Source: The Conversation – (in Spanish) – By Claudia Lorenzo Rubiera, Editora de Cultura, The Conversation

“Lo segundo es chingarte, lo primero es Dios” cantaba Rosalía en “Hentai” hace más de tres años, un tema erótico que levantó ampollas y provocó alabanzas. En esa y otras referencias anteriores ya quedaba claro que para la artista la religión es algo importante en su proceso creativo (y probablemente personal). Por eso, aunque ahora se haya sumado estéticamente a la santidad, la búsqueda espiritual de Rosalía no es frívola y viene de lejos.
Se acaba de publicar LUX, su nuevo álbum, uno de los lanzamientos que más expectación ha causado desde que hace poco más de dos semanas Rosalía lo presentase al mundo en Times Square, Nueva York, y la madrileña plaza de Callao. Después del rugido internacional que fue Motomami, la cantante se ha dedicado a leer, investigar, componer y mezclar idiomas para elaborar una obra majestuosa en la que en vez de mirar hacia fuera ha decidido mirar hacia dentro, inspirándose, entre otras, en místicas cristianas.
Además de la música, Rosalía siempre ha cuidado la precisión de las letras que incluye en sus canciones. Y lo ha hecho sonoramente (en “Chicken Teriyaki” la voz era un instrumento más de percusión) y lingüísticamente (adaptándose al lenguaje del género en el que canta). Pero también lo ha hecho literariamente. Como queda patente ya en su primer single, “Berghain”, todo lo que escribe, cada referencia, cada metáfora, tiene un porqué.
El movimiento MABA
En cambio, hay otras decisiones que se toman y que nadie sabe muy bien de dónde vienen. La afición del presidente estadounidense Donald Trump por reconstruir Washington es una de ellas. Uno de sus empeños en esta segunda legislatura es el de hacer que su país vuelva a ser “bello” (‘Make America Beautiful Again’) y por lo visto se ha encomendado a los romanos para lograrlo, aunque en Estados Unidos no haya ningún tipo de vínculo histórico con esa Antigüedad. Pero, como nunca nos cansamos de decir, cualquier cosa que queramos hacer ya fue barruntada y ejecutada por los romanos… y los poderosos lo saben.
Viajar y dejar huella
Esta semana hice un viaje: con mochila, asiento de avión apretado, horarios justos, tensión a la hora del embarque y todas esas pequeñas rutinas a las que nos hemos acostumbrado en el siglo XXI.
Sin embargo, en el XVII, el príncipe Cosimo III de Medici se movía de otra forma. Así se recorrió la península ibérica con un séquito de veintisiete personas, en el que se encontraban un diplomático, encargado de escribir la crónica de su viaje, y un pintor florentino, que plasmaba, en tinta negra sobre papel, las vistas de los lugares que iban visitando.
Ahora, un equipo de académicos españoles ha iniciado un proyecto de investigación en el que analizarán algunas de las imágenes de ese artista: Pier Maria Baldi. Lo hacen, entre otras cosas, porque esos dibujos, además de dar testimonio de un viaje, desvelan secretos de localizaciones que no han llegado a nuestros días.
La magia del cine
Volvemos al cine (y a la literatura) porque está estrenándose en varios países (con cuentagotas y gran expectación) la nueva adaptación de la novela del argentino Manuel Puig, El beso de la mujer araña. Esta vez el filme adopta el formato musical (porque bebe de la representación que se hizo en Broadway en los 90) y tiene en Jennifer Lopez a su mejor embajadora.
Como hay todavía muchos lugares en los que la fecha de estreno está pendiente, Laura Martínez Català, experta en la figura del autor, nos sumerge en los atractivos de la novela para animar a quien todavía no la haya leído a que no espere más. Y si alguien se pregunta, con cansancio, si estamos ante el enésimo remake hollywoodiense, Martínez Catalá tiene una reflexión: cómo podría dejar de ser revisitado un libro “que quiebra esquemas, desafía discursos intransigentes y nos sacude el alma tan suave como dolorosamente”.
De palabras y signos
Y acabamos como empezamos: hablando de lenguaje (no de Rosalía, aunque el álbum probablemente traiga cola), una facultad humana tan práctica como mágica.
Por ejemplo, leyendo los comentarios de este artículo sobre la diferencia que hay entre los subtítulos y el doblaje de un producto audiovisual aprendí de su autora que leer palabras agresivas o malsonantes nos resulta más violento que escucharlas. Por eso a veces en un idioma no sale escrito exactamente lo que el actor acaba de decir en otro. Esas y muchas otras razones son las que explica Marta González Quevedo a la hora de analizar las diferencias de traducción que existen en las películas y las series.
Otro ejemplo de la maleabilidad del lenguaje lo analiza Iván Ramírez Sánchez al explicar cómo el español comienza a beber de los términos utilizados en el mundo de los videojuegos, un “idioma” que provoca la creación de verbos tan desconocidos para mí como ‘farmear’, ‘kitear’ o ‘mainear’.
Y por último, uno de mis artículos favoritos de todos los tiempos: ¿por qué usamos metáforas espaciales cuando queremos hablar del paso del tiempo?
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– ref. Suplemento cultural: lo de la Rosalía – https://theconversation.com/suplemento-cultural-lo-de-la-rosalia-269021









