Las claves para ser una universidad emprendedora

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Maite Couto-Ortega, Innovación, Emprendimiento, Adopción y Transferencia de Tecnología, Valorización de Resultados y Cooperación Universidad-Empresa, Mondragon Unibertsitatea

El mayor peso del conocimiento en la economía y el fenómeno de la globalización están transformando la educación superior. Las universidades deben preparar a los estudiantes para el aprendizaje permanente, de modo que no se queden rezagados ante las demandas cambiantes del mercado laboral.

Para afrontar este reto, es importante que se transformen en universidades emprendedoras. Europa, por ejemplo, impulsó reformas en su sistema de enseñanza superior para hacerlo más atractivo y competitivo a nivel global.

Gobernanza universitaria

Cuando, además de formar e investigar, las instituciones de educación superior innovan y fomentan el emprendimiento hablamos de universidades emprendedoras: motores de desarrollo económico y social de las regiones en las que se desempeñan. Esto les permite dar una mejor respuesta a las demandas del mercado y maximizar su impacto en la sociedad. No obstante, adoptar este enfoque en la docencia, la investigación y la divulgación les obliga a transformar su modelo de gobernanza universitaria.

La gobernanza de una organización se refiere al diseño, definición e implementación de las estrategias y estructuras que le van a permitir alcanzar sus objetivos. Para comprender cómo afecta el tipo de gobernanza al comportamiento emprendedor analizamos el caso de la facultad de Ingeniería de Mondragon Unibertsitatea, una universidad cooperativa que forma parte del grupo empresarial del mismo nombre.

Cooperativismo: compromiso y colaboración

Mondragon Unibertsitatea, de la que forma parte la Escuela Politécnica Superior, tiene sus orígenes en el movimiento cooperativo iniciado por el sacerdote vasco José María Arizmendiarrieta, a mediados de la década de los 50 del siglo pasado en el pueblo de Mondragón (Guipúzcoa).




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Su funcionamiento se basa en la participación y las contribuciones de tres grupos de miembros:

  1. Miembros trabajadores, que incluyen al personal docente y no docente.

  2. Miembros beneficiarios, los estudiantes.

  3. Miembros colaboradores, principalmente empresas, instituciones y administraciones locales (por ejemplo, municipios y entidades intermunicipales), con igual representación en las Juntas de Gobierno y Asambleas Generales de la universidad y sus facultades.

Internamente, esta universidad cooperativa orienta sus objetivos mediante planes estratégicos cuatrienales, que cada año se complementan con los respectivos planes de gestión.

En términos de organización, utiliza una matriz en la que las tres misiones universitarias –enseñanza, investigación y transferencia y aprendizaje permanente– se sitúan en el plano vertical. Y en el plano horizontal, las materias de estudio: la mecánica y la electrónica. De este modo, las personas que participan en el proceso educativo responden a las necesidades de las tres misiones.

En general, en las organizaciones cooperativas, la gobernanza se alinea con los principios de gestión participativa, solidaridad en la distribución de recursos e intercooperación. Además, busca fortalecer el compromiso y la colaboración entre los cooperativistas para generar un sentido de pertenencia y una gestión inclusiva.

Comportamientos emprendedores

Que una universidad tenga una orientación emprendedora implica que enfoca su estrategia hacia comportamientos emprendedores como la capacidad de innovación, la asunción de riesgos y la proactividad para cumplir con las tres misiones universitarias.

Las líneas punteadas sugieren que los antecedentes y el contexto pueden influir en la gobernanza de MGEP; las flechas con línea continua muestran cómo antecedentes, contexto y gobernanza impactan en los comportamientos emprendedores.
Fuente: elaboración propia

Estos comportamientos se manifiestan mediante el uso de metodologías novedosas y en constante evolución, la generación de nuevos espacios para la investigación y en la calidad de la misma.

Con la transferencia de valor a la sociedad y el impulso a la formación continua –la tercera misión de las universidades, más allá de la enseñanza y la investigación– se fomentan la relación con las empresas y el emprendimiento académico. Esto se traduce en beneficios como: una mayor conexión con el sector productivo, la generación de nuevas iniciativas emprendedoras y una oferta académica dinámica y adaptable.

La gobernanza de la Escuela Politécnica

Una vez identificados los comportamientos emprendedores, el objetivo de nuestra investigación fue profundizar en la comprensión de cómo estos se interrelacionan con los elementos clave de la gobernanza universitaria en la Escuela Politécnica Superior Mondragon Unibertsitatea.

La gobernanza cooperativa de la MGEP se basa en estructuras horizontales para impulsar la participación individual, la comunicación abierta, el sentido de pertenencia y el aprendizaje continuo de todos sus miembros para una toma de decisiones transparente y equitativa.

En una organización cuya gobernanza es cooperativa, los comportamientos emprendedores pueden integrarse en las tres misiones universitarias (docencia, investigación, divulgación). Hay tres mecanismos clave que facilitan esta integración:

  1. El compromiso con una visión a largo plazo, animada por la apropiación compartida y un fuerte sentido de identificación con el desarrollo de la región.

  2. El uso de herramientas de gestión que permitan y alienten al personal a identificar y aprovechar activamente las oportunidades, incluyendo la participación en el capital y los incentivos.

  3. La práctica de vincular la toma de decisiones a la participación colectiva de las partes interesadas, fomentando la cohesión y la visión compartida.

Estos mecanismos, que fortalecen el compromiso, la innovación y la conexión con el entorno productivo, pueden servir de referencia para otras universidades. Aunque no todas las instituciones tienen una naturaleza cooperativa, muchas pueden adaptar estos enfoques para fomentar los comportamientos emprendedores y promover una cultura de participación, autogestión y toma de decisiones colaborativa.

The Conversation

Pertenezco a la universidad estudiada en el artículo

Davide Hahn, Lucía Rodríguez-Aceves y Tommaso Minola no reciben salarios, ni ejercen labores de consultoría, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del puesto académico citado.

ref. Las claves para ser una universidad emprendedora – https://theconversation.com/las-claves-para-ser-una-universidad-emprendedora-251396

Qué deberíamos recordar de Jane Birkin más allá del bolso que lleva su nombre

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Ana María Iglesias Botrán, Profesora del Departamento de Filología Francesa en la Facultad de Filosofía y Letras. Doctora especialista en estudios culturales franceses y Análisis del Discurso, Universidad de Valladolid

Jane Birkin en la Mostra de Venecia en 2009. Nicolas Genin/Wikimedia Commons, CC BY-SA

La noticia corrió como la pólvora: el bolso más caro de la historia –de la marca Hermès– había sido vendido en una subasta por ocho millones y medio de euros. Su nombre: Birkin, el apellido de la actriz y cantante inglesa, icono de los años sesenta y setenta.

Pero el bolso es, en realidad, una anécdota; sólo por ser la musa que inspiró este objeto de culto una puede imaginarse la magnitud de la leyenda de Jane Birkin.

Sus primeras películas

Nacida en Londres en 1946, su padre era capitán de fragata y su madre, actriz. Se casó a los 19 años con el compositor John Barry, del que se divorció tres años después.

Con 20 años participó con un pequeño papel secundario en la película Blow-up. Su guion estaba inspirado en un cuento de Julio Cortázar y fue galardonada con la Palma de Oro del Festival de Cine de Cannes. La taquilla alcanzó los 25 millones de dólares y su aparición, en la que sale medio desnuda, la catapultó a la popularidad.

Dos mujeres, una rubia y una morena, miran fuera del fotograma.
Jane Birkin (izquierda) y Gillian Hills en Blow-Up.
FIlmAffinity

El escándalo de ‘Je t’aime… moi non plus’

En 1969 protagonizó en Francia, junto con Serge Gainsbourg, la pelicula Slogan. Ambos comenzaron una relación intensa y apasionada que duró doce años. Durante esa época, Gainsbourg ejerció de “pigmalión”, la introdujo en los entornos artísticos franceses y ambos se convirtieron en una pareja icónica.

Serge Gainsbourg venía de vivir un romance con Brigitte Bardot, con quien había grabado la canción “Je t’aime… moi non plus” (“Te amo… yo tampoco”). La letra, los gemidos, jadeos y respiraciones evocan de forma explícita un encuentro sexual. Cuando el marido de Brigitte Bardot escuchó la canción se enfureció hasta el punto de amenazar con tomar medidas legales si se difundía.

