¿Un oso y una foca jugando? Lo que ocultan las imágenes virales de animales creadas con IA

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Rocío Serrano Rodríguez, Profesora del Departamento de Educación, Universidad de Córdoba

Imagen de focas generada con IA. Pixabay

¿Se ha preguntado alguna vez si ese adorable vídeo de un oso polar asustado por un cachorro de foca es real? En la era de la inteligencia artificial generativa, crear imágenes y vídeos hiperrealistas es más fácil que nunca.

La generación de contenido creado con esta tecnología está transformando la forma en que percibimos la fauna silvestre, planteando serios desafíos: muchas de esas representaciones son falsas. Estas imágenes y vídeos pueden engañar incluso a los ojos más expertos, distorsionando nuestra comprensión del mundo natural y poniendo en riesgo los esfuerzos de conservación.

La era de la desinformación también afecta al mundo animal

Las redes sociales se han convertido en un terreno fértil para la difusión de imágenes generadas por inteligencia artificial. Su facilidad de creación y el fuerte impacto emocional que pueden provocar han llevado a la proliferación de escenas encantadoras pero irreales: animales realizando comportamientos imposibles o animales silvestres mostrando una relación afectiva con los humanos.

Ya sabíamos que las imágenes y vídeos de animales, especialmente de perros y gatos, son uno de los contenidos más compartidos en redes sociales. Vemos ahora que los algoritmos de la IA son especialmente eficaces generando imágenes atractivas cuando el contenido incluye animales, más que cuando lo hacen con personas reales.

Animales protagonistas en redes

El contenido que despierta ternura o asombro se comparte más, y eso motiva a muchos creadores a recurrir a la IA generativa para maximizar su alcance. Estas imágenes a menudo antropomorfizan a los animales, haciéndolos más comprensibles o entrañables para el espectador humano, aunque representen escenas completamente ficticias e inverosímiles.

Por ejemplo, un vídeo de unos veterinarios asistiendo un parto de una tigresa tiene más de 51 millones de reproducciones en Instagram y está generada por IA. Otros vídeos que tratan los animales como personas pueden volverse virales, como una capibara acicalándose en una bañera (49 millones de reproducciones en TikTok), o un canguro en la puerta de embarque de un avión (casi 20 millones de reproducciones en Instagram).

Falta de contacto real con la naturaleza

A esto se suma una desconexión creciente de la ciudadanía con la naturaleza. Muchas personas, en especial jóvenes, tienen poco contacto directo con la fauna silvestre, lo que dificulta que puedan distinguir entre lo real y lo falso.




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De ahí que algunos puedan llegar a creer en criaturas mitológicas como los unicornios o en híbridos imposibles, como los “perro-gato” o los “hipogrifos”. ¡La fantasía cobra forma digital!

Las consecuencias invisibles

¿Qué niño o niña no ha soñado con ir a lomos de un unicornio?

Esta creatividad sin límites a la que nos da acceso la tecnología no supone solo un problema en cuanto a fomentar nociones erróneas de la vida silvestre. Algunas imágenes falsas pueden generar una percepción errada sobre la abundancia o distribución de ciertas especies, dando la impresión de que no están en peligro cuando en realidad podrían estar al borde de la extinción.

También pueden interferir con el conocimiento ecológico: si las características físicas, ecológicas o comportamentales de los animales son manipulados digitalmente, el público puede adquirir una comprensión distorsionada de la realidad, dificultando el aprendizaje científico y la acción conservacionista.




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Por ejemplo, algunos vídeos creados por IA muestran comportamientos afiliativos y de cooperación entre especies que en el mundo real compiten entre sí, o incluso tienen un relación de depredadores y presas. En otros el tamaño, la forma o los colores no se corresponden con la realidad. Otros vídeos muestran densidades de animales inusualmente elevadas, de nuevo, falsas.

Educar para discernir

¿Cómo garantizar que las futuras generaciones desarrollen una relación sana y sincera con la naturaleza? La respuesta pasa por la educación, la regulación tecnológica y la colaboración entre ciencia y comunicación.

Los niños y las niñas comienzan a usar las tecnologías y a consumir todo tipo de información desde edades cada vez más tempranas. Por ello, es fundamental fomentar el pensamiento crítico y la alfabetización digital desde la primera infancia. Las redes sociales, por su parte, deben asumir mayor responsabilidad y procesos más transparentes de generación de imágenes limitando la difusión de contenido falso.




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La alianza entre la comunidad científica y los profesionales de la comunicación es clave para crear materiales educativos rigurosos que enseñen a distinguir la ficción de la realidad. También lo es el desarrollo de tecnologías que permitan detectar contenido creado con IA con precisión.

Lo que puede hacer cada uno de nosotros

Pero la lucha contra la desinformación comienza por la ciudadanía. Estas son algunas cosas que todos podemos hacer para evitar que el contenido falso se difunda:

  • Poner en duda: antes de compartir un vídeo o imagen de animales, pregúntate si podría ser falsa. ¿La fuente es fiable? ¿La escena resulta plausible?

  • Verificar: busquemos otras fuentes que validen la imagen. Basémonos sobre todo en información de organizaciones de conservación y medios reconocidos.

  • No compartir contenido dudoso: si tenemos dudas es mejor abstenernos. Evitar propagar desinformación también es una forma de proteger a la naturaleza.

  • Educar: hablar del tema con nuestro entorno ayudará a fomentar el pensamiento crítico y compartir herramientas de verificación.

