El reto de mantener nuestras elecciones éticas de consumo alimentario cuando viajamos

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Alicia Orea-Giner, Tecnóloga Social para el Turismo Regenerativo e Interseccional, Universidad Rey Juan Carlos

Maridav/Shutterstock

Consumir productos locales, evitar alimentos ultraprocesados o encontrar opciones veganas no siempre es fácil, especialmente lejos de casa. En nuestro entorno habitual, sabemos qué comprar, dónde y por qué. Pero viajar rompe esa rutina. Nos enfrentamos a menús que no entendemos, a cartas sin opciones éticas o a lugares donde el consumo responsable ni se contempla.

Una investigación reciente aborda esta cuestión. En el estudio, hemos analizado los hábitos de quienes intentan seguir comiendo de forma ética mientras viajan. Participaron personas vegetarianas, veganas, flexitarianas, defensoras del comercio justo y activistas por el bienestar animal. La conclusión fue clara: viajar pone a prueba sus convicciones, pero también las transforma.

Escena callejera con personas sentadas comiendo en la terraza de un puesto de comida
Puestos de comida callejera en Hanoi, Vietnam.
Hồng Quang Official/Pexels, CC BY-SA

Comer también es hacer política

La comida es una decisión personal, pero también política. Muchas personas eligen qué comer según criterios medioambientales, sociales o de justicia animal. Este tipo de activismo, conocido como “consumo político” o “lifestyle politics” en inglés, se expresa en lo que apoyamos, rechazamos o dejamos de comprar.

Cuando no hay opciones éticas visibles, Instagram y TikTok se convierten en herramientas clave. Estas redes sociales no solo se emplean para mostrar comida apetitosa. También se usan para señalar buenas prácticas, denunciar impactos negativos y recomendar negocios comprometidos.

Además, permiten conectar con comunidades afines y obtener información útil. Las redes también visibilizan demandas que, de otro modo, quedarían ocultas.

Podemos encontrar algunos ejemplos de estas prácticas en otro estudio reciente. El trabajo analiza iniciativas lideradas por mujeres que promueven el consumo ético y la soberanía alimentaria en ciudades y en entornos rurales.

Dos de los proyectos más destacados son Hacia lo Salvaje y Biela y Tierra. El primero busca demostrar que otra vida en armonía con la naturaleza es posible: eso se traduce en viajes lentos y alojamientos y alimentación respetuosos con el entorno. El segundo proyecto combina activismo, educación y cicloturismo para visibilizar experiencias agroecológicas y feministas en el medio rural. Además, Biela y Tierra junto a Brújula Intercultural trasladan a la práctica todas estas cuestiones a través de RuralForks, demostrando que con planificación y flexibilidad es posible. Proponen una ruta de 12 días en bici en grupo con 20 personas jóvenes menores de 30 años visitando iniciativas rurales alineadas con la sostenibilidad. Durante este viaje, ponen atención y acción para que los menús sean inclusivos, con productos locales, saludables y sostenibles. Todo esto se realiza reduciendo envases de un solo uso y buscando cómo gestionar los residuos generados, favoreciendo la circularidad.




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Cómo mantener nuestros principios lejos de casa

La buena noticia es que, con un poco de esfuerzo y planificación, es posible comer fuera de casa sin renunciar a nuestros principios éticos.

En este sentido, una de las primeras decisiones importantes a la hora de viajar es elegir bien el destino. Muchas personas buscan lugares donde sea más fácil encontrar restaurantes veganos, mercados locales o alojamientos con cocina. Antes de salir, también es útil investigar en redes sociales como Instagram o TikTok para buscar recomendaciones u opciones de viaje que cumplan con ciertos criterios éticos.

Cocinar es una opción frecuente: da más control sobre los ingredientes y evita que tengamos que comer fuera cuando no hay alternativas adecuadas. También podemos recurrir a comprar directamente en mercados locales, cooperativas o pequeñas tiendas que apuesten por la soberanía alimentaria y prácticas más justas. Además, algunas personas llevan sus propios cubiertos, bolsas o botellas reutilizables para evitar residuos innecesarios.

En los estudios mencionados anteriormente se proponen una serie de estrategias:

  1. Si viaja a un país extranjero, haga una lista de palabras clave en el idioma local relacionadas con sus restricciones o principios (por ejemplo: “producto local”, “orgánico”, “sin explotación animal”). Puede llevarlas anotadas o usar aplicaciones de traducción rápida.

  2. Lleve tentempiés éticos o productos básicos que le ayuden en momentos en los que no encuentre alternativas (frutos secos, barritas caseras, infusiones, etc.).

  3. Evite el consumo por inercia o conveniencia. Si un sitio no cumple con sus valores, busque otra opción o reduzca su consumo en ese momento. A veces, la mejor decisión es simplemente esperar.

  4. Pregunte al personal del restaurante sobre el origen de los alimentos o las condiciones laborales, aunque eso implique incomodar o romper la dinámica turística convencional.

  5. Busque alojamientos que incluyan criterios éticos y medioambientales, como el uso de energías renovables, cocina disponible o colaboración con productores locales.

  6. Aproveche el viaje para aprender: participe en talleres de cocina local sostenible, visite granjas ecológicas o conozca proyectos agroecológicos de la zona.

  7. Utilice las redes sociales para amplificar su experiencia, tanto para visibilizar iniciativas comprometidas como para señalar prácticas problemáticas.

Viajar con conciencia ética no significa tener todas las respuestas ni actuar con perfección. Pero sí implica hacerse preguntas, tomar decisiones con sentido y aceptar que cada elección, por pequeña que parezca, es parte de una transformación colectiva.

The Conversation

Alicia Orea-Giner no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. El reto de mantener nuestras elecciones éticas de consumo alimentario cuando viajamos – https://theconversation.com/el-reto-de-mantener-nuestras-elecciones-eticas-de-consumo-alimentario-cuando-viajamos-260220

Diez razones por las que la IA no sustituirá a los informáticos en un futuro próximo

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Ikhlaq Sidhu, Decano de IE School of Science and Technology, IE University

DC Studio/Shutterstock

A medida que los sistemas de inteligencia artificial (IA) amplían sus ya impresionantes capacidades, cada vez es más habitual pensar que el campo de la informática pronto será cosa del pasado. Esto se transmite a los futuros estudiantes en forma de consejos bienintencionados, pero en gran parte se trata de rumores de personas que, a pesar de su inteligencia, hablan fuera de su ámbito de especialización.

Personalidades de renombre como el economista ganador del Premio Nobel Christopher Pissarides han defendido este argumento, y como resultado se ha arraigado a un nivel mucho más mundano: incluso yo mismo he oído a orientadores profesionales de institutos descartar la idea de estudiar informática, a pesar de no tener ningún conocimiento del campo en sí.

Estas afirmaciones suelen compartir dos defectos comunes. La primera es que el consejo proviene de personas que no son informáticos. Y en segundo lugar, existe un malentendido generalizado sobre lo que realmente implica la informática.

La IA y el mito de la sustitución del código

No es incorrecto afirmar que la IA puede escribir código informático a partir de indicaciones, al igual que puede generar poemas, recetas y cartas de presentación. Puede aumentar la productividad y acelerar el flujo de trabajo, pero nada de esto elimina el valor de la aportación humana.

Escribir código no es sinónimo de informática. Se puede aprender a escribir código sin haber asistido a una sola clase en la universidad, pero una titulación en Informática va mucho más allá de esta habilidad. Implica, entre otras muchas cosas, ingeniería de sistemas complejos, diseño de infraestructuras y futuros lenguajes de programación, garantía de la ciberseguridad y verificación de los sistemas.

La IA no puede realizar estas tareas de forma fiable, ni podrá hacerlo en un futuro previsible. La aportación humana sigue siendo esencial, pero la desinformación pesimista corre el riesgo de alejar a decenas de miles de estudiantes con talento de carreras importantes y significativas en este campo vital.

Lo que la IA puede y no puede hacer

La IA destaca en la realización de predicciones. La IA generativa mejora esto añadiendo una capa de presentación fácil de usar al contenido de internet: reescribe, resume y formatea la información para que se parezca al trabajo de un humano.

Sin embargo, la IA actual no “piensa” realmente. En su lugar, se basa en atajos lógicos, conocidos como heurística, que sacrifican la precisión en favor de la velocidad. Esto significa que, a pesar de hablar como una persona, no puede razonar, sentir, preocuparse ni desear nada. No funciona de la misma manera que la mente humana.




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No hace mucho tiempo parecía que la “ingeniería de prompts” (instrucciones, preguntas o textos) sustituiría a la informática. Sin embargo, hoy en día prácticamente no hay ofertas de trabajo para ingenieros de prompts, mientras que empresas como LinkedIn informan de que las responsabilidades de los profesionales de la informática se han ampliado.




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Las limitaciones de la IA

Lo que ofrece la IA son herramientas más potentes para que los profesionales de la informática hagan su trabajo. Esto significa que ahora pueden llevar los conceptos más allá, desde la ideación hasta la implementación en el mercado, al tiempo que requieren menos funciones de apoyo y más liderazgo técnico.