Jane Birkin interpretó la versión que finalmente sí se publicó.

El gran escándalo que provocó la canción fue su mejor publicidad. Se prohibió en Inglaterra, España, Portugal, Suecia, Brasil, Italia…

En Francia fue censurada por su contenido pornográfico. Se vendía con una pegatina que indicaba que era para mayores de edad, y sólo se podía emitir en la radio por la noche. El mismísimo Vaticano se pronunció en L’Osservatore Romano amenazando con excomuniones. Fue así como la canción erótica que todo el mundo quería prohibir alcanzó el éxito mundial.

El erotismo de Jane

69, année érotique”, que da nombre a una de sus canciones, refleja el gusto de Jane Birkin por el erotismo. Su voz suave, delicada y con un tono sensual, aunque pareciera frágil evocaba con naturalidad todo tipo de fantasías. A Jane le divertía explorar ese juego erótico: lo asumía con libertad, lo disfrutaba y lo compartía abiertamente con Serge Gainsbourg.

Una prueba clara de esta faceta fue el reportaje titulado “Jane erotojane”, publicado en la edición navideña de 1974 de la revista masculina Lui. En él, las fotos tomadas por Frank Gitty y los textos escritos por el propio Gainsbourg mostraban una imagen de Birkin cargada de sensualidad. Era un erotismo explícito, en el límite entre el sadomasoquismo y la violencia, expresando una visión artística y provocadora del deseo y la atracción física.

Un hombre le da algo a una mujer sentada en un balancín.
Alain Delon y Jane Birkin en La piscina.
FilmAffinity

Birkin también participó en películas consideradas transgresoras para su época, como Si Don Juan fuese mujer, donde mantenía una relación sexualmente ambigua con Brigitte Bardot, además de actuar en éxitos de taquilla como La piscina.

Punto y seguido a Serge Gainsbourg

Tras doce años juntos y una hija –Charlotte Gainsbourg–, Jane Birkin y Serge Gainsbourg se separaron. Pero su amistad nunca terminó. Serge siguió escribiendo canciones para ella y de esa complicidad nació Baby Alone in Babylone (1983), el primer disco de Jane Birkin en solitario.

Más tarde, Jane tuvo otra hija, Lou, con el cineasta Jacques Doillon. Serge fue su padrino; una prueba de que la conexión entre ellos nunca se rompió.

Gainsbourg falleció en 1991. Tras su muerte, Jane Birkin se animó a subir a los escenarios, algo que hasta entonces le habían impedido el miedo escénico y una timidez insospechada. En 1995 lanzó Versions Jane, donde reinterpretaba canciones de Serge. En 1998 dio un paso más allá con À la légère, el primer disco sin vínculos con su expareja, rompiendo así con la imagen de “viuda oficial” que muchos le atribuían.

Aun así, en sus conciertos terminaba interpretando la canción “Je suis venu pour te dire que je m’en vais” (“He venido a decirte que me voy”), en homenaje a Serge.

Compromiso social

Una mujer con una camiseta, vaqueros y una riñonera posa en una playa.
Jane Birkin en el Festival de Cine de Cannes de 2008, donde organizó un evento denominado ‘Día de Birmania’ para llamar la atención sobre la difícil situación de los monjes birmanos.
Featureflash Photo Agency/Shutterstock

Birkin se comprometió activamente con diversas causas sociales. Entre ellas, la defensa del derecho al aborto en el famoso proceso de Bobigny (1972), en el que se juzgaba a una menor que había abortado tras ser violada. Muchas personalidades, incluida la filósofa Simone de Beauvoir, también apoyaron a la acusada. La gran presión social suscitada con este caso, entre otros factores, dio como resultado que el aborto fuera despenalizado en Francia con la Ley Veil en 1975.

Y aquí volvemos al famoso bolso, que, aunque exitoso, no estuvo exento de polémica. Porque, comprometida con la defensa de los derechos de los animales, y tras ver un documental de la organización PETA, Birkin publicó un comunicado en el que denunciaba públicamente el uso de piel de cocodrilo para fabricar bolsos, incluyendo el que llevaba su nombre, y pedía que le retiraran su nombre al accesorio si no se implementaban prácticas más éticas hacia los cocodrilos con los que se fabricaba. Hermès realizó una investigación y accedió a las peticiones de la artista.

Jane sostuvo también otras causas sociales y humanitarias, algunas promocionadas con pegatinas en su “Birkin”.

Comment te dire adieu?

La vida de Birkin fue azarosa. Tanto que ella misma fue el sujeto de estudio de dos documentales: Jane B para Agnès V (1988), dirigido por su amiga, la directora Agnès Varda, y Jane por Charlotte (2021), dirigido por la hija que tuvo con Gainsbourg, Charlotte.

Tráiler del documental Jane por Charlotte.

Birkin fue diagnosticada de leucemia en 2002, su hija Kate murió trágicamente precipitándose por una ventana –en lo que todo apuntaba a un suicidio– en 2013 y, en sus últimos años, ella contrajo el covid-19 en varias ocasiones. Pero a pesar de todo, siguió cantando y disfrutando de la adoración del público hasta prácticamente su final, en 2023, a los 76 años.

El bolso Birkin se encarga desde entonces de seguir nutriendo su leyenda.

The Conversation

Ana María Iglesias Botrán no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Qué deberíamos recordar de Jane Birkin más allá del bolso que lleva su nombre – https://theconversation.com/que-deberiamos-recordar-de-jane-birkin-mas-alla-del-bolso-que-lleva-su-nombre-261220

La digitalización cambia el negocio de los seguros

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Ivan Sosa Gómez, Doctor en Economía y Empresa. Profesor e investigador en la UCJC, Universidad Camilo José Cela

En los últimos años, el fenómeno insurtech (de insurance, seguro, y technology, tecnología) ha servido para rediseñar el modelo de negocio de las aseguradoras. Las empresas insurtech incorporan las nuevas tecnologías (big data, IA) al sector para el desarrollo de productos más eficientes.

Este cambio afecta directamente a los asegurados pues impacta en cómo se contrata un seguro, cómo se diseñan las coberturas o cuánto paga para asegurar sus riesgos.

De oficinas a aplicaciones

Si hace unos años contratar un seguro requería visitas presenciales a las sucursales de las compañías aseguradoras, hoy es posible tanto la contratación de seguros como la atención al cliente en minutos y desde el móvil.

La digitalización del sector incluye el uso de la inteligencia artificial para evaluar los daños tras un siniestro mediante el envío de imágenes a través de la app de la aseguradora. Esto reduce los tiempos de espera y mejora la experiencia de usuario de los asegurados. La optimización del proceso hace que, a su vez, los clientes esperen respuestas más rápidas y procesos más simples de las empresas.

Personalizado y flexible

La digitalización ha traído la personalización en el diseño de los seguros. La posibilidad de recopilar, organizar, analizar e interpretar datos –para extraer información relevante y tomar decisiones optimizadas– ha permitido a las compañías adaptar sus productos al perfil de cada usuario.

Por ejemplo, hay seguros de salud que ajustan el precio en función del estilo de vida del asegurado o seguros de coche que calculan la prima según sus hábitos de conducción, recogidos por sensores en el vehículo (pay how you drive) (“paga según cómo conduzcas”).

Este tipo de productos ya están activos en Europa. Algunas insurtechs, como la británica By Miles, ofrecen un seguro de automóvil por el que el asegurado paga por los kilómetros recorridos. En salud, hay startups que tienen como clientes a empresas que ofrecen –como parte de sus beneficios laborales– pólizas ajustadas en cobertura y precios al estilo de vida de los empleados.

Aunque productos de este tipo favorecen a los usuarios responsables, también abren el debate sobre la privacidad y el uso de datos personales.

¿Qué está pasando en el sector?

El auge de insurtechs ha provocado la aparición de cientos de startups de seguros en todo el mundo. Estas empresas no sustituyen a las aseguradoras tradicionales, pero aportan al sector la agilidad y las soluciones tecnológicas que los grandes grupos no pueden desarrollar con rapidez.