  • Participar: podemos involucrarnos en proyectos de ciencia ciudadana como [ConCiencia-2] de la Universidad de Córdoba, que permiten conocer y documentar la fauna real de forma activa y educativa.

La verdad también puede ser viral

La proliferación de imágenes y vídeos falsos de animales representa un reto creciente, pero no insuperable. Podemos contrarrestarlo con información verificada, pensamiento crítico y acción colectiva. Además, la tecnología bien utilizada puede acercarnos más que nunca a la naturaleza real.

La verdad también puede hacerse viral. Abordar la desinformación en torno a la fauna silvestre requiere un compromiso activo con la veracidad y la divulgación basada en evidencia. Promover imágenes y relatos fieles a la realidad biológica no solo fortalece la cultura científica, sino que también fortalece las estrategias de conservación al fomentar decisiones informadas y socialmente responsables.

The Conversation

Tamara Murillo Jiménez recibe fondos de Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.

Antonio José Carpio Camargo, José Guerrero Casado y Rocío Serrano Rodríguez no reciben salarios, ni ejercen labores de consultoría, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del puesto académico citado.

ref. ¿Un oso y una foca jugando? Lo que ocultan las imágenes virales de animales creadas con IA – https://theconversation.com/un-oso-y-una-foca-jugando-lo-que-ocultan-las-imagenes-virales-de-animales-creadas-con-ia-257203

Afinar nuestro cerebro como si fuera un instrumento musical: ¿funciona de verdad el ‘neurofeedback’?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Jorge Romero-Castillo, Profesor de Psicobiología e investigador en Neurociencia Cognitiva, Universidad de Málaga

Una mujer se somete a una electroencefalografía, técnica con la que se realiza el ‘neurofeedback’. LiVisuals/Shutterstock

¿Le gustaría ver sus pensamientos en directo e intentar cambiar los que no le gusten? En líneas generales, en eso consiste el denominado neurofeedback. Es una “técnica de entrenamiento” que permite observar nuestra actividad cerebral en tiempo real para aprender a modularla de forma voluntaria, gracias al uso de la electroencefalografía (EEG).

Imaginemos el cerebro como si fuera un instrumento musical. Las ondas cerebrales actúan como notas que al principio pueden ser caóticas. Sin embargo, mediante una práctica retroalimentada, se empiezan a identificar patrones y se mejora la armonía entre pensamientos, emociones y conductas. Es decir, el neurofeedback podría ayudar a “afinar” el cerebro.

Pero, ¿estamos ante una melodía con una base científica sólida o solo son acordes aislados sin conexión entre ellos? Este artículo explora si el neurofeedback puede participar en la orquesta de las terapias eficaces o si debe realizar más ensayos rigurosos antes de subirse al escenario principal.

Componiendo gracias a la electroencefalografía

El propósito de la electroencefalografía es registrar las diminutas señales eléctricas generadas por las neuronas. Para ello, se colocan pequeños electrodos en el cuero cabelludo siguiendo un sistema estandarizado llamado “10-20”. Este método asegura que se cubran bien las distintas zonas cerebrales.

Posteriormente, las señales cerebrales captadas se traducen a ondas según su frecuencia, medida en hercios (Hz), y su amplitud, medida en microvoltios (μV). Estas ondas (que también sirven para analizar la sincronía entre distintos cerebros) se toman como indicativo del estado mental de la persona.

Brevemente, las ondas y su asociación con estados mentales son las siguientes:

  • Delta (0.5–4 Hz), sueño profundo.

  • Theta (4–8 Hz), relajación y ensoñación.

  • Alfa (8–12 Hz), calma.

  • Beta (13–35 Hz), atención activa.

  • Gamma (>35 Hz), procesos cognitivos complejos.

Al registrar la señal EEG en un punto concreto, es posible identificar qué tipo de onda predomina. Esto da pistas sobre el estado funcional de esa área: relajación, atención, etc. En otras palabras, el ritmo de las ondas nos ayuda a entender la “resonancia” de una parte del cerebro en cada momento.

Escuchando al cerebro para reescribir la partitura

El principal objetivo del neurofeedback es que la persona aprenda a detectar los desequilibrios en las ondas y regule el “ritmo” cerebral en función de las necesidades terapéuticas.

Actualmente, existen varios tipos de neurofeedback y diversos protocolos de entrenamiento. Por ejemplo, el protocolo alfa (basado en aumentar esas ondas) se utiliza habitualmente para aliviar el dolor y la ansiedad (las ondas alfa se incrementan durante la meditación y el mindfulness).

El protocolo beta se utiliza para mejorar el enfoque y la atención, mientras que el protocolo alfa/theta es uno de los entrenamientos más populares para reducir del estrés.

Estos son solo algunos ejemplos, pero hay más.

Es importante destacar la complejidad del procedimiento, tanto por la dificultad de registrar con precisión la actividad EEG en distintas áreas cerebrales como por interpretar y relacionar esas señales con estados mentales (o trastornos). A pesar de tales limitaciones, el neurofeedback ha sido aplicado para tratar distintas alteraciones.

Una sinfonía de terapias

El primer estudio terapéutico con neurofeedback se publicó en 1972 y se aplicó como tratamiento para la epilepsia, con resultados positivos.

Trabajos posteriores indicaron que los beneficios se podrían mantener incluso una década después del tratamiento, lo que convertiría al neurofeedback en un complemento adecuado para epilepsias resistentes a la medicación.

Más de 50 años después del primer estudio, este procedimiento se ha utilizado en multitud de trastornos psicológicos y otros problemas clínicos, que se podrían listar como las canciones de un grupo musical.

