¿Es España un país racista?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Gloria Fernández- Pacheco Alises, Profesora en Criminología y coordinadora del Grupo de investigación sobre Migraciones, Universidad Loyola Andalucía

Manifestación en Palma de Mallorca contra el racismo en 2020. MF_Orleans/Shutterstock

Torre Pacheco es una localidad murciana de 40 000 habitantes –el 30 % de la población es inmigrante– que en los últimos días vive asediada por grupos de ultraderecha. Armados con bates y machetes, atacan o amenazan a los extranjeros en los barrios donde viven.

En España es cada vez más frecuente toparse con algún tipo de incidente de tintes xenófobos. Los partidos de ultraderecha, además, alientan el odio a los extranjeros, especialmente a los latinos y subsaharianos. Por eso preguntamos a siete expertos si España es un país racista y esto es lo que nos han contestado:


Gloria Fernández-Pacheco Alises, profesora en Criminología y coordinadora del Grupo de investigación sobre Migraciones. Universidad Loyola Andalucía.

En los últimos tiempos se han publicado noticias sobre estudios de opinión que sitúan la inmigración como una de las primeras preocupaciones de la ciudadanía en España. Ante ello surge la cuestión sobre si es racista tener prejuicios si estamos protegiendo nuestra seguridad.

Estas preocupaciones sociales han sido alimentadas por discursos políticos que esgrimen argumentos basados en la “infantilización”, la “despersonalización” y la “ridiculización” de la inmigración.

Nos hablan de menores migrantes no acompañados como colectivo peligroso al que imputarle delitos de toda índole. Atribuyen gastos desorbitados a los sistemas de protección social de menores en riesgo de exclusión en detrimento de las pensiones de nuestras abuelas. Frivolizan sobre expulsiones masivas de personas que llevan meses o años trabajando en España en la agricultura o el empleo doméstico.

Todos estos discursos contribuyen a generar un imaginario colectivo basado en estereotipos sociales que genera racismo estructural y debates sociales muy peligrosos. A través de etiquetas negativas que relacionan delincuencia e inmigración, se construyen identidades marginadas y sociedades violentas.

Este fenómeno ya fue estudiado por las denominadas teorías del etiquetado, que hablan de una reacción social basada en etiquetas. A través de la criminalización se genera marginalidad y delincuencia entre los colectivos etiquetados. Por el otro lado, se construyen sociedades deshumanizadas e inseguras.


Raúl Martínez Corcuera. Profesor de Comunicación. Investigador sobre el discurso del odio –racismo, sexismo, LGTBIfobia– en medios de comunicación, el deporte o la publicidad. Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya.

En España existe un racismo estructural contra personas migrantes y racializadas que confirmaría esta afirmación. Racismo institucional de una ley de extranjería que las lleva a vivir en situación irregular y limita sus derechos de participación política.

Existe el control policial selectivo por fenotipo y partidos políticos que asumen discursos y programas de ultraderecha legitimando actitudes xenófobas. Hay antigitanismo e islamofobia.

Se ha normalizado la discriminación y explotación laboral, agravada por el desconocimiento de los propios derechos y/o la dificultad para hacerlos respetar o el rechazo en el acceso a la vivienda por propietarios que niegan el alquiler a personas migrantes o racializadas.

Son múltiples las denuncias por discriminación en servicios públicos de salud y educación, limitando el acceso a una atención justa y respetuosa.

La presencia de inmigrantes y personas racializadas es residual en espacios de liderazgo político o social, pero son habituales insultos y violencia racista en los espacios públicos. Sufren una criminalización mediática que les culpa de la delincuencia y los conflictos públicos. Se normaliza una miserable estigmatización y deshumanización de niños y adolescentes llegados a España sin familia y en máxima vulnerabilidad.


Ana Alba Catoira, profesora de Derecho Constitucional. Universidade da Coruña.

El racismo es un fenómeno que está en todas las sociedades y que se convierte en muchas ocasiones en algo sutil o inconsciente presente en todas las estructuras. De hecho, ¿cuántas personas se reconocen como racistas? o ¿cuántas identifican comportamientos muy normalizados como racistas y discriminatorios?.

España es el cuarto país menos racista de la Unión según un informe de 2023 realizado por la Agencia de los Derechos Fundamentales, muy por debajo de Austria, Alemania, Finlandia, Dinamarca, Luxemburgo, Bélgica, Irlanda, Italia o Francia.

No obstante, sí somos un país racista, por lo que no debemos restar importancia a este problema. El racismo es en sí mismo ignorancia, por eso necesitamos sensibilización y educación de toda la sociedad en igualdad y diversidad con políticas públicas comprometidas y con la colaboración responsable de todos los sectores. Debemos construir entre todos y todas una sociedad más justa e igualitaria donde se respete la dignidad de todos los seres humanos.


Antonio Miguel Nogués Pedregal. Catedrático de Antropología Social. Universidad Miguel Hernández.

Imposible responder con un sí o un no a la pregunta. España es desde hace décadas una realidad social, cultural y económicamente muy heterogénea. Son muchos los ejes que la atraviesan y de muchos tipos las prácticas sociales que la conforman. No podemos hablar de una sola España o, si se prefiere, de una única forma de habitar este territorio que llamamos España.

Cada persona y cada grupo sociocultural que convive aquí se construye una imagen de los otros que enfatiza, sobre todo, aquellas características con las que quiere y cree distinguirse de esas otras personas o grupos.

En este sentido, considero que la dimensión económica, por aporofobia (fobia a los pobres) y clasismo, es la que más condiciona las relaciones y prácticas sociales entre individuos, independientemente de su origen étnico. La dimensión estética, llena de estereotipos y fenotipos, es la que condiciona la visión del otro agrupado y anónimo. Baste recordar las diferencias en las acogidas a ucranianos o a subsaharianos y su dispar representación en los medios.


Juan Carlos Jiménez Redondo. Catedrático de Historia del Pensamiento y Movimientos Sociales. Universidad CEU San Pablo.

Mantener que España es un país racista es tan absurdo como sostener lo contrario. Hay españoles racistas como hay racistas en Francia, Italia, Portugal o Reino Unido. Las democracias han desarrollado normas radicalmente contrarias al racismo, pero no han podido extirpar grupos con fuertes inclinaciones racistas. Muchos de ellos anidan en ámbitos de amplia trascendencia pública como el deporte, y muy especialmente el fútbol, porque es un entorno que deja salir lo peor del hombre-masa.

Igual sucede en las redes sociales, en las que el anonimato deja aparecer a todos esos grotescos incivilizados que dan rienda suelta a sus locuras racistas y de odio contra todo y contra todos, amparados en una supuesta impunidad.

España es un país tan racista o tan poco racista como otros. Lo que sí concentra es una amplia masa de peligrosos ultras, odiadores y toda esa calaña de violentos que pueblan el país.


Lucas Andrés Pérez Martín. Profesor de Derecho Internacional Privado. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

Esta pregunta no es posible contestarla con un sí o un no. Desde la visión de un jurista que investiga en el ámbito de las migraciones y los derechos humanos, y sin un sustrato científico estadístico, en España descubrimos dos perfiles esenciales. El primero, el de una gran parte de la población que en absoluto es racista. No diferencia a las personas por su raza, el color de la piel o por la religión que profesen, e incluso acogen activamente a los migrantes. Sin embargo, hay otra parte de la población que sí lo es, que tiene claros prejuicios con las personas que llegan de otros lugares por su religión, color de piel y origen y no duda en difundir noticias absolutamente falsas sobre estas personas.

Por desgracia, esta parte de la opinión está marcando y ganando el debate político con discursos de odio y provocando confusión en la población que inicialmente no tenía prejuicio racista alguno.


Berta Álvarez-Miranda Navarro. Profesora titular de Sociología, especializada en Sociología de las Migraciones. Universidad Complutense de Madrid.

España participa de la tendencia general en Europa a centrar el debate público en la categoría religiosa “musulmanes” como principal criterio de alteridad, y no tanto en categorías raciales. Ambas formas de distinción, de raza y religión, se superponen para señalar como “otro” o “extraño” sobre todo al que proviene del norte de África, particularmente de Marruecos.

