El espejo robótico: ¿tan buenos somos los humanos como para querer copias?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Nagore Osa Arzuaga, Docente e investigadora en Innovación en Diseño Industrial, con especialización en Diseño de Interacción Humano-Robot y Factores Humanos, Mondragon Unibertsitatea

El parecido humano en los robots atrae la atención, pero también revela el punto ciego del antropocentrismo tecnológico. Andy Kelly / Unsplash, CC BY

Los robots llenan titulares cuando nos imitan: conversan con voz casi humana, escriben textos que parecen nuestros o “leen” emociones en una pantalla. Pero el salto que de verdad importa es otro: dejar de copiarnos y empezar a complementarnos, diseñando capacidades que tapen nuestras grietas –atención, sesgos, fatiga– y valorar a las máquinas por su impacto en las personas, no por lo humanas que parecen.

Robótica cognitiva: ¿humanos digitales?

Tal vez, si nos hablan de robótica cognitiva, no sepamos qué es eso. Pero seguro que hemos leído alguna noticia sobre Neuralink, la empresa de Elon Musk que busca conectar cerebros y ordenadores; o hemos visto androides que bailan torpemente, o conocemos a los robots de Amazon, que recorren los almacenes cargados de paquetes.

La robótica cognitiva busca dar a la máquina algo más que fuerza y precisión: habilidades parecidas a las de los humanos o animales. No se trata solo de mover motores y sensores, sino de que sean capaces de percibir, recordar, aprender, anticipar y adaptarse cuando las cosas cambian. Su objetivo es pasar del “robot que repite” al que entiende el contexto. Para ello, integra disciplinas como la inteligencia artificial, las ciencias cognitivas o la biología.

Drones y prótesis cerebrales

Dentro de este campo, hay estrategias muy distintas. Por ejemplo, la robótica de enjambre, inspirada en hormigas o abejas, estudia cómo robots simples logran juntos lo que uno solo no podría: desde drones que se coordinan en rescates hasta máquinas que se reparten las tareas en un almacén.

En cambio, enfoques como la neurorrobótica o la robótica del desarrollo buscan imitar la cognición humana, modelando el cerebro o copiando los mecanismos de aprendizaje de los niños.

Lo que empezó como un reto académico ya está saliendo de los laboratorios. Vemos robots sociales en aulas y hospitales, enjambres en la industria logística o prótesis que se controlan con señales cerebrales. Avanzan, pero con límites: aún dependen de entornos controlados, carecen de “sentido común” y no generalizan bien lo aprendido.

Sin embargo, en nuestra investigación elegimos mirar en otra dirección. Más allá de resolver cada obstáculo técnico, nos preguntamos: ¿realmente nos beneficia que los robots se parezcan tanto a nosotros?

El punto ciego del antropocentrismo

Durante décadas, hemos medido el progreso en robótica con una vara muy concreta: ¿se parece a nosotros? Hablamos de visión “al nivel humano”, razonamiento “casi humano” o manos “tan hábiles como las nuestras”. Pero el parecido no garantiza impacto en contextos reales de trabajo o cuidado. Y ahí está la trampa: si aspiramos a copiar lo humano, también copiamos sus límites.

Pensemos en tareas críticas que requieren vigilancia constante: los humanos fallamos de forma predecible. La atención sostenida se desploma con el tiempo y el rendimiento cae. No podemos olvidar que el humano se cansa.

A esto se suman nuestros sesgos cognitivos. Tendemos a confirmar hipótesis previas, a confiar demasiado cuando una herramienta acierta a menudo, o a ignorar señales contradictorias. El resultado es conocido: errores evitables y decisiones poco fiables.

Un estudio reciente que analiza de forma sistemática los campos de la robótica cognitiva y la colaboración humano-robot apunta en la misma dirección: los temas de cognición (aprendizaje, predicción, intención) y de colaboración (tarea, control, seguridad, confianza) crecen, pero lo hacen por caminos separados. Los hallazgos clave indican que, si bien los avances en la robótica cognitiva han dado lugar a sistemas más autónomos y adaptables, integrarlos eficazmente en las prácticas de colaboración con las personas sigue siendo un desafío.

Si el estándar de éxito de un robot cognitivo es “parecerse a nosotros”, acabará heredando exactamente las mismas debilidades. Y si hablamos de colaboración con las personas, no parece el escenario más deseable.

La imagen del robot humanoide está anclada en el imaginario colectivo, pero puede no ser una solución tan necesaria en la práctica.
Taiki Ishikawa / Unsplash, CC BY

De heredar fallos a solucionarlos

Si copiar lo humano hace que el robot herede nuestras debilidades, cambiemos la pregunta: ¿qué puede aportar un robot precisamente por no ser humano? Partamos de nuestras limitaciones reales –lapsos de atención, sesgos, fatiga, carga física…– y dotemos a los robots de capacidades que las compensen.

A esta misma inquietud han respondido otros autores con propuestas como la de los “superpoderes robóticos”, desarrollada por Robin Neuhaus, experto en diseño de interacción humano-robot.

Hay tres familias de “superpoderes” fáciles de visualizar. Los físicos implican que los robots no sienten dolor ni fatiga y mantienen precisión constante. Sirven, por ejemplo, para sostener tareas largas y delicadas sin perder pulso ni ritmo.

Por otro lado, los cognitivos les dotan de cero necesidad de competir, paciencia infinita y foco sostenido. Pueden repetir una instrucción cien veces sin molestarse, pedir confirmación cuando algo es ambiguo y no tomar nada como algo personal.

Por último, tenemos los superpoderes comunicativos: se expresan sin ambigüedades ni dobles lecturas, no discriminan ni se ofenden. Traducen estados internos complejos en mensajes simples y oportunos (qué pasa, por qué importa y cuál es el siguiente paso), lo que elimina malentendidos.

Esquema de los ‘superpoderes’ robóticos o esas capacidades en que los robots podrían cubrir nuestras debilidades.
Nagore Osa Arzuaga.

De espejo a aliado

Este giro no es tanto tecnológico como metodológico. Las piezas técnicas ya existen. Falta cambiar el punto de partida: diseñar desde las personas, no desde el potencial de la máquina. Solo así podremos hablar de robots realmente centrados en el humano: definidos por nuestras necesidades, codiseñados con quienes los usan y evaluados por su impacto en el trabajo, la seguridad y el bienestar.

Seguir construyendo espejos solo hereda nuestras grietas. Si queremos robots que de verdad nos ayuden, cambiemos el guion: un superpoder útil antes que un “casi humano” brillante.

The Conversation

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

ref. El espejo robótico: ¿tan buenos somos los humanos como para querer copias? – https://theconversation.com/el-espejo-robotico-tan-buenos-somos-los-humanos-como-para-querer-copias-265121

Unos pocos grados de diferencia pueden marcar la frontera entre la vida y la muerte de la vid

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Àlex Giménez Romero, Doctor en Física de Sistemas Complejos, Instituto de Física Interdisciplinar y Sistemas Complejos (UIB-CSIC)

Hoja de una vid afectada por la enfermedad de Pierce. Emanuele Mazzoni Photo/Shutterstock

La vid es uno de los cultivos más emblemáticos del mundo. No solo es la base de la producción de vino, un motor económico y cultural en países de clima mediterráneo tales como España, Italia o Francia, sino que también forma parte de su paisaje, historia e identidad gastronómica.

Basta pensar en el valor que tienen los viñedos para el turismo, el empleo rural o la proyección internacional de nuestras regiones vinícolas para entender hasta qué punto el vino forma parte de lo que somos.

Desafortunadamente, este patrimonio está amenazado. Entre los muchos problemas que afectan a los viñedos destaca la enfermedad de Pierce, causada por la bacteria Xylella fastidiosa. Este patógeno, transmitido por insectos que se alimentan de la savia, coloniza los vasos del xilema, el tejido de las plantas que transporta agua y minerales desde las raíces, hasta bloquearlos. ¿El resultado? Hojas secas, un debilitamiento progresivo y, finalmente, la trágica muerte de la vid.




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Una enfermedad sensible al clima

Esta amenaza, sin embargo, no se distribuye por igual en todas las regiones, en las que el clima juega un papel crucial. La influencia de las condiciones climáticas es doble: por un lado, afecta directamente al crecimiento de la bacteria y, por otro, a los insectos que la transmiten. La temperatura, en particular, es determinante para el desarrollo de la fastidiosa Xylella dentro de la planta.

Por eso, mientras las regiones cálidas presentan una mayor incidencia de la enfermedad, en las zonas frías es prácticamente inexistente. Históricamente, de hecho, el frío invernal en zonas de Europa con temperaturas continentales ha actuado como un “escudo climático” natural, protegiendo a los viñedos de este devastador patógeno.

El progresivo aumento de las temperaturas globales, sin embargo, amenaza con desmantelar esta barrera natural. Según estudios recientes, el riesgo de que la enfermedad de Pierce se establezca en Europa aumenta de forma generalizada y significativa con el cambio climático.

