Cambio climático y costas rocosas: el mar está ganando la batalla a los acantilados

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Montserrat Jiménez Sánchez, Catedrática Geodinámica Externa, Universidad de Oviedo

Vista aérea del retroceso de los acantilados por inestabilidad de laderas en la playa de Vallina (Cudillero, Asturias). Fotografía tomada el 20 de julio de 2024. Saúl González Lemos, CC BY-SA

Una de las cuestiones que más nos preocupa actualmente es el cambio global, inducido a escala planetaria por factores naturales y acelerado por la acción humana. Entre sus consecuencias destacan el calentamiento de la atmósfera, el retroceso de los glaciares y el ascenso del nivel del mar. Esta subida ha aumentado de 2,1 milímetros al año en 1993 a 4,5 mm/año en 2023, aunque más frecuentemente se habla de valores en torno a 3,4 mm/año.

Asimismo, se está observando una mayor frecuencia e intensidad de fenómenos meteorológicos extremos capaces de modificar la dinámica de los procesos erosivos –que causan la pérdida y el desgaste de la superficie del terreno– en distintas zonas costeras del mundo.

En Europa, se ha calculado que al menos el 25 % de las costas sufren procesos erosivos, especialmente durante los temporales, cuya acción es particularmente evidente en las playas. Por ejemplo, en la playa de Piles (Valencia, España), se cuantificó un retroceso de 40 metros en solo dos semanas (entre el 6 y el 20 de enero de 2020) vinculado a la tormenta Gloria.

Aunque el retroceso puede pasar más desapercibido en los acantilados que en las playas, sus consecuencias son igualmente severas para las comunidades costeras más cercanas y expuestas. De hecho, la frecuencia de los procesos de inestabilidad de ladera en los acantilados parece ir en aumento, involucrando en ocasiones grandes volúmenes de terreno y fenómenos complejos.

La lluvia y las olas desgastan los acantilados

El retroceso de los acantilados en costas rocosas resulta de la inexorable competición entre la energía erosiva del oleaje y la resistencia de las rocas. La acción del mar socava la base de los acantilados provocando diferentes mecanismos de inestabilidad, como desprendimientos y deslizamientos, entre otros. Estos son particularmente intensos en acantilados altamente fracturados o compuestos por rocas que se erosionan fácilmente.

La dinámica del proceso erosivo en costas rocosas está fuertemente influida por factores climáticos como las precipitaciones, la humedad del suelo y la altura del oleaje.

Durante períodos lluviosos, el suelo incrementa su humedad y peso, perdiendo resistencia y aumentando la probabilidad de desestabilizarse. Durante los temporales, la capacidad erosiva del oleaje se incrementa y con ella el número de inestabilidades de ladera en los acantilados.

Todos estos procesos conducen inevitablemente al avance progresivo del mar hacia la tierra ocasionando el retroceso de la línea de costa. El actual contexto de cambio climático sugiere que estos fenómenos serán cada vez más frecuentes e intensos.




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Cambio climático: hay que alejar a la gente de algunas zonas costeras (también en España)


Ejemplos en todo el mundo

Para ilustrar el problema, existen ejemplos espectaculares de episodios actuales de dinámica intensa de retroceso de acantilados en distintas zonas del mundo.

Durante el evento de El Niño 2015-2016, el 12 % de los acantilados de un tramo de costa de 300 kilómetros del sur de California (zona de Palos Verdes) llegaron a registrar retrocesos de 10-15 metros.

En el norte de España existe un deslizamiento (Faro de Tazones, Asturias) con un volumen estimado de más de 3 millones de metros cúbicos que se volvió muy activo entre febrero de 2018 y febrero de 2021. Son destacables los desplazamientos superiores a 14 metros en algunos puntos durante el año 2019, coincidiendo con episodios de elevadas precipitaciones (821 mm en 24 horas) y temporales con olas superiores a 9 metros.

Evolución de la pendiente del faro de Tazones ilustrada en las imágenes tomadas por un dron en: a. 2018 y b. 2019. La flecha indica un deslizamiento plano superficial. c. Vista del acantilado desde el mar, en la que se observan algunos bloques desprendidos y árboles.
Domínguez-Cuesta et al., 2021, CC BY

El retroceso de los acantilados se acelera

En distintos sectores costeros de Europa, se han realizado estudios que ponen de manifiesto que las tasas de retroceso actuales son superiores a las de los últimos miles de años.

Así, en la costa de Normandía se han estimado valores entre un 33 % y 57 % más bajos que los medidos actualmente (0,10-0,18 m/año). En la costa de Gran Bretaña se han registrado tasas de retroceso histórico que varían entre 2 y 25 cm/año.

Estas mismas investigaciones –basadas en la combinación de datos históricos, topográficos, geocronológicos, meteorológicos y sensores remotos– subrayan la importancia del clima en la erosión costera y sugieren que, debido al aumento del nivel del mar, la velocidad del retroceso de acantilados podría incrementarse hasta diez veces para finales del siglo XXI.

Ante esta perspectiva, las estrategias de adaptación son esenciales. Para ello, es preciso mejorar nuestra comprensión actual de la evolución de los acantilados y su relación con el cambio climático. Potenciar la investigación para incrementar el conocimiento, fomentar la educación de la ciudadanía y mejorar la ordenación del territorio son fundamentales para anticipar riesgos futuros, proteger vidas e infraestructuras, y promover una gestión costera sostenible. Así se podrá contribuir a mitigar el impacto del calentamiento global en las costas.


Este artículo es fruto de una colaboración con la Cátedra Cambio Climático de la Universidad de Oviedo.


The Conversation

Montserrat Jiménez Sánchez codirige el Proyecto de Investigación RETROCLIFF (PID2021-122472NB-100) financiado por MCIN, AEI y FEDER, UE y dirige el Proyecto de Investigación GEOCANTABRICA (IDE/2024/000753. SEK-25-GRU-GIC-24-072) financiado por SEKUENS-Gobierno del Principado de Asturias y Fondos Europeos.

Laura Rodríguez Rodríguez participa en los proyectos de investigación RETROCLIFF (PID2021-122472NB-100) financiado por MCIN, AEI y FEDER, UE y GEOCANTABRICA (IDE/2024/000753. SEK-25-GRU-GIC-24-072) financiado por SEKUENS-Gobierno del Principado de Asturias y Fondos Europeos.

María José Domínguez Cuesta codirige el Proyecto de Investigación RETROCLIFF (PID2021-122472NB-100) financiado por MCIN, AEI y FEDER, UE y participa en el Proyecto de Investigación GEOCANTABRICA (IDE/2024/000753. SEK-25-GRU-GIC-24-072) financiado por SEKUENS-Gobierno del Principado de Asturias y Fondos Europeos.

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Rater mieux, rater encore plus mal : l’art du kitsch

Source: The Conversation – France (in French) – By Franz Johansson, Docteur en Littérature française, Sorbonne Université

Aussi indéfinissable qu’insaisissable, le kitsch prolifère partout, des musées les plus prestigieux aux vide-greniers. Une consécration paradoxale pour un phénomène dont l’essence même est son caractère commun.


Vieille d’un siècle et demi – si on la fait commencer avec l’apparition du mot lui-même, dans la deuxième moitié du XIXᵉ siècle, l’histoire du kitsch est celle d’une irrésistible extension dont, en 1939, le critique américain Clement Greenberg annonçait le caractère impérieux (et impérialiste) :

« Il a effectué un tour du monde triomphal, envahissant et défigurant les cultures particulières de chacun des pays qu’il a successivement colonisés ; il est en train de s’imposer comme une culture universelle, la première culture universelle qui ait jamais existé. »

Elle est aussi, depuis un quart de siècle notamment, celle d’une ascension non moins spectaculaire, lui ayant permis d’accéder aux lieux les plus prestigieux. Dans les expositions Pierre et Gilles au Jeu de Paume (2007) ou Takashi Murakami au château de Versailles (2010) se montre un kitsch débarrassé de tout relent de marginalité, géographique, sociale ou artistique. Le succès de Jeff Koons – détenant le titre d’artiste vivant le plus cher de l’histoire – est peut-être l’indice le plus certain d’un triomphe envahissant, insolent parfois, du kitsch.

Mais la possibilité même d’une apothéose est paradoxale pour un phénomène impliquant dans sa définition, dans son essence même, un caractère commun, bas ou indigne. Il est impossible de définir en quelques lignes un terme dont presque tous les penseurs qui l’ont abordé soulignent le caractère éminemment fuyant. « Le kitsch échappe comme un lutin à toute définition » écrit le philosophe Theodor Adorno. Cependant, on peut se rappeler utilement son étymologie probable. Celle-ci le rattache aux verbes exprimant en dialecte allemand mecklembourgeois l’action de bâcler (« kitschen ») ou de tromper sur la marchandise (« verkitschen »).