Se renueva así una desconfianza muy arraigada históricamente, que se ha reflejado a lo largo de los años en las encuestas de opinión y en estudios sociológicos muy variados que coinciden en que este grupo es el percibido como más ajeno. Un grupo que se denomina cada vez más frecuentemente por su religión, aunque la categoría “musulmanes” no ha alcanzado en el debate público español el grado de cristalización de otros países como Francia o Gran Bretaña, ni ha sido objeto de una polarización política tan marcada.

The Conversation

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

ref. ¿Es España un país racista? – https://theconversation.com/es-espana-un-pais-racista-240874

Cuando la juventud duele: cómo la terapia ocupacional puede revertir la soledad no deseada

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Olga Isabel Fernández Rodríguez, PDI en la Facultad de Ciencias de la Salud, UEMC, Universidad Europea Miguel de Cervantes

BOOCYS/Shutterstock

Sentirse solo sigue siendo una de las grandes lacras de esta sociedad. Según el Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada, una persona de cada cinco (20 %) sufre soledad no deseada en España, y dos de cada tres personas (63 %) que hoy no se sienten solas han pasado por momentos de soledad en algún momento de su vida. La soledad no deseada afecta en mayor medida a las mujeres que a los hombres, con un 21,8 % de mujeres que declaran sentirse solas frente al 18,0 % de los hombres. No obstante, el género no se considera una causa directa de esta experiencia.

Esta situación resulta especialmente prevalente entre la población joven: el 25,5 % de las personas de entre 16 y 29 años manifiestan sentirse solas en la actualidad, y casi la mitad de ellas (45,7 %) afirma llevar en esta situación más de tres años. En el contexto español, el 69,0 % de los jóvenes ha experimentado soledad en algún momento de su vida, y, a diferencia de otros grupos etarios, la juventud sí se reconoce como un factor significativo en la explicación de la soledad no deseada.

Por otra parte, la soledad no deseada es especialmente común entre quienes perciben su salud como mala o muy mala, afectando a más de la mitad de estas personas, con una prevalencia seis veces mayor que en aquellos que consideran tener buena salud.

Soledad unida a ansiedad y depresión

Además, existe una fuerte relación entre la salud mental y la soledad: la mitad de las personas con problemas de salud mental experimenta soledad no deseada, lo que implica que es de tres a cuatro veces más frecuente que entre quienes no tienen problemas de salud mental.

En jóvenes, los que se sienten solos suelen percibir su salud de manera más negativa, con una alta presencia de ansiedad y depresión (77,8 %, frente al 34,8 % de quienes no se sienten solos). Por otro lado, los jóvenes con problemas de salud mental tienen una probabilidad 2,5 veces mayor de sufrir soledad no deseada. La prevalencia de la soledad es aún más alta entre aquellos que enfrentan dificultades económicas, desempleo, problemas de salud o discapacidad, aumentando en un 89,2 %.

Aunque la soledad no deseada parece ser un problema persistente para muchas personas, más de la mitad de la población española (50,4 %) que ha experimentado soledad en algún momento de su vida no se siente sola actualmente. Esto sugiere que, en muchos casos, la soledad puede ser un problema reversible.

La importancia de entrelazar ocupaciones

La participación en ocupaciones (actividades significativas) en las que se establecen conexiones entre personas ha demostrado ser un mecanismo protector contra la soledad no deseada, ya que al ofrecer oportunidades de interacción social se reduce el riesgo de sufrir angustia psicológica.

De este modo, para realizar una prescripción ocupacional adecuada también en casos de soledad no deseada, un terapeuta ocupacional debe considerar además de los intereses personales, las necesidades específicas de cada caso. Este proceso debe ir acompañado de una exploración ocupacional previa que identifique actividades que impliquen interacción social.

El objetivo de la prescripción ocupacional es ampliar las oportunidades de participación, entendida como la implicación activa de la persona en aquellas actividades que desea y necesita realizar, lo cual tiene un impacto positivo en la salud mental.

La mejora en la participación ocupacional contribuye al fortalecimiento de la identidad ocupacional, un concepto que hace referencia al sentimiento que tiene la persona respecto a quién es y quién desea llegar a ser desde una perspectiva ocupacional.

Dado que las actividades que una persona realiza no solo reflejan su identidad, sino que también generan vínculos con los grupos con los que se identifica y a los que siente pertenencia, una mayor participación puede facilitar la ampliación y consolidación de su red social.

Es crucial abordar, por tanto, la disfunción ocupacional, esto es, la dificultad o incapacidad de una persona para participar de manera efectiva y satisfactoria en sus ocupaciones, y promover la conexión con el propósito vital de estas personas (identidad ocupacional).

Por ejemplo, un adolescente que ha abandonado el instituto y pasa la mayor parte del tiempo solo en casa, sin participar en actividades sociales ni educativas, aunque tiene capacidad física y cognitiva, no logra participar de manera efectiva en actividades significativas debido a síntomas de ansiedad social y baja autoestima.

Es importante también abordar otras situaciones relacionadas con la disfunción ocupacional, como la privación ocupacional, la alienación ocupacional, el desequilibrio ocupacional y la marginación ocupacional.

La privación ocupacional es entendida como la falta de oportunidades para las actividades diarias debido a factores externos. Por ejemplo, una adolescente con discapacidad que no puede acceder a actividades extracurriculares o tiempo de ocio con amistades porque su entorno familiar no lo permite.

La alienación ocupacional hace referencia a la falta de significado en las actividades, por ejemplo, en un joven que estudia algo en lo que no encuentra sentido ni conexión personal, realiza las actividades de manera mecánica, sin motivación ni satisfacción, sintiéndose desconectado de su propósito vital.

El desequilibrio ocupacional se refiere a la falta de balance entre las distintas ocupaciones, por ejemplo, una adolescente que dedica casi todo su tiempo al uso de redes sociales y videojuegos, lo que limita su participación en ocupaciones esenciales como el sueño, la alimentación saludable, la actividad física o el contacto directo con su grupo de iguales. Este patrón desequilibrado afecta a su bienestar general.

La marginación ocupacional, por su parte, tiene que ver con las actividades significativas no reconocidas por el entorno: por ejemplo, un joven con intereses artísticos que utiliza la literatura como medio de expresión emocional, su entorno social y educativo no reconoce esta ocupación como válida o constructiva y limita su desarrollo dentro de una actividad significativa para su identidad.

La intervención de un terapeuta

La intervención del terapeuta ocupacional está diseñada para atajar esta problemática de una manera profunda, teniendo en cuenta la concepción integral de la persona desde un enfoque físico, cognitivo, emocional y social. Estas intervenciones no solo favorecen la salud en general, sino que también protegen la salud mental de este colectivo. Es fundamental la intervención en estos conceptos para considerar la calidad de la conexión, ya que una persona puede sentir soledad no deseada incluso estando ocupada y socialmente conectada.

Por tanto, la implicación de la terapia ocupacional en el tratamiento y la prevención de la soledad no deseada también en jóvenes es fundamental. Estos servicios son necesarios para mantener o mejorar la disfunción ocupacional de las personas y para prevenir o paliar el deterioro adicional relacionado con su situación.

The Conversation

Olga Isabel Fernández Rodríguez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Cuando la juventud duele: cómo la terapia ocupacional puede revertir la soledad no deseada – https://theconversation.com/cuando-la-juventud-duele-como-la-terapia-ocupacional-puede-revertir-la-soledad-no-deseada-243324

La batalla entre sexos se libra en el ring de la placenta

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Jorge López-Tello, Investigador Principal (Programa Cesar Nombela), Universidad Autónoma de Madrid

Ilustración de un bebé en gestación conectado por el cordón umbilical a la placenta. Sakurra/Shutterstock

Imagine un combate épico, pero no en un estadio lleno de luces, sino dentro del cuerpo humano. En un ring diminuto, dos fuerzas se enfrentan en un duelo biológico: la madre y el padre. O, mejor dicho, sus genes. La placenta es el cuadrilátero donde se libra esta lucha silenciosa, y su resultado determinará el destino del futuro bebé.