De hecho, si la temperatura media global supera en 3 °C los niveles preindustriales, la enfermedad podría propagarse más allá de la región mediterránea. El impacto varía por países: Portugal y Grecia enfrentarían el aumento más drástico, mientras que en Francia e Italia el riesgo podría dispararse en las denominaciones de origen protegidas (DOP), con un clima más propicio a la enfermedad, llegando a afectar hasta al 41 % y 82 % de sus regiones vinícolas, respectivamente.

Curiosamente, salvo en zonas costeras de Cataluña, España parece mantener un nivel de riesgo similar independientemente del escenario de calentamiento.




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Una mirada con lupa: el papel de los microclimas

En nuestro estudio más reciente hemos querido cambiar la escala de observación. En lugar de analizar siglos de historia o escenarios futuros globales, hemos mirado con lupa al presente para hacernos una pregunta. ¿Qué ocurre si estudiamos la enfermedad a nivel de microclimas?

Para ello utilizamos datos climáticos de alta resolución espacial que permiten detectar variaciones locales de temperatura, incluso dentro de una misma región vitivinícola. No todos los viñedos experimentan el mismo clima: una orientación distinta, una mayor altitud o la proximidad a un valle pueden cambiar notablemente las condiciones térmicas. Asimismo, un mapa de inferior resolución, al dar valores promedio en zonas con relieve, no da cuenta de microclimas en riesgo.

Al combinar esos datos con modelos epidemiológicos, descubrimos que el riesgo de enfermedad no es homogéneo: unos grados de diferencia entre viñedos vecinos pueden marcar la frontera entre la seguridad y la vulnerabilidad de las cosecha.




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Cuando el detalle lo cambia todo

El análisis con datos climáticos de alta resolución que llevamos a cabo arrojó un resultado inesperado. En lugar de ofrecer simplemente una imagen más nítida de lo que ya se veía con mapas de menor detalle, las predicciones cambiaron de forma drástica. Zonas que antes parecían seguras, que se habían promediado con otras con menos riesgo, pasaban a mostrar un riesgo elevado cuando se tenían en cuenta las variaciones locales de temperatura.

Comparación del riesgo de la enfermedad de Pierce en el noroeste de la Península Ibérica según la resolución de los datos climáticos empleados. A la izquierda, el mapa elaborado con datos de media resolución sugiere un riesgo limitado a unas pocas áreas costeras. A la derecha, el análisis con datos de alta resolución revela un panorama muy distinto: aparecen extensas zonas de riesgo a lo largo de los valles fluviales y en áreas donde se concentran los viñedos.
CC BY-NC

Estas sorpresas se concentraron sobre todo en torno a los valles fluviales. En estos paisajes, el relieve genera fuertes gradientes de altitud, y con ellos cambios bruscos de temperatura en pocos kilómetros o incluso metros. Cuando se utilizan datos de baja resolución, esas diferencias quedan ocultas en los promedios, y el riesgo real no aparece. En cambio, al trabajar con datos más detallados, se revelan áreas vulnerables que antes permanecían invisibles.

La importancia de este hallazgo es doble. Por un lado, demuestra que la resolución climática puede transformar por completo la evaluación del riesgo. Por otro, es especialmente relevante porque precisamente en esos valles suelen concentrarse muchos viñedos. Lo que parecía una falsa tranquilidad en mapas de baja resolución se convierte, al mirarse con más detalle, en un foco de vulnerabilidad para la viticultura.




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¿Que significa este descubrimiento para la viticultura?

Estos resultados tienen implicaciones inmediatas. Si los mapas de baja resolución ofrecen una falsa sensación de seguridad, confiar en ellos puede llevar a subestimar el riesgo real en regiones clave. La consecuencia es evidente: se corre el peligro de que la enfermedad de Pierce se establezca en áreas que se creían protegidas y, por tanto, menos vigiladas.

Por eso, la resolución climática deja de ser un aspecto técnico secundario y se convierte en una herramienta crítica para la gestión vitivinícola. Mapas de riesgo de alta resolución permiten identificar parcelas especialmente vulnerables, diseñar planes de vigilancia más precisos y priorizar medidas de control en las zonas con mayor exposición.

Además, este trabajo muestra que la adaptación al cambio climático no se juega solo a nivel global, sino también en la gestión del territorio a pequeña escala. Las denominaciones de origen y las autoridades agrícolas pueden usar esta información para anticipar brotes, orientar prácticas de cultivo o incluso planificar la ubicación futura de los viñedos.

Ante la amenaza de los efectos del cambio climático, donde se esperan transformaciones aún mayores en la distribución del riesgo, trabajar con el máximo detalle disponible es esencial para proteger tanto la producción como el patrimonio cultural asociado al vino.

The Conversation

Àlex Giménez Romero recibe fondos de la Agencia Española de Investigación (AEI).

Manuel A. Matias recibe fondos de la Agencia Española de Investigación (AEI) y no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo y declara carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

Eduardo Moralejo Rodríguez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Unos pocos grados de diferencia pueden marcar la frontera entre la vida y la muerte de la vid – https://theconversation.com/unos-pocos-grados-de-diferencia-pueden-marcar-la-frontera-entre-la-vida-y-la-muerte-de-la-vid-264951

¿Por qué las víctimas de acoso digital se convierten en acosadores?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Joaquín Manuel González Cabrera, Docente e Investigador Principal del Grupo Ciberpsicología y del Área de Bienestar Emocional en el Instituto de Transferencia e Investigación (ITEI), UNIR – Universidad Internacional de La Rioja

Farknot Architect/Shutterstock

Clara, 13 años, recibió un mensaje ofensivo en el grupo de clase de WhatsApp. Al principio pensó que sería algo puntual, pero pronto empezaron a llegar burlas, montajes y comentarios cada vez más crueles y frecuentes. Días después, cansada y enfadada, decidió desquitarse publicando memes sobre otro compañero. Algunos se rieron, otros pusieron emojis de risas y otros muchos guardaron silencio. De todos lo que lo vieron, nadie intervino para mejorar la situación. En cuestión de semanas, Clara había pasado de ser víctima a convertirse también en agresora y observadora pasiva de lo que sucedía a su alrededor.

Esta historia, basada en casos observados en nuestras investigaciones, demuestra que el ciberacoso es mucho más que un suceso aislado entre un agresor y una víctima. Se trata de una dinámica social compleja, sorprendentemente cíclica. A los roles que tradicionalmente asociamos al acoso en la red –cibervíctima y ciberagresor– se le suma un tercero en discordia: el ciberosbservador. Este enfoque triangulado capta mejor la realidad en la que una persona puede ser simultáneamente las tres cosas: cibervíctima–ciberagresor–ciberobservador (así como presentar solo uno de los roles o combinaciones de dos).




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De hecho, ser cibervíctima hoy aumenta significativamente las probabilidades de convertirse en un ciberagresor o en un ciberobservador en el futuro. Este hallazgo subraya una realidad preocupante: la violencia engendra violencia, y para romper el círculo vicioso del ciberacoso, necesitamos entender cómo y por qué estos roles se intercambian.

Un estudio a lo largo de 18 meses

Para comprender mejor estas dinámicas, llevamos a cabo un estudio longitudinal durante 18 meses en el que participaron más de mil adolescentes españoles, con edades comprendidas entre los 11 y los 17 años. A través de un seguimiento en tres fases, con unos seis meses de diferencia entre cada una, analizamos cómo evolucionaban los tres roles principales del ciberacoso: la cibervíctima, el ciberagresor y el ciberobservador.

El primer resultado relevante fue la marcada tendencia a la “cronificación” de los roles. Es decir, ser cibervíctima, ciberagresor o ciberobservador en un momento determinado predice que se continuará siéndolo en el futuro. Esto sugiere que el ciberacoso no es un evento esporádico, sino que puede arraigarse profundamente en las interacciones sociales de los adolescentes, perpetuándose como una forma estable de violencia.




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Las razones de esta estabilidad son diversas. Para el ciberagresor, el entorno digital ofrece un falso manto de anonimato y un acceso constante a la víctima, lo que puede empoderarle y reforzar su conducta si busca ganar visibilidad o estatus. Por su parte, el ciberobservador, la figura más numerosa en estas dinámicas, tiende a mantener su inacción por miedo a convertirse en la próxima víctima o por fenómenos psicológicos como la “desconexión moral” o la “difusión de la responsabilidad”, que diluyen la culpa en el grupo.

La víctima, en el centro del ciclo de la violencia

Sin embargo, el hallazgo más revelador de nuestro estudio fue descubrir que la cibervictimización es un predictor crucial de la ciberagresión y la ciberobservación posteriores. Los adolescentes que sufren ciberacoso tienen una mayor probabilidad de convertirse en ciberagresores o ciberobservadores seis meses después.

¿A qué se debe este cambio de rol? Una de las hipótesis es que la víctima, sintiéndose impotente y frustrada, puede ver en la agresión una forma de venganza o un intento de recuperar el poder y el estatus que le fue arrebatado. El estrés y el dolor derivados de la victimización pueden llevar a una interpretación hostil de otras interacciones sociales, lo que a su vez puede desencadenar una conducta agresiva, incluso si no se dirige hacia el acosador original.

