Source: The Conversation – (in Spanish) – By Rafael Conde Melguizo, Investigador en el grupo ECSiT, Tecnología e Innovación para la Sociedad, la Cultura y la Educación, UDIT – Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología
Los docentes de las diferentes etapas educativas sentimos a menudo cierta presión por introducir en nuestra práctica elementos tecnológicos innovadores. No sólo por ofrecer metodologías más atractivas y cercanas a las generaciones que enseñamos, ya nativas digitales, sino porque desde las propias leyes se invita y demanda que la alfabetización digital y tecnológica se incorpore a todas las asignaturas.
Por esta razón, cuando en 2021 la gran compañía tecnológica estadounidense Facebook se convirtió en Meta y cambió el plan estratégico al desarrollo de su propio metaverso –entendido como un mundo virtual, inmersivo e interactivo–, el interés que desató la propuesta (un análisis del histórico de búsquedas con Google Trends muestra un ascenso súbito de la búsqueda del término “metaverso” en todo el mundo en esa semana) también se trasladó al mundo académico.
Pero su aplicación en las labores docentes no está exenta de problemas y dudas.
El metaverso aún no es para todos
Pese al potencial que ofrece el metaverso en el aula, no debemos olvidar que otro de los ejes educativos estratégicos es la inclusión. La ley nos invita a utilizar el “diseño universal de aprendizaje”, inspirado en el diseño arquitectónico universal, para plantear modelos de enseñanza que atienden a la diversidad del alumnado, ofreciendo adaptaciones que, si bien están pensadas para quienes las necesitan, también benefician al conjunto del grupo al facilitar un aprendizaje significativo.
Desde esta perspectiva, cabe preguntarse si esa herramienta es aplicable en contextos educativos diversos. En primer lugar, debemos considerar la brecha digital: ¿todo el alumnado tiene acceso a los dispositivos necesarios? ¿Cuentan con las competencias digitales adecuadas? En segundo lugar, muchas plataformas que usan el metaverso se sustentan en tecnologías de realidad extendida (virtual, aumentada o mixta) que, en la práctica, no garantizan que estudiantes con trastornos o discapacidad puedan acceder a ellas.
¿Aprendemos con el uso del metaverso?
Otro aspecto fundamental a la hora de incluir actividades del metaverso en el aula es definir cómo vamos a medir su impacto en el aprendizaje y cómo contrastaremos sus resultados con otros métodos, ya sean innovadores o tradicionales. A este respecto, hemos llevado a cabo un proyecto de investigación con el objetivo de evaluar la calidad científica de los trabajos publicados sobre metaverso y educación entre 2008 y 2024 en España.
Los resultados no son positivos. Los datos recabados no permiten saber con certeza si el metaverso mejora los procesos de aprendizaje, dado que una parte significativa de las publicaciones analizadas no parecen cumplir suficientemente con los estándares científicos.
Por ejemplo, gran parte de los trabajos no especifican aspectos como la muestra, la metodología y las técnicas empleadas. Los datos de muchas de estas experiencias no son accesibles, lo que impide realizar revisiones sistemáticas periódicas para evaluar la evolución de la calidad científica en este campo y el impacto real del metaverso en el aprendizaje.
Además, no existe una muestra de experiencias docentes suficientemente transversal a las distintas etapas educativas, especialmente las obligatorias.
Lo que hay que tener en cuenta
A la luz de este contexto, proponemos una serie de requisitos para la incorporación del metaverso a las actividades del aula:
El metaverso es una herramienta. Como tal, es un medio y no un fin. El objetivo no debe ser introducirlo en clase, sino que debemos definir un objetivo de aprendizaje donde lo identifiquemos como una palanca útil y novedosa.
Es imprescindible valorar la accesibilidad de la herramienta seleccionada. Donde hay una brecha social o de aprendizaje, una nueva tecnología puede hacerla aun más evidente.
Compartir nuestras experiencias en publicaciones abiertas permite a los docentes aprendamos unos de otros en un área donde por su novedad no puede haber aun expertos o guías definidas.
Finalmente, es necesario que el docente se forme no sólo en el uso del metaverso, sino también en metodologías y técnicas científicas para evaluar su impacto educativo de manera fundamentada a lo largo del tiempo.
Las nuevas tecnologías son un medio para mejorar el proceso de aprendizaje, no un fin en si mismo: aunque incorporar el metaverso suscite un interés, no debemos apresurarnos sin comprobar su verdadera utilidad. Esperamos que los cinco puntos expuestos sirvan de guía para los docentes que deseen trabajar con esta herramienta en su aula.
Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.
Las palabras son poderosos instrumentos capaces de conformar la realidad que nos circunda. El nombre que damos a las cosas configura el modo en que se perciben. No es lo mismo hablar de “estrategia de rearme” en Europa que de “mejorar nuestra seguridad”, y no es lo mismo un “plan de deportación” de inmigrantes que un “plan de remigración”.
Toda palabra funciona como un pequeño interruptor en nuestra mente que conecta ideas más o menos dispares, pero que, sobre todo, activa silenciosamente emociones de las que apenas somos conscientes.
El término “deportación” inspira un rechazo automático, posiblemente relacionado con imágenes subyacentes de deportaciones a campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial, pero “remigración” nos evoca sensaciones más positivas, como de “vuelta a casa” después de una “migración”. Sólo si nos detenemos un momento para interpretarlas con calma, veremos que ambas expresiones se refieren a una misma realidad.
Es muy fácil inocular una emoción a través del lenguaje. No hace falta ser un experto, hasta su hijo pequeño sabe cómo “tocarle la fibra” cuando quiere convencerle de algo, y eso que nadie le ha hablado todavía de la Retórica de Aristóteles y del pathos como una de las claves del discurso persuasivo. Los publicistas lo saben, y también los políticos, además de los manipuladores y los diseminadores de desinformación.
Emociones que no admiten argumentos
La cuestión es que las emociones, una vez activadas por determinadas expresiones, son difíciles de ignorar y rara vez pueden contrarrestarse mediante argumentaciones. Apelar a las emociones es, pues, un recurso clásico que sigue funcionando. Y de entre todas las emociones que podemos evocar en la comunicación, las negativas (miedo, ira, tristeza, asco) suelen ser más intensas y perdurables, y por ello son también las más poderosas.
Biológicamente predispuestos para sobrevivir, el miedo nos es útil porque nos permite detectar y reaccionar ante un peligro, incluso si no es real, sino sólo sugerido, como una sombra en la pared. Por eso es una emoción tan inmediata y tan intensa y, como sabe cualquier comunicador, hacen falta muy pocas palabras para activarlo. En los tiempos de la covid se viralizaron mensajes totalmente irracionales que calaron en una sociedad atemorizada. A pesar de los numerosos desmentidos, respaldados por datos científicos, resultaba difícil resistir la fuerza de los bulos basados en el miedo.
