Claves para aumentar la eficacia del triptófano, aliado de nuestra salud mental

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Beatriz Carpallo Porcar, Fisioterapeuta. Personal docente e investigador en el grado de Fisioterapia en la Universidad San Jorge. Miembro del grupo de investigación iPhysio., Universidad San Jorge

Cada vez hay más anuncios sobre suplementos de triptófano para mejorar el estado de ánimo. Es un remedio en boga contra la creciente ola de síntomas depresivos, trastornos del sueño y ansiedad. Sin embargo, su eficacia, a la luz de la evidencia científica, no siempre está garantizada.

¿Por qué es tan importante?

El triptófano es un aminoácido esencial para la producción de proteínas, la mejora de la circulación sanguínea y la regulación del sueño. Como el organismo no lo genera por sí mismo, lo tenemos que incorporar mediante el consumo de ciertos alimentos, tanto de origen animal como vegetal. Algunos de los más ricos en triptófano, según la Universidad de Navarra, son las semillas de calabaza y sésamo, la soja, el queso chédar, carnes como el pavo y el pollo, pescados como el atún y el salmón y los huevos.

En lo que se refiere a los suplementos de triptófano, se venden sin receta y es seguro su consumo, pero siempre resulta aconsejable consultar a un sanitario. Además, no se recomiendan en embarazadas, niños pequeños y personas con enfermedad renal o que tomen antidepresivos.

El viaje bioquímico del triptófano en la salud mental

Estos productos se utilizan principalmente para sintetizar serotonina y melatonina, dos neurotransmisores que regulan el estado de ánimo, el sueño y el apetito. Conocida como la “hormona del bienestar”, la serotonina está en todo el cuerpo, pero es la que se produce a nivel cerebral la que tiene efectos sobre el estado de ánimo, mejorando el humor, la concentración y el sueño.

Su principal materia prima es el triptófano, aunque sólo un 5 % de la cantidad ingerida se va a usar para este fin, después de convertirse en 5-hidroxitriptófano. Si todo va bien, el resto del aminoácido consumido se transformará en un metabolito llamado quinurenina, que a su vez pasará a ser ácido quinurénico, un potente neuroprotector.

Así pues, el triptófano contribuye tanto a la producción de serotonina como a la del ácido quinurénico, beneficiando nuestra salud emocional y neurológica. Sin embargo, la literatura científica actual no respalda su uso como suplemento en todos los casos.

La inflamación y otros obstáculos

Lo que hemos explicado antes es lo que ocurre en situaciones normales. Estudios recientes han encontrado que enfermedades como el síndrome de fatiga crónica, la Covid persistente y ciertas enfermedades neurodegenerativas o intestinales tienen alteradas las vías de conversión del triptófano.

Una clave puede estar en la llamada “inflamación de bajo grado”. A diferencia de la inflamación aguda, rápida y de corta duración, la de bajo grado es crónica y se caracteriza por niveles elevados de citoquinas inflamatorias mantenidos en el tiempo. Este tipo de inflamación está relacionado con enfermedades cardiometabólicas, autoinmunes y obesidad.

En primer lugar, en presencia de inflamación y estrés, puede disminuir el porcentaje de triptófano que se convierte en serotonina. Y a menores niveles de este neurotransmisor, más síntomas como la tristeza y la apatía.

En segundo lugar, con la inflamación se pone en marcha la molécula IDO-1. En presencia de ciertas citoquinas proinflamatorias (IL-6, IFN-gamma), la IDO-1 puede hacer que una parte de la quinurenina que debería convertirse en el beneficioso ácido quinurénico, pase a ser ácido quinolínico, un neurotóxico.

De hecho, una investigación reciente de 2023 detectó que, en pacientes con Covid persistente, la proporción entre quinurenina y triptófano era menor que en personas sanas. Y no solo eso: también encontraron una mayor conversión hacia el ácido quinolínico.

El papel decisivo de la microbiota

Otra clave que apuntan cada vez más estudios es la microbiota, esencial para transformar el triptófano y otras sustancias en metabolitos necesarios para mantener nuestra salud. Cuando nuestra comunidad de microorganismos intestinales se altera, los mecanismos “saludables” están comprometidos y pueden aparecer efectos no deseados. De hecho, conservar una microbiota sana es básica para la salud cerebral por el eje intestino-cerebro.

Investigaciones recientes han encontrado que una microbiota desequilibrada (disbiosis) puede contribuir al dolor crónico y a la depresión, debido a una alteración en los metabolitos derivados del triptófano. A nivel intestinal, este aminoácido también juega un papel importante en la regulación de procesos inmunológicos, controlando la inflamación.

En definitiva, el triptófano es un excelente neuroprotector, pero “no le gustan” los contextos con mucha inflamación y alteración de la microbiota.

Cómo ponérselo fácil al triptófano

¿Y cómo disminuimos la inflamación y mejoramos el estado de nuestros microorganismos intestinales? Antes que nada hay que consultar a un profesional sanitario, sobre todo, si sufrimos alguna patología. Como consejos generales para favorecer un estado antiinflamatorio, debemos priorizar el consumo de frutas, verduras y fuentes de grasas saludables como el aceite de oliva virgen extra, el aguacate y los frutos secos.

También es beneficioso condimentar las comidas con cúrcuma, jengibre, ajo, canela u otras especias e incluir en nuestra dieta pescado azul, ya que es muy rico en omega-3, un potente antiinflamatorio natural. Preferiblemente, optaremos por los peces de pequeño tamaño, como las sardinas, anchoas o boquerones.

Y, por último, mantener una hidratación adecuada, gestionar el estrés de manera efectiva, cuidar la salud emocional y garantizar una buena higiene del sueño son aspectos esenciales para lograr un bienestar integral.

Hay que moverse

La actividad física también desempeña un papel clave en la reducción de la inflamación sistémica. El ejercicio ayuda a disminuir la grasa corporal, siendo la grasa visceral una de las principales fuentes de inflamación. Además, incrementa los niveles de adiponectina, una hormona con propiedades antiinflamatorias que mejora la sensibilidad a la insulina y contribuye a mitigar la inflamación.

Moverse en ayunas también puede ayudar a controlarla, y el ejercicio interválico (que combina alta con baja intensidad) ha demostrado tener efectos en la reducción de la inflamación de bajo grado.

Pata finalizar, no debemos olvidar que la práctica regular de ejercicio físico influye positivamente en el estado de ánimo mediante la liberación de endorfinas y la reducción de los niveles de cortisol, lo que favorece el bienestar emocional y mental.


Paula Caro, graduada en Nutrición y Dietética por la Universidad de Zaragoza, ha colaborado en la elaboración de este artículo


The Conversation

Beatriz Carpallo Porcar no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Claves para aumentar la eficacia del triptófano, aliado de nuestra salud mental – https://theconversation.com/claves-para-aumentar-la-eficacia-del-triptofano-aliado-de-nuestra-salud-mental-228252

Pruebas genéticas en reproducción asistida: entre las promesas de salud y el ‘marketing’ dudoso

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Mauro Turrini, Postdoctoral research fellow, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC)

Proceso de fertilización in vitro. Yelena Temirgaliyeva/Shutterstock

Existen miles de enfermedades genéticas, por lo que es lógico que a muchas parejas les preocupe la posibilidad de transmitir una a su descendencia, incluso aunque ellos estén sanos. Hoy existe una tecnología que puede evitar este riesgo. Suena a ciencia ficción, pero es cada vez más común leer este tipo de mensaje en los sitios web de las clínicas privadas de fertilidad españolas.

Y es que las posibilidades tecnológicas para intervenir en la reproducción asistida son muy amplias y están avanzando rápidamente. Esto permite actuar en etapas cada vez más tempranas del proceso reproductivo.

Entre las tecnologías de reproducción asistida se encuentra la “prueba genética preimplantacional” (PGT, por sus siglas en inglés). Esta técnica consiste en analizar el material genético de un embrión antes de colocarlo en el útero. Promete así evaluar la calidad de los embriones y poder descartar los “no saludables” o “anormales”.

Cada vez más personas se enfrentan a esta decisión. La mera oferta de estas tecnologías abre espacio para reflexionar sobre nuevas formas de responsabilidad y obligación. En España, el uso del PGT se está incrementando de manera constante. En los últimos diez años su utilización ha aumentado drásticamente, pasando de 3161 en 2012 a más de 20 500 en 2022.

En realidad, el PGT abarca tres tecnologías diferentes con distintos objetivos y destinatarios:

  • El PGT-M y el PGT-SR son herramientas diagnósticas utilizadas para evitar transmitir enfermedades genéticas específicas.

  • El PGT-A se presenta como una estrategia para mejorar las tasas de éxito de la fecundación in vitro (FIV) y prevenir mutaciones cromosómicas espontáneas. Por ejemplo, el síndrome de Down.