El mercado global de insurtech en 2023 fue de 22 000 millones de dólares. Las proyecciones indican que este mercado podría llegar a alcanzar los 306 500 millones en 2030, lo que supone una tasa de crecimiento anual cercana al 45 %. Este incremento exponencial se explica, en gran medida, por la entrada de nuevos actores tecnológicos, la inversión en soluciones de automatización y personalización, y la presión que ejerce el ecosistema insurtech sobre las aseguradoras tradicionales para modernizar sus modelos de negocio.

El ecosistema ‘insurtech’

La transformación no es solo digital: también está cambiando el enfoque del negocio de los seguros. Se está pasando de vender productos a construir ecosistemas de valor. En términos de estrategia empresarial, hablamos de redes de entidades interconectadas (organizaciones, individuos y tecnologías) que colaboran para crear más y mejor valor para las empresas (más oportunidades de negocio, un crecimiento más rápido y mayor adaptabilidad, por ejemplo).

Las grandes compañías de seguros también se han apuntado a la digitalización y operan con modelos en los que la contratación, gestión y atención al cliente se realizan en ecosistemas digitales cerrados. Y hay plataformas específicas que permiten a las aseguradoras integrar sistemas de pagos digitales y automatización de siniestros.

En este nuevo modelo de negocio la colaboración es la clave: las insurtechs buscan el crecimiento y la innovación a través de asociaciones empresariales. De ahí que la capacidad de una aseguradora para construir ecosistemas se haya convertido en una fuente crítica de ventaja competitiva.

¿Qué implican estos cambios para el asegurado?

Para los consumidores, esto supone contrataciones más simples y rápidas, precios potencialmente más justos –basados en el comportamiento real del cliente– y acceso a un mayor número de servicios a través de dispositivos móviles.

Pero la digitalización también obliga a pensar en cuestiones como la protección de los datos personales de los usuarios, en cómo evitar la exclusión de perfiles considerados de riesgo o garantizar una atención humana cuando esta sea necesaria.

Una transformación imparable

El sector asegurador está pasando de una estructura tradicional a un ecosistema digital centrado en el usuario. Lo que antes era un contrato difícil de entender ahora es una relación en tiempo real entre personas, datos y tecnología. Y este nuevo contexto puede beneficiar tanto a las aseguradoras como a los asegurados.

La clave está en aprovechar las ventajas de la digitalización sin perder el foco humano. Porque, al final, asegurar no es sólo una cuestión de tecnología, sino de proteger a las personas frente a los riesgos reales de su día a día.

The Conversation

Ivan Sosa Gómez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. La digitalización cambia el negocio de los seguros – https://theconversation.com/la-digitalizacion-cambia-el-negocio-de-los-seguros-258805

Por qué usted y su vecino tienen diferente opinión sobre las políticas climáticas

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Oxana Soimu, Associate Researcher, Universidad de Deusto

Sylverarts Vectors/Shutterstock

¿Por qué algunas personas apoyan con ímpetu políticas para frenar el cambio climático mientras que otras se muestran escépticas o priorizan otros problemas? ¿Es solo una cuestión de estar informado o de confianza en lo que dice la ciencia? Nuestra investigación dice que no. La forma en que valoramos las políticas ambientales parece que está muy influida por quiénes somos, dónde vivimos, qué ideología tenemos o cuánto ganamos al mes.

En el marco del proyecto DECIPHER encuestamos a más de 1 500 personas de distintos países europeos, desde profesionales expertos hasta ciudadanos sin formación técnica, para saber qué temas consideran más importantes al diseñar políticas ambientales y los resultados fueron reveladores: nuestras preocupaciones ambientales no son tan compartidas como solemos creer.

Lo ambiental también es social

Solemos pensar que las decisiones ambientales deben ser como fórmulas de laboratorio, pero en realidad están impregnadas de valoraciones humanas. Por ejemplo: las mujeres valoran mucho más que los hombres temas como la igualdad de género o la protección de colectivos vulnerables. Las personas con menores ingresos dan más importancia al acceso al agua, la salud o la educación.

Quienes se identifican con ideas progresistas priorizan la equidad social, mientras que los sectores conservadores ponen el foco en la estabilidad económica o la seguridad.

Estas diferencias no significan que unos estén “equivocados” y otros “acertados”, sino que cada grupo ve la sostenibilidad desde su propia experiencia de vida. Y eso debería tenerse en cuenta al hacer políticas.

¿Y si el problema es que siempre escuchamos a los mismos?

En los procesos donde se definen las prioridades ambientales, suelen participar mayoritariamente personas con altos niveles educativos, ingresos medios-altos y profesiones técnicas. Esto deja fuera muchas voces y, con ellas, muchas preocupaciones reales. Es lo que se conoce como el sesgo “WEIRD” (por sus siglas en inglés): las decisiones las toman personas occidentales, educadas, industrializadas, ricas y en democracias.

Cuando esto ocurre, se priorizan temas como las emisiones o la innovación tecnológica, pero se deja en segundo plano aquello que preocupa a buena parte de la población: la pobreza, el acceso a lo esencial, como a los servicios básicos, o la equidad social, que sigue siendo un anhelo.




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Hay puntos en común

A pesar de las diferencias, también hallamos un fuerte consenso en torno a temas como la salud, la educación, el agua o la seguridad alimentaria. Estos aspectos fueron valorados como “muy importantes” por casi todos los encuestados, sin importar su género, ideología o ingresos.

Estos temas pueden ser claves para construir políticas climáticas que sumen apoyos, en lugar de dividir. Si se explican bien, pueden servir como “puertas de entrada” a acciones más ambiciosas. Asimismo, para que las políticas ambientales funcionen y sean justas, no basta con tener buenos datos. También hay que escuchar y fortalecer los mecanismos de participación ciudadana como jurados populares.

Al final, lo que descubrimos en nuestro estudio es muy claro: la gente no mira los problemas ambientales de manera objetiva, sino con las lentes de su propia realidad. Una persona con trabajo estable no ve el cambio climático igual que alguien que lucha por pagar el alquiler y tener la nevera llena. Y es entendible. Lo importante es reconocer esa diversidad y tejer políticas que recojan esa rica pluralidad.




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La batalla contra el cambio climático no puede ganarse sin comprender cómo piensan y qué valoran las personas. Así, no es suficiente perfeccionar dispositivos o establecer metas de carbono neutro; hace falta vincular las decisiones políticas con la realidad social. Nuestro estudio muestra que cada postura hacia el cambio climático brota de una identidad social. Por eso no se pueden diseñar las políticas a ciegas y se deben escuchar esas voces diversas para caminar hacia un mañana más verde y más justo.

The Conversation

Oxana Soimu recibe fondos del Programa Horizon Europe y tiene vínculo laboral con la Universidad de Deusto.

Aitziber Mugarra recibe fondos del Programa Horizon Europe (Grant Agreement Nº 101056898) y tiene vínculo laboral con la Universidad de Deusto. Las opiniones y puntos de vista expresados son exclusivamente de los autores y no reflejan necesariamente los de la Unión Europea ni los de la Agencia Ejecutiva Europea de Clima, Infraestructuras y Medio Ambiente (CINEA). Ni la Unión Europea ni la autoridad que concede la subvención se responsabilizan de ellas.

Cruz Enrique Borges has received funding from the European Union’s Horizon Europe research and innovation programme under grant agreement No 101056898. The views and opinions expressed are however those of the author(s) only and do not necessarily reflect those of the European Union or European Climate, Infrastructure and Environment Executive Agency (CINEA). Neither the European Union nor the granting authority can be held responsible for them.

Leandro Ferrón recibe fondos del Programa Horizon y tiene vínculo laboral con la Universidad de Deusto.

ref. Por qué usted y su vecino tienen diferente opinión sobre las políticas climáticas – https://theconversation.com/por-que-usted-y-su-vecino-tienen-diferente-opinion-sobre-las-politicas-climaticas-260138

La trampa de los grandes modelos de lenguaje: ver conciencia donde solo hay palabras

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Ramón López de Mántaras, Profesor de investigación del CSIC, Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial (IIIA – CSIC)

SeventyFour/Shutterstock

La irrupción de los modelos de lenguaje de gran escala (LLM, por sus siglas en inglés), como ChatGPT, ha desatado un debate apasionado en torno a su posible naturaleza consciente.