En estos días, son los discursos del miedo al inmigrante los que se han multiplicado en los medios de comunicación. Cuando oímos hablar de una inmigración “masiva” o incluso de una “invasión” de inmigrantes, identificamos una posible amenaza y nos ponemos en estado de alerta.
Son necesarios muchos argumentos y un esfuerzo consciente por interpretar cifras y datos objetivos para comprender que la inmigración de que nos hablan ni es “masiva” ni es “invasiva”, pero una vez instalada, la sensación de miedo no nos abandona fácilmente. Es más, algunos líderes políticos o de opinión alimentan este miedo asociando a la idea de inmigración palabras con fuertes resonancias emocionales, presentando la situación como una “emergencia” demográfica para evitar un inminente “reemplazo” poblacional, o una progresiva “destrucción” de nuestra identidad y apelando al derecho a “sobrevivir” como pueblo.
Las representaciones mentales configuradas por estos términos en nuestra mente, sin datos objetivos o argumentos explícitos, condicionan nuestra percepción de la realidad. ¿Quién no reaccionaría ante una “emergencia”? ¿Cómo no defenderse cuando nuestra “supervivencia” está amenazada?
En la narrativa del miedo, una vez identificado el peligro, la reacción instintiva es defenderse y protegerse. Se multiplican entonces los llamamientos para “salvar” la nación, “proteger a nuestras hijas” (no a las “víctimas” o a las “mujeres”, que son conceptos más abstractos y generales), “recuperar” las calles (como si estuvieran invadidas) o a la necesidad de “más muros y menos moros” (aprovechando la aliteración para hacer del mensaje un eslogan más memorable). Es fácil ver en estas reacciones de “defensa” el germen de los discursos de odio.
La confrontación virulenta como estrategia
Existe una percepción generalizada de que los discursos de odio son cada vez más frecuentes y más virulentos, a pesar del rechazo casi unánime a los mismos y de los esfuerzos por parte de los investigadores para intentar desvelar los resortes que los disparan.
La creciente polarización, tanto ideológica como afectiva, en el discurso público parece ser uno de esos resortes. La creación de bandos opuestos, nosotros versus ellos, y la normalización de discursos basados en el conflicto y la confrontación nos presentan una sociedad fragmentada y ponen en peligro la armonía y el bienestar social. Pero también las estrategias del miedo y de la construcción discursiva del otro como una amenaza, menos evidentes y reconocidas hasta ahora, son un detonante de los discursos de odio.
Es importante aprender a reconocer las expresiones, a veces manipuladoras, que intentan hacernos ver la realidad en términos de peligro inminente (metáforas, asociaciones repetidas de ideas, hipérboles). Identificarlas es el primer paso para “resistir” el miedo que las palabras intentan activar antes de que este se convierta en discursos de odio.
M DOLORES PORTO REQUEJO ha formado parte del proyecto “Polarización y Discursos Digitales. Perspectivas críticas y socio-cognitivas” (PID2020-119102RB-I00) y es miembro de la Red Temática sobre Comunicación Conflictiva y Mediación (CoCoMInt; RED2022-134123-T), ambos financiados por la Agencia Estatal de Investigación.
Es un viejo debate. Mientras que los entusiastas de la ducha matutina defenderán que es la opción ganadora, ya que ayuda a despertarse y empezar el día con energía, los fieles a la ducha nocturna argumentarán que es mejor relajarse antes de acostarse.
Pero ¿qué dicen realmente las investigaciones? Como microbióloga, tengo una respuesta clara a esta pregunta.
Una rutina fundamental
En primer lugar, es importante destacar que ducharse es una parte integral de cualquier rutina de higiene, independientemente de cuándo prefiramos hacerlo. No solo nos ayuda a eliminar la suciedad y la grasa de nuestra piel, lo que puede ayudar a prevenir erupciones cutáneas e infecciones, sino que también elimina el sudor, origen del mal olor corporal.
Aunque muchos piensen que ese mal olor es causado por el sudor, en realidad lo producen bacterias que viven en la superficie de nuestra piel. El sudor fresco, de hecho, no tiene olor. Pero las bacterias que viven allí, concretamente los estafilococos, lo utilizan como fuente directa de nutrientes. Cuando descomponen el sudor, liberan un compuesto que contiene azufre llamado tioalcohol, responsable del familiar aroma acre que desprendemos.
¿De día o de noche?
Durante el día, el cuerpo y el cabello acumulan contaminantes y alérgenos (como el polvo y el polen), además de la acumulación habitual de sudor y grasa sebácea. Aunque algunas de estas partículas quedan retenidas en la ropa, otras se transfieren a las sábanas y las fundas de almohada.
Además, el sudor y el aceite de la piel favorecen el crecimiento de las bacterias que componen el microbioma cutáneo, microorganismos que también pueden transferirse de nuestro cuerpo a las sábanas.
Ducharse por la noche puede eliminar algunos de los alérgenos, el sudor y la grasa acumulados durante el día, por lo que acabarán menos en las sábanas.
Sin embargo, incluso si se ha duchado antes de acostarse, seguirá sudando durante la noche, independientemente de la temperatura. Los microbios de la piel se alimentarán de los nutrientes del sudor, y eso significa que, por la mañana, habrá depositado microorganismos en las sábanas. Probablemente también se despertará con algo de olor corporal.
Una ducha nocturna puede ayudar a eliminar la suciedad y la mugre del día, pero es posible que no olamos del todo bien a la mañana siguiente. leungchopan/ Shutterstock
Lo que anula especialmente los beneficios de la ducha nocturna es no lavar la ropa de cama con regularidad. Los microbios que causan el olor presentes en las sábanas pueden transferirse al cuerpo limpio mientras dormimos.
Además, ducharse por la noche tampoco impide que se desprendan las células de la piel. Esto significa que pueden convertirse en fuente de alimento para los ácaros del polvo doméstico. Si no lavamos las sábanas con regularidad, puede producirse una acumulación de células muertas que alimentarán a más ácaros del polvo. Los excrementos de estos pequeños arácnidos pueden provocar alergias y agravan el asma.
En cambio, las duchas matutinas ayudan a eliminar las células muertas de la piel, así como el sudor o las bacterias que se han acumulado en las sábanas durante la noche. Esto es especialmente importante si las sábanas no se han lavado antes de acostarse.