A pesar de su efímera existencia, la placenta es un órgano multitarea. Su función principal es abastecer al feto con oxígeno y nutrientes, además de producir hormonas que transforman el metabolismo materno para sostener el embarazo. Sin ella, los mamíferos –incluidos los humanos– no podríamos existir. Sin embargo, sigue siendo uno de los órganos más misteriosos y menos comprendidos de nuestro cuerpo.

La placenta proviene del material genético de ambos progenitores, lo que significa que debe equilibrar dos intereses opuestos. Mientras que los genes paternos buscan extraer la mayor cantidad de recursos de la madre para garantizar la mejor nutrición del feto, los genes maternos intentan regular este consumo para no agotar sus propias reservas, asegurando su supervivencia y la posibilidad de futuros embarazos.

Este intrigante juego de poder es mediado por los genes de impronta genética, que actúan según su origen parental. Hasta la fecha, se han identificado más de 100 genes de este tipo en la placenta.

El calentamiento previo al combate

Antes de subir al ring, los boxeadores se preparan física y mentalmente. Lo mismo ocurre en la gestación, solo que aquí la preparación comienza incluso antes de la concepción. Diversos estudios han demostrado que la contaminación, una dieta rica en grasas y azúcares, el estrés o la edad de los padres pueden afectar el crecimiento y funcionamiento de la placenta, impactando directamente el desarrollo fetal.

Pero la historia no termina ahí: la microbiota intestinal de la madre y el padre también juegan un papel clave en la salud placentaria. Y si cree que las decisiones de generaciones pasadas no tienen importancia, piénselo dos veces: la epigenética nos muestra que la herencia de nuestros abuelos puede influir en nuestra capacidad reproductiva, afectando incluso a nuestros nietos. En este combate, el pasado también tiene su impacto en el presente.

Primer asalto: la implantación

El primer asalto es clave en cualquier pelea: los boxeadores tantean el terreno y establecen su estrategia. En el embarazo, este momento crucial es la implantación del embrión en el útero.

Aquí entran en juego los trofoblastos, células especializadas de la placenta que deben regular meticulosamente este proceso. Si algo falla, pueden surgir complicaciones como la placenta accreta (la placenta se adhiere de forma anormalmente profunda a la pared del útero), la pérdida embrionaria o la preeclampsia, un peligroso trastorno vinculada a la hipertensión materna.

Para que la implantación se produzca con éxito, resulta esencial que el sistema inmunológico materno no rechace al embrión, que en parte es un “extraño” debido a su carga genética paterna. Se trata de un delicado juego de tolerancia e invasión, donde la placenta debe encontrar el equilibrio perfecto para adherirse lo suficiente sin volverse un peligro para la madre.

El combate en sí: el desarrollo del embarazo

En cada asalto, los boxeadores deben ajustar su estrategia, y lo mismo ocurre en la gestación. En las primeras etapas, la madre acumula reservas energéticas, pero a medida que el feto crece y demanda más nutrientes, su metabolismo debe adaptarse rápidamente. Un desajuste en este equilibrio puede provocar condiciones como la diabetes gestacional, que afecta aproximadamente al 12 % de las mujeres en España.




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Investigadores de la Universidad de Cambridge descubrieron un sorprendente mecanismo en ratonas gestantes: cuando se inhabilitaba el gen de impronta paterna Igf2 en las células endocrinas de la placenta, las madres mostraban un metabolismo similar al de las no gestantes. Como consecuencia, los fetos tenían niveles bajos de glucosa y eran más pequeños.

En humanos, una sobreexpresión de ese mismo gen puede generar el efecto contrario, exacerbando los cambios metabólicos en la madre y aumentando el riesgo de diabetes gestacional. Es un juego de equilibrio donde cualquier alteración puede inclinar la balanza de forma peligrosa.

Pero la placenta no solo gestiona los recursos energéticos: también actúa como un escudo protector. Es capaz de filtrar muchos compuestos dañinos que podrían afectar al bebé, como algunas toxinas y patógenos. Sin embargo, no es infalible. Sustancias como el alcohol, la nicotina y ciertos fármacos pueden atravesarla y afectar el desarrollo fetal, lo que refuerza la importancia de los cuidados maternos durante el embarazo.

Después del combate: recuperación y consecuencias

Tras un combate intenso, los boxeadores necesitan tiempo para sanar y recuperar fuerzas. Lo mismo ocurre con la madre después del parto: su cuerpo debe reajustarse, ya sea para la lactancia o para volver a su estado previo. Sin embargo, algunas secuelas pueden permanecer. Los cambios metabólicos y hormonales durante el embarazo pueden dejar cicatrices invisibles, aumentando el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, hipertensión o depresión postparto.

El bebé tampoco sale ileso de este combate. Si su ambiente intrauterino no fue óptimo, puede enfrentarse a mayores probabilidades de padecer enfermedades como cáncer, esquizofrenia, obesidad o hipertensión en la adultez. Lo que ocurre en esos nueve meses deja huellas que pueden perdurar toda la vida.

La placenta: mucho más que una moda pasajera

En los últimos años, la placenta ha captado la atención mediática, ya sea porque algunas celebridades afirman consumirla con fines rejuvenecedores o porque ciertos grupos la han incorporado en rituales espirituales.

Pero más allá de estas modas, este órgano es un verdadero libro de historia biológica: en sus células se esconde información clave sobre nuestra salud, nuestro pasado y nuestro futuro. Comprender su funcionamiento no solo nos ayudará a prevenir enfermedades en la madre y el bebé, sino que podría transformar el modo en que entendemos la reproducción humana.

Después de todo, en el ring de la vida, la placenta es el árbitro silencioso que decide el destino de cada nuevo ser humano. Quizás sea hora de darle el protagonismo que se merece y desentrañar todos los secretos que esconde en su interior.

The Conversation

Jorge López-Tello recibe fondos de la Comunidad de Madrid a través del programa Atracción de Talento César Nombela (2023-T1/SAL-GL-28960).
Este artículo fue finalista del Premio Luis Felipe Torrente de Divulgación sobre Medicina y Salud, organizado por la Fundación Lilly y The Conversation

ref. La batalla entre sexos se libra en el ring de la placenta – https://theconversation.com/la-batalla-entre-sexos-se-libra-en-el-ring-de-la-placenta-260476

Con la imprenta hemos topado: censura religiosa a lo largo de los tiempos

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Anna Peirats, IVEMIR-UCV, Universidad Católica de Valencia

Ejemplar del primer libro impreso en la península ibérica de carácter poético: ‘Obres e trobes en lahors de la Verge Maria’ Universitat de València

La llegada de la imprenta a Europa transformó el horizonte intelectual y religioso de la modernidad. La multiplicación de libros y la expansión de la lectura abrieron nuevas posibilidades para la circulación de ideas, pero también facilitaron mecanismos inéditos de control sobre la palabra escrita.

Pintura de una mujer joven ascendiendo al cielo con querubines bajo sus pies y un cuarto de luna.
La Inmaculada Concepción según Francisco de Zurbarán, en 1635.
Museo del Prado

Uno de los debates doctrinales más persistentes de la cristiandad es el de la Inmaculada Concepción, que sostiene que la Virgen María estuvo libre del “pecado original” desde el mismo momento de su concepción.

Este dogma ha sido constante motivo de disputas teológicas, particularmente entre dominicos y franciscanos. Aunque no se proclamó oficialmente hasta 1854, durante siglos dividió a teólogos, universidades, órdenes religiosas y poderes seculares. Lo que en un principio era un tema teológico discutible terminó imponiéndose como una certeza que exigía reflejarse en la palabra escrita. Y en ese proceso, muchos textos fueron reescritos, corregidos o directamente manipulados.

El Espill de Jaume Roig

En la Valencia de finales del siglo XV, la imprenta se convirtió en un instrumento clave para la doctrina inmaculista. Los certámenes poéticos organizados entre 1486 y 1489 en honor a la Virgen muestran cómo la selección editorial favoreció los poemas que defendían sin reservas la pureza mariana. Los textos con matices o reservas doctrinales quedaron fuera del circuito impreso.