Sin embargo, hay muchas áreas en las que la aportación humana especializada sigue siendo esencial, ya sea por motivos de confianza, supervisión o necesidad de creatividad humana. Los ejemplos abundan, pero hay 10 áreas que destacan especialmente:

  1. Adaptar un algoritmo de fondos de cobertura a las nuevas condiciones económicas. Esto requiere un diseño algorítmico y un profundo conocimiento de los mercados, no solo montones de código.

  2. Diagnosticar interrupciones intermitentes del servicio en la nube de proveedores como Google o Microsoft. La IA puede resolver problemas a pequeña escala, pero no puede contextualizar la resolución de problemas a gran escala y de alto riesgo.

  3. Reescribir código para ordenadores cuánticos. La IA no puede hacer esto sin ejemplos extensos de implementaciones exitosas (que actualmente no existen).

  4. Diseñar y proteger un nuevo sistema operativo en la nube. Esto implica una arquitectura de sistemas de alto nivel y pruebas rigurosas que la IA no puede realizar.

  5. Crear sistemas de IA eficientes desde el punto de vista energético. La IA no puede inventar espontáneamente código GPU de menor consumo ni reinventar su propia arquitectura.

  6. Crear software de control en tiempo real seguro y a prueba de ciberdelincuentes para centrales nucleares. Esto requiere combinar conocimientos sobre sistemas integrados con la traducción de código y el diseño de sistemas.

  7. Verificar que el software de un robot quirúrgico funciona en condiciones impredecibles. La validación crítica para la seguridad excede el alcance actual de la IA.

  8. Diseñar sistemas para autenticar las fuentes de correo electrónico y garantizar la integridad. Se trata de un reto criptográfico y multidisciplinar.

  9. Auditar y mejorar las herramientas de predicción del cáncer basadas en la IA. Esto requiere supervisión humana y una validación continua del sistema.

  10. Crear la próxima generación de IA segura y controlable. La evolución hacia una IA más segura no puede ser obra de la propia IA, sino que es responsabilidad de los seres humanos.

Por qué la informática sigue siendo indispensable

Una cosa es segura: la IA remodelará la forma en que se hace la ingeniería y la informática. Pero lo que se nos presenta es un cambio en los métodos de trabajo, no una destrucción total del campo.

Siempre que nos enfrentamos a un problema o una complejidad totalmente nuevos, la IA por sí sola no es suficiente por una sencilla razón: depende totalmente de los datos del pasado. Por lo tanto, el mantenimiento de la IA, la creación de nuevas plataformas y el desarrollo de campos como la IA fiable y la gobernanza de la IA requieren la informática.

El único escenario en el que podríamos prescindir de la informática sería si llegáramos a un punto en el que ya no esperáramos nuevos lenguajes, sistemas, herramientas o retos futuros. Esto es muy improbable.

Hay quien sostiene que la IA podría llegar a realizar todas estas tareas. No es imposible, pero incluso si la IA consiguiera ser tan avanzada, casi todas las profesiones correrían el mismo riesgo. Una de las pocas excepciones serían quienes construyen, controlan y desarrollan la IA.

Hay un precedente histórico: durante la Revolución Industrial, los trabajadores de las fábricas fueron desplazados en una proporción de 50 a 1 como resultado de los rápidos avances en la maquinaria y la tecnología. En ese caso, la mano de obra creció con la nueva economía, pero la mayoría de los nuevos trabajadores eran aquellos que podían operar o reparar máquinas, desarrollar nuevas máquinas o diseñar nuevas fábricas y procesos en torno a la maquinaria.

Durante este periodo de grandes cambios, las habilidades técnicas eran las más demandadas, no las menos. Hoy en día, se da una situación paralela: los conocimientos técnicos, especialmente en informática, son más valiosos que nunca.

No confundamos a las nuevas generaciones con el mensaje contrario.

The Conversation

Ikhlaq Sidhu no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Diez razones por las que la IA no sustituirá a los informáticos en un futuro próximo – https://theconversation.com/diez-razones-por-las-que-la-ia-no-sustituira-a-los-informaticos-en-un-futuro-proximo-260988

‘Los tres mosqueteros’: cómo la obra de Alejandro Dumas influye en nuestra percepción de la historia de Francia

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Philippe Ilial, Professeur de Lettres-Histoire. Chargé de cours en Histoire Moderne. Chercheur associé au CMMC, Université Côte d’Azur

La trilogía compuesta por Los tres mosqueteros (1844), Veinte años después (1845) y El vizconde de Bragelonne (1850) se desarrolla en la Francia del siglo XVII, un periodo tumultuoso marcado por las intrigas cortesanas, los conflictos políticos y las guerras.

Alexandre Dumas padre (1802-1870) transforma esta época en un escenario épico en el que los mosqueteros, figuras de lealtad y heroísmo, encarnan valores como la valentía, la amistad y la fidelidad.

Estas obras entretuvieron, pero también alimentaron la percepción de la historia francesa de los lectores y, más tarde, los espectadores, tan pronto como Hollywood se apoderó del tema. Entre la fidelidad histórica y la libertad creativa, las novelas han marcado profundamente el imaginario cultural colectivo.

Entre la fidelidad histórica y la libertad creativa

Dumas utiliza la historia como telón de fondo, un lienzo sobre el que borda tramas a menudo complejas. Para escribir Los tres mosqueteros, se basa en documentos como Las Memorias de Monsieur d’Artagnan, redactadas por Courtilz de Sandras en 1700, un polígrafo y antiguo mosquetero, una fuente que le permite impregnarse de los acontecimientos y personajes de la época. Sin embargo, Dumas no se preocupa por la precisión histórica en sentido estricto. Es novelista y opta por sacrificar el rigor en favor de la vivacidad de su relato, como demuestra la cronología muy libre de algunos acontecimientos o la invención de personajes que nunca existieron.

El enfoque de Dumas se sitúa a medio camino entre la novela histórica y la de aventuras. Algunos hechos son auténticos, como la rivalidad entre el cardenal Richelieu y el duque de Buckingham en el asedio de La Rochelle, punto álgido de la oposición entre Francia y Inglaterra en apoyo de los protestantes. Pero el autor se permite añadir elementos ficticios para cautivar mejor al lector, sin olvidar que la obra está concebida ante todo como una serie literaria (publicada en el periódico La Presse a partir de 1844). Prefiere dramatizar los hechos en lugar de relatarlos con exactitud. Insiste, por ejemplo, en las rivalidades y los duelos, cuando el famoso asedio de la ciudad es ante todo un acontecimiento militar.

Esta parcialidad demuestra su ambición: dotar a la historia de una dimensión novelesca en la que la acción, el suspense y la emoción priman sobre la veracidad de los acontecimientos. Por lo tanto, su trilogía no debe considerarse en absoluto un libro de historia.

Personajes reales como Richelieu, Luis XIII o Ana de Austria son los protagonistas de la trilogía. Dumas los adapta a su trama, creando caracteres más grandes que la vida. Richelieu, por ejemplo, se convierte en un símbolo de la manipulación política y las intrigas secretas, mucho más maquiavélico en la novela que lo que fue en realidad. D’Artagnan, Athos, Porthos y Aramis, aunque inspirados en mosqueteros que tal vez existieron, también están construidos como arquetipos del honor, el coraje y la amistad.

Dumas construye sus personajes como mitos, encarnaciones de virtudes o vicios. En este sentido, contribuye a una percepción de la historia en la que el heroísmo prevalece sobre la realidad. Aunque complejos, los antagonistas se reducen a una dimensión casi “monomaníaca” y se convierten en estereotipos como el del villano, el conspirador, el espía…

Retrato del escritor francés Alexandre Dumas (1802-1870)
Alexandre Dumas padre (1802-1870) por Nadar (1855).
Wikicommons

Los saltos temporales entre Los tres mosqueteros y Veinte años después o El vizconde de Bragelonne permiten a Dumas abordar épocas distintas manteniendo la continuidad narrativa. Las novelas abarcan así varias décadas de la historia francesa y dan al lector una impresión de continuidad lógica. Pero esta libertad narrativa conduce a una visión lineal y simplificada de la historia.

Una Francia heroica

A través de sus mosqueteros, Dumas construye una visión heroica y favorecedora de la historia de Francia. D’Artagnan y sus compañeros representan el espíritu francés, capaz de resistir conspiraciones y conflictos para defender los ideales de justicia y lealtad. Con sus aventuras, Dumas también transmite una forma de patriotismo: muestra personajes que, a pesar de las disputas y las luchas de poder, siguen apegados a su país y a su rey.

Dumas inventa y difunde una versión accesible y novelada de lo que ocurrió en realidad. Esta popularización se amplió con las numerosas adaptaciones cinematográficas que convirtieron a los tres mosqueteros en personajes mundialmente reconocidos. Desde Douglas Fairbanks, que interpretó a D’Artagnan en 1921, hasta Gene Kelly en 1948, la trilogía de Dumas cuenta hoy en día con más de 50 adaptaciones cinematográficas.