Si nos duchamos por la mañana, nuestro cuerpo estará más libre de microbios cutáneos adquiridos durante la noche cuando nos pongamos ropa limpia. También empezaremos la jornada con menos sudor del que se alimentan las bacterias generadoras de olores, lo que probablemente nos ayudará a oler mejor durante más tiempo a lo largo del día en comparación con alguien que se ducha por la noche.
Veredicto de microbióloga
En suma: como microbióloga, soy partidaria de ducharse por la mañana.
Por supuesto, cada uno tiene sus propias preferencias. Sea cual sea la hora que elija, recuerde que la eficacia de la ducha depende de muchos aspectos de su higiene personal, como la frecuencia con la que lava las sábanas.
Por lo tanto, independientemente de si prefiere ducharse al despertarse o al acostarse, es importante limpiar la ropa de cama con regularidad. Debe lavar las sábanas y las fundas de almohada al menos una vez a la semana para eliminar todo el sudor, las bacterias, las células muertas de la piel y los aceites sebáceos que se han acumulado en ellas.
El lavado también eliminará las esporas de hongos que puedan estar creciendo en la ropa de cama, junto con las fuentes de nutrientes que estos microbios productores de olores utilizan para crecer.
Primrose Freestone no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Source: The Conversation – USA – By Stephanie A. (Sam) Martin, Frank and Bethine Church Endowed Chair of Public Affairs, Boise State University
Congress’ cuts to public broadcasting will diminish the range and volume of the free press and the independent reporting it provides.MicroStockHub-iStock/Getty Images Plus
Champions of the almost entirely party-line vote in the U.S. Senate to erase US$1.1 billion in already approved funds for the Corporation for Public Broadcasting called their action a refusal to subsidize liberal media.
“Public broadcasting has long been overtaken by partisan activists,” said U.S. Sen. Ted Cruz of Texas, insisting there is no need for government to fund what he regards as biased media. “If you want to watch the left-wing propaganda, turn on MSNBC,” Cruz said.
Accusing the media of liberal bias has been a consistent conservative complaint since the civil rights era, when white Southerners insisted news outlets were slanting their stories against segregation. During his presidential campaign in 1964, U.S. Sen. Barry Goldwater of Arizona complained that the media was against him, an accusation that has been repeated by every Republican presidential candidate since.
But those charges of bias rarely survive empirical scrutiny.
That independence in the United States – enshrined in the press freedom clause of the First Amendment – gives journalists the ability to hold government accountable, expose abuses of power and thereby support democracy.
GOP Sen. Ted Cruz speaks to reporters as Senate Republicans vote on President Donald Trump’s request to cancel about $9 billion in foreign aid and public broadcasting spending on July 16, 2025. AP Photo/J. Scott Applewhite
Trusting independence
Ad Fontes Media, a self-described “public benefit company” whose mission is to rate media for credibility and bias, have placed the reporting of “PBS NewsHour” under 10 points left of the ideological center. They label it as both “reliable” and based in “analysis/fact.” “Fox and Friends,” by contrast, the popular morning show on Fox News, is nearly 20 points to the right. The scale starts at zero and runs 42 points to the left to measure progressive bias and 42 points to the right to measure conservative bias. Ratings are provided by three-person panels comprising left-, right- and center-leaning reviewers.
A similar 2016 study published in Public Opinion Quarterly said that media are more similar than dissimilar and, excepting political scandals, “major
news organizations present topics in a largely nonpartisan manner,
casting neither Democrats nor Republicans in a particularly favorable
or unfavorable light.”
Surveys show public media’s audiences do not see it as biased. A national poll of likely voters released July 14, 2025, found that 53% of respondents trust public media to report news “fully, accurately and fairly,” while only 35% extend that trust to “the media in general.” A majority also opposed eliminating federal support.
Contrast these numbers with attitudes about public broadcasters such as MTVA in Hungary or the TVP in Poland, where the state controls most content. Protests in Budapest October 2024 drew thousands demanding an end to “propaganda.” Oxford’s Reuters Institute for the Study of Journalism reports that TVP is the least trusted news outlet in the country.
While critics sometimes conflate American public broadcasting with state-run outlets, the structures are very different.
Safeguards for editorial freedom
In state-run media systems, a government agency hires editors, dictates coverage and provides full funding from the treasury. Public officials determine – or make up – what is newsworthy. Individual media operations survive only so long as the party in power is happy.
Public broadcasting in the U.S. works in almost exactly the opposite way: The Corporation for Public Broadcasting is a private nonprofit with a statutory “firewall” that forbids political interference.
Stations survive by combining this modest federal grant money with listener donations, underwriting and foundation support. That creates a diversified revenue mix that further safeguards their editorial freedom.
As a public-private partnership, individual communities mostly own the public broadcasting system and its affiliate stations. Congress allocates funds, while community nonprofits, university boards, state authorities or other local license holders actually own and run the stations. Individual monthly donors are often called “members” and sometimes have voting rights in station-governance matters. Membership contributions make up the largest share of revenue for most stations, providing another safeguard for editorial independence.
A host and guest in July 2024 sit inside a recording studio at KMXT, the public radio station on Kodiak Island in Alaska. Nathaniel Herz/Northern Journal
A 2021 report from the European Broadcasting Union links public broadcasting with higher voter turnout, better factual knowledge and lower susceptibility to extremist rhetoric.
Experts warn that even small cuts will exacerbate an already pernicious problem with political disinformation in the U.S., as citizens lose access to free information that fosters media literacy and encourages trust across demographics.
In many ways, public media remains the last broadly shared civic commons. It is both commercial-free and independently edited.
Another study, by the University of Pennsylvania’s Annenberg School in 2022, affirmed that “countries with independent and well-funded public broadcasting systems also consistently have stronger democracies.”
Such attention to nuance provides a critical counterweight to the fragmented, often hyperpartisan news bubbles that pervade cable news and social media. And this skillful, more balanced treatment helps to ameliorate political polarization and misinformation.
In all, public media’s unique structure and mission make democracy healthier in the U.S. and across the world. Public media prioritizes education and civic enlightenment. It gives citizens important tools for navigating complex issues to make informed decisions – whether those decisions are about whom to vote for or about public policy itself. Maintaining and strengthening public broadcasting preserves media diversity and advances important principles of self-government.
Congress’ cuts to public broadcasting will diminish the range and volume of the free press and the independent reporting it provides. Ronald Reagan once described a free press as vital for the United States to succeed in its “noble experiment in self-government.” From that perspective, more independent reporting – not less – will prove the best remedy for any worry about partisan spin.
Stephanie A. (Sam) Martin does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organization that would benefit from this article, and has disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.
