Me gusta, le gusto, ¿ahora qué? La probabilidad de vivir una historia de amor

Source: The Conversation – (in Spanish) – By José-Manuel Rey, Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, Universidad Complutense de Madrid

Me gusta, le gusto. Este suele ser el detonante de historias de amor, aventuras o episodios de amor fugaz entre dos personas. Se suele atribuir a ese momento de atracción mutua un carácter azaroso y mágico. En realidad, está determinado por las leyes científicas de la atracción humana.

Nuestro cerebro está permanente alerta para detectar ese “algo especial” y además hacerlo en milésimas de segundo. Se conocen los factores biológicos (como la simetría o las señales hormonales) y psicológicos (semejanza o reciprocidad, entre otros) que activan la atracción humana, lo que la hace más predecible y menos misteriosa de lo que se puede pensar a priori.

Hay dos razones para no abundar aquí en esos determinantes de la atracción. Por un lado, ignorar las causas del enamoramiento es quizá el modo de mantener su misterio. Por otra parte, resulta más práctico analizar el escarceo amoroso: no el “¿por qué?” de la atracción sino el “¿y ahora qué?” Una cosa es sentir y otra actuar.

En teoría, la motivación de los dos protagonistas tras la explosión inicial debería bastar para ponerlos en acción, pero en la práctica hay diferencia entre teoría y práctica, entre motivación y acción.

¿Voy o viene?

La atracción no basta para que se realice la historia de amor. La literatura y el cine están plagados de célebres ejemplos de amores no realizados: Dante y Beatriz, Petrarca y Laura, Cyrano y Roxane, Rick e Ilsa, …

Tras la atracción inicial de la pareja, se trata entonces de saber si y cómo se aproximarán uno a otro para que progrese la aventura. Para eso se pueden usar matemáticas –¿y para qué no?–.

Del mismo modo que la teoría dinámica de Newton estudia los movimientos de cuerpos inertes sometidos a fuerzas, la teoría de juegos sirve para predecir los movimientos –acciones– de seres racionales que interaccionan sometidos a las fuerzas que definen sus preferencias. Éstas suelen estar interferidas por elementos que no son sólo biológicos.

En el caso del escarceo amoroso, si la atracción es mutua ambos prefieren que haya encuentro a que no, que sería el peor desenlace. Cada uno debe entonces decidir si dar el paso y acercarse al otro o no darlo esperando que se acerque el otro. Si en este dilema de ¿voy o viene? cada uno prefiere que el otro dé el paso y se acerque, los potenciales tortolitos están experimentando el dilema del gallina, un modelo paradigmático de la teoría de juegos.

¡Gallina!

En el dilema del gallina cada uno debe decidir entre ceder –“voy”– o no –“que venga”–. En este conflicto de a ver quién se sale con la suya, el que cede pasa por ser el “gallina” que da nombre al juego. Está inspirado en un peligroso desafío entre adolescentes de los años cincuenta del siglo pasado, popularizado en una escena de la película Rebelde sin causa de 1955. En una versión del juego, dos adolescentes dirigen de frente sendos coches hacia la colisión: el que se desvía –cede– es el gallina, si ambos lo hacen hay empate, y si nadie lo hace se produce el desastre.

El filósofo y matemático Bertrand Russell usó el juego del gallina como metáfora de la arriesgada política de bloques de la guerra fría del siglo pasado. Entre otras aplicaciones, el dilema ha servido –y sigue sirviendo– como modelo de situaciones de conflicto y cooperación en las relaciones internacionales.

En principio, el dilema del gallina en el flirteo parece sencillo de resolver: uno de los dos se aproxima y comienza la aventura amorosa. En efecto, esa es una solución del dilema según la teoría de juegos –equilibrio de Nash se llama–. En una solución de Nash ninguno gana si cambia de decisión –aproximarse o esperar–. El problema con esa solución es que no es una, sino dos: si los dos protagonistas tienen idéntico planteamiento, ¿quién de los dos da el paso y hace la aproximación?

La solución del columpio: romance improbable

Si los enamoriscados tienen una psicología similar, la teoría de juegos proporciona una única solución, de modo que ambos dudan entre acercarse o no, viajando en su pensamiento entre ambas opciones como en un columpio. Con esta solución, las matemáticas dicen que, si la ganancia psicológica de ceder si no lo hace el otro no es suficientemente mayor que la de no ceder si lo hace, ¡el resultado más probable es que nadie da el paso! A pesar de la atracción mutua, fin de la aventura antes de que comience.