Del mismo modo, haber sido víctima puede hacer que un adolescente sea más consciente de las dinámicas del ciberacoso, pero el miedo a volver a sufrir puede llevarle a adoptar un rol de observador pasivo como mecanismo de autoprotección.

Curiosamente, esta relación predictiva parece ser unidireccional. Nuestro análisis no encontró que ser ciberagresor o ciberobservador prediga una futura cibervictimización. La experiencia de ser víctima es, por tanto, el verdadero trampolín desde el que se salta a otros roles. Esto es lo que debemos prevenir.

¿Cómo romper el ciclo? Implicaciones prácticas

Comprender que el ciberacoso es un problema cíclico y que los roles se cronifican tiene importantes implicaciones para la prevención. No basta con actuar de forma puntual, se necesitan estrategias sostenidas en el tiempo que aborden el problema desde varias perspectivas donde haya un trabajo desde los responsables educativos y las familias, principalmente.

  1. Alfabetización digital y prevención de riesgos. Es fundamental enseñar a los menores, desde edades tempranas, a usar internet de forma segura y responsable. Esto incluye proteger su información personal y saber cómo y a quién pedir ayuda. Reducir la cibervictimización es clave, ya que es el principal motor del ciclo. Es importante que los centros escolares tengan dentro de su plan de acción tutorial programas de prevención basados en la evidencia. Por ejemplo, nuestro equipo ha desarrollado el programa Safety.net con herramientas para docentes y para familias.

  2. Empoderar al observador. Los programas de prevención deben centrarse en los observadores para que no se mantengan pasivos (adopten un enfoque centrado en la víctima actuando como defensores). Es crucial fomentar la empatía y darles herramientas para que se sientan capaces de intervenir, ya sea defendiendo a la víctima o denunciando el acoso. Un observador que se convierte en defensor rompe el refuerzo social que recibe el agresor y con ello modifica la relación de fuerzas en las dinámicas de poder en el aula.

  3. Apoyar a la víctima para evitar la represalia. Es vital ofrecer a las víctimas apoyo psicológico y herramientas para gestionar su frustración y su ira de manera constructiva, ofreciendo alternativas saludables a la agresión para romper el ciclo de la violencia.

  4. Trabajar con el agresor. Los agresores son víctimas de su propio proceso, por lo que también se hace necesario profundizar en los motivos que les llevan a hacer uso de la violencia y darles herramientas para canalizar sus emociones de manera menos dañina.

Poner el foco en la víctima y en el observador en los casos de ciberacoso no solo es un acto de justicia, sino la estrategia más inteligente para desactivar el motor de la violencia en la red.

The Conversation

Joaquín Manuel González Cabrera ha recibido fondos de Programa Estatal de I+D+I Orientada a los retos de la Sociedad. Actualmente los recibe para proyectos de investigación en la Universidad Internacional de La Rioja, La Agencia de Desarrollo Económico de La Rioja (ADER), del Ministerio de Consumo y del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades a través del Programa de Generación de Conocimiento. Además, ha prestado labores de consultoría para TICandBot, ISEI-IVEI, Confederación Don Bosco, entre otros.

Juan Manuel Machimbarrena ha recibido fondos de Programa Estatal de I+D+I Orientada a los retos de la Sociedad. Actualmente los recibe para proyectos de investigación del Gobierno Vasco y del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades a través del Programa de Generación de Conocimiento. Además, ha prestado labores de consultoría para TICandBot, ISEI-IVEI, Confederación Don Bosco, entre otros.

Raquel Escortell Sánchez y Vanessa Caba Machado no reciben salarios, ni ejercen labores de consultoría, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del puesto académico citado.

ref. ¿Por qué las víctimas de acoso digital se convierten en acosadores? – https://theconversation.com/por-que-las-victimas-de-acoso-digital-se-convierten-en-acosadores-260323

Colombia prohíbe los toros, pero la comunidad taurina se aferra al valor cultural de la lidia

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Francisco Cavanzo, Antropología, Universidad de los Andes

Padre e hijo viendo una corrida en Puente de Piedra (Colombia). Francisco Cavanzo

La Corte Constitucional colombiana ha ratificado la Ley 2385 de 2024 en la que se prohíben las corridas de toros. Dicho fallo, y las celebraciones de movimientos sociales, expresan transformaciones institucionales. Las moralidades contemporáneas inciden en la configuración de los marcos normativos sobre la cultura.

Como muestran diferentes encuestas, la mayoría de las personas jóvenes se opone a estas prácticas. La tradición taurina difícilmente se articula con las visiones actuales, en las que la protección de la vida no humana ocupa un lugar central. Algo que recogen corrientes políticas, académicas y jurídicas.

Pese a esa hegemonía antitaurina, subsiste una comunidad consolidada que valora, protege y lucha por la supervivencia de la tauromaquia. La pregunta es entonces: ¿cómo esa comunidad le da sentido a la tradición en el mundo contemporáneo?

Dimensión ritual y tradición cultural

En Culture: A Critical Review of Concepts and Definitions (1952), Alfred Kroeber y Clyde Kluckhohn definían tradición cultural como el patrón de significados transmitidos históricamente y encarnados en símbolos. A través de ellos, las personas comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento y actitudes hacia la vida. Desde esta perspectiva, la tauromaquia cumple cabalmente con la definición: es un entramado de símbolos, relatos y prácticas que atraviesan generaciones.

La tauromaquia, tal como hoy la conocemos, se consolida en el siglo XVIII. La obra de Goya representa la expresión de un tiempo en el que los toreros comienzan a ser retratados como héroes populares. Estos encarnaban la dualidad de la masculinidad hispana –fortaleza y sensualidad–, con un componente de tradición que se proyecta hacia un pasado más profundo.

El mundo del toreo ha tejido relatos que vinculan la práctica con cultos ibéricos del toro en Altamira, Osuna o Balazote. Estos enlazan también con la iconografía cretense y mediterránea, e incluso con interpretaciones sobre la violencia ritual, entendida como materialización del dominio humano sobre la naturaleza. Sea cierto o no este vínculo histórico, lo central es que la comunidad taurina reproduce un relato donde el toreo se significa como rito y representación del control sobre fuerzas naturales.

En este marco, la corrida de toros puede entenderse como un ritual que dramatiza el dominio del ser humano sobre la naturaleza, encarnada en la figura del toro bravo. Este enfrentamiento no es solo físico, sino profundamente simbólico: el matador representa una masculinidad hispánica forjada en la tensión entre el riesgo y el control, entre la violencia y la estética.

La lidia, en ese sentido, actualiza una narrativa donde el hombre se afirma frente a la fuerza indómita del animal. Al mismo tiempo, traduce esa confrontación en un espectáculo codificado que la comunidad reconoce como expresión de valor, honra y pertenencia cultural.

Perspectiva etnográfica

Más allá de estas narrativas históricas, un acercamiento etnográfico permite observar fracturas en las interpretaciones establecidas desde y hacia el toreo. En mi primera asistencia a una corrida esperaba encontrarme con una élite blanco-mestiza consumiendo este espectáculo como forma de capital simbólico y cultural.

Algo de ello estaba presente, pero el público revelaba una amplia diversidad social, etaria, cultural e incluso étnica.

El consumo taurino, entonces, no se explica de manera suficiente con un lente estrictamente bourdiano. En el libro La distinción (1979), Pierre Bourdieu mostró cómo los gustos y consumos culturales se organizan según jerarquías sociales y funcionan como capital simbólico para marcar distancias de clase. Sin embargo, al observar el público taurino y su variación, esa lógica resulta insuficiente: más que reproducir jerarquías sociales, la tauromaquia se sostiene en redes afectivas e intergeneracionales que exceden la explicación por capitales.

Aquí resulta pertinente la comparación con la obra El fanático de la ópera (2012), de Claudio Benzecry, quien muestra que limitar la comprensión del consumo cultural a los capitales invisibiliza otras dimensiones.

Los fanáticos de la ópera no actúan únicamente para marcar diferencias sociales, sino porque hay procesos de aprendizaje entre diferentes generaciones de consumidores que luego generan fuerzas afectivas.

En el caso taurino, la presencia de públicos heterogéneos y la participación activa de jóvenes en procesos de aprendizaje de códigos y prácticas sugieren una red socioafectiva intergeneracional. La tauromaquia se transmite y perdura no solo porque otorgue ventajas en jerarquías sociales, sino porque está articulada con afectos, aprendizajes y memorias compartidas.

Joven banderillero en corrida.
Francisco Cavanzo

Voces taurinas

El trabajo de campo también ha recogido testimonios de la comunidad taurina. Estas elecciones de voces cercanas al toreo responden al interés por comprender cómo los propios participantes otorgan sentido a la práctica en un contexto de creciente cuestionamiento social. No se trata entonces de legitimar sus posturas, sino de comprender cómo interpretan las transformaciones de la fiesta brava.