Junto a la epilepsia, que sería el hit más antiguo, los trastornos donde más se ha utilizado son: TDAH (una etiqueta controvertida debido a su origen y al uso de psicofármacos en infancia), depresión, ansiedad, autismo, insomnio, dificultades de aprendizaje (dislexia, discalculia y disgrafía), adicción a las drogas (alcohol incluido), esquizofrenia, estrés postraumático y alzhéimer.

Algunos problemas clínicos menos populares (donde menos se ha utilizado) son: migrañas, trastornos alimentarios, párkinson, fibromialgia y TOC.

Incluso, se ha utilizado en personas sanas para promocionar la salud, favorecer la creatividad musical y mejorar el rendimiento deportivo.

Improvisando entre silencios incómodos

Pero la popularidad del neurofeedback no siempre refleja su eficacia. Por ejemplo, en población infantil etiquetada con TDAH, la clasificación de la International Society for Neurofeedback and Research indica que alcanza un nivel 4 de eficacia (sobre 5). Sin embargo, metaanálisis recientes muestran que no existen beneficios significativos.

También existen dudas sobre si el éxito obtenido en algunos estudios se debe realmente al tratamiento o a un posible efecto placebo, ya que la sugestión por sí sola puede reducir la sintomatología del llamado TDAH. Adicionalmente, en personas adultas no se han encontrado efectos específicos.

El neurofeedback dirigido específicamente a tratar la depresión cuenta con un escaso apoyo de los trabajos existentes (la mayoría se ajustan al nivel 2). La principal complicación que impide alcanzar mayor evidencia es el número relativamente alto de estudios no controlados. A pesar de que la técnica se lleva usando varias décadas, aún se percibe como prometedora para reducir sintomatología depresiva en el futuro.

En el caso de trastornos de ansiedad, sí se han obtenido resultados particularmente positivos. Sin embargo, estudios bioéticos advierten que asociar dichos resultados al efecto del neurofeedback podría constituir un engaño involuntario (podría suponer una atribución errónea de los beneficios obtenidos al procedimiento, incluso si no existe intención de engañar).

Al compás de la incertidumbre

En definitiva, el neurofeedback se ha utilizado sobre todo como tratamiento complementario en diversos trastornos y alteraciones, pero la investigación actual no respalda su eficacia. La falta de protocolos estandarizados, la escasa presencia de estudios de “doble ciego” y la limitada aplicación de grupos placebo (debido a cuestiones éticas, especialmente importantes en la infancia) dificultan atribuir una relación causa-efecto.

Resumiendo: la eficacia más allá del efecto placebo no está demostrada.

Lo cierto es que personas han utilizado esta herramienta expresan una “alta satisfacción” con la experiencia, sin cuestionar en profundidad cómo o por qué funciona. Sin embargo, desde una mirada científica, la satisfacción subjetiva no basta. El neurofeedback no logra dar con la tecla adecuada: necesita ensayar más o retirarse de los escenarios.

The Conversation

Jorge Romero-Castillo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Afinar nuestro cerebro como si fuera un instrumento musical: ¿funciona de verdad el ‘neurofeedback’? – https://theconversation.com/afinar-nuestro-cerebro-como-si-fuera-un-instrumento-musical-funciona-de-verdad-el-neurofeedback-257833

Cuando el cáncer hiberna: el papel oculto de las células madre cancerígenas

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Jesús Ruiz Espigares, Estudiante predoctoral en la Universidad de Granada, Universidad de Granada

Recreación de una célula cancerosa invadiendo un tejido CI Photos/Shutterstock

Imagine que logra apagar un incendio forestal tras mucho esfuerzo. Parece que todo ha terminado, pero el fuego vuelve a brotar desde el suelo días después. ¿Qué ha ocurrido? Había brasas escondidas, invisibles pero activas, esperando el momento justo para arder otra vez.

En el cuerpo humano puede pasar algo parecido con ciertos tipos de células tumorales. Aunque los tratamientos como la quimioterapia o la radioterapia parezcan haber eliminado el cáncer, algunas células muy especiales pueden quedarse ocultas, sin hacer ruido, hasta que un día vuelven a encender el fuego. Son las células madre cancerígenas, el corazón del tumor y, a menudo, la principal amenaza.

Las arquitectas invisibles del cuerpo

Las células madre son una especie de “todoterreno” biológico. Pueden dividirse tanto para generar copias de sí mismas como transformarse en células especializadas, según lo que el cuerpo necesite.

Existen diferentes tipos. Las embrionarias, por ejemplo, tienen un potencial enorme, pudiendo dar lugar a cualquier tipo celular del organismo. En cambio, las adultas viven en tejidos como la piel, la médula ósea o el intestino, y se encargan de mantener y reparar esas zonas durante toda la vida.

Gracias a ellas, nuestro cuerpo se renueva constantemente. Sin estas células, la sangre no se regeneraría, la piel no sanaría y el intestino no podría restaurar su mucosa.

Tanto es su potencial que las células madre han abierto la puerta a nuevas terapias. Mediante su uso, se busca restablecer tejidos dañados o tratar enfermedades que hasta hace poco parecían imposibles de abordar.

Pero, como ocurre a veces en la biología, algo con tanto potencial también puede desviarse de su camino.

Cuando la regeneración se vuelve contra nosotros

Las células madre cancerígenas se parecen mucho a las células madre sanas, pero tienen una diferencia crítica: están aliadas con el tumor. Son pocas, pero tienen un poder inmenso. Pueden generar nuevas células tumorales, adaptarse a su entorno e incluso resistir a muchos tratamientos.