Se pourrait-il qu’il y ait dans ce mensonge le germe d’une sagesse ? Qu’à l’arrogance de la victoire se mêle parfois la lucidité d’un échec ?

Dialectique du kitsch

Il est arrivé plusieurs fois dans l’histoire de l’art qu’un mouvement reprenne à son compte le mot par lequel on a d’abord voulu le dénigrer, et en efface ou en renverse toute nuance péjorative : les mots « impressionnisme » ou « cubisme » étaient à leur début empreints d’un accent de raillerie qui s’est très vite dissipé.

Il en va tout autrement pour le « kitsch ». Celui-ci continue d’impliquer, quel que soit l’éclat de son triomphe, la présence d’une sous-valeur, une fausse valeur ou une contre-valeur. Dans la variété de nuances auxquelles elle peut donner lieu – humour ou cynisme, provocation ou ironie, et jusqu’au plus sincère enthousiasme –, l’adhésion au kitsch est toujours scindée : non l’oubli pur et simple d’un stigmate originel, mais une manière de faire avec lui, de l’intégrer dans une forme de dialectique.

N’est-ce pas là une sophistication inutile ? Est-il réellement besoin d’introduire une dialectique dans l’attrait que peuvent inspirer les couleurs criardes d’un nain de jardin ou les coûteuses surcharges de l’hôtel Luxor de Las Vegas ? Oui, en définitive. L’appréhension d’une œuvre kitsch suppose la présence active (même lorsqu’elle est enfouie) d’une inversion de sa valeur, d’un renversement possible : l’expérience esthétique (et, le cas échéant, critique) s’inscrit dans une tension ou dans la virtualité d’un basculement possible entre l’authentique et l’artificiel, l’unique et le sériel, le dérisoire et le grandiose.

Ce qui relève de la médiocrité aspire à s’élever, et la cuillère ou la salière se chargent alors d’ornements, le mug s’affuble des symboles de la haute culture (de la Joconde aux autoportraits de Frida Kahlo). À l’inverse, ce qui vise le sublime (celui des grands idéaux ou des beaux sentiments) fait naufrage (ou, plus prosaïquement, trébuche et se casse la figure) dans le poncif ou la mièvrerie : les éclats pharaoniques de l’Aïda de Verdi ou les innocences lisses des toiles de William Bouguereau.

L’intelligence du toc

« Tu m’as donné ta boue et j’en ai fait de l’or », écrit Baudelaire dans un projet d’épilogue aux Fleurs du mal. Aussi curieux que le rapprochement puisse paraître, l’orgueil d’une alchimie anime à son tour cette esthétique du confort, cet « art du bonheur » (comme l’appelle, dans les années 1970, le sociologue Abraham Moles) qu’est le kitsch. Excepté qu’ici, il suffit de gratter un peu pour reconnaître dans l’or la dorure. Il reste pourtant quelque chose de cette alchimie en toc une fois que l’écaille dorée est tombée : l’échec lui-même, dans la richesse de ses nuances. On peut échouer un peu, beaucoup, à la folie, passionnément ou lamentablement. Ce qu’on perd en grandeur prométhéenne, on le gagne en complexité.

On peut appeler intelligence, au plus près de l’étymologie, ce qui, dans le kitsch nous incite à lire et à lier ensemble des éléments n’ayant en eux-mêmes rien de précieux ni d’éclairant ; ce n’est que par le réseau qu’ils forment, par la manière dont ils articulent et souvent renversent des matériaux enchevêtrés, qu’ils jettent une certaine lumière sur le monde.

Contre ceux qui y voyaient un phénomène frivole et sans conséquences, Theodor Adorno prônait la nécessité de prendre le kitsch au sérieux, en précisant « critiquement au sérieux ». À l’intelligence du kitsch exigée par le penseur de l’École de Francfort, extérieure à l’objet examiné, on pourrait en ajouter une autre : non plus celle qui le surplombe pour en percer à jour les mécanismes insidieux et néfastes, mais celle qui se loge auprès de lui et en lui. Celle-ci n’entre pas en contradiction avec la première : il serait appauvrissant et absurde de ne pas prendre en considération l’incitation au conformisme politique autant qu’esthétique, la dimension aliénante dénoncée par les grands penseurs de ce kitsch devenant, dans la célèbre formule de l’écrivain Hermann Broch, « le mal dans le système des valeurs de l’art ».

Mais une intelligence du kitsch peut aussi prêter attention à l’idée formulée par le philosophe Walter Benjamin : celle qu’un art devenu accessible au corps, un art qui se laisse enfin toucher, ouvre la possibilité d’un nouveau rapport à l’intériorité humaine. Ou à celle d’Umberto Eco rétorquant aux « apocalyptiques », effrayés par l’irrévocable déchéance de la culture que trahissent le succès du jazz et des films d’Hollywood, que le monde des communications de masse est, qu’on le veuille ou non, notre monde. Ou encore à celle de l’autrice new-yorkaise Susan Sontag rendant compte de la sensibilité « camp », ce « dandysme de l’ère des masses » où le connaisseur le plus délicat et le plus blasé trouve sa délectation dans l’objet kitsch précisément parce qu’il est tel : « Affreux à en être beau ! »

Le kitsch partout ?

S’il n’est peut-être pas faux de dire que le kitsch est omniprésent dans notre monde contemporain, ce n’est pas que la possibilité ne nous soit plus offerte d’expériences entièrement étrangères au kitsch, c’est que celui-ci est toujours susceptible de surgir à l’improviste ou de projeter son ombre n’importe où. Quel que soit le champ où on se situe, artistique, social, économique, politique ou religieux, on court le risque de glisser ou de culbuter vers lui, avec innocence ou lucidité, tendresse ou ironie, par provocation ou par instinct, sentimentalisme ou démagogie.

Des outrances effroyablement sirupeuses de la campagne électorale de Donald Trump, aux bigarrures de la dernière collection de Miuccia Prada, où la transgression des codes du luxe se veut aussi leur parodie, de l’orientalo-hellénisme ploutocratique de l’Atlantis de Dubaï au romano-byzantinisme mystique de la basilique du Sacré-Cœur à Montmartre, d’André Rieu à Richard Wagner (exemple d’un « kitsch génial », selon Hermann Broch), de la Barbie « western rose » en vente dans un mall de Miami ou de Manilla au Barbie (2023), de Greta Gerwig où l’univers de la poupée de Mattel investit l’écran d’une manière si littérale qu’il en éveille de manière étonnante une forme de réflexivité…

Les positions monolithiques, surplombantes et dogmatiques s’avèrent de moins en moins capables de rendre compte d’un kitsch qui, en proliférant, a aussi amplifié ses registres, multiplié ses dimensions ou ses strates. Et qui nous oblige alors à le considérer au cas par cas, en tenant compte, à chaque fois qu’il paraît, de tous les éléments en présence au sein d’équations tantôt très élémentaires, tantôt très subtiles. Et dont on n’est pas certain de pouvoir dire, dans les meilleurs des cas, dans quelques œuvres rares, si elles aboutissent au succès ou à l’échec.

« Rater mieux encore. Ou mieux plus mal. Rater plus mal encore. Encore plus mal encore. »

Laquelle de ces quêtes, énoncées par Samuel Beckett, est celle de celui qui accepte dans son art d’avoir partie liée avec le kitsch ?

The Conversation

Franz Johansson ne travaille pas, ne conseille pas, ne possède pas de parts, ne reçoit pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’a déclaré aucune autre affiliation que son organisme de recherche.

ref. Rater mieux, rater encore plus mal : l’art du kitsch – https://theconversation.com/rater-mieux-rater-encore-plus-mal-lart-du-kitsch-258197

La mission spatiale CO3D, ou comment cartographier la Terre en 3D et au mètre près

Source: The Conversation – France in French (2) – By Laurent Lebegue, Responsable performances système du projet CO3D, Centre national d’études spatiales (CNES)

Quatre satellites de nouvelle génération vont quitter Kourou, en Guyane, le 25 juillet, à bord d’une fusée Vega-C.

La mission CO3D, consacrée à la cartographie en trois dimensions des terres émergées du globe, s’appuie sur de nombreuses innovations technologiques. Son défi principal ? Couvrir une surface considérable avec une précision de l’ordre du mètre, en imageant aussi les objets mobiles comme les véhicules ou panaches de fumée, tout en se fondant sur des traitements entièrement automatisés pour réduire les coûts de production.


La mission CO3D, développée conjointement par le Centre national d’études spatiales (Cnes) et Airbus, doit fournir une cartographie des reliefs, que l’on appelle dans le domaine « modèles numériques de surface », pour des besoins bien identifiés – qu’ils soient civils ou militaires –, mais aussi de développer de nouveaux usages de ces informations 3D, encore insoupçonnés, que ce soit par des organismes de recherches ou des start-ups.