Fin del romance sin que comience.
Dibujo por Gianni Peg, CC BY

Es muy posible que ese desenlace nos resulte familiar –y por propia experiencia–. Una excelente versión de esa historia de amor se puede ver en el cortometraje de ficción El columpio, premio Goya en el año 1993.

¿A jugar?

En el escenario de posible conflicto nuclear que planteó Russell, el gallina tiene un desenlace tan potencialmente peligroso –nadie cede, destrucción mutua– que la mejor recomendación es no jugar al juego.

En el contexto del posible romance, el resultado de la historia de amor abortada por la inacción de ambos no parece tan desastroso. Sin embargo, en términos evolutivos es del todo trascendente pasar de la atracción a la acción.

La atracción es el mecanismo para que los sexos opuestos cumplan con el gran objetivo que nuestros genes nos tienen encomendado: copular. Es el modo que tienen para transmitirse a través del tiempo. Según Schopenhauer, el objetivo final del amor sexual es más importante que todos los demás objetivos de la vida humana.

La solución focal: romance seguro

El problema de la solución del columpio del gallina es que siempre hay probabilidad de desastre: no hay romance. Es importante implementar una única solución que garantice que el romance progresa. La solución democrática, que los dos se aproximen, no sirve —no es un equilibrio—: si anticipan que se va a producir, ambos se quedarán quietos esperando al otro

El equilibrio en que uno cede y da el primer paso sí garantiza el romance. Pero son dos. La unicidad de solución es siempre un asunto de interés en matemáticas. En ciencias sociales, no es buena noticia disponer de múltiples soluciones porque puede suceder que no se produzca ninguna. Sí, como aquello de unos por otros y la casa sin barrer…

En realidad, basta seleccionar uno de los dos equilibrios en que uno –y sólo uno– se aproxima. Y que todos lo sepan. Puesto que el asunto es de importancia, los usos culturales y las normas sociales se han ocupado de seleccionar un equilibrio que se conoce como solución focal en la teoría de juegos. Cualquiera de los dos es válido para intentar asegurar el comienzo del romance. Así, en occidente la convención en las relaciones heterosexuales ha sido tradicionalmente que el hombre da el primer paso y corteja a la mujer.

Haz tu movimiento

Sin una solución focal que resuelva quién debe tomar la iniciativa, siempre aparece el riesgo de desastre romántico en la solución del voy o viene del gallina. Como solución integral, la mejor es olvidarse de jugar al gallina, como sugirió Russell, y hacer el movimiento de aproximación al otro, incondicionalmente.

Se puede hacer invitando a salir fuera a fumar –con el énfasis en salir– o a bajarse del tren en la misma parada como en la escena de la película Antes del amanecer. Sea como sea, siempre conviene hacerlo. ¿O quizá no conviene si el futuro está en contra y uno más uno no suman dos? El cortometraje 1+1, plantea esa cuestión con matemáticas.

Interesa mover ficha. De hecho, las matemáticas sugieren que, en el mercado de los posibles romances, es ventajoso mover primero. Y parece ser particularmente ventajoso para las mujeres heterosexuales en Estados Unidos con educación superior cuando los ratios de género les son desfavorables.

La alternativa, si se juega al gallina, es probablemente acabar viviendo esta historia de amor fugaz: me gusta, le gusto, no voy, no viene, fin.

The Conversation

José-Manuel Rey no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Me gusta, le gusto, ¿ahora qué? La probabilidad de vivir una historia de amor – https://theconversation.com/me-gusta-le-gusto-ahora-que-la-probabilidad-de-vivir-una-historia-de-amor-235911

¿Por qué no me puedo sacar esa canción de la cabeza? La neurociencia lo explica

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Jorge Romero-Castillo, Profesor de Psicobiología e investigador en Neurociencia Cognitiva, Universidad de Málaga

abstract/Shutterstock

No piense en un elefante rosa. En serio, no lo haga. Aunque quiera imaginar un elefante rosa, no se imagine un elefante rosa.

