alauda Ruiz de Azúa lo confirma. Interpeló y gustó su ópera prima, Cinco lobitos (que ganó tres Premios Goya), y el año pasado la serie Querer también triunfó en los premios televisivos y entre la audiencia. Sus historias parecen llegar a todo el mundo, independientemente de sus posiciones ideológicas.

Un enfoque diferente

El éxito radica en el modo de hacer cine de Ruiz de Azua, en los temas que selecciona y, sobre todo, la forma en la que los trata, el estilo. La realizadora vasca elige asuntos cotidianos que, por su complejidad, plantean miradas poliédricas, bien sean las sombras y luces de una madre primeriza, las incomprensiones que recibe una víctima de violencia de género por parte de su familia o las diferentes posiciones vitales de la gente ante una adolescente que quiere ser monja.

En el caso que nos ocupa, arriesga un paso más. Los domingos es un espécimen verdaderamente excepcional en el panorama cinematográfico. Y no es que no haya en el cine español actual películas sobre temas religiosos, que las hay. Pero lo inusual es la seriedad, el rigor y la delicadeza del enfoque que da una realizadora que no tiene fe.

Ruiz de Azúa, en una entrevista hecha durante del Festival de Cine de San Sebastián 2025, me comentó que:

“Es una historia que escuché en la juventud, una chica que tenía vocación religiosa. Me llamó mucho la atención. Tenía curiosidad, fascinación. Me era algo muy ajeno. Después de rodar ‘Cinco Lobitos’, vi que lo podría contar desde el prisma de la familia. Y ahí sí encontré esa pregunta más compleja: ¿cómo la acompaña la familia? ¿O no la acompaña? ¿Cómo se posiciona aquí?”

Una chica vestida de uniforme atiende a algo fuera de campo mientras una mujer que sujeta muchos papeles a su lado la mira.
La actriz Blanca Soroa junto a la directora Alauda Ruiz de Azúa en el rodaje de Los domingos.
BTEAM Pictures

No se trata solo de dar con la tecla, con el tema adecuado, sino también con el enfoque. A Ruiz de Azúa le atrae comenzar los procesos creativos para explorar escenarios que plantean dilemas difíciles de resolver, a ver qué se encuentra. Y lo hace con mucho respeto. Observa, investiga, pregunta, sopesa. Es meticulosa y cuidadosa con los pequeños detalles:

“Cuando me meto en universos desconocidos, intento ser muy rigurosa y muy analítica… casi como un poco antropóloga; me gusta esa perspectiva. Y luego trabajo con las sensaciones y el imaginario que eso me genera. Pero sí, el rigor me parece importante. En el amor al detalle, a lo meticuloso… sacas muchas cosas que hablan de nosotros”.

Así consigue mostrar la complejidad de las posibles miradas sin caer en el maniqueísmo. En Los domingos se plasman las diferentes posturas ante una vocación religiosa: la de la fe de Ainara contrapuesta a la ausencia de fe de su querida tía Maite. El público se puede identificar con la una o con la otra sin sentirse maltratado o ridiculizado.

“Lo que me ha enganchado del cine desde pequeña era intentar entender a otras personas. Ese era el mecanismo que activaba en mí”.

Las trascendencia del día a día

Ruiz de Azúa es gran admiradora del director de cine japonés Yasujirō Ozu, de quien bebe y con quien se identifica por una mirada austera y sutil:

“Intento que lo cotidiano de alguna manera trascienda (…). Supongo que para mí viene de un cine que me ha gustado siempre, de Ozu, las películas a las que se las denomina trascendentes, no tanto en el sentido religioso sino porque, como caen en lo cotidiano, lo elevan a un sitio un poco más profundo. Y me interesa; me parece muy difícil, pero me interesa. Creo que es una sensación que el cine puede evocar muy bien; combina elementos y de repente construye eso”.

Como Ozu, su tema fetiche es la familia. Y plasma lo de cada día; en el caso de su última película: los rituales, las comidas de los domingos, la asistencia al coro del conservatorio o las reuniones de las monjas para rezar varias veces al día. Lo hace mediante una planificación sobria y centrada en los personajes que juega con paralelismos narrativos y con el sentido del humor y la ironía. Las miradas entre los personajes y las conversaciones que mantienen ayudan a experimentar sentimientos que dan qué pensar al espectador.

Una familia sentada alrededor de una mesa.
Fotograma de Los domingos y de una de sus comidas familiares.
BTEAM Pictures

Ruiz de Azúa busca la profundidad y el misterio también a través de la música. Los chicos escuchan temas de Quevedo y Bizarrap, pero cuando están bailando en la discoteca, de modo extradiegético, la audiencia solo oye música sacra. Especialmente relevante se torna el tema “Into my arms”, de Nick Cave, que explora la intersección entre la fe, el amor y la vulnerabilidad humana y que interpreta el coro del colegio. Ainara la canta a ratos, a solas.

En definitiva, el cine de Alauda Ruiz de Azúa respira trascendencia a través de lo cotidiano. Y, al ser tan respetuosa y abierta ante lo que plantea, “no muestra su visión personal. Se abstiene de una interpretación convencional de la realidad”, como diría el crítico y director de cine Paul Schrader.

