Afinar nuestro cerebro como si fuera un instrumento musical: ¿funciona de verdad el ‘neurofeedback’?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Jorge Romero-Castillo, Profesor de Psicobiología e investigador en Neurociencia Cognitiva, Universidad de Málaga

Una mujer se somete a una electroencefalografía, técnica con la que se realiza el ‘neurofeedback’. LiVisuals/Shutterstock

¿Le gustaría ver sus pensamientos en directo e intentar cambiar los que no le gusten? En líneas generales, en eso consiste el denominado neurofeedback. Es una “técnica de entrenamiento” que permite observar nuestra actividad cerebral en tiempo real para aprender a modularla de forma voluntaria, gracias al uso de la electroencefalografía (EEG).

Imaginemos el cerebro como si fuera un instrumento musical. Las ondas cerebrales actúan como notas que al principio pueden ser caóticas. Sin embargo, mediante una práctica retroalimentada, se empiezan a identificar patrones y se mejora la armonía entre pensamientos, emociones y conductas. Es decir, el neurofeedback podría ayudar a “afinar” el cerebro.

Pero, ¿estamos ante una melodía con una base científica sólida o solo son acordes aislados sin conexión entre ellos? Este artículo explora si el neurofeedback puede participar en la orquesta de las terapias eficaces o si debe realizar más ensayos rigurosos antes de subirse al escenario principal.

Componiendo gracias a la electroencefalografía

El propósito de la electroencefalografía es registrar las diminutas señales eléctricas generadas por las neuronas. Para ello, se colocan pequeños electrodos en el cuero cabelludo siguiendo un sistema estandarizado llamado “10-20”. Este método asegura que se cubran bien las distintas zonas cerebrales.

Posteriormente, las señales cerebrales captadas se traducen a ondas según su frecuencia, medida en hercios (Hz), y su amplitud, medida en microvoltios (μV). Estas ondas (que también sirven para analizar la sincronía entre distintos cerebros) se toman como indicativo del estado mental de la persona.

Brevemente, las ondas y su asociación con estados mentales son las siguientes:

  • Delta (0.5–4 Hz), sueño profundo.

  • Theta (4–8 Hz), relajación y ensoñación.

  • Alfa (8–12 Hz), calma.

  • Beta (13–35 Hz), atención activa.

  • Gamma (>35 Hz), procesos cognitivos complejos.

Al registrar la señal EEG en un punto concreto, es posible identificar qué tipo de onda predomina. Esto da pistas sobre el estado funcional de esa área: relajación, atención, etc. En otras palabras, el ritmo de las ondas nos ayuda a entender la “resonancia” de una parte del cerebro en cada momento.

Escuchando al cerebro para reescribir la partitura

El principal objetivo del neurofeedback es que la persona aprenda a detectar los desequilibrios en las ondas y regule el “ritmo” cerebral en función de las necesidades terapéuticas.

Actualmente, existen varios tipos de neurofeedback y diversos protocolos de entrenamiento. Por ejemplo, el protocolo alfa (basado en aumentar esas ondas) se utiliza habitualmente para aliviar el dolor y la ansiedad (las ondas alfa se incrementan durante la meditación y el mindfulness).

El protocolo beta se utiliza para mejorar el enfoque y la atención, mientras que el protocolo alfa/theta es uno de los entrenamientos más populares para reducir del estrés.

Estos son solo algunos ejemplos, pero hay más.

Es importante destacar la complejidad del procedimiento, tanto por la dificultad de registrar con precisión la actividad EEG en distintas áreas cerebrales como por interpretar y relacionar esas señales con estados mentales (o trastornos). A pesar de tales limitaciones, el neurofeedback ha sido aplicado para tratar distintas alteraciones.

Una sinfonía de terapias

El primer estudio terapéutico con neurofeedback se publicó en 1972 y se aplicó como tratamiento para la epilepsia, con resultados positivos.

Trabajos posteriores indicaron que los beneficios se podrían mantener incluso una década después del tratamiento, lo que convertiría al neurofeedback en un complemento adecuado para epilepsias resistentes a la medicación.

Más de 50 años después del primer estudio, este procedimiento se ha utilizado en multitud de trastornos psicológicos y otros problemas clínicos, que se podrían listar como las canciones de un grupo musical.

Junto a la epilepsia, que sería el hit más antiguo, los trastornos donde más se ha utilizado son: TDAH (una etiqueta controvertida debido a su origen y al uso de psicofármacos en infancia), depresión, ansiedad, autismo, insomnio, dificultades de aprendizaje (dislexia, discalculia y disgrafía), adicción a las drogas (alcohol incluido), esquizofrenia, estrés postraumático y alzhéimer.

Algunos problemas clínicos menos populares (donde menos se ha utilizado) son: migrañas, trastornos alimentarios, párkinson, fibromialgia y TOC.

Incluso, se ha utilizado en personas sanas para promocionar la salud, favorecer la creatividad musical y mejorar el rendimiento deportivo.

Improvisando entre silencios incómodos

Pero la popularidad del neurofeedback no siempre refleja su eficacia. Por ejemplo, en población infantil etiquetada con TDAH, la clasificación de la International Society for Neurofeedback and Research indica que alcanza un nivel 4 de eficacia (sobre 5). Sin embargo, metaanálisis recientes muestran que no existen beneficios significativos.

También existen dudas sobre si el éxito obtenido en algunos estudios se debe realmente al tratamiento o a un posible efecto placebo, ya que la sugestión por sí sola puede reducir la sintomatología del llamado TDAH. Adicionalmente, en personas adultas no se han encontrado efectos específicos.

El neurofeedback dirigido específicamente a tratar la depresión cuenta con un escaso apoyo de los trabajos existentes (la mayoría se ajustan al nivel 2). La principal complicación que impide alcanzar mayor evidencia es el número relativamente alto de estudios no controlados. A pesar de que la técnica se lleva usando varias décadas, aún se percibe como prometedora para reducir sintomatología depresiva en el futuro.

En el caso de trastornos de ansiedad, sí se han obtenido resultados particularmente positivos. Sin embargo, estudios bioéticos advierten que asociar dichos resultados al efecto del neurofeedback podría constituir un engaño involuntario (podría suponer una atribución errónea de los beneficios obtenidos al procedimiento, incluso si no existe intención de engañar).

Al compás de la incertidumbre

En definitiva, el neurofeedback se ha utilizado sobre todo como tratamiento complementario en diversos trastornos y alteraciones, pero la investigación actual no respalda su eficacia. La falta de protocolos estandarizados, la escasa presencia de estudios de “doble ciego” y la limitada aplicación de grupos placebo (debido a cuestiones éticas, especialmente importantes en la infancia) dificultan atribuir una relación causa-efecto.

Resumiendo: la eficacia más allá del efecto placebo no está demostrada.

Lo cierto es que personas han utilizado esta herramienta expresan una “alta satisfacción” con la experiencia, sin cuestionar en profundidad cómo o por qué funciona. Sin embargo, desde una mirada científica, la satisfacción subjetiva no basta. El neurofeedback no logra dar con la tecla adecuada: necesita ensayar más o retirarse de los escenarios.

The Conversation

Jorge Romero-Castillo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Afinar nuestro cerebro como si fuera un instrumento musical: ¿funciona de verdad el ‘neurofeedback’? – https://theconversation.com/afinar-nuestro-cerebro-como-si-fuera-un-instrumento-musical-funciona-de-verdad-el-neurofeedback-257833

Why the US bombed a bunch of metal tubes − a nuclear engineer explains the importance of centrifuges to Iranian efforts to build nuclear weapons

Source: The Conversation – USA – By Anna Erickson, Professor of Nuclear and Radiological Engineering, Georgia Institute of Technology

An image from Iranian television shows centrifuges lining a hall at Iran’s Natanz uranium enrichment facility in 2021. IRIB via APPEAR

When U.S. forces attacked Iran’s nuclear facilities on June 21, 2025, the main target was metal tubes in laboratories deep underground. The tubes are centrifuges that produce highly enriched uranium needed to build nuclear weapons.