Dos ejemplos ilustran bien este punto:

— Entrevistador: ¿por qué cree que el toreo es tan perseguido hoy en día?

— Jaime (torero retirado): porque la gente no entiende el toreo, ven al matador como un bárbaro y no saben de nuestra preparación ni de lo que sabemos del toro. La gente se deja llevar por lo que dicen en las noticias, pero no saben, por ejemplo, que el toro bravo solo existe por las corridas, y si se acaban, el toro también desaparece.

— Esteban (joven aficionado): a la gente le molesta la libertad, quieren imponer su forma de ver sobre nuestra tradición. La cultura del toro bravo es cultura hispanoamericana.

Estos fragmentos revelan dos elementos clave. Por un lado, un marco cultural aprendido que estructura cómo se ordena el mundo: el toreo no es simple espectáculo, sino tradición que otorga sentido y continuidad. Por otro, muestran una subjetividad situada: Jaime interpreta la persecución como ignorancia sobre el toro y Esteban como atropello a la libertad. Ambos resignifican la tauromaquia como espacio de pertenencia, identidad y resistencia cultural.

La muerte de Teseo

La prohibición de la tauromaquia en Colombia cristaliza tensiones entre moralidades contemporáneas y tradiciones históricas. No obstante, los relatos históricos, las prácticas comunitarias y los testimonios etnográficos muestran que, para la comunidad taurina, el toreo sigue siendo más que un espectáculo: es un rito cultural donde se transmiten afectos, aprendizajes e identidades intergeneracionales.

Así, más allá de su aceptación o rechazo, la tauromaquia permite observar cómo las personas dotan de sentido a las prácticas culturales, cómo las defienden frente a discursos hegemónicos y cómo revelan, a través de sus testimonios, un orden simbólico que articula memoria, ritual y subjetividad.

The Conversation

Francisco Cavanzo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Colombia prohíbe los toros, pero la comunidad taurina se aferra al valor cultural de la lidia – https://theconversation.com/colombia-prohibe-los-toros-pero-la-comunidad-taurina-se-aferra-al-valor-cultural-de-la-lidia-264828

Claves para aumentar la eficacia del triptófano, aliado de nuestra salud mental

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Beatriz Carpallo Porcar, Fisioterapeuta. Personal docente e investigador en el grado de Fisioterapia en la Universidad San Jorge. Miembro del grupo de investigación iPhysio., Universidad San Jorge

Cada vez hay más anuncios sobre suplementos de triptófano para mejorar el estado de ánimo. Es un remedio en boga contra la creciente ola de síntomas depresivos, trastornos del sueño y ansiedad. Sin embargo, su eficacia, a la luz de la evidencia científica, no siempre está garantizada.

¿Por qué es tan importante?

El triptófano es un aminoácido esencial para la producción de proteínas, la mejora de la circulación sanguínea y la regulación del sueño. Como el organismo no lo genera por sí mismo, lo tenemos que incorporar mediante el consumo de ciertos alimentos, tanto de origen animal como vegetal. Algunos de los más ricos en triptófano, según la Universidad de Navarra, son las semillas de calabaza y sésamo, la soja, el queso chédar, carnes como el pavo y el pollo, pescados como el atún y el salmón y los huevos.

En lo que se refiere a los suplementos de triptófano, se venden sin receta y es seguro su consumo, pero siempre resulta aconsejable consultar a un sanitario. Además, no se recomiendan en embarazadas, niños pequeños y personas con enfermedad renal o que tomen antidepresivos.

El viaje bioquímico del triptófano en la salud mental

Estos productos se utilizan principalmente para sintetizar serotonina y melatonina, dos neurotransmisores que regulan el estado de ánimo, el sueño y el apetito. Conocida como la “hormona del bienestar”, la serotonina está en todo el cuerpo, pero es la que se produce a nivel cerebral la que tiene efectos sobre el estado de ánimo, mejorando el humor, la concentración y el sueño.

Su principal materia prima es el triptófano, aunque sólo un 5 % de la cantidad ingerida se va a usar para este fin, después de convertirse en 5-hidroxitriptófano. Si todo va bien, el resto del aminoácido consumido se transformará en un metabolito llamado quinurenina, que a su vez pasará a ser ácido quinurénico, un potente neuroprotector.

Así pues, el triptófano contribuye tanto a la producción de serotonina como a la del ácido quinurénico, beneficiando nuestra salud emocional y neurológica. Sin embargo, la literatura científica actual no respalda su uso como suplemento en todos los casos.

La inflamación y otros obstáculos

Lo que hemos explicado antes es lo que ocurre en situaciones normales. Estudios recientes han encontrado que enfermedades como el síndrome de fatiga crónica, la Covid persistente y ciertas enfermedades neurodegenerativas o intestinales tienen alteradas las vías de conversión del triptófano.

Una clave puede estar en la llamada “inflamación de bajo grado”. A diferencia de la inflamación aguda, rápida y de corta duración, la de bajo grado es crónica y se caracteriza por niveles elevados de citoquinas inflamatorias mantenidos en el tiempo. Este tipo de inflamación está relacionado con enfermedades cardiometabólicas, autoinmunes y obesidad.

En primer lugar, en presencia de inflamación y estrés, puede disminuir el porcentaje de triptófano que se convierte en serotonina. Y a menores niveles de este neurotransmisor, más síntomas como la tristeza y la apatía.

En segundo lugar, con la inflamación se pone en marcha la molécula IDO-1. En presencia de ciertas citoquinas proinflamatorias (IL-6, IFN-gamma), la IDO-1 puede hacer que una parte de la quinurenina que debería convertirse en el beneficioso ácido quinurénico, pase a ser ácido quinolínico, un neurotóxico.

De hecho, una investigación reciente de 2023 detectó que, en pacientes con Covid persistente, la proporción entre quinurenina y triptófano era menor que en personas sanas. Y no solo eso: también encontraron una mayor conversión hacia el ácido quinolínico.

El papel decisivo de la microbiota

Otra clave que apuntan cada vez más estudios es la microbiota, esencial para transformar el triptófano y otras sustancias en metabolitos necesarios para mantener nuestra salud. Cuando nuestra comunidad de microorganismos intestinales se altera, los mecanismos “saludables” están comprometidos y pueden aparecer efectos no deseados. De hecho, conservar una microbiota sana es básica para la salud cerebral por el eje intestino-cerebro.

Investigaciones recientes han encontrado que una microbiota desequilibrada (disbiosis) puede contribuir al dolor crónico y a la depresión, debido a una alteración en los metabolitos derivados del triptófano. A nivel intestinal, este aminoácido también juega un papel importante en la regulación de procesos inmunológicos, controlando la inflamación.

En definitiva, el triptófano es un excelente neuroprotector, pero “no le gustan” los contextos con mucha inflamación y alteración de la microbiota.

Cómo ponérselo fácil al triptófano

¿Y cómo disminuimos la inflamación y mejoramos el estado de nuestros microorganismos intestinales? Antes que nada hay que consultar a un profesional sanitario, sobre todo, si sufrimos alguna patología. Como consejos generales para favorecer un estado antiinflamatorio, debemos priorizar el consumo de frutas, verduras y fuentes de grasas saludables como el aceite de oliva virgen extra, el aguacate y los frutos secos.

También es beneficioso condimentar las comidas con cúrcuma, jengibre, ajo, canela u otras especias e incluir en nuestra dieta pescado azul, ya que es muy rico en omega-3, un potente antiinflamatorio natural. Preferiblemente, optaremos por los peces de pequeño tamaño, como las sardinas, anchoas o boquerones.

Y, por último, mantener una hidratación adecuada, gestionar el estrés de manera efectiva, cuidar la salud emocional y garantizar una buena higiene del sueño son aspectos esenciales para lograr un bienestar integral.

Hay que moverse

La actividad física también desempeña un papel clave en la reducción de la inflamación sistémica. El ejercicio ayuda a disminuir la grasa corporal, siendo la grasa visceral una de las principales fuentes de inflamación. Además, incrementa los niveles de adiponectina, una hormona con propiedades antiinflamatorias que mejora la sensibilidad a la insulina y contribuye a mitigar la inflamación.

Moverse en ayunas también puede ayudar a controlarla, y el ejercicio interválico (que combina alta con baja intensidad) ha demostrado tener efectos en la reducción de la inflamación de bajo grado.

Pata finalizar, no debemos olvidar que la práctica regular de ejercicio físico influye positivamente en el estado de ánimo mediante la liberación de endorfinas y la reducción de los niveles de cortisol, lo que favorece el bienestar emocional y mental.