¿Ha conseguido no imaginarse un elefante rosa? Estoy convencido de que, excepto si tiene afantasía, ha imaginado un elefante rosa (aprovecho para enviar un abrazo a mi amigo Fer que tiene afantasía).

Este ejemplo clásico, adaptado del capítulo X de la novela City in the Sky (Curt Siodmak, 1974), ilustra lo difícil que puede ser reprimir nuestros pensamientos. Algo parecido ocurre con los earworms: cuanto más intentamos evitar que una melodía se vuelva pegadiza, más nos infecta.

Un visitante común en el cerebro

El término inglés earworm procede de un artículo escrito en alemán que utilizaba la palabra ohrwurm. Ambos términos en castellano significan gusano de oído o gusano auditivo, aunque suele traducirse como “gusano musical”.

Podría definirse como una experiencia involuntaria en la que una melodía se repite en bucle en la mente en ausencia de estimulación sensorial externa. Como si hubiera una radio en el fondo de nuestra cabeza y estuviera sonando la misma parte de una canción todo el rato, incluso durante varios días.

Al estudiar el earworm (mediante escalas en autoinforme) se ha descubierto que es extremadamente común. Se estima que entre el 72 % y el 92 % de la población experimenta gusanos musicales con regularidad. En concreto, el 90 % de las personas tienen al menos un episodio a la semana, pero solo un 26 % los experimenta varias veces al día.

Diseccionando al gusano musical

¿Y qué facilita el comienzo de un gusano musical? Las canciones rápidas, con melodías genéricas y con patrones de intervalos inusuales. Y, sobre todo, que sean familiares y fáciles de cantar.

Siguiendo esta línea, entre 2010 y 2013 se elaboró una lista de canciones proclives a generar gusanos musicales (la encabeza Bad Romance de Lady Gaga). Este año (2025), la canción Esa Diva de Melody también podría actuar como un earworm.

No les vamos a privar de la oportunidad de comprobar empíricamente si el ‘raa-raa-ah-ah-ah’ de Lady Gaga se queda en su cerebro durante unos días.

Pero eso no es todo. También depende del estado mental de la persona y su interacción con otros elementos extramusicales. En este sentido, se han descrito características que aumentan la probabilidad de generar un bucle:

  • Exposición a la música: canciones escuchadas recientemente y repetidas en televisión, radio… Dedicarse a la música profesionalmente también es un factor relevante.

  • Desencadenantes de memoria: las asociaciones (una persona, una palabra, un ritmo o un lugar pueden activar una canción asociada), los recuerdos personales y la anticipación (como pensar en un concierto futuro).

  • Estados afectivos: un sentimiento, una condición anímica (estrés) o una emoción concreta pueden provocar que una melodía en sintonía con estos estados se convierta en un gusano musical.

  • Baja atención: cuando divagamos en nuestros propios pensamientos sin prestar atención al exterior (estar en “piloto automático”).

Deducimos, por tanto, que no hay una receta fija para que surja un earworm. Su aparición depende de una mezcla de varios factores, por lo que cualquier melodía puede quedarse atrapada “en bucle” en la mente.

Deslizándose por la memoria

Precisamente, es el “bucle fonológico”, una parte de la memoria de trabajo, el que sustenta los earworms. Si se dan las circunstancias diseccionadas previamente, el fragmento de una canción puede atascarse en este sistema que repite información del habla. Aquí participan los lóbulos temporal y frontal.

Además, parece más probable que una melodía se quede pegada en la cabeza si se escucha parcialmente que si se escucha entera. Esto respalda el efecto Zeigarnik: las personas somos más propensas a recordar una tarea inacabada que una completa, lo que implica tener “asuntos pendientes” en bucle en la memoria. Y existen referencias a estos bucles musicales desde hace tiempo.

Ya en Inside Out se planteaban si la repetición de una melodía era involuntaria o si las células encargadas de gestionar nuestra memoria nos la mandaban, de vez en cuando, para echarse unas risas.

Las larvas permanecen en la historia

Los primeros registros históricos del earworm se remontan al siglo XVIII, al manuscrito más antiguo de música para gaita (escrito entre 1733 y 1738). También se han encontrado menciones en Northumbrian Minstrelsy, un libro de canciones populares escocesas. Y en 1876, Mark Twain escribió un relato sobre este fenómeno.