A diferencia de las otras variantes, el PGT-A puede ofrecerse a cualquier persona que se someta a una fecundación in vitro, pero su eficacia es muy debatida. Algunos estudios indican que podría incluso reducir las tasas de éxito. Esto ocurriría al descartar embriones que podrían haber resultado en embarazos viables.

En California esta controversia acabó en una demanda colectiva contra clínicas por haber descartado embriones que habrían podido convertirse en bebés sanos.

No sorprende que, mientras que el PGT-M y el PGT-SR se practican en la mayoría de países europeos, el uso del PGT-A esté mucho más restringido. Sin embargo, en España el sector de la fertilización in vitro es ampliamente comercial y privatizado y el PGT-A es bastante común. Las clínicas privadas ofrecen este test como un servicio extra con un coste adicional, llamado un “add-on” (complemento).

Entre la divulgación y la publicidad

Estudios recientes han investigado la comunicación online de las clínicas privadas españolas. Estos han revelado un discurso a medio camino entre la divulgación médica y el mensaje publicitario.

En muchos casos no se diferencia entre el PGT-A y las otras variantes (el PGT-M y el PGT-SR). Tampoco se mencionan las incertidumbres que rodean al primero. Esto lleva a que habitualmente las tecnologías se presenten como una sola –complementaria al tratamiento de fertilización in vitro– que puede aumentar las posibilidades de éxito, identificar mutaciones hereditarias en genes específicos y detectar mutaciones espontáneas.

Otro hallazgo relevante de estos estudios es que la comercialización del PGT está dirigida directamente a las mujeres. Frases como “cumple tu sueño de ser madre”, así como hashtags como #SerMadre, #Mujer o #Maternidad se repiten a lo largo de las páginas web y redes sociales de las clínicas.

Estos discursos reproducen la idea estereotipada de que son las mujeres de quienes se espera que tomen las decisiones reproductivas.

Un ‘seguro’ frente al reloj biológico

Las clínicas insisten en que la edad materna es un motivo importante para optar por el uso del PGT. Metáforas reiteradas como la del “reloj biológico” evocan de manera insistente que el deterioro de la fertilidad femenina, asociado a la edad, constituye una de las principales causas de la aparición de embriones “defectuosos” o “en riesgo” de desarrollar mutaciones espontáneas.

Las clínicas animan a las mujeres a no dejar que “el tiempo se les eche encima” y a recurrir a las tecnologías reproductivas si no han iniciado su proceso reproductivo “a tiempo”.

En este contexto, el PGT-A se presenta como una especie de seguro de fertilidad frente al paso del tiempo. Es decir, como un acto racional, una inversión inteligente que busca reducir no solo los costes económicos, sino sobre todo el sufrimiento emocional asociado a los abortos de repetición.

A la vez, las clínicas presentan la decisión de realizar el test como un “acto de amor” hacia el futuro hijo o hija, reforzando la idea de que una buena madre previene el dolor antes de que ocurra. El embrión, denominado “el paciente más pequeño de la clínica” y tratado como una “persona en formación”, legitima la intervención precoz y sitúa a las mujeres como responsables del bienestar de sus potenciales futuros hijos.

La tecnología no es neutra

Lógicas biomédicas, económicas y afectivas se entrelazan, responsabilizando a las mujeres de optimizar sus embriones en nombre del cuidado y de gestionar racionalmente su planificación familiar. Así, el PGT se convierte en objeto de vigilancia y evaluación que contribuye a moldear qué decisiones pueden (y deben) tomar las futuras madres.

En definitiva, la proliferación de innovaciones –especialmente en un ámbito tan privatizado y comercial como la reproducción asistida en España– puede ofrecer grandes oportunidades, pero estas tecnologías no son herramientas neutrales. La forma en que se presentan y se comercializan influye en cómo entendemos la maternidad, la responsabilidad genética y el acceso a la salud.

Por eso, resulta fundamental una comunicación clara, honesta y crítica, que priorice el bienestar de quienes atraviesan estos tratamientos por encima de los intereses del mercado.

The Conversation

Mauro Turrini recibe fondos proyecto de investigación «IfGene: Proyectando el futuro de la predicción genética» (PID2020‐115899GB‐I00), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (MICIU) a través de la Agencia Estatal de Investigación (AEI) (MICIU/AEI/10.13039/501100011033), con el apoyo del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).

Astrid Boe Hüttel ha recibido fondos del proyecto de investigación «IfGene: Proyectando el futuro de la predicción genética» (PID2020‐115899GB‐I00), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (MICIU) a través de la Agencia Estatal de Investigación (AEI) (MICIU/AEI/10.13039/501100011033), con el apoyo del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).

ref. Pruebas genéticas en reproducción asistida: entre las promesas de salud y el ‘marketing’ dudoso – https://theconversation.com/pruebas-geneticas-en-reproduccion-asistida-entre-las-promesas-de-salud-y-el-marketing-dudoso-255136

Cuando el pecado se hacía ley: prostitución regulada en la Edad Media

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Anna Peirats, IVEMIR-UCV, Universidad Católica de Valencia

_Burdel_, de Joachim Beuckelaer (siglo XVI). Walters Art Museum

En la Europa urbana del siglo XV, la prostitución no fue un vicio clandestino, sino una institución reconocida y gestionada por los propios concejos municipales. Lejos de limitarse a tolerarla, las ciudades la regularon, la fiscalizaron y la convirtieron en un instrumento de orden social. Esta política encontraba su legitimación en una doctrina teológica muy influyente: la del “mal menor”.

San Agustín lo expresó en De ordine (2, 4, 12):
“si suprimes a las meretrices, todo se llenará de pasiones desordenadas”. Tomás de Aquino convirtió este razonamiento en un principio de la teología moral, y predicadores como san Vicente Ferrer lo transformaron en una directriz práctica: segregar, vigilar y castigar para evitar el desorden.

La mancebía como instrumento de orden y fiscalidad

Miniatura en un documento medieval con hombres besando a mujeres.
Miniatura de ‘las prostitutas’, en el capítulo que Giovanni Boccaccio les dedica en De Claris mulieribus.
Bibliothèque nationale de France, CC BY

Desde finales del siglo XIII, muchas ciudades europeas establecieron burdeles públicos o mancebías. El objetivo era triple: concentrar la actividad en un espacio controlado, reducir los conflictos con los vecinos y garantizar una fuente estable de ingresos. Las ordenanzas detallaban horarios, cierres durante fiestas religiosas o epidemias, la designación de oficiales y un estricto régimen de sanciones.

El caso de Valencia es paradigmático. Su burdel municipal, conocido como Pobla de les fembres pecadrius, aparece documentado desde 1325. Estaba cercado por un muro con una sola puerta de acceso y, en su apogeo en el siglo XV, llegó a albergar a casi doscientas mujeres. Contaba con inspecciones médicas periódicas y una administración dual: un hostalero a cargo de la gestión diaria y un oficial público, el “rei dels arlots”, que actuaba como garante del orden. Se trataba de un negocio privado bajo estricta concesión pública.

Este modelo se repite en toda Europa. Florencia creó en 1403 la Onestà, una magistratura encargada del registro y la inspección. Venecia confinó el oficio en el barrio de las Carampane, imponiendo toques de queda. En Southwark (Londres), los stews funcionaron bajo jurisdicción episcopal hasta su clausura en 1546. En Núremberg, las Frauenhäuser fueron reguladas con ordenanzas que establecían deberes, turnos y sanciones.

Cambiaban los nombres, pero la lógica era común: concentración espacial, identificación visible y aprovechamiento fiscal.

Vestimenta, arquitectura y lenguaje

El control se extendía más allá de los muros del burdel. Varias ordenanzas municipales impusieron códigos de indumentaria para hacer reconocibles a las prostitutas en el espacio público.

En 1383, Valencia prohibió a las meretrices usar mantos, perlas o seda, obligándolas a cubrirse con una toalla. En Venecia, un pañuelo amarillo servía como señal obligatoria. En Florencia, mediante el decreto de 1388, se requería que llevaran una campana, para que resonara el símbolo de su vergüenza. En el ámbito germánico, las ordenanzas fijaban colores y peinados.

Una estatua de piedra de una mujer tocándose.
La gárgola de la Lonja de la Seda de Valencia que ‘señala’ el pecado.
Rafa Esteve/Wikimedia Commons, CC BY-SA

El maquillaje también fue objeto de censura. Predicadores como Bernardino de Siena denunciaron el uso de cosméticos y afeites como símbolo de vanidad y engaño, que reforzaban la idea de un “rostro falso” asociado al pecado.

La propia arquitectura urbana funcionaba como recordatorio moral. En la Lonja de la Seda de Valencia, una gárgola representa a una mujer que se toca los genitales mientras señala hacia el burdel de la calle de la Valldigna. La piedra convertía la geografía moral en un mensaje visible para comerciantes y vecinos.