Tráiler de la última adaptación francesa de Los Tres Mosqueteros.

Su éxito ha familiarizado al gran público con este periodo de la historia. Sin embargo, esta popularización ha simplificado considerablemente la percepción sobre acontecimientos como los movimientos insurreccionales de la Fronde o las intrigas de Richelieu, pasando por alto la complejidad real de estos episodios históricos para promocionar un mito nacional como la rivalidad entre Richelieu y Buckingham.

El objetivo principal de Dumas seguía siendo entretener y apasionar a sus lectores, no darles una clase de historia. Pero precisamente porque la historia es omnipresente, tanto como marco como fuente de intrigas y personajes, el receptor tiene la impresión de que todo es verdad.

Dumas se permitió numerosos anacronismos, al tiempo que se tomó grandes libertades con los hechos históricos, como la historia de amor adúltera entre Ana de Austria y Buckingham, que nunca existió. Estas inexactitudes son elecciones narrativas que sirven a la trama. Algunos hechos se condensan o se desplazan para acentuar las tensiones dramáticas, como la sobrerrepresentación de Richelieu en ciertos momentos. Si bien estas libertades han sido criticadas por historiadores, no han impedido que el público se sumerja en las aventuras de los mosqueteros.

Esos arquetipos ideales

Los personajes de D’Artagnan, Athos, Porthos y Aramis se han convertido en figuras emblemáticas del patrimonio cultural francés. Encarnan ideales nobles como la valentía, la camaradería y el sentido del honor, lo que los convierte en héroes atemporales. Dumas creó arquetipos que trascienden la literatura y se han convertido en símbolos del imaginario colectivo.

En el momento de su publicación, en el siglo XIX, las aventuras de los mosqueteros se hacían eco de las preocupaciones sociales de la época, un periodo de agitación política y social para Francia (revoluciones de 1830 y 1848, entre otras). La lealtad de los mosqueteros hacia su rey, incluso a pesar de sus diferencias personales, puede interpretarse como una reflexión sobre el patriotismo y la fidelidad al Estado en un contexto posrevolucionario.

Por último, la trilogía de Los tres mosqueteros ha ejercido una influencia duradera en el género de la novela histórica, no solo en Francia, sino también a nivel internacional. Dumas supo crear una forma de literatura en la que la historia se convierte en una aventura apasionante sin ser un simple pretexto. En cierto modo, fundó un modelo que sería retomado y adaptado por numerosos autores, como Paul Féval y su obra El Jorobado.

Aún hoy, este enfoque influye en las novelas, e incluso en los medios audiovisuales como el cine y la televisión. La trilogía de Los tres mosqueteros sigue siendo una referencia ineludible para cualquiera que quiera mezclar la historia con la ficción.

The Conversation

Philippe Ilial es profesor de secundaria y de la Universidad Côte-d’Azur, además de redactor jefe de varias revistas de divulgación histórica.

ref. ‘Los tres mosqueteros’: cómo la obra de Alejandro Dumas influye en nuestra percepción de la historia de Francia – https://theconversation.com/los-tres-mosqueteros-como-la-obra-de-alejandro-dumas-influye-en-nuestra-percepcion-de-la-historia-de-francia-260954

Mirando a Srebrenica para entender Gaza: ¿cómo se prueba la intención de destruir a un grupo?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Pilar Eirene de Prada, Profesora/Investigadora en Derecho Internacional y RRII, Universidad Francisco de Vitoria

Tumbas de civiles asesinados en Potocari, Srebrenica. dotshock/Shutterstock

Este mes de julio se cumplen treinta años de la masacre ocurrida en Srebrenica, un enclave montañoso ubicado en el este de Bosnia y Herzegovina, cercano a la frontera con Serbia. Entre el 6 y el 11 de julio de 1995, más de 8 000 hombres y niños bosniomusulmanes fueron asesinados por fuerzas serbobosnias en este lugar, declarado “zona segura” por Naciones Unidas, y bajo la protección directa de los cascos azules. Las escenas retransmitidas por los periodistas de guerra dieron la vuelta al mundo y marcaron un hito en la conciencia colectiva de Occidente.

Hoy, cuando las imágenes que llegan desde Gaza vuelven a activar el debate sobre qué constituye un genocidio, resulta imprescindible volver la mirada al caso de Srebrenica para entender cómo los tribunales internacionales interpretan este crimen internacional.

¿Por qué solo se reconoció el genocidio en Srebrenica?

El Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY) reconoció la masacre de Srebrenica como genocidio. Fue un hito jurídico importante, pero también dejó un sabor amargo, especialmente en las víctimas. El tribunal solo calificó como genocidio los crímenes cometidos en Srebrenica, dejando fuera otros episodios de violencia igualmente sistemática contra la población bosniomusulmana ocurridos en otros municipios. ¿Por qué?

La respuesta está en una interpretación legal extremadamente restrictiva del crimen de genocidio. Según la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio (1948), requiere probar que los actos (asesinatos, torturas, destrucción de condiciones de vida…) fueron cometidos con la “intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal”.

El problema es cómo se interpreta esa “intención”. La jurisprudencia dominante ha adoptado lo que se conoce como purpose-based approach (enfoque fundado en la intencionalidad específica). Es decir, una exigencia de propósito consciente y deliberado de destrucción. Bajo esta lógica, no basta con demostrar que los actos tuvieron efectos devastadores para el grupo. Hay que probar que fueron cometidos con la intención específica de eliminarlo.

La intención genocida va más allá de una orden

En contextos modernos de conflicto, la intención de destruir a un grupo se evidencia a través de la acumulación de políticas públicas, decisiones militares, marcos normativos y narrativas sobre el otro. La prueba de cargo, ya sea una orden explícita, discursos que hablen abiertamente de aniquilación o referidos a un único acto de exterminio, se vuelve casi imposible de objetivar.

Además, limitar el genocidio a un episodio concentrado y mediáticamente visible deja fuera del radar muchas otras formas de destrucción colectiva, más complejas y larvadas.

El contexto es relevante

En este sentido, resulta cada vez más necesario repensar la manera en que identificamos el genocidio, que se aleja también del modelo totalizador del holocausto (para algunos único genocidio posible y por lo tanto irrepetible).

Una alternativa a este enfoque tradicional es lo que la doctrina jurídica crítica ha denominado knowledge-based approach, o enfoque basado en el conocimiento. Esta perspectiva no exige demostrar una voluntad explícita de exterminio, sino que se pregunta si los perpetradores sabían –o no podían ignorar– que sus actos contribuían a un patrón sistemático de destrucción del grupo.

Este enfoque se apoya en una visión más estructural y menos individualista del genocidio. El crimen no se comete solo desde una voluntad interna subjetiva, sino a través de patrones más amplios que podemos construir si tenemos en cuenta importantes elementos contextuales: políticas públicas, marcos legales de excepción, discursos deshumanizantes y/o decisiones estratégicas sostenidas en el tiempo. Bajo esta lógica, la responsabilidad penal no se diluye, sino que se adapta a las realidades contemporáneas de la violencia colectiva.

Del marco téorico a la práctica: Gaza

Este debate trasciende el marco teórico y tiene una gran relevancia en la práctica. Desde octubre de 2023, Gaza ha sido sometida a una campaña de destrucción progresiva: bombardeos masivos, cortes de suministro, desplazamientos forzados, hambre inducida y colapso sanitario. Más de 55 000 personas han muerto y cientos de miles han sido heridas. Pero más allá de las cifras, lo que está en juego es una forma sostenida de aniquilación del modo de vida palestino.

Así lo planteó Sudáfrica en la demanda presentada ante la Corte Internacional de Justicia en diciembre de 2023. Y se ratificó por la Corte en sus providencias de medidas provisionales.

En ellas, el principal órgano judicial de Naciones Unidas determinó que existe un riesgo real e inminente de que se cause un perjuicio irreparable al derecho del pueblo palestino en Gaza a ser protegido frente a actos genocidas y otras conductas prohibidas por la Convención. Y sin embargo, el reconocimiento jurídico de este escenario como genocidio sigue siendo objeto de gran disputa.

Rafael Lemkin, el jurista que acuñó el término “genocidio” en 1944, entendía este crimen no solo como la destrucción física de personas, sino como la eliminación de la vida colectiva de un grupo, su cultura, sus símbolos y sus condiciones de existencia.

Genocidio cultural: más allá de la violencia directa

Sin embargo, la definición legal vigente, moldeada por intereses coloniales y centrada en el modelo del Holocausto, excluyó deliberadamente el genocidio cultural. Esta visión estrecha ignora que los grupos humanos también pueden ser destruidos mediante políticas de desplazamiento y asimilación forzada. Unas estrategias que borran la memoria, el idioma o el vínculo con el territorio. Los grupos humanos no se destruyen solo con violencia directa.