Este es el secreto de que consiga la conexión con el espectador. Sus historias se quedan en el imaginario y se rumian interiormente; pero también se habla de ellas, se debate sobre lo que cuenta, sin generar combate. Es lo que pretende.

The Conversation

Sofía López Hernández no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ‘Los domingos’: ¿por qué el cine de Alauda Ruiz de Azúa atrae tanto consenso? – https://theconversation.com/los-domingos-por-que-el-cine-de-alauda-ruiz-de-azua-atrae-tanto-consenso-268144

¿Qué está pasando con el cáncer en la generación ‘millennial’?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Lydia Begoña Horndler Gil, Profesor en inmunología y biología del cáncer, Universidad San Jorge


Dikushin Dmitry/Shutterstock

Si está leyendo estas líneas es posible que pertenezca a la generación millennial (como yo misma) y seguramente ha notado que cada vez hay más casos de amigos o conocidos con enfermedades que antes se asociaban a la adultez avanzada, como la hipertensión y la diabetes tipo 2. O, quizá, una que da más miedo nombrar: cáncer.

Los millennials (nacidos entre 1981 y 1995) forman parte de la primera generación con más riesgo de sufrir tumores que sus padres: entre 1990 y 2019, los casos de cáncer de inicio temprano entre menores de 50 aumentaron un 79 % en todo el mundo, y la mortalidad, un 28 %.

Lo cierto es que cerca del 80 % de los cánceres son “esporádicos”, es decir, no se deben a mutaciones hereditarias, sino a factores externos que dañan el ADN con el tiempo: lo que comemos, lo que respiramos, el nivel de actividad física que mantenemos, nuestro descanso, el estrés o la exposición a sustancias nocivas.

Factores de riesgo en la generación millennial.
Elaboración de la autora.

Dicho de otra forma, más que la genética que heredamos, lo que realmente marca la diferencia son los factores que nos rodean en nuestro día a día. Y está claro que el estilo de vida de nuestros padres o abuelos era diferente al nuestro.

La dieta y sus huellas en el cuerpo

Uno de los principales factores que explican esta “nueva epidemia” es la alimentación. La obesidad infantil comenzó a dispararse en los años 80. En 2022, más de 390 millones de niños y adolescentes de 5 a 19 años tenían sobrepeso, de los cuales 160 millones eran obesos, según la OMS.

Esta condición no es solo estética: se asocia a resistencia a la insulina, inflamación crónica de bajo grado y alteraciones hormonales que aumentan el riesgo de desarrollar cáncer colorrectal, mama o endometrio.

Y lo más relevante es que esos efectos no desaparecen con la edad: la obesidad en la infancia puede dejar una huella a largo plazo. Según la Colon Cancer Foundation, un metaanálisis que incluía a más de 4,7 millones de personas mostró que quienes tenían un índice de masa corporal elevado en etapas tempranas de la vida presentan un mayor riesgo de cáncer colorrectal en la adultez: 39 % más en hombres y 19 % más en mujeres respecto a quienes tenían un IMC normal en la infancia.

Esos cambios en la alimentación también han modificado nuestra microbiota intestinal. Se ha visto que dietas ricas en ultraprocesados reducen la diversidad bacteriana y aumentan la proporción de cepas productoras de metabolitos proinflamatorios. Esto contribuye a enfermedades gastrointestinales como el síndrome de intestino irritable o el SIBO, que hoy parecen casi endémicas en mi generación millennial. Si en una cena de amigos preguntamos quién padece alguno de estos problemas, pocas manos quedarían sin levantarse.

El alcohol y sus efectos invisibles

El segundo gran responsable es el alcohol. Las reuniones millenials suelen girar en torno a una mesa con comida y bebida. Durante años se pensó que una copa de vino era “protectora”, pero hoy sabemos que no existe un nivel seguro de consumo de alcohol: la IARC lo clasifica como carcinógeno del grupo 1, al mismo nivel que el tabaco. El etanol se transforma en acetaldehído, un compuesto que daña el ADN.

Además, los patrones de consumo difieren entre generaciones: mientras que los baby boomers presentan mayor frecuencia de consumo diario, los millennials tienden a beber menos a diario pero con más episodios de binge drinking (atracones de alcohol para emborracharse en poco tiempo), un patrón que implica grandes riesgos. Así lo confirma la Encuesta EDADES 2024 del Ministerio de Sanidad de España, por ejemplo, que evidencia la distinta peligrosidad de los comportamientos entre generaciones.

Consumo de alcohol en los millennials.

Y, por si no fuera suficiente, un estudio reciente de Environmental Science & Technology detectó que muchas cervezas contienen sustancias perfluoroalquiladas (PFAS), conocidas como “químicos eternos” y relacionadas con mayor incidencia de cáncer testicular y renal.

Dormir poco también deja cicatrices

Pero hay más. Dormimos menos y peor que las generaciones anteriores: encuestas recientes muestran que los millennials y la generación Z duermen en promedio entre 30 y 45 minutos menos por noche que los baby boomers, en gran parte por la exposición nocturna a pantallas y redes sociales. Esta luz artificial altera la secreción de melatonina, una hormona con propiedades antioxidantes y reguladora del ciclo celular.