El lenguaje acompañaba este régimen visual: términos como “bagasses”, “fembres vils” o “mulieres viles de corpore” no solo describían a las prostitutas, sino que las convertían en una categoría jurídica sometida a intervención coercitiva.
Algunas de ellas habían entrado en la prostitución buscando la libertad, pero acababan maltratadas a menudo por los rufianes o los hostaleros.

Las fronteras de la ley: clandestinidad y castigo diferencial

La prostitución legal convivía con un sector clandestino en tabernas, posadas o casas particulares. Quienes ejercían fuera del perímetro autorizado quedaban expuestas a multas severas o, en caso de no poder pagarlas, a azotes públicos.

El sistema se mostraba más duro con las minorías religiosas. A los hombres judíos y musulmanes se les prohibía entrar en la mancebía, y las prostitutas de estas confesiones eran castigadas con más severidad. Es decir, a las prostitutas musulmanas que ejercían ilegalmente se las sancionaba y condenaba. Pero además, y a modo de ejemplo, Mariem, una mora que ejercía de forma legal, fue procesada por adulterio, y otra mujer, Nuzeya, recibió pena de muerte por lapidación por trabajar sin licencia. No se castigaba el sexo pagado en sí, sino la transgresión de los límites sociales, religiosos y espaciales impuestos por la autoridad cristiana.

Pintura con una escena de burdel.
Escena de burdel pintada por el artista anónimo conocido como Monogramista de Brunswick en el siglo XVI.
Gemäldegalerie Berlin/Wikimedia Commons

Como contrapartida, se crearon instituciones de “reforma”. En 1345 se fundó en Valencia el monasterio de las Repenedides, por iniciativa de la monja Na Soriana, que acogía a mujeres dispuestas a abandonar la prostitución, bajo la advocación de María Magdalena como ejemplo de mujer arrepentida. La entrada en este monasterio suponía al menos un año de clausura, concebida como penitencia y reinserción. Y se ordenaba que en todas las parroquias y en el obispado de Valencia se pusieran cepillos en los que se recaudaban limosnas destinadas a la casa de las arrepentidas. Estas casas, junto a las dotes otorgadas a quienes contraían matrimonio, prolongaban la tutela social sobre los cuerpos femeninos incluso después de abandonar el oficio.

Un precedente incómodo

Una mujer sirviéndole bebida a un hombre en una pintura.
Escena de burdel de Frans van Mieris the Elder.
Mauritshuis/Wikimedia Commons

El sistema de prostitución reglada medieval fue mucho más que un arreglo de conveniencia. Constituyó un engranaje político que utilizaba la teología, la ley, la arquitectura y la fiscalidad para administrar el deseo y contener sus efectos. Su lógica de confinamiento, marcaje y explotación económica revela una de las primeras formas de regulación sistemática de los cuerpos en la Europa urbana.

Los principios que lo sustentaban –segregación espacial, estigma y tensión entre recaudación y salud pública, entre otros– resuenan en los debates actuales sobre trabajo sexual, derechos, explotación y políticas de control. La Europa del siglo XV no ofrece un modelo que imitar, sino un precedente incómodo. Nos recuerda que las políticas sobre el sexo nunca son neutrales: son formas de poder que dejan huellas profundas y duraderas en los cuerpos más vulnerables.

The Conversation

Anna Peirats no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Cuando el pecado se hacía ley: prostitución regulada en la Edad Media – https://theconversation.com/cuando-el-pecado-se-hacia-ley-prostitucion-regulada-en-la-edad-media-263877

‘Una batalla tras otra’ ofrece un poderoso retrato del Estados Unidos actual en el cine

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Ruth Barton, Professor in Film Studies, Trinity College Dublin

Imagen de Leonardo DiCaprio en _Una batalla tras otra_. FilmAffinity

La reciente muerte de Robert Redford nos recordó hasta qué punto la película Todos los hombres del presidente sacudió las viejas certezas que existían sobre la democracia estadounidense. Al revelar el escándalo Watergate de 1972 (cuando se descubrió que miembros de la campaña para la reelección de Richard Nixon habían colocado dispositivos de grabación secretos en el edificio Watergate del Comité Nacional Demócrata), el filme de Alan J. Pakula alimentó la creciente sensación de que las instituciones del gobierno estadounidense estaban plagadas de corrupción.

Quizás no todo el mundo estaba de acuerdo con la visión pesimista de Pakula. Pero tampoco estaba solo. A lo largo de los años, Oliver Stone también se ha caracterizado por hacer un cine que muestre la situación del país, al igual que Martin Scorsese, y antes que ellos, Frank Capra. Sus obras intentaban capturar, normalmente con ánimo de crítica, el estado de ánimo nacional en aquel momento.

La nueva película de Paul Thomas Anderson, Una batalla tras otra, sugiere que todavía hay lugar para el cine provocador en la cultura actual. Junto con la recientemente estrenada Eddington, del director Ari Aster, explora un Estados Unidos en crisis y nos lo muestra en narrativas épicas y sobrecogedoras.

Ambos filmes hablan del caos de un orden social que se desmorona. Ambos, pero especialmente Eddington, también corren el riesgo de verse tan abrumados por este caos que acaban cayendo en la incoherencia.

El término “incoherencia” no se ha elegido al azar. Uno de los textos fundamentales para los estudiosos del cine de la década de 1980 fue The Incoherent Text, Narrative in the 70s, de Robin Wood. Al repasar una serie de películas de esta década, Wood argumentaba que “aquí, la incoherencia ya no es oculta y esotérica: las películas parecen abrirse ante nuestros ojos”. Estas dos hacen lo mismo, exponiendo a través del caos algo incomprensible sobre nuestra época y siendo incoherentes en el proceso.

Ambientada durante la pandemia en un pueblo desértico, Eddington salta de un punto álgido a otro. El sheriff Joe Cross (Joaquin Phoenix) se niega a llevar mascarilla y esta infracción aparentemente menor pronto lo enfrenta a su viejo enemigo y rival en el amor, el alcalde Ted García (Pedro Pascal). Inspirándose en una campaña al estilo MAGA (el eslogan de Trump, “Make America Great Again”), Cross se presenta a las elecciones a la alcaldía para competir con él.

En casa, Cross vive con su suegra Dawn (Deirdre O’Connell), amante de las teorías conspirativas, mientras su esposa Louise (Emma Stone) se sumerge cada vez más en la enfermedad mental y el aislamiento.

Al margen de todo esto, un misterioso conglomerado está construyendo un centro de datos a las afueras de la ciudad. También estallan disturbios raciales tras el asesinato de George Floyd. Y mucho más…

El director Ari Aster difícilmente podría haber imaginado más problemas que los que plantea aquí. Con tanto peso acumulado en la narrativa, Eddington concluye con un prolongado tiroteo que lleva a una película ya de por sí excesivamente extensa a un caos terminal.

Una batalla tras otra, al igual que Eddington, es un filme verdaderamente estadounidense. Mientras que Aster rodó su neo-western en el clásico Panavision, Anderson va un paso más allá y, siguiendo los pasos de El brutalista, crea una copia en VistaVision, un formato que se disfruta mejor en una pantalla de 70 mm. Estos formatos se remontan a las grandiosas epopeyas de Hollywood de la década de 1950, lo que se suma a la evocación histórica de las películas, tanto cinematográfica como social.

Otra capa que añade más historia es el material original en el que Anderson se basa para relatar Una batalla…: la novela de Thomas Pynchon Vineland.

Anderson actualiza la exhumación caleidoscópica de Vineland de los movimientos revolucionarios de los años 60 al presentar a su envejecido héroe hippie, ahora llamado Bob (Leonardo di Caprio), como una reliquia de una brigada ficticia de los años 2000, la French 75. Liderados por su amante Perfidia Beverley Hills (Teyana Taylor), robaron bancos, bombardearon edificios y liberaron centros de detención en nombre de su ideología de “fronteras libres, elecciones libres, libres del miedo”.

Ahora Bob, que acaba criando solo a su hija, Willa (Chase Infiniti), pasa sus días sin afeitarse, fumando marihuana y viendo el clásico drama político La batalla de Argel. Todo va (más o menos) bien hasta que el coronel Lockjaw (Sean Penn), brutal veterano del ejército que se cree el verdadero padre de Willa, irrumpe en sus vidas en busca de su “hija”.

Cartel al estilo de los años 50 de One Battle after another con Bob Ferguson y su hija.
Una batalla tras otra es un melodrama familiar que se remonta al gran cine clásico de Hollywood, que exploraba la idea misma de Estados Unidos.
FilmAffinity

Al igual que Eddington, Una batalla tras otra es, en el fondo, un melodrama familiar. Se basa en los tropos clásicos del padre malo contra el padre bueno y la madre en conflicto, cuestionando la legitimidad de la unidad familiar. Sobre estos huesos narrativos, Anderson injerta una visión de un Estados Unidos post-Obama esclavo de oscuros intereses corporativos, un legado de redadas y deportaciones de inmigrantes, y un viejo orden masculino blanco empeñado en su propia agenda de venganza personal.