Más recientemente, el neurólogo Oliver Sacks dedicó el quinto capitulo de su libro Musicofilia al earworm, pero él lo llamaba gusano cerebral (localizándolo en el cerebro en lugar de en el oído). En la última nota al pie de este capítulo, elaboraba una hipótesis sobre su origen:

Es posible que los gusanos cerebrales surjan de una adaptación que resultó crucial en épocas primitivas donde el humano viajaba: reproducir sonidos de animales y otros sonidos importantes una y otra vez, hasta que el reconocimiento quedaba asegurado.

Una metamorfosis hacia lo patológico

Aunque pudieran surgir con un valor adaptativo, el carácter involuntario del gusano musical lo puede volver problemático. A menudo se vive como una experiencia neutra o agradable, pero un tercio de las personas califican la experiencia como intrusiva.

Además, se ha visto que aumentan de frecuencia al sufrir ansiedad (también se ha valorado en TOC, aunque sin resultados concluyentes) y resultan más persistentes e intrusivos al tener rasgos esquizotípicos. También se han documentado al menos cinco casos de earworms crónicos.


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Cómo fumigar y exterminar al parásito

No estoy seguro de si Kylie Minogue dedicó en 2001 su canción Can’t get you out of my head (No puedo sacarte de mi cabeza) a estos bucles. Pero existen soluciones para Kylie, y para cualquier persona que no tenga un caso crónico de estos gusanos:

Y, finalmente, nunca evite el earworm. La teoría del control mental irónico afirma que no podrá dejar de pensar en un gusano musical aunque se esfuerce. Igual que tampoco dejará de pensar en un elefante rosa aunque se lo digan.

Por cierto, mi amigo Fer tampoco puede imaginar música en su cabeza. Aún estoy averiguando si es defectuoso o si evitar de alguna forma que el reguetón te colonice supone una ventaja evolutiva.

The Conversation

Jorge Romero-Castillo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ¿Por qué no me puedo sacar esa canción de la cabeza? La neurociencia lo explica – https://theconversation.com/por-que-no-me-puedo-sacar-esa-cancion-de-la-cabeza-la-neurociencia-lo-explica-257999

¿Más profesores por alumno es sinónimo de mejor aprendizaje? El papel de la ratio en educación

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Noemy Martín Sanz, Profesor de Psicología del Aprendizaje, Universidad Francisco de Vitoria

Feel good studio/Shutterstock

La lógica indica que un maestro o una maestra trabajarán mejor, podrán atender de forma más personalizada y dedicar más tiempo a sus alumnos si tienen 15 en clase que si tienen 25. Pero más allá de la lógica, ¿qué dice la evidencia empírica sobre el papel de la ratio en las diferentes etapas educativas?

La proporción entre estudiantes y docentes incide en la calidad del aprendizaje de manera diferente según la etapa educativa, las particularidades propias de la institución y las características del profesorado.

Educación infantil

En esta etapa, la relación personalizada es clave para el desarrollo socioemocional y cognitivo. La capacidad de observar, registrar y responder a las señales individuales de desarrollo depende de disponer de tiempo suficiente por estudiante. De hecho, el contacto frecuente y la supervisión individualizada favorecen el bienestar emocional y el aprendizaje de los niños de 3 a 6 años.

El estudio más consistente sobre la temática de la ratio, el Proyecto STAR, analizó una muestra de 11 571 alumnos de Tennessee (Estados Unidos) y demostró que la mayoría de las mejoras comprobadas en las clases reducidas ocurrieron especialmente en la etapa de educación infantil. Otro estudio realizado sobre más del 80 % de las escuelas infantiles de Quebec sostiene que reducir el tamaño de la clase a menos de 16 estudiantes impacta positivamente en el desarrollo cognitivo, pero que dicho tamaño debe bajar a menos de 15 para tener también un efecto en la competencia social y las habilidades de comunicación.

Estos resultados refuerzan la importancia de contar con grupos pequeños para fomentar vínculos de calidad y una atención más cercana en los primeros años escolares.