Inside of a centrifuge, a rotor spins in the range of 50,000 to 100,000 revolutions per minute, 10 times faster than a Corvette engine’s crankshaft. High speeds are needed to separate lighter uranium-235 from heavier uranium-238 for further collection and processing. Producing this level of force means the rotor itself must be well balanced and strong and rely on high-speed magnetic bearings to reduce friction.

Over the years, Iran has produced thousands of centrifuges. They work together to enrich uranium to dangerous levels – close to weapons-grade uranium. Most of them are deployed in three enrichment sites: Natanz, the country’s main enrichment facility, Fordow and Isfahan. Inside of these facilities, the centrifuges are arranged into cascades – series of machines connected to each other. This way, each machine yields slightly more enriched uranium, feeding the gas produced into its neighbor to maximize production efficiency.

As a nuclear engineer who works on nuclear nonproliferation, I track centrifuge technology, including the Iranian enrichment facilities targeted by the U.S. and Israel. A typical cascade deployed in Iran is composed of 164 centrifuges, working in series to produce enriched uranium. The Natanz facility was designed to hold over 50,000 centrifuges.

Iran’s early intentions to field centrifuges on a very large scale were clear. At the peak of the program in the early 2010s it deployed over 19,000 units. Iran later scaled down the number of its centrifuges in part due to international agreements such as the since scrapped Joint Comprehensive Plan of Action signed in 2015.

Legacy of enrichment

Iran has a long history of enriching uranium.

In the late 1990s, it acquired a Pakistani centrifuge design known as P-1. The blueprints and some components were supplied via the A.Q. Khan black market network – the mastermind of the Pakistani program and a serious source of nuclear proliferation globally. Today, the P-1 design is known as IR-1. IR-1 centrifuges use aluminum and a high-strength alloy, known as maraging steel.

About one-third of the centrifuges that were deployed at the sites of the recent strike on June 21 are IR-1. Each one produces on the order of 0.8 separative work units, which is the unit for measuring the amount of energy and effort needed to separate uranium-235 molecules from the rest of the uranium gas. To put this in perspective, one centrifuge would yield about 0.2 ounces (6 grams) of 60%-enriched uranium-235 per year.

A typical uranium-based weapon requires 55 pounds (25 kilograms) of 90%-enriched uranium. To get to weapons-grade level, a single centrifuge would produce only 0.14 ounces (4 grams) per year. It requires more work to go higher in enrichment. While capable of doing the job, the IR-1 is quite inefficient.

The author explains the uranium enrichment process to CBS News.

More and better centrifuges

Small yields mean that over 6,000 centrifuges would need to work together for a year to get enough material for one weapon such as a nuclear warhead. Or the efficiency of the centrifuges would have to be improved. Iran did both.

Before the strike by U.S. forces, Iran was operating close to 7,000 IR-1 centrifuges. In addition, Iran designed, built and operated more efficient centrifuges such as the IR-2m, IR-4 and IR-6 designs. Comparing the IR-1 with the latest designs is like comparing a golf cart with the latest electric vehicles in terms of range and payload.

Iran’s latest centrifuge designs contain carbon fiber composites with exceptional strength and durability and low weight. This is a recipe for producing light and compact centrifuges that are easier to conceal from inspections. According to the international nuclear watchdog International Atomic Energy Agency, before the strike Iran was operating 6,500 IR-2m centrifuges, close to 4,000 IR-4 centrifuges and over 3,000 IR-6 centrifuges.

With each new generation, the separative work unit efficiency increased significantly. IR-6 centrifuges, with their carbon fiber rotors, can achieve up to 10 separative work units per year. That’s about 2.8 ounces (80 grams) of 60%-enriched uranium-235 per year. The International Atomic Energy Agency verified that the IR-6 cascades have been actively used to ramp up production of 60%-enriched uranium.

The most recent and advanced centrifuges developed by Iran, known as IR-9, can achieve 50 separative work units per year. This cuts down the time needed to produce highly enriched uranium for weapon purposes from months to weeks. The other aspect of IR-9 advanced centrifuges is their compactness. They are easier to conceal from inspections or move underground, and they require less energy to operate.

Advanced centrifuges such as the IR-9 drive up the risk of nuclear weapons proliferation significantly. Fortunately, the International Atomic Energy Agency reports that only one exists in testing laboratories, and there is no evidence Iran has deployed them widely. However, it’s possible more are concealed.

Bombs or talks?

Uranium enrichment of 60% is far beyond the needs of any civilian use. The International Atomic Energy Agency confirmed that Iran stockpiled about 880 pounds (400 kilograms) of highly enriched uranium before the attack, and it might have escaped intact. That’s enough to make 10 weapons. The newer centrifuges – IR-2m, IR-4 and IR-6 – would need a bit over eight months to produce that much.

It’s not clear what the U.S. attack has accomplished, but destroying the facilities targeted in the attack and hindering Iran’s ability to continue enriching uranium might be a way to slow Iran’s move toward producing nuclear weapons. However, based on my work and research on preventing nuclear proliferation, I believe a more reliable means of preventing Iran from achieving its nuclear aims would be for diplomacy and cooperation to prevail.

The Conversation

Anna Erickson receives funding from Department of Energy National Nuclear Security Administration (NNSA) related to nuclear nonproliferation technologies. She has previously served on the Board of Directors of the American Nuclear Society.

ref. Why the US bombed a bunch of metal tubes − a nuclear engineer explains the importance of centrifuges to Iranian efforts to build nuclear weapons – https://theconversation.com/why-the-us-bombed-a-bunch-of-metal-tubes-a-nuclear-engineer-explains-the-importance-of-centrifuges-to-iranian-efforts-to-build-nuclear-weapons-259883

Cuando el cáncer hiberna: el papel oculto de las células madre cancerígenas

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Jesús Ruiz Espigares, Estudiante predoctoral en la Universidad de Granada, Universidad de Granada

Recreación de una célula cancerosa invadiendo un tejido CI Photos/Shutterstock

Imagine que logra apagar un incendio forestal tras mucho esfuerzo. Parece que todo ha terminado, pero el fuego vuelve a brotar desde el suelo días después. ¿Qué ha ocurrido? Había brasas escondidas, invisibles pero activas, esperando el momento justo para arder otra vez.

En el cuerpo humano puede pasar algo parecido con ciertos tipos de células tumorales. Aunque los tratamientos como la quimioterapia o la radioterapia parezcan haber eliminado el cáncer, algunas células muy especiales pueden quedarse ocultas, sin hacer ruido, hasta que un día vuelven a encender el fuego. Son las células madre cancerígenas, el corazón del tumor y, a menudo, la principal amenaza.

Las arquitectas invisibles del cuerpo

Las células madre son una especie de “todoterreno” biológico. Pueden dividirse tanto para generar copias de sí mismas como transformarse en células especializadas, según lo que el cuerpo necesite.

Existen diferentes tipos. Las embrionarias, por ejemplo, tienen un potencial enorme, pudiendo dar lugar a cualquier tipo celular del organismo. En cambio, las adultas viven en tejidos como la piel, la médula ósea o el intestino, y se encargan de mantener y reparar esas zonas durante toda la vida.

Gracias a ellas, nuestro cuerpo se renueva constantemente. Sin estas células, la sangre no se regeneraría, la piel no sanaría y el intestino no podría restaurar su mucosa.

Tanto es su potencial que las células madre han abierto la puerta a nuevas terapias. Mediante su uso, se busca restablecer tejidos dañados o tratar enfermedades que hasta hace poco parecían imposibles de abordar.