It is crucial to think about what you can do promote your safety while using dating apps, and before you click the download button.(Shutterstock)
Dating apps like Tinder, Bumble and Grindr have become a ubiquitous part of modern dating for young people looking to meet potential partners. However, many Gen Z users are increasingly forgoing dating apps, feeling burnt out by the whole process.
With anti-LGBTQ+ movements rising in Canada, the United States and around the world, it is important to understand the potential dangers of online dating and how LGBTQ+ people can promote their safety.
We recently conducted an online survey that looks into LGBTQ+ people’s experiences with dating apps in Canada as part of a research project at Concordia University’s Digital Intimacy, Gender & Sexuality (DIGS) Lab. We analyzed 624 participant responses that reveal the different harms LGBTQ+ users face and the strategies they use to mitigate those harms.
Dating today can feel like a mix of endless swipes, red flags and shifting expectations. From decoding mixed signals to balancing independence with intimacy, relationships in your 20s and 30s come with unique challenges. Love IRL is the latest series from Quarter Life that explores it all.
These research-backed articles break down the complexities of modern love to help you build meaningful connections, no matter your relationship status.
Harms against LGBTQ+ dating app users
LGBTQ+ dating users can experience a variety of harms, including unwanted sexual advances, harassment, coercion, discrimination and catfishing.
The most common types of harms that participants experienced were sexual harms (like receiving unsolicited sexual content, sexual harassment and sexual assault), emotional harms (like bullying and threatening behavior) and social harms (like discrimination and exclusion). Sexual harm was more common online and emotional harm was more common in person.
Many trans and non-binary participants were insulted with slurs and told their identity was not real by other dating app users. Some people they matched with would also verbally attack them or make death threats. Other trans and non-binary participants reported that people were often nice and friendly online, but then would harass them in person.
Racialized LGBTQ+ users said people often made racist comments or used slurs against them. Racial stereotyping and fetishizing was also common. For example, one participant said that she received “comments about my body based on my race and implications of what a Black woman could do with her lips.”
There were participants who reported being drugged or sexually assaulted when they met someone in person. Unfortunately, many people who use dating apps say that they have experienced sexual violence online or in person.
Younger LGBTQ+ users reported feeling pressured or coerced into doing sexual acts by older users. For example, one participant said they felt pushed into doing sexual acts they were not comfortable with.
If you or someone you know uses dating apps, there are steps you can take to make your experience safer.
The LGBTQ+ people in our study employed strategies like verifying someone’s identity through video calls or by checking out their social media profiles. When meeting someone in person for the first time, participants would choose to meet in a public space and sharetheir location with family or close friends.
Safety is not just the individual’s responsibility, however. Dating app companies need to keep their users safe, and participants from the survey gave suggestions to make dating apps safer. For instance, many recommended better content moderation systems to filter out inappropriate messages and problematic users.
Participants wanted features to make it easier for marginalized communities to connect and avoid people who harass or discriminate. They also wanted better enforcement and stricter consequences for people who violated an app’s community guidelines, like making it impossible, not just harder, for banned users to get back on the apps.
Another thing to think about is how new technology is being incorporated into the apps you use and what that means for your safety and privacy. Artificial intelligence (AI) is becoming more popular and accessible, and dating app companies are integrating this technology into their platforms to help manage user safety.
With evolving technologies and changes in the sociopolitical climate, these safety issues are not going away. In fact, they may become more complicated in the future. It is crucial to think about what you can do promote your safety while using dating apps, both online and in person.
Christopher Dietzel receives funding from Le Fonds de recherche du Québec – Société et culture (FRQSC).
André Matar does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organisation that would benefit from this article, and has disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.
Canada’s policymakers are searching for new, sustainable sources of economic strength. One such source is already here and is being overlooked: the emerging Indigenous economy. It has the potential to boost Canada’s economy by more than $60 billion a year.
But Indigenous Peoples are still largely seen as an economic liability to manage instead of an opportunity for growth. It is time for a mindset shift. For it to happen, the federal government should remove unfair economic barriers and invest in closing the employment and income gap.
Compounding this challenge is Canada’s aging labour force. The number of people aged 65 and over is growing six times faster than the number of children aged 14 and under — those who will be entering the job market in the coming years. This demographic shift places additional pressure on pensions, the health-care system and the economy.
A BNN Bloomberg feature about the Indigenous economy in Canada.
If Indigenous Peoples could participate in the economy at the same rate as non-Indigenous Canadians, their GDP contribution could increase from about $55 billion to well over $100 billion annually.
Despite this potential, Canada has largely failed to invest in Indigenous Peoples and reform the colonial structures that create inequality.
While some progress has been made, such as the First Nations Fiscal Management Act that offers communities tools to strengthen their economies, progress is still too slow.
In contrast, First Nations communities are constrained by Canadian institutions. The Indian Act limits First Nations’ authority over their own affairs, segregating them from mainstream finance mechanisms. Unclear legal jurisdiction between federal, provincial and Indigenous governments and weak property rights discourage business investments.
Limited authority and fiscal powers mean First Nations governments cannot provide services at national standards and must depend on other governments.
Compounding these issues is the fragmented, insufficient and culturally inappropriate nature of federal support systems. First Nations people have economic advantages and an entrepreneurial spirit, but they are burdened with unfair economic barriers, such as inadequate infrastructure, limited access to capital and administrative hurdles.
The RoadMap Project, a national initiative led by the First Nations Financial Management Board and other Indigenous organizations, proposes a pathway to economic reconciliation. Investing in the Indigenous economy means supporting Indigenous training, providing access to capital for Indigenous organizations and reforming the institutions that continue to impose systemic barriers.
Online learning could help remote communities achieve educational goals, but its success depends on major investments in high-speed internet access, which remains lacking in many areas.
Internationally, development banks have been used to fill credit gaps when the private sector is unable to meet the needs of emerging economies.
In Canada, the First Nations Financial Management Board and other Indigenous organizations are calling for a similar solution: the creation of an Indigenous Development Finance Organization. By lending to Indigenous governments and businesses, this finance organization could bridge the gap between the financial markets and the Indigenous economy.
While investments in capacity and development finance are urgent needs, only the dismantling of economic barriers and increased access to effective institutions can assure Indigenous development.
Legislation such as the First Nations Fiscal Management Act and the Framework Agreement on First Nation Land Management can support Indigenous economies through taxation, budgeting, land codes and financial laws. They offer a pathway between the Indian Act framework and self-government, without waiting on lengthy negotiations.
Growing stronger together
Canada’s economic future will remain uncertain if short-term solutions keep being prioritized while ignoring the growth potential of the Indigenous economy. Improvements to the status quo are no longer sufficient.