Paula Caro, graduada en Nutrición y Dietética por la Universidad de Zaragoza, ha colaborado en la elaboración de este artículo


The Conversation

Beatriz Carpallo Porcar no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Claves para aumentar la eficacia del triptófano, aliado de nuestra salud mental – https://theconversation.com/claves-para-aumentar-la-eficacia-del-triptofano-aliado-de-nuestra-salud-mental-228252

Pruebas genéticas en reproducción asistida: entre las promesas de salud y el ‘marketing’ dudoso

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Mauro Turrini, Postdoctoral research fellow, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC)

Proceso de fertilización in vitro. Yelena Temirgaliyeva/Shutterstock

Existen miles de enfermedades genéticas, por lo que es lógico que a muchas parejas les preocupe la posibilidad de transmitir una a su descendencia, incluso aunque ellos estén sanos. Hoy existe una tecnología que puede evitar este riesgo. Suena a ciencia ficción, pero es cada vez más común leer este tipo de mensaje en los sitios web de las clínicas privadas de fertilidad españolas.

Y es que las posibilidades tecnológicas para intervenir en la reproducción asistida son muy amplias y están avanzando rápidamente. Esto permite actuar en etapas cada vez más tempranas del proceso reproductivo.

Entre las tecnologías de reproducción asistida se encuentra la “prueba genética preimplantacional” (PGT, por sus siglas en inglés). Esta técnica consiste en analizar el material genético de un embrión antes de colocarlo en el útero. Promete así evaluar la calidad de los embriones y poder descartar los “no saludables” o “anormales”.

Cada vez más personas se enfrentan a esta decisión. La mera oferta de estas tecnologías abre espacio para reflexionar sobre nuevas formas de responsabilidad y obligación. En España, el uso del PGT se está incrementando de manera constante. En los últimos diez años su utilización ha aumentado drásticamente, pasando de 3161 en 2012 a más de 20 500 en 2022.

En realidad, el PGT abarca tres tecnologías diferentes con distintos objetivos y destinatarios:

  • El PGT-M y el PGT-SR son herramientas diagnósticas utilizadas para evitar transmitir enfermedades genéticas específicas.

  • El PGT-A se presenta como una estrategia para mejorar las tasas de éxito de la fecundación in vitro (FIV) y prevenir mutaciones cromosómicas espontáneas. Por ejemplo, el síndrome de Down.

A diferencia de las otras variantes, el PGT-A puede ofrecerse a cualquier persona que se someta a una fecundación in vitro, pero su eficacia es muy debatida. Algunos estudios indican que podría incluso reducir las tasas de éxito. Esto ocurriría al descartar embriones que podrían haber resultado en embarazos viables.

En California esta controversia acabó en una demanda colectiva contra clínicas por haber descartado embriones que habrían podido convertirse en bebés sanos.

No sorprende que, mientras que el PGT-M y el PGT-SR se practican en la mayoría de países europeos, el uso del PGT-A esté mucho más restringido. Sin embargo, en España el sector de la fertilización in vitro es ampliamente comercial y privatizado y el PGT-A es bastante común. Las clínicas privadas ofrecen este test como un servicio extra con un coste adicional, llamado un “add-on” (complemento).

Entre la divulgación y la publicidad

Estudios recientes han investigado la comunicación online de las clínicas privadas españolas. Estos han revelado un discurso a medio camino entre la divulgación médica y el mensaje publicitario.

En muchos casos no se diferencia entre el PGT-A y las otras variantes (el PGT-M y el PGT-SR). Tampoco se mencionan las incertidumbres que rodean al primero. Esto lleva a que habitualmente las tecnologías se presenten como una sola –complementaria al tratamiento de fertilización in vitro– que puede aumentar las posibilidades de éxito, identificar mutaciones hereditarias en genes específicos y detectar mutaciones espontáneas.

Otro hallazgo relevante de estos estudios es que la comercialización del PGT está dirigida directamente a las mujeres. Frases como “cumple tu sueño de ser madre”, así como hashtags como #SerMadre, #Mujer o #Maternidad se repiten a lo largo de las páginas web y redes sociales de las clínicas.

Estos discursos reproducen la idea estereotipada de que son las mujeres de quienes se espera que tomen las decisiones reproductivas.

Un ‘seguro’ frente al reloj biológico

Las clínicas insisten en que la edad materna es un motivo importante para optar por el uso del PGT. Metáforas reiteradas como la del “reloj biológico” evocan de manera insistente que el deterioro de la fertilidad femenina, asociado a la edad, constituye una de las principales causas de la aparición de embriones “defectuosos” o “en riesgo” de desarrollar mutaciones espontáneas.

Las clínicas animan a las mujeres a no dejar que “el tiempo se les eche encima” y a recurrir a las tecnologías reproductivas si no han iniciado su proceso reproductivo “a tiempo”.

En este contexto, el PGT-A se presenta como una especie de seguro de fertilidad frente al paso del tiempo. Es decir, como un acto racional, una inversión inteligente que busca reducir no solo los costes económicos, sino sobre todo el sufrimiento emocional asociado a los abortos de repetición.

A la vez, las clínicas presentan la decisión de realizar el test como un “acto de amor” hacia el futuro hijo o hija, reforzando la idea de que una buena madre previene el dolor antes de que ocurra. El embrión, denominado “el paciente más pequeño de la clínica” y tratado como una “persona en formación”, legitima la intervención precoz y sitúa a las mujeres como responsables del bienestar de sus potenciales futuros hijos.

La tecnología no es neutra

Lógicas biomédicas, económicas y afectivas se entrelazan, responsabilizando a las mujeres de optimizar sus embriones en nombre del cuidado y de gestionar racionalmente su planificación familiar. Así, el PGT se convierte en objeto de vigilancia y evaluación que contribuye a moldear qué decisiones pueden (y deben) tomar las futuras madres.

En definitiva, la proliferación de innovaciones –especialmente en un ámbito tan privatizado y comercial como la reproducción asistida en España– puede ofrecer grandes oportunidades, pero estas tecnologías no son herramientas neutrales. La forma en que se presentan y se comercializan influye en cómo entendemos la maternidad, la responsabilidad genética y el acceso a la salud.

Por eso, resulta fundamental una comunicación clara, honesta y crítica, que priorice el bienestar de quienes atraviesan estos tratamientos por encima de los intereses del mercado.

The Conversation

Mauro Turrini recibe fondos proyecto de investigación «IfGene: Proyectando el futuro de la predicción genética» (PID2020‐115899GB‐I00), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (MICIU) a través de la Agencia Estatal de Investigación (AEI) (MICIU/AEI/10.13039/501100011033), con el apoyo del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).

Astrid Boe Hüttel ha recibido fondos del proyecto de investigación «IfGene: Proyectando el futuro de la predicción genética» (PID2020‐115899GB‐I00), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (MICIU) a través de la Agencia Estatal de Investigación (AEI) (MICIU/AEI/10.13039/501100011033), con el apoyo del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).

ref. Pruebas genéticas en reproducción asistida: entre las promesas de salud y el ‘marketing’ dudoso – https://theconversation.com/pruebas-geneticas-en-reproduccion-asistida-entre-las-promesas-de-salud-y-el-marketing-dudoso-255136

Cuando el pecado se hacía ley: prostitución regulada en la Edad Media

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Anna Peirats, IVEMIR-UCV, Universidad Católica de Valencia

_Burdel_, de Joachim Beuckelaer (siglo XVI). Walters Art Museum

En la Europa urbana del siglo XV, la prostitución no fue un vicio clandestino, sino una institución reconocida y gestionada por los propios concejos municipales. Lejos de limitarse a tolerarla, las ciudades la regularon, la fiscalizaron y la convirtieron en un instrumento de orden social. Esta política encontraba su legitimación en una doctrina teológica muy influyente: la del “mal menor”.

San Agustín lo expresó en De ordine (2, 4, 12):
“si suprimes a las meretrices, todo se llenará de pasiones desordenadas”. Tomás de Aquino convirtió este razonamiento en un principio de la teología moral, y predicadores como san Vicente Ferrer lo transformaron en una directriz práctica: segregar, vigilar y castigar para evitar el desorden.

La mancebía como instrumento de orden y fiscalidad

Miniatura en un documento medieval con hombres besando a mujeres.
Miniatura de ‘las prostitutas’, en el capítulo que Giovanni Boccaccio les dedica en De Claris mulieribus.
Bibliothèque nationale de France, CC BY

Desde finales del siglo XIII, muchas ciudades europeas establecieron burdeles públicos o mancebías. El objetivo era triple: concentrar la actividad en un espacio controlado, reducir los conflictos con los vecinos y garantizar una fuente estable de ingresos. Las ordenanzas detallaban horarios, cierres durante fiestas religiosas o epidemias, la designación de oficiales y un estricto régimen de sanciones.

El caso de Valencia es paradigmático. Su burdel municipal, conocido como Pobla de les fembres pecadrius, aparece documentado desde 1325. Estaba cercado por un muro con una sola puerta de acceso y, en su apogeo en el siglo XV, llegó a albergar a casi doscientas mujeres. Contaba con inspecciones médicas periódicas y una administración dual: un hostalero a cargo de la gestión diaria y un oficial público, el “rei dels arlots”, que actuaba como garante del orden. Se trataba de un negocio privado bajo estricta concesión pública.