Robin Wood concluyó sus reflexiones sobre el cine estadounidense de los años 70 con el pronóstico de que, en su incoherencia, apuntaban a una solución ineludible: la necesidad lógica del radicalismo.

Aster y Anderson han mirado al radicalismo a los ojos y lo han descartado como otra ideología fallida más. Ninguno de los dos nombra las fuerzas que hay detrás de su visión del fin de la democracia estadounidense y, para ser justos, la crisis política actual es posterior al estreno de ambas películas a principios de 2024.

Mientras Aster solo ve derramamiento de sangre e impotencia, Anderson se aferra a un frágil utopismo que, en la actualidad, es tan improbable como consolador. Una vez se encienden las luces, es muy posible que lo que quede de su película sea la aterradora imagen de los centros de detención y el horror de las redadas de inmigrantes. Sin duda, esto es lo que llevó a Steven Spielberg a aclamar “esta película demencial” como más relevante de lo que Anderson jamás podría haber imaginado.

The Conversation

Ruth Barton no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ‘Una batalla tras otra’ ofrece un poderoso retrato del Estados Unidos actual en el cine – https://theconversation.com/una-batalla-tras-otra-ofrece-un-poderoso-retrato-del-estados-unidos-actual-en-el-cine-266114

¿Por qué las víctimas de acoso digital se convierten en acosadores?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Joaquín Manuel González Cabrera, Docente e Investigador Principal del Grupo Ciberpsicología y del Área de Bienestar Emocional en el Instituto de Transferencia e Investigación (ITEI), UNIR – Universidad Internacional de La Rioja

Farknot Architect/Shutterstock

Clara, 13 años, recibió un mensaje ofensivo en el grupo de clase de WhatsApp. Al principio pensó que sería algo puntual, pero pronto empezaron a llegar burlas, montajes y comentarios cada vez más crueles y frecuentes. Días después, cansada y enfadada, decidió desquitarse publicando memes sobre otro compañero. Algunos se rieron, otros pusieron emojis de risas y otros muchos guardaron silencio. De todos lo que lo vieron, nadie intervino para mejorar la situación. En cuestión de semanas, Clara había pasado de ser víctima a convertirse también en agresora y observadora pasiva de lo que sucedía a su alrededor.

Esta historia, basada en casos observados en nuestras investigaciones, demuestra que el ciberacoso es mucho más que un suceso aislado entre un agresor y una víctima. Se trata de una dinámica social compleja, sorprendentemente cíclica. A los roles que tradicionalmente asociamos al acoso en la red –cibervíctima y ciberagresor– se le suma un tercero en discordia: el ciberosbservador. Este enfoque triangulado capta mejor la realidad en la que una persona puede ser simultáneamente las tres cosas: cibervíctima–ciberagresor–ciberobservador (así como presentar solo uno de los roles o combinaciones de dos).




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De hecho, ser cibervíctima hoy aumenta significativamente las probabilidades de convertirse en un ciberagresor o en un ciberobservador en el futuro. Este hallazgo subraya una realidad preocupante: la violencia engendra violencia, y para romper el círculo vicioso del ciberacoso, necesitamos entender cómo y por qué estos roles se intercambian.

Un estudio a lo largo de 18 meses

Para comprender mejor estas dinámicas, llevamos a cabo un estudio longitudinal durante 18 meses en el que participaron más de mil adolescentes españoles, con edades comprendidas entre los 11 y los 17 años. A través de un seguimiento en tres fases, con unos seis meses de diferencia entre cada una, analizamos cómo evolucionaban los tres roles principales del ciberacoso: la cibervíctima, el ciberagresor y el ciberobservador.

El primer resultado relevante fue la marcada tendencia a la “cronificación” de los roles. Es decir, ser cibervíctima, ciberagresor o ciberobservador en un momento determinado predice que se continuará siéndolo en el futuro. Esto sugiere que el ciberacoso no es un evento esporádico, sino que puede arraigarse profundamente en las interacciones sociales de los adolescentes, perpetuándose como una forma estable de violencia.




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Las razones de esta estabilidad son diversas. Para el ciberagresor, el entorno digital ofrece un falso manto de anonimato y un acceso constante a la víctima, lo que puede empoderarle y reforzar su conducta si busca ganar visibilidad o estatus. Por su parte, el ciberobservador, la figura más numerosa en estas dinámicas, tiende a mantener su inacción por miedo a convertirse en la próxima víctima o por fenómenos psicológicos como la “desconexión moral” o la “difusión de la responsabilidad”, que diluyen la culpa en el grupo.

La víctima, en el centro del ciclo de la violencia

Sin embargo, el hallazgo más revelador de nuestro estudio fue descubrir que la cibervictimización es un predictor crucial de la ciberagresión y la ciberobservación posteriores. Los adolescentes que sufren ciberacoso tienen una mayor probabilidad de convertirse en ciberagresores o ciberobservadores seis meses después.

¿A qué se debe este cambio de rol? Una de las hipótesis es que la víctima, sintiéndose impotente y frustrada, puede ver en la agresión una forma de venganza o un intento de recuperar el poder y el estatus que le fue arrebatado. El estrés y el dolor derivados de la victimización pueden llevar a una interpretación hostil de otras interacciones sociales, lo que a su vez puede desencadenar una conducta agresiva, incluso si no se dirige hacia el acosador original.

Del mismo modo, haber sido víctima puede hacer que un adolescente sea más consciente de las dinámicas del ciberacoso, pero el miedo a volver a sufrir puede llevarle a adoptar un rol de observador pasivo como mecanismo de autoprotección.

Curiosamente, esta relación predictiva parece ser unidireccional. Nuestro análisis no encontró que ser ciberagresor o ciberobservador prediga una futura cibervictimización. La experiencia de ser víctima es, por tanto, el verdadero trampolín desde el que se salta a otros roles. Esto es lo que debemos prevenir.

¿Cómo romper el ciclo? Implicaciones prácticas

Comprender que el ciberacoso es un problema cíclico y que los roles se cronifican tiene importantes implicaciones para la prevención. No basta con actuar de forma puntual, se necesitan estrategias sostenidas en el tiempo que aborden el problema desde varias perspectivas donde haya un trabajo desde los responsables educativos y las familias, principalmente.

  1. Alfabetización digital y prevención de riesgos. Es fundamental enseñar a los menores, desde edades tempranas, a usar internet de forma segura y responsable. Esto incluye proteger su información personal y saber cómo y a quién pedir ayuda. Reducir la cibervictimización es clave, ya que es el principal motor del ciclo. Es importante que los centros escolares tengan dentro de su plan de acción tutorial programas de prevención basados en la evidencia. Por ejemplo, nuestro equipo ha desarrollado el programa Safety.net con herramientas para docentes y para familias.

  2. Empoderar al observador. Los programas de prevención deben centrarse en los observadores para que no se mantengan pasivos (adopten un enfoque centrado en la víctima actuando como defensores). Es crucial fomentar la empatía y darles herramientas para que se sientan capaces de intervenir, ya sea defendiendo a la víctima o denunciando el acoso. Un observador que se convierte en defensor rompe el refuerzo social que recibe el agresor y con ello modifica la relación de fuerzas en las dinámicas de poder en el aula.

  3. Apoyar a la víctima para evitar la represalia. Es vital ofrecer a las víctimas apoyo psicológico y herramientas para gestionar su frustración y su ira de manera constructiva, ofreciendo alternativas saludables a la agresión para romper el ciclo de la violencia.

  4. Trabajar con el agresor. Los agresores son víctimas de su propio proceso, por lo que también se hace necesario profundizar en los motivos que les llevan a hacer uso de la violencia y darles herramientas para canalizar sus emociones de manera menos dañina.

Poner el foco en la víctima y en el observador en los casos de ciberacoso no solo es un acto de justicia, sino la estrategia más inteligente para desactivar el motor de la violencia en la red.

The Conversation

Joaquín Manuel González Cabrera ha recibido fondos de Programa Estatal de I+D+I Orientada a los retos de la Sociedad. Actualmente los recibe para proyectos de investigación en la Universidad Internacional de La Rioja, La Agencia de Desarrollo Económico de La Rioja (ADER), del Ministerio de Consumo y del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades a través del Programa de Generación de Conocimiento. Además, ha prestado labores de consultoría para TICandBot, ISEI-IVEI, Confederación Don Bosco, entre otros.

Juan Manuel Machimbarrena ha recibido fondos de Programa Estatal de I+D+I Orientada a los retos de la Sociedad. Actualmente los recibe para proyectos de investigación del Gobierno Vasco y del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades a través del Programa de Generación de Conocimiento. Además, ha prestado labores de consultoría para TICandBot, ISEI-IVEI, Confederación Don Bosco, entre otros.