No son pocos los usuarios –entre ellos personas con formación científica o humanística– que aseguran haber percibido signos de vida interior, emociones e incluso voluntad en estos sistemas. Sostienen que ciertos intercambios verbales revelan emociones complejas, empatía, autoconciencia e incluso sufrimiento.

Esta ilusión ha sido descrita por el científico y filósofo estadounidense Douglas Richard Hofstadter como una peligrosa confusión entre el uso sofisticado del lenguaje y la vivencia subjetiva de una conciencia real. Su crítica apunta a la forma en que muchos entusiastas interpretan la complejidad verbal como una señal de interioridad, sin reparar en la diferencia crucial entre generar lenguaje y tener experiencias. Es precisamente esta distinción –entre producción textual y subjetividad vivida– la que permite cuestionar la idea de que un sistema lingüístico pueda, por sí solo, alcanzar conciencia.

La ilusión de conciencia y el efecto ELIZA

Este fenómeno no es nuevo. En 1966, el científico informático Joseph Weizenbaum desarrolló Eliza, un sencillo programa que imitaba a un terapeuta. A pesar de su simplicidad, muchos usuarios llegaron a creer que el sistema los comprendía. Esta reacción preocupó profundamente al creador del programa, quien advirtió en su influyente libro Computer Power and Human Reason (1976) de los riesgos éticos y epistemológicos de atribuir vida mental a un software.

Los modelos de lenguaje como ChatGpt no comprenden

Hoy, sesenta años más tarde, con la capacidad verbal de los LLM, el efecto Eliza ha regresado amplificado. Los sistemas actuales no solo reformulan preguntas, sino que generan textos con coherencia narrativa, referencias filosóficas, giros estilísticos e incluso formas de humor. Sin embargo, esta competencia verbal no implica interioridad ni comprensión.

Los LLM no comprenden los conceptos que enuncian ni tienen experiencia de aquello que describen. El efecto Eliza consiste en proyectar conciencia allí donde solo hay estructuras lingüísticas generadas estadísticamente. Es fruto de sofisticadas técnicas que maximizan la probabilidad de la siguiente palabra en función de patrones extraídos de enormes corpus lingüísticos.

La fluidez de los modelos de lenguaje

Una de las grandes trampas epistémicas de los LLM es su fluidez. Su capacidad para construir discursos con cohesión y elegancia gramatical los vuelve extremadamente persuasivos. El científico y filósofo estadounidense Douglas Hofstadter (2007) ha llamado a esta habilidad “fluidez superficial”. Es decir, la capacidad de combinar términos y frases sin que ello implique reflexión o conciencia real. Lo que parece pensamiento profundo es, en realidad, un sofisticado espejismo verbal.

Se trata, en términos del filósofo Luciano Floridi (2019), de una “inteligencia artificial sin semántica”. O, en términos del filósofo de la ciencia Daniel Dennett (2018), de “habilidades sin comprensión”.

¿Cómo es ser un murciélago?

Para comprender por qué la fluidez verbal no equivale a conciencia, conviene volver a la filosofía. El filósofo Thomas Nagel, en su célebre ensayo What Is It Like to Be a Bat? (1974) (¿Cómo es ser un murciélago?), sostiene que la conciencia implica un punto de vista subjetivo, una cualidad fenomenológica que escapa a la descripción objetiva.

Esta opacidad de la experiencia subjetiva –llamada qualia– define para Nagel la conciencia como algo radicalmente distinto de cualquier simulación computacional. Por más que comprendamos el funcionamiento del cerebro de un murciélago, nunca sabremos qué se siente al ser uno.

Los modelos de lenguaje no tienen experiencias internas. Generan frases que “hablan” del amor, el miedo o la muerte, pero no sienten amor, miedo ni saben lo que significa morir. Carecen de lo que el filósofo Thomas Metzinger (2003) llama “modelos de sí mismos con acceso consciente”. Son máquinas sin punto de vista.

Un sistema sin cuerpo

Para profundizar en esta distinción, la fenomenología del filósofo francés Maurice Merleau-Ponty resulta especialmente reveladora. Merleau-Ponty argumenta que la conciencia no es un mero proceso mental ni un conjunto de datos simbólicos, sino que está inseparablemente ligada al cuerpo y a la experiencia encarnada del mundo. En su Fenomenología de la percepción (1945), describe la conciencia como una experiencia donde el cuerpo no es solo un objeto, sino el sujeto primordial a través del cual se percibe y se habita el mundo.

Pretender que un sistema sin cuerpo, sin mundo vivido y sin temporalidad interna pueda experimentar conciencia equivale a despojarla de sus condiciones esenciales.

Los LLM pueden articular frases sobre el sufrimiento o la belleza, pero no pueden habitarlas, ya que carecen totalmente de las experiencias sensorio-motoras que según Merleau-Ponty son condición sine qua non para la conciencia genuina.

La habitación china

En una línea similar, el filósofo John Searle (1980) ilustra esta ausencia de comprensión mediante su experimento mental de la habitación china. Una persona sin conocimientos de chino puede perfectamente responder a preguntas en ese idioma si dispone de un manual con reglas sintácticas precisas. A los ojos de un observador externo, parecería que comprende. Pero no hay comprensión real, solo manipulación sintáctica.

Así funcionan, para Searle, los sistemas computacionales: pueden simular comprensión, pero no poseen intencionalidad ni experiencia consciente. Esta analogía aplica directamente a los LLM: producen textos verosímiles sin comprensión semántica ni intención comunicativa.

La crítica del filósofo Hubert Dreyfus complementa esta perspectiva. En What Computers Can’t Do (Lo que los ordenadores no pueden hacer, 1972), insiste en que la inteligencia humana emerge de una relación práctica y encarnada con el mundo, una habilidad para navegar contextos complejos que los algoritmos no poseen. Así, aunque los LLM puedan generar textos coherentes y sofisticados, carecen de la comprensión experiencial y situacional que fundamenta la conciencia y la inteligencia humana.

La ilusión de conciencia en los LLM es un espejismo que nace de proyectar experiencias humanas en máquinas que carecen de cuerpo y experiencia.

La trampa del espejo

La clave del problema no reside en las máquinas, sino en los humanos. Lo que ocurre en muchos casos es que proyectamos sobre las máquinas nuestros propios esquemas cognitivos. Es lo que Hofstadter llama “la trampa del espejo”: creemos ver una mente donde solo hay palabras. Vemos conciencia porque queremos verla, porque en el fondo anhelamos encontrar un reflejo de nuestra interioridad. Como explica la socióloga Sherry Turkle (2011), no buscamos máquinas conscientes, sino relaciones significativas –aunque sean ilusorias– con entidades que nos devuelvan “la mirada”.

Esta proyección puede tener consecuencias importantes. A nivel afectivo, corremos el riesgo de desarrollar vínculos con entes que no pueden corresponderlos. A nivel epistemológico, confundimos apariencia con realidad. A nivel social, podríamos legitimar decisiones automatizadas que simulan empatía sin tenerla y ello podría debilitar nuestra comprensión de lo humano al confundir simulación con experiencia. A nivel legal podría incluso conducir a otorgar derechos y responsabilidades a sistemas que no pueden experimentarlos.

Si no aprendemos a distinguir entre lenguaje y experiencia, entre forma y fondo, entre simulacro y sujeto, corremos el riesgo de caer en una nueva forma de animismo tecnocientífico.

Antes de proclamar que las máquinas han despertado, quizá deberíamos despertar nosotros de nuestra fascinación por sus reflejos.

The Conversation

Ramón López de Mántaras no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. La trampa de los grandes modelos de lenguaje: ver conciencia donde solo hay palabras – https://theconversation.com/la-trampa-de-los-grandes-modelos-de-lenguaje-ver-conciencia-donde-solo-hay-palabras-261278

¿Es mejor ducharse por la mañana o por la noche? Una microbióloga da la respuesta

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Primrose Freestone, Senior Lecturer in Clinical Microbiology, University of Leicester

Ducharse es una parte importante de una buena rutina de higiene. Valerii_k/ Shutterstock

Es un viejo debate. Mientras que los entusiastas de la ducha matutina defenderán que es la opción ganadora, ya que ayuda a despertarse y empezar el día con energía, los fieles a la ducha nocturna argumentarán que es mejor relajarse antes de acostarse.