The federal government must support Indigenous-led initiatives like the RoadMap Project to foster shared growth and prosperity for Indigenous Peoples and all Canadians alike. Investments are needed to narrow the employment and income gap through new supports for capacity, access to capital and institutional reform.
Mylon Ollila is a Senior Strategist for the First Nations Financial Management Board.
Hugo Asselin does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organisation that would benefit from this article, and has disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.
Found in everything from protein bars to energy drinks, erythritol has long been considered a safe alternative to sugar. But new research suggests this widely used sweetener may be quietly undermining one of the body’s most crucial protective barriers – with potentially serious consequences for heart health and stroke risk.
A recent study from the University of Colorado suggests erythritol may damage cells in the blood-brain barrier, the brain’s security system that keeps out harmful substances while letting in nutrients. The findings add troubling new detail to previous observational studies that have linked erythritol consumption to increased rates of heart attack and stroke.
In the new study, researchers exposed blood-brain barrier cells to levels of erythritol typically found after drinking a soft drink sweetened with the compound. They saw a chain reaction of cell damage that could make the brain more vulnerable to blood clots – a leading cause of stroke.
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Erythritol triggered what scientists call oxidative stress, flooding cells with harmful, highly reactive molecules known as free radicals, while simultaneously reducing the body’s natural antioxidant defences. This double assault damaged the cells’ ability to function properly, and in some cases killed them outright.
But perhaps more concerning was erythritol’s effect on the blood vessels’ ability to regulate blood flow. Healthy blood vessels act like traffic controllers, widening when organs need more blood – during exercise, for instance – and tightening when less is required. They achieve this delicate balance through two key molecules: nitric oxide, which relaxes blood vessels, and endothelin-1, which constricts them.
The study found that erythritol disrupted this critical system, reducing nitric oxide production while ramping up endothelin-1. The result would be blood vessels that remain dangerously constricted, potentially starving the brain of oxygen and nutrients. This imbalance is a known warning sign of ischaemic stroke – the type caused by blood clots blocking vessels in the brain.
Even more alarming, erythritol appeared to sabotage the body’s natural defence against blood clots. Normally, when clots form in blood vessels, cells release a “clot buster” called tissue plasminogen activator that dissolves the blockage before it can cause a stroke. But the sweetener blocked this protective mechanism, potentially leaving clots free to wreak havoc.
The laboratory findings align with troubling evidence from human studies. Several large-scale observational studies have found that people who regularly consume erythritol face significantly higher risks of cardiovascular disease, including heart attacks and strokes. One major study tracking thousands of participants found that those with the highest blood levels of erythritol were roughly twice as likely to experience a major cardiac event.
However, the research does have limitations. The experiments were conducted on isolated cells in laboratory dishes rather than complete blood vessels, which means the cells may not behave exactly as they would in the human body. Scientists acknowledge that more sophisticated testing – using advanced “blood vessel on a chip” systems that better mimic real physiology – will be needed to confirm these effects.
The findings are particularly significant because erythritol occupies a unique position in the sweetener landscape. Unlike artificial sweeteners such as aspartame or sucralose, erythritol is technically a sugar alcohol – a naturally occurring compound that the body produces in small amounts. This classification helped it avoid inclusion in recent World Health Organization guidelines that discouraged the use of artificial sweeteners for weight control.
Erythritol has also gained popularity among food manufacturers because it behaves more like sugar than other alternatives. While sucralose is 320 times sweeter than sugar, erythritol provides only about 80% of sugar’s sweetness, making it easier to use in recipes without creating an overpowering taste. It’s now found in thousands of products, especially in many “sugar-free” and “keto-friendly” foods.
Erythritol can be found in many keto-friendly products, such a protein bars. Stockah/Shutterstock.com
Trade-off
Regulatory agencies, including the European Food Standards Agency and the US Food and Drug Administration, have approved erythritol as safe for consumption. But the new research adds to a growing body of evidence suggesting that even “natural” sugar alternatives may carry unexpected health risks.
For consumers, the findings raise difficult questions about the trade-offs involved in sugar substitution. Sweeteners like erythritol can be valuable tools for weight management and diabetes prevention, helping people reduce calories and control blood sugar spikes. But if regular consumption potentially weakens the brain’s protective barriers and increases cardiovascular risk, the benefits may come at a significant cost.
The research underscores a broader challenge in nutritional science: understanding the long-term effects of relatively new food additives that have become ubiquitous in the modern diet. While erythritol may help people avoid the immediate harms of excess sugar consumption, its effect on the blood-brain barrier suggests that frequent use could be quietly compromising brain protection over time.
As scientists continue to investigate these concerning links, consumers may want to reconsider their relationship with this seemingly innocent sweetener – and perhaps question whether any sugar substitute additive is truly without risk.
Havovi Chichger does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organisation that would benefit from this article, and has disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.
The pact commits to “protect the needs and interests of present and future generations through the actions stated in the pact.” These actions address the digital divide, inclusion, digital space that respects human rights and promotes responsible governance of artificial intelligence (AI).
Additionally, the Declaration on Future Generations includes 10 principles and some actions. The pact also encourages accelerated development of AI, while considering both its positive and negative aspects within a broader aim to protect human rights.
A 1972 image of the Earth taken during the Apollo 17 mission. Planetary justice means considering human and non-human life, Earth systems and responsible management of resources. (NASA)
While the pact acknowledges and builds on the Sustainable Development Goals, it does not adequately take into account the latest science that shows we have crossed many safe and just Earth system boundaries. There’s also a challenge here: if we were to meet everyone’s minimum needs as required by the social Sustainable Development Goals, we will cross boundaries further.
A human rights approach
The pact and its annexes make reference to justice, future generations and Africa. Justice is anchored in a human rights approach. The pact only mentions reducing harm in relation to digital platforms and explosive weapons, but this could be strengthened with the addition of the no-harm principle — not causing significant harm to human and non-human others — in other areas such as climate change. Other forms of justice are scarcely accounted for.
These include epistemic justice (or how different knowledge systems are included), and data justice (the right to create, control, access, apply and profit from data). Procedural justice — the right to information, decision-making, civic space and courts relating to the allocation of resources and responsibilities — is also vital.
The pact notes that “if we do not change course, we risk tipping into a future of persistent crisis and breakdown,” but it does not make reference to the latest science on planetary boundaries.
Climate justice
We argue that implementing the pact requires recognizing how boundaries, foundations and inequality are inextricably are linked together. The Earth Commission argues that safe planetary boundaries are not necessarily just. To minimize significant harm to others, it may be necessary to have more stringent targets.
For example, 1.5 C is the proposed safe climate boundary for climate change, while 1 C is the proposed just boundary since, at this level, already tens of millions of people are exposed to extreme heat and humidity. Eight safe and just boundaries for climate, water, nutrients, biosphere and aerosols have been identified, seven of which have been crossed.