Portada de la primera edición impresa del Espill.
Portada de la primera edición impresa del Espill (València, Francisco Díaz Romano, 1531).
Sciencia.cat

El caso del Espill de Jaume Roig (1460) resulta especialmente ilustrativo. El manuscrito original, conservado en la Biblioteca Vaticana, reflejaba la pluralidad y la visión del autor de que era necesaria una apertura teológica respecto al debate. Sin embargo, la edición impresa de 1531, realizada por Francisco Díaz Romano en Valencia, suprimió los versos originales relativos al debate y añadió 103 versos nuevos de tono inequívocamente inmaculista.

El análisis filológico identifica estos añadidos por su métrica y recursos retóricos ajenos al autor. Las ediciones posteriores de 1561 en Valencia y Barcelona repitieron el añadido e incluyeron una portada ilustrada con la Virgen rodeada de símbolos inmaculistas y la inscripción “Tota pulchra es, amica mea, et macula non est in te” (“Eres toda hermosa, amiga mía, y no hay defecto alguno en ti”). Así, la ambigüedad del manuscrito se transformó en certeza tipográfica.

Cuando la poesía se convierte en dogma

El control del contenido literario se extendió más allá de la reescritura de obras canónicas. Valencia, ciudad pionera en la imprenta peninsular, fue escenario de un esfuerzo sistemático por uniformar el discurso devocional.

Entre 1486 y 1488, el clérigo Ferran Dies organizó varios certámenes poéticos en honor a la Inmaculada Concepción. Las composiciones premiadas fueron impresas por Lambert Palmart en obras como Les trobes en lahors de la Verge Maria, Obra nova a honor e reverència de la sacratíssima Concepció y Obra de la sacratíssima Conceptió de la intemerada Mare de Déu. Estas ediciones no incluían una representación equitativa de posturas teológicas. Solo se publicaron los poemas que defendían la pureza de María sin reservas. Los textos con matices, ambigüedad o cautela doctrinal fueron excluidos. La literatura dejó de ser un espacio de exploración para convertirse en un vehículo de afirmación.


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Este control ideológico continuó en el siglo XVII. En Madrid, por ejemplo, se imprimió en 1662 el Romance mudo a la Inmaculada Concepción, obra de Gerónimo González Velázquez que combinaba poesía e imagen para exaltar la doctrina sin necesidad de argumentación verbal. También en Sevilla, el clérigo Baltasar de Cepeda publicó entre 1615 y 1617 varias obras poéticas glosadas que adaptaban las oraciones tradicionales al nuevo paradigma mariano.

En todos estos casos, la literatura devocional dejó de formular preguntas y se dedicó a certificar respuestas.

Un fenómeno europeo: de Amberes a Roma

La manipulación textual y visual en torno a la Inmaculada Concepción se extendió por toda Europa.

Prensas antiguas en la imprenta.
Prensas antiguas en la imprenta de Christoffel Plantijn (Cristóbal Plantino).
Rijksmuseum

En Amberes, tras el Concilio de Trento a mediados del siglo XVI, los talleres de los impresores Plantino y Moretus adaptaron libros de horas, misales y devocionarios para eliminar cualquier pasaje ambiguo sobre la concepción de María. Se introdujeron fórmulas nuevas, se suprimieron glosas antiguas y se alinearon las imágenes litográficas con el modelo dogmático. Una parte de esta colección se conserva en el Museo Plantin-Moretus, cuya base de datos online permite acceder a los impresos originales.

En París, la Universidad de la Sorbona prohibió en 1616 a los predicadores dominicos exponer posiciones contrarias al privilegio mariano. Ya desde el siglo XV, los manuales litúrgicos y sermones impresos muestran correcciones y supresiones de pasajes ambiguos o contrarios a la doctrina inmaculista. Los textos disidentes se retiraban de circulación o se reimprimían corregidos, y los manuales litúrgicos editados en la capital francesa durante el siglo XVII ya no ofrecían espacios de duda.

En Italia, los breviarios reformados tras Trento incluyeron oraciones como “Deus, qui per immaculatam Virginis Conceptionem dignum Filio tuo habitaculum praeparasti” (“Dios, que por la Inmaculada Concepción de la Virgen preparaste una morada digna para tu Hijo”), ausentes en los manuscritos medievales.

La Typographia Polyglotta Vaticana, dirigida por los jesuitas, imprimió durante el siglo XVII miles de ejemplares de catecismos, breviarios y manuales donde el privilegio inmaculista se presentaba como doctrina incuestionable. El Breviarium Romanum, corregido tras Trento, fue uno de los instrumentos más eficaces de esta estrategia. Las oraciones, letanías y glosas marianas fueron reformuladas para borrar cualquier ambivalencia.

El objetivo no era únicamente enseñar doctrina, sino moldear la memoria textual de la Iglesia. Las palabras impresas, una vez canonizadas por la tipografía, resultaban mucho más difíciles de cuestionar. La literatura también fue terreno fértil para esa intervención.

Portada de un libro en latín.
Portada del Breviarium romanus.
Wikimedia Commons

Censura, expurgo y construcción de la memoria

La vigilancia sobre los textos impresos era tan rigurosa como la defensa de la doctrina religiosa. La Inquisición española instauró un sistema de censura y expurgo en el siglo XVI que perduró hasta el XIX. El Santo Oficio controlaba la circulación de los libros desde su entrada en el reino hasta su venta en las librerías, imponía la obligación de inventariar todos los ejemplares y castigaba con excomunión la posesión de libros prohibidos.

La Pragmática de 1502 de los Reyes Católicos era una ley que exigía licencia real y eclesiástica para imprimir cualquier obra. En 1558 Felipe II prohibió bajo pena de muerte la entrada de libros en romance no autorizados. Los índices de libros prohibidos y los libros expurgados muestran la sistematicidad de este control: versos suprimidos, pasajes modificados, ediciones adaptadas para ajustarse a la ortodoxia.

El control no siempre fue explícito. Muchos autores e impresores practicaron la autocensura para evitar conflictos. El temor a la censura, a la pérdida de privilegios o incluso a la persecución personal condujo a una literatura cada vez más uniforme, donde la creatividad y la duda quedaban relegadas a los márgenes.

La historia de la Inmaculada Concepción y la imprenta es, en última instancia, una memoria construida y vigilada. Demuestra que la literatura religiosa a menudo fue una construcción deliberada, editada para suprimir lo inseguro o lo ambiguo. Lo que hoy leemos como tradición responde, en muchos casos, a decisiones editoriales, interpolaciones y adaptaciones. La imprenta, en este sentido, funcionó también como instrumento de control.

En la era digital, la pregunta sigue vigente: ¿quién decide qué se imprime, qué se modifica, qué sobrevive? Porque, a menudo, lo que leemos no es lo que se escribió, sino lo que otros decidieron que debía leerse.

The Conversation

Anna Peirats no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Con la imprenta hemos topado: censura religiosa a lo largo de los tiempos – https://theconversation.com/con-la-imprenta-hemos-topado-censura-religiosa-a-lo-largo-de-los-tiempos-256392

Liderar sin fronteras: cuando la distancia se convierte en estrategia

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Isabel Gausi Carot, Adjunct professor, Universitat de València

Ground Picture/Shutterstock

“Acepté el puesto porque podía trabajar desde casa”, confesaba Mike Regnier, CEO del Banco Santander en Reino Unido, en una entrevista publicada en mayo de 2024. Su oficina no está en la sede central del banco, ni siquiera en el mismo país. Y no es una excepción: cada vez más multinacionales españolas apuestan por equipos directivos cuyos miembros están repartidos por distintos continentes.

¿Puede una empresa tomar decisiones acertadas cuando su equipo de liderazgo está separado por miles de kilómetros? Esta es la pregunta que guía la investigación que estamos desarrollando en la Universitat de València. Y la respuesta, lejos de ser un simple “sí”, revela una transformación profunda en la forma de dirigir empresas globales.