Pero ¿qué dicen realmente las investigaciones? Como microbióloga, tengo una respuesta clara a esta pregunta.

Una rutina fundamental

En primer lugar, es importante destacar que ducharse es una parte integral de cualquier rutina de higiene, independientemente de cuándo prefiramos hacerlo. No solo nos ayuda a eliminar la suciedad y la grasa de nuestra piel, lo que puede ayudar a prevenir erupciones cutáneas e infecciones, sino que también elimina el sudor, origen del mal olor corporal.

Aunque muchos piensen que ese mal olor es causado por el sudor, en realidad lo producen bacterias que viven en la superficie de nuestra piel. El sudor fresco, de hecho, no tiene olor. Pero las bacterias que viven allí, concretamente los estafilococos, lo utilizan como fuente directa de nutrientes. Cuando descomponen el sudor, liberan un compuesto que contiene azufre llamado tioalcohol, responsable del familiar aroma acre que desprendemos.

¿De día o de noche?

Durante el día, el cuerpo y el cabello acumulan contaminantes y alérgenos (como el polvo y el polen), además de la acumulación habitual de sudor y grasa sebácea. Aunque algunas de estas partículas quedan retenidas en la ropa, otras se transfieren a las sábanas y las fundas de almohada.

Además, el sudor y el aceite de la piel favorecen el crecimiento de las bacterias que componen el microbioma cutáneo, microorganismos que también pueden transferirse de nuestro cuerpo a las sábanas.

Ducharse por la noche puede eliminar algunos de los alérgenos, el sudor y la grasa acumulados durante el día, por lo que acabarán menos en las sábanas.

Sin embargo, incluso si se ha duchado antes de acostarse, seguirá sudando durante la noche, independientemente de la temperatura. Los microbios de la piel se alimentarán de los nutrientes del sudor, y eso significa que, por la mañana, habrá depositado microorganismos en las sábanas. Probablemente también se despertará con algo de olor corporal.

Una mujer se lava el pelo en la ducha.
Una ducha nocturna puede ayudar a eliminar la suciedad y la mugre del día, pero es posible que no olamos del todo bien a la mañana siguiente.
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Lo que anula especialmente los beneficios de la ducha nocturna es no lavar la ropa de cama con regularidad. Los microbios que causan el olor presentes en las sábanas pueden transferirse al cuerpo limpio mientras dormimos.

Además, ducharse por la noche tampoco impide que se desprendan las células de la piel. Esto significa que pueden convertirse en fuente de alimento para los ácaros del polvo doméstico. Si no lavamos las sábanas con regularidad, puede producirse una acumulación de células muertas que alimentarán a más ácaros del polvo. Los excrementos de estos pequeños arácnidos pueden provocar alergias y agravan el asma.

En cambio, las duchas matutinas ayudan a eliminar las células muertas de la piel, así como el sudor o las bacterias que se han acumulado en las sábanas durante la noche. Esto es especialmente importante si las sábanas no se han lavado antes de acostarse.

Si nos duchamos por la mañana, nuestro cuerpo estará más libre de microbios cutáneos adquiridos durante la noche cuando nos pongamos ropa limpia. También empezaremos la jornada con menos sudor del que se alimentan las bacterias generadoras de olores, lo que probablemente nos ayudará a oler mejor durante más tiempo a lo largo del día en comparación con alguien que se ducha por la noche.

Veredicto de microbióloga

En suma: como microbióloga, soy partidaria de ducharse por la mañana.

Por supuesto, cada uno tiene sus propias preferencias. Sea cual sea la hora que elija, recuerde que la eficacia de la ducha depende de muchos aspectos de su higiene personal, como la frecuencia con la que lava las sábanas.

Por lo tanto, independientemente de si prefiere ducharse al despertarse o al acostarse, es importante limpiar la ropa de cama con regularidad. Debe lavar las sábanas y las fundas de almohada al menos una vez a la semana para eliminar todo el sudor, las bacterias, las células muertas de la piel y los aceites sebáceos que se han acumulado en ellas.

El lavado también eliminará las esporas de hongos que puedan estar creciendo en la ropa de cama, junto con las fuentes de nutrientes que estos microbios productores de olores utilizan para crecer.

The Conversation

Primrose Freestone no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ¿Es mejor ducharse por la mañana o por la noche? Una microbióloga da la respuesta – https://theconversation.com/es-mejor-ducharse-por-la-manana-o-por-la-noche-una-microbiologa-da-la-respuesta-261622

Cinco consejos a tener en cuenta antes de usar el metaverso en el aula

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Rafael Conde Melguizo, Investigador en el grupo ECSiT, Tecnología e Innovación para la Sociedad, la Cultura y la Educación, UDIT – Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología

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Los docentes de las diferentes etapas educativas sentimos a menudo cierta presión por introducir en nuestra práctica elementos tecnológicos innovadores. No sólo por ofrecer metodologías más atractivas y cercanas a las generaciones que enseñamos, ya nativas digitales, sino porque desde las propias leyes se invita y demanda que la alfabetización digital y tecnológica se incorpore a todas las asignaturas.

Por esta razón, cuando en 2021 la gran compañía tecnológica estadounidense Facebook se convirtió en Meta y cambió el plan estratégico al desarrollo de su propio metaverso –entendido como un mundo virtual, inmersivo e interactivo–, el interés que desató la propuesta (un análisis del histórico de búsquedas con Google Trends muestra un ascenso súbito de la búsqueda del término “metaverso” en todo el mundo en esa semana) también se trasladó al mundo académico.

Pero su aplicación en las labores docentes no está exenta de problemas y dudas.

El metaverso aún no es para todos

Pese al potencial que ofrece el metaverso en el aula, no debemos olvidar que otro de los ejes educativos estratégicos es la inclusión. La ley nos invita a utilizar el “diseño universal de aprendizaje”, inspirado en el diseño arquitectónico universal, para plantear modelos de enseñanza que atienden a la diversidad del alumnado, ofreciendo adaptaciones que, si bien están pensadas para quienes las necesitan, también benefician al conjunto del grupo al facilitar un aprendizaje significativo.

Desde esta perspectiva, cabe preguntarse si esa herramienta es aplicable en contextos educativos diversos. En primer lugar, debemos considerar la brecha digital: ¿todo el alumnado tiene acceso a los dispositivos necesarios? ¿Cuentan con las competencias digitales adecuadas? En segundo lugar, muchas plataformas que usan el metaverso se sustentan en tecnologías de realidad extendida (virtual, aumentada o mixta) que, en la práctica, no garantizan que estudiantes con trastornos o discapacidad puedan acceder a ellas.

¿Aprendemos con el uso del metaverso?

Otro aspecto fundamental a la hora de incluir actividades del metaverso en el aula es definir cómo vamos a medir su impacto en el aprendizaje y cómo contrastaremos sus resultados con otros métodos, ya sean innovadores o tradicionales. A este respecto, hemos llevado a cabo un proyecto de investigación con el objetivo de evaluar la calidad científica de los trabajos publicados sobre metaverso y educación entre 2008 y 2024 en España.

Los resultados no son positivos. Los datos recabados no permiten saber con certeza si el metaverso mejora los procesos de aprendizaje, dado que una parte significativa de las publicaciones analizadas no parecen cumplir suficientemente con los estándares científicos.




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Por ejemplo, gran parte de los trabajos no especifican aspectos como la muestra, la metodología y las técnicas empleadas. Los datos de muchas de estas experiencias no son accesibles, lo que impide realizar revisiones sistemáticas periódicas para evaluar la evolución de la calidad científica en este campo y el impacto real del metaverso en el aprendizaje.

Además, no existe una muestra de experiencias docentes suficientemente transversal a las distintas etapas educativas, especialmente las obligatorias.

Lo que hay que tener en cuenta

A la luz de este contexto, proponemos una serie de requisitos para la incorporación del metaverso a las actividades del aula:

  1. El metaverso es una herramienta. Como tal, es un medio y no un fin. El objetivo no debe ser introducirlo en clase, sino que debemos definir un objetivo de aprendizaje donde lo identifiquemos como una palanca útil y novedosa.