Treinta años después de Srebrenica, urge una relectura crítica de la figura del genocidio. No para vaciarla de contenido, sino para restaurar su capacidad protectora frente a nuevas formas de destrucción colectiva. El conocimiento del perpetrador sobre el impacto de sus actos debe bastar para generar responsabilidad genocida. Especialmente si esos actos contribuyen a un plan sistemático de eliminación del grupo.

En un mundo donde el exterminio se administra burocráticamente, la justicia internacional debe aprender a reconocer y nombrar las violencias del presente. Incluso cuando no se ajustan a las categorías del pasado o correrá el riesgo de dejar impunes las formas contemporáneas de destrucción colectiva.

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Pilar Eirene de Prada no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Mirando a Srebrenica para entender Gaza: ¿cómo se prueba la intención de destruir a un grupo? – https://theconversation.com/mirando-a-srebrenica-para-entender-gaza-como-se-prueba-la-intencion-de-destruir-a-un-grupo-260461

La fórmula del éxito deportivo según Alcaraz: sacrificio pero con límites

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Itziar Urquijo Cela, Profesora de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, Universidad de Deusto

Carlos Alcaraz, durante una rueda de prensa durante el torneo Conde de Godó, en Barcelona, el 12 de abril de 2025. Marta Fernández Jiménez/Shutterstock

El documental A mi manera, recién estrenado en Netflix, deja claro que el tenista Carlos Alcaraz ha decidido vivir y competir bajo sus propias reglas. Lo que podría parecer una simple estrategia de marca personal adquiere otra dimensión tras la reacción que ha generado: opiniones divididas y críticas de referentes y compañeros del mundo del tenis que dudan de que su forma de entender el deporte sea compatible con alcanzar la cima.

Pero ¿y si no fuese el joven tenista el que está equivocado? ¿Y si su actitud no cuestionara el éxito sino más bien la tradicional vía para conseguirlo?

¿Triunfar a cualquier precio o triunfar al tiempo que se vive?

Durante mucho tiempo, hablar de éxito en el deporte implicaba un sacrificio sin límites: renunciar a todo, sufrir, soportar y soportar, como si solo de esa forma se pudiese llegar a lo más alto. Esta fórmula ha funcionado en algunos casos, pero también ha hecho mucho daño a tantos profesionales, generándoles sensación de abandono o problemas de salud mental, entre tantos otras consecuencias.

A sus 22 años, Alcaraz rompe con esa manera de pensar. No quiere que su pasión, el tenis, le exija tanto como para dejar de seguir siendo él mismo y deje de tener una vida fuera del deporte. Este planteamiento puede resultar para muchos ingenuo o incluso poco profesional, pero la psicología del deporte le da la razón al tenista español. La evidencia científica deja claro, por ejemplo, cómo el éxito deportivo da largo plazo requiere integrar la salud mental como un pilar del rendimiento y no como un aspecto al margen.




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La base invisible del alto rendimiento

La idea anterior podría explicarse desde la teoría de la autodeterminación, la cual sostiene que las personas desarrollan una mayor motivación y rinden mejor cuando se sienten capaces, libres para decidir y conectadas con los demás.

En el caso de Alcaraz, estas tres experiencias están muy presentes en su forma de jugar. Su competencia se refleja en el alto nivel deportivo que demuestra y en la seguridad con la que se expresa: el joven tenista siente capaz de lograr lo que se propone.

No obstante, su mayor cualidad es la autonomía: en vez de seguir el camino preestablecido, como tantos deportistas hacen, él decide cómo entrena, compite y vive, siendo fiel a sus sentimientos y valores.

Por otro lado, la relación que mantiene tanto con su entorno deportivo como con el familiar le permite mantener los pies en el suelo.




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Más allá de ser un tenista

Si tenemos en cuenta que todo lo relacionado con la práctica deportiva se mide en números y rankings es normal que estos profesionales se sientan reducidos a los resultados que dan. Y esta sensación se conoce como metadehumanización: verse a uno mismo como un producto y no como una persona.

No obstante, en un mundo deportivo donde todo gira en torno al rendimiento, el tenista español ha decidido poner sus límites y utilizar el mecanismo de la desidentificación adaptativa, que hace una diferencia entre la persona y el deportista. Es decir, un abordaje de roles donde querer ser el mejor no implica renunciar a disfrutar, compartir tiempo con los suyos y seguir siendo Carlos fuera de la pista.




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Alcaraz como espejo: lo que no queremos ver

El documental de Alcaraz no solo muestra cómo entrena y compite el tenista, sino que enseña una manera distinta de comprender el deporte, en la que llegar al éxito deportivo puede ser compatible con disfrutar del día a día, como lo hace él. Ya hubo antes otros deportistas que rompieron con esa lógica en el alto rendimiento.

La tenista japonesa Naomi Osaka, por ejemplo, decidió no acudir a varias ruedas de prensa por motivos de ansiedad. Poco después, la gimnasta artística estadounidense ganadora de 41 medallas entre Juegos Olímpicos y Campeonatos Mundiales, Simone Biles, renunció a competir en varias finales olímpicas para cuidar su salud mental. En ambos casos se habló de falta de compromiso, debilidad y de una actitud decepcionante para con sus públicos.

Carlos Alcaraz no sólo ha abierto un debate público sobre la forma de entender el éxito en el deporte de alta competición, sino que ha puesto en evidencia un modelo establecido y nada saludable que ha llevado a muchos deportistas al límite.

¿Y si el verdadero riesgo para los deportistas profesionales es seguir teniendo de referencia esa forma de entender el éxito tan perjudicial?

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Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

ref. La fórmula del éxito deportivo según Alcaraz: sacrificio pero con límites – https://theconversation.com/la-formula-del-exito-deportivo-segun-alcaraz-sacrificio-pero-con-limites-260053

Vuelve Superman, un superhéroe para su tiempo

Source: The Conversation – (in Spanish) – By David Moriente Díaz, Profesor de Historia y Teoría del Arte, Universidad Autónoma de Madrid

Fotograma de ‘Superman’, la versión de 2025 de James Gunn. FilmAffinity

En junio de 1938 el dibujante Joseph “Joe” Shuster y el guionista Jerome “Jerry” Siegel presentaron, en el primer número de la revista Action Comics, a Superman. Este personaje, además de convertirse en celebérrimo, abriría la puerta a un nuevo género que continúa hasta hoy: el de las aventuras de superhéroes.

Portada de una revista en la que un hombre vestido de azul y con capa roja levanta un coche por encima de su cabeza.
Portada del primer número de Action comics con Superman haciendo de las suyas.
RTVE/Heritage Auctions

En su icónica portada y en apenas once páginas, los autores del cómic desplegaron el origen extraterrestre del personaje, su llegada a la Tierra, sus habilidades sobrehumanas y su dedicación al bien. De hecho, en el último minuto salvaba a una mujer acusada injustamente de haber cometido un asesinato de ser ejecutada en la silla eléctrica.

Con apenas 24 años y con formaciones casi autodidactas, Shuster y Siegel marcaron los inicios de un mito que alcanza hasta hoy.

Ambos, de origen judío-lituano, eran norteamericanos de segunda generación que vivían en el barrio judío de Glenville (Cleveland). Se habían criado en el seno de familias muy humildes que habían llegado a Estados Unidos huyendo del creciente antisemitismo en Europa, de igual modo que otros nombres axiales para la industria cultural del cómic de los años cincuenta y sesenta –la denominada “edad de oro”– como, por ejemplo, Jack Kirby o Will Eisner.




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Shuster y Siegel no crearon a Superman de la nada, sino que absorbieron la influencia de numerosos elementos que conformaban el ambiente de la cultura popular del momento, que se transmitía a través, principalmente, del pulp (publicaciones de papel barato). Así, por ejemplo, bebieron del virtuosismo de un personaje como Doc Savage (Henry Rawlston y John Nanovic, 1933), quien en sus peripecias buscaba eliminar “las injusticias y castigar a los malvados”, como rezaban los lemas de la época. O se inspiraron, un poco después, en la sólida brújula moral y la identidad secreta en la figura cuasifantástica de The Phantom (Lee Falk y Ray Moore, 1936).

Superman tiene ‘algo más’

Sin embargo, el matiz diferencial de Superman –y que sería la clave de su éxito– es que introducía el superpoder, una característica que lo hacía entroncar directamente con los mitos de los semidioses: podía volar, y tenía una fuerza y resistencia inmensurables, además de facultades como proyectar rayos ópticos o despedir un aliento helado.

Ahora se estrena la última adaptación cinematográfica de la historia del personaje, de la mano del director James Gunn. Tras su exitosa trilogía dedicada a los personajes de la editorial Marvel, los Guardianes de la Galaxia, Gunn ha sido contratado por DC Comics para ordenar el mundo cinematográfico del Universo DC –el de Superman y Batman, entre otros– y competir con la compañía rival Marvel Studios.

Gunn ha decidido no ahondar en los inicios del mito de Superman, que ya han sido tratados infinidad de veces en la gran pantalla. Así, los espectadores dan por sabida su historia: Superman –de nombre original Kal-El– es el único superviviente de la destrucción del planeta Krypton causada por la explosión de su sol. Lo hace gracias a que su padre lo manda a la Tierra siendo un bebé en una pequeña cápsula. Lo encuentran los Kent, un humilde matrimonio de granjeros de Kansas, quienes lo crían inculcándole el valor supremo de hacer el bien.