Pero, como ocurre a veces en la biología, algo con tanto potencial también puede desviarse de su camino.

Cuando la regeneración se vuelve contra nosotros

Las células madre cancerígenas se parecen mucho a las células madre sanas, pero tienen una diferencia crítica: están aliadas con el tumor. Son pocas, pero tienen un poder inmenso. Pueden generar nuevas células tumorales, adaptarse a su entorno e incluso resistir a muchos tratamientos.

¿De dónde vienen? Aún no está claro del todo. Puede que se trate de células madre sanas que han mutado o células tumorales que han “reaprendido” a comportarse como células madre. En cualquier caso, parecen tener acceso a una especie de “manual interno” que les permite sobrevivir en condiciones extremas, pudiendo entrar en estado de latencia, resistir los efectos de la quimioterapia o radioterapia y reactivarse más adelante.

Nuestras protagonistas también explican por qué un mismo tumor contiene diferentes tipos celulares, complicando más si cabe la respuesta a los diferentes tratamientos. Es como si dentro del tumor hubiera toda una sociedad celular, con las células madre cancerígenas en el centro organizando el caos.

La semilla de la recaída y la metástasis

Los tratamientos contra el cáncer están pensados, en su mayoría, para eliminar las células que se dividen rápido. Y eso, por lo general, funciona bien con la mayor parte del tumor.

Pero las células madre cancerígenas juegan a otra cosa: muchas de ellas se dividen muy despacio o directamente “hibernan”, lo que las hace casi invisibles a la quimioterapia y la radioterapia.

Esta característica, que parece una debilidad, es en realidad una estrategia de supervivencia. Se quedan en un segundo plano mientras el tratamiento actúa y reaparecen cuando todo ha pasado. Esto explica por qué algunos tumores que habían desaparecido aparentemente por completo vuelven meses o incluso años después.

Como explica el investigador Robert Cho, de la Universidad de Stanford: “Puedes pasar por un gran jardín con un cortacésped, pero las malas hierbas volverán a crecer a menos que elimines las raíces.” Y eso es, precisamente, lo que hacen las células madre cancerígenas: actuar como raíces escondidas que, si no se eliminan, volverán a generar el problema.

Además, por si fuera poco, estas células pueden abandonar el tumor original, viajar a través de la sangre o la linfa y colonizar otros órganos. Cuando encuentran el entorno adecuado, forman un nuevo tumor. Este proceso, denominado metástasis, convierte a las células madre cancerígenas en las principales responsables de la recaída y del mal pronóstico en muchos tipos de cáncer como el de páncreas, mama, próstata o cerebro.

Reprogramar el cáncer: cómo desactivar sus órdenes desde dentro

Como hemos visto hasta ahora, estas células resultan difíciles de eliminar. Pero no solo eso: también son increíblemente adaptativas. De ahí que muchos investigadores se estén centrando no en destruirlas directamente, sino en hacer que cambien su comportamiento.

Una de las estrategias más prometedoras consiste en interferir con sus rutas moleculares internas. Las células madre cancerígenas dependen de señales específicas para mantenerse en su estado “madre”, como las rutas llamadas Wnt, Notch o Hedgehog. Si se logran bloquear estas señales, las células pierden su capacidad de autorrenovarse y se vuelven más vulnerables.

Otra línea de investigación se basa en obligarlas a “diferenciarse”, es decir, convertirlas en células tumorales comunes que ya no tienen ese poder regenerativo. Estas células diferenciadas son mucho más fáciles de eliminar con los tratamientos tradicionales.

También se están explorando formas de sacarlas de su estado latente. Hacer que “se activen” puede parecer contraproducente, pero en realidad permite que sean detectadas y atacadas antes de que generen un nuevo tumor.

Terminar de apagar las brasas

En esta era de la medicina, la lucha contra el cáncer no solo se basa en detectar un tumor y eliminarlo. El reto está en ir más allá, en entender cómo se mantiene vivo, cómo se adapta y, sobre todo, cómo evitar que vuelva. Las células madre cancerígenas han cambiado por completo nuestra manera de ver el cáncer. Ya no lo entendemos como una masa uniforme, sino como un ecosistema que evoluciona, se protege y se esconde.

Apagar esas brasas invisibles no es fácil, pero si logramos entenderlas bien, si aprendemos a anticiparnos, a bloquear sus rutas y a eliminar su raíz, estaremos más cerca de una medicina que no solo trate el cáncer, sino que evite que vuelva a aparecer.

The Conversation

Jesús Ruiz Espigares no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Cuando el cáncer hiberna: el papel oculto de las células madre cancerígenas – https://theconversation.com/cuando-el-cancer-hiberna-el-papel-oculto-de-las-celulas-madre-cancerigenas-260028

The hidden cost of convenience: How your data pulls in hundreds of billions of dollars for app and social media companies

Source: The Conversation – USA – By Kassem Fawaz, Associate Professor of Electrical and Computer Engineering, University of Wisconsin-Madison

Many apps and social media platforms collect detailed information about you as you use them, and sometimes even when you’re not using them. Malte Mueller/fStop via Getty images

You wake up in the morning and, first thing, you open your weather app. You close that pesky ad that opens first and check the forecast. You like your weather app, which shows hourly weather forecasts for your location. And the app is free!

But do you know why it’s free? Look at the app’s privacy settings. You help keep it free by allowing it to collect your information, including:

  • What devices you use and their IP and Media Access Control addresses.
  • Information you provide when signing up, such as your name, email address and home address.
  • App settings, such as whether you choose Celsius or Fahrenheit.
  • Your interactions with the app, including what content you view and what ads you click.
  • Inferences based on your interactions with the app.
  • Your location at a given time, including, depending on your settings, continuous tracking.
  • What websites or apps that you interact with after you use the weather app.
  • Information you give to ad vendors.
  • Information gleaned by analytics vendors that analyze and optimize the app.

This type of data collection is standard fare. The app company can use this to customize ads and content. The more customized and personalized an ad is, the more money it generates for the app owner. The owner might also sell your data to other companies.

Screenshot from an android phone with the default opt-in selection radio button filled in
Many apps, including the weather channel app, send you targeted advertising and sell your personal data by default.
Jack West, CC BY-ND

You might also check a social media account like Instagram. The subtle price that you pay is, again, your data. Many “free” mobile apps gather information about you as you interact with them.

As an associate professor of electrical and computer engineering and a doctoral student in computer science, we follow the ways software collects information about people. Your data allows companies to learn about your habits and exploit them.

It’s no secret that social media and mobile applications collect information about you. Meta’s business model depends on it. The company, which operates Facebook, Instagram and WhatsApp, is worth US$1.48 trillion. Just under 98% of its profits come from advertising, which leverages user data from more than 7 billion monthly users.




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How Internet of Things devices affect your privacy – even when they’re not yours


What your data is worth

Before mobile phones gained apps and social media became ubiquitous, companies conducted large-scale demographic surveys to assess how well a product performed and to get information about the best places to sell it. They used the information to create coarsely targeted ads that they placed on billboards, print ads and TV spots.

Mobile apps and social media platforms now let companies gather much more fine-grained information about people at a lower cost. Through apps and social media, people willingly trade personal information for convenience. In 2007 – a year after the introduction of targeted ads – Facebook made over $153 million, triple the previous year’s revenue. In the past 17 years, that number has increased by more than 1,000 times.

Five ways to leave your data

App and social media companies collect your data in many ways. Meta is a representative case. The company’s privacy policy highlights five ways it gathers your data:

First, it collects the profile information you fill in. Second, it collects the actions you take on its social media platforms. Third, it collects the people you follow and friend. Fourth, it keeps track of each phone, tablet and computer you use to access its platforms. And fifth, it collects information about how you interact with apps that corporate partners connect to its platforms. Many apps and social media platforms follow similar privacy practices.