  2. Hay vida fuera de Meta. Existen numerosos universos virtuales, algunos muy populares entre el alumnado, como Roblox, que también pueden utilizarse didácticamente. Debemos buscar el más adecuado, no el más famoso o espectacular. Igualmente, las tecnologías para crear metaversos también son múltiples. Por ejemplo, la fotografía 360º puede dar lugar a espacios de aprendizaje con tecnología más accesible que la realidad virtual o aumentada que también permiten un uso didáctico inmersivo.

  3. Es imprescindible valorar la accesibilidad de la herramienta seleccionada. Donde hay una brecha social o de aprendizaje, una nueva tecnología puede hacerla aun más evidente.

  4. Compartir nuestras experiencias en publicaciones abiertas permite a los docentes aprendamos unos de otros en un área donde por su novedad no puede haber aun expertos o guías definidas.

  5. Finalmente, es necesario que el docente se forme no sólo en el uso del metaverso, sino también en metodologías y técnicas científicas para evaluar su impacto educativo de manera fundamentada a lo largo del tiempo.

Las nuevas tecnologías son un medio para mejorar el proceso de aprendizaje, no un fin en si mismo: aunque incorporar el metaverso suscite un interés, no debemos apresurarnos sin comprobar su verdadera utilidad. Esperamos que los cinco puntos expuestos sirvan de guía para los docentes que deseen trabajar con esta herramienta en su aula.

The Conversation

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

ref. Cinco consejos a tener en cuenta antes de usar el metaverso en el aula – https://theconversation.com/cinco-consejos-a-tener-en-cuenta-antes-de-usar-el-metaverso-en-el-aula-257486

‘Deportación’, ‘invasión’, ‘emergencia’, ‘reemplazo’… Así se fabrican las palabras del miedo

Source: The Conversation – (in Spanish) – By María Dolores Porto Requejo, Profesora Titular de Filología Inglesa, Universidad de Alcalá

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Las palabras son poderosos instrumentos capaces de conformar la realidad que nos circunda. El nombre que damos a las cosas configura el modo en que se perciben. No es lo mismo hablar de “estrategia de rearme” en Europa que de “mejorar nuestra seguridad”, y no es lo mismo un “plan de deportación” de inmigrantes que un “plan de remigración”.

Toda palabra funciona como un pequeño interruptor en nuestra mente que conecta ideas más o menos dispares, pero que, sobre todo, activa silenciosamente emociones de las que apenas somos conscientes.

El término “deportación” inspira un rechazo automático, posiblemente relacionado con imágenes subyacentes de deportaciones a campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial, pero “remigración” nos evoca sensaciones más positivas, como de “vuelta a casa” después de una “migración”. Sólo si nos detenemos un momento para interpretarlas con calma, veremos que ambas expresiones se refieren a una misma realidad.

Es muy fácil inocular una emoción a través del lenguaje. No hace falta ser un experto, hasta su hijo pequeño sabe cómo “tocarle la fibra” cuando quiere convencerle de algo, y eso que nadie le ha hablado todavía de la Retórica de Aristóteles y del pathos como una de las claves del discurso persuasivo. Los publicistas lo saben, y también los políticos, además de los manipuladores y los diseminadores de desinformación.

Emociones que no admiten argumentos

La cuestión es que las emociones, una vez activadas por determinadas expresiones, son difíciles de ignorar y rara vez pueden contrarrestarse mediante argumentaciones. Apelar a las emociones es, pues, un recurso clásico que sigue funcionando. Y de entre todas las emociones que podemos evocar en la comunicación, las negativas (miedo, ira, tristeza, asco) suelen ser más intensas y perdurables, y por ello son también las más poderosas.

Biológicamente predispuestos para sobrevivir, el miedo nos es útil porque nos permite detectar y reaccionar ante un peligro, incluso si no es real, sino sólo sugerido, como una sombra en la pared. Por eso es una emoción tan inmediata y tan intensa y, como sabe cualquier comunicador, hacen falta muy pocas palabras para activarlo. En los tiempos de la covid se viralizaron mensajes totalmente irracionales que calaron en una sociedad atemorizada. A pesar de los numerosos desmentidos, respaldados por datos científicos, resultaba difícil resistir la fuerza de los bulos basados en el miedo.

En estos días, son los discursos del miedo al inmigrante los que se han multiplicado en los medios de comunicación. Cuando oímos hablar de una inmigración “masiva” o incluso de una “invasión” de inmigrantes, identificamos una posible amenaza y nos ponemos en estado de alerta.

Son necesarios muchos argumentos y un esfuerzo consciente por interpretar cifras y datos objetivos para comprender que la inmigración de que nos hablan ni es “masiva” ni es “invasiva”, pero una vez instalada, la sensación de miedo no nos abandona fácilmente. Es más, algunos líderes políticos o de opinión alimentan este miedo asociando a la idea de inmigración palabras con fuertes resonancias emocionales, presentando la situación como una “emergencia” demográfica para evitar un inminente “reemplazo” poblacional, o una progresiva “destrucción” de nuestra identidad y apelando al derecho a “sobrevivir” como pueblo.

Las representaciones mentales configuradas por estos términos en nuestra mente, sin datos objetivos o argumentos explícitos, condicionan nuestra percepción de la realidad. ¿Quién no reaccionaría ante una “emergencia”? ¿Cómo no defenderse cuando nuestra “supervivencia” está amenazada?

En la narrativa del miedo, una vez identificado el peligro, la reacción instintiva es defenderse y protegerse. Se multiplican entonces los llamamientos para “salvar” la nación, “proteger a nuestras hijas” (no a las “víctimas” o a las “mujeres”, que son conceptos más abstractos y generales), “recuperar” las calles (como si estuvieran invadidas) o a la necesidad de “más muros y menos moros” (aprovechando la aliteración para hacer del mensaje un eslogan más memorable). Es fácil ver en estas reacciones de “defensa” el germen de los discursos de odio.

La confrontación virulenta como estrategia

Existe una percepción generalizada de que los discursos de odio son cada vez más frecuentes y más virulentos, a pesar del rechazo casi unánime a los mismos y de los esfuerzos por parte de los investigadores para intentar desvelar los resortes que los disparan.

La creciente polarización, tanto ideológica como afectiva, en el discurso público parece ser uno de esos resortes. La creación de bandos opuestos, nosotros versus ellos, y la normalización de discursos basados en el conflicto y la confrontación nos presentan una sociedad fragmentada y ponen en peligro la armonía y el bienestar social. Pero también las estrategias del miedo y de la construcción discursiva del otro como una amenaza, menos evidentes y reconocidas hasta ahora, son un detonante de los discursos de odio.

Es importante aprender a reconocer las expresiones, a veces manipuladoras, que intentan hacernos ver la realidad en términos de peligro inminente (metáforas, asociaciones repetidas de ideas, hipérboles). Identificarlas es el primer paso para “resistir” el miedo que las palabras intentan activar antes de que este se convierta en discursos de odio.

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M DOLORES PORTO REQUEJO ha formado parte del proyecto “Polarización y Discursos Digitales. Perspectivas críticas y socio-cognitivas” (PID2020-119102RB-I00) y es miembro de la Red Temática sobre Comunicación Conflictiva y Mediación (CoCoMInt; RED2022-134123-T), ambos financiados por la Agencia Estatal de Investigación.

ref. ‘Deportación’, ‘invasión’, ‘emergencia’, ‘reemplazo’… Así se fabrican las palabras del miedo – https://theconversation.com/deportacion-invasion-emergencia-reemplazo-asi-se-fabrican-las-palabras-del-miedo-261314

¿Por qué las creencias, religiosas o no, generan bienestar?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de Jaén

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Tener convicciones profundas –ya sean creencias religiosas, espirituales, filosóficas o existenciales– es una experiencia universal y profundamente humana. Estas formas de interpretación del mundo pueden funcionar como refugio, como marco para dar sentido a la vida o como sostén frente al dolor.

Aunque algunas de estas certezas suelen quedar fuera del ámbito científico, sí que podemos estudiar el impacto subjetivo y emocional que, desde el punto de vista neurobiológico, generan las prácticas contemplativas asociadas a ellas.