Pourquoi cartographier la Terre en 3D ?

Les données acquises par la mission CO3D permettront de surveiller la Terre depuis l’espace. Ainsi, les scientifiques pourront par exemple suivre les variations du volume des glaciers ou des manteaux neigeux en montagne.

Ils pourront aussi étudier l’évolution du trait de côte ou encore l’effondrement des falaises, et ainsi simuler l’impact de la montée du niveau des mers sur les terres littorales.

La cartographie 3D de la biomasse permet aussi de suivre à grande échelle la déforestation ou, plus localement, l’évolution de la végétalisation des villes et la gestion des îlots de chaleur.

L’ensemble de ces données, qui forment l’une des briques de base des jumeaux numériques, sont essentielles pour mieux comprendre l’impact du dérèglement climatique sur les écosystèmes et les territoires.


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Au-delà des sciences, la modélisation 3D précise est un outil indispensable pour les acteurs du secteur public comme les collectivités ou la sécurité civile. Ces dernières exploitent les données 3D dans le cadre de l’aménagement du territoire, la gestion des espaces tels que les zones inondables ou encore pour la connaissance précise des terrains en cas de gestion de crise à la suite d’une catastrophe naturelle.

Par exemple, en cas de tremblement de Terre, les satellites d’observation sont activés pour évaluer les dégâts à grande échelle afin d’aider les secours à prioriser leurs interventions, mais aussi pour évaluer les reconstructions à prévoir. Ces opérations sont réalisables avec de l’imagerie 2D classique, mais estimer l’effondrement d’un étage de bâtiment avec une simple vue verticale n’est pas forcément adapté, contrairement à l’imagerie 3D qui permet de mesurer directement les hauteurs.

En matière de défense, les données CO3D aideront, par exemple, à préparer les missions aériennes d’avion ou de drones à basse altitude ainsi que les déploiements de véhicules et de troupes sur divers terrains accidentés.

Comment fonctionne cette nouvelle imagerie 3D ?

La constellation s’articule autour de quatre satellites construits par Airbus, d’une masse de 285 kilogrammes chacun et d’une durée de vie de huit ans, permettant d’acquérir des images en couleurs d’une résolution de 50 centimètres – soit la résolution nécessaire pour produire des modèles numériques de surface avec une précision altimétrique d’environ un mètre.

vue d’artiste d’une paire de satellites
Acquisition stéréoscopique d’une paire de satellites CO3D.
CNES, Fourni par l’auteur

Les quatre satellites seront regroupés en deux paires positionnées sur une même orbite (à 502 kilomètres d’altitude), mais en opposition afin de réduire le temps nécessaire aux satellites pour revenir photographier un même site.

Le principe de génération des modèles numériques de surface à partir des images est celui qui nous permet de voir en trois dimensions : la vision stéréoscopique. Les images d’un site sur Terre sont acquises par deux satellites avec un angle différent comme le font nos yeux. La parallaxe mesurée entre les deux images permet, grâce à de puissants logiciels, de calculer la troisième dimension comme le fait notre cerveau.

schéma de principe
Principe de génération de modèle numérique de surface par stéréoscopie spatiale.
Cnes, Fourni par l’auteur

De plus, les images étant acquises avec deux satellites différents que l’on peut synchroniser temporellement, il est possible de restituer en 3D des objets mobiles, tels que des véhicules, des panaches de fumée, des vagues, etc. Cette capacité, encore jamais réalisée par des missions précédentes, devrait améliorer la qualité des modèles numériques de surface et ouvrir le champ à de nouvelles applications.

Les couleurs disponibles sont le rouge, le vert, le bleu mais aussi le proche infrarouge, ce qui permet d’avoir des images en couleur naturelle comme les voient nos yeux, mais aussi d’augmenter la capacité à différencier les matériaux, au-delà de ce que peut faire la vision humaine. Par exemple, un terrain de sport apparaissant en vert en couleur naturelle pourra être discriminé en herbe ou en synthétique grâce au proche infrarouge. Notons que la résolution native de 50 centimètres dans le proche infrarouge est inégalée à ce jour par d’autres missions spatiales. Elle permettra par exemple de générer automatiquement des cartes précises de plans d’eau et de végétation qui sont des aides à la production automatique de nos modèles numériques de surface de précision métrique.

Les satellites ont chacun la capacité d’acquérir environ 6 500 images par jour mais malgré cela, il faudra environ quatre ans pour couvrir l’ensemble des terres émergées attendues et produire les données associées ; une image élémentaire ayant une emprise au sol de 35 kilomètres carrés, il faudra environ 3,5 millions de couples d’images stéréoscopiques pour couvrir les 120 millions de kilomètres carrés.

Un gros travail au sol pour tirer le meilleur des données

De nombreuses innovations concernent également la planification de la mission et les traitements réalisés au sol.

Les satellites optiques ne voyant pas à travers les nuages, la prise en compte de prévisions météorologiques les plus fraîches possible est un élément clé des performances de collecte des données. En effet, les satellites sont très agiles et on peut les piloter pour observer entre les nuages. Avec CO3D, la prévision météo est rafraîchie à chaque orbite, à savoir quinze fois par jour.

Ouverture du container contenant les quatre satellites CO3D, en salle blanche à Kourou (Guyane).
2025 ESA-Cnes-Arianespace/Optique vidéo du CSG-P. Piron, Fourni par l’auteur

Le volume de données à générer pour couvrir le monde en 4 ans est considérable, environ 6 000 téraoctets (l’équivalent d’un million de DVD). La seule solution possible pour atteindre cet objectif dans une durée contrainte et à des coûts réduits a été pour le Cnes de développer des chaînes de traitement robustes, sans reprise manuelle et massivement parallélisées dans un cloud sécurisé.

Le Cnes développe aussi un centre de calibration image, consacré à la mission CO3D, qui sera chargé, pendant les six mois qui suivent le lancement, d’effectuer les réglages des satellites, des instruments et des logiciels de traitement qui permettront d’avoir la meilleure qualité possible des images. À l’issue de ces phases de qualification des satellites et des données, les cartographies 3D seront accessibles aux partenaires institutionnels du Cnes (scientifiques, collectivités locales ou équipes de recherche et développement) au fur et à mesure de leur production.

Par la suite, après une phase de démonstration de production à grande échelle de dix-huit mois, Airbus commercialisera également des données pour ses clients.

À quelques jours du lancement, la campagne de préparation des satellites bat son plein à Kourou et l’ensemble des équipes de développement et d’opérations finalise à Toulouse les derniers ajustements pour démarrer les activités de mise à poste et de recette en vol, les activités de positionnement des satellites sur leur orbite finale, de démarrage des équipements des satellites et de leurs instruments, puis de réglage des paramètres des traitements appliqués au sol.

The Conversation

Laurent Lebegue ne travaille pas, ne conseille pas, ne possède pas de parts, ne reçoit pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’a déclaré aucune autre affiliation que son organisme de recherche.

ref. La mission spatiale CO3D, ou comment cartographier la Terre en 3D et au mètre près – https://theconversation.com/la-mission-spatiale-co3d-ou-comment-cartographier-la-terre-en-3d-et-au-metre-pres-260747

Comment amener quelqu’un à faire librement ce que l’on désire ?

Source: The Conversation – France in French (3) – By Fabien Girandola, Professeur de Psychologie Sociale, Aix-Marseille Université (AMU)

Publié en 1987, vendu à plus de 500 000 exemplaires en France, le Petit Traité de manipulation à l’usage des honnêtes gens, de Robert-Vincent Joule et Jean-Léon Beauvois, est un véritable phénomène de librairie. Fondé sur les recherches en psychologie sociale, l’ouvrage propose de connaître les techniques de manipulation auxquelles nous sommes confrontés quotidiennement ou qui permettent de convaincre.


Comment amener quelqu’un à faire librement ce qu’on désire le voir faire ? C’est à cette question, qui nous concerne probablement toutes et tous, que répondent Robert-Vincent Joule et Jean-Léon Beauvois dans leur ouvrage, Petit Traité de manipulation à l’usage des honnêtes gens (1987, rééd. 2024). Ils le font à la lumière des connaissances élaborées au fil des décennies pas les psychologues sociaux, depuis les travaux précurseurs de Kurt Lewin jusqu’à nos jours, et donc durant soixante-quinze années de recherches.

L’un des mérites majeurs de l’ouvrage de Joule et Beauvois est d’avoir travaillé ce corpus expérimental au sein de l’espace francophone, notamment en rendant accessibles des recherches anglo-saxonnes jusque-là peu diffusées. Une conférence donnée par Robert-Vincent Joule à l’Université Grenoble Alpes illustre parfaitement cette logique de l’influence librement consentie.