Educación primaria

En esta etapa, la evidencia sobre el impacto directo de la ratio en los resultados académicos varía, aunque al igual que en infantil, ratios más bajas pueden favorecer una atención más individualizada, especialmente en contextos desfavorecidos. Además, se asocian con un mayor bienestar del alumnado y mejores condiciones para una enseñanza inclusiva. De hecho, ratios menores de 18 alumnos permiten una planificación centrada en el estudiante y aumentan la continuidad del aprendizaje

Merece una mención especial el trabajo con alumnos con discapacidad, donde se observa que las ratios reducidas son necesarias para garantizar un entorno accesible.




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La ratio promedio en educación primaria varía dependiendo de los países. En la mayoría de los países con datos disponibles hay menos de 25 estudiantes por clase, con la excepción de Chile, Israel, Japón y el Reino Unido, donde llegan a 28 alumnos por aula. A diferencia de éstos, países como Croacia y Luxemburgo presentan un número de 15 estudiantes por docente.

Un estudio realizado durante la pandemia de covid-19, cuando las escuelas se vieron forzadas a modificar las ratios, comprobó que esta reducción ayudaba a que los estudiantes aprendieran mejor.

Educación secundaria

A medida que se avanza en las etapas educativas, las ratios tienden a aumentar y, además, hay que tenerlas en cuenta junto a otros factores educativos. Hay estudios que ponen de relieve que es necesario combinar ratios manejables con el uso de metodologías activas de enseñanza y un ambiente agradable en el aula, Así se crean las condiciones ideales para que los alumnos participen más y aprendan mejor. Otros trabajos han identificado en esta etapa factores más influyentes en el rendimiento académico que la ratio, como el contexto socioeconómico del alumnado y el tamaño del centro.

Según datos recientes de la OCDE, el tamaño medio de clase en Europa es de 23 estudiantes por aula. Sin embargo, países con buenos resultados académicos como Luxemburgo, Estonia y Letonia mantienen clases más reducidas, con menos de 17 estudiantes, lo que favorece una enseñanza más personalizada. En contraste, en América Latina, la ratio promedio en educación secundaria es de 25 estudiantes por docente, aunque puede llegar a 35 en Chile y 33 en Colombia.

En resumen, en esta etapa la elevada densidad en el aula representa un desafío, ya que dificulta la implementación de metodologías activas, limita la atención individualizada y afecta negativamente al bienestar y la satisfacción laboral de los docentes. Especialmente en contextos vulnerables, donde estas condiciones repercuten directamente en la equidad y la calidad del aprendizaje.

Educación universitaria

En el ámbito universitario, los estudios coinciden en que el tamaño del grupo condiciona el clima motivacional y la implicación del estudiante. En clases de más alumnos, el docente debe estar centrado en gestionar el grupo, el tiempo y los recursos y tiene menos posibilidad de interacción y cercanía con los estudiantes.

Aunque no puede afirmarse directamente que la ratio influye directamente en el rendimiento, sí lo hace el perfil del docente: quienes tienen mayor formación pedagógica logran mejores resultados, incluso con grupos grandes.

En esta etapa, las ratios estructurales deben leerse con cautela. En el curso 2021–2022, el Sistema Integrado de Información Universitaria situó la media en 10 estudiantes por docente a tiempo completo. Sin embargo, este dato agrega todo el personal docente e investigador y al estudiantado sin discriminar niveles ni modalidades, por lo que no representa el tamaño real de los grupos.

Además, las diferencias se acentúan al comparar universidades presenciales y a distancia. En la UNED, cada docente atiende a unos 105 estudiantes, y en la Universitat Oberta de Catalunya, a más de 130. Estas cifras dificultan el seguimiento y la personalización del aprendizaje, especialmente en los primeros cursos, donde el acompañamiento resulta fundamental independientemente de la modalidad.

Un factor determinante, pero que se combina con otros

La evidencia empírica muestra que la ratio estudiante-docente influye de manera significativa en la calidad educativa, especialmente en las primeras etapas y en contextos vulnerables. En educación infantil y primaria, las ratios reducidas favorecen el desarrollo socioemocional, la atención individualizada y el aprendizaje inclusivo.

En secundaria y educación superior, aunque el impacto directo es más matizado, una ratio adecuada sigue siendo clave para facilitar metodologías activas y entornos de aprendizaje motivadores. Sin embargo, su efecto no puede analizarse de forma aislada: cobra sentido cuando se combina con el desarrollo profesional docente y modelos pedagógicos centrados en el estudiante.