Del despacho a la red: una nueva arquitectura del poder

Durante décadas, el liderazgo corporativo ha estado ligado a la toma de decisiones centralizada, largas jornadas en oficinas ejecutivas y una presencia constante en la sede de la empresa. Sin embargo, el panorama ha cambiado drásticamente. Las organizaciones hoy en día operan en un entorno de creciente complejidad, marcado por una nueva era geopolítica, por la globalización, la transformación digital y nuevas expectativas por parte de los empleados.

Cuando hablamos de dispersión geográfica del equipo directivo no nos referimos simplemente al teletrabajo ocasional ni a reuniones por Zoom o por Teams. Hablamos de estructuras permanentes en las que los miembros de la alta dirección, quienes definen la estrategia y toman las decisiones clave, están físicamente ubicados en distintas ciudades, regiones o países. No es que viajen mucho: es que sus despachos están lejos unos de otros.

Esta configuración organizativa es cada vez más frecuente en empresas que tienen múltiples filiales y realizan operaciones en diversos mercados. Tener líderes repartidos geográficamente les permite ganar sensibilidad cultural, tener información de primera mano sobre los mercados y poseer una mayor agilidad para tomar decisiones enmarcadas en el contexto adecuado. En lugar de centralizar el poder en una única sede, lo distribuyen estratégicamente a través de una red global interconectada. Aunque puede parecer una desventaja, la dispersión geográfica puede convertirse en una ventaja estratégica.

Más innovación, más diversidad: lo que revela la investigación

Para entender mejor esta tendencia, hemos llevado a cabo un estudio empírico que analiza la ubicación de los miembros del equipo de la alta dirección de las multinacionales españolas más grandes. La investigación reveló que más del 50 % de estas empresas ya cuentan con equipos directivos geográficamente dispersos, lo que indica que no se trata de algo excepcional, sino de una práctica cada vez más extendida entre las organizaciones más internacionalizadas.

Pero lo más interesante no es cuántas lo hacen, sino qué tienen en común estas empresas:

  • Destacan por su fuerte orientación a la innovación, registran un mayor número de patentes y apuestan por la investigación y el desarrollo.

  • Tienen una mayor presencia internacional, operan en más países y gestionan más filiales.

  • Cuentan con equipos de alta dirección más diversos en términos de nacionalidades, y están compuestos por un mayor número de miembros.

Todo esto sugiere que la dispersión es más que la consecuencia de operar en muchos mercados: es una estrategia deliberada para gestionar la complejidad y generar valor desde múltiples puntos del mapa mundial.

Desde esta perspectiva, la distancia física puede favorecer que se tomen decisiones más contextualizadas, con mayor capacidad de adaptación y con una visión global que no se consigue solo desde la casa matriz.

La paradoja de la distancia: más lejos, más cerca

Dispersar el equipo directivo no solo implica superar las barreras logísticas de coordinar zonas horarias distintas. Supone un cambio más profundo: replantearse cómo se toman las decisiones, cómo se construye la confianza y qué significa liderar cuando las decisiones clave ya no se toman exclusivamente desde la sede central. Es lógico pensar que las organizaciones con equipos de alta dirección dispersos tienden a operar con estructuras más horizontales, fomentando una comunicación más constante y promoviendo una cultura más abierta a la colaboración.

Este modelo transforma la idea tradicional de control. La autoridad ya no se concentra en un único lugar, sino que se reparte geográficamente, multiplicando así los puntos de observación. Más allá de perder cohesión, muchas multinacionales encuentran en esta arquitectura distribuida una ventaja para adaptarse con rapidez y sensibilidad a contextos diversos.

¿Qué va primero: la expansión o la dispersión?

Queda una cuestión clave por resolver: ¿las empresas dispersan su liderazgo porque ya tienen una huella internacional consolidada, o lo hacen precisamente para construirla?

Es el clásico dilema del huevo o la gallina. Es decir, ¿estamos ante una consecuencia natural de la expansión global o ante una estrategia para impulsarla?
La realidad apunta a una relación circular. Cuanto más se dispersa el equipo directivo, más capacidad tiene la empresa para adaptarse a mercados diversos y expandirse con agilidad. Y, a medida que crece, más sentido cobra continuar dispersando el liderazgo. Entender bien ese vínculo y saber cuándo dar el primer paso puede marcar la diferencia entre liderar la transformación o quedarse anclado en modelos del pasado.

La dispersión geográfica del equipo directivo no es una moda ni una consecuencia inevitable de la globalización. Es una decisión estratégica que redefine el centro de gravedad de las organizaciones. Y, como muestra mi investigación, puede ser una poderosa palanca para innovar, crecer y liderar sin fronteras.


Artículo ganador del I Premio de Comunicación Científica de la Universitat de València en la modalidad de Ciencias Sociales.


The Conversation

Isabel Gausi Carot no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Liderar sin fronteras: cuando la distancia se convierte en estrategia – https://theconversation.com/liderar-sin-fronteras-cuando-la-distancia-se-convierte-en-estrategia-260447

Horseflies and wasps and jellyfish – how to stay safe from stings and bites this summer

Source: The Conversation – UK – By Dan Baumgardt, Senior Lecturer, School of Physiology, Pharmacology and Neuroscience, University of Bristol

Anna Kuzmenko/Shutterstock

Despite the glorious arrival of summer, there’s definitely a sting in the season’s tail – quite literally. Even in the UK, it’s not just sunburn we need to watch out for. From nettles to jellyfish, summer brings a full cast of prickly, buzzing, biting villains.

My own back patio is armed with an arsenal of citronella candles and incense sticks to fend them off – not just a lifestyle choice, but a survival strategy for someone as jumpy as me around insects.

Let’s break down the main culprits.


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Plant-based stings: nettles

First up, the humble but mighty common nettle, which thrives in hedgerows and gardens, often reaching impressive heights of up to two metres by midsummer. Their sting comes from tiny hairs called trichomes, which inject histamine and other irritants into the skin as a form of defence.

Histamine causes the classic signs of inflammation: redness, swelling, heat and pain – all of which are evident in the raised, red rash known as urticaria (or hives). Unsurprisingly, the Latin name for the nettle family is urtica, meaning “to sting.”

And what about that old remedy of rubbing a dock leaf on the sting? Honestly, good luck identifying one among the 200-plus species. While the sap might offer a mild soothing effect, there’s no strong evidence of an active compound that reduces symptoms.

If it works for you, great, but calamine lotion or over-the-counter antihistamines are far more reliable. And use some form of protection in the first place – if you’re clearing them from your garden, or foraging to make nettle pesto, wear gloves and proceed carefully.

Insects: bees, wasps and horseflies

As temperatures rise, so do the number of stinging insects like bees and wasps, not to mention the dreaded horseflies. While most don’t sting unless provoked (a mantra I repeat to myself regularly), when they do, it can be unpleasant.

Most stings cause local irritation – simple pain relief and antihistamines usually do the trick here. But sometimes, either the original sting or subsequent scratching can cause infections.

Cellulitis is a deeper skin infection that can spread quickly if untreated. While milder cases may clear up with oral antibiotics, some infections can be serious – even life threatening – and require hospital care.

If a sting site or the surrounding skin becomes red, warm, painful or swollen, seek urgent medical advice. And if you feel unwell with symptoms like fevers, chills or a racing heart, treat it as an emergency.

Insect stings can also trigger anaphylaxis, a life-threatening allergic reaction. In the UK, stings account for around ten deaths per year: a small, but very sobering figure. Always take anaphylactic symptoms like facial swelling, difficulty breathing or dizziness seriously – and call 999 immediately.

Ticks: small bites, big risks

Tick bites are also more common in summer, thanks to more exposed skin and time spent in tall grass or woodlands. Ticks are tiny – often smaller than a poppy seed – and can be easily missed until they become engorged with blood.

They’re usually harmless, but some ticks carry diseases like Lyme disease, a bacterial infection that can cause fatigue, joint pain and, if untreated, serious complications affecting the nervous system or heart.

Ticks can also spread tick-borne encephalitis, a viral infection that can lead to inflammation of the brain, though it’s very rare in the UK. Watch out for the telltale bullseye rash and flu-like symptoms after a bite – and seek urgent medical advice if they appear.