¿De dónde vienen? Aún no está claro del todo. Puede que se trate de células madre sanas que han mutado o células tumorales que han “reaprendido” a comportarse como células madre. En cualquier caso, parecen tener acceso a una especie de “manual interno” que les permite sobrevivir en condiciones extremas, pudiendo entrar en estado de latencia, resistir los efectos de la quimioterapia o radioterapia y reactivarse más adelante.

Nuestras protagonistas también explican por qué un mismo tumor contiene diferentes tipos celulares, complicando más si cabe la respuesta a los diferentes tratamientos. Es como si dentro del tumor hubiera toda una sociedad celular, con las células madre cancerígenas en el centro organizando el caos.

La semilla de la recaída y la metástasis

Los tratamientos contra el cáncer están pensados, en su mayoría, para eliminar las células que se dividen rápido. Y eso, por lo general, funciona bien con la mayor parte del tumor.

Pero las células madre cancerígenas juegan a otra cosa: muchas de ellas se dividen muy despacio o directamente “hibernan”, lo que las hace casi invisibles a la quimioterapia y la radioterapia.

Esta característica, que parece una debilidad, es en realidad una estrategia de supervivencia. Se quedan en un segundo plano mientras el tratamiento actúa y reaparecen cuando todo ha pasado. Esto explica por qué algunos tumores que habían desaparecido aparentemente por completo vuelven meses o incluso años después.

Como explica el investigador Robert Cho, de la Universidad de Stanford: “Puedes pasar por un gran jardín con un cortacésped, pero las malas hierbas volverán a crecer a menos que elimines las raíces.” Y eso es, precisamente, lo que hacen las células madre cancerígenas: actuar como raíces escondidas que, si no se eliminan, volverán a generar el problema.

Además, por si fuera poco, estas células pueden abandonar el tumor original, viajar a través de la sangre o la linfa y colonizar otros órganos. Cuando encuentran el entorno adecuado, forman un nuevo tumor. Este proceso, denominado metástasis, convierte a las células madre cancerígenas en las principales responsables de la recaída y del mal pronóstico en muchos tipos de cáncer como el de páncreas, mama, próstata o cerebro.

Reprogramar el cáncer: cómo desactivar sus órdenes desde dentro

Como hemos visto hasta ahora, estas células resultan difíciles de eliminar. Pero no solo eso: también son increíblemente adaptativas. De ahí que muchos investigadores se estén centrando no en destruirlas directamente, sino en hacer que cambien su comportamiento.

Una de las estrategias más prometedoras consiste en interferir con sus rutas moleculares internas. Las células madre cancerígenas dependen de señales específicas para mantenerse en su estado “madre”, como las rutas llamadas Wnt, Notch o Hedgehog. Si se logran bloquear estas señales, las células pierden su capacidad de autorrenovarse y se vuelven más vulnerables.

Otra línea de investigación se basa en obligarlas a “diferenciarse”, es decir, convertirlas en células tumorales comunes que ya no tienen ese poder regenerativo. Estas células diferenciadas son mucho más fáciles de eliminar con los tratamientos tradicionales.

También se están explorando formas de sacarlas de su estado latente. Hacer que “se activen” puede parecer contraproducente, pero en realidad permite que sean detectadas y atacadas antes de que generen un nuevo tumor.

Terminar de apagar las brasas

En esta era de la medicina, la lucha contra el cáncer no solo se basa en detectar un tumor y eliminarlo. El reto está en ir más allá, en entender cómo se mantiene vivo, cómo se adapta y, sobre todo, cómo evitar que vuelva. Las células madre cancerígenas han cambiado por completo nuestra manera de ver el cáncer. Ya no lo entendemos como una masa uniforme, sino como un ecosistema que evoluciona, se protege y se esconde.

Apagar esas brasas invisibles no es fácil, pero si logramos entenderlas bien, si aprendemos a anticiparnos, a bloquear sus rutas y a eliminar su raíz, estaremos más cerca de una medicina que no solo trate el cáncer, sino que evite que vuelva a aparecer.

The Conversation

Jesús Ruiz Espigares no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Cuando el cáncer hiberna: el papel oculto de las células madre cancerígenas – https://theconversation.com/cuando-el-cancer-hiberna-el-papel-oculto-de-las-celulas-madre-cancerigenas-260028

¿Cómo enfriar casas tradicionales sin aire acondicionado? La ciencia detrás de los “ladrillos inteligentes”

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Nazaret Ruiz Marín, Profesora del área de máquinas y motores térmicos, Universidad de Cádiz

Olezzo/Shutterstock

Hace calor. Son las cinco de la tarde y la temperatura interior de la vivienda de Ahmed, en Marruecos, supera los 32 °C. Fuera, el sol golpea con fuerza, pero él no tiene aire acondicionado. Tampoco lo necesita. Su casa, construida con ladrillos especiales que contienen materiales de cambio de fase –aquellos que absorben o liberan grandes cantidades de energía térmica durante su cambio de estado–, mantiene una temperatura interior estable gracias a un fenómeno físico. El calor no entra de golpe, sino que queda absorbido en las paredes.

¿Qué tiene de especial este ladrillo? Durante el día, cuando las temperaturas suben, almacena el exceso de calor. Y al llegar la noche, lo libera lentamente cuando el ambiente se enfría. No hay ventiladores, ni compresores, ni consumo eléctrico: solo física aplicada al diseño.