Una década convulsa

A finales de la década de los treinta, cuando se publicó el cómic, la sociedad estadounidense trataba de olvidar la brutal recesión del país acaecida a consecuencia del crack del 29. La crisis había sido atajada gracias a las medidas del New Deal propuestas por el presidente Roosevelt, que reforzaban la necesidad de premiar el trabajo duro y el heroísmo cotidiano de la clase trabajadora, un estrato al que pertenecían los padres adoptivos de Superman.

Simultáneamente, esa sociedad encaraba con incertidumbre un futuro cuyo escenario prebélico ya era palpable en Europa tras el ascenso de los nazis al poder en 1933. Como nota curiosa, durante la Segunda Guerra Mundial, y con toda la maquinaria propagandística al servicio del ejército de Estados Unidos, Superman se enfrentó con personajes inspirados en la Alemania nazi, aunque nunca “zurró” directamente a Hitler (como sí hizo, por ejemplo, el Capitán América).

El héroe y su punto débil

¿Qué significa el héroe (uso deliberadamente el género masculino) como sujeto narrativo?

La voz procede del griego hḗrōs, un concepto usado para referirse a los semidioses, es decir, los hijos habidos de la unión entre dioses y mortales. Estos seres, en términos generales, se situaban a medio camino entre lo humano y lo divino. Según esto, el valor, el sacrificio y la empatía se atribuían a la humanidad, mientras que la superioridad moral y las habilidades sobrenaturales serían de origen celestial. La combinación de ambas, entonces, conformaba el perfecto modelo a seguir.

Los héroes procedentes de la mitología de todas las culturas, de Gilgamesh a Hércules pasando por Kintaro o Beowulf, encarnan el prototipo de lo bello, lo bueno y lo verdadero.

No obstante, Superman –al igual que, por ejemplo, Aquiles– también tenía un punto débil: la kriptonita, un material procedente de su mundo natal que podía anular sus superpoderes y lo transformaba en un mortal como el resto de nosotros.

Quién somos y quién queremos ser

La RAE define a un “supermán” como un “hombre de capacidades y cualidades sobrehumanas”.

Sin embargo, el triunfo de su impronta en la sociedad como mito moderno hay que buscarlo en la doble faz del personaje. Tenemos, por un lado, al tímido, torpe y algo estúpido Clark Kent que con sus gafas permitía a cualquiera –siempre que fuera caucásico y occidental– identificarse con él. Pero además, existía la posibilidad de que esa envoltura endeble albergase un otro yo capaz de enfrentarse a todo. Alguien que, como el Übermensch (superhombre) de Friedrich Nietzsche, hubiese alcanzado un estado supremo.

Un chico con traje, pelo rizado y gafas mira hacia arriba, fuera de campo.
Tal vez no todos podamos ser Superman, pero sí podemos ser Clark Kent.
IMDB

Tras numerosas adaptaciones al medio fílmico en los últimos años, quizá haya que destacar que, a diferencia de la penúltima visión de Zack Snyder y su Man of the Steel (2013), la de Gunn recupera la esencia más humanista –más clásica incluso– y bondadosa de un personaje. Tal vez estos sean los ideales necesarios para subsistir en los Estados Unidos de hoy, con un ambiente casi distópico. Como se suele decir: la realidad supera a la ficción.

The Conversation

David Moriente Díaz no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Vuelve Superman, un superhéroe para su tiempo – https://theconversation.com/vuelve-superman-un-superheroe-para-su-tiempo-260658

Tres alimentos con K y con hongos: lo que el kéfir, la kombucha y el koji tienen en común

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Sergio Fuentes Antón, Profesor de Didáctica de las Ciencias Experimentales, Universidad de Salamanca

Preparación de kombucha. ViJpeg/Shutterstock

En las estanterías de muchas tiendas gourmet y de cada vez más supermercados es frecuente encontrar frascos de kéfir, botellas de kombucha o bolsas de arroz fermentado con koji. Estos tres productos que comparten la inicial “k” tienen algo más profundo en común: su origen en la fermentación, un proceso milenario que transforma alimentos gracias a la acción de hongos y bacterias.

Durante siglos, el ser humano se ha servido de ciertos microorganismos para conservar alimentos, potenciar sabores y mejorar su digestibilidad, mucho antes incluso de comprender lo qué ocurría a nivel microscópico en el interior de nuestro cuerpo. Hoy, la ciencia de la microbiota y el creciente interés por la alimentación saludable han devuelto el protagonismo a estos cultivos vivos.

Kéfir, kombucha y koji representan culturas distintas –la de los pueblos nómadas, la del té oriental y la cocina japonesa– unidas por la misma fascinación: el poder invisible de los hongos para convertir lo ordinario en extraordinario. ¿Qué es los hace únicos y por qué están conquistando nuestras cocinas?




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Kéfir: la bebida de los nómadas

El kéfir es una bebida fermentada de textura cremosa y sabor ligeramente ácido, elaborada tradicionalmente a partir de leche y unos gránulos únicos que concentran un ecosistema vivo de bacterias y hongos. Se cree que su origen se remonta a las montañas del Cáucaso, donde los pueblos nómadas lo preparaban en sacos de piel de cabra que colgaban de las puertas para que se agitara al paso de la gente.

Los gránulos de kéfir contienen una combinación simbiótica de microorganismos (principalmente lactobacilos, levaduras y hongos filamentosos) que transforman la lactosa en ácido láctico, dióxido de carbono y compuestos aromáticos.

Este proceso no solo prolonga la conservación de la leche, sino que enriquece la bebida con vitaminas, enzimas y probióticos que favorecen la salud intestinal. En la actualidad, el kéfir se elabora también con agua y azúcar, dando lugar a versiones veganas y refrescantes. Su historia refleja cómo la humanidad aprendió a domesticar microorganismos mucho antes de descubrirlos al microscopio.




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El té convertido en elixir: la kombucha

Las primeras referencias de esta bebida la sitúan en la antigua China, donde ha sido consumida desde hace milenios. La kombucha es una bebida fermentada a base de té endulzado que se transforma gracias a un cultivo simbiótico de bacterias y levaduras conocido como SCOBY (siglas de Symbiotic Culture Of Bacteria and Yeast).

Durante la fermentación, el SCOBY produce ácidos orgánicos, vitaminas del grupo B y pequeñas cantidades de alcohol y dióxido de carbono, responsables de su característico sabor avinagrado y burbujeante.

Actualmente, la kombucha se ha convertido en un icono de las dietas saludables y la cultura foodie. Esta mezcla de hongos y bacterias no solo crea un sabor único, sino que refleja la capacidad de la fermentación para reinventar algo tan cotidiano como una taza de té.

Koji: el hongo que cambio la gastronomía japonesa

El koji es un cultivo de hongos que ha modelado la cocina de Japón durante más de un milenio. Su protagonista es el Aspergillus oryzae, un hongo filamentoso que se cultiva sobre granos cocidos de arroz, cebada o soja.

Bajo condiciones de humedad y temperatura controladas, el hongo coloniza el cereal, liberando enzimas que transforman los almidones y proteínas en azúcares y aminoácidos. Este proceso es la base de productos esenciales como el miso, la salsa de soja y el sake, todos ellos con matices de sabor que deben su complejidad al koji.

Más allá de su importancia culinaria, este hongo se considera un símbolo cultural: en Japón se le llama cariñosamente “el hongo nacional”.

Hoy, chefs de todo el mundo exploran nuevas aplicaciones del koji en panes, embutidos o quesos veganos, demostrando que la fermentación fúngica sigue siendo una herramienta de innovación gastronómica.




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El poder invisible de los hongos

Kéfir, kombucha y koji son mucho más que tendencias gastronómicas: representan un redescubrimiento de la fermentación como aliada de la salud, el sabor y la sostenibilidad. Estos alimentos, nacidos de tradiciones milenarias, nos recuerdan que convivimos con un universo microscópico que transforma lo que comemos y ayudan a mejorar la salud y el bienestar. El kéfir, por ejemplo, contiene sustancias anticancerígenas.

Detrás de su aparente sencillez se esconden hongos y bacterias que trabajan en simbiosis, liberando nutrientes, creando aromas complejos y prolongando la vida útil de los alimentos.

En un mundo que busca alternativas más naturales y menos procesadas, la fermentación y los hongos emergen como un puente entre el pasado y el futuro. Quizá, la próxima vez que contemplemos un hongo, recordemos que su labor silenciosa ha dado forma a culturas enteras y que, con cada sorbo o bocado, seguimos alimentando una relación milenaria que nos conecta con la vida más allá de lo visible.