To remove a tick, use fine-tipped tweezers, gripping as close to the skin as possible and pulling steadily. Don’t twist. You want the whole tick out, legs and all. And don’t squeeze its body, as this can force potentially infected fluids into your bloodstream, raising the risk of conditions like Lyme disease, among others.

Marine stings: jellyfish and friends

And finally, the unexpected seaside sting. Coastal waters can play host to a range of jellyfish, from the mildly irritating to the impressively painful.

Most UK species cause minor rashes, but be wary of the lion’s mane and the occasional (though rare) portuguese men o’war – not technically a jellyfish, but still best avoided.

Even jellyfish washed up on shore can sting, sometimes for days. If stung, rinse the area with seawater (not fresh water), or soak in warm water. Avoid rubbing or using urine – yes, that scene in Friends is not medically sound. Peeing on a jellyfish sting can make things worse by triggering more venom release from stuck tentacles.

If tentacles are still stuck to the skin, use tweezers or the edge of a credit card to remove them gently. Don’t use your bare hand – you could end up stinging that too.

And like insect stings, jellyfish can rarely trigger anaphylactic shock. If someone shows symptoms, don’t hesitate to seek emergency help.

From the garden to the seaside, summer has plenty of sting — but being prepared can make all the difference. Whether it’s nettles, bees or ticks, the best approach is prevention (think gloves, repellent and awareness), followed by prompt treatment if needed.

Use calamine or antihistamines for rashes, and tweezers for tick or jellyfish tentacle removal. Keep a close eye out for signs of infection or allergic reaction and always seek medical advice if something doesn’t feel right.

The Conversation

Dan Baumgardt does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organisation that would benefit from this article, and has disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.

ref. Horseflies and wasps and jellyfish – how to stay safe from stings and bites this summer – https://theconversation.com/horseflies-and-wasps-and-jellyfish-how-to-stay-safe-from-stings-and-bites-this-summer-260670

Donor-egg pregnancies may come with higher rates of serious complications – here’s what you need to know

Source: The Conversation – UK – By Catherine Meads, Professor of Health, Anglia Ruskin University

takasu/Shutterstock

More women than ever are carrying babies conceived with someone else’s egg – but few are told that this might carry greater health risks.

Pregnancies involving an embryo that doesn’t share the pregnant woman’s DNA are becoming more common. For many, it’s a path to parenthood that would otherwise be closed.

But emerging evidence suggests that these pregnancies may come with higher rates of complications, including pre-eclampsia, gestational diabetes and preterm birth, and that women are often not given the full picture before treatment.


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As the fertility industry expands and diversifies, it’s time to ask whether patients are being adequately informed about the risks of carrying another woman’s egg – and whether more caution is needed in how these options are presented.

There are three situations in which a woman may carry another woman’s egg in her uterus.

The most common is when a woman cannot produce her own eggs but has a functioning uterus. In this case, donor eggs and in-vitro fertilisation (IVF) offer the only route to pregnancy.

The other two situations involve fertile women carrying a donated egg on behalf of someone else. This happens in cases of gestational surrogacy, where a surrogate carries a baby genetically unrelated to her, or in reciprocal IVF, also known as ROPA or co-IVF. In the latter, one woman in a same-sex couple (or a trans man) donates her egg to her partner, so that both have a biological connection to the child.

In IVF, fertilisation occurs outside the body and the resulting embryo is transferred into the uterus. But what happens when the egg in the uterus has no genetic similarity to the woman carrying it? Could this cause complications for her or the baby?

To answer that question, we need to compare outcomes in these situations to pregnancies where the egg shares approximately 50% of the mother’s DNA, either through natural conception or own-egg IVF. Early evidence suggests that having someone else’s egg in the uterus is associated with a higher risk of obstetric complications, including pre-eclampsia, gestational diabetes and preterm birth.

There are three key comparisons to make. First, donor-egg IVF v own-egg IVF. For infertile women using donor eggs, the most relevant comparison is IVF with their own eggs.

Second, gestational v traditional surrogacy. In gestational surrogacy, the surrogate carries a donor egg, while in traditional surrogacy, she uses her own. Outcomes can also be compared with the surrogate’s previous natural pregnancies.

Third, reciprocal IVF v own-egg IVF. In same-sex couples, reciprocal IVF can be compared to own-egg IVF to assess risks.

A review of 11 studies comparing donor-egg IVF to own-egg IVF found that donor-egg pregnancies had significantly higher rates of hypertensive disorders in the mother, as well as preterm birth and babies that were small for their gestational age.

A separate review focusing on pre-eclampsia in singleton IVF pregnancies found the condition occurred in 11.2% of donor-egg pregnancies, compared to 3.9% of own-egg pregnancies.

For women who can only become pregnant using a donor egg, these risks may be worth accepting. But it’s important that women are made aware of the potential complications, especially if carrying twins, which further increases risks.

Gestational surrogacy

With colleagues, I conducted a review of eight studies. The research suggests that gestational surrogacy (donor egg) is linked to higher rates of hypertensive disorders and gestational diabetes compared to traditional surrogacy (surrogate’s own egg) or previous natural pregnancies.

So why is gestational surrogacy often favoured by clinicians and intended parents alike? For some doctors, it can offer greater medical and ethical clarity; for some parents, it can reduce legal and emotional complications. A common assumption is that genetically related surrogates may be more likely to want to keep the baby – but research shows this is not the case. Surrogates rarely seek to retain custody, regardless of genetic connection.

Evidence on reciprocal IVF is even more limited. A 2022 study of 21 women who underwent reciprocal IVF found that hypertensive disorders occurred in 23.8%, compared to 12.9% of the 62 heterosexual women using their own egg, and gestational diabetes occurred in 9.5% v 1.6%.

The only study directly comparing reciprocal IVF to own-egg IVF in same-sex female couples is an unpublished conference abstract, which found a higher miscarriage rate (19% v 14%), but reported no maternal or infant outcomes.

Despite limited data, fertility companies often market gestational surrogacy and reciprocal IVF as reasonably safe options. However, much of the research comes from clinicians affiliated with fertility clinics.

Crucially, there is still no strong evidence showing that fertile women carrying another woman’s egg have better outcomes than infertile women undergoing the same. But a lack of evidence is not the same as evidence of safety.

In some cases, pregnancy using one’s own egg may still be possible. For example, fertile women in same-sex couples may only need sperm donation to conceive naturally, rather than going through IVF.

Women deserve full, unbiased information about the risks. That includes knowing that carrying someone else’s egg may increase the likelihood of pregnancy complications. They can then make informed decisions about whether the potential benefits outweigh the risks.

The Conversation

Catherine Meads does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organisation that would benefit from this article, and has disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.

ref. Donor-egg pregnancies may come with higher rates of serious complications – here’s what you need to know – https://theconversation.com/donor-egg-pregnancies-may-come-with-higher-rates-of-serious-complications-heres-what-you-need-to-know-259855

From raw garlic cloves to cayenne pepper: why ‘natural’ DIY skincare can leave you burnt, itchy – or worse

Source: The Conversation – UK – By Adam Taylor, Professor of Anatomy, Lancaster University

Krakenimages.com/Shutterstock

Scrolling through social media, it’s hard to miss influencers raiding the pantry for “natural” beauty fixes: baking-soda scrubs, garlic spot sticks, cayenne masks that promise to tighten pores and banish dullness.

The appeal is obvious. Why pay for a dermatologist-tested cream when everyday ingredients come with antimicrobial or exfoliating properties? Yet what looks sensible in a 30-second reel can translate into painful, sometimes dangerous, DIY disasters.

Just because it’s edible doesn’t mean it’s safe to put on your skin.


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Garlic, chilli, turmeric and their spice-rack neighbours may contain potent bioactive compounds, but in raw form they are unrefined, unstable and frequently far too harsh for the delicate acid mantle that shields human skin.

Professional cosmetic chemists isolate biologically active plant compounds, purify them and blend them at precisely calibrated doses suited to the skin’s natural pH. A spoonful of cayenne or a pinch of bicarbonate of soda offers none of that control. Slapping pantry powders on your face risks chemical burns, rashes or long-term damage.