Your data and activity

When you create an account on an app or social media platform, you provide the company that owns it with information like your age, birth date, identified sex, location and workplace. In the early years of Facebook, selling profile information to advertisers was that company’s main source of revenue. This information is valuable because it allows advertisers to target specific demographics like age, identified gender and location.

And once you start using an app or social media platform, the company behind it can collect data about how you use the app or social media. Social media keeps you engaged as you interact with other people’s posts by liking, commenting or sharing them. Meanwhile, the social media company gains information about what content you view and how you communicate with other people.

Advertisers can find out how much time you spent reading a Facebook post or that you spent a few more seconds on a particular TikTok video. This activity information tells advertisers about your interests. Modern algorithms can quickly pick up subtleties and automatically change the content to engage you in a sponsored post, a targeted advertisement or general content.

Your devices and applications

Companies can also note what devices, including mobile phones, tablets and computers, you use to access their apps and social media platforms. This shows advertisers your brand loyalty, how old your devices are and how much they’re worth.

Because mobile devices travel with you, they have access to information about where you’re going, what you’re doing and who you’re near. In a lawsuit against Kochava Inc., the Federal Trade Commission called out the company for selling customer geolocation data in August 2022, shortly after Roe v Wade was overruled. The company’s customers, including people who had abortions after the ruling was overturned, often didn’t know that data tracking their movements was being collected, according to the commission. The FTC alleged that the data could be used to identify households.

Kochava has denied the FTC’s allegations.

Information that apps can gain from your mobile devices includes anything you have given an app permission to have, such as your location, who you have in your contact list or photos in your gallery.

If you give an app permission to see where you are while the app is running, for instance, the platform can access your location anytime the app is running. Providing access to contacts may provide an app with the phone numbers, names and emails of all the people that you know.

Cross-application data collection

Companies can also gain information about what you do across different apps by acquiring information collected by other apps and platforms.

Android screenshot – white and green text on a black background
The settings on an Android phone show that Meta uses information it collects about you to target ads it shows you in its apps – and also in other apps and on other platforms – by default.
Jack West, CC BY-ND

This is common with social media companies. This allows companies to, for example, show you ads based on what you like or recently looked at on other apps. If you’ve searched for something on Amazon and then noticed an ad for it on Instagram, it’s probably because Amazon shared that information with Instagram.

This combined data collection has made targeted advertising so accurate that people have reported that they feel like their devices are listening to them.

Companies, including Google, Meta, X, TikTok and Snapchat, can build detailed user profiles based on collected information from all the apps and social media platforms you use. They use the profiles to show you ads and posts that match your interests to keep you engaged. They also sell the profile information to advertisers.

Meanwhile, researchers have found that Meta and Yandex, a Russian search engine, have overcome controls in mobile operating system software that ordinarily keep people’s web-browsing data anonymous. Each company puts code on its webpages that used local IPs to pass a person’s browsing history, which is supposed to remain private, to mobile apps installed on that person’s phone, de-anonymizing the data. Yandex has been conducting this tracking since 2017, while Meta began in September 2024, according to the researchers.

What you can do about it

If you use apps that collect your data in some way, including those that give you directions, track your workouts or help you contact someone, or if you use social media platforms, your privacy is at risk.

Aside from entirely abandoning modern technology, there are several steps you can take to limit access – at least in part – to your private information.

Read the privacy policy of each app or social media platform you use. Although privacy policy documents can be long, tedious and sometimes hard to read, they explain how social media platforms collect, process, store and share your data.

Check a policy by making sure it can answer three questions: what data does the app collect, how does it collect the data, and what is the data used for. If you can’t answer all three questions by reading the policy, or if any of the answers don’t sit well with you, consider skipping the app until there’s a change in its data practices.

Remove unnecessary permissions from mobile apps to limit the amount of information that applications can gather from you.

Be aware of the privacy settings that might be offered by the apps or social media platforms you use, including any setting that allows your personal data to affect your experience or shares information about you with other users or applications.

These privacy settings can give you some control. We recommend that you disable “off-app activity” and “personalization” settings. “Off-app activity” allows an app to record which other apps are installed on your phone and what you do on them. Personalization settings allow an app to use your data to tailor what it shows you, including advertisements.

Review and update these settings regularly because permissions sometimes change when apps or your phone update. App updates may also add new features that can collect your data. Phone updates may also give apps new ways to collect your data or add new ways to preserve your privacy.

Use private browser windows or reputable virtual private networks software, commonly referred to as VPNs, when using apps that connect to the internet and social media platforms. Private browsers don’t store any account information, which limits the information that can be collected. VPNs change the IP address of your machine so that apps and platforms can’t discover your location.

Finally, ask yourself whether you really need every app that’s on your phone. And when using social media, consider how much information you want to reveal about yourself in liking and commenting on posts, sharing updates about your life, revealing locations you visited and following celebrities you like.


This article is part of a series on data privacy that explores who collects your data, what and how they collect, who sells and buys your data, what they all do with it, and what you can do about it.

The Conversation

Kassem Fawaz receives funding from the National Science Foundation. In the past, his research group has received unrestricted gifts from Meta and Google.

Jack West does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organization that would benefit from this article, and has disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.

ref. The hidden cost of convenience: How your data pulls in hundreds of billions of dollars for app and social media companies – https://theconversation.com/the-hidden-cost-of-convenience-how-your-data-pulls-in-hundreds-of-billions-of-dollars-for-app-and-social-media-companies-251698

¿Cómo enfriar casas tradicionales sin aire acondicionado? La ciencia detrás de los “ladrillos inteligentes”

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Nazaret Ruiz Marín, Profesora del área de máquinas y motores térmicos, Universidad de Cádiz

Olezzo/Shutterstock

Hace calor. Son las cinco de la tarde y la temperatura interior de la vivienda de Ahmed, en Marruecos, supera los 32 °C. Fuera, el sol golpea con fuerza, pero él no tiene aire acondicionado. Tampoco lo necesita. Su casa, construida con ladrillos especiales que contienen materiales de cambio de fase –aquellos que absorben o liberan grandes cantidades de energía térmica durante su cambio de estado–, mantiene una temperatura interior estable gracias a un fenómeno físico. El calor no entra de golpe, sino que queda absorbido en las paredes.

¿Qué tiene de especial este ladrillo? Durante el día, cuando las temperaturas suben, almacena el exceso de calor. Y al llegar la noche, lo libera lentamente cuando el ambiente se enfría. No hay ventiladores, ni compresores, ni consumo eléctrico: solo física aplicada al diseño.

Este tipo de tecnología pasiva ya se está probando en regiones cálidas como India, Argelia, México o el sur de Europa. Y puede cambiar por completo cómo nos protegemos del calor sin depender de sistemas activos que consumen energía y generan emisiones.




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¿Qué son los PCM y por qué son importantes?

Los materiales de cambio de fase (PCM, por sus siglas en inglés), al cambiar de estado, por ejemplo de sólido a líquido, absorben o liberan calor sin variar su temperatura, un fenómeno conocido como almacenamiento de calor latente. Durante el día, cuando la temperatura sube, el PCM absorbe ese exceso de calor y se funde. Por la noche, cuando baja la temperatura, el material se solidifica y libera el calor acumulado. Este ciclo se repite cada día, permitiendo mantener temperaturas interiores más estables y reduciendo los picos de calor sin necesidad de climatización mecánica.

Existen fundamentalmente tres tipos de PCM: parafinas, sales hidratadas o mezclas eutécticas, cada una con ventajas y limitaciones. Su selección depende de factores como el clima, el tipo de edificio y el rango de temperatura deseado.