La falta de sueño crónico no solo daña la reparación del ADN, sino que también reduce los efectos protectores de la melatonina frente al cáncer: niveles bajos de esta hormona se han vinculado a una menor capacidad para contrarrestar daño oxidativo del ADN y a una mayor proliferación celular.

Además, la disrupción del ritmo circadiano interfiere con la expresión de genes clave de reparación del ADN, acumulando mutaciones con el tiempo y aumentando el riesgo de procesos tumorales.

El peso invisible del estrés

Probablemente somos la generación con los niveles más altos de cortisol. Cuando la “hormona del estrés” se mantiene elevada durante mucho tiempo, no solo favorece la resistencia a la insulina y la hipertensión, sino que también debilita al sistema inmune.

Las investigaciones revelan que el estrés crónico aumenta la inflamación, dificulta que las defensas eliminen células anormales e incluso puede “despertar” células tumorales latentes. De hecho, estudios en población general han encontrado que las personas con más carga de estrés presentan hasta el doble de riesgo de morir por cáncer frente a quienes lo manejan mejor.




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El estrés prolongado podría contribuir de manera directa a la aparición y la progresión del cáncer


El riesgo de la automedicación

Y, por último, las últimas generaciones también están recurriendo cada vez más a la automedicación que las anteriores, lo que plantea nuevos riesgos a corto y largo plazo.

Las cifras de la automedicación en España.
DGT

El uso frecuente de paracetamol se vincula a mayor daño hepático y posible aumento de cáncer de hígado. Los anticonceptivos orales, empleados durante periodos muy largos debido al retraso de la maternidad, elevan ligeramente el riesgo de cáncer de mama y cuello uterino, aunque protegen frente a ovario y endometrio. Además, el uso prolongado de antiácidos y de antibióticos se ha relacionado con un mayor riesgo de cáncer digestivo a través de mecanismos indirectos como compuestos carcinogénicos o disbiosis intestinal.

El futuro de los ‘millennials’

Las proyecciones son realmente preocupantes: se espera que los casos de cáncer podrían crecer desde unos 20 millones en 2022 hasta cerca de 35 millones en 2050, lo que representa un incremento global de casi el 77 %. La tendencia es particularmente marcada en tumores digestivos y ginecológicos, que están apareciendo cada vez con más frecuencia en adultos jóvenes.

Somos la generación de lo inmediato, de la ansiedad y de la pastilla como solución rápida. Pero no todo está perdido: muchos de los factores que hoy nos enferman podemos controlarlos, y adoptar hábitos más saludables puede marcar la diferencia para reducir riesgos y ganar calidad de vida en un futuro no tan lejano.

The Conversation

Lydia Begoña Horndler Gil no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ¿Qué está pasando con el cáncer en la generación ‘millennial’? – https://theconversation.com/que-esta-pasando-con-el-cancer-en-la-generacion-millennial-266167

¿Por qué somos hipócritas?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Sergio Moreno Ríos, Catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación, Universidad de Granada

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Este artículo forma parte de la sección The Conversation Júnior, en la que especialistas de las principales universidades y centros de investigación contestan a las dudas de jóvenes curiosos de entre 12 y 16 años. Podéis enviar vuestras preguntas a tcesjunior@theconversation.com


Pregunta formulada por Victoria, de 14 años, del IES Giner de los Ríos (Motril)


Imagina que alguien defiende públicamente que es importante cuidar del medio ambiente y no derrochar el agua, pero en su casa dedica más del tiempo necesario a ducharse. Pues en eso consiste ser un hipócrita: en fingir que tenemos valores y creencias que los demás consideran positivos y comportarnos en privado de forma contraria a ellos.

Coherencia entre lo que decimos y hacemos

Al vivir en sociedad nos relacionamos con mucha gente. Gracias a que compartimos normas éticas, morales y cívicas podemos anticipar cómo se comportarán los demás y cómo debemos actuar nosotros. Así, esperamos que se cumplan las promesas, que no se hagan daño unas personas a otras, que los demás traten de ser justos…

Pero para ello es necesario que lo que decimos sea coherente con lo que luego hacemos. Ahora imagina que en tu clase anunciaran “mañana nos vamos de excursión”, y cuando llegaras al día siguiente no hubiera nadie. Para vivir en sociedad necesitamos confiar en esa coherencia y mostrar que nosotros también somos fiables.

Esto es tan importante para la subsistencia de los seres humanos que premiamos o castigamos a nuestros congéneres según sean o no coherentes.

Hipócrita para siempre

Si una persona comete un acto de hipocresía, su reputación queda marcada con esa etiqueta y la próxima vez que la veamos, desconfiaremos de ella. Es un atajo que usa la mente para evitar llevar la cuenta de cada una de las relaciones que hemos tenido durante todo el tiempo con todas y cada una de las personas que conocemos.

Es el modo preferido de funcionar de nuestro cerebro: usa caminos cortos y rápidos y agrupa lo que es parecido. Esto funciona muchas veces, aunque otras nos lleva a ser injustos (caemos en el estereotipo). Por ejemplo, si alguien solo ha cometido un desliz puntual, puede ser clasificado como “hipócrita” para siempre.