Este tipo de tecnología pasiva ya se está probando en regiones cálidas como India, Argelia, México o el sur de Europa. Y puede cambiar por completo cómo nos protegemos del calor sin depender de sistemas activos que consumen energía y generan emisiones.




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¿Qué son los PCM y por qué son importantes?

Los materiales de cambio de fase (PCM, por sus siglas en inglés), al cambiar de estado, por ejemplo de sólido a líquido, absorben o liberan calor sin variar su temperatura, un fenómeno conocido como almacenamiento de calor latente. Durante el día, cuando la temperatura sube, el PCM absorbe ese exceso de calor y se funde. Por la noche, cuando baja la temperatura, el material se solidifica y libera el calor acumulado. Este ciclo se repite cada día, permitiendo mantener temperaturas interiores más estables y reduciendo los picos de calor sin necesidad de climatización mecánica.

Existen fundamentalmente tres tipos de PCM: parafinas, sales hidratadas o mezclas eutécticas, cada una con ventajas y limitaciones. Su selección depende de factores como el clima, el tipo de edificio y el rango de temperatura deseado.




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Ladrillos inteligentes: cómo integrar PCM en la construcción

Convertir un ladrillo en un regulador térmico no requiere reinventar la arquitectura, sino repensar sus materiales. Hoy en día, existen varias formas de incorporar los PCMs en los elementos constructivos, y no todas implican el mismo nivel de complejidad.

Algunas técnicas directas, como mezclar el PCM con cemento o sumergir los ladrillos en él, resultan sencillas, pero pueden provocar filtraciones y pérdida de eficacia. Una alternativa más práctica y segura es llenar las cavidades internas del ladrillo con PCM encapsulado. Así, se aprovecha el espacio del propio material de construcción para almacenar energía térmica, algo especialmente útil en climas calurosos, donde ayuda a mantener una temperatura interior más estable.

Por otro lado, las técnicas de integración indirecta apuestan por envolver el PCM en pequeñas cápsulas, tubos o placas, que luego se insertan en los huecos del ladrillo o se incorporan como capas añadidas. Esta opción facilita el mantenimiento, permite reemplazar el PCM sin afectar la estructura y abre la puerta a soluciones modulares y adaptables.

Ambos enfoques tienen un fin común: convertir muros pasivos en componentes activos que interactúan con el entorno. No es casualidad que esta tecnología esté despertando interés en regiones con veranos cada vez más extremos. Marruecos, India, México, Taiwán o el sur de España ya cuentan con investigaciones y ensayos que demuestran su efectividad. Porque si el calor entra por las paredes, ¿por qué no convertir esas mismas paredes en parte de la solución?




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¿Qué beneficios aportan?

La pregunta clave es sencilla: ¿realmente funcionan? Y la respuesta, según decenas de estudios recientes, es afirmativa.

Los ladrillos con PCM no solo estabilizan la temperatura interior, sino que lo hacen sin necesidad de enchufes, sin gasto energético adicional y pasan desapercibidos. Por lo que resultan una solución pasiva, silenciosa y duradera.

En viviendas construidas con estos materiales se ha registrado una reducción de hasta 6 °C. en la temperatura interior durante las horas más calurosas. Esto no es solo una cuestión de confort: puede ser la diferencia entre conciliar el sueño o pasar la noche en vela, o entre soportar el calor o necesitar un ventilador durante una ola de calor.

Además, los muros con PCM disminuyen la oscilación térmica dentro de los edificios. ¿Qué significa esto? Que el calor no entra de golpe y la casa no se enfría de repente. Se alisa la curva de temperatura, y con ello se reduce la demanda de climatización. Cuanto menos fluctúa la temperatura, menos energía necesitamos para corregirla.

El impacto en el consumo es significativo: en algunas simulaciones realizadas en Marruecos, India o el Mediterráneo, el uso de ladrillos con PCM ha permitido ahorrar entre un 20 % y un 50 % de energía destinada a refrigeración. Incluso en zonas templadas, donde la diferencia entre el día y la noche es notable, se obtienen beneficios.

Y hay un detalle más: cuanto mayor es la exposición solar de una pared –por ejemplo, las orientadas al sur o al oeste–, mayor es el efecto del PCM. Por eso, adaptar la orientación y el diseño del edificio puede potenciar aún más su eficacia.




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Menos emisiones y más sostenibilidad

Integrar PCMs en los ladrillos no solo mejora la eficiencia energética de los edificios, sino que también reduce las emisiones de CO₂. Al estabilizar la temperatura interior, se disminuye la necesidad de calefacción y aire acondicionado, lo que significa menos consumo eléctrico y, por tanto, menos emisiones asociadas.

Además, si se eligen PCMs de origen biológico o reciclado, el impacto ambiental se reduce aún más desde el origen. Aunque estos materiales pueden tener un coste inicial más alto, los ahorros energéticos a largo plazo compensan la inversión. Diversos estudios han demostrado que el uso de ladrillos con PCMs en edificaciones puede reducir hasta 700 kg de emisiones de CO₂ por vivienda al año y generar ahorros energéticos de hasta un 40 % en climas cálidos.

¿Qué hace falta para que esta tecnología se popularice?

Aunque los PCM prometen mucho, todavía tienen varios retos por resolver. Primero, su conductividad térmica debe mejorar para que el calor se transfiera con mayor rapidez. También es necesario abaratar los costos de fabricación y el proceso de encapsulado, que actualmente encarecen el producto final.