Cabe decir que si bien hay prácticas, como la oración o la meditación, que presentan una intención espiritual e implican la adhesión a creencias (ya sea en lo divino, en valores profundos o en uno mismo), otras, como la meditación secular o de atención plena (mindfulness), no se basan en creencias religiosas.

Y más allá de su contexto cultural o simbólico, estas actividades están profundamente arraigadas en nuestra neurobiología, pues activan circuitos cerebrales que promueven el bienestar emocional y físico, tal y como demuestran diferentes estudios científicos recientes.

No obstante, los mismos mecanismos cerebrales que refuerzan creencias beneficiosas pueden, en ciertos casos, alimentar el fanatismo y bloquear la apertura al diálogo. En este sentido, hay estudios que apuntan a que las creencias radicales se asocian a fallos metacognitivos, es decir, a una menor capacidad para cuestionar las propias ideas.

El cerebro premia la creencia

En un artículo publicado en The Conversation, José R. Alonso, catedrático de Biología Celular y Neurobiólogo, escribía: “La mayoría de los neurocientíficos y psicólogos que han trabajado en el tema coinciden: las creencias en lo sobrenatural están enraizadas en los procesos cognitivos normales”.

Alonso citaba un trabajo en el que se detectó que durante el rezo se producía un aumento significativo de la activación del núcleo caudado, una zona del cerebro relacionada con el sistema de recompensa. Esto apoya la hipótesis de que la oración estimula el sistema dopaminérgico y el circuito de recompensa cerebral.

Nuevas evidencias lo respaldan. En un estudio de revisión reciente se indica que las experiencias religiosas o espirituales intensas dependen de la interacción entre el núcleo accumbens, una estructura cerebral con un papel fundamental en los sistemas de recompensa, motivación y placer, y dos redes cerebrales que configuran un patrón cerebral similar al que se observa en momentos de disfrute estético, conexión interpersonal o motivación profunda.

La primera de ellas es la red por defecto, cuya función resulta esencial para la vida mental interna, la construcción del sentido del yo y la preparación del cerebro para responder de manera flexible a las demandas del entorno.

Y la otra sería la red de saliencia. Imprescindible para la adaptación al entorno, permite que el cerebro se enfoque en lo verdaderamente importante, regulando el cambio entre diferentes modos de pensamiento y conectando emociones, cuerpo y cognición para una respuesta flexible y efectiva.

Efectos similares al amor, el sexo o la música

En esta misma línea, investigadores de la Universidad de Utah mostraron que las experiencias religiosas y espirituales encienden el núcleo accumbens de manera similar a estímulos como el amor, el sexo o la música. Además, observaron activación en la corteza prefrontal medial, implicada en la valoración y la toma de decisiones morales.




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En otro análisis de imágenes de resonancias funcionales cerebrales se detectó que cuando las personas devotas sienten lo que denominan “el espíritu”, al rezar o leer textos sagrados, también se activan la corteza orbitofrontal medial y el córtex cingulado anterior, zonas clave en la evaluación emocional y el control de la atención. Cabe decir que el córtex cingulado anterior resuelve el conflicto emocional suprimiendo la actividad de la amígdala, estructura clave en las emociones.

Lo más sorprendente es que esa actividad cerebral parece preceder subjetivamente al momento en que la persona reconoce su conexión espiritual. Esto sugiere que el cerebro no solo acompaña dichas experiencias, sino que puede anticiparlas, activándose antes incluso de que seamos conscientes de ellas.

Creencias que dan sentido, conexión… y salud

Una de las funciones más potentes de las creencias profundas es que otorgan sentido a nuestra vida, incluso en los momentos más difíciles. Esta función no es meramente narrativa, sino que tiene efectos biológicos reales.

Por ejemplo, en un metaanálisis con más de 136 000 participantes se demostró que las personas con mayor propósito en la vida (el cual que puede surgir de una convicción religiosa, filosófica, espiritual o existencial) tenían un riesgo un 17 % menor de mortalidad por cualquier causa y también menor incidencia de eventos cardiovasculares, incluso tras ajustar por edad, sexo y salud física.

Asimismo, un estudio publicado en 2025 con más de 85 000 adultos mostró que un propósito elevado se asocia a mejores valores de función pulmonar y a un 9 % de menor riesgo de deterioro respiratorio con el tiempo.

Por otro lado, estudios recientes muestran que la diversidad de fuentes de significado (familia, trabajo, espiritualidad, comunidad) se asocia a mayor resiliencia, satisfacción vital y menor riesgo de depresión. Las personas con múltiples fuentes de sentido afrontan mejor el estrés y los cambios vitales.

Estos resultados sugieren que percibir que nuestra vida tiene dirección y propósito contribuye no solo al bienestar psicológico, sino también a una mejor salud física y mayor longevidad.

Una interpretación relevante desde otra cultura es el concepto japonés de ikigai, que podríamos traducir como aquello que da sentido a la existencia; es decir, lo que nos motiva a levantarnos cada mañana. Una revisión de 86 trabajos científicos concluyó que el ikigai se asocia con una reducción de los síntomas depresivos, mayor satisfacción con la vida, menos riesgo de mortalidad y menos discapacidad funcional, además de mejoras en la conexión social y en la participación en actividades.

¿Y si no soy creyente?

Lo interesante es que estos efectos no son exclusivos de quienes tienen fe religiosa. Como hemos apuntado, muchas personas no creyentes experimentan bienestar mediante formas de espiritualidad laica como la meditación, la contemplación de la naturaleza, la práctica de la gratitud o el compromiso ético con una causa.

Así, se ha demostrado que tanto las creencias religiosas como las no religiosas activan la corteza prefrontal ventromedial, relacionada con la recompensa, la autorrepresentación y la motivación. Las convicciones religiosas, en particular, muestran mayor activación en regiones asociadas a la gestión emocional y la autopercepción.

Lo importante no es tanto el contenido de la creencia como su función psicológica y biológica, pues ofrece estructura y la posibilidad de conectar con algo que da sentido a la experiencia vital. Creer es un fenómeno con raíces profundas en el cerebro, en las emociones y en nuestra necesidad de sentido.

En definitiva, existen evidencias científicas que confirman que las experiencias religiosas y espirituales activan consistentemente las redes cerebrales de recompensa, saliencia y atención, reforzando la idea de que el bienestar derivado de las creencias tiene una base neurobiológica robusta.

Entender estos procesos puede ayudar al desarrollo de terapias (meditación, mindfulness) que permitan potenciar las experiencias de bienestar y reducir la depresión o la ansiedad.

The Conversation

Francisco José Esteban Ruiz recibe fondos para investigación de la Universidad de Jaén (PAIUJA-EI_CTS02_2023), de la Junta de Andalucía (BIO-302), y está parcialmente financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER) bajo el proyecto PID2021-122991NB-C21.

Sergio Iglesias Parro recibe fondos de la Universidad de Jaén (PAIUJA-EI_CTS02_2023), y de la Junta de Andalucía (BIO-302).

ref. ¿Por qué las creencias, religiosas o no, generan bienestar? – https://theconversation.com/por-que-las-creencias-religiosas-o-no-generan-bienestar-260511

La salud mental de los adolescentes: un síntoma de una sociedad vulnerable

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Marino Pérez Álvarez, Psicólogo, académico y ensayista, Universidad de Oviedo

La crisis de salud mental es ya una característica del siglo XXI, identificado también como “el siglo de la soledad”. En un principio, las personas mayores eran quienes más sufrían las crisis de salud mental y soledad por razones que parecían obvias. También resultaba esperable en otras franjas de la vida adulta (los 30, 40 y 50 años); a cada década, su crisis: trabajos precarios, hipotecas, primeros divorcios, chequeos médicos, etcétera.

Sin embargo, hoy en día la crisis de salud mental por antonomasia se asocia principalmente con los niños, los adolescentes y jóvenes, edades cada vez más fluidas entre sí y las que peor están ahora (no en vano son conocidas como la “generación ansiosa”).

Los estudios muestran que del 35 % al 50 % de los escolares y estudiantes universitarios presentan síntomas de ansiedad y depresión. Otros problemas –como las adicciones, anorexia, bulimia, conductas autolesivas, ideas suicidas y suicidios o TDAH– van igualmente en aumento. La hospitalización de adolescentes por salud mental crece y empieza en edades más tempranas.