In terms of foundations, theoretically, meeting people’s minimum needs would lead to further crossing these boundaries. We need to recognize that living within safe and just boundaries requires meeting everyone’s minimum needs.
This requires deploying efficient technologies and redistributing resources to make up the deficit. But governments are reluctant to take this approach, probably because it limits the use of resources and sinks.
Technological support
Living within climate boundaries will require a just transition. Globally, if we wish to remain below the safe climate boundary, we will have to completely stop using fossil fuels. Since most remaining fossil fuel reserves are in the developing world, this will put a heavy burden on them. At the same time, climate impacts are considerable, so finance for a just energy transformation is needed.
While the pact restates the importance of the 2030 agenda in bolstering sustainable development, it lacks a credible mechanism for monitoring whether the national pledges are implemented. This will require strong collaboration among policy, science and the private sector.
There is a wealth of information in Earth observations from space that can assist in monitoring progress. This information, if made available to researchers and policymakers, can be integrated into national, regional and global environmental risk assessments.
Digital twins are another technological development that can support these assessments. The European Commission’s Digital Twin of the Ocean, for example, is a virtual model. It integrates diverse ocean data sources and leverages the power of big data, advanced computing and AI to provide real-time insights and scenario simulations under a variety of conditions. Such systems can enhance our ability to cope with environmental challenges.
Finally, the pact calls for urgent, predictable and stable funding for the UN and developing countries. This will enable UN bodies to deliver services and administer programs in accordance with international law. The UN Secretariat is facing a severe “cash flow crisis,” as major contributors are paying too late or too little.
The UN Honour Roll lists member states that have paid membership fees in full: 151 of 193 countries paid in full, but only 51 of them on time in 2024. Among 13 countries with assessed fees of more than US$50 million, only Canada, the United Kingdom, the Republic of Korea, Germany and Italy paid on time.
With most members paying late, and large ones not paying till later or only partially, this severely constrains the ability of the UN to provide planned, impartial and inclusive services to the global community.
We need redistribution of resources. Until then, it is critical that new technologies such as AI are deployed to help us return within the boundaries and meet minimum needs without exacerbating climate change through its fossil fuels dependence. The UN plays a critical role in facilitating human, environmental and earthy system justice, but shrinking resources hamper its ability to deliver.
Joyeeta Gupta receives funding from European Research Council and the Dutch Research Council (NWO).
La science nous invite à considérer les épluchures non pas comme des déchets, mais comme une autre partie de l’aliment.Lia Sanz/Shutterstock
La plupart des gens jettent la peau des fruits et légumes. Mais est-ce vraiment la meilleure chose à faire ? Des experts donnent des arguments pour et contre la consommation de la peau, cette partie de l’aliment dont l’intérêt nutritionnel reste sous-estimé.
Chaque jour, des millions de personnes dans le monde épluchent leurs fruits et légumes avant de les manger. Ce geste, fait de manière automatique, est hérité d’habitudes familiales ou alors soutenu par l’idée selon laquelle il s’agit là d’une façon de manger plus « saine ».
Cependant, cet acte apparemment innocent est plus controversé qu’il n’y paraît. En effet, si ce geste peut sembler plus hygiénique, il s’avère que la peau des fruits et légumes est pleine de nutriments, ce qui remet en cause les bénéfices de l’épluchage de ces aliments.
Cependant, et c’est là que réside le dilemme, la peau des fruits et légumes peut également contenir des résidus de pesticides.
La question posée est donc la suivante : à quoi devons-nous prêter le plus d’attention, aux nutriments que nous perdons en épluchant les fruits ou aux pesticides que nous évitons d’ingérer ?
Une étude publiée dans Current Research in Food Science se penche sur ce dilemme et conclut que la réponse, comme pour beaucoup d’autres questions liées à l’alimentation, est loin d’être simple.
Leur présence contribue à maintenir l’équilibre au niveau cellulaire et à prévenir ou retarder les dommages cellulaires causés par les radicaux libres ainsi que l’exposition à la pollution, par la fumée de tabac ou les rayons UV qui causent un stress oxydatif. Tous ces éléments contribuent au vieillissement cellulaire et peuvent être liés à des pathologies chroniques comme les maladies cardiovasculaires, certains cancers et le diabète de type 2.
Par ailleurs, des propriétés anti-inflammatoires et antimicrobiennes ont également été identifiées dans des fruits tels que les poires, les raisins et les agrumes dont les écorces sont également une source précieuse de vitamine C et d’huiles essentielles.
La peau de certains légumes apporte également des fibres, du potassium et des antioxydants tels que les polyphénols. C’est le cas de la peau des pommes de terre, des carottes et des concombres.
Un autre exemple peu connu est la peau de l’aubergine, qui contient de la nasunine, un puissant antioxydant qui protège les membranes cellulaires des dommages oxydatifs.
Au vu des nombreuses propriétés précieuses associées à la peau, on pourrait penser que la balance penche en faveur de la consommation de fruits et légumes sans les peler. Cependant, l’épluchage a aussi ses justifications. La plus évidente, comme mentionné ci-dessus, est la présence de résidus de pesticides à la surface.
Bien que les niveaux soient réglementés par des organismes tels que l’Autorité européenne de sécurité des aliments (EFSA), certaines études ont trouvé des résidus de ces substances même après le lavage. C’est pourquoi de nombreux consommateurs optent pour l’épluchage par mesure de précaution.
La bonne nouvelle, c’est qu’il existe des moyens efficaces de réduire la charge en pesticides sans éliminer la peau.
Laver les fruits et légumes à l’eau courante, les frotter avec une brosse adaptée à l’alimentation ou les faire tremper brièvement dans un mélange d’eau et de bicarbonate de soude ou de vinaigre peut éliminer jusqu’à 80-90 % des résidus.
Bien entendu, l’idéal est de consommer des fruits et légumes produits de manière écologique ou localement, des modes de production dans lesquels les pesticides sont moins voire pas du tout utilisés.
Durabilité : l’impact invisible des épluchures
Un autre argument pertinent – et moins connu – est l’impact environnemental de l’épluchage systématique des fruits et légumes. Selon des estimations de l’Organisation des Nations unies pour l’alimentation et l’agriculture (FAO), chaque année, 14 % des aliments produits dans le monde sont perdus avant d’atteindre le consommateur. Une part importante de ce gaspillage provient des épluchures jetées inutilement.
Ces peaux, qui pourraient être utilisées comme aliments, finissent dans des décharges où elles se décomposent et génèrent du méthane, un gaz à effet de serre beaucoup plus puissant que le dioxyde de carbone.