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Ladrillos inteligentes: cómo integrar PCM en la construcción

Convertir un ladrillo en un regulador térmico no requiere reinventar la arquitectura, sino repensar sus materiales. Hoy en día, existen varias formas de incorporar los PCMs en los elementos constructivos, y no todas implican el mismo nivel de complejidad.

Algunas técnicas directas, como mezclar el PCM con cemento o sumergir los ladrillos en él, resultan sencillas, pero pueden provocar filtraciones y pérdida de eficacia. Una alternativa más práctica y segura es llenar las cavidades internas del ladrillo con PCM encapsulado. Así, se aprovecha el espacio del propio material de construcción para almacenar energía térmica, algo especialmente útil en climas calurosos, donde ayuda a mantener una temperatura interior más estable.

Por otro lado, las técnicas de integración indirecta apuestan por envolver el PCM en pequeñas cápsulas, tubos o placas, que luego se insertan en los huecos del ladrillo o se incorporan como capas añadidas. Esta opción facilita el mantenimiento, permite reemplazar el PCM sin afectar la estructura y abre la puerta a soluciones modulares y adaptables.

Ambos enfoques tienen un fin común: convertir muros pasivos en componentes activos que interactúan con el entorno. No es casualidad que esta tecnología esté despertando interés en regiones con veranos cada vez más extremos. Marruecos, India, México, Taiwán o el sur de España ya cuentan con investigaciones y ensayos que demuestran su efectividad. Porque si el calor entra por las paredes, ¿por qué no convertir esas mismas paredes en parte de la solución?




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¿Qué beneficios aportan?

La pregunta clave es sencilla: ¿realmente funcionan? Y la respuesta, según decenas de estudios recientes, es afirmativa.

Los ladrillos con PCM no solo estabilizan la temperatura interior, sino que lo hacen sin necesidad de enchufes, sin gasto energético adicional y pasan desapercibidos. Por lo que resultan una solución pasiva, silenciosa y duradera.

En viviendas construidas con estos materiales se ha registrado una reducción de hasta 6 °C. en la temperatura interior durante las horas más calurosas. Esto no es solo una cuestión de confort: puede ser la diferencia entre conciliar el sueño o pasar la noche en vela, o entre soportar el calor o necesitar un ventilador durante una ola de calor.

Además, los muros con PCM disminuyen la oscilación térmica dentro de los edificios. ¿Qué significa esto? Que el calor no entra de golpe y la casa no se enfría de repente. Se alisa la curva de temperatura, y con ello se reduce la demanda de climatización. Cuanto menos fluctúa la temperatura, menos energía necesitamos para corregirla.

El impacto en el consumo es significativo: en algunas simulaciones realizadas en Marruecos, India o el Mediterráneo, el uso de ladrillos con PCM ha permitido ahorrar entre un 20 % y un 50 % de energía destinada a refrigeración. Incluso en zonas templadas, donde la diferencia entre el día y la noche es notable, se obtienen beneficios.

Y hay un detalle más: cuanto mayor es la exposición solar de una pared –por ejemplo, las orientadas al sur o al oeste–, mayor es el efecto del PCM. Por eso, adaptar la orientación y el diseño del edificio puede potenciar aún más su eficacia.




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Menos emisiones y más sostenibilidad

Integrar PCMs en los ladrillos no solo mejora la eficiencia energética de los edificios, sino que también reduce las emisiones de CO₂. Al estabilizar la temperatura interior, se disminuye la necesidad de calefacción y aire acondicionado, lo que significa menos consumo eléctrico y, por tanto, menos emisiones asociadas.

Además, si se eligen PCMs de origen biológico o reciclado, el impacto ambiental se reduce aún más desde el origen. Aunque estos materiales pueden tener un coste inicial más alto, los ahorros energéticos a largo plazo compensan la inversión. Diversos estudios han demostrado que el uso de ladrillos con PCMs en edificaciones puede reducir hasta 700 kg de emisiones de CO₂ por vivienda al año y generar ahorros energéticos de hasta un 40 % en climas cálidos.

¿Qué hace falta para que esta tecnología se popularice?

Aunque los PCM prometen mucho, todavía tienen varios retos por resolver. Primero, su conductividad térmica debe mejorar para que el calor se transfiera con mayor rapidez. También es necesario abaratar los costos de fabricación y el proceso de encapsulado, que actualmente encarecen el producto final.

Además, la seguridad es un punto clave: algunos PCM, como ciertas parafinas, son inflamables, lo que limita su uso en construcción. Por último, faltan normas técnicas claras y sistemas estandarizados para evaluar su desempeño, lo que dificulta su adopción masiva.

Superar estos obstáculos requiere una colaboración estrecha entre científicos, arquitectos, ingenieros y fabricantes. Sólo así podrá esta tecnología avanzar del laboratorio a las paredes de nuestros hogares.

Una solución inteligente ante el cambio climático

En el contexto de cambio climático y crisis energética que enfrentamos, debemos repensar cómo construimos. Integrar materiales de cambio de fase en la edificación no requiere reinventar la rueda: se trata de aprovechar la sabiduría de la arquitectura tradicional —muros gruesos, inercia térmica— con las herramientas de la ciencia actual.

El estudio confirma que la integración de PCMs en ladrillos tradicionales es una estrategia efectiva para mejorar la eficiencia energética y el confort térmico en edificios. Estos materiales actúan como amortiguadores térmicos, absorbiendo y liberando calor latente durante sus cambios de fase, lo que reduce significativamente las fluctuaciones de temperatura interior, el flujo de calor y la demanda de refrigeración.

Por tanto, la solución no está solo en el aire acondicionado, sino también en los propios muros. Y ya tenemos la tecnología para lograrlo.

The Conversation

Nazaret Ruiz Marín no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ¿Cómo enfriar casas tradicionales sin aire acondicionado? La ciencia detrás de los “ladrillos inteligentes” – https://theconversation.com/como-enfriar-casas-tradicionales-sin-aire-acondicionado-la-ciencia-detras-de-los-ladrillos-inteligentes-258886

La selección: últimas noticias sobre la microbiota

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Pablo Colado, Redactor jefe / Editor de Salud y Medicina

Como ocurrió en su día con “colesterol” o “PCR”, la palabra “microbiota” escapó hace tiempo del circuito restringido de los laboratorios y los textos especializados. Hoy a todos ya nos suena que conviene cuidar a nuestra comunidad de microorganismos –hongos, protozoos, virus y, sobre todo, bacterias– para mantener la salud física y mental. Continuos descubrimientos no hacen sino enfatizar la importancia de esos miles de millones de seres microscópicos que nos acompañan desde el nacimiento hasta la muerte.

Tanto es así, que algunos expertos proponen que se utilicen como una especie de “carnet de identidad” fisiológico para anticipar enfermedades y diseñar tratamientos personalizados. Y hay quien apunta incluso a que analizar su estado es capaz de predecir nuestro riesgo de morir. Siguiendo estas sugerentes ideas, varios estudios están explorando actualmente el potencial de los trasplantes de microbiota fecal de donantes jóvenes a mayores como una especie de elixir de juventud, aunque queda aún mucho por investigar.

De hecho, quizá nos encontremos aún en la infancia de este campo de conocimiento. Hace poco, por ejemplo, nos enteramos de que las bacterias de la boca y los intestinos estaban acompañadas por unos misteriosos fragmentos de material genético bautizados como obeliscos. Aún no sabemos si acarrean algo positivo, negativo o neutro, pero sin duda complican el panorama.

Laura Botello Morte, bióloga de la Universidad San Jorge, rompía una lanza por otros entes microscópicos a los que quizá no se concede el reconocimiento que merecen: los hongos. Aunque conforman solo entre el 0,1 % y el 1 % de nuestro acervo microbiano, permiten que el sistema inmune tolere a los microorganismos “buenos” y promueven la respuesta inmune frente a hongos patógenos, entre otras funciones.