Raquel Escortell Sánchez y Vanessa Caba Machado no reciben salarios, ni ejercen labores de consultoría, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del puesto académico citado.

ref. ¿Por qué las víctimas de acoso digital se convierten en acosadores? – https://theconversation.com/por-que-las-victimas-de-acoso-digital-se-convierten-en-acosadores-260323

Colombia prohíbe los toros, pero la comunidad taurina se aferra al valor cultural de la lidia

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Francisco Cavanzo, Antropología, Universidad de los Andes

Padre e hijo viendo una corrida en Puente de Piedra (Colombia). Francisco Cavanzo

La Corte Constitucional colombiana ha ratificado la Ley 2385 de 2024 en la que se prohíben las corridas de toros. Dicho fallo, y las celebraciones de movimientos sociales, expresan transformaciones institucionales. Las moralidades contemporáneas inciden en la configuración de los marcos normativos sobre la cultura.

Como muestran diferentes encuestas, la mayoría de las personas jóvenes se opone a estas prácticas. La tradición taurina difícilmente se articula con las visiones actuales, en las que la protección de la vida no humana ocupa un lugar central. Algo que recogen corrientes políticas, académicas y jurídicas.

Pese a esa hegemonía antitaurina, subsiste una comunidad consolidada que valora, protege y lucha por la supervivencia de la tauromaquia. La pregunta es entonces: ¿cómo esa comunidad le da sentido a la tradición en el mundo contemporáneo?

Dimensión ritual y tradición cultural

En Culture: A Critical Review of Concepts and Definitions (1952), Alfred Kroeber y Clyde Kluckhohn definían tradición cultural como el patrón de significados transmitidos históricamente y encarnados en símbolos. A través de ellos, las personas comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento y actitudes hacia la vida. Desde esta perspectiva, la tauromaquia cumple cabalmente con la definición: es un entramado de símbolos, relatos y prácticas que atraviesan generaciones.

La tauromaquia, tal como hoy la conocemos, se consolida en el siglo XVIII. La obra de Goya representa la expresión de un tiempo en el que los toreros comienzan a ser retratados como héroes populares. Estos encarnaban la dualidad de la masculinidad hispana –fortaleza y sensualidad–, con un componente de tradición que se proyecta hacia un pasado más profundo.

El mundo del toreo ha tejido relatos que vinculan la práctica con cultos ibéricos del toro en Altamira, Osuna o Balazote. Estos enlazan también con la iconografía cretense y mediterránea, e incluso con interpretaciones sobre la violencia ritual, entendida como materialización del dominio humano sobre la naturaleza. Sea cierto o no este vínculo histórico, lo central es que la comunidad taurina reproduce un relato donde el toreo se significa como rito y representación del control sobre fuerzas naturales.

En este marco, la corrida de toros puede entenderse como un ritual que dramatiza el dominio del ser humano sobre la naturaleza, encarnada en la figura del toro bravo. Este enfrentamiento no es solo físico, sino profundamente simbólico: el matador representa una masculinidad hispánica forjada en la tensión entre el riesgo y el control, entre la violencia y la estética.

La lidia, en ese sentido, actualiza una narrativa donde el hombre se afirma frente a la fuerza indómita del animal. Al mismo tiempo, traduce esa confrontación en un espectáculo codificado que la comunidad reconoce como expresión de valor, honra y pertenencia cultural.

Perspectiva etnográfica

Más allá de estas narrativas históricas, un acercamiento etnográfico permite observar fracturas en las interpretaciones establecidas desde y hacia el toreo. En mi primera asistencia a una corrida esperaba encontrarme con una élite blanco-mestiza consumiendo este espectáculo como forma de capital simbólico y cultural.

Algo de ello estaba presente, pero el público revelaba una amplia diversidad social, etaria, cultural e incluso étnica.

El consumo taurino, entonces, no se explica de manera suficiente con un lente estrictamente bourdiano. En el libro La distinción (1979), Pierre Bourdieu mostró cómo los gustos y consumos culturales se organizan según jerarquías sociales y funcionan como capital simbólico para marcar distancias de clase. Sin embargo, al observar el público taurino y su variación, esa lógica resulta insuficiente: más que reproducir jerarquías sociales, la tauromaquia se sostiene en redes afectivas e intergeneracionales que exceden la explicación por capitales.

Aquí resulta pertinente la comparación con la obra El fanático de la ópera (2012), de Claudio Benzecry, quien muestra que limitar la comprensión del consumo cultural a los capitales invisibiliza otras dimensiones.

Los fanáticos de la ópera no actúan únicamente para marcar diferencias sociales, sino porque hay procesos de aprendizaje entre diferentes generaciones de consumidores que luego generan fuerzas afectivas.

En el caso taurino, la presencia de públicos heterogéneos y la participación activa de jóvenes en procesos de aprendizaje de códigos y prácticas sugieren una red socioafectiva intergeneracional. La tauromaquia se transmite y perdura no solo porque otorgue ventajas en jerarquías sociales, sino porque está articulada con afectos, aprendizajes y memorias compartidas.

Joven banderillero en corrida.
Francisco Cavanzo

Voces taurinas

El trabajo de campo también ha recogido testimonios de la comunidad taurina. Estas elecciones de voces cercanas al toreo responden al interés por comprender cómo los propios participantes otorgan sentido a la práctica en un contexto de creciente cuestionamiento social. No se trata entonces de legitimar sus posturas, sino de comprender cómo interpretan las transformaciones de la fiesta brava.

Dos ejemplos ilustran bien este punto:

— Entrevistador: ¿por qué cree que el toreo es tan perseguido hoy en día?

— Jaime (torero retirado): porque la gente no entiende el toreo, ven al matador como un bárbaro y no saben de nuestra preparación ni de lo que sabemos del toro. La gente se deja llevar por lo que dicen en las noticias, pero no saben, por ejemplo, que el toro bravo solo existe por las corridas, y si se acaban, el toro también desaparece.

— Esteban (joven aficionado): a la gente le molesta la libertad, quieren imponer su forma de ver sobre nuestra tradición. La cultura del toro bravo es cultura hispanoamericana.

Estos fragmentos revelan dos elementos clave. Por un lado, un marco cultural aprendido que estructura cómo se ordena el mundo: el toreo no es simple espectáculo, sino tradición que otorga sentido y continuidad. Por otro, muestran una subjetividad situada: Jaime interpreta la persecución como ignorancia sobre el toro y Esteban como atropello a la libertad. Ambos resignifican la tauromaquia como espacio de pertenencia, identidad y resistencia cultural.

La muerte de Teseo

La prohibición de la tauromaquia en Colombia cristaliza tensiones entre moralidades contemporáneas y tradiciones históricas. No obstante, los relatos históricos, las prácticas comunitarias y los testimonios etnográficos muestran que, para la comunidad taurina, el toreo sigue siendo más que un espectáculo: es un rito cultural donde se transmiten afectos, aprendizajes e identidades intergeneracionales.

Así, más allá de su aceptación o rechazo, la tauromaquia permite observar cómo las personas dotan de sentido a las prácticas culturales, cómo las defienden frente a discursos hegemónicos y cómo revelan, a través de sus testimonios, un orden simbólico que articula memoria, ritual y subjetividad.

The Conversation

Francisco Cavanzo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Colombia prohíbe los toros, pero la comunidad taurina se aferra al valor cultural de la lidia – https://theconversation.com/colombia-prohibe-los-toros-pero-la-comunidad-taurina-se-aferra-al-valor-cultural-de-la-lidia-264828

La vacuna contra el VIH podría podría estar más cerca gracias a la tecnología del ARNm

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Isidoro Martínez González, Científico Titular de OPIs, Instituto de Salud Carlos III

Novikov Aleksey/Shutterstock

Cuatro décadas después de su descubrimiento, el VIH sigue siendo uno de los principales desafíos de salud pública a nivel mundial. Hasta la fecha ha causado la muerte de más de 44 millones de personas y su transmisión continúa en todos los rincones del planeta.

Se estima que, a finales de 2024, casi 41 millones de personas vivían con VIH. Ese mismo año, alrededor de 630 000 murieron por causas relacionadas con el virus y, aproximadamente, 1,3 millones se contagiaron.

El VIH es un retrovirus, lo que significa que puede integrar su material genético en el ADN de las células infectadas para esconderse del sistema inmunitario, lo que dificulta su erradicación del organismo.

Aunque aún no existe una cura, los tratamientos antirretrovirales actuales han transformado la historia de la infección por VIH. Gracias a ellos, hoy es una enfermedad crónica manejable para aquellos pacientes con acceso a los fármacos. Las personas infectadas pueden llevar una vida larga y relativamente saludable, aunque suelen enfrentarse a un envejecimiento prematuro en comparación con quienes no tienen el virus.

El gran reto: encontrar una vacuna

Durante décadas, lograr una vacuna eficaz contra el VIH ha representado uno de los mayores desafíos de la medicina moderna. ¿Por qué es tan difícil? Estos son algunos de los principales obstáculos:

  1. El virus ataca directamente al sistema inmunitario, debilitando las defensas necesarias tanto para combatir la infección como para responder a la vacunación.