Dans la dernière édition augmentée et actualisée, parue en octobre 2024, les auteurs explicitent une trentaine de techniques d’influence dont l’efficacité est expérimentalement démontrée dans des recherches de laboratoire et de terrain. Ces procédures, qu’ils qualifient de techniques de manipulation, permettent de multiplier (par deux, par trois, parfois par dix) nos chances d’arriver à nos fins, pour le meilleur et pour le pire.

La connaissance de ces techniques et des processus psychologiques en jeu donnent au lecteur des armes pour éviter de se faire manipuler et pour forger son esprit critique, le rendant moins poreux aux influences néfastes s’exerçant sur lui. Certains blogs de « vulgarisation » estiment même que l’ouvrage relève de l’utilité publique – une appréciation rare pour un traité de psychologie sociale.

L’ouvrage concerne essentiellement les influences interpersonnelles, celles qui opèrent entre deux personnes (en famille, au travail, dans la rue, sur Internet, ou encore ici ou là entre un vendeur et un client), sans négliger pour autant les influences de masse. Les chercheurs en sciences de l’information et de la communication (SIC) s’intéressent aussi particulièrement à ces dynamiques, dès lors qu’elles s’inscrivent dans des dispositifs médiatisés (affichages, interfaces, plateformes numériques) ou ritualisés (conférences, campagnes, échanges transactionnels). Enfin, le conditionnement évaluatif, sur lequel s’appuient volontiers les spécialistes du marketing.




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Le conditionnement évaluatif

Vous écoutez la Marseillaise avant un match de football de l’équipe de France. La caméra passe lentement d’un joueur à l’autre. En plan serré, on voit le visage concentré de chaque joueur mais aussi le haut de chaque maillot avec le logo d’une certaine marque. Bien sûr, on ne prête pas attention à ce logo et pourtant, sans qu’on en ait conscience, la positivité de la Marseillaise, l’hymne national, va se transférer sur la marque, rendant ainsi plus probables les comportements d’achat attendus de la part des spectateurs. Les recherches qui illustrent ce phénomène sont légion.

Une étude célèbre a ainsi montré l’effet du conditionnement évaluatif sur le choix d’un stylo en fonction d’une musique plaisante ou déplaisante. Les participants étaient amenés à regarder une publicité pour un stylo. Le stylo était de couleur bleue pour une moitié des participants et beige pour l’autre moitié. Une musique était diffusée, agréable pour certains, désagréable pour d’autres.

À la fin de l’expérience chaque participant se voyait offrir un stylo dont il pouvait choisir la couleur (bleu ou beige). Comme attendu, les participants choisirent massivement la couleur associée aux musiques plaisantes (qu’il s’agisse du bleu ou du beige) et délaissèrent la couleur associée aux musiques déplaisantes (qu’il s’agisse du bleu ou du beige). Mais il y a plus, lorsqu’on leur demande d’expliquer leur choix, ils en appellent à leur goût personnel pour la couleur choisie, sans faire la moindre allusion à la musique !

Les techniques décrites dans le Petit traité de manipulation peuvent évidemment être utilisées à nos dépens par des individus malintentionnés ; par exemple, pour obtenir de nous des informations confidentielles, comme nos coordonnées bancaires, ou de façon plus générale, pour obtenir de nous des décisions que nous regretterons. Mais elles peuvent aussi, entre les mains d’honnêtes gens, se montrer très utiles – et bien plus efficaces que la persuasion – pour promouvoir des comportements « socialement utiles » recherchés. Un exemple : la technique de l’étiquetage.

L’étiquetage

Dans une des recherches rapportées dans l’ouvrage de Joule et Beauvois, des chercheurs américains comparent l’efficacité de deux stratégies pour inciter des élèves de 9-10 ans à ne pas jeter les papiers de bonbons par terre : une stratégie persuasive et une stratégie reposant sur des étiquetages.

Pendant huit leçons sur le respect de l’environnement, l’enseignante s’efforçait, en mettant en avant des arguments appropriés, de convaincre certains élèves d’être propres et ordonnés (condition persuasive). Elle n’essayait pas de convaincre d’autres élèves, se contentant de leur dire « Vous êtes des enfants propres et ordonnés » (condition d’étiquetage).

Au terme de ces leçons, on distribuait aux enfants des sucreries soigneusement emballées et on comptait le nombre de papiers de bonbons laissés sur le sol. Les chercheurs ont constaté que les enfants placés dans la condition d’étiquetage se conformaient davantage aux attentes éducatives que ceux placés dans la condition persuasive : moins d’emballages de bonbon sur le sol et davantage dans les poubelles. Mais il y a plus : cet effet persistait après la fin de l’expérience, alors que plus rien n’était demandé aux enfants, prouvant ainsi l’impact durable de l’étiquetage sur les comportements ultérieurs de propreté des élèves.

La supériorité de l’étiquetage sur la persuasion est également démontrée dans d’autres recherches qui portent cette fois sur la performance scolaire (résultats obtenus à des exercices de mathématiques, par exemple).


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Il ne faudrait pas croire que seuls les enfants sont sensibles à l’étiquetage. Les adultes le sont tout autant, comme le montre, par exemple, une autre expérience rapportée dans le Petit traité de manipulation. Après avoir fait passer un pseudo test de personnalité à des participants, les chercheurs leur disaient, indépendamment de leurs résultats, « Vos résultats montrent que vous êtes une personne bienveillante et généreuse » (étiquetage).

Un peu plus tard, un complice des chercheurs laissait tomber un jeu de cartes pour étudier leur réaction. L’aiderait-on ou pas à ramasser les cartes sur le sol ? Comme attendu, les personnes s’étant entendu dire qu’elles étaient bienveillantes et généreuses – bien qu’il s’agisse d’un étiquetage purement arbitraire – furent significativement plus nombreuses à aider « spontanément » le complice que les personnes d’un groupe témoin qui n’avaient pas, quant à elles, reçu d’étiquetage.

Serions-nous les messieurs Jourdain de la manipulation ?

Le succès de cet ouvrage auprès du grand public s’explique certainement par la façon dont les auteurs éclairent, à la lumière du savoir psychologique disponible, les interactions les plus courantes de notre existence sociale.

Force est de reconnaître que nous sommes tous, tour à tour, manipulateur et manipulé. Qui ne s’est jamais servi de moyens plus ou moins détourné pour arriver à ses fins ? Qui n’a jamais fait, après y avoir été habilement conduit, quelque chose qu’il n’aurait pas fait de lui-même. Nous avons tous un jour, plus ou moins, agi de la sorte.

À titre d’exemple, Joule et Beauvois rapportent dans leur ouvrage une des façons de procéder à laquelle nous avons probablement tous eu recours pour essayer d’obtenir une faveur : la technique du « je-ne-vous-demanderai-rien-d’autre », dont le principe consiste précisément à faire savoir à notre interlocuteur que la demande qu’on lui adresse ne sera pas suivie d’une autre.

Je-ne-vous-demanderai-rien-d’autre

Dans une recherche réalisée par Grzyb et Dolinski de 2017, des personnes étaient sollicitées par un chercheur durant un concert. « Bonjour, je collecte des fonds pour un centre de soins pour enfants […]. Accepteriez-vous de faire un don ? C’est la seule chose que je vais vous demander. » Près de 55 % acceptèrent contre 15 % seulement dans la condition contrôle, condition dans laquelle le propos du chercheur était exactement le même mais sans la phrase : « C’est la seule chose que je vais vous demander. »

Ce type de manipulations est-il répréhensible ? Certainement pas.

Aussi étonnant que cela puisse paraître, le recours aux techniques de manipulation – sauf, bien sûr, lorsqu’elles sont mises au service d’intérêts moralement répréhensibles – fluidifie la vie sociale. Peut-être même ce recours entretient-il l’amitié ? Imaginons qu’un ami obtienne de vous, en vous manipulant, une faveur que vous ne lui auriez pas accordée spontanément (par exemple : l’aider à déménager). Il vous en sera très reconnaissant et, évidemment, à la première occasion, c’est lui qui vous rendra, volontiers de surcroît, un service de la même importance sans que vous ayez besoin, à votre tour, de le manipuler. La morale est donc sauve.

Et vous, à quelles formes d’influence avez-vous cédé sans le savoir ?

The Conversation

Les auteurs ne travaillent pas, ne conseillent pas, ne possèdent pas de parts, ne reçoivent pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’ont déclaré aucune autre affiliation que leur organisme de recherche.

ref. Comment amener quelqu’un à faire librement ce que l’on désire ? – https://theconversation.com/comment-amener-quelquun-a-faire-librement-ce-que-lon-desire-257571

En Russie et ailleurs, les mesures natalistes en question

Source: The Conversation – France in French (3) – By Jennifer Mathers, Senior Lecturer in International Politics, Aberystwyth University

Dans un contexte de grave crise démographique accentuée par la guerre en Ukraine, plusieurs régions de Russie octroient désormais des allocations spéciales aux adolescentes ayant des enfants. De plus en plus de pays, de la Hongrie aux États-Unis en passant par la Pologne, mettent en place des mesures similaires – des initiatives dont la portée est à la fois sociale, économique et idéologique.