Lo cierto es que conforme ahondamos en los secretos de nuestros huéspedes íntimos, más conexiones encontramos con aspectos insospechados de la salud. Así, Narcisa Martínez Quiles, catedrática de Microbiología de la Universidad Complutense de Madrid, nos contaba cómo los desequilibrios (disbiosis) en la composición de la microbiota podrían ser un factor clave en el aumento de las alergias. Y esto, confiaba la experta, permitiría crear tratamientos probióticos capaces de prevenir esas respuestas desproporcionadas del sistema inmune.

Otros hallazgos de los que se ha hecho eco The Conversation en los últimos meses también podrían abrir nuevas vías preventivas y terapéuticas: el papel de la flora microbiana en la percepción del dolor; su probable vínculo con el trastorno del espectro autista; la importancia de tener una microbiota sana para evitar complicaciones en el embarazo; la pista bacteriana en el descenso de la fertilidad masculina

“Contengo multitudes”, escribió Walt Withman en su célebre poema Canto a mí mismo (1855). Hoy, la ciencia no deja de recordarnos cuánto les debemos a esos diminutos y populosos compañeros de vida, en la salud y en la enfermedad.

The Conversation

ref. La selección: últimas noticias sobre la microbiota – https://theconversation.com/la-seleccion-ultimas-noticias-sobre-la-microbiota-259928

BD : L’Héritage du dodo (épisode 10)

Source: The Conversation – France (in French) – By Mathieu Ughetti, Illustrateur, vulgarisateur scientifique, Université Paris-Saclay

La crise climatique n’avance pas seule : elle est indissociable de la crise de la biodiversité. Découvrez en exclusivité, le 10e et dernier épisode de la BD concoctée par Mathieu Ughetti et Franck Courchamp. Dans cet épisode final, on fait le point sur ce qu’il nous reste à faire.


L’Héritage du dodo, c’est une bande dessinée pour tout comprendre à la crise du climat et de la biodiversité. Chaque semaine, on explore la santé des écosystèmes, on parle du réchauffement climatique mais aussi de déforestation, de pollution, de surexploitation… On y découvre à quel point nous autres humains sommes dépendants de la biodiversité, et pourquoi il est important de la préserver. On s’émerveille devant la résilience de la nature et les bonnes nouvelles que nous offrent les baleines, les bisons, les loutres…

On décortique les raisons profondes qui empêchent les sociétés humaines d’agir en faveur de l’environnement. On décrypte les stratégies de désinformation et de manipulation mises au point par les industriels et les climatosceptiques. Le tout avec humour et légèreté, mais sans culpabilisation, ni naïveté. En n’oubliant pas de citer les motifs d’espoir et les succès de l’écologie, car il y en a !

Retrouvez ici le dixième et dernier épisode de la série !

Ou rattrapez les épisodes précédents :

Épisode 1
Épisode 2
Épisode 3
Épisode 4
Épisode 5
Épisode 6
Épisode 7
Épisode 8
Épisode 9


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The Conversation

Cette BD a pu voir le jour grâce au soutien de l’Université Paris Saclay, La Diagonale Paris-Saclay et la Fondation Ginkgo.

Mathieu Ughetti ne travaille pas, ne conseille pas, ne possède pas de parts, ne reçoit pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’a déclaré aucune autre affiliation que son organisme de recherche.

ref. BD : L’Héritage du dodo (épisode 10) – https://theconversation.com/bd-lheritage-du-dodo-episode-10-260124

Consommation sobre : un défi culturel autant qu’économique

Source: The Conversation – France (in French) – By Service Environnement, The Conversation France

Pour acheter moins et mieux, il s’agit par exemple de réapprendre à entretenir les objets et les réparer Sonja Filitz/Shutterstock

Pour rendre les modes de consommation sobres (durée de vie accrue des objets, réparation, réemploi…) plus désirables, il faut à la fois transformer leurs représentations sociales et mettre en place des dispositifs concrets pour mieux accompagner les consommateurs, expliquent Joël Ntsondé (ISTEC), Chloé Steux (Ecole polytechnique) et Franck Aggeri (Mines Paris – PSL).


Les Français se disent prêts à réduire leur consommation de biens matériels, selon une enquête de l’Agence de la transition écologique (Ademe). Ce qui n’a pas empêché sa campagne sur les « dévendeurs » de nourrir la controverse.

Ne pas associer sobriété et privation

Le marché de l’occasion, aujourd’hui considéré comme vertueux pour l’économie et l’environnement, montre comment l’évolution des représentations sociales peut favoriser de nouvelles pratiques de consommation. Une démarche à transposer à la sobriété, qui s’oppose à la possibilité d’une consommation et d’une production illimitée de biens matériels. La difficulté est aussi de ne pas associer sobriété et privation, sans parler des objectifs de croissance économique. Or, cela touche aux représentations individuelles, sociales et culturelles au fondement de nos sociétés.


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Pour rendre la sobriété désirable, on peut activer le levier des imaginaires sociaux. En effet, pour acheter moins et mieux, il faut un rapport différent au temps, à la possession et à l’accumulation de biens matériels. Il s’agit par exemple de réapprendre à entretenir les objets et les réparer. Il en va de même pour nos vêtements, dont les principales sources de séparation et de renouvellement sont l’usure et la lassitude. Les repriser ou les personnaliser nous aide à nous y attacher… et à les utiliser plus longtemps. C’est un changement systémique qui remettrait en cause les stratégies commerciales, renforcées par l’obsolescence esthétique et marketing, qui imprègnent nos imaginaires collectifs.

Pour cela, il faut renforcer la légitimité des pratiques de consommation sobres et agir sur les structures anthropologiques de l’imaginaire, les mythes, récits, symboles et croyances des acteurs. En ce sens, fabricants et distributeurs ont un rôle crucial à jouer, grâce à des offres commerciales détachées des logiques de volumes. Celles-ci peuvent être basées sur la réparabilité, la durabilité, ou encore l’économie de la fonctionnalité. Elles peuvent ainsi essaimer non seulement dans la tête des consommateurs, mais aussi chez les autres acteurs du marché.

Des « dispositifs de confiance »

Ce changement des imaginaires n’est toutefois pas suffisant : encore faut-il accompagner l’évolution des pratiques. Favoriser la réparation passe par le développement de ce que le sociologue Lucien Karpik appelle des « dispositifs de confiance », qui visent à rassurer les consommateurs sur la qualité de la réparation.

Ils peuvent prendre différentes formes : labels, guides, normes techniques… Nous pourrions envisager, à l’échelle nationale, la création d’un observatoire de la réparation. Il pourrait informer les consommateurs sur les acteurs qualifiés, la réparabilité des produits et des marques, les délais moyens ou les fourchettes de prix pratiqués. Cela améliorerait l’accès à ces activités sur le plan pratique, mais aussi leur image.

Ce texte est la version courte de l’article écrit par Joël Ntsondé (ISTEC), Chloé Steux (Ecole polytechnique) et Franck Aggeri (Mines Paris – PSL)

The Conversation

Cet article a été édité par le service Environnement de The Conversation à partir de la version longue écrite par Joël Ntsondé (ISTEC), Chloé Steux (Ecole polytechnique) et Franck Aggeri (Mines Paris – PSL).

ref. Consommation sobre : un défi culturel autant qu’économique – https://theconversation.com/consommation-sobre-un-defi-culturel-autant-queconomique-256635

Maladie d’Alzheimer et virus de l’herpès : que dit la science sur les liens possibles ?