Selon plusieurs études, on estime que si l’on réduisait les déchets de fruits et légumes dans les ménages, les émissions mondiales de gaz à effet de serre diminueraient de manière significative.
En outre, des recherches sont déjà en cours dans certains pays sur la manière de convertir les peaux en produits utiles : des farines enrichies aux bioplastiques, en passant par les engrais et les aliments pour animaux.
Alors, que faire ?
Peler ou ne pas peler ne doit pas être une décision automatique, mais une décision éclairée. Si le fruit ou le légume est bien lavé et provient d’une source fiable, il est préférable, d’un point de vue nutritionnel et écologique, de le consommer avec la peau.
Il existe bien sûr des exceptions. Certaines peaux sont trop dures, amères ou contiennent des composés indésirables, comme la solanine dans la peau des pommes de terre vertes.
La solanine est un glycoalcaloïde naturel que les pommes de terre produisent pour se défendre contre les insectes et les maladies. Elle est principalement concentrée dans la peau et les zones vertes du tubercule, qui apparaissent lorsque la pomme de terre est exposée à la lumière ou endommagée physiquement.
Bien que la chlorophylle qui donne la couleur verte soit inoffensive, sa présence indique une augmentation potentielle de la solanine. La consommation de pommes de terre à forte teneur en solanine peut provoquer des symptômes tels que des nausées, diarrhées, douleurs abdominales, maux de tête et, dans les cas les plus graves, paralysies, hallucinations…
Des études récentes indiquent que des doses de solanine de 2 à 5 mg/kg de poids corporel peuvent provoquer des symptômes toxiques et que des doses supérieures à 6 mg/kg peuvent être mortelles.
Finalement, il s’agit d’une évaluation au cas par cas, en équilibrant les avantages et les risques. La science nous invite à considérer les épluchures non pas comme des déchets, mais comme une autre partie de l’aliment : nutritive, polyvalente et, à bien des égards, sous-estimée.
Cristina López de la Torre ne travaille pas, ne conseille pas, ne possède pas de parts, ne reçoit pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’a déclaré aucune autre affiliation que son organisme de recherche.
Source: The Conversation – France in French (3) – By Thomas Pierret, Chargé de recherches à l’Institut de Recherches et d’Études sur les Mondes Arabes et Musulmans (IREMAM), Aix-Marseille Université (AMU)
Les récents affrontements dans le sud syrien ravivent les tensions entre les communautés druze et bédouine, sur fond de retrait des forces gouvernementales et d’intervention d’acteurs extérieurs. Entretien avec le politiste Thomas Pierret, auteur, entre autres publications, de « Baas et Islam en Syrie. La dynastie Assad face aux oulémas » (Presses universitaires de France, 2011).
Pourriez-vous revenir brièvement sur l’histoire de la communauté druze en Syrie ?
À cela, il faut ajouter les effets des migrations plus récentes, qui ont conduit à la constitution de quartiers druzes à Damas, principalement Jaramana, ainsi que dans la localité d’Ashrafiyyet Sahnaya, au sud de la capitale.
Quelles sont aujourd’hui les relations qu’entretient la communauté druze avec le gouvernement de Damas ?
T. P. : Au moment où le régime d’Assad tombe, les relations entre les Druzes et le nouveau gouvernement ne sont pas vouées à être conflictuelles. Contrairement à une idée reçue, les Druzes ne constituent pas historiquement une minorité religieuse particulièrement favorable au régime des Assad.
Ainsi, la communauté druze n’a pas été étroitement associée au pouvoir. Les hauts gradés d’origine druze, comme le général Issam Zahreddine, tué sur le front contre l’État islamique en 2017, étaient peu nombreux. Avant 2011, la communauté comptait également de nombreux opposants, généralement marqués à gauche.
Par ailleurs, l’État syrien sous les Assad, très centralisé, ne tolère pas l’expression d’identités communautaires ou régionales distinctes. Il est par exemple interdit aux Druzes d’afficher le drapeau aux cinq couleurs qui leur sert de symbole.
Durant la guerre commencée en 2011 a émergé à Soueïda une posture politique que l’on pourrait qualifier de « troisième voie » ou de neutralité. Cela s’est traduit par la formation de groupes armés, le principal appelé les « Hommes de la dignité », est encore actif aujourd’hui. Ces groupes ont refusé à la fois de soutenir la rébellion et de rejoindre les forces paramilitaires du régime d’Assad, qui n’a réussi à embrigader qu’une petite partie des combattants de la région. L’objectif des partisans de cette troisième voie était de défendre la communauté druze et sa région, notamment contre les attaques de l’État islamique, sans pour autant soutenir les opérations de contre-insurrection menées par le régime.
Et que sait-on des différentes factions druzes impliquées dans le conflit ?
T. P. : Pour bien comprendre la situation actuelle, il faut revenir un peu en arrière. Une date clé est 2018, lorsque, avec l’aide de la Russie, le régime d’Assad reprend le contrôle du sud de la Syrie, à l’exception de la région de Soueïda. Cette dernière conserve un statut de quasi-autonomie, car ses groupes d’autodéfense ne sont pas désarmés, en partie à cause de l’opposition tacite d’Israël à une offensive du pouvoir central dans cette région.
Cette période voit également évoluer la stratégie du cheikh al-’aql Hikmet al-Hijri, l’un des trois principaux chefs religieux des Druzes de Syrie. Plutôt aligné sur le régime d’Assad à l’origine, il a soutenu le mouvement de contestation civile qui a émergé à Soueïda en 2023, évolution qui peut être interprétée comme un moyen pour al-Hijri de renforcer son influence politique. Il s’est également attribué le titre inédit de raïs rūḥī, c’est-à-dire « chef spirituel », manière de se démarquer des deux autres cheikh al-’aql, Hamoud al-Hinawi et Youssef Jarbu’.
Al-Hijri est également en concurrence avec le courant des Hommes de la dignité, dont le leadership se divise, après l’assassinat de son fondateur, entre son fils Laith al-Balous et d’autres figures comme Yahya al-Hajjar. Ce courant compense sa moindre légitimité religieuse par une dynamique de mobilisation milicienne et une posture plus indépendante vis-à-vis du pouvoir central, du moins jusqu’au tournant contestataire d’al-Hijri en 2023.
En 2024, lors de l’effondrement du régime d’Assad, ces groupes se positionnent différemment : al-Hijri défend l’autonomie régionale avec une position ferme contre Damas, rejetant les formes limitées de décentralisation proposées par le nouveau régime. En revanche, d’autres groupes, comme celui de Laith al-Balous ou Ahrar al-Jabal, adoptent une posture plus conciliatrice, cherchant à se rapprocher du pouvoir central. Le nouveau gouvernement, pour sa part, mise sur ces factions plus loyales afin de constituer une force de sécurité locale druze, distincte des combattants proches d’al-Hijri.