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Sergio Fuentes Antón no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Tres alimentos con K y con hongos: lo que el kéfir, la kombucha y el koji tienen en común – https://theconversation.com/tres-alimentos-con-k-y-con-hongos-lo-que-el-kefir-la-kombucha-y-el-koji-tienen-en-comun-259621

Protección solar: nueve dudas frecuentes resueltas por una experta

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Azahara Rodríguez Luna, Profesora de Farmacología e Investigadora en Fotobiología, Universidad Loyola Andalucía

verona studio/Shutterstock, CC BY

La piel es nuestro escudo natural. Nos protege de agentes externos, regula la temperatura corporal y participa en la producción de vitamina D. A pesar de ello, su cuidado –especialmente frente a la exposición solar– sigue rodeado de mitos, dudas y confusión. ¿Hay que ponerse protector todos los días? ¿Incluso con nubes o en interiores? ¿Bloquea la síntesis de vitamina D? ¿Y qué ocurre si tomo medicamentos? Veamos qué dice la ciencia al respecto.

1. ¿Debemos usar fotoprotección todos los días?

Sí, ¡aunque no vayamos a la playa o a la piscina! La radiación solar está presente durante todo el año, incluso en invierno o cuando el cielo está nublado. No solo importa el sol que vemos, sino también el que no vemos.

La clave está en el índice ultravioleta (UVI), que mide la intensidad de la radiación solar. Si el UVI es 3 o superior, ya se recomienda usar fotoprotección, especialmente en las zonas expuestas. En muchas ciudades de España, por ejemplo, el UVI supera ese valor durante varias horas al día, también en primavera o en días nublados.

La exposición solar acumulativa sin protección acelera el envejecimiento cutáneo, favorece la aparición de manchas y eleva el riesgo de cáncer de piel. Aplicar fotoprotector a diario en las zonas expuestas (rostro, cuello, dorso de las manos) es una medida sencilla, eficaz y avalada por la ciencia para prevenir esos daños.

2. ¿Cada cuánto y qué cantidad de protector solar hay que ponerse?

Según los estudios que evalúan la eficacia del protector solar, para que un producto con factor de protección solar (FPS) 50 funcione como promete, deberíamos aplicar 2 miligramos por cada cm² de piel. Traducido a algo más práctico: eso supone unos 30-35 mililitros (mL) por aplicación en un adulto, lo que significa que un bote de 250 mL apenas duraría 2 o 3 días si lo usáramos de forma estricta.

Pero seamos realistas: en el día a día casi nadie se pone tanta cantidad ni con esa frecuencia, lo que reduce considerablemente la protección. Por esto, es muy importante reaplicar el fotoprotector cada 2 horas, hacerlo al sudar o bañarse, usar SPF 50 y complementar la fotoprotección tópica con otras medidas.

3. ¿Y si está nublado o estoy en casa?

¡También hay que protegerse! Aunque las nubes bloquean parte de la radiación solar, dejan pasar entre el 30 % y el 80 % de los rayos ultravioleta, por lo que el riesgo para la piel persiste. Sobre todo son peligrosos los rayos UVA: responsables del envejecimiento prematuro, atraviesan fácilmente las nubes y también el vidrio de ventanas, lo cual implica que pasamos muchas horas expuestos sin darnos cuenta (en la oficina, en el coche o en casa).




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Por otro lado, la luz azul que emiten los dispositivos digitales –como móviles, tabletas y pantallas LED– y su papel en el fotoenvejecimiento ha cobrado creciente interés. Aunque aún se necesitan más estudios clínicos para entender su impacto exacto en la piel sana y establecer estrategias óptimas de fotoprotección, estudios preclínicos sugieren que podría agravar condiciones cutáneas como el melasma, la hiperpigmentación postinflamatoria y ciertas dermatosis. Por ello, se recomienda precaución en pieles sensibles o con alteraciones pigmentarias, y considerar una protección de amplio espectro en caso de exposiciones prolongadas a luz azul en interiores.

4. ¿Desde qué edad puede usarse?

Desde los seis meses de vida. Antes de esa edad, no se recomienda exposición directa al sol y se debe priorizar la protección física: ropa, sombrilla y sombra. A partir del medio año, ya se pueden aplicar al bebé fotoprotectores pediátricos específicos, formulados con filtros físicos (minerales) y sin ingredientes irritantes.

5. ¿Existe el fotoprotector “pantalla total”?

No. El concepto de “pantalla total” es un mito. Ningún protector solar bloquea el 100 % de la radiación. Sin embargo, si lo aplicamos bien y lo combinamos con otras medidas, podemos proteger nuestra piel de forma muy eficaz. Por eso, lo ideal es usarlo siempre acompañándolo con estas acciones:

  • Evitar el sol en las horas centrales del día (entre las 12 y las 16 horas).

  • Usar gorra, sombrero, gafas de sol y ropa que cubra bien la piel expuesta.

  • Buscar la sombra siempre que sea posible.

  • Hidratarnos y complementar nuestra alimentación con alimentos antioxidantes.

  • Considerar la fotoprotección oral (suplementos nutricionales) como complemento, para alcanzar aquellas zonas donde la protección tópica no es suficiente.

6. ¿Cómo elegir un buen fotoprotector?

Es importante considerar diferentes aspectos, fijándonos en que:

  1. Tengan FPS 50 y protección UVA (verifique que lo indique con sus logos).

  2. Protejan también frente a luz visible e infrarroja (especialmente en pieles con melasma o rosácea).

  3. Contengan antioxidantes.

  4. Y muy importante: que nos guste su textura. Solo así nos lo aplicaremos bien y con regularidad.

7. ¿Los fotoprotectores solares bloquean la vitamina D?

No. Aunque filtran parte de la radiación UVB –que es la responsable de activar la síntesis de vitamina D en la piel–, no la eliminan por completo ni impiden su producción. En la práctica, basta con unos pocos minutos de exposición solar indirecta al día, en zonas pequeñas como manos o antebrazos, para cubrir las necesidades diarias de vitamina D (el tiempo exacto depende del fototipo y de la intensidad solar). Esto es especialmente fácil en climas soleados como el español.

Y si hay déficit, la solución no es exponerse sin protección, sino combinar una exposición saludable con una alimentación adecuada o suplementos, siempre bajo consejo médico. Quemarse nunca es el camino para tener más vitamina D.

8. ¿Debo ponerme crema si tengo la piel morena o no me suelo quemar?

Tener un fototipo alto no significa ser invulnerable al sol. Las pieles más oscuras cuentan con una mayor protección natural frente a la radiación ultravioleta, pero igualmente pueden sufrir daño solar acumulado, envejecimiento prematuro y cáncer de piel, que a menudo se diagnostica más tarde y con peor pronóstico. Por eso, también es fundamental vigilar este tipo de piel con regularidad, aplicando la regla ABCDE para detectar posibles señales de alarma y ante cualquier cambio consultar al especialista.

En definitiva, la prevención y el autoexamen son igual de importantes en todos los tonos de piel.

9. ¿Y si estoy tomando medicamentos?

Algunos fármacos pueden hacer que la piel reaccione con más intensidad a la radiación solar. Es lo que se conoce como fotosensibilidad, y puede provocar manchas, erupciones o incluso quemaduras graves tras una exposición solar que, en otras circunstancias, sería bien tolerada.

Entre los medicamentos más comunes que pueden causar ese efecto están ciertos antibióticos, antiinflamatorios (ibuprofeno, naproxeno), diuréticos, retinoides y otros tratamientos para el acné. Si está en tratamiento, consulte con su farmacéutico para adaptar su exposición al sol y priorizar el uso de fotoprotectores con filtros físicos (más recomendables en estos casos). Es fundamental evitar el sol directo, cubrirse con ropa adecuada y reaplicar el protector con frecuencia para minimizar riesgos.




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En cualquier caso, protegerse del sol no consiste solo en ponerse crema: la fotoprotección inteligente combina varios pilares. Implica evitar la exposición en las horas de mayor radiación (entre las 12 y las 16 h), usar ropa de tejido tupido o con FPS, gorros de ala ancha y gafas de sol homologadas, mantener una alimentación rica en antioxidantes y recurrir a complementos como la fotoprotección oral, cuando sea necesario.

Tener una relación sana con el sol no significa huir de él, sino aprender a disfrutarlo con responsabilidad. Adoptar un estilo de vida soludable, que combine educación, sentido común y hábitos sostenibles de exposición solar, es la mejor forma de cuidar nuestra piel… hoy y a largo plazo.

The Conversation

La autora, Azahara Rodríguez Luna, recibe fondos de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) en el marco del programa de fomento de la cultura de la innovación pública 2024, para el desarrollo del proyecto de investigación y promoción de la salud Programa Integral de Prevención del Cáncer de Piel en Acción (PIPPA). Además, es miembro de Soludable, un grupo de trabajo impulsado por el Hospital Universitario Costa del Sol, cuyo objetivo es promover hábitos de vida saludables y prevenir el cáncer de piel.

ref. Protección solar: nueve dudas frecuentes resueltas por una experta – https://theconversation.com/proteccion-solar-nueve-dudas-frecuentes-resueltas-por-una-experta-259306

La adolescencia digital en la consulta

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Daniel Ilzarbe, Investigador en Neuroimagen, psiquiatra infantil y adolescente, Institut d’Investigacions Biomèdiques August Pi Sunyer – Hospital Clínic Barcelona / IDIBAPS

Abro los ojos con el despertador del móvil. Mientras me bebo un café, leo las noticias de la prensa digital, y se me hace un poco tarde contestando los primeros correos electrónicos del día. Atravieso los tornos del metro gracias a la aplicación del abono transporte del móvil. Las ocho paradas que separan mi casa del trabajo pasan volando mientras escucho mi lista de canciones favoritas y contesto mensajes en grupos de WhatsApp.