En la redacción de este artículo han colaborado Martina Loitegui y Miguel Howe León, consultores del Instituto de Innovación para el Aprendizaje de la Universidad Francisco de Vitoria.


The Conversation

Noemy Martín Sanz no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ¿Más profesores por alumno es sinónimo de mejor aprendizaje? El papel de la ratio en educación – https://theconversation.com/mas-profesores-por-alumno-es-sinonimo-de-mejor-aprendizaje-el-papel-de-la-ratio-en-educacion-258140

Entre el sentido del deber y la culpa: así afectan los conflictos morales en el personal sanitario

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Regina Espinosa López, Profesora Titular de Psicopatología., Universidad Camilo José Cela

Connect Images – Legacy/Shutterstock

Los profesionales sanitarios se enfrentan con frecuencia a situaciones muy estresantes que pueden afectar tanto a su salud mental como a sus valores personales. Por ejemplo, numerosos estudios muestran cómo la pandemia afectó profundamente al bienestar psicológico de ese personal, un deterioro que se manifestó con altos niveles de ansiedad, depresión, insomnio, estrés postraumático y agotamiento. Los más jóvenes, las mujeres y los profesionales de urgencias sufrieron especialmente las consecuencias.

Valores éticos y morales en riesgo

Sin embargo, hay un aspecto del que se habla mucho menos: el daño moral. Algunos estudios sugieren que muchos de los problemas de salud mental en los sanitarios podrían entenderse mejor si tenemos en cuenta situaciones que comprometen sus valores éticos o morales.

Ocurre cuando alguien experimenta un profundo malestar emocional por haber hecho algo que va en contra de sus valores, por no haber actuado cuando sentía que debía hacerlo o por sentirse traicionado por alguien con autoridad. En el caso de los profesionales sanitarios, tales conflictos pueden producirse en circunstancias como las siguientes:

  • Dilemas en la asignación de recursos: por ejemplo, decidir qué pacientes reciben las camas limitadas de UCI durante un pico pandémico.

  • Restricciones de tiempo y falta de personal: acortar las interacciones con los pacientes debido a una alta carga laboral; omitir detalles clínicos importantes o preocupaciones del paciente debido a la presión del trabajo.

  • Conflictos entre políticas organizativas y necesidades del paciente: seguir protocolos que envían a los pacientes a casa antes de lo deseado; implementar medidas de ahorro de costos que comprometen la calidad del cuidado.

  • Ser testigo o partícipe de una atención inadecuada: por ejemplo, observar errores o eventos adversos y sentirse impotente para abordar las causas relacionadas con el sistema sanitario o la institución.

  • Dilemas en la comunicación de la verdad: ser instruido para retener información a pacientes o familiares; experimentar conflictos entre la confidencialidad del paciente y las solicitudes de información por parte de la familia.

  • Obligaciones en conflicto: por ejemplo, equilibrar las demandas administrativas con la atención directa al paciente.

Conflictos que pasan factura

Vivir situaciones como estas puede afectar profundamente el bienestar emocional, psicológico y espiritual del personal sanitario. De hecho, desde la pandemia, las bajas por incapacidad temporal en estos profesionales han aumentado del 6 % al 9 %. Y esto no solo impacta en su salud, sino también en la calidad y la seguridad de la atención que ofrecen a los pacientes.

Así, el daño moral puede producir:

  • Manifestaciones emocionales intensas: culpa, vergüenza, pérdida de sentido…

  • Alteraciones de la conducta: aislamiento, cinismo, automedicación…

  • Disminución de la satisfacción laboral, intención de abandonar la profesión.

  • Consecuencias físicas: alteraciones del sueño, fatiga o enfermedades físicas relacionadas con el estrés.

Aunque, inicialmente, el daño moral se estudió en contextos militares, actualmente ya se reconoce como una “lesión psicológica” relacionada con el trabajo; en particular, a los trabajadores sanitarios y, especialmente, durante la pandemia de covid-19.

Concretamente en España, los datos indican un aumento de la angustia diaria y un aumento de los trastornos mentales en este sector profesional. De hecho, el informe SESPAS de 2024 ya advierte sobre los retos a afrontar en salud laboral y en el desarrollo de estrategias para mejorar el bienestar de los profesionales de la salud.

¿Cómo podemos cuidar a quienes nos cuidan?