Este modelo se repite en toda Europa. Florencia creó en 1403 la Onestà, una magistratura encargada del registro y la inspección. Venecia confinó el oficio en el barrio de las Carampane, imponiendo toques de queda. En Southwark (Londres), los stews funcionaron bajo jurisdicción episcopal hasta su clausura en 1546. En Núremberg, las Frauenhäuser fueron reguladas con ordenanzas que establecían deberes, turnos y sanciones.

Cambiaban los nombres, pero la lógica era común: concentración espacial, identificación visible y aprovechamiento fiscal.

Vestimenta, arquitectura y lenguaje

El control se extendía más allá de los muros del burdel. Varias ordenanzas municipales impusieron códigos de indumentaria para hacer reconocibles a las prostitutas en el espacio público.

En 1383, Valencia prohibió a las meretrices usar mantos, perlas o seda, obligándolas a cubrirse con una toalla. En Venecia, un pañuelo amarillo servía como señal obligatoria. En Florencia, mediante el decreto de 1388, se requería que llevaran una campana, para que resonara el símbolo de su vergüenza. En el ámbito germánico, las ordenanzas fijaban colores y peinados.

Una estatua de piedra de una mujer tocándose.
La gárgola de la Lonja de la Seda de Valencia que ‘señala’ el pecado.
Rafa Esteve/Wikimedia Commons, CC BY-SA

El maquillaje también fue objeto de censura. Predicadores como Bernardino de Siena denunciaron el uso de cosméticos y afeites como símbolo de vanidad y engaño, que reforzaban la idea de un “rostro falso” asociado al pecado.

La propia arquitectura urbana funcionaba como recordatorio moral. En la Lonja de la Seda de Valencia, una gárgola representa a una mujer que se toca los genitales mientras señala hacia el burdel de la calle de la Valldigna. La piedra convertía la geografía moral en un mensaje visible para comerciantes y vecinos.

El lenguaje acompañaba este régimen visual: términos como “bagasses”, “fembres vils” o “mulieres viles de corpore” no solo describían a las prostitutas, sino que las convertían en una categoría jurídica sometida a intervención coercitiva.
Algunas de ellas habían entrado en la prostitución buscando la libertad, pero acababan maltratadas a menudo por los rufianes o los hostaleros.

Las fronteras de la ley: clandestinidad y castigo diferencial

La prostitución legal convivía con un sector clandestino en tabernas, posadas o casas particulares. Quienes ejercían fuera del perímetro autorizado quedaban expuestas a multas severas o, en caso de no poder pagarlas, a azotes públicos.

El sistema se mostraba más duro con las minorías religiosas. A los hombres judíos y musulmanes se les prohibía entrar en la mancebía, y las prostitutas de estas confesiones eran castigadas con más severidad. Es decir, a las prostitutas musulmanas que ejercían ilegalmente se las sancionaba y condenaba. Pero además, y a modo de ejemplo, Mariem, una mora que ejercía de forma legal, fue procesada por adulterio, y otra mujer, Nuzeya, recibió pena de muerte por lapidación por trabajar sin licencia. No se castigaba el sexo pagado en sí, sino la transgresión de los límites sociales, religiosos y espaciales impuestos por la autoridad cristiana.

Pintura con una escena de burdel.
Escena de burdel pintada por el artista anónimo conocido como Monogramista de Brunswick en el siglo XVI.
Gemäldegalerie Berlin/Wikimedia Commons

Como contrapartida, se crearon instituciones de “reforma”. En 1345 se fundó en Valencia el monasterio de las Repenedides, por iniciativa de la monja Na Soriana, que acogía a mujeres dispuestas a abandonar la prostitución, bajo la advocación de María Magdalena como ejemplo de mujer arrepentida. La entrada en este monasterio suponía al menos un año de clausura, concebida como penitencia y reinserción. Y se ordenaba que en todas las parroquias y en el obispado de Valencia se pusieran cepillos en los que se recaudaban limosnas destinadas a la casa de las arrepentidas. Estas casas, junto a las dotes otorgadas a quienes contraían matrimonio, prolongaban la tutela social sobre los cuerpos femeninos incluso después de abandonar el oficio.

Un precedente incómodo

Una mujer sirviéndole bebida a un hombre en una pintura.
Escena de burdel de Frans van Mieris the Elder.
Mauritshuis/Wikimedia Commons

El sistema de prostitución reglada medieval fue mucho más que un arreglo de conveniencia. Constituyó un engranaje político que utilizaba la teología, la ley, la arquitectura y la fiscalidad para administrar el deseo y contener sus efectos. Su lógica de confinamiento, marcaje y explotación económica revela una de las primeras formas de regulación sistemática de los cuerpos en la Europa urbana.

Los principios que lo sustentaban –segregación espacial, estigma y tensión entre recaudación y salud pública, entre otros– resuenan en los debates actuales sobre trabajo sexual, derechos, explotación y políticas de control. La Europa del siglo XV no ofrece un modelo que imitar, sino un precedente incómodo. Nos recuerda que las políticas sobre el sexo nunca son neutrales: son formas de poder que dejan huellas profundas y duraderas en los cuerpos más vulnerables.

The Conversation

Anna Peirats no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Cuando el pecado se hacía ley: prostitución regulada en la Edad Media – https://theconversation.com/cuando-el-pecado-se-hacia-ley-prostitucion-regulada-en-la-edad-media-263877

‘Una batalla tras otra’ ofrece un poderoso retrato del Estados Unidos actual en el cine

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Ruth Barton, Professor in Film Studies, Trinity College Dublin

Imagen de Leonardo DiCaprio en _Una batalla tras otra_. FilmAffinity

La reciente muerte de Robert Redford nos recordó hasta qué punto la película Todos los hombres del presidente sacudió las viejas certezas que existían sobre la democracia estadounidense. Al revelar el escándalo Watergate de 1972 (cuando se descubrió que miembros de la campaña para la reelección de Richard Nixon habían colocado dispositivos de grabación secretos en el edificio Watergate del Comité Nacional Demócrata), el filme de Alan J. Pakula alimentó la creciente sensación de que las instituciones del gobierno estadounidense estaban plagadas de corrupción.

Quizás no todo el mundo estaba de acuerdo con la visión pesimista de Pakula. Pero tampoco estaba solo. A lo largo de los años, Oliver Stone también se ha caracterizado por hacer un cine que muestre la situación del país, al igual que Martin Scorsese, y antes que ellos, Frank Capra. Sus obras intentaban capturar, normalmente con ánimo de crítica, el estado de ánimo nacional en aquel momento.

La nueva película de Paul Thomas Anderson, Una batalla tras otra, sugiere que todavía hay lugar para el cine provocador en la cultura actual. Junto con la recientemente estrenada Eddington, del director Ari Aster, explora un Estados Unidos en crisis y nos lo muestra en narrativas épicas y sobrecogedoras.

Ambos filmes hablan del caos de un orden social que se desmorona. Ambos, pero especialmente Eddington, también corren el riesgo de verse tan abrumados por este caos que acaban cayendo en la incoherencia.

El término “incoherencia” no se ha elegido al azar. Uno de los textos fundamentales para los estudiosos del cine de la década de 1980 fue The Incoherent Text, Narrative in the 70s, de Robin Wood. Al repasar una serie de películas de esta década, Wood argumentaba que “aquí, la incoherencia ya no es oculta y esotérica: las películas parecen abrirse ante nuestros ojos”. Estas dos hacen lo mismo, exponiendo a través del caos algo incomprensible sobre nuestra época y siendo incoherentes en el proceso.

Ambientada durante la pandemia en un pueblo desértico, Eddington salta de un punto álgido a otro. El sheriff Joe Cross (Joaquin Phoenix) se niega a llevar mascarilla y esta infracción aparentemente menor pronto lo enfrenta a su viejo enemigo y rival en el amor, el alcalde Ted García (Pedro Pascal). Inspirándose en una campaña al estilo MAGA (el eslogan de Trump, “Make America Great Again”), Cross se presenta a las elecciones a la alcaldía para competir con él.

En casa, Cross vive con su suegra Dawn (Deirdre O’Connell), amante de las teorías conspirativas, mientras su esposa Louise (Emma Stone) se sumerge cada vez más en la enfermedad mental y el aislamiento.

Al margen de todo esto, un misterioso conglomerado está construyendo un centro de datos a las afueras de la ciudad. También estallan disturbios raciales tras el asesinato de George Floyd. Y mucho más…

El director Ari Aster difícilmente podría haber imaginado más problemas que los que plantea aquí. Con tanto peso acumulado en la narrativa, Eddington concluye con un prolongado tiroteo que lleva a una película ya de por sí excesivamente extensa a un caos terminal.

Una batalla tras otra, al igual que Eddington, es un filme verdaderamente estadounidense. Mientras que Aster rodó su neo-western en el clásico Panavision, Anderson va un paso más allá y, siguiendo los pasos de El brutalista, crea una copia en VistaVision, un formato que se disfruta mejor en una pantalla de 70 mm. Estos formatos se remontan a las grandiosas epopeyas de Hollywood de la década de 1950, lo que se suma a la evocación histórica de las películas, tanto cinematográfica como social.