Además, la seguridad es un punto clave: algunos PCM, como ciertas parafinas, son inflamables, lo que limita su uso en construcción. Por último, faltan normas técnicas claras y sistemas estandarizados para evaluar su desempeño, lo que dificulta su adopción masiva.

Superar estos obstáculos requiere una colaboración estrecha entre científicos, arquitectos, ingenieros y fabricantes. Sólo así podrá esta tecnología avanzar del laboratorio a las paredes de nuestros hogares.

Una solución inteligente ante el cambio climático

En el contexto de cambio climático y crisis energética que enfrentamos, debemos repensar cómo construimos. Integrar materiales de cambio de fase en la edificación no requiere reinventar la rueda: se trata de aprovechar la sabiduría de la arquitectura tradicional —muros gruesos, inercia térmica— con las herramientas de la ciencia actual.

El estudio confirma que la integración de PCMs en ladrillos tradicionales es una estrategia efectiva para mejorar la eficiencia energética y el confort térmico en edificios. Estos materiales actúan como amortiguadores térmicos, absorbiendo y liberando calor latente durante sus cambios de fase, lo que reduce significativamente las fluctuaciones de temperatura interior, el flujo de calor y la demanda de refrigeración.

Por tanto, la solución no está solo en el aire acondicionado, sino también en los propios muros. Y ya tenemos la tecnología para lograrlo.

The Conversation

Nazaret Ruiz Marín no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ¿Cómo enfriar casas tradicionales sin aire acondicionado? La ciencia detrás de los “ladrillos inteligentes” – https://theconversation.com/como-enfriar-casas-tradicionales-sin-aire-acondicionado-la-ciencia-detras-de-los-ladrillos-inteligentes-258886

La selección: últimas noticias sobre la microbiota

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Pablo Colado, Redactor jefe / Editor de Salud y Medicina

Como ocurrió en su día con “colesterol” o “PCR”, la palabra “microbiota” escapó hace tiempo del circuito restringido de los laboratorios y los textos especializados. Hoy a todos ya nos suena que conviene cuidar a nuestra comunidad de microorganismos –hongos, protozoos, virus y, sobre todo, bacterias– para mantener la salud física y mental. Continuos descubrimientos no hacen sino enfatizar la importancia de esos miles de millones de seres microscópicos que nos acompañan desde el nacimiento hasta la muerte.

Tanto es así, que algunos expertos proponen que se utilicen como una especie de “carnet de identidad” fisiológico para anticipar enfermedades y diseñar tratamientos personalizados. Y hay quien apunta incluso a que analizar su estado es capaz de predecir nuestro riesgo de morir. Siguiendo estas sugerentes ideas, varios estudios están explorando actualmente el potencial de los trasplantes de microbiota fecal de donantes jóvenes a mayores como una especie de elixir de juventud, aunque queda aún mucho por investigar.

De hecho, quizá nos encontremos aún en la infancia de este campo de conocimiento. Hace poco, por ejemplo, nos enteramos de que las bacterias de la boca y los intestinos estaban acompañadas por unos misteriosos fragmentos de material genético bautizados como obeliscos. Aún no sabemos si acarrean algo positivo, negativo o neutro, pero sin duda complican el panorama.

Laura Botello Morte, bióloga de la Universidad San Jorge, rompía una lanza por otros entes microscópicos a los que quizá no se concede el reconocimiento que merecen: los hongos. Aunque conforman solo entre el 0,1 % y el 1 % de nuestro acervo microbiano, permiten que el sistema inmune tolere a los microorganismos “buenos” y promueven la respuesta inmune frente a hongos patógenos, entre otras funciones.

Lo cierto es que conforme ahondamos en los secretos de nuestros huéspedes íntimos, más conexiones encontramos con aspectos insospechados de la salud. Así, Narcisa Martínez Quiles, catedrática de Microbiología de la Universidad Complutense de Madrid, nos contaba cómo los desequilibrios (disbiosis) en la composición de la microbiota podrían ser un factor clave en el aumento de las alergias. Y esto, confiaba la experta, permitiría crear tratamientos probióticos capaces de prevenir esas respuestas desproporcionadas del sistema inmune.

Otros hallazgos de los que se ha hecho eco The Conversation en los últimos meses también podrían abrir nuevas vías preventivas y terapéuticas: el papel de la flora microbiana en la percepción del dolor; su probable vínculo con el trastorno del espectro autista; la importancia de tener una microbiota sana para evitar complicaciones en el embarazo; la pista bacteriana en el descenso de la fertilidad masculina

“Contengo multitudes”, escribió Walt Withman en su célebre poema Canto a mí mismo (1855). Hoy, la ciencia no deja de recordarnos cuánto les debemos a esos diminutos y populosos compañeros de vida, en la salud y en la enfermedad.

The Conversation

ref. La selección: últimas noticias sobre la microbiota – https://theconversation.com/la-seleccion-ultimas-noticias-sobre-la-microbiota-259928

Los animales que usan plantas para curarse nos inspiran para descubrir nuevos fármacos

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Eva María Domínguez Martín, Profesora Ayudante Doctora en la Facultad de Farmacia, Universidad de Alcalá

Los chimpancés ingieren ciertas plantas para combatir infecciones o problemas intestinales. Oliver Gorgis/Shutterstock

Los productos naturales, principalmente las especies vegetales, han jugado un papel clave en la medicina tradicional de diversas regiones a nivel global. Por ejemplo, ya en torno al año 65, el médico, botánico y farmacólogo griego Dioscórides describió en su obra De Materia Medica unas 600 plantas medicinales. Muchas de ellas se continúan empleando hoy en día.