Source: The Conversation – France in French (3) – By Benoît Delatour, Directeur de Recherche CNRS, Institut du cerveau (ICM), Sorbonne Université

Des études publiées dans des revues scientifiques de premier plan soutiennent l’hypothèse de liens entre la maladie d’Alzheimer et l’exposition au virus de l’herpès. Les travaux de recherche se poursuivent pour confirmer ou non ce scénario, sachant qu’Alzheimer est une pathologie complexe, très certainement déterminée par de multiples facteurs de risque.


La maladie d’Alzheimer est une pathologie neurodégénérative qui touche des sujets âgés dans sa forme la plus commune. On estime que 1 200 000 personnes souffrent de maladies neurodégénératives de type Alzheimer en France.

Découverte il y a un siècle, cette pathologie reste très largement énigmatique et les mécanismes exacts à l’origine de son déclenchement et de son évolution mal connus.

Parmi les hypothèses qui font l’objet de recherche, celle d’un lien entre Alzheimer et l’exposition au virus de l’herpès se voit renforcée par des publications récentes.

Des lésions cérébrales à l’origine d’un trouble cognitif majeur

La maladie d’Alzheimer est caractérisée par un ensemble de lésions microscopiques, initialement confinées dans certaines régions cérébrales. Les lésions se propagent ensuite, au fil de l’évolution de la maladie, dans de multiples aires du cerveau.


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Cette progression lente et stéréotypée des atteintes cérébrales s’accompagne de symptômes cliniques gradués (troubles de mémoire, perturbations du langage, difficulté à raisonner et planifier les actions, etc.). Les patients atteints de la maladie d’Alzheimer vont ainsi développer un trouble neurocognitif majeur (le terme de démence est parfois utilisé) menant à la perte d’autonomie, à l’isolement social et à la disparition des facultés mentales les plus complexes, évoluées et représentatives de l’espèce humaine.

Les lésions cérébrales qui entrainent ces manifestations cliniques dramatiques sont schématiquement de deux types :

  • 1) Certaines lésions sont présentes à l’intérieur des neurones sous forme d’enchevêtrements fibrillaires (on parle de « dégénérescence neurofibrillaire ») constitués d’une protéine, la protéine tau, qui s’accumule sous une forme anormale.

  • 2) D’autres lésions sont identifiées dans l’espace extracellulaire du tissu cérébral, sous la forme de plaques, dont la nature chimique est principalement composée d’une protéine (le peptide amyloïde-ß ou Aß) : les plaques amyloïdes.

Les dégénérescences neurofibrillaires et les plaques amyloïdes constituent la signature neuropathologique de la maladie d’Alzheimer. Toutefois, d’autres lésions sont observées dans les cerveaux des patients.

À ce jour, aucun traitement préventif ou curatif

Concernant les mécanismes à l’origine de la maladie, une avancée importante s’est produite au tournant des années 90 avec l’identification, chez certains patients, de mutations génétiques impliquées dans la production du peptide Aß.

Ces découvertes ont permis d’ébaucher l’hypothèse de la « cascade amyloïde » qui propose que l’accumulation de peptide Aß dans le cerveau est un événement princeps et fondateur qui va entrainer l’ensemble des autres lésions cérébrales et mener à la démence.

Cependant, les mutations responsables d’une surproduction d’Aß ne concernent qu’une très faible minorité de patients (moins de 1 %) et il est vraisemblable qu’une multitude d’autres facteurs causaux sont à l’œuvre dans la maladie.

Sans connaissance approfondie des mécanismes responsables de la maladie d’Alzheimer, il n’est pas illogique de constater qu’aujourd’hui aucun traitement préventif ou curatif efficace ne soit disponible, malgré l’effort de recherche thérapeutique très conséquent.

L’identification des déterminants causaux à l’origine de la maladie d’Alzheimer et des facteurs qui viennent moduler le risque de développer cette maladie ou qui en modifient la trajectoire est une priorité et mobilise de nombreuses équipes de recherche.

Des liens possibles entre Alzheimer et le virus de l’herpès

Récemment, un article scientifique publié dans la prestigieuse revue Neuron a rapporté des données inédites. Cette étude a analysé deux cohortes de plusieurs milliers de sujets finlandais ou anglais et montré qu’une encéphalite virale (une inflammation du cerveau consécutive à une infection virale) augmentait de 20 à 30 fois le risque de développer ultérieurement une maladie d’Alzheimer.

Ces travaux faisaient suite à d’autres études, dans différents pays, qui indiquaient un risque accru de développer une maladie d’Alzheimer après infection au virus de l’herpès (HSV-1), un virus hautement neurotrope (c’est-à-dire capable de pénétrer dans le cerveau). Ces mêmes études soulignaient l’effet protecteur (une réduction du risque de maladie d’Alzheimer) d’un traitement antiviral.

Plus récemment et de façon encore plus convaincante des études quasi expérimentales en population humaine ont montré, au Pays de Galles, en Australie et aux USA, que la vaccination contre le virus de la varicelle-zona (VZV), un virus de la même famille que le virus de l’herpès (HSV-1), réduisait de façon significative le risque de développer une démence.

Une hypothèse déjà défendue il y a 40 ans

L’hypothèse d’un rôle des virus, en particulier des virus de l’herpès, dans la maladie d’Alzheimer n’est pas nouvelle. Elle a été défendue, il y a plus de 40 ans, par un neurologue canadien, Melvyn Ball, qui suggérait que les réactivations du virus de l’herpès HSV-1 (le fameux bouton de fièvre) pourraient s’accompagner d’une neuroinvasion (c’est-à-dire une pénétration du virus dans le cerveau) et d’une dégénérescence des tissus cérébraux déclenchant une démence de type maladie d’Alzheimer.

Des travaux de recherche sont venus par la suite étayer l’hypothèse, en identifiant des « signatures virales » (correspondant aux protéines ou au génome du virus) qui marquent la présence de virus de l’herpès (HSV-1) dans les cerveaux des patients atteints de la maladie d’Alzheimer, notamment au niveau des plaques amyloïdes.

Ces observations, ainsi que les premières études épidémiologiques, peuvent cependant être critiquées : mettre en évidence une association entre infection et maladie d’Alzheimer n’est pas suffisant pour établir un lien de causalité !

On pourrait même postuler, de façon provocatrice, que c’est la maladie d’Alzheimer qui rend l’organisme permissif aux infections virales (et non l’inverse !), expliquant ainsi la présence de matériel viral dans les cerveaux des patients Alzheimer.

Alzheimer et HSV-1 : pourquoi la recherche rebondit aujourd’hui

L’hypothèse infectieuse de la maladie d’Alzheimer s’est néanmoins trouvée renforcée, plus récemment, par deux séries de résultats expérimentaux :

  • 1) la découverte que le peptide Aß qui précipite au cœur des plaques amyloïdes a des fonctions antimicrobiennes et pourrait ainsi participer à une réponse physiologique (immunitaire) en réaction à une infection virale,

  • 2) le fait de réussir à induire, après infection par le virus de l’herpès (HSV-1) in vitro (dans des cultures de cellules) ou in vivo chez l’animal, d’une surproduction de peptides Aß et de protéines tau pathologiques (la protéine tau étant, on le rappelle, l’autre marqueur moléculaire de la maladie d’Alzheimer).

L’hypothèse d’un scénario à plusieurs étapes

La compréhension des relations entre infections virales et maladie d’Alzheimer a donc progressé ces dernières années et de nouvelles hypothèses émergent.

Concernant HSV-1, le virus le plus étudié, un scénario en plusieurs étapes peut être proposé :

  • 1) l’infection au virus de l’herpès (HSV-1) est courante dans nos populations et le virus est capable d’entrer en sommeil (phase de latence) pendant plusieurs décennies dans certains ganglions nerveux,

  • 2) au cours du vieillissement l’organisme fait face à différents stress qui, combinés à une baisse d’efficacité des défenses immunitaires du sujet âgé, vont favoriser la sortie de latence du virus et sa propagation dans le cerveau,

  • 3) la présence de virus actifs dans le cerveau va engendrer une réponse Aß et tau locale, à bas bruit, dans les zones infectées,

  • 4) ces lésions Aß et tau, associées à une inflammation cérébrale, vont initier un cercle vicieux d’autoamplification menant à l’intensification et à la propagation des lésions dans d’autres régions cérébrales.