Concentration is the first stumbling block. A teaspoon of baking soda, for instance, has nothing in common with a safety-tested cleanser that might contain less than 1% sodium bicarbonate balanced by humectants (moisture-attracting ingerdients) and acids.

Likewise, a swipe of raw cayenne delivers an unpredictable hit of capsaicin, the fiery molecule that dermatologists use in nerve-pain creams, but only at strictly managed strengths.

Pure kitchen spices also arrive with their own microorganisms: they are agricultural products processed in bulk. Once mixed with water or oil to create a mask they can become bacterial broths, inviting infection rather than a healthy glow.

Baking soda: more alkaline than your skin can handle

Baking soda illustrates how quickly a “harmless” staple can upset skin chemistry. Celebrated online for mild antibacterial and antifungal properties, sodium bicarbonate is, in fact, highly alkaline.

Normal skin sits in the acidic range of 4.5 to 5.5. Apply a thick alkaline paste and the pH shoots upward, disrupting friendly microbes and triggering irritation and breakouts.

Studies in humans show a bicarbonate paste does not relieve psoriasis itch or redness. On babies, baking-soda soaks for nappy rash have caused hypokalaemic metabolic alkalosis (low potassium levels in the blood), leading to seizures and coma.

Some influencers say that the same paste that soothes burns is safe, but it can be dangerous. There are reports of baking soda causing severe skin damage – such as deep burns and even tissue death – when it was applied to broken or injured skin.

Even more alarming are posts touting it as a DIY cancer therapy, on the theory that it “neutralises” tumour acidity. High oral doses have disrupted heart rhythm and caused death.

Garlic: ancient remedy, modern irritant

Garlic’s folklore as a “natural antibiotic” fares no better. Raw cloves are loaded with sulphur compounds that behave like caustic chemicals. Direct application has produced allergic or irritant dermatitis and even third-degree burns on lips and eyelids.

Any scars may outlast the pimple they were supposed to heal.

Research on allicin, a natural compound in garlic, shows promise as an antimicrobial and heart-protective agent – potentially helping to lower blood pressure, reduce inflammation and prevent heart disease. But that study used purified extracts in lab conditions – not a clove rubbed straight onto skin.

Chilli peppers: capsaicin isn’t a beauty hack

Chillies present an even hotter hazard. Capsaicin is licensed for nerve-pain creams yet even pharmacists warn of burning, redness and swelling. Home kitchens, obviously, lack a pharmacist.

Cooks who handle chillies daily can develop Hunan hand, an intensely painful, burning dermatitis. Despite this, some beauty hacks still recommend cayenne masks for radiance. Airborne or topical capsaicin stings the eyes, triggering involuntary spasms and long exposure can cause lasting corneal injury.

Inhaling the dust provokes coughing fits and, over time, lung inflammation. Because capsaicin penetrates the skin, repeated use can damage peripheral nerve fibres – dulling your ability to feel heat or pain – and disrupt normal blood flow, which may lead to tissue irritation, delayed healing or increased sensitivity. It can also affect blood pressure, especially in people with underlying health issues.

A notorious example underscored the danger: a woman suffered agonising vaginal burns after unknowingly using a tampon contaminated with pepper spray that had leaked in her handbag. Even mustard powder can deliver second-degree burns when misapplied.

Spice rack roulette: staining, burning, dermatitis

Spices thought to be milder are hardly innocent. Cinnamon is a trendy lip-plumper, yet dermatologists document contact dermatitis and chemical burns. Ginger “glow” masks leave many users with red, irritated skin.

Clove oil, hyped as a spot cure, has produced caustic injuries. Saffron can cause allergic rashes, while turmeric’s curcumin, celebrated online for anti-inflammatory benefits, often delivers dermatitis and bright yellow staining that lingers for days.

Dermatologists recommend patch-testing any new skincare product, even “pure” essential oils, on the inner arm for 48 hours.

Powdered spices also wander: a cinnamon scrub can fill the air with irritant dust that settles in eyes or airways, leaving you sneezing and sore instead of glowing.

Respect your barrier

Dermatologists emphasise the importance of protecting the skin barrier: gentle, pH-balanced cleansers and moisturisers help maintain the acid mantle that defends against germs. Your doctor or pharmacist can guide you toward proven plant-based ingredients like niacinamide, aloe vera, or colloidal oatmeal, all of which offer skin benefits without the sting.

Next time an influencer urges you to “ditch chemicals” or promote “clean beauty” and scoop your skincare out of a spice jar, remember, everything is a chemical. Some belong on your dinner plate – very few belong on your face.

The Conversation

Adam Taylor does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organisation that would benefit from this article, and has disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.

ref. From raw garlic cloves to cayenne pepper: why ‘natural’ DIY skincare can leave you burnt, itchy – or worse – https://theconversation.com/from-raw-garlic-cloves-to-cayenne-pepper-why-natural-diy-skincare-can-leave-you-burnt-itchy-or-worse-260264

We can learn a lot from Troy’s trash

Source: The Conversation – UK – By Stephan Blum, Research associate, Institute for Prehistory and Early History and Medieval Archaeology, University of Tübingen

Beneath the epic tales of heroes and gods, Troy’s true story is written in something far less glamorous – its rubbish.

When we think of Troy, we imagine epic battles, valiant deeds, cunning tricks and the wrath of gods. Thanks to Homer’s Iliad, the city is remembered as a stage for romance and heroism.

But long before Paris stole Helen and Achilles raged on the battlefield, the people of bronze age Troy lived ordinary lives – with extraordinary consequences. They built, cooked, stored, traded and, crucially, threw things away. And they did it right where they lived.

Today, waste is whisked away quickly – out of sight, out of mind. But in bronze age Troy (3000–1000BC), trash stayed close, often accumulating in domestic dumping grounds for generations.

Having spent more than 16 summers excavating and analysing the bronze age layers of Troy, I’ve learned to read the city’s history this waste.

Hundreds of thousands of animal bones from cattle, sheep, fish – even turtles – were found alongside vast quantities of pottery shards, ash, food scraps, and human waste. Sometimes, these layers were reused to level floors or build walls, showing how closely intertwined daily life and refuse management were.

Archaeology’s dirty secret

This wasn’t laziness or neglect, it was pure pragmatism. In a world without rubbish trucks or sanitation systems, managing refuse was neither chaotic nor careless, but a collective, spatially negotiated – and surprisingly strategic – effort.

The excavations I have worked on as part of the University of Tübingen’s Troy Project, which has been going on since 1988, have revealed just how deliberate these routines were. Where people chose to dump, or not to dump, speaks volumes about status, social roles, and community boundaries. Waste is the diary no one meant to write, yet it records the intimate rhythms of daily life with unfiltered clarity.

Far from a nuisance, Troy’s waste is an archaeologist’s treasure trove.

Over nearly 2,000 years, Troy ended up with 15 meters of built-up debris. Archaeologists can see nine major building phases in it, each made up of hundreds of thin layers, which formed as people lived their everyday lives. These layers act like snapshots, quietly recording how the city changed over time. Some capture hearth cleanings, others record the rebuilding of entire city quarters.

By analysing the layers and their ratios of bones to pottery, ash concentration, presence of storage jars, grinding stones, or production debris, specific spaces of activity become visible: kitchens, workshops, storage areas, rubbish pits. What appears chaotic turns out to be a carefully structured map of everyday routines – showing where meals were prepared, tools made, and discarded objects left behind.

A schematic cross-section through the settlement mound of Troy, revealing centuries of construction, destruction, and renewal.
A schematic cross-section through the settlement mound of Troy, revealing centuries of construction, destruction, and renewal.
University of Tübingen/Frank Schweizer, CC BY-NC-SA

The story these remains tell is one of profound transformation. Troy began as a modest agrarian settlement, shaped by the steady rhythms of farming, herding, and small-scale craft. Over time, it grew into a thriving regional centre.