Desde principios del siglo XIX comenzaron a aislarse e identificarse numerosos compuestos químicos con una gran diversidad y complejidad estructural. Estos procedían, precisamente, de esas plantas conocidas desde la Antigüedad. Más tarde, a partir de finales del siglo XX, surgió el interés por otras fuentes, como los productos de origen marino.

En la actualidad, uno de los principales y mayores desafíos sanitarios a los que nos enfrentamos es la resistencia a múltiples fármacos, no solo a antiinfecciosos como los antibióticos, sino también antitumorales. Este problema afecta tanto a los seres humanos como a los animales y las plantas.

Por tanto, es necesario invertir en el desarrollo de nuevos tratamientos que hagan frente a las patologías en las que aparecen resistencias y a otras enfermedades para las que actualmente no existe cura.

Esta situación ha dado lugar a que se hayan vuelto a revisitar fuentes tradicionales de descubrimiento de fármacos, como son las plantas, bajo un nuevo enfoque. Y aquí el estudio de la conducta animal puede jugar un papel importante.

Los animales también se automedican

La llamada “zoofarmacognosia” es la ciencia que investiga el uso de diversas sustancias por parte de los animales con fines tanto preventivos como curativos. Es considerada una disciplina científica desde 1987, aunque existen datos sobre este tipo de estudios también desde la Antigua Grecia.

Entre las sustancias utilizadas por los animales con esos fines, las más empleadas –y de las que más información existe– son las plantas.

En los últimos 10 años, la zoofarmacognosia ha suscitado un renovado interés. Por ejemplo, han comenzado a publicarse diversos trabajos que conectan este tipo de conductas animales con la fitoquímica, la ciencia que estudia los compuestos químicos de las plantas.

En el mundo vegetal, las principales líneas de defensa pueden ser físicas (por ejemplo, espinas) y químicas. Dentro de estas últimas, las plantas son capaces de producir una amplia variedad de metabolitos secundarios para cumplir distintas funciones no esenciales: defensivas (frente a depredadores), adaptativas y comunicativas con su entorno. Ejemplo de ello son compuestos como los terpenos, las saponinas y los taninos.

El caso de los chimpancés

Diversos estudios han revelado ejemplos de automedicación en distintas especies de mamíferos rumiantes, simios y elefantes, entre otros.

Las investigaciones más relevantes y numerosas hasta la fecha son las que han constatado este tipo de conductas en los primates. Uno de los casos más conocidos es el de los chimpancés, que mastican hojas de la planta Vernonia amygdalina (vernonia amarga, por su nombre vulgar) cuando sufren distintos tipos de infecciones.

También se ha observado que estos simios ingieren hojas y cortezas de raíces de Albizia grandibracteata y de hojas de Rubia cordifolia cuando presentan problemas intestinales relacionados con parásitos.

Pero ¿por qué usan esas plantas? ¿Funcionan? ¿Cómo lo hacen? La fitoquímica intenta racionalizar y dar explicación a estas cuestiones. Su método de trabajo se basa en extraer, fraccionar, aislar y caracterizar los metabolitos secundarios presentes en los extractos de las especies consumidas por estos animales. Tras realizar ensayos de bioactividad con los extractos, fracciones y compuestos aislados, se consigue relacionar los comportamientos observados en animales (de prevención y tratamiento) con las actividades que han sido probadas en los ensayos.

Así, se ha podido constatar que la especie V. amygdalina es rica en lactonas sesquiterpénicas, que tienen propiedades antibióticas y antitumorales; que A. grandibracteata contiene saponinas, efectivas contra parásitos gusanos (helmintos); y que R. cordifolia es abundante en diversos compuestos, como terpenos y naftoquinonas, que han mostrado actividad antiparasitaria, antiinflamatoria y antitumoral.

Otros trabajos han recogido el aumento del consumo de plantas ricas en taninos en corderos parasitados. Adicionalmente, estos comportamientos de automedicación no solo se ha detectado en especies vertebradas, sino también en insectos.

Una ventana al desarrollo de nuevos fármacos

Otro aspecto relevante es que los animales emplean las mismas especies y géneros de plantas que las comunidades humanas rurales presentes en su área geográfica, como reflejan las farmacopeas tradicionales.

Si a este dato añadimos los ejemplos de zoofarmacognosia recopilados, cuyos usos han comenzado a racionalizarse científicamente mediante la fitoquímica, cabe afirmar que nos hallamos ante una línea de investigación prometedora para desarrollar nuevos fármacos. Además, muchos de estos ejemplos se han obtenido de grandes simios, filogenéticamente muy relacionados con el ser humano.

Por todo ello, es necesario realizar un esfuerzo multidisciplinar para identificar plantas empleadas por los animales que tengan propiedades bioactivas, sin olvidar la búsqueda de otras especies vegetales dentro del mismo género eficaces frente a infecciones y cánceres resistentes. El mundo vegetal es una farmacia al alcance del ser humano, y otros animales pueden ayudarnos a explorarla.

The Conversation

Eva María Domínguez Martín no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Los animales que usan plantas para curarse nos inspiran para descubrir nuevos fármacos – https://theconversation.com/los-animales-que-usan-plantas-para-curarse-nos-inspiran-para-descubrir-nuevos-farmacos-253143

La ciencia de las algas entra en MasterChef

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Rocío Ibarra Arias, Responsable de Comunicación IEDIS y Colaboradora GICID, Universidad de Zaragoza

Plato preparado con algas wakame. vsl/Shutterstock

¿Qué tienen en común un plato de alta cocina, un superalimento y el cuidado medioambiente? Los jueces de MasterChef España lo tienen claro. “Las algas suponen un antes y un después en la cocina”, afirmaba Samantha Vallejo-Nágera. “Aportan lo mejor de las hortalizas y del mar”, añadía Jordi Cruz. Y para Pepe Rodríguez, son “un ingrediente sostenible que enriquece caldos, sopas y hasta platos tradicionales”.