La crisis de salud mental que afecta a la infancia, la adolescencia y la juventud es doblemente paradójica. Por un lado, ocurre en la sociedad del bienestar y, por otro, aflige a las mejores edades de la vida, que reciben cuidados de bienestar emocional como nunca.

Una explicación común enfatiza el estrés al que, se supone, están sometidas las nuevas generaciones. Se suele invocar la presión escolar (tareas, exámenes, evaluaciones), el cambio climático (ecoansiedad) y las redes sociales.

Es difícil ver la presión escolar como explicación, ya que los contextos educativos cuidan de que nada perturbe el bienestar de los escolares, evitando correcciones y suspensos y, en su lugar, prodigando beneplácitos.

Las propias universidades se han convertido en “espacios seguros” para que nada contravenga las opiniones de los estudiantes, cuando debieran ser precisamente lugares “inseguros” para las opiniones previas en aras de nuevos conocimientos, incluidos aquellos que desafían lo dado por sabido.

La ecoansiedad –en realidad ansiedad ante las noticias, sin duda preocupantes, sobre el cambio climático– es también difícil de ver como explicación de la crisis de salud mental, pese a que la refieren el 84 % de los jóvenes de 16 a 25 años. La ecoansiedad es más una posición ética y política que propiamente un padecimiento psicológico.

Las redes sociales sí, efectivamente, están exacerbando el malestar psicológico de los niños, adolescentes y jóvenes notablemente desde 2012, cuando se generaliza su uso. Sin embargo, las redes sociales no explican la crisis, que ya venía de antes. La recrudecen, pero no la crean.

Estrés y vulnerabilidad

El estrés siempre es relativo a la vulnerabilidad, de modo que una misma situación puede ser estresante para unos e irrelevante, o incluso un reto, para otros. La vulnerabilidad se suele entender en términos de predisposición genética y del neurodesarrollo, lo que da lugar a la explicación vulnerabilidad-estrés.

La vulnerabilidad en esta explicación se deduce a partir de los malestares dados. Tienes depresión porque eres vulnerable y eres vulnerable porque tienes depresión. Una explicación tautológica.

Sin embargo, las nuevas generaciones parecen ser ciertamente más vulnerables que las anteriores. Más allá de la genética, del neurodesarrollo y de cualquier supuesta avería mental, la vulnerabilidad se ha de buscar en otro sitio: en la sociedad. Vivimos en una sociedad que nos hace vulnerables.

La sociedad puede estar haciendo vulnerables a las nuevas generaciones sin querer, incluso queriendo lo contrario: que no sean vulnerables, sino que tengan autoestima y sean felices. Los problemas no se deben a averías de la mente o el cerebro infantil. Los mal llamados “trastornos mentales” no están dentro de los niños, adolescentes y jóvenes, sino dentro de la sociedad en la que se crían y desarrollan: una sociedad vulnerable. La propia crisis de salud mental sería un síntoma de la sociedad.

La sociedad vulnerable se define por dos características que se retroalimentan entre sí: por un lado, la sobreprotección (cómo se cría y educa a los niños) y, por otro, la cultura del diagnóstico (conforme a la cual, cualquier malestar entra fácilmente en el radar clínico).

La sobreprotección a base de consentimiento, el allanamiento del camino para que el niño no tenga tropiezos, la insuflación de autoestima mediante la adulación (“eres especial”, etcétera) suele justificarse en la idea (cierta) de que los niños son vulnerables.

Sin embargo, si tratas a alguien como vulnerable, acaba siéndolo. Como dice Goethe:

“Trata a un ser humano tal como es, y seguirá siendo lo que es; trátalo como puede y debe ser, y se convertirá en lo que puede y debe ser”.

Sin ninguna base científica, y contra el sentido común, nuevas generaciones de padres han asumido que todo lo que no sea satisfacer los deseos de los niños podría causarles algún trauma. Partiendo de la idea de que los niños saben lo que quieren, educar se ha convertido en acompañar.

Se prepara el camino para el niño, pero no al niño para el camino de la vida que siempre tendrá piedras, charcos, subidas, bajadas, encrucijadas, etcétera. Se tienen, por así decirlo, niños inflados de autoestima, sobreprotegidos, sin apenas haberse expuesto a las dificultades que siempre depara la vida. Vulnerables a los inconvenientes de turno.

De forma creciente –desde la década de 1990– se ha ido estableciendo toda una cultura del diagnóstico (también conocida como cultura de la terapia), que facilita la entrada de malestares propios de la vida en el radar clínico. Hitos de esta cultura se encuentran en la serie Los Soprano (1999-2007) y en la película Una terapia peligrosa (1999), donde los hombres más duros de la mafia van a psicoterapia, así como en el célebre show televisivo estadounidense de Oprah Winfrey (1986-2011) con un formato tipo “sesión de psicoterapia”. Más que un hito, The Oprah Winfrey Show crea toda una “cultura de confesión” de problemas psicológicos que parecía tener un efecto terapéutico en sí misma.

Desde entonces, tener problemas psicológicos e ir a psicoterapia dejó de ser un estigma para ser una moda en nuestros días. Está por ver el impacto de la miniserie Adolescencia; si, por ejemplo, su enfoque centrado en el entramado social –en vez de en la víctima– supondrá una mirada social más que únicamente psicológica individual.

Lo cierto es que hoy por hoy el idioma clínico se ha apoderado del sufrimiento en detrimento de otros idiomas posibles como el social, el político, el moral y el existencial, que podrían abordar los problemas en otra dimensión menos centrada en el individuo como “enfermo mental”.

Permítase responder a esta pregunta retórica. Los diagnósticos tranquilizan a los padres porque suponen que sus hijos tienen algo –ansiedad, depresión, trastorno de déficit de atención e hiperactividad– que explicaría su malestar (inexplicable de otro modo, pues no les falta de nada). En los centros escolares cobra nuevo protagonismo el bienestar emocional.

Los profesionales de la salud están desbordados. Los niños, adolescentes y jóvenes están encantados con los diagnósticos, ya que los hacen visibles. “Antes diagnosticado que invisible”, pareciera ser el lema. Para los políticos, nada como tener ciudadanos diagnosticados de algo, de modo que ya tienen bastante con lo suyo. Y para la sociedad es perfecto, puesto que así se privatizan problemas que ella misma genera como algo que tienen los individuos. ¿Dónde está el problema?

¿Qué hacer?

Por lo pronto, pensar más allá de la crisis misma como si fuera algo que nos ha caído no se sabe de dónde y ni por qué. De acuerdo con lo expuesto, la crisis se explicaría por la sociedad vulnerable que hemos creado. Mientras que, por un lado, se sobreprotege a los niños haciéndolos más vulnerables –en vez de menos, como se supone–, por otro el idioma clínico se ha apoderado de malestares que nunca faltan. Por si fuera poco, el diagnóstico pasó de estigma a moda, siendo ahora poco menos que un privilegio.

Como quiera que el malestar es real –otra cosa es cómo se ha hecho real–, las ayudas psicológicas son necesarias. Hay dos frentes: el inmediato del caso y el preventivo. El caso dado debe ser atendido y valorado. La mejor ayuda sería una que trate de normalizar el malestar, situándolo en el contexto de las circunstancias y cambiar estas en lo posible, en vez de centrarse en explorar sentimientos y supuestos traumas, lo que no dejaría de ser una forma más de “mirarse el ombligo”.

Con miras a la prevención –pensando ya en las generaciones futuras–, sería hora de revisar la educación sobreprotectora y la cultura clínica que tiende a patologizar problemas inherentes a la vida sin tratar de cambiar la sociedad.

Una cosa es segura: la solución no pasa por más psicólogos y psiquiatras, que siempre serán pocos.


Este artículo se publicó originalmente en la Revista Telos de la Fundación Telefónica, y forma parte de un número monográfico dedicado a la Generación Alfabeta.


The Conversation

Marino Pérez Álvarez colabora con Telos, la revista que edita Fundación Telefónica.

ref. La salud mental de los adolescentes: un síntoma de una sociedad vulnerable – https://theconversation.com/la-salud-mental-de-los-adolescentes-un-sintoma-de-una-sociedad-vulnerable-261228