De hecho, un grupo de investigadores demostró que cuando alguien ha prometido comportarse de un modo pero actúa de otro (por ejemplo, un político en campaña promete algo que luego no cumple), consideraremos como hipócrita a quien incumplió su palabra aunque estemos de acuerdo con que en ese caso había que actuar de modo diferente.

La lucha entre lo que deseo y cómo quiero ser

Para sentirnos aceptados e integrados en nuestros grupos (amigos, compañeros de clase, la familia…) necesitamos tener una imagen moral positiva y coherente de nosotros mismos.

Sin embargo, a veces no es posible mantener esa coherencia: en la ducha estoy muy a gusto; si copio en el examen “un poco” sacaré más nota; o si me río cuando insultan a un compañero poco popular y no me ven otros, no se darán cuenta de que voy en contra de mi imagen de persona “respetuosa” y, a la vez, me ganaré el aplauso de los agresores.

De hecho, saltarse las normas puede acarrearnos ventajas. Pero ¿cómo lo hacemos sin que se dañe nuestra propia imagen y nuestra reputación ante los otros?

La resolución del conflicto

Reflexiona sobre esta situación: una joven sabe que el tabaco es perjudicial para la salud (norma social) e incluso ha defendido en clase el daño que hace a quien fuma y a quienes están cerca. Sin embargo, ella fuma a escondidas (transgresión), por lo que la consideramos una hipócrita.

El psicólogo estadounidense Leo Festinger utilizó el término de “disonancia cognitiva” para referirse a ese malestar psicológico por mantener dos ideas o actitudes contradictorias, o cuando el comportamiento no encaja con los valores. Entonces, para resolver el malestar, nuestra mente trata de buscar el equilibrio justificando la conducta (ha sido una sola vez, el cigarrillo tenía filtro, no lo he fumado entero…). Otras formas de solucionarlo es cambiar las creencias (fumar no es tan malo) o modificar el comportamiento (dejar de fumar).

Lo curioso es que se puede cambiar la conducta mediante esa disonancia cognitiva. Es lo que demostraron el psicólogo también estadounidense Elliot Aronson y sus colaboradores en 1991. Seleccionaron a un grupo de adolescentes que no usaban protección en sus relaciones sexuales aunque afirmaban conocer los riesgos de estas prácticas. Después, les pidieron que grabaran mensajes de vídeo animando a utilizar preservativo a otros adolescentes. Pues bien, la tensión psicológica entre “predicar” y “no practicar” ayudó a reducir las conductas de riesgo en mayor medida que otras estrategias preventivas.

Hipócrita peor que deshonesto

Según algunos estudios, consideramos peor ser hipócrita que deshonesto. Este último engaña para obtener beneficio, pero no trata de aparentar ser buena persona.

Aunque los dos se saltan las normas, cuando Luis dice “es inaceptable que Juana haya tomado pastillas para correr la maratón”, está lanzando una señal de su propia virtud a los demás. Si luego se descubre que Luis también tomó pastillas, no solo ha mentido: además ha conseguido “venderse” persona justa y honesta, y eso precisamente es lo que los demás detectan como despreciable.

¿Pero qué ocurre si Luis confiesa que había hecho trampa? Entonces evita la señal falsa de su virtud. Se muestra ante el resto como alguien que comete errores y su imagen se recupera. Vuelve a ser una persona fiable.

¿Todos somos hipócritas?

Todos estamos sometidos continuamente a tentaciones con las que obtener beneficio “haciendo pequeñas trampas”. Por ejemplo, es casi imposible mantener el equilibrio entre lo que pensamos y lo que hacemos sobre beber alcohol o copiar en los exámenes cuando estamos con nuestros padres frente a cuando estamos con nuestros compañeros de clase.

Es verdad: mentimos, cometemos actos de deshonestidad y somos hipócritas, pero la mayoría de las personas lo hacen muy poco. La razón no es tanto el miedo a que nos pillen, sino seguir viéndonos a nosotros mismos como personas justas y confiables. Las “pequeñas hipocresías” permiten que resolvamos los conflictos y preservemos nuestra imagen.


El museo interactivo Parque de las Ciencias de Andalucía y su Unidad de Cultura Científica e Innovación colaboran en la sección The Conversation Júnior.


The Conversation

Sergio Moreno Ríos recibe fondos de la Junta de Andalucía -Conserjería de
Universidad, investigación e innovación – Proyecto P21_00073.

ref. ¿Por qué somos hipócritas? – https://theconversation.com/por-que-somos-hipocritas-266601

Educación musical en la infancia: un entrenamiento invisible para el cerebro

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Paloma Bravo-Fuentes, Profesora ayudante doctora del área de Didáctica de la Expresión Musical, Universidad de Málaga

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Aprender música en la infancia no solo despierta la sensibilidad artística: también entrena el cerebro. Diversos estudios en neurociencia han demostrado que la práctica musical mejora la atención, la memoria y la capacidad de planificar, habilidades esenciales para el desarrollo cognitivo y emocional de los niños y de las niñas.