Otra capa que añade más historia es el material original en el que Anderson se basa para relatar Una batalla…: la novela de Thomas Pynchon Vineland.

Anderson actualiza la exhumación caleidoscópica de Vineland de los movimientos revolucionarios de los años 60 al presentar a su envejecido héroe hippie, ahora llamado Bob (Leonardo di Caprio), como una reliquia de una brigada ficticia de los años 2000, la French 75. Liderados por su amante Perfidia Beverley Hills (Teyana Taylor), robaron bancos, bombardearon edificios y liberaron centros de detención en nombre de su ideología de “fronteras libres, elecciones libres, libres del miedo”.

Ahora Bob, que acaba criando solo a su hija, Willa (Chase Infiniti), pasa sus días sin afeitarse, fumando marihuana y viendo el clásico drama político La batalla de Argel. Todo va (más o menos) bien hasta que el coronel Lockjaw (Sean Penn), brutal veterano del ejército que se cree el verdadero padre de Willa, irrumpe en sus vidas en busca de su “hija”.

Cartel al estilo de los años 50 de One Battle after another con Bob Ferguson y su hija.
Una batalla tras otra es un melodrama familiar que se remonta al gran cine clásico de Hollywood, que exploraba la idea misma de Estados Unidos.
FilmAffinity

Al igual que Eddington, Una batalla tras otra es, en el fondo, un melodrama familiar. Se basa en los tropos clásicos del padre malo contra el padre bueno y la madre en conflicto, cuestionando la legitimidad de la unidad familiar. Sobre estos huesos narrativos, Anderson injerta una visión de un Estados Unidos post-Obama esclavo de oscuros intereses corporativos, un legado de redadas y deportaciones de inmigrantes, y un viejo orden masculino blanco empeñado en su propia agenda de venganza personal.

Robin Wood concluyó sus reflexiones sobre el cine estadounidense de los años 70 con el pronóstico de que, en su incoherencia, apuntaban a una solución ineludible: la necesidad lógica del radicalismo.

Aster y Anderson han mirado al radicalismo a los ojos y lo han descartado como otra ideología fallida más. Ninguno de los dos nombra las fuerzas que hay detrás de su visión del fin de la democracia estadounidense y, para ser justos, la crisis política actual es posterior al estreno de ambas películas a principios de 2024.

Mientras Aster solo ve derramamiento de sangre e impotencia, Anderson se aferra a un frágil utopismo que, en la actualidad, es tan improbable como consolador. Una vez se encienden las luces, es muy posible que lo que quede de su película sea la aterradora imagen de los centros de detención y el horror de las redadas de inmigrantes. Sin duda, esto es lo que llevó a Steven Spielberg a aclamar “esta película demencial” como más relevante de lo que Anderson jamás podría haber imaginado.

The Conversation

Ruth Barton no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ‘Una batalla tras otra’ ofrece un poderoso retrato del Estados Unidos actual en el cine – https://theconversation.com/una-batalla-tras-otra-ofrece-un-poderoso-retrato-del-estados-unidos-actual-en-el-cine-266114

Avoir un chat a des bienfaits sur votre cerveau… et le sien

Source: The Conversation – in French – By Laura Elin Pigott, Senior Lecturer in Neurosciences and Neurorehabilitation, Course Leader in the College of Health and Life Sciences, London South Bank University

Le cerveau des félins sécrète-t-il de l’ocytocine ? (Shutterstock)

Si les chats ont parfois la réputation d’être indépendants, des recherches récentes montrent que, grâce à la chimie du cerveau, nous avons une relation particulière avec eux.

La principale substance chimique impliquée est l’ocytocine, souvent appelée « hormone de l’amour ». C’est la même substance qui est libérée lorsque l’on berce son bébé ou que l’on enlace un ami, et qui alimente la confiance et l’affection. Des études ont révélé que l’ocytocine jouait également un rôle important dans les rapports entre chats et humains.

L’ocytocine assure un rôle central dans les liens sociaux, la confiance et la régulation du stress chez de nombreux animaux, y compris chez l’être humain. Une expérience menée en 2005 a permis de voir que l’administration d’ocytocine rendait les participants nettement plus enclins à faire confiance aux autres dans des jeux financiers.

Elle a également des effets calmants chez les humains et les animaux, car elle réprime la sécrétion de cortisol, l’hormone du stress, et active le système nerveux parasympathique (le système du repos et de la digestion) pour aider le corps à se détendre.

Les scientifiques savent depuis longtemps que les échanges amicaux déclenchent la libération d’ocytocine chez les chiens et leur maître, créant ainsi une boucle de rétroaction mutuelle qui renforce les liens affectifs. Jusqu’à récemment, cependant, on connaissait peu de choses sur son incidence sur les chats.




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Les chats sont plus subtils dans leur manière d’exprimer leur affection. Pourtant, leurs propriétaires éprouvent souvent les mêmes sentiments de camaraderie et de calme que les personnes qui ont des chiens, et ces observations sont de plus en plus confirmées par des études. En 2021, des chercheurs japonais ont rapporté qu’il suffisait de brefs moments passés à flatter leur chat pour augmenter le taux d’ocytocine de nombreuses personnes.

Dans le cadre de cette étude, les chercheurs ont mesuré le taux d’hormones de femmes qui interagissait avec leur chat. Les résultats ont révélé qu’un contact amical avec un félin (le caresser, lui parler d’une voix douce) était associé à un taux plus élevé d’ocytocine dans la salive que pendant une période de détente en silence sans la présence d’un chat.

De nombreuses personnes trouvent apaisant de flatter un animal qui ronronne, et des études ont montré que ce n’est pas seulement grâce à la douceur de son pelage. Le fait de caresser un chat, mais aussi d’entendre son ronronnement, peut déclencher la libération d’ocytocine dans notre cerveau. Une étude réalisée en 2002 a révélé que cette décharge d’ocytocine engendrée par le contact avec un chat causait une diminution du cortisol, l’hormone du stress, et pouvait ainsi abaisser la tension artérielle et soulager la douleur.

Un homme tient un chat gris sur ses genoux
Se blottir contre un chat peut aider à réduire le taux de cortisol, l’hormone du stress.
Vershinin89/Shutterstock

Comment les relations avec un chat permettent-elles de libérer de l’ocytocine ?

La recherche met en évidence des moments précis qui provoquent la libération de cette hormone dans une amitié interespèces. Un contact physique doux semble être un déclencheur chez les chats.

Une étude publiée en février 2025 a révélé que lorsque des gens flattaient, berçaient ou câlinaient leur chat de manière détendue, leur taux d’ocytocine augmentait, tout comme celui de l’animal, à condition que le contact ne soit pas imposé.

Les chercheurs ont mesuré le taux d’ocytocine des chats pendant 15 minutes de jeu et de câlins avec leur maître. Chez les chats qui entretenaient un lien affectif fort avec celui-ci et qui prenaient l’initiative du contact, en s’installant par exemple sur ses genoux ou en donnant de petits coups de tête, on a remarqué une hausse du taux d’ocytocine. Plus ils passaient de temps avec leur humain, plus cette hausse était importante.

Qu’en est-il des félins moins affectueux ? La même étude a permis d’observer des réponses différentes chez les chats ayant un style d’attachement plus anxieux ou distant. Les chats évitants, qui gardaient leurs distances, ne présentaient aucun changement significatif de leur taux d’ocytocine, tandis que les chats anxieux, qui recherchaient constamment leur propriétaire, mais étaient facilement déconcertés par les manipulations, avaient un taux d’ocytocine élevé dès le départ.




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On a constaté que le taux d’ocytocine de ces deux types de chats baissait après un câlin forcé. Lorsque les interactions respectent le bien-être du chat, celui-ci sécrète de l’hormone de l’attachement, mais ce n’est plus le cas s’il se sent piégé.

Les humains pourraient peut-être apprendre quelque chose de leurs amis félins en matière de réponse aux différents styles d’attachement. La clé pour développer un lien avec un chat est de comprendre comment il communique.

À la différence des chiens, les chats ne créent pas de liens par des contacts visuels prolongés. Ils utilisent des signaux plus subtils. Le plus connu est le lent clignement des yeux, qu’on interprète comme un sourire félin exprimant la sécurité et la confiance.

Le ronronnement joue également un rôle dans la création de liens avec les humains. Outre son potentiel guérisseur pour le chat, ce son à basse fréquence a un effet apaisant sur les humains. Écouter le ronron d’un chat peut réduire le rythme cardiaque et la pression artérielle ; c’est l’ocytocine qui est à l’origine de ces bienfaits.


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La présence d’un chat, renforcée par toutes ces petites doses d’ocytocine libérées lors des interactions quotidiennes, peut protéger contre l’anxiété et la dépression et, dans certains cas, apporter un réconfort comparable à celui du soutien social humain.

Les chats sont-ils moins aimants que les chiens ?