  2. Tiene una alta capacidad de mutación (cambio), lo que complica el diseño de una vacuna universalmente efectiva.

  3. Demuestra una considerable habilidad para evadir a nuestras defensas, lo que reduce la eficacia de las respuestas inmunitarias inducidas.

  4. La principal proteína de superficie del VIH, denominada Env, es la responsable de la unión y entrada del virus en las células. Sería el objetivo ideal de una vacuna, ya que los anticuerpos neutralizantes que se producen tras la vacunación se unen a ella e impiden esa entrada. Sin embargo, es muy compleja y variable, lo que hace que sea un blanco increíblemente difícil de acertar.

  5. El VIH se integra en el genoma humano, lo que le permite permanecer oculto e inactivo durante largos períodos.

¿Una nueva era para las vacunas contra el VIH?

La misma tecnología de ARN mensajero (ARNm) que permitió el rápido desarrollo de las vacunas contra la covid-19 está siendo adaptada para combatir el VIH.

Dos estudios recientes, publicados en Science Translational Medicine, muestran resultados prometedores: vacunas experimentales basadas en ARNm lograron inducir anticuerpos neutralizantes, las defensas capaces de bloquear al virus antes de que infecte una célula, potentes y específicos en animales y humanos.

Esto representa un avance importante en la carrera por lograr una vacuna efectiva contra el VIH.

¿Cómo funciona?

Tradicionalmente las vacunas experimentales utilizaban trímeros solubles de la proteína Env. Sin embargo, este método dejaba expuesta una parte de la proteína (la base del trímero) que normalmente está oculta en el virus real. Esto podía inducir respuestas inmunitarias fuertes, pero mal dirigidas. Como resultado, no lograban neutralizar el virus.

Para resolver este problema los investigadores diseñaron una vacuna de ARNm que instruye a las células para producir la proteína Env unida a la membrana celular. Así se imita mejor su forma natural en el virus.

En un primer estudio, realizado en conejos y primates no humanos, esta versión de la vacuna generó respuestas de anticuerpos neutralizantes más fuertes que la versión soluble.

Resultados en humanos

A partir de estos resultados prometedores se inició un ensayo clínico de fase 1 en humanos para comparar ambas versiones de la vacuna. Se trató de un estudio con unos cien voluntarios en el que se analizó la seguridad del fármaco y la respuesta inmunitaria que generaba.

Los resultados mostraron una diferencia abismal: un 80 % de los participantes que recibieron la vacuna con Env anclada a la membrana de la célula generaron la codiciada respuesta de anticuerpos neutralizantes.

En cambio, solo el 4 % de a quienes se administró la versión soluble lograron esa respuesta.

Se trata de un ensayo clínico en fase 1, todavía preliminar. Por lo tanto, serán necesarios más estudios con más participantes para entender si la vacuna protege contra la infección y durante cuánto tiempo.

¿Y los efectos secundarios?

Las vacunas fueron, en general, bien toleradas. Sin embargo, el ensayo identificó un efecto secundario inesperado: aproximadamente el 6,5 % de los participantes desarrollaron urticaria (ronchas), y algunos experimentaron síntomas duraderos.

Aunque tratables, esta tasa fue más alta de lo observado con otras vacunas de ARNm, como las de la covid-19.

Curiosamente, otro conjunto de ensayos, que probaba una estrategia diferente de vacunación basada en la administración de ARNm en varios pasos, también reportó efectos secundarios en la piel. Esto sugiere que la combinación entre antígenos del VIH y la tecnología de ARNm podría estar relacionada, aunque esto aún requiere mayor investigación.

Conclusión: un paso firme hacia el futuro

Si bien estas vacunas aún no representan una solución definitiva, han demostrado que la combinación de la tecnología de ARNm con una estrategia más realista de presentación del antígeno (Env anclada a la membrana de la célula) es una herramienta poderosa en la búsqueda de una vacuna eficaz contra el VIH.

Los investigadores se muestran optimistas. Ajustes como la reducción de la dosis de ARNm podrían mitigar los efectos secundarios observados y mejorar aún más esta prometedora vía de investigación. Quizá en unos años la lucha contra el VIH cuente en su arsenal con la tan ansiada vacuna.

The Conversation

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

ref. La vacuna contra el VIH podría podría estar más cerca gracias a la tecnología del ARNm – https://theconversation.com/la-vacuna-contra-el-vih-podria-podria-estar-mas-cerca-gracias-a-la-tecnologia-del-arnm-265204

¿Cómo pueden las universidades mejorar el mundo?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Rubén Garrido-Yserte, Director del Instituto Universitario de Análisis Económico y Social, Universidad de Alcalá

WorldStockStudio/Shutterstock

Los primeros veinticinco años del siglo XXI han marcado una inflexión histórica: el mundo ya no se transforma lentamente, sino en cascada. La emergencia climática, el colapso democrático, las migraciones masivas, la disrupción tecnológica, las guerras híbridas y la desinformación son síntomas de una “policrisis” global: crisis entrelazadas en sus causas, que “degradan significativamente las perspectivas de la humanidad, generando daños emergentes mayores que la suma de los que causarían por separado”.

Este entramado de crisis simultáneas y conectadas exige respuestas éticas e institucionales innovadoras, y la universidad no puede permanecer como un actor pasivo ni limitarse a su función académica clásica. Como hemos explorado en el reciente libro Geopolítica de la educación superior, debe convertirse en un actor global con voz propia y compromiso ético con el bien común.

La universidad como actor global

Frente a las visiones tecnocráticas que reducen el valor de la universidad a indicadores de eficiencia, productividad o empleabilidad, proponemos una noción más ambiciosa: la universidad como nodo de anticipación, deliberación y transformación social.

Ser un actor global no es internacionalizarse ni competir en índices internacionales, sino incidir en los debates públicos más urgentes: justicia climática, equidad digital, gobernanza de los bienes comunes, inteligencia artificial responsable, inclusión y paz.

Casos que iluminan un nuevo camino

No se trata solo de una aspiración teórica. Hay universidades en distintas partes del mundo que ya están actuando como verdaderos agentes de cambio global. La Western Sydney University ha sido reconocida como la universidad más influyente del mundo por su contribución a los objetivos de desarrollo sostenible con un enfoque combina inclusión social, innovación local y sostenibilidad ambiental.

En Croacia, el Zagreb Living Lab de la Facultad de Arquitectura de Zagreb transforma un antiguo barrio industrial en una plataforma de soluciones ecológicas cocreadas por ciudadanía, estudiantes y oenegés locales. Financiado por la Unión Europea, este laboratorio urbano ha desarrollado huertos comunitarios, muros verdes y tecnologías de acuaponía, integrando conocimiento científico y saber local.

Gobernanza universitaria con principios

En 2023, la ONU instó a construir un “nuevo multilateralismo inclusivo y eficaz” que incorpore a la sociedad civil y a las universidades en la gobernanza global. Este llamamiento, recogido en el Pacto para el Futuro, sitúa a la comunidad académica como actor clave en la construcción de soluciones basadas en evidencia, justicia y cooperación.

Esto implica revisar las formas de gobernanza, abrir espacios de participación real para estudiantes, investigadores y actores del entorno, y alinear la gestión institucional con los retos civilizatorios actuales. No basta con tener comités de sostenibilidad o cátedras de ODS: hace falta integrar estos compromisos en la estrategia central de las universidades.

De universidades que tenemos, a las que necesitamos

Formar liderazgos éticos, construir ciudadanía crítica, tejer redes de cooperación Sur–Sur y Norte–Sur, desmercantilizar el conocimiento, apostar por la ciencia abierta: estos son algunos de los desafíos a los que se enfrentan las universidades si quieren contribuir a una transformación con sentido.

Educar, investigar y transferir conocimiento no son actividades neutrales. Cada elección académica –qué investigar, con qué fines, desde qué lenguajes y con qué actores– implica una toma de postura ética. Proponemos, por tanto, una ética para la acción universitaria que vaya más allá de la retórica: una ética comprometida, abierta, corresponsable y situada en el tiempo que nos toca vivir.




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Estudiar e investigar ¿para qué?

Esta ética exige reconocer que el conocimiento no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para transformar la realidad. La universidad debe preguntarse constantemente: ¿a quién sirve este saber? ¿Qué efectos tiene su aplicación? ¿Quién queda excluido? Adoptar esta perspectiva implica asumir que el mérito académico debe complementarse con valores como el cuidado, la justicia cognitiva, la equidad intergeneracional y la sostenibilidad.

Una ética para la acción también obliga a revisar los modos en que se produce y comparte el conocimiento. Apostar por la ciencia abierta, por el acceso libre a datos y publicaciones, por metodologías participativas y por el reconocimiento del saber situado de comunidades tradicionales o vulnerables, es parte esencial de este compromiso. No basta con la excelencia científica; se requiere también relevancia social y sensibilidad moral.