Llego al hospital y enciendo el ordenador para llamar a mi primera visita. En la sala de espera está Antonio, un adolescente de 14 años, viendo vídeos y sentado entre su madre, que al verme aparecer abandona rápidamente una videoconferencia, y su padre, que aprovechaba para ponerse al día con las noticias.

Los padres entran en la consulta quejándose de que su hijo pasa mucho tiempo “en las pantallas”. “Yo también”, pienso, y les lanzo la pregunta crucial: “¿Y vosotros?”. Tragan saliva mientras el adolescente les mira, esperando la respuesta de sus padres con interés. Lanzamos esa misma pregunta a los lectores: ¿y ustedes?

Por la consulta pasan muchas familias con quejas sobre el uso que hacen sus hijos adolescentes de las pantallas. Algunos tienen serios problemas y otros no tanto. Pero, sin duda, son cada vez más los que sufren las consecuencias de un uso excesivo o inadecuado de los dispositivos digitales con conexión a internet. Así es una mañana en nuestra consulta.

Antonio: un trastorno de juego ‘online’

Hace más de un mes que Antonio dejó de ir a clase. Era un buen estudiante hasta que descubrió los videojuegos online. Inicialmente los usaba como una forma de divertirse con los compañeros de clase, pero gradualmente se convirtió prácticamente en su única actividad. Dice que quiere ser gamer profesional, y por eso pasa muchas horas jugando o viendo vídeos para aprender más.

Ha dejado de quedar con sus amigos y se muestra irritable y agresivo cuando sus padres intentan limitar su tiempo de juego. Una vez llegó a romper la puerta de su habitación. En la consulta, Antonio reconoce que siente ansiedad cuando no está conectado. Nos explica que, desde hace tiempo, sus amigos le han ido dejando de lado y se siente solo. Su identidad se ha construido en torno a un personaje virtual femenino (Osaki) y el mundo online es un refugio donde se siente aceptado y le reconocen sus habilidades.

El diagnóstico apunta a un trastorno de juego online, con un trastorno comórbido de ansiedad y síntomas depresivos. No es la primera vez que Antonio acude a los servicios de salud mental. Cuando tenía cinco años, fue diagnosticado con trastorno del espectro autista (en aquel momento, síndrome de Asperger).

Sus padres están pensando en separarse: el padre se pasa el día gritando a los hijos cómo hacer las cosas y la madre ha decidido no gritar más y dejarles hacer. Les pido que, para la próxima visita, acuda también el hermano mayor, que tiene un diagnóstico de trastorno por déficit de atención e hiperactividad, ha sido expulsado del colegio por colgar fotos inadecuadas de otras compañeras suyas en redes sociales, y se pasa el día navegando por internet y escribiendo mensajes en sus redes.

Aunque hagan caso a mi petición, el hermano de Antonio no podrá recibir un diagnóstico específico relacionado con el uso de pantallas, ya que en la actualidad ningún manual de trastornos mentales recoge la adicción a redes sociales como entidad diagnóstica (Clasificación Internacional de Enfermedades; Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders). Si bien la falta de diagnóstico puede ser una dificultad para la vinculación a los servicios de salud mental, la mayoría de comunidades autónomas dispone de recursos preventivos específicos para asesorar en estos casos.

Antonio sí tiene diagnóstico porque el trastorno por uso de videojuegos está reconocido y considerado una posible entidad diagnóstica a estudiar. Pero aún existe debate en la comunidad científica sobre si la adicción a los videojuegos o las redes sociales deben considerarse un trastorno mental.

El caso de Antonio y su hermano pone de relevancia situaciones familiares, escolares y sociales complejas, con niños y adolescentes con vulnerabilidades intrínsecas potenciadas por lo extrínseco, la punta del iceberg. El uso de pantallas asoma por encima de la superficie, pero por debajo está lo relevante: problemas en casa, en la escuela, malestar psicológico independiente o previo al uso de pantallas, etcétera.

Berta: la importancia del entorno en el abordaje terapéutico

Berta, una adolescente de 16 años, suele llegar tarde a las visitas. Cuando vino por primera vez a la consulta sus padres decían que vivía “pegada” a su teléfono móvil, que era “una víctima del scroll infinito”. Lo primero que hacía al despertarse era actualizar sus perfiles y revisar las redes sociales buscando “me gusta” y comentarios de aprobación de los demás. Por la noche, a veces le daban las 2 o las 3 de la madrugada haciendo “el último scroll”.

Todo comenzó durante el confinamiento. Berta, como muchos adolescentes, encontró en las redes sociales y las plataformas de streaming una forma de entretenerse y de mantenerse conectada con sus amigos. Descubrió una forma de obtener atención y validación fingiendo ser feliz y vivir una vida idealizada, como la de sus instagrammers favoritos. Pasaba cada vez más tiempo en las redes sociales, modificando sus fotos, respondiendo a comentarios y pensando qué colgar al día siguiente.

Al terminar el confinamiento y volver al instituto, la relación con sus amigas se había deteriorado. En casa, seguía comiendo sola en su habitación (algo que había empezado como algo temporal cuando tuvo la covid-19), y apenas cruzaba unas palabras al día con sus padres. Un día recibió un comentario negativo de un seguidor que la afectó muchísimo y empezaron las autolesiones: había visto por redes que otras adolescentes también lo hacían. Los padres ya habían solicitado seguimiento en el centro de salud mental y Berta accedió a ir a consulta después de una conversación con ellos.

Berta pudo explicar que estaba triste y ansiosa, que le costaba dormir y se sentía especialmente mal por la bajada de rendimiento en el instituto. Pudo reconocer que tenía “dependencia” del móvil. Accedió a comenzar una terapia para explorar su necesidad de validación de los demás, trabajar su autoestima y desarrollar habilidades de relación social más satisfactorias que las de las redes. Aprendió a regular el uso de las plataformas en línea y pudo volver a utilizar algunas de ellas, limitando las que le habían ocasionado más problemas.

La participación de los padres fue clave en el proceso de Berta: les permitió entender la sintomatología que perpetuaba el uso abusivo y desarrollar estrategias para acompañar a su hija, combinando amor y límites. Coordinarnos con el instituto también ayudó a reintegrar a Berta en su círculo social y a reengancharse al curso.

El abordaje terapéutico de estos casos requiere, además de la participación de los profesionales de salud mental, de todos los agentes involucrados que rodean a los adolescentes: escuela, actividades extraescolares, amistades y, sobre todo, los padres.

En situaciones excepcionales, como en el caso de Berta, que había llegado a pasar más de 24 horas comprobando publicaciones en redes sociales e internet, se proponen periodos de abstinencia temporales con ingreso hospitalario.

Durante estos días sin acceso a los dispositivos, se desarrollan estrategias de regulación, habilidades y búsqueda de otras actividades. Esta abstinencia es siempre temporal porque la abstinencia absoluta no es, ni puede ser, el objetivo. Especialmente en el mundo entre pantallas en el que vivimos en la actualidad.

Hoy Berta pide espaciar las visitas porque se siente mucho mejor, y asegura que ya sabe pedir ayuda, si la necesita.

Adrián: cuando el malestar e internet se retroalimentan

Adrián acaba de cumplir 15 años. A nivel académico siempre había sido brillante, especialmente en matemáticas y tecnología. Incluso es posible que tenga “altas capacidades”. Sin embargo, a nivel social siempre se ha sentido incomprendido por sus compañeros, percibido a menudo como “raro”.

Al empezar la ESO (Educación Secundaria Obligatoria) fue víctima de ciberacoso. Los mensajes hirientes y las burlas, tanto en formato digital como en la vida real, se extendieron rápidamente por toda la escuela; incluso se difundieron fotos falsas de Adrián creadas con inteligencia artificial. Le afectó mucho y minó su autoestima: se aisló, se volvió desconfiado y acabó manifestando síntomas de ansiedad y depresión.

En segundo de la ESO encontró refugio en el mundo online. Siempre le habían gustado mucho la programación, el diseño de páginas web, los videojuegos, las películas de anime y los foros de ciencia ficción. Con sus nuevos amigos online, Adrián se sentía aceptado y podía compartir sus intereses.

Su intensa dedicación a las actividades en internet afectó a su rendimiento escolar: dejó de entregar trabajos, suspendió algunas asignaturas… lo que le generó una gran frustración. La situación empeoró con la presión del padre, que tenía expectativas muy altas para su hijo, y le reprendía constantemente por su uso de las pantallas, alegando que, si no le dedicaba suficiente tiempo a los estudios, no conseguiría buenas notas ni llegar a la universidad.