Il est vrai que les études montrent généralement des taux d’ocytocine plus élevés lors d’interactions entre chiens et humains. En 2016, des scientifiques ont mené une expérience qui a fait grand bruit dans laquelle ils ont mesuré les taux d’ocytocine chez des animaux de compagnie et leur propriétaire avant et après dix minutes de jeu. Les chiens ont présenté une augmentation moyenne de 57 % de leur taux d’ocytocine après avoir joué, tandis que les chats ont affiché une hausse d’environ 12 %.

Chez les êtres humains, le taux d’ocytocine augmente lors d’interactions sociales significatives. Des études ont montré que le contact avec un être cher provoquait une augmentation plus importante du taux d’ocytocine que le contact avec des étrangers. Et l’accueil joyeux d’un chien engendre une réaction semblable à celle créée par la vue de son enfant ou de son conjoint.




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On pourrait dire que les chiens, qui sont des animaux de meute domestiqués pour accompagner les humains, sont programmés pour rechercher le contact visuel, les caresses et l’approbation de ces derniers, un comportement qui stimule la libération d’ocytocine chez les deux parties. Les chats, en revanche, descendent de chasseurs solitaires qui n’avaient pas besoin de gestes sociaux pour survivre. Ainsi, ils peuvent ne pas afficher un comportement alimenté par l’ocytocine aussi facilement ou régulièrement. Ils réservent plutôt ce type de comportement pour les moments où ils se sentent vraiment en sécurité.

Le chat ne donne pas automatiquement sa confiance, il faut la gagner. Mais une fois accordée, elle est renforcée par la même substance chimique qui lie les parents, les conjoints et les amis humains.

Ainsi, la prochaine fois que votre chat clignera lentement des yeux depuis l’autre bout du canapé ou se lovera sur vos genoux pour un câlin ronronnant, sachez qu’il se produit également quelque chose d’invisible : l’ocytocine augmente dans vos deux cerveaux, renforçant la confiance et apaisant le stress du quotidien. À leur manière, les chats répondent à l’éternelle biologie de l’amour.

La Conversation Canada

Laura Elin Pigott ne travaille pas, ne conseille pas, ne possède pas de parts, ne reçoit pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’a déclaré aucune autre affiliation que son organisme de recherche.

ref. Avoir un chat a des bienfaits sur votre cerveau… et le sien – https://theconversation.com/avoir-un-chat-a-des-bienfaits-sur-votre-cerveau-et-le-sien-265913

From selling cars to selling handbags: with the arrival of Luca de Meo at Kering (Gucci, Balenciaga), is luxury becoming a sector like any other?

Source: The Conversation – France – By Ben Voyer, Cartier Chaired Professor of Behavioural Sciences, Full Professor, Department of Entrepreneurship, ESCP Business School

What do the luxury sector and the automotive sector have in common? Until recently, even asking the question would have seemed incongruous, given the apparent dissimilarity between brands engaged in mass production in search of economies of scale and those based on lavish spending and limited editions. The arrival of Luca de Meo (formerly of Renault) at the head of Kering signals a change for the group founded by French entrepreneur François-Henri Pinault, but also for the entire sector. Is playtime officially over?

During Kering’s general meeting earlier this month, de Meo officially took his place as head of the luxury group, the second-largest in France. The choice of the former Renault executive as the new CEO raises questions. Can luxury survive the logic of financial optimisation, such as that found in industry and FMCG (fast-moving consumer goods)?

Luxury in transformation

Since the 1990s, the rise of conglomerates like LVMH and Kering has fundamentally changed the luxury sector, creating an industrial rather than brand-driven logic. These conglomerates took advantage of the high profit margins in luxury and used financial leverage to expand rapidly and acquire brands. They benefitted from economies of scale, ranging from real estate to marketing budgets (which allowed them to negotiate with major media), and from bargaining power with subcontractors on production costs.

Today, however, this strategy is being called into question. Luxury brands are struggling with saturation, declining perceived quality, and loss of exclusivity, even as they continue pursuing growth through volume. A widening gap exists between consumers’ perception of luxury prices and product quality. Many brands are perceived – rightly or wrongly – as having cut corners on craftsmanship and materials while significantly increasing prices, relying mainly on marketing to justify costs. The industry is at a turning point, with many brands stating they will focus on “value rather than volume” in the future. Yet, it remains to be seen whether they can truly return to the fundamentals of luxury, namely craftsmanship and genuine (not orchestrated) rarity.

The new role of the CEO in luxury

Traditionally, luxury brands were family businesses, with leadership passed down from generation to generation. This preserved the brand’s heritage and artisanal dimension. Decisions were made with a long-term vision, in contrast to the dictates of the stock market and financial logic, which require regular reporting. Hermès still follows this model, with its CEO Axel Dumas belonging to the sixth generation of the Hermès-Dumas family.

A second model later emerged: hiring CEOs from within the luxury industry, aligned with the unique aspects of managing luxury brands. This vision dominated during the massive expansion of luxury brands, which went from being regional champions of European excellence and craftsmanship to global leaders in high-value-added premium goods. Today, for example, Nicolas Bos, the new CEO of Richemont – the Swiss luxury conglomerate – previously led Van Cleef & Arpels.

More recently, a new model seems to be emerging, where luxury brands are recruiting CEOs from other industries, especially consumer goods (FMCG) or industries that produce on a large scale. Such was the case with Leena Nair at Chanel, poached from Unilever, and now with de Meo at Kering. This brings new management approaches but also creates tensions with the sector’s traditional values.

Industrial production

Indeed, the FMCG approach has introduced stricter financial management, optimised segmentation and marketing, a growth strategy based on brand extensions, and large-scale production in luxury. However, this also undermines the focus on creativity, craftsmanship and exclusivity in the sector.

These appointments can certainly provide a fresh perspective: Nair’s appointment at Chanel, for example, brings human resources expertise into a sector where talent is scarce. Still, questions remain, especially concerning how excellence in service and customer experience, where luxury practices are far beyond those of consumer goods, can be integrated.

Kering faces specific challenges

There are many challenges for Kering and its new CEO. Gucci – the group’s flagship brand – has seen a 25% drop in sales, while other brands in its portfolio are underperforming. De Meo will need to tackle these issues.

The company expanded rapidly by using financial leverage, but this strategy may have reached its limits given Kering’s current debt. Many concerns remain about the dilution of the group’s brands and the loss of exclusivity.

The traditional luxury group strategy of acquiring trendy or declining brands and reviving them through marketing – boosting desirability and perceived value – and retail (via customer experience) may no longer be as effective in today’s market.

The appointment of a former Renault executive – accustomed to working in a mature industry where platform creation and margin preservation are key – signals that the luxury industry itself is reaching maturity. This strategy focuses marketing efforts on high-value-added flagship products, such as leather goods, beauty and accessories (eg sunglasses). For these products, a platform logic can be applied, where synergies between brands allow cheaper production and distribution, even at the cost of sacrificing brand individuality.

‘Platformisation’ of luxury

The new CEO will need to balance financial performance with preserving the brand’s capital and exclusivity. This may require tough decisions, such as scaling back certain operations or selling underperforming brands. A strategy of returning to exclusivity – by reducing the number of boutiques and focusing on high-value-added items – was successfully implemented by Chanel in the 1980s.

The new leader of Gucci, Balenciaga, and Bottega Veneta will have much to prove to show that a CEO coming from outside the luxury industry can successfully take on these challenges and restore Kering’s growth trajectory while maintaining its luxury positioning.

These difficulties reflect the broader challenges of a business model that has adopted mass‑market tactics, treating emotional and creative products as commodities. This “FMCG for the wealthy” approach poses a real risk of eroding the very essence of luxury.

Conflicting pressures

Luxury brands face conflicting pressures – maintaining exclusivity and craftsmanship while delivering the growth and profits expected by financial markets and conglomerate owners. The industry may have reached the limits of its expansion strategy. This is evidenced by the opening of stores in second‑ and third‑tier cities around the world and the constant launch of new product categories, which dilute brand equity.

Moreover, there is a growing tension between creative, artistic leadership and financial, operational management within luxury houses. The traditional “magic duo” of the creative director and the business leader is being disrupted. The aura of a luxury brand is built above all around a charismatic figure – at once creative and visionary – who is also committed to a brand over the long term.

Finally, there are increasing concerns about the long‑term sustainability of today’s luxury business models, particularly their reliance on marketing rather than genuine quality and authentic exclusivity to justify high prices.


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The Conversation

Ben Voyer received funding from the ESCP HEC Paris Cartier Turning Points Research Chair.

Perrine Desmichel ne travaille pas, ne conseille pas, ne possède pas de parts, ne reçoit pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’a déclaré aucune autre affiliation que son organisme de recherche.

ref. From selling cars to selling handbags: with the arrival of Luca de Meo at Kering (Gucci, Balenciaga), is luxury becoming a sector like any other? – https://theconversation.com/from-selling-cars-to-selling-handbags-with-the-arrival-of-luca-de-meo-at-kering-gucci-balenciaga-is-luxury-becoming-a-sector-like-any-other-265911