Dans certaines parties de la Russie, les adolescentes qui tombent enceintes recevront désormais plus de 100 000 roubles (environ 1 100 euros, au taux de change actuel) pour donner naissance à leurs enfants et les élever.

Cette nouvelle mesure, introduite ces derniers mois dans une dizaine de régions du pays, s’inscrit dans la nouvelle stratégie démographique russe. Elle est en réalité un élargissement de décisions déjà adoptées en mars 2025, qui s’appliquaient alors uniquement aux femmes adultes. L’objectif est de remédier à la baisse spectaculaire du taux de natalité observée dans le pays : en 2023, le nombre de naissances par femme en Russie était de 1,41, un niveau très inférieur aux 2,05, niveau requis pour assurer le renouvellement des générations.

Rémunérer des adolescentes pour avoir des enfants alors qu’elles sont encore scolarisées est une idée qui ne fait pas consensus en Russie. Selon une récente enquête publiée par le Centre russe d’études de l’opinion publique (VTsIOM), 43 % des Russes approuvent cette mesure, tandis que 40 % s’y opposent. En tout état de cause, l’adoption d’une telle politique témoigne de la priorité élevée accordée par l’État à l’augmentation du nombre de naissances.

Vladimir Poutine considère qu’une population nombreuse est l’un des signes distinctifs d’une grande puissance florissante, au même titre qu’un vaste territoire (en pleine expansion) et une armée puissante. L’attaque conduite sur l’Ukraine a permis à la Russie d’annexer illégalement plusieurs zones du territoire ukrainien, peuplées de quelque deux ou trois millions de personnes ; pour autant, la guerre a aussi eu des effets désastreux pour la taille actuelle et future de la population russe.

D’après certaines estimations, 250 000 soldats russes auraient été tués sur le champ de bataille. De plus, des centaines de milliers de personnes parmi les Russes les plus instruits, souvent de jeunes hommes fuyant le service militaire, ont quitté le pays. Bon nombre de soldats tués et de jeunes exilés auraient pu devenir les pères de la prochaine génération de citoyens russes.

Un phénomène qui ne se limite pas uniquement à la Russie

Mais si la situation démographique de la Russie est extrême, la baisse des taux de natalité est désormais une tendance mondiale. On estime que, d’ici à 2050, plus des trois quarts des pays du monde auront des taux de fécondité si bas qu’ils ne pourront plus maintenir leur population.

Arte, 2 avril 2024.

Poutine n’est pas le seul dirigeant mondial à avoir mis en place des politiques visant à encourager les femmes à avoir plus d’enfants. Le gouvernement de Viktor Orban en Hongrie propose toute une série de mesures incitatives, telles que des allégements fiscaux généreux et des prêts hypothécaires subventionnés réservés aux ménages de trois enfants ou plus.

La Pologne alloue mensuellement 500 zlotys (117 euros, selon le taux actuel) par enfant aux familles à partir de deux enfants. Cependant, cela n’a pas un effet déterminant sur la natalité, car les Polonaises, surtout celles dont les revenus sont déjà relativement élevés, ne sont pas prêtes à renoncer à une ascension professionnelle ou à un salaire élevé pour avoir un enfant de plus.

Aux États-Unis, Donald Trump a proposé de verser 5 000 dollars (4 300 euros environ) aux mères à chaque naissance, vision inscrite dans l’idéologie MAGA qui vise à encourager la natalité.

« Natalistes aux États-Unis : ils veulent sauver l’humanité », TF1, 17 mai 2024.

Inverser la baisse de la natalité est une affaire complexe, car les raisons qui poussent les individus et les couples à devenir parents le sont tout autant. Les préférences des individus, leurs aspirations personnelles et leurs convictions quant à leur capacité à subvenir aux besoins de leurs enfants, ainsi que les normes sociales et les valeurs culturelles et religieuses jouent toutes un rôle dans ces décisions. En conséquence, l’impact des politiques dites natalistes a été jusqu’ici pour le moins mitigé. Aucun pays n’a trouvé de solution facile pour inverser la baisse des taux de natalité.

Il convient de s’intéresser, sur ces questions, à la politique choisie par l’Espagne, qui cherche à lutter contre le déclin démographique par des mesures alternatives, sans encourager directement les femmes à avoir plus d’enfants. Le pays facilite désormais l’accès à la citoyenneté pour les migrants, y compris à ceux qui sont entrés illégalement dans le pays. L’accueil favorable réservé aux immigrants par Madrid est considéré comme l’un des facteurs à l’origine de l’essor économique du pays.

Quelles familles veut-on privilégier ?

Les gouvernements qui adoptent des politiques natalistes se préoccupent non seulement de l’augmentation du nombre total de personnes vivant et travaillant dans leur pays, mais désirent également encourager certaines catégories de personnes à procréer. En d’autres termes, il existe une dimension idéologique inhérente à ses pratiques.

Les mesures incitatives en faveur des grossesses et des familles nombreuses ciblent généralement les personnes que l’État considère comme ses citoyens les plus « souhaitables » – en raison de leur origine ethnique, de leur langue, de leur religion, de leur orientation sexuelle ou d’une autre identité ou combinaison d’identités.

Par exemple, la proposition espagnole visant à augmenter la population en augmentant l’immigration s’adresse principalement aux hispanophones. Les migrants originaires de pays catholiques d’Amérique latine ont assez facilement accès à des emplois, alors que les possibilités de rester dans le pays ou de s’y installer ne semblent pas s’étendre aux migrants originaires d’Afrique. Parallèlement, les aides accordées aux familles en Hongrie sont accessibles uniquement aux couples hétérosexuels disposant de revenus assez élevés.

L’accent mis sur l’augmentation de la proportion des citoyens les plus souhaitables explique pourquoi l’administration Trump ne voit aucune contradiction à appeler à la naissance de plus d’enfants aux États-Unis, tout en ordonnant l’arrestation et l’expulsion de centaines de migrants présumés illégaux, tentant ainsi de revenir sur la garantie constitutionnelle de la citoyenneté américaine à toute personne née dans le pays et même de retirer la citoyenneté à certains Américains.

Quelles sont les mères visées ?

Le succès ou l’échec des gouvernements et des sociétés qui encouragent la natalité dépend de leur capacité à persuader les gens, et en particulier les femmes, d’accepter de devenir ou redevenir parents. Outre des incitations financières et autres récompenses tangibles pour avoir des enfants, certains États offrent une reconnaissance symbolique aux mères de familles nombreuses.

La réintroduction par Poutine du titre, datant de l’époque stalinienne, de « mère-héroïne » pour les femmes ayant dix enfants ou plus en est un exemple. Parfois, cette reconnaissance vient de la société, comme l’engouement actuel des Américains pour les « trad wives » (« épouses traditionnelles ») – des femmes qui deviennent des influenceuses sur les réseaux sociaux en renonçant à leur carrière pour élever un grand nombre d’enfants et mener une vie socialement conservatrice.

Le revers de cette célébration de la maternité est la critique implicite ou explicite des femmes qui retardent la maternité ou la rejettent complètement. Le Parlement russe a adopté en 2024 une loi visant à interdire la promotion du mode de vie sans enfants, ou « propagande en faveur de l’absence d’enfants ». Cette législation s’ajoute à d’autres mesures telles que les restrictions d’avortements pratiqués dans les cliniques privées, ainsi que des propos publics de hauts responsables invitant les femmes à donner la priorité au mariage et à l’éducation des enfants plutôt qu’aux études universitaires et à une carrière professionnelle.

Les États conduisant des politiques natalistes seraient favorables à l’immigration si leur objectif était uniquement de garantir une main-d’œuvre suffisante pour soutenir leur économie et leur société. Mais le plus souvent, ces efforts visant à restreindre ou à dicter les choix que font les citoyens – et en particulier les femmes – dans leur vie personnelle, et à favoriser la présence au sein de leur population de profils spécifiques.

The Conversation

Jennifer Mathers ne travaille pas, ne conseille pas, ne possède pas de parts, ne reçoit pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’a déclaré aucune autre affiliation que son organisme de recherche.

ref. En Russie et ailleurs, les mesures natalistes en question – https://theconversation.com/en-russie-et-ailleurs-les-mesures-natalistes-en-question-260866

Sun advice from a skin cancer researcher and physician

Source: The Conversation – Canada – By Elaine McWhirter, Chair, Melanoma/Skin Disease Site Group, Juravinski Cancer Centre, Hamilton Health Sciences, and Associate Professor, Oncology, McMaster University

There is certainly growing awareness of the damaging effects of overexposure to the sun, including skin cancers.