Eso sí, los beneficios no aparecen por igual en todos los casos: dependen del tipo de aprendizaje, de su duración y de la calidad de la enseñanza. Por eso, cuando se vive como una experiencia educativa estructurada, la música se convierte en una gran aliada para que el alumnado escolar crezca con más creatividad, confianza y capacidad cognitiva.

Control, memoria y flexibilidad

A continuación, enumero lo que se sabe sobre el impacto del aprendizaje musical en el cerebro infantil, con datos recientes:

  1. Control inhibitorio: se han identificado numerosas mejoras en nuestra capacidad de frenar impulsos automáticos o respuestas inapropiadas.

  2. Memoria de trabajo y flexibilidad cognitiva: la memoria de trabajo es la capacidad de mantener y manipular información de manera temporal para realizar una tarea. Por ejemplo, recordar un número mientras lo anotamos. La flexibilidad cognitiva sin embargo, se refiere a la habilidad de cambiar de estrategia, perspectiva o foco de atención según lo requiera la situación. Permite adaptarse a nuevas reglas, resolver problemas de diferentes maneras o ser capaz de alternar entre tareas. Ambas son fundamentales en la etapa preescolar, ya que sostienen el aprendizaje y la capacidad de adaptación ante nuevas tareas. Estudios recientes con población infantil confirman que la educación musical puede favorecer estas habilidades.

  3. Lenguaje y lectura: La relación entre música y lenguaje se ha ido probando más consistentemente en los últimos años, mostrando cómo ciertos componentes del aprendizaje musical pueden transferirse a las habilidades lectoras. En particular, la alfabetización musical y el entrenamiento rítmico favorecen la conciencia fonológica y la fluidez lectora, al reforzar la percepción de patrones sonoros y la sincronización temporal.

  4. Cambios cerebrales: La práctica musical no solo influye en el comportamiento, sino que también produce modificaciones observables en el cerebro. Estudios de seguimiento longitudinal muestran que una formación musical continuada induce cambios tanto microestructurales como macroestructurales en regiones implicadas en el procesamiento auditivo y en el control motor. La práctica musical se asocia con un aumento de la integridad de la sustancia blanca y modificaciones volumétricas en áreas auditivas primarias y en circuitos motores, evidenciando la plasticidad cerebral derivada de la educación musical.




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Cómo interpretar estos resultados

Las ventajas citadas provienen de estudios muy variados, con metodología y objetivos diversos. Esto quiere decir que no pueden asumirse como aplicables a todas las circunstancias y a todas las personas. La pedagogía empleada, la formación del profesorado, la duración de las intervenciones y la fidelidad con la que se implementan son factores que influyen en cuánto y cómo podemos beneficiarnos de estudiar música.

Por ello, trasladar estos hallazgos al aula de primaria exige diseñar propuestas musicales que estén estructuradas, que sean intencionales y que no estén encaminadas únicamente al aprendizaje musical en sí, sino a un desarrollo integral del alumnado. de esta manera, algunas propuestas sencillas podrían ser:

  1. Semáforo rítmico (para trabajar el control inhibitorio). Favorece la capacidad de frenar impulsos automáticos. El alumnado sigue un patrón rítmico concreto cuando la luz está en verde y debe detenerse en rojo, usando percusión corporal o instrumentos sencillos.

    A diferencia de otros juegos como el “escondite inglés”, en el que también hay que parar de repente, la clave de este recurso está en el papel del ritmo. Este introduce una estructura temporal que guía la atención y el movimiento: los niños y niñas no actúan de manera libre, sino que deben ajustarse a una secuencia repetida de tiempos. En otras palabras, el ritmo genera un automatismo motor y atencional que resulta más difícil de frenar que un simple movimiento libre. Al tener que parar justo en un momento concreto, el alumnado ejercita mayor control sobre sus impulsos y mejora la sincronización entre atención, percepción auditiva y acción motora. Además, se activa la dimensión musical y expresiva, lo que hace la actividad más atractiva y motivadora.

  2. Eco en capas (para trabajar la memoria de trabajo). El profesorado propone secuencias rítmicas o melódicas que el alumnado debe repetir y acumular. Cada secuencia exige mantener y manipular información de manera temporal.

    Al repetir y encadenar secuencias, el alumnado desarrolla el oído musical, ya que aprende a reconocer patrones sonoros y a diferenciarlos entre sí. También mejora la precisión rítmica y melódica, porque no basta con recordar la secuencia: hay que reproducirla con fidelidad. A medida que las se acumulan, los niños y niñas ejercitan la anticipación (saber qué viene después), la coordinación (responder a tiempo) y la creatividad musical (al explorar combinaciones nuevas).

  3. Ritmo-sílaba-letra (para fortalecer el aprendizaje de la lectura). Se asocian patrones rítmicos con sílabas y palabras para reforzar la conciencia fonológica. ¿Cómo se hace? El profesorado propone un pulso estable con palmas, instrumentos o incluso marcando el compás con el pie. Sobre ese pulso, el alumnado va “encajando” las sílabas de una palabra o frase. Por ejemplo, la palabra “ca-sa” se dice en dos golpes, una sílaba por cada pulso. Después se pueden construir frases enteras, distribuyendo las sílabas en el ritmo.