Adrián se deprimió profundamente, no podía concentrarse para estudiar y rumiaba constantemente pensamientos negativos sobre sí mismo y el futuro. La frustración se transformó en rabia hacia su padre. Las discusiones en casa se volvieron más frecuentes y tensas, con Adrián mostrándose cada vez más irritable, desafiante y retraído. En la consulta confesó que tenía pensamientos obsesivos y sueños en los que se veía haciendo daño a su padre y a algunos compañeros del instituto con un cuchillo.

La literatura científica ha relacionado el uso de redes sociales con síntomas depresivos, obsesivos y de ansiedad, autolesiones y tentativas autolíticas, así como conductas de riesgo, como puede ser el uso de sustancias. Sin embargo, la evidencia actual no permite establecer causalidad.

Algunos autores sugieren que se potencian mutuamente: el tipo de uso que se hace de las redes sociales puede potenciar algunos rasgos de personalidad o síntomas de algunas patologías, y viceversa. En el caso de Adrián, el uso intensivo de internet le hacía aislarse más y aumentaba su malestar, y esto a su vez provocaba que pasase cada vez más tiempo en el ciberespacio.

Un círculo vicioso

¿Hasta dónde puede crecer este círculo vicioso? ¿Qué impacto pueden tener en su desarrollo los contenidos a los que tienen acceso los adolescentes en internet? Cada vez más series y documentales, como Adolescencia o Malas influencias, nos ofrecen escenarios, a veces extremos, a los que podría llegar esta situación de retroalimentación negativa: un malestar emocional que provoca uso excesivo de internet, lo que a su vez empeora el sufrimiento y provoca aún mayor uso de internet con riesgo de exposición a contenidos nocivos.

Esta espiral impacta en la percepción que los adolescentes tienen del mundo, las decisiones que toman y las consecuencias de salud, familiares, sociales e incluso legales. Detectar este círculo vicioso a tiempo es clave para poder entenderlo e intervenir de forma precoz y preventiva.

En nuestro trabajo diario como terapeutas vemos algunos adolescentes en los que los síntomas de psicopatología pueden llegar a ser graves, con desconexión de la realidad o conductas de riesgo dirigidas hacia sí mismos o hacia los demás.

Para ayudarles, es fundamental realizar una evaluación completa del patrón de uso, los posibles trastornos comórbidos y del contexto familiar y social. De este modo, conseguimos diseñar un plan de intervención individualizado y flexible.

Las terapias cognitivo-conductuales, las terapias familiares y los grupos psicoeducativos y terapéuticos son las herramientas imprescindibles para ayudar a los adolescentes y a sus familias a desarrollar estrategias de afrontamiento saludables, establecer límites en el uso de las pantallas, mejorar su autoestima y reconectar con el mundo social presencial.

El mundo digital es una realidad. El aprendizaje sobre él es una necesidad. Los adultos debemos ser ejemplo: mostrar cómo se realiza un buen uso de la tecnología, de forma segura y saludable, complementándolo con las experiencias en el mundo presencial. Es también nuestra responsabilidad como terapeutas. Ahora nos dirigimos a los lectores: ¿acaso no es la de todos?


Este artículo se publicó originalmente en la Revista Telos de la Fundación Telefónica, y forma parte de un número monográfico dedicado a la Generación Alfabeta.


The Conversation

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

ref. La adolescencia digital en la consulta – https://theconversation.com/la-adolescencia-digital-en-la-consulta-260865

La satisfacción del cliente y su identificación con la marca, claves para la buena marcha del negocio

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Juan Jose Blazquez-Resino, Profesor Titular de Universidad, Área de Comercialización e Investigación de Mercados, Universidad de Castilla-La Mancha

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¿Cómo hacer que los clientes sean fieles a las marcas de fast fashion o moda rápida?

Además de motivos concretos –como su rápida adaptación a las tendencias, la variedad de productos o los precios competitivos–, las estrategias comerciales de estas empresas van más allá de la satisfacción de los compradores y buscan una vinculación emocional para convertirlos en prescriptores de sus productos.

La moda rápida

La industria de la moda se ha convertido en uno de los principales motores de la economía mundial. Sus cifras globales de negocio lo confirman: si para 2024 se prevén ingresos por más de 770 000 millones de dólares, una tasa de crecimiento anual calculada de casi el 9 % entre 2024 y 2029 generaría un volumen de mercado de cerca de 1,2 billones de dólares en 2029. Además, se prevé que en 2029 la penetración de usuarios sea del 37,8 % (2 800 millones de personas), cuando en 2024 es del 33,3 % en 2024.

En general, el éxito de las empresas de moda rápida depende de su capacidad de adaptarse rápidamente a las nuevas tendencias para poder satisfacer las necesidades y deseos de sus clientes.

La lealtad de los clientes

Las elecciones de los consumidores van más allá de la satisfacción de necesidades prácticas. Las marcas son un medio de autoexpresión por el que las personas transmiten su identidad y el concepto que tienen de sí mismas. En consecuencia, la identificación del cliente con la marca implica que alinea sus atributos personales con los de la marca.

Por otra parte, las marcas (en general) necesitan de la fidelidad de los clientes para su éxito. Esta fidelidad se mide por cuestiones como el comportamiento de recompra –que se produce cuando las compras anteriores han sido satisfactorias, pero también cuentan los propios hábitos de consumo de los compradores– o la voluntad del cliente de recomendar el producto o la marca (el boca a boca). En este punto, hay que diferenciar entre las recomendaciones espontáneas (activas) y las pasivas, a instancias del interlocutor (“¿Dónde puedo encontrar una falda bonita a buen precio?”, por ejemplo).

No obstante, el sector de la moda rápida tiene una particularidad: esa identificación no parece tener un efecto significativo sobre su fidelidad a la marca. Esto puede deberse tanto a la importancia que tiene el precio para los consumidores de fast fashion, como a la presencia de numerosas opciones (Primark, Zara, H&M, Uniqlo, etc.) que ofrecen productos similares en diseño y precio.

¿Qué investigamos y cómo?

Hemos desarrollado un estudio sobre la fidelidad y la voluntad de recomendar, activa o pasivamente, una marca de moda rápida española. Con base en una muestra de 424 consumidores, recopilamos los datos mediante encuestas en línea.

Para participar era requisito indispensable haber comprado al menos un producto durante el año anterior en la tienda analizada. Encuestamos a 368 participantes. La proporción de mujeres y hombres fue de 70,4 y 29,6 % respectivamente. En cuanto al rango de edad, el 61,4 % tenía entre 18 y 24 años, el 24,5 %, entre 25 y 44, y el 14,1 % restante superaba los 45 años.

Nuestros resultados ponen de relieve cómo actúan la identificación y la satisfacción para generar fidelidad a la marca:

  1. La identificación influye en las recomendaciones pasivas.

  2. La satisfacción influye en las recomendaciones activas.

  3. Si el cliente se siente identificado, mejora su satisfacción con la marca.

  4. La satisfacción del cliente y la recomendación activa de marca son importantes para el comportamiento de compra repetida.

¿Qué implican estos hallazgos?

Los resultados evidencian que la identificación con la marca impacta sobre la satisfacción del cliente (el principal motor para la recomendación activa y la recompra). Por otra parte, esa identificación es el principal determinante de la recomendación pasiva. Tales sutilezas muestran la complejidad del comportamiento del consumidor de moda rápida. Por tanto, para las marcas:

  1. La optimización de las estrategias comerciales mejora la satisfacción de los clientes. Si mantener el foco en las tendencias de moda es adecuado, perfeccionar la experiencia en las tiendas y optimizar la gestión de quejas y devoluciones refuerzan la satisfacción y la fidelidad del cliente.

  2. La creación de relaciones efectivas es fundamental para que los clientes se identifiquen con la marca. Las campañas publicitarias con alto contenido emocional reafirman el sentido de pertenencia, y potencian la identificación y el compromiso a largo plazo, incluso antes de que se realice la compra.

  3. Las marcas alientan a los consumidores satisfechos a compartir sus experiencias de manera proactiva, tanto en tiendas físicas como en plataformas digitales. Cada vez son más habituales las aplicaciones de fidelización y el envío de correos electrónicos que invitan a compartir la experiencia de compra, lo que ayuda a promocionar la marca de una manera auténtica a través de las experiencias de los propios clientes.

En definitiva, la identificación del cliente con la marca es un componente esencial en la estrategia empresarial del sector de la moda rápida. La fidelización no depende solo de ofrecer productos atractivos: también influye la capacidad de las compañías para conectar emocionalmente con sus consumidores.

The Conversation

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

ref. La satisfacción del cliente y su identificación con la marca, claves para la buena marcha del negocio – https://theconversation.com/la-satisfaccion-del-cliente-y-su-identificacion-con-la-marca-claves-para-la-buena-marcha-del-negocio-244897