Still, I see in both my medical practice as a skin cancer specialist and in the course of my research as an associate professor of oncology that there are still many harmful habits and ideas about tanning that still circulate.

As a result, many may think they’re already doing enough to look after themselves and their families when the incidence of skin cancer is actually growing. Clearly, we need to do more to stay safe, and that starts with knowledge.

Perhaps someday, we will look at lying on a beach slathered with oil in the same way we look at smoking cigarettes. Ultraviolet (UV) radiation is also a carcinogen and, like smoking, is a modifiable risk factor for cancer.

Here are some sun facts to think about and act on:

  • Being outdoors and in the shade is better than being in the direct sun, but even in the shade, one is still exposed to damaging UV rays, especially if there are nearby reflective surfaces, such as water or sand.
  • Sun protection is necessary all year round. Damage can happen when people think July and August are the only months when it’s necessary to pay attention to sun exposure. Hauling out the bike during a winter thaw? Protect yourself. Spring gardening or fall raking and it’s only 10 degrees outside? It’s time for some protection. Check your local weather forecast for the UV index; if it’s three or greater, wear sunscreen.

  • Sun exposure is cumulative over the course of a lifetime. If you had too much sun as a child or young adult, it’s even more important to protect yourself over the entire course of your adult life. Having two blistering sunburns as a child or young adult increases the lifetime chance of developing the most harmful form of skin cancer, melanoma, by 10 times.

  • Any suntan or sunburn is evidence of sun damage. Developing a tan is the body’s response to harm to the DNA of cells in our skin. The persistent idea of a “healthy tan” is simply incorrect. When I see someone tanning, I see a future with premature wrinkles and risk of skin cancers, including melanoma. A burn is far more damaging. Avoid both.

  • While fair-skinned people with red or blonde hair and blue or green eyes are the most susceptible to serious harm from the sun, all people, regardless of their skin, hair or eye colour, are vulnerable and should limit exposure.

  • Sunscreen with a sun protection factor (SPF) of 50, applied every two to three hours, starting 30 minutes before exposure, is the most practical protection for exposed skin. Pick something you like, whether a lotion, stick or spray, and be sure to use enough. Reapply more often when you are very active outdoors, and hourly if in water. Remember when applying sunscreen to protect your feet, which is easy to forget in flip flops. I see a lot of ears and back of necks get missed as well!

  • Wear a hat, of course, but also choose your hat carefully. Ball caps leave the ears and neck too exposed. The best hats have broad brims that go all the way around the head. The very best hats have a flap in the back that covers the neck.

  • It is possible to experience sun damage even through your clothes. Special SPF clothing, made from purposely formulated material and labelled as such, is optimal for reducing sun exposure. A white cotton summer T-shirt offers an SPF of maybe four or five — a small fraction of the protection a good sunscreen or SPF clothing will provide.

  • Though sun exposure does provide beneficial Vitamin D, it is better to use Vitamin D supplements year-round — something in the range of 600-800 IU is a good benchmark – rather than risking unprotected sun exposure.

  • People exposed to the sun at higher altitudes, such as skiers, are receiving more UV exposure than people at lower altitudes and should protect themselves accordingly.

  • Skiers, boaters, swimmers and fishers are all more susceptible to sun damage because they are both in the direct path of the sun and receive significant UV exposure from light reflecting off snow or water. Many people describe receiving a windburn from such outdoor activities when what they have is a sunburn.

  • People who swim outdoors should seriously consider a special swimming shirt — like a rash guard or board shirt that surfers use — made from swimsuit fabric with SPF.

Remember to check your skin monthly for skin cancer using the ABCDE rule. Our warm weather season is short, and it’s important to enjoy the outdoors. The point isn’t to be sun-scared — just stay sun-safe.

The Conversation

Elaine McWhirter has participated in advisory boards for BMS, Merck, Pfizer, Novartis,Regeron and Sanofi. She was a Board member of Melanoma Canada from 2015-2024.

ref. Sun advice from a skin cancer researcher and physician – https://theconversation.com/sun-advice-from-a-skin-cancer-researcher-and-physician-260749

Big Beautiful Bill: Why Donald Trump is obsessed with the manipulative language of size

Source: The Conversation – Canada – By Andy Curtis, Distinguished Guest Professor, Faculty of Humanities and Social Sciences, City University of Macau

Small is Beautiful: A Study of Economics as if People Mattered is the title of the highly influential 1973 book written by the German-born British economist E.F. Schumacher.

The book marked its 50th anniversary in 2023, but a couple of years later, we find ourselves in a time where “big is best,” at least according to the 47th president of the United States, Donald Trump, and his administration.

The most recent example of their the-bigger-the-better mentality is the so-called One Big Beautiful Bill that recently became law.

Understandably, the focus in the extensive news coverage of the nearly 900-page document has been on the contents of the bill, especially the economic implications for American citizens, institutions and organizations.

But very little attention has been paid to the actual language of the bill, not least because, well, who has the time to pore over 900 pages of language?

Linguistic analysis

This is where a new kind of political language analysis can help.

In my 2022 book, I deconstructed and analyzed the speeches of past American presidents George W. Bush, Barack Obama, Donald Trump and Joe Biden. In my subsequent 2024 book, I subjected five of Trump’s major campaign speeches to an in-depth level of linguistic analysis that had not been applied before.

One of the findings of my 10 years of analyzing Trump speeches since 2015, when he famously announced his plans to run for the presidency while riding on a golden escalator, is how effective the advice was of his former adviser, Steve Bannon. He reportedly told Trump in 2018 “to flood the zone with shit.”

In other words, Bannon was advising Trump to ensure there was so much information, disinformation and misinformation coming from the Trump campaign that neither the political opposition nor the media could keep up with it.

And even if they tried, distinguishing fact from fiction and disentangling exaggeration and bombastic hyperbole from carefully calculated lies became an insurmountable task even for the most dedicated of investigative journalists, including Canadian-born Daniel Dale.

Why another four years?

Applying Schumacher’s idea that “small is beautiful” to language analysis is one way of countering the kind of deliberate language overload employed by the Trump administration.

Taking small but complete slices of language and subjecting them to a new kind of forensic, linguistic analysis can help us understand, in this case, why more than 77 million American voters decided that what their country and the world needed was another Trump presidency. What role did Trump’s language play in that outcome?

An example of a small but complete piece of language is the official announcement of the One Big Beautiful Bill on the White House website on July 7.

The announcement was entitled: “President Trump’s One Big Beautiful Bill: A Win for Workers, Farmers, and America’s Future.”

The first thing to notice is what this is not. It is not presented as a bill passed by the U.S. government or even the Republican Party. It is Trump’s bill, which may be a small but clear, concise example of the ways in which a nation’s government can be reduced to a single person, like autocratic dictatorships and absolutemonarchies.

Then there is the title of the legislation, which has been described as “absurd” and therefore easy to dismiss. But the three-B alliteration is nonetheless catchy, which makes it memorable and all the more irresistible to the world’s mainstream media.

The title also identifies three supposedly big winners in the bill: American workers, American farmers and America the Beautiful.

Stoking fears

“Winner takes all” appears to be the mantra of the second Trump administration, but it’s important to notice the exclusions of large groups, including those who live in the U.S. but aren’t working — like children, retirees and the unemployed, which is the majority of citizens — and those who aren’t farmers, which is more than 99 per cent of all Americans.

It’s also critical to be aware of the aggrandizing and misleading language of the bill. The introductory paragraph on the page announcing the bill describes it as a “sweeping legislative triumph” — despite the fact that the legislation passed by a single vote — while referring to “the largest tax cuts in history” and “historic funding for national security.”

The recurring references to American history are at odds with the fact that Trump lacks knowledge of both U.S. and world history, which has been on display many times over many years.

The introductory paragraph also highlights the importance of “America’s defences” and “our nation’s defence,” which continue to give the impression that the U.S. is a country under siege and vulnerable to attack from various enemies at any time. But given how much the U.S. spends on its military, there is probably no other country in the world more capable of defending itself.

But the language is the point. By constantly repeating the “we are under attack” line, fear is effectively created and maintained, especially the fear of anyone who doesn’t look or sound like Trump and his followers.

Using words to manipulate

Keeping with the wartime-like language, the introduction claims that the One Big Beautiful Bill “unleashes economic prosperity and empowers every American.” Such statements are already being shown to be untrue, as many millions of American are likely to be severely, negatively impacted by the legislation.

The introduction is followed by 10 statements that are, in effect, “product endorsements” published in obscure, pro-Trump media, like The National Hog Farmer, all expressing gushing enthusiasm and unqualified support for the points made in the introduction.