    De este modo, el ritmo funciona como soporte para organizar el lenguaje: cada sílaba tiene su lugar, lo que refuerza la conciencia fonológica (darse cuenta de que las palabras se componen de partes más pequeñas). Además, al practicar con frases más largas, el alumnado gana fluidez lectora, porque no solo descifra las letras, sino que coordina voz, ritmo y comprensión de manera integrada.

  4. Percusión corporal con reglas cambiantes (para fomentar la flexibilidad cognitiva). Se inician patrones de percusión corporal que cambian según una señal. El alumnado debe adaptarse rápidamente a la nueva regla.

    Un patrón de percusión corporal es una secuencia rítmica repetida con el cuerpo (por ejemplo: palma–muslo–palma–chasquido). El grupo sigue un patrón y, cuando el profesorado da una señal, debe cambiar rápidamente a otro. Este ejercicio obliga a romper la rutina y adaptarse a nuevas reglas, entrenando la flexibilidad cognitiva mientras se trabaja de forma musical y divertida.

Uso intencional de la música

En definitiva, la música no es solo una materia artística con la que se enseña a tocar un instrumento o a leer partituras. También es una herramienta pedagógica poderosa cuando es utilizada de forma intencionada. Los ejemplos añadidos (juegos rítmicos, ecos melódicos, percusión corporal…) muestran cómo las dinámicas musicales pueden ayudar a entrenar la atención y la memoria, además de reforzar la lectura, entre otros beneficios.

La clave está en que dichos beneficios no aparecen por sí solos con cualquier clase de música: surgen cuando el profesorado diseña propuestas específicas que combinan el disfrute estético y musical con objetivos cognitivos claros. Dicho de otro modo: no se trata solo de “aprender música”, sino de usar la música como un puente para aprender mejor.

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Paloma Bravo-Fuentes no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Educación musical en la infancia: un entrenamiento invisible para el cerebro – https://theconversation.com/educacion-musical-en-la-infancia-un-entrenamiento-invisible-para-el-cerebro-264319

Atraídos por la oscuridad: ¿por qué nos encantan los villanos de la ficción?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Joaquín Mateu Mollá, Doctor en Psicología Clínica. Director del Máster en Gerontología y Atención Centrada en la Persona (Universidad Internacional de Valencia), Universidad Internacional de Valencia

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En nuestra infancia, los adultos nos relataban historias inspiradoras sobre héroes. Eran cuentos con intención moralizante que buscaban enseñarnos cómo lidiar con problemas, cómo enfrentar nuestros miedos o cómo relacionarnos con otros. A menudo seguimos evocando estas historias, oídas en el regazo de nuestros padres o abuelos, con cierta aura nostálgica.

Ya de mayores, el cine y la literatura toman el relevo de nuestros allegados para avivar la épica de la que disfrutamos en la niñez. Muchas veces, por qué no decirlo, de forma algo maniquea y con propósitos interesados. La idea, al fin y al cabo, es enervar los afectos para vender ideas o incluso productos.

Y aquí es, precisamente, donde ocurre algo realmente curioso y bien documentado en psicología: los villanos ejercen en nosotros un poder realmente seductor. A veces, incluso mayor que el de los héroes. Casi como si, con esta respuesta, nos opusiéramos rabiosamente a lo establecido.

Héroes y villanos en la ficción

Héroes y villanos tienen papeles muy diferenciados; hasta podría decirse que antagónicos. Se trata de dos arquetipos que representan nuestras filias y fobias, diseñados para profundizar en los complejos conceptos de la bondad y la maldad que moldean los consensos sociales.

En la ficción, los héroes son representados de forma invariablemente amable. Se les confiere un arco narrativo a través del cual se ilustra la epopeya de su previsible victoria: el conocido “viaje del héroe”. Este viaje no es más que una estructura literaria rígida que permite organizar las acciones cronológicamente de una forma un tanto forzada.

Concretamente, los héroes suelen proceder de lugares ordinarios y vivir existencias desapasionadas, hasta que un día cualquiera ocurre algo inesperado que los llama a la aventura. Aunque puedan intentar desoírlo, siempre acaba irrumpiendo alguna circunstancia extraordinaria que los empuja a enfrentarse definitivamente a lo desconocido.

En su odisea encuentran amigos entrañables y antagonistas que ostentan un poder mayor al suyo, con aviesas intenciones. En el ardor de estas tensiones opuestas se orquestan los hechos requeridos para alcanzar el clímax emocional, el cual sumerge al héroe (y al mundo por extensión) en una profunda desesperanza.

Es en este momento de debilidad cuando florecen sus cualidades humanas, que le sirven para alcanzar la victoria y regresar a la cotidianidad atesorando una experiencia transformadora. Esta forzosa humanidad pretende apelar a la audiencia para convencerla de que todos nosotros atesoramos la fuerza necesaria para trascender nuestras propias limitaciones.

Asociamos la belleza a la bondad

Quienes relatan estas historias, según las opciones que les brinde el formato, añaden además una constelación de rasgos físicos deseables a los héroes (hermosos, fuertes, etc.). Con ello aprovechan el popular sesgo perceptivo beauty-is-good, muy estudiado en psicología. A través de él atribuimos automáticamente cualidades positivas a quienes se ajustan al estándar estético predominante, aunque no exista conexión lógica.