Cuando ciencia y televisión cocinan juntas

El caso de las algas marinas es un buen ejemplo de cómo el conocimiento científico y la cultura mediática pueden colaborar para transformar percepciones y hábitos de consumo. Gracias a su presencia en programas de gran audiencia y al respaldo de la investigación, las algas han pasado de lo exótico a lo cotidiano, de lo anecdótico a lo estratégico.

En MasterChef, las algas han dejado de ser una rareza para convertirse en protagonistas. Y su impacto va mucho más allá de la televisión: están transformando la forma en que comemos, cocinamos y pensamos el futuro de la alimentación. La sinergia entre gastronomía y ciencia sitúa a las algas como motor de innovación culinaria, nutricional y medioambiental.

Las algas como protagonistas en MasterChef

Desde sus primeras temporadas, MasterChef ha incorporado las algas de manera habitual tanto en pruebas de plató como en exteriores. Codium, kombu, espagueti de mar, wakame o lechuga de mar forman parte del “supermercado” al que acceden los concursantes en un 40 %-60 % de los cocinados.

Además, chefs invitados presentan platos emblemáticos con algas como ingrediente central, como el coral de amaranto con emulsión de codium o la sopa de escabeche de mar con agua de algas del chef Ángel León.

Los finalistas del programa también han apostado por ellas en los menús decisivos, como en la final de Ángela, con su plato “Perfumadita de Brea”, o en elaboraciones como el solomillo con pesto de algas de Nacho Manzano.

plato de carne con ensalada y verduras
Receta de MasterChef de solomillo de vaca rubia, con pesto de algas y ensalada.
RTVE, CC BY

Más allá del atractivo gastronómico, MasterChef también ha aprovechado su alcance para concienciar sobre la sostenibilidad. En una reciente prueba, los aspirantes cocinaron con especies invasoras como el wakame o el kombu, originarias de Asia y el Pacífico. Estas algas, al no tener depredadores naturales, se reproducen rápidamente y alteran los ecosistemas. El programa destacó su consumo controlado como estrategia para mitigar su impacto ambiental, siguiendo las recomendaciones internacionales sobre biodiversidad.

Un superalimento con respaldo científico

Desde la ciencia, las algas también han captado la atención por su extraordinario perfil nutricional. Ricas en minerales como yodo, calcio, hierro y magnesio, también destacan por su contenido en vitaminas A, C, D, E, K y B12.

Este último nutriente, escaso en dietas vegetales, hace de las algas un recurso clave para la nutrición global. En palabras de Jordi Cruz, se aúna en un solo producto lo mejor de las hortalizas y del mar, lo que refuerza su potencial como superalimento integral.

Su fácil cultivo y alto rendimiento las posicionan como una solución realista para combatir deficiencias nutricionales en regiones con acceso limitado a otros alimentos ricos en micronutrientes.

Industria alimentaria: mucho más que ensaladas

La aplicación de algas va mucho más allá del plato. Compuestos como el alginato o el agar se emplean como gelificantes y estabilizantes en productos procesados. Estudios recientes han demostrado que pueden enriquecer alimentos con ácidos grasos poliinsaturados y proteínas de alta calidad, impulsando una alimentación vegetal más saludable y tecnológicamente avanzada. Pepe Rodríguez subraya que “las algas funcionan de maravilla para enriquecer caldos y sopas”, lo que demuestra su valor funcional en la cocina profesional y en la industria.

Economía azul y empoderamiento social

El mercado global de algas ha crecido exponencialmente, pasando de 5 000 a 17 000 millones de dólares en apenas dos décadas. Este auge no solo beneficia a la industria, sino también a comunidades costeras en países en desarrollo. En zonas de Asia y África, más del 50 % de las personas que trabajan en su cultivo son mujeres, muchas de ellas liderando proyectos que mejoran su autonomía económica y social.

Lo único que nos falta es encontrar ese supermercado donde las algas estén fácilmente disponibles, lo que fomentaría que más personas las compren y experimenten con ellas.

Hacia una sostenibilidad activa

El impacto ambiental positivo de las algas es doble. Por un lado, su cultivo captura CO₂ de forma eficiente, ayudando a mitigar el cambio climático. Por otro, se exploran sus aplicaciones en la fabricación de bioplásticos y biocombustibles, con tasas de crecimiento prometedoras en el mercado. Las algas son un recurso sostenible y si cuidamos nuestros mares, siempre estarán disponibles como alimento y no solo como recurso marino.

Además, su uso responsable como ingrediente culinario, como ejemplificó MasterChef en la prueba sobre especies invasoras, puede convertirse en una estrategia ecológica que combine alimentación sostenible y protección de la biodiversidad marina.

Hoy, comer algas no solo es tendencia: es una apuesta por la salud, la sostenibilidad y la innovación alimentaria. Como dirían los jueces de MasterChef: ¡pongámosle sabor a la vida!

The Conversation

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

ref. La ciencia de las algas entra en MasterChef – https://theconversation.com/la-ciencia-de-las-algas-entra-en-masterchef-259472