Ce scénario hypothétique va nécessiter un important effort de recherche pour être validé (ou déconstruit, ainsi va la science !). Des travaux expérimentaux sont nécessaires chez l’animal ou sur des préparations tissulaires tridimensionnelles (organoïdes cérébraux) pour étudier finement la relation causale entre infection et marqueurs biologiques de la maladie d’Alzheimer.

Les études se poursuivent

Les études épidémiologiques, dans les populations humaines, se poursuivent également et cherchent à affiner l’impact des niveaux d’infection sur l’apparition ou l’aggravation des biomarqueurs de la maladie d’Alzheimer.

Au final, c’est un ensemble de champs disciplinaires qui est convoqué et qui nécessite la communication et le partage de connaissances et d’idées entre virologues, neurologues, épidémiologistes, pathologistes, etc.

Confirmer le rôle d’agents viraux dans la maladie d’Alzheimer, mais aussi dans d’autres maladies neurodégénératives (comme la sclérose en plaques étroitement associée au virus Epstein-Barr, encore un herpès virus !) ouvrirait certainement la porte à de nouvelles pistes thérapeutiques préventives (vaccination) ou curatives (antiviraux).

Il faut néanmoins garder à l’esprit que la maladie d’Alzheimer est une pathologie extrêmement complexe et très certainement multidéterminée par différents éléments ou facteurs de risque, génétiques ou environnementaux.

Conclure à une cause unique de déclenchement de la maladie (comme celle d’une infection virale antérieure) est de toute évidence une ineptie. On rappellera à ce propos que bien qu’une grande partie (70-80 %) de la population humaine soit infectée par le virus de l’herpès (HSV-1), cette infection n’est pas une condition sine qua non pour développer la maladie !

The Conversation

Benoît Delatour a reçu une bourse de recherche de l’association France Alzheimer.

ref. Maladie d’Alzheimer et virus de l’herpès : que dit la science sur les liens possibles ? – https://theconversation.com/maladie-dalzheimer-et-virus-de-lherpes-que-dit-la-science-sur-les-liens-possibles-259811

Mexican flags flown during immigration protests bother white people a lot more than other Americans

Source: The Conversation – USA – By Edward D. Vargas, Associate Professor, School of Transborder Studies, Arizona State University

Protesters wave the Mexican flag in Los Angeles on June 9, 2025. Luke Johnson/Los Angeles Times via Getty Images

Agents with U.S. Immigration and Customs Enforcement conducted a series of raids throughout Los Angeles and Southern California in early June 2025, sparking protests in downtown Los Angeles and other cities, including New York, Chicago and Austin, Texas.

Some demonstrators expressed growing frustration with ICE by showcasing the Mexican flag, which has become the defining symbol of the protests in Los Angeles.

The use of the flag has also become the subject of intense debate in the media.

Some outlets have depicted the flag as symbolizing ethnic pride, solidarity with immigrants and opposition to the Trump administration.

Others have called it the “perfect propaganda” tool for Republicans and conservatives, some of whom have referred to the Mexican flag as the “confederate banner of the L.A. riots.” They point to its use as evidence of anarchy and a city taken over by immigrants.

But what do Americans think about protesters waving the Mexican flag, and why?

Much of our knowledge surrounding this question is based on the 2006 immigrant rights protests across the United States, which occurred in a much less politically polarized era. Additionally, a vast majority of protesters then brought U.S. flags compared with other national flags, including the Mexican flag.

Research published in 2010 found that even though the public was more likely to be bothered by protesters waving the Mexican flag than the U.S. flag, that difference was largely absent once you divided the public into subgroups, including white people, Latinos and immigrants.

To reexamine public attitudes toward protesters waving the Mexican flag, we conducted an online survey experiment among 10,145 U.S. adults in 2016.

As political scientists who specialize in Latino politics and immigration-related issues, we tested how exposure to the Mexican flag versus the American flag shaped opinion about protests during Trump’s first presidential campaign in 2016.

We found that even though much of the public continued to be less bothered by the American flag than the Mexican flag, there were also important and perhaps surprising differences in protest attitudes between white Americans and other racial and ethnic groups.

A man holds a Mexican flag in front of several police officers on motorcycles.
A demonstrator holds a Mexican flag in front of law enforcement during a protest on June 13, 2025, in Los Angeles.
AP Photo/Wally Skalij

More or less bothered

In the study, we randomly divided respondents into two groups: a treatment group and a control group. Respondents in the treatment group were shown an image of protesters waving a Mexican flag. Respondents in the control group were shown an image of protesters waving the U.S. flag. After viewing the image, respondents were then asked about the extent to which they supported or were bothered by the protests.

Overall, 41% of the respondents said they were bothered by protesters waving the Mexican flag, and 28% said protesters waving the U.S. flag bothered them.

Our results show important differences in opinion between racial and ethnic groups.

White respondents were more likely than any other racial and ethnic group to say they were bothered by protesters waving Mexican flags. Sixty-nine percent of white respondents said they were bothered, 31 percentage points more than the average of nonwhite respondents.

However, 51% of white respondents were also bothered by the image of protesters waving U.S. flags. By contrast, just 20% of Latinos, 33% of Black Americans and 34% of Asian Americans said they were bothered by protesters waving U.S. flags.

Put differently, large majorities of nonwhite respondents were supportive of showing U.S. flags at protests despite their more positive views toward Mexican flags.

What explains racial differences?

When taking a deeper look at what causes Americans to feel bothered about protesters waving Mexican flags, some clear patterns emerge.

On average, older Americans were more likely to be bothered relative to younger Americans. This was particularly true for Americans over 40 years of age compared with millennials, born between 1981 and 1996, and Gen Z respondents, born between 1997 and 2012.

However, there are some nuances when examining age groups and whether they had attended a protest, march or rally in the previous year.

Our findings suggest that older Americans who had not engaged in protests were most likely to be bothered when they saw images of protesters waving Mexican flags. Millennials and Gen Z respondents who participated in a protest were least likely to be bothered.

Given that this issue intersects nationality, race, ethnicity, gender and citizenship status, it’s logical that these factors explained why Americans supported or opposed the use of Mexican flags at immigration protests.

A woman carrying a Mexico-U.S. flag walks in front of soldiers.
A woman carrying a flag with details of the United States and Mexican flags walks past members of the United States Marine Corps on June 14, 2025, in Los Angeles.
Cristopher Rogel Blanquet/Getty Images

For example, racial minorities who have a stronger sense of ethnic or racial identity were more likely to be supportive of protesters waving Mexican and U.S. flags. In other words, group identity is a strong predictor of support for protests in general, regardless of what flag is being flown.

However, minorities who lack a sense of ethnic pride and identity were most likely to be upset when they saw others expressing their First Amendment right to peaceably assemble.

The reality is that recent immigration protests across the country are the first time many of the Latino youth who are citizens have participated in these types of protests. Anyone under age 22 would not have memory of, or been alive during, the last large pro-immigrant protests in 2006.

The Mexican flag represents more than nationalistic pride. It represents their parents’ heritage, hard work and their binational experience as Americans engaged in politics.

The Conversation

The authors do not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organization that would benefit from this article, and have disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.

ref. Mexican flags flown during immigration protests bother white people a lot more than other Americans – https://theconversation.com/mexican-flags-flown-during-immigration-protests-bother-white-people-a-lot-more-than-other-americans-259004