Al contrario, los villanos son representados con rasgos físicos imperfectos para estimular un juicio negativo, explotando nuestra tendencia a percibir las desviaciones de la belleza como indicios de maldad (sesgo anomalous-is-bad). Es algo bastante manido en obras que ya forman parte de la cultura pop, con personajes tales como Freddie Krueger, Voldemort o Scar.

Además, los villanos personifican cualidades que las sociedades juzgan como reprobables: la violencia, el egoísmo, el ansia de poder y la falsedad. Siendo esto así, cabe preguntarnos entonces: ¿por qué nos atraen tanto?

La paradoja de la atracción por la maldad

Mucho se ha escrito sobre este asunto y, ciertamente, sigue siendo un misterio que ocurra frecuentemente lo contrario de lo previsto: nos atrae más el villano que el héroe. Basta con echar un vistazo al merchandising de las grandes producciones para darnos cuenta de que Úrsula, Maléfica o Joker arrasan frente a otros muchos personajes bondadosos.

Una de las posibles razones es la complejidad que albergan estos personajes: mientras los héroes están encorsetados, los villanos explotan una constelación mayor de motivaciones. De hecho, cuando no ejercen la maldad por simple afición, sino que enfrentan dualidades y contradicciones, resultan todavía más atractivos para la audiencia.

Otra potencial explicación es el rol de rebeldía y de oposición a las normas que ostentan los malvados. Los villanos suelen ser odiados por consenso y, aunque pueda parecer contraintuitivo, los espectadores tendemos a empatizar con quienes enfrentan el desprecio generalizado (efecto underdog). Esto se exacerba si se ha dotado al némesis de un contraste suficiente entre su historia, sus convicciones y sus acciones.

La oscuridad de los villanos nos recuerda nuestras imperfecciones

Por supuesto, la oscuridad de la que se revisten los villanos también facilita que nos asomemos por un momento al abismo de nuestras propias imperfecciones. La gran mayoría de los seres humanos albergamos la certeza de ser falibles, de poseer algún rasgo indeseable. Esto facilita que nos sintamos identificados con quienes no solo no lo ocultan, sino que lo elevan como una parte cardinal de sus personalidades.

Además de esto, los villanos suelen representarse con otras dos cualidades que se valoran positivamente: la capacidad directiva de promover los sucesos que sirven como resortes para la acción y, al menos en las producciones modernas, el ingenio o el humor. Esto diluye los roles protagónicos de los héroes y abre un espacio notable para que el “malo” pueda lucirse.

Para acabar, los villanos pueden lograr algo importante que el héroe convencional no: la redención. Mientras que los “buenos” suelen presentarse a menudo como recipientes sin mácula alguna, los malvados pueden resarcirse de sus fechorías y compensar al resto de personajes o a la humanidad en su conjunto. La mera posibilidad de que esto suceda es un detonante emocional clave que los convierte en personajes trascendentes y memorables.

The Conversation

Joaquín Mateu Mollá no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Atraídos por la oscuridad: ¿por qué nos encantan los villanos de la ficción? – https://theconversation.com/atraidos-por-la-oscuridad-por-que-nos-encantan-los-villanos-de-la-ficcion-205055

Nuestros ojos saben lo que hicimos el último verano

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Sergio Recalde Maestre, Director científico del laboratorio de oftalmología experimental, Universidad de Navarra

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La miopía avanza de forma imparable en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud, para 2050 la mitad de la población mundial será miope. No se trata solo de llevar gafas: cuando esa afección visual progresa mucho, aumenta el riesgo de desprendimiento de retina, glaucoma o ceguera irreversible.

En España, por ejemplo, la ceguera miópica es la primera causa de afiliación a la ONCE. La pregunta es inevitable: ¿qué podemos hacer para frenar la epidemia?

Una “caja negra” de la exposición al sol

La respuesta podría estar, literalmente, en nuestros ojos. Más en concreto, en un curioso fenómeno llamado autofluorescencia ultravioleta conjuntival (CUVAF por su denominación en inglés), que funciona como una especie de “caja negra” de la exposición solar que ha recibido cada persona.

(A) Demostración ‘in vivo’ del enfoque corneal de la luz periférica proveniente del lado temporal del ojo hacia el limbo y la conjuntiva nasal, con una intensidad luminosa mayor en comparación con el lado temporal. (B) Representación óptica del efecto de enfoque de la luz periférica que provoca la concentración de los rayos incidentes, al atravesar la cámara anterior, sobre la superficie límbico-conjuntival contralateral del ojo. (C) Representación de un caso CUVAF negativo (sin área de hiperautofluorescencia conjuntival). (D–E) Fotografías CUVAF negativas tomadas bajo luz ultravioleta (D) (longitud de onda máxima de 365 nm) y (E) una fotografía tomada con el modo BAF del Heidelberg Spectralis HRA+OCT (longitud de onda máxima de 488 nm). (F) Representación de un caso CUVAF positivo (muestra un área de hiperautofluorescencia que absorbe a 360 nm y emite en el espectro visible). (G–H) Fotografías CUVAF positivas en una imagen a color tomada bajo luz ultravioleta (G) y (H) con el Heidelberg Spectralis HRA+OCT.