This new kind of in-depth linguistic analyses of the language of the world’s most powerful people can help us move beyond their obviously false and misleading statements and claims, to become more aware of how their words may be being used not to communicate — but to manipulate.

The Conversation

Andy Curtis does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organisation that would benefit from this article, and has disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.

ref. Big Beautiful Bill: Why Donald Trump is obsessed with the manipulative language of size – https://theconversation.com/big-beautiful-bill-why-donald-trump-is-obsessed-with-the-manipulative-language-of-size-259358

‘Indigenous helpers’ are essential to culturally responsive mental health care

Source: The Conversation – Canada – By Louis Busch, Psychotherapist, Doctoral Candidate (UofT OISE), Bear Clan Nisichawayasihk Cree Nation., University of Toronto

For Indigenous Peoples who have been discriminated against in health institutions, healing can take place outside of conventional health practices. (Freepic), CC BY

For nearly two decades, I worked as a therapist in a large psychiatric hospital in Toronto, supporting people living with severe mental health challenges. Many of those I encountered were navigating complex intersections of psychiatric diagnoses, chronic physical illness, poverty, and the breakdown of family and social support. Stories of fear, isolation, abuse and abandonment were pervasive.

Occasionally, I witnessed transformative outcomes; patients reconnecting with loved ones, reclaiming aspects of their identity and building meaningful lives beyond their diagnoses. Unfortunately, such outcomes were typically the exception. More commonly, individuals cycled through repeated hospitalizations, and were placed in institutional or custodial settings. Some lost their lives before they got any better.

While our mental health system certainly fails people of all backgrounds, I observed a unique disservice done to the Black, brown and Indigenous patients I encountered.




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The system seems designed to fail them not only in its methodology, but also in the basic values it is built upon.

Within my own journey of mental health recovery, I found healing alongside helpers across Turtle Island, rather than within the confines of a mental health institution or pages of a manualized treatment protocol.

It’s common for First Nations Peoples to refer to “helpers” or “helping work” when describing individuals who provide relationally-based support to others. As a community psychotherapist and later PhD student, I became increasingly interested in these helpers as unsung heroes of community wellness. They didn’t necessarily have a graduate degree in a mental health field, and they were rarely recognized or compensated for their efforts, yet they made great personal sacrifices to support the healing journeys of those around them.

Who are Indigenous helpers?

My doctoral research investigates who these Indigenous helpers are, the nature of their helping work and the role of language and dialogue in the relationships they form with those they help.

Here is what I’ve learned so far:

1. Knowledge is defined by lived experience
Indigenous helpers are individuals who emerge naturally from within their families and communities rather than being self-appointed professionals or receiving accreditation from a college or certification board. Their knowledge and skill is defined by their lived experiences, their kinship obligations and the trust placed in them by their community. They seamlessly blend practical support such as caregiving and crisis intervention with relational and spiritual guidance rooted in ancestral values and traditions.

2. Helping work is holistic and relational
Helping work is a holistic, relational practice rooted in cultural values and kinship responsibility. It involves a continuous, reciprocal process of healing, where the act of helping heals the helper, their relative and the collective. Helping work is guided by an ethic of relational accountability and powered time spent together and deep, action-based dialogue. It integrates physical, emotional, cognitive and spiritual dimensions through storytelling, presence and joint engagement in work, rest, play and ceremony. It is a long-term process that is highly contextual and nonlinear.

3. Language is medicine
Indigenous languages hold the blueprint for helping and healing work. Embedded within Indigenous languages are complex relational networks that shape how people understand themselves, their families, their worlds, and their roles within the broader community. While English is an analytic, noun-based language, Nêhîyawêwin (the Cree language) and many other Indigenous languages are polysynthetic, verb-based and highly contextual. This linguistic structure encodes kinship ties, responsibility and ways of being in relation to others (human and non-human).

Cree protectors and caretakers

One powerful example of the complexity of Indigenous languages comes from the words used to describe “Elders,” which is often a point of contention, as the English word doesn’t capture what people are trying to say when referring to the helper-leaders in our communities.

The Nêhîyawêwin (Plains Cree) word for an Elder is kisêyiniw. This is often translated simply as “old man,” but in reality carries a much deeper meaning.

two people walk through a forest
Healing and talking can take place outside of the confines of traditional medical spaces.
(Unsplash), CC BY

The root kisê- comes from the Cree word ê-kisêt, which describes an animal feigning injury to protect its young. The second root -niw- means “a person,” making kisêyiniw not just an old man, but a protector and a caretaker who sacrifices for future generations.

Kisêyiniw describes those who embody relational responsibility: protecting, guiding and enduring suffering for the well-being of others. So rather than just being an aged person, or even an aged person who has wisdom or leadership qualities, the word kisêyiniw describes those who embody relational responsibility — protecting, guiding and enduring suffering for the well-being of others.

This contrasting of meaning reveals how the Cree language structures identity, healing and responsibility in ways that the English translation fails to capture.

A child forced to cease speaking their native language, and speak only English, would lose all of the values and meaning that exist within the relational networks that comprise the word and its concepts, and be left with a simple arbitrary label. I believe this to be at the core of much of the intergenerational suffering found in the wake of the Indian Residential School system.

Culturally specific mental health care

This is one of the reasons Indigenous-led approaches must reclaim language as central to healing, recognizing that Indigenous languages hold entire systems of wellness, governance, relationship and emotional regulation.

Truly culturally responsive care must prioritize language revitalization, ceremony and kinship-based care as core practices.

Funders, policymakers, researchers and clinicians must recognize, fund and integrate Indigenous helpers — Elders, ceremonial leaders, traditional knowledge keepers and natural helpers identified by their communities — as core mental health providers, not cultural add-ons.

Governments, universities and regulatory bodies must remove barriers preventing Indigenous helpers from full participation in mental health professions. Efforts to include Indigenous helpers should avoid forcing Indigenous helping practices into western psychotherapy models with strict, compartmentalized boundaries.

Instead, we must restore intergenerational, kinship-based healing through relationships, ceremony, land-based practices and daily caregiving.

Genuinely culturally responsive and anti-colonial mental health care requires shifting resources and power back to Indigenous helpers, languages and communities.

The Conversation

Louis Busch receives funding from the Social Sciences and Humanities Research Council of Canada (SSHRC), including a Vanier Canada Graduate Scholarship and a SSHRC Impact Award.

ref. ‘Indigenous helpers’ are essential to culturally responsive mental health care – https://theconversation.com/indigenous-helpers-are-essential-to-culturally-responsive-mental-health-care-249128

More people are considering AI lovers, and we shouldn’t judge

Source: The Conversation – Canada – By Neil McArthur, Director, Centre for Professional and Applied Ethics, University of Manitoba

People are falling in love with their chatbots. There are now dozens of apps that offer intimate companionship with an AI-powered bot, and they have millions of users. A recent survey of users found that 19 per cent of Americans have interacted with an AI meant to simulate a romantic partner.

The response has been polarizing. In a New Yorker article titled “Your A.I. Lover Will Change You,” futurist Jaron Lanier argued that “when it comes to what will happen when people routinely fall in love with an A.I., I suggest we adopt a pessimistic estimate about the likelihood of human degradation.”

Podcaster Joe Rogan put it more succinctly — in a recent interview with Sen. Bernie Sanders, the two discussed the “dystopian” prospect of people marrying their AIs. Noting a case where this has already happened, Rogan said: “I’m like, oh, we’re done. We’re cooked.”

We’re probably not cooked. Rather, we should consider accepting human-AI relationships as beneficial and healthy. More and more people are going to form such relationships in the coming years, and my research in sexuality and technology indicates it is mostly going to be fine.

‘60 Minutes Australia’ examines people’s relationships with AI companions.

Ruining human connection

When surveying the breathless media coverage, the main concern raised is that chatbots will spoil us for human connection. How could we not prefer their cheerful personalities, their uncomplicated affection and their willingness to affirm everything we say?

The fear is that, seduced by such easy companionship, many people will surely give up their desire to find human partners, while others will lose their ability to form satisfying human relationships even if they want to.

It has been less than three years since the launch of ChatGPT and other chatbots based on large language models. That means we can only speculate about the long-term effects of AI-human relationships on our capacity for intimacy. There is little data to support either side of the debate, though we can do our best to make sense of more short-term studies and other pieces of available evidence.

There are certain risks that we do know about already, and we should take them seriously. For instance, we know that AI companion apps have terrible privacy policies. Chatbots can encourage destructive behaviours. Tragically, one may have played a role in a teenager’s suicide.

The companies that provide these apps can go out of business, or they can change their terms of service without warning. This can suddenly deprive users of access to technology that they’ve become emotionally attached, with no recourse or support.

Complex relationships

In assessing the dangers of relationships with AI, however, we should remember that human relationships are not exactly risk-free. One recent paper concluded that “the association between relationship distress and various forms of psychopathology is as strong as many other well-known predictors of mental illness.”