Mejorar el mundo

Una universidad ética es aquella que no se limita a describir el mundo, sino que trabaja activamente para mejorarlo. Es aquella que, al tiempo que forma para el empleo, también forma para la vida en común, para el compromiso democrático, y para la responsabilidad frente al otro y al planeta.

En definitiva, proponemos que la universidad recupere su alma pública. Con sus 26 000 instituciones, 254 millones de estudiantes y 18 millones de docentes en todo el mundo tiene una potencia transformadora extraordinaria. Para activarla necesita coraje institucional, visión ética y voluntad política. Porque si bien la universidad no puede salvar el mundo por sí sola, ninguna solución profunda será posible sin ella.

La universidad necesita asumir que su rol no es solamente formar profesionales ni publicar papers. Es ayudar a construir futuros sostenibles.

The Conversation

Rubén Garrido-Yserte recibe fondos de proyectos de investigación de convocatorias públicas.

ref. ¿Cómo pueden las universidades mejorar el mundo? – https://theconversation.com/como-pueden-las-universidades-mejorar-el-mundo-264431

50 años de ‘Los tres días del cóndor’ y el legado de Robert Redford

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Pablo Castrillo Maortua, Profesor del Departamento de Cultura y Comunicación Audiovisual, Universidad de Navarra, Universidad de Navarra

La película Los tres días del cóndor, que cumple 50 años, fue una de las siete colaboraciones entre el director Sydney Pollack y el recientemente fallecido Robert Redford. Este filme transportó el tropo hitchcockiano del inocente incriminado –Sabotaje (1942), Con la muerte en los talones (1959)– a un nuevo ethos: el de los atribulados y liberales setenta.

Su protagonista, el empollón y desmañado Joe Turner (claro que cualquiera querría ser desmañado con esos mechones rubios y esa mirada de cristal azul), forjó un nuevo tipo de héroe contemporáneo: el intelectual o analista convertido en agente que después veríamos en las innumerables adaptaciones de Jack Ryan (novelas de Tom Clancy), El informe pelícano (1993), Conspiración (1997) o la más reciente y muy estimable Amateur (2025).

Tráiler en inglés de Los tres días del cóndor.

Un héroe improbable

Ya hace medio siglo, Cóndor se asomaba al abismo de la ansiedad tecnológica. Su primera secuencia se recrea en un conjunto de aparatos dedicados al escaneo y recopilación de información, cuyo zumbido electromecánico más tarde amortiguará los disparos de los asesinos a sueldo que asaltan la oficina clandestina de la CIA.

Turner se salva precisamente por ser un friki: es el tipo que aparca su ciclomotor en el ángulo exacto en que la cámara de seguridad le permite tenerlo vigilado, el que resuelve acertijos que desconciertan a toda la oficina (de analistas de inteligencia) y la clase de persona que sabe a qué hora exactamente va a llover. Por eso sale a recoger la comida por la puerta trasera –“se ahorra una manzana”, explica la secretaria al frustrado guardia de seguridad– y evita así acabar acribillado.

Desde ese momento, este protagonista gafoso y comelibros debe ir ascendiendo la empinada pendiente del heroísmo, hasta desenmascarar y desafiar las estructuras de poder más secretas y temibles del Estado. Turner adquiere así la condición del ciudadano convertido en blanco móvil, para quien la amenaza está en todas partes: “que estés paranoico no significa que no te estén persiguiendo”.

Un hombre revisa un teléfono en un edificio medio a oscuras.
Robert Redford en una escena de Los tres días del cóndor.
FilmAffinity

Confiar o no confiar

Precisamente, uno de los problemas existenciales que explora la película es si, en un mundo regido por “el negocio de la sospecha”, aún existe la posibilidad de confiar. Al inicio, Turner protesta contra los requerimientos de confidencialidad de su trabajo, porque “resulta que confío en algunas personas”. Pero cerca del final, cuando apenas ha salvado la vida por una afortunada confluencia de intereses, el sicario profesional Joubert (Max von Sydow) le ofrece un augurio:

“Sucederá así. Puede que vayas caminando. Quizá el primer día soleado de la primavera. Un coche se detendrá a tu lado, y una puerta se abrirá, y alguien a quien conoces, tal vez incluso en quien confíes, saldrá del coche. Y sonreirá, una sonrisa que te hará sentir bien. Pero dejará abierta la puerta del coche y se ofrecerá a llevarte”.

La profecía no se cumple en su literalidad, pero casi.

Política de casualidad

Sin embargo, el comentario político de Los tres días del cóndor fue circunstancial e incluso fortuito.

Por una parte, la recepción de la película se vio envuelta en cierta controversia, porque coincidió en el tiempo con el escándalo de “Las Joyas de la Familia”, una serie de documentos internos de la CIA que revelaban operaciones de vigilancia ilegales a lo largo de los años. Algunos de ellos –el conjunto no se desclasificaría hasta 2007– llegaron a la portada de The New York Times en diciembre de 1974, con el filme todavía en producción .

Pollack trató de desactivar las acusaciones de haber hecho propaganda anti-establishment: “la intención era hacer [una película] fiel al género del thriller y, en ese marco, explorar algunas ideas sobre la sospecha, la confianza, incluso la moralidad”. Era algo así –añadía– como una parábola preventiva, que tomaba a la CIA “como una metáfora” y extraía “conclusiones de la América post-Watergate”.

Además, la película se enmarcó involuntariamente en el imaginario traumatizado del siglo XXI gracias a su auténtica devoción visual por las Torres Gemelas, inauguradas apenas dos años antes. Que la película ubicase las oficinas neoyorquinas de la CIA en el complejo tal vez fuera pura ficción, pero su relectura posterior a 2001 es punzante, si no amargamente irónica. Además, resultó que la Agencia sí tenía una oficina secreta en el World Trade Center, pero en el edificio n.º 7 y no en una de las Torres, como la película da a entender.

Un hombre en la entrada de un edificio con ventanas gigantes.
Escena de Los tres días del cóndor con Robert Redford dentro de una de las Torres Gemelas, en donde se supone que se encuentra la CIA.
IMDB

Todos los hombres… contra la CIA

El caso Watergate es una clave de lectura indispensable para Los tres días del cóndor y, probablemente, para gran parte de la carrera de Redford.

En aquel escándalo de la Administración Nixon, se demostró que exoperativos de la CIA prestaron servicios ilegales a la Casa Blanca. Así lo documentó ejemplarmente The Washington Post y dramatizó –también ejemplarmente– Todos los hombres del presidente, de nuevo con Robert Redford, mano a mano con otro icono de los setenta, Dustin Hoffman. Este thriller periodístico de Alan J. Pakula llegó a los cines sólo siete meses después de Cóndor, en abril del 76.

La concurrencia de su estrella protagonista y un retrato también ensombrecido de la CIA debieron de hacer inevitable la lectura concertada de ambas películas. Y ese diálogo no se expresa en ningún sitio mejor que en sus respectivos planos finales.

Un grupo de hombres en un despacho parecen mirar algo fuera del encuadre.
Dustin Hoffman y Robert Redford (desde la izquierda) en una escena de Todos los hombres del presidente.
FilmAffinity

En Cóndor, Turner ha confiado el relato de los crímenes cometidos por la Agencia al The New York Times, pero el villanesco agente de la CIA parece implicar que sus tentáculos también se extienden por la redacción: “¿cómo sabes que lo publicarán?”. Después de hacer una confesión de fe –“Lo publicarán”– Pollack congela el fotograma de Redford perdiéndose entre el bullicio navideño de Manhattan. Mientras la pregunta aún resuena en nuestra mente, a Turner no le queda más remedio que perderse en el anonimato con la esperanza de que no se cumpla la profecía del sicario.

En cambio, el plano final de Todos los hombres del presidente responde en sentido opuesto: los periodistas Woodward y Berstein –Redford y Hoffman– teclean con disciplina de soldados al fondo de la redacción medio vacía del Washington Post. Mientras, en primer plano, la televisión se queda el protagonismo informativo de la inauguración presidencial de Nixon, ajena al efecto que pronto tendrá el trabajo de los dos reporteros: confesiones, sentencias judiciales… y la dimisión del presidente.

Un clásico de medio siglo

Es difícil calibrar el impacto de Los tres días del cóndor en la historia no ya del suspense o incluso del cine, sino de la cultura popular en su conjunto.

Pasado el exitoso ciclo de thrillers de conspiración de los setenta, la tecno-paranoica Enemigo público (Tony Scott, 1998) se volvió tristemente profética de lo que vendría tras el 11-S. El propio Sydney Pollack juzgó oportuno actualizarse en ese nuevo contexto de terror y trauma. La intérprete (2005), igualmente paranoica y ambientada en las calles de Manhattan, alteraba la trama del inocente incriminado, encuadrando el descubrimiento accidental de un magnicidio en la noción de venganza, y alegorizando así el ánimo de una nación todavía malherida y renqueante.