El CUVAF es un área de autofluorescencia en la conjuntiva (la parte blanca del ojo) que aparece cuando se ilumina con luz ultravioleta. Entonces, el ojo muestra manchas brillantes que delatan cuánto tiempo hemos pasado bajo la luz del sol.

Aunque esas manchas no son visibles a simple vista, quedan registradas de forma objetiva. Así, el CUVAF se ha convertido en un biomarcador fiable para saber cuántas horas al aire libre ha acumulado una persona a lo largo de su vida reciente.

Los científicos llevan años sospechando que la falta de luz natural es una de las grandes culpables del aumento de la miopía. Los niños que pasan más tiempo en interiores –ya sea frente al móvil, la tableta o los libros– tienen más riesgo de desarrollarla.

¿Por qué? La hipótesis más aceptada es que la luz solar estimula la liberación del neurotransmisor dopamina en la retina, y esa dopamina actúa como freno natural para que el ojo no crezca en exceso (además de controlar ciclos circadianos, hormonas, etc).

Otra posible causa es que cuando estamos en la calle miramos principalmente de lejos, de forma relajada y sin forzar los músculos de la acomodación (necesarios para ver de cerca), lo cual evita el crecimiento excesivo del ojo. Porque cuando esto último ocurre, la imagen no se enfoca nítidamente en la retina y aparece la miopía.

De los cuestionarios a la “memoria ocular”

Hasta hace poco, los investigadores solo podían medir el tiempo que pasan los niños al aire libre preguntando a los padres o a los propios menores. Pero esos cuestionarios tienen muchas limitaciones: ¿quién recuerda con exactitud cuántas horas estuvo en el parque hace un mes?




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El CUVAF resuelve este problema. Funciona como un registro objetivo de la exposición solar, independiente de la memoria o la percepción. Si un niño presenta poco CUVAF, significa que pasa poco tiempo en exteriores y, por tanto, que tiene más riesgo de ser miope.

Lo que dicen los estudios

Varios trabajos internacionales confirman su utilidad. Así, un metaanálisis con más de 3 600 personas de distintos países encontró que los miopes pasaban menos tiempo al aire libre y tenían áreas de CUVAF significativamente más pequeñas que los no miopes. Y en la Universidad de Navarra, un estudio con estudiantes de Medicina y de Ciencias Ambientales mostró que los segundos, que pasan más horas en el exterior por su carrera, tenían más CUVAF y la mitad de riesgo de desarrollar miopía.

Para conocer las repercusiones de este biomarcador en la edad infantil –la etapa más sensible para el crecimiento excesivo del ojo–, se llevó a cabo una investigación en más de 260 niños de entre 6 y 17 años. Los autores comprobaron que los miopes, efectivamente, pasaban menos tiempo al aire libre y presentaban menos CUVAF. Además, si el área de autofluorescencia de la conjuntiva era grande en relación a la edad, los menores estaban protegidos hasta 2,5 veces frente a la miopía y hasta 5 veces frente a la miopía alta.

Este hallazgo podría confirmarse en un estudio, actualmente en revisión, con más de 2 600 niños de la Comunidad de Madrid.

Imaginemos cómo podría usarse dicha información en la práctica clínica. En una revisión ocular, el oftalmólogo toma una imagen del CUVAF. Si el resultado muestra un área reducida, podría dar el siguiente consejo:
“Su hijo necesita al menos una o dos horas de juego al aire libre cada día. El mejor tratamiento ahora mismo es la luz natural, gratuita y sin efectos secundarios”.

En el futuro, las consultas de oftalmología podrían incorporar esa prueba rutinaria igual que hoy se mide la tensión ocular o el fondo de ojo.

No es solo cosa de niños

Aunque la prevención en la infancia es clave, el CUVAF también puede ser útil en adultos jóvenes. Durante la universidad o los primeros años laborales, la miopía puede seguir progresando. Medir el CUVAF en esta etapa permite detectar a quienes mantienen un estilo de vida demasiado “de puertas adentro” y orientar cambios sencillos: salir a pasear, practicar deporte al aire libre, exponerse a la luz natural cada día.

Hay una metáfora muy bonita que usan algunos investigadores: el verano se borra de nuestra piel, pero permanece en nuestros ojos. Aunque la piel pierda el bronceado, el ojo conserva la huella del sol a través del CUVAF. Y esa huella no es un simple recuerdo: es una pista directa sobre nuestra futura salud visual.

Porque la miopía no es inevitable: aunque los genes juegan un papel, el ambiente es decisivo. Y entre los factores ambientales, el tiempo al aire libre es el más importante y modificable.

The Conversation

Sergio Recalde Maestre recibe fondos del instituto de Salud Carlos III (PI20/0251 y PI24/01236) para la investigación en Miopía y de la Fundación Multiópticas. Esta investigando en colaboración con la asociación de altos miopes AMIRES y se encuentra desarrollando un sistema de medición y análisis del CUVAF (sin patentar ni crear ninguna empresa hasta el momento).

ref. Nuestros ojos saben lo que hicimos el último verano – https://theconversation.com/nuestros-ojos-saben-lo-que-hicimos-el-ultimo-verano-265789