Vous évoquiez Israël : quelles sont les relations entre les factions druzes en Syrie et ce pays ?
T. P. : Avant décembre 2024, elles restent très limitées. Depuis des décennies, nouer des liens avec Israël constitue un tabou absolu en Syrie, et toute personne qui s’y risquerait serait immédiatement sanctionnée pour haute trahison. Les acteurs druzes évitent donc cette voie, d’autant plus qu’après 2011, certains villages druzes, notamment sur le plateau du Golan, fournissent des paramilitaires au régime [et au Hezbollah].
Le seul lien notable réside dans une sorte de « ligne rouge » tacite : Israël ne tolérerait pas que les rebelles ou le régime s’en prennent aux populations druzes. Cela explique qu’en 2023, malgré un mouvement de contestation, le régime syrien n’a pas tenté de reprendre Soueïda par la force ni de désarmer les groupes armés druzes.
Pourquoi Israël a-t-il tracé cette « ligne rouge » concernant les populations druzes en Syrie ?
Cette position privilégiée leur confère une certaine influence, et lorsque les Druzes d’Israël expriment des inquiétudes concernant leurs coreligionnaires en Syrie, le gouvernement israélien se sent obligé de répondre à ces préoccupations.
Par ailleurs, Israël mène également une stratégie d’influence plus douce, en invitant des religieux druzes syriens à effectuer un pèlerinage dans la région de Nazareth sur le tombeau du prophète Chouaïb, particulièrement important pour la foi druze. Un projet d’invitation de travailleurs druzes syriens dans les exploitations agricoles du Golan a aussi été envisagé par le gouvernement israélien, mais a été abandonné pour des raisons sécuritaires liées au contrôle des entrées sur le territoire. Enfin, des financements humanitaires ont été octroyés aux Druzes syriens via des ONG servant d’intermédiaires.
Il est important de souligner que très peu de groupes druzes se sont officiellement affichés comme pro-israéliens. Par exemple, une manifestation à Soueïda, il y a quelques mois, a vu l’apparition d’un drapeau israélien, mais celui-ci a rapidement été arraché par d’autres participants, témoignant du rejet majoritaire de cette posture.
Comment expliquer les affrontements récents entre Bédouins et Druzes à Soueïda ?
T. P. : Ce conflit est ancien, il remonte à plusieurs décennies. En 2000, un épisode particulièrement sanglant avait fait plusieurs des centaines de morts. Il ne s’agit pas d’un conflit religieux à l’origine, mais d’un différend lié au contrôle et à l’usage des terres. La région étant aride, les terres cultivables et les pâturages sont rares et donc très disputés.
La guerre en Syrie, de 2011 à 2024, a envenimé la situation : l’effondrement de l’État et la prolifération des armes ont donné plus de moyens aux deux parties pour régler leurs différends par la violence. Par ailleurs, des acteurs extérieurs comme l’État islamique ont soutenu les tribus bédouines sunnites, tandis que le régime d’Assad a appuyé certains groupes druzes. Après 2018, le pouvoir de Damas s’est à son tour retrouvé du côté des Bédouins, afin d’affaiblir l’autonomie de fait des Druzes de Soueïda, et parce qu’en reprenant la région, il a coopté d’anciens groupes rebelles sunnites, eux-mêmes liés aux tribus bédouines. Ce conflit a aussi une dimension criminelle, avec des éléments des deux côtés impliqués dans des activités illicites comme le trafic de drogue ou les enlèvements pour rançon.
Comment ces tensions communautaires s’inscrivent-elles dans le contexte politique syrien actuel ?
T. P. : Depuis décembre 2024, les tribus bédouines sunnites en appellent à la solidarité du gouvernement syrien, qui lui-même affiche une identité musulmane sunnite affirmée. Au début des derniers incidents, elles ont réclamé le soutien du gouvernement en accusant à demi-mot ce dernier de négliger leur sort.
De son côté, le régime a aussi un intérêt à soutenir les tribus bédouines pour faire obstacle au courant autonomiste druze dans la province. Cela lui est d’autant plus nécessaire que, depuis les massacres d’alaouites sur la côte en mars et les incidents armés survenus en mai entre sunnites et Druzes à Jaramana et Ashrafiyyet Sehnaya, les factions druzes les plus disposées au dialogue avec Damas se sont graduellement rapprochées de la ligne dure d’al-Hijri. Cette tendance s’est accélérée durant la récente escalade des violences (plus de 1 100 morts depuis le début des affrontements, le 13 juillet) : face aux exactions commises contre les civils de Soueïda par les forces progouvernementales, les groupes armés druzes ont uni leurs forces pour défendre la communauté.
T. P. : Le gouvernement a vu dans les affrontements communautaires locaux une occasion d’imposer son autorité en déployant ses forces dans la province, officiellement pour séparer les belligérants mais, dans les faits, pour désarmer les groupes druzes autonomistes. Al-Charaa pensait bénéficier d’un contexte international favorable, à savoir un soutien tacite des États-Unis qui le protégerait des représailles israéliennes. On l’a vu, cela s’est révélé être une erreur de jugement majeure.
En face, Al-Hijri, peut-être mieux informé des intentions israéliennes, a refusé de reculer, à la suite de quoi la situation s’est embrasée.
Quelle place peut-on envisager aujourd’hui pour la justice dans le règlement du conflit ?
T. P. : À court terme, l’enjeu prioritaire ne paraît pas être la justice, mais avant tout le retour au calme et la cessation des affrontements. Des tensions persistantes risquent en effet de raviver des violences, non seulement à Soueïda mais aussi autour des autres localités druzes du pays.
Certes, la justice reste importante si l’on souhaite discipliner les troupes et prévenir les exactions futures. Cependant, juger et condamner des membres des forces gouvernementales dans le contexte actuel pourrait déstabiliser davantage le régime, en fragilisant un pouvoir déjà contesté, et en risquant d’alimenter des velléités de coup d’État militaire de la part d’éléments plus radicaux.
Par ailleurs, un processus judiciaire serait d’autant plus déstabilisateur qu’il devrait aussi concerner les combattants druzes qui se sont rendus coupables d’exactions ces derniers jours. On comprend donc aisément pourquoi la justice n’est prioritaire pour aucun des protagonistes.
Propos recueillis par Coralie Dreumont et Sabri Messadi.
Thomas Pierret a reçu des financements de l’Agence nationale de la recherche (ANR).