The archaeological record, rich in refuse, traces this long arc of change. Exotic imports fashioned from stones such as carnelian and lapis lazuli begin to appear, revealing distant trade connections. Specialised metalworking tools emerge alongside monumental architecture. some buildings stretched nearly 30 metres, signalling growing ambitions and expanding capabilities.

This rise unfolded gradually, reflected not just in grander buildings, but in shifting tools, trade, and how people dealt with what they left behind. Waste management became more organised, with designated areas for different types of waste. This reflects broader shifts in how the community structured space and managed its economy.

Yet this ascent was interrupted. By the mid-third millennium BC, signs that things were becoming smaller appear. Architecture simplifies, household inventories shrink, production debris declines suggesting economic slowdown or political instability.

Still, Troy endured. By the mid-second millennium BC, the city revived. Refined ceramics, luxury imports and evidence of social complexity marked a new chapter of recovery and reinvention. This splendid settlement later became the stage for Homer’s Trojan War where Greek warriors faced the daunting task of climbing towering mounds of debris built up over centuries just to reach the palaces.

A heap worth climbing

These insights allow us to see Troy not just as a city of walls and towers, but as a living organism shaped by daily routines, unspoken norms and social negotiation. The waste left behind is a remarkably honest archive of bronze age society – beneath myths, stones, and poetry.

Troy’s trash heaps are the bronze age’s search history. To know what mattered 4,500 years ago, don’t ask poets – ask the garbage. From broken tools to shared meals, from imported luxuries to scraps, this waste reveals the pulse of everyday life and society’s evolving structure.

Ironically, these mundane refuse layers preserved the bronze age world for us. Without them, we’d know far less about early Troy’s people. Their depth and composition trace changes in economy, technology, and social structure. From scraps to towers of pottery shards, waste archaeology is key to understanding early urban complexity.

So next time you picture Achilles storming Troy’s gates, remember: the heroes might have been divine, but their city smelled very human.

The Conversation

Stephan Blum does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organisation that would benefit from this article, and has disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.

ref. We can learn a lot from Troy’s trash – https://theconversation.com/we-can-learn-a-lot-from-troys-trash-260613

How does the PKK’s disarmament affect Turkey, Syria and Iraq?

Source: The Conversation – UK – By Pinar Dinc, Associate Professor of Political Science, Department of Political Science and Researcher, Centre for Advanced Middle Eastern Studies, Lund University

The historic disarmament ceremony on July 11 where members of the Kurdistan Workers’ Party (PKK) laid down their arms marked a pivotal moment in a decades-long conflict in Turkey. The ceremony was described by many who attended as a profoundly symbolic and emotional day that may signal the beginning of a new era.

During the disarmament ceremony in Sulaymaniyah in the Kurdistan Region of Iraq, 26 PKK guerrillas alongside four senior commanders and leaders of the movement, symbolically laid aid down their arms and burned them. The audience included officials from the Kurdistan Regional Government (KRG), plus politicians, journalists and international observers.

For more than four decades the PKK has been embroiled in an armed conflict with Turkey that has claimed more than 40,000 lives and shaped Kurdish identity and politics across the region.


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The PKK disarmament ceremony also could mark a new era for the Kurds, one of the largest stateless groups in the world with over 30 million people living across Turkey, Iraq, Iran and Syria. The PKK has said it will now shift from armed resistance to political dialogue and regional cooperation.

Strikingly, the day after the ceremony, Turkish president Recep Tayyip Erdoğan acknowledged the state’s historical failures in addressing the Kurdish issue. He listed past abuses of Kurds – state-sponsored abductions and extrajudicial violence, the burning of villages and the forced displacement of families – as examples of policies that had fuelled, rather than quelled, the conflict.

“We all paid the price for these mistakes” he said. He later added: “As of yesterday, Turkey began to close a long, painful and tear-filled chapter.” Erdoğan also announced the formation of a parliamentary commission to oversee the legal steps of the peace process, suggesting a much-needed institutionalised and transparent approach than in previous attempts.

This hints that the road ahead might include a period of transitional justice. This could compose of different tools used by societies to address past violence and human rights abuses during a shift from conflict to peace and democracy. These may include legal actions such as trials, as well as other efforts to heal and rebuild trust in society.

Erdoğan also underlined the regional dimension of the agreement: “The issue is not only that of our Kurdish citizens, but also of our Kurdish brothers and sisters in Iraq and Syria. We are discussing this process with them, and they are very pleased as well.”

PKK fighters take part in a symbolic peace ceremony.

International dimensions

While the PKK may be laying down arms, the Kurdish political movement should not be expected to disappear. On the contrary, it is likely to become more active in the democratic sphere — both in Turkey and in other parts of the Middle East where Kurdish people live. It is no secret that the current peace process is the result of shifting geopolitical realities.

Growing tensions between the US and Iran, Israel’s ongoing war in Gaza, the ousting of the Assad regime in Syria, and shifting power dynamics across the region have all contributed to a geopolitical landscape in which prolonged armed conflict has become increasingly unsustainable — for both Turkey and the PKK. In this context, the current peace process is not merely a domestic initiative.

It represents a strategic recalibration in a rapidly changing Middle East. For Turkey, stabilising its southeastern border and reducing internal security pressures is essential amid regional volatility.

Map of Turkey and neighbouring countries

Shutterstock

Turkey has long maintained strong ties with the Kurdistan Regional Government (KRG) (the official ruling body of the Kurdistan region) in Iraq. However, the situation for Kurds in Syria remains more complex, as Turkey continues to view the Autonomous Administration of North and East Syria (a region that has in effect been self governing since 2012 and where many Kurds live) as a security threat along its border.

Meanwhile, negotiations continue between the new Syrian government under current president, Ahmed Hussein al-Shara, and the Syrian Democratic Forces (SDF), the Kurdish-led coalition in Syria, which has been historically backed by the US. The SDF seeks to maintain its military autonomy and have its own independent political system — both of which are opposed by Damascus.

Western nations, particularly the US, remain influential in these talks. The US ambassador to Turkey and special envoy for Syria, Thomas Barrack, is reportedly uneasy with the lack of progress in the talks between al-Shara, and the SDF. He said: “The SDF, who has been a valued partner for America in the fight against ISIS, well-respected, bright, articulate, has to come to the conclusion that there’s one country, there’s one nation, there’s one people, and there’s one army.”

Another factor here is that a strong Arab-Turkish-Kurdish alliance is unlikely to align with Israeli strategic interests, which may favour a more fragmented Kurdish presence in the region.

For now, Turkey faces the complex task of overseeing a comprehensive disarmament, demobilisation and reintegration process. This requires not only the decommissioning of weapons and the disbanding of armed units, but also the social and political reintegration of former combatants. The success of this will depend on legal reforms, institutional trust and a genuine commitment to democratic inclusion.

Erdoğan has been critised for his government’s ongoing non-democratic practices such the appointment of state trustees who replace elected officials and the imprisonment of elected officials.

And, despite the symbolic disarmament, the Turkish government persists in using the words “struggle against terrorism” — an approach that risks undermining the peace process by criminalising political dialogue and delegitimising Kurdish demands.

Turkey’s foreign minister Hakan Fidan reiterated that the PKK’s broader network, including the Kurdistan Communities Union (KCK), a group representing Kurds across Iraq, Syria and Turkey, must cease to pose a threat. “We will remain vigilant until every component of the KCK is no longer a danger to our nation and region,” he stated.

For the PKK, the changing alliances and uncertainties in Syria and Iraq may have made armed struggle a less viable path forward. Yet the sustainability of peace will depend on more than disarmament. It will require ending the criminalisation of Kurds in political institutions and within civil society.

What comes next will determine whether this moment becomes a historic turning point or another missed opportunity.

The Conversation

Pinar Dinc is the principal investigator of the ECO-Syria project, which receives funding from the Strategic Research Area: The Middle East in the Contemporary World (MECW) at the Centre for Advanced Middle Eastern Studies, Lund University, Sweden.

ref. How does the PKK’s disarmament affect Turkey, Syria and Iraq? – https://theconversation.com/how-does-the-pkks-disarmament-affect-turkey-syria-and-iraq-261113