Un hombre y una mujer hablan frente a frente.
Sean Penn y Nicole Kidman en una escena de La intérprete.
FilmAffinity

Poco después, las series de televisión Rubicon (2010) y, más obviamente, Cóndor (2018-2020) tomaban el arquetipo del analista rebelde y la conspiración gubernamental para actualizar sus motivos y su contexto tecnológico, amplificados en órdenes de magnitud.

Pero quizá el impacto más duradero fue el del propio Robert Redford, quien no sólo encarnó a Bob Woodward, sino que persistió en un cine políticamente comprometido, especialmente en sus últimas décadas, dirigiendo películas como Leones por corderos (2007), La conspiración (2010) y Pacto de silencio (2012), títulos que de forma más literal o alegórica escrutaban el corazón de los EE. UU. a la luz de su historia política.

Ahora, en medio de pugnas interesadas entre la Casa Blanca y los medios, hemos despedido a Robert Redford. Los tres días del cóndor y su filmografía política son sólo una pequeña parte de su colosal contribución a la historia del cine, a la que dio forma junto con toda una generación de estrellas –Paul Newman, Jane Fonda, Sidney Poitier, Warren Beatty– que no solo eran inimitablemente carismáticas sino políticamente conscientes, y que se implicaron en historias que reflejaban o cuestionaban el espíritu de su tiempo, demostrando que el cine de Hollywood podía ser a la vez popular, respetuoso y desafiante para la audiencia.

The Conversation

Pablo Castrillo Maortua no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. 50 años de ‘Los tres días del cóndor’ y el legado de Robert Redford – https://theconversation.com/50-anos-de-los-tres-dias-del-condor-y-el-legado-de-robert-redford-265893

Doctora, no puedo oler: ¿tengo párkinson?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Jannette Rodríguez Pallares, Profesora Titular de Anatomía y Embriología Humana, Universidade de Santiago de Compostela

Denys Kurbatov/Shutterstock

En una mágica escena de la película Ratatouille (2007), el crítico gastronómico Anton Ego, famoso por su carácter hostil y oscuro, viaja instantáneamente al pasado al probar un plato que le revive su infancia. No fueron necesarias imágenes; solo un aroma.

El olfato es el más silencioso de nuestros sentidos, pero también uno de los más poderosos. Puede abrir de golpe la puerta a recuerdos que creíamos olvidados.

También es el más personal y subjetivo. De ahí que sea tan difícil establecer un ranking de los mejores olores. Donde sí parece haber consenso es en el “peor olor del mundo”, y no son sus zapatos. En 1889, en un laboratorio alemán, tras una reacción química con un compuesto químico llamado tioacetona se produjo un hedor tan terrible que causó vómitos y desmayos a kilómetros de distancia, obligando a evacuar la ciudad de Friburgo. Se desconoce en qué se convirtió la tioacetona para generar tal pestilencia, aunque nadie parece interesado en averiguarlo.

¿Pero qué ocurre cuando empieza a fallar? ¿Y si la pérdida de olfato fuera algo más que un síntoma pasajero?

Cuando un aroma habla de lo que sentimos

El olfato es una ventaja evolutiva: nos advierte de peligros invisibles y nos pone en guardia. Pero un aroma también puede influir en nuestras decisiones. Y esto lo saben bien las grandes marcas, que perfuman sus tiendas con fragancias que conectan con nuestras emociones y nos invitan a quedarnos.




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Y es que los olores tienen la capacidad despertar recuerdos y emociones intensas. El responsable es el bulbo olfatorio. Esta pequeña región, localizada muy cerca de la nariz, recibe las señales olfativas y las envía a las zonas del cerebro que manejan nuestra memoria y emociones.

Imagen anatómica con la localización del bulbo olfatorio y los nervios olfativos.
Localización del bulbo olfatorio y los nervios olfativos.
MattL_Images/Shutterstock

A pesar de su importancia, el olfato sigue siendo el más desconocido de los sentidos y, a menudo, el más subestimado. Cuando se desvanece, suele pasar desapercibido.

Y no somos conscientes de su importancia hasta que nos falta. Como le ocurrió a Michele Crippa, un afamado supercatador italiano que perdió su “herramienta de trabajo” durante la pandemia. Aunque recuperó el olfato semanas después, empezó su pesadilla particular. Su olfato se había distorsionado: las naranjas olían a plástico quemado, el melocotón a albahaca y la vainilla le daba asco. Posiblemente porque las neuronas de su bulbo olfatorio se habían dañado.

Sin embargo, su ausencia podría significar más: una señal de alerta que nos envía nuestro cerebro desde lo más profundo.

Pérdida de olfato, ¿resfriado o un signo de párkinson?

Todos, en alguna ocasión, nos hemos quedado sin olfato; basta un simple resfriado. Sin embargo, es mucho menos conocido que puede ser un síntoma temprano de enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer o el párkinson. Es más, se sabe desde hace tiempo. Lo sorprendente es que la pérdida ocurre años antes de que aparezcan los síntomas de estas enfermedades.

Entonces, ¿podría servir la pérdida de olfato para predecir el párkinson? Y la respuesta, como buena gallega, es: depende. Vayamos por partes.

Una señal de socorro cuando los olores se desvanecen

Uno de los grandes problemas de las enfermedades neurodegenerativas es que, en el momento de diagnosticarlas, el daño ya está muy avanzado. En el caso de la enfermedad de Parkinson, cuando aparecen los primeros síntomas, como rigidez y temblores, se han perdido más de la mitad de las neuronas que producen dopamina, neurotransmisor que controla el movimiento.

La identificación de síntomas tempranos como la pérdida de olfato –que afecta hasta al 90 % de los pacientes– podría servir como biomarcador, alertándonos de la presencia de la enfermedad. De esta manera sería posible diagnosticarla mucho antes y acceder a tratamientos más efectivos.

El problema es que no es una manifestación exclusiva del párkinson: también puede aparecer con el envejecimiento, el estrés u otras patologías. Y, a menudo, le restamos importancia.

Aún no sabemos con certeza por qué se produce la pérdida de olfato en las enfermedades neurodegenerativas, aunque tenemos algunas pistas. En algunos pacientes de párkinson, la enfermedad podría comenzar en el bulbo olfatorio mucho antes de extenderse a las zonas que controlan el movimiento. La razón es que ciertos virus, pesticidas o toxinas que inhalamos podrían dañarlo y provocar alteraciones de ese sentido.

En el caso de la enfermedad de Alzheimer, los daños podrían empezar en una minúscula región azulada del tallo del encéfalo llamada locus coeruleus, como acaba de revelar un reciente estudio. Este “botón de alerta” nos mantiene despiertos y concentrados y conecta con el bulbo olfatorio, relacionando olores y emociones. Cuando esa comunicación se rompe, se producen problemas de olfato mucho antes de que aparezcan los primeros signos de demencia.

En definitiva, la pérdida de la capacidad de oler no sería un síntoma de la enfermedad en sí misma, sino una señal que nos alerta de que el proceso degenerativo ha comenzado.

El olfato al servicio del diagnóstico: cuando la nariz habla

Cuando un paciente llega a la consulta, no siempre es fácil distinguir entre la enfermedad de Parkinson y otras patologías motoras similares. La pérdida de olfato, combinada con otras pruebas y señales, podría ayudar a confirmar el diagnóstico.

Y no solo eso. Esa señal también podría ayudarnos a predecir su progresión, ya que se relaciona con formas más severas de la enfermedad.

Además, la pérdida de olfato en el párkinson es selectiva. Es decir, los pacientes perciben con normalidad olores agradables como el del chocolate, pero tienen dificultades para captar los neutros o desagradables, como el que emana el jabón, el humo o el caucho.

Otros pacientes, sobre todo mujeres, experimentan algo todavía más extraño: alucinaciones olfativas. Perciben olores “fantasma”, como tabaco o leña quemada, cuando realmente no existen.

Incluso, por increíble que parezca, el párkinson tiene su propio aroma: amaderado y almizclado. Y esto lo sabemos gracias a Joy Milne, una escocesa con un olfato extraordinario que logró reconocer este olor particular en su marido, afectado por la enfermedad.

La pérdida de olfato puede parecer solo una cuestión de “nariz”, pero en realidad es una ventana abierta al cerebro, y la ciencia lo sabe. Gracias a ella podremos asomarnos para descifrar sus secretos. Y esa valiosa información nos ayudará a cuidar y mejorar la calidad de vida de quienes padecen estas enfermedades.

The Conversation

Jannette Rodríguez Pallares es miembro de la Sociedad Española de Neurociencia y recibe fondos de investigación del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. El grupo de investigación del que forma parte recibe fondos de investigación del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, Xunta de Galicia y FEDER.

ref. Doctora, no puedo oler: ¿tengo párkinson? – https://theconversation.com/doctora-no-puedo-oler-tengo-parkinson-264946