This is not to say we should swap human companions for AI ones. We just need to keep in mind that relationships can be messy, and we are always trying to balance the various challenges that come with them. AI relationships are no different.

We should also remember that just because someone forms an intimate bond with a chatbot, that doesn’t mean it will be their only close relationship. Most people have lots of different people in their lives, who play a variety of different roles. Chatbot users may depend on their AI companions for support and affirmation, while still having relationships with humans that provide different kinds of challenges and rewards.

Meta’s Mark Zuckerberg has suggested that AI companions may help solve the problem of loneliness. However, there is some (admittedly very preliminary data) to suggest that many of the people who form connections with chatbots are not just trying to escape loneliness.

In a recent study (which has not yet been peer reviewed), researchers found that feelings of loneliness did not play a measurable role in someone’s desire to form a relationship with an AI. Instead, the key predictor seemed to be a desire to explore romantic fantasies in a safe environment.

Support and safety

We should be willing to accept AI-human relationships without judging the people who form them. This follows a general moral principle that most of us already accept: we should respect the choices people make about their intimate lives when those choices don’t harm anyone else. However, we can also take steps to ensure that these relationships are as safe and satisfying as possible.

First of all, governments should implement regulations to address the risks we know about already. They should, for instance, hold companies accountable when their chatbots suggest or encourage harmful behaviour.

Governments should also consider safeguards to restrict access by younger users, or at least to control the behaviour of chatbots who are interacting with young people. And they should mandate better privacy protections — though this is a problem that spans the entire tech industry.




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Second, we need public education so people understand exactly what these chatbots are and the issues that can arise with their use. Everyone would benefit from full information about the nature of AI companions but, in particular, we should develop curricula for schools as soon as possible.

While governments may need to consider some form of age restriction, the reality is that large numbers of young people are already using this technology, and will continue to do so. We should offer them non-judgmental resources to help them navigate their use in a manner that supports their well-being, rather than stigmatizes their choices.

AI lovers aren’t going to replace human ones. For all the messiness and agony of human relationships, we still (for some reason) pursue other people. But people will also keep experimenting with chatbot romances, if for no other reason than they can be a lot of fun.

The Conversation

Neil McArthur does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organisation that would benefit from this article, and has disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.

ref. More people are considering AI lovers, and we shouldn’t judge – https://theconversation.com/more-people-are-considering-ai-lovers-and-we-shouldnt-judge-260631

Why in-person dating is making a comeback — and why Gen Z is struggling with it

Source: The Conversation – Canada – By Treena Orchard, Associate Professor, School of Health Studies, Western University

With the decline of dating apps, we are seeing a return to in-person dating activities like speed dating, running clubs and daytime raves. (Unsplash+)

With plummeting subscriber numbers, rising costs and users who are sick of endless swiping, the dating app industry is in crisis. Recent layoffs at Bumble are raising questions about the future of dating apps and alternatives for people who want to find romance and connection offline instead.

One of the most popular alternatives is a return to in-person dating activities like speed dating, running clubs and daytime raves.

For millennials and older generations, in-person dating is familiar territory, but if you’re part of Gen Z — often described as the “digital generation” — that isn’t necessarily the case.

This inter-generational divide was on display recently at Canada’s first sex tech conference, where I made a presentation on masculinity, dating apps and in-person alternatives to swiping. During the Q&A, a young woman chimed in with a comment that stopped me in my tracks: “Check your extrovert privilege,” she said.

After a few moments of awkward silence, the discussion resumed with a new focus on how difficult it is for younger folks to date in-person. Many of you are disillusioned with dating apps and lack the interpersonal experience some of us older generations take for granted.

So where does that leave you? Telling Gen Z to just “get out there” is not only culturally tone-deaf, but it could also contribute to rising levels of loneliness and feelings of not mattering that already affect many young people today.


Dating today can feel like a mix of endless swipes, red flags and shifting expectations. From decoding mixed signals to balancing independence with intimacy, relationships in your 20s and 30s come with unique challenges. Love IRL is the latest series from Quarter Life that explores it all.

These research-backed articles break down the complexities of modern love to help you build meaningful connections, no matter your relationship status.


In-person dating is trending

If dating apps are starting to feel more like a chore than a chance at connection, you’re not alone. A New York Times article by reporter Catherine Pearson encourages Gen Z to create meaningful communities and be open to different kinds of relationships versus the pressure-laden focus to find “the one.”

Some dating apps have joined the movement to support in-person dating. For example, Hinge hosts One More Hour, a social impact initiative to help people make in-person connections. It’s aimed at Gen Z, many of whom report anxiety around face-to-face interactions.

A person seated on a bed looks at a woman seen on a swipe-based dating app
With plummeting subscriber numbers, rising costs and users who are sick of endless swiping, the dating app industry is in crisis.
(Unsplash+)

The hyper-digitized environment many Gen Z are a part of can feel pretty disingenuous over time, which makes connecting with someone at a park, bar or library refreshing and novel.

Meet-cutes in physical places can also take frustrating app-based practices like catfishing out of the equation. Interestingly, 38 per cent of Gen Z polled in a recent survey expressed a desire to have designated spaces for hookups and self-love at work.

How one organization is re-thinking dating

Although not specifically for Gen Z, another noteworthy force in the in-person dating landscape is the relationship-building organization called We Met IRL, founded in 2022 by entrepreneur Maxine Simone Williams.

Born out of frustration with dating apps and the lack of diversity in traditional dating spaces, We Met IRL hosts speed dating events, mixers and social gatherings that encourage romantic or platonic connections offline.

The desire for in-person romance among Gen Z is beginning to shift the cultural needle, at least in the United States where a recent survey indicates that only 23 per cent of Gen Z adults met their partner through a dating app, social media or online community.

So, if a lot of these young people are already dating in-person, why is it often spoken about as being hard or stressful?

In-person dating is hard

Dating in-person can be challenging for a number of reasons. Key culprits include the fact that dating apps focus on performative and inauthentic forms of communication, the challenges of coming-of-age during the pandemic and the cultural shift away from relationships all together.

A study I conducted with Gen Z students also highlighted the reasons behind the decline of relationships. Gen Z want meaningful partnerships, but fear getting cheated on, ghosted or emotionally hurt.

Socio-cultural factors like the retreat of men from intimacy and vulnerability also feed into the dismantling of traditional relationship structures and gender relations more broadly. These shifts have a cascading effect on younger generations and boys, in particular, are described as being “lost” and less emotionally resilient.

The rise of misogynistic influencers and politicians openly denigrating women as part of their radicalization of boys and young men is only making things worse.

And yes, some of the awkwardness around in-person dating might come down to what that young woman called “extrovert privilege.” A recent study found that Gen Z are more shy than other generations but not for no reason. Growing up immersed in smartphone technology and social media means Gen Z have had fewer opportunities to develop interpersonal skills.

In-person dating can be hard, but not because there’s something wrong with you or because there are fewer good catches out there. It’s hard because connection, trust and vulnerability are difficult in a complex world that doesn’t always create the space you need to learn about relationships and interpersonal communication.

How to build confidence with in-person dating

As a formerly painfully shy young person, I can say with confidence that the categories of introvert and extrovert are not written in stone. There is ample evidence to show that Gen Zers who are less confident in the realm of romance can learn to enhance their in-person skills and reduce anxiety around social events.

Here are seven tips from licensed counsellors for ways to build your in-person skills:

  1. Prepare for the event ahead of time when possible.

  2. Reframe how you view and feel about uncertainty — not as a threat, but as an opportunity for growth.

  3. Stay grounded in who you are.

  4. Practise social skills to gain confidence.

  5. Pay attention to your body language — to make sure you appear open and welcoming.

  6. Remind yourself you’re not the only one struggling with feeling confident.

  7. Consider seeking the help of a therapist if fear or anxiety is overwhelming.

Reframing your vulnerability as being less about your ingrained tendencies and more an opportunity for you to reflect on who you area as a social being is one of the most powerful things you can do.

Tools like reflexive vision boards or self-reflection exercises can help you explore your values, goals and identity in meaningful ways. These reflective practices are even more effective when supported by schools, communities or organizations that can help young people turn moments of risk or fear into opportunities for personal exploration.

Building resilience is like building muscle: it needs to be exercised and challenged to grow into the resource we need it to be. With the right support and space to practice, you can build the kind of confidence and self-awareness that carries into every part of your life, not just dating.

The Conversation

Treena Orchard has received funding from SSHRC, CIHR, and Western University, however, no research funding was awarded or used in the creation of this article.

ref. Why in-person dating is making a comeback — and why Gen Z is struggling with it – https://theconversation.com/why-in-person-dating-is-making-a-comeback-and-why-gen-z-is-struggling-with-it-257210