Si de verdad queremos proteger el bienestar de los profesionales sanitarios, no podemos pasar por alto el daño moral. Es un fenómeno complejo, pero abordar su impacto resulta clave para asegurar una atención sanitaria de calidad. Con el fin de avanzar en esta dirección, tenemos tres grandes desafíos:

  1. Definir con claridad qué es el daño moral, para poder detectarlo a tiempo y darle respuesta antes de que se cronifique.

  2. Contar con herramientas adecuadas para evaluarlo, ya que en el entorno sanitario aún faltan instrumentos validados

  3. Desarrollar estrategias eficaces para prevenirlo y tratarlo. Aunque ya existen intervenciones para reducir el daño moral, todavía no cuentan con suficiente respaldo científico.

Superar estos retos no solo mejorará la salud mental de quienes trabajan en el ámbito sanitario, sino que también hará nuestro sistema de salud más humano, más fuerte y más sostenible. Además, nos permitirá anticiparnos a las secuelas psicológicas de la profesión, reducir el absentismo laboral y aumentar la retención de los profesionales más jóvenes que deciden abandonar su oficio.

Porque cuidar a quienes cuidan es, en realidad, cuidarnos a todos.

The Conversation

Regina Espinosa López no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Entre el sentido del deber y la culpa: así afectan los conflictos morales en el personal sanitario – https://theconversation.com/entre-el-sentido-del-deber-y-la-culpa-asi-afectan-los-conflictos-morales-en-el-personal-sanitario-252536

Toponium: el CERN consigue la foto imposible de la partícula más efímera

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Juan Antonio Aguilar Saavedra, Investigador científico del CSIC en física teórica de partículas elementales, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

Experimento CMS del CERN, donde se detectó el toponium CERN/ Noemi Caraban Gonzalez , CC BY

En marzo de 2024, el experimento CMS del CERN sorprendió al mundo científico con la observación de una entidad esquiva y exótica: el toponium, una forma efímera y extrema de materia. Poco después, otro experimento del mismo centro, ATLAS, confirmó el hallazgo.

¿Por qué este descubrimiento ha sido tan impresionante? ¿Qué tiene de especial el toponium y por qué se consideraba imposible detectarlo?

Toponium, al detalle

El toponium no es una partícula como las que estamos acostumbrados a imaginar. Se trata de una resonancia cuántica, es decir, un estado muy breve y transitorio que aparece cuando se producen un quark “top” y su antipartícula “antitop”.

El toponium tiene tres propiedades que lo hacen absolutamente único. Su tiempo de vida medio es el más pequeño conocido: 2.3 x 10⁻²⁵ segundos. Así escrito, el número puede no impresionar mucho, pero si lo escribimos como 0.00 … tendríamos hasta 24 ceros después del punto decimal. Por lo que más que hablar de partícula, en este caso es más apropiado referirse al toponium como una resonancia.

Además de su vida ultrabreve, el toponium es extraordinariamente masivo, 370 veces más pesado que un protón. Su tamaño también bate récords: se estima en apenas 1.5 x 10⁻¹⁷ metros, unas 60 veces menor que un protón. De forma que hablamos del objeto más pequeño conocido (excluyendo de la lista las partículas elementales que se cree son puntuales, con dimensión cero).

¿Por qué se creía que era imposible de observar?

Para entender el reto, hay que hablar del quark top, ingrediente básico del toponium. Se trata del quark más pesado que se conoce (184 veces más pesado que un protón), descubierto en 1995 en el acelerador Tevatron, situado cerca de Chicago.

Las partículas tan pesadas como este quark sólo pueden producirse en aceleradores de alta energía, como el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) que opera en el CERN, cerca de Ginebra. Pero su existencia es fugaz. Su tiempo de vida media es tan increíblemente corto (4.6 x 10⁻²⁵ segundos) que no le permite formar estados ligados con otros quarks antes de desintegrarse.

Sin embargo… aquí no acaba la historia.

Una suma infinita

Si en un colisionador como el LHC se produce una pareja de quarks top y antitop con velocidad relativa suficientemente baja, los dos quarks podrían interactuar, intercambiando gluones (partículas mediadoras de la interacción fuerte) durante un brevísimo instante antes de desintegrarse. Precisamente este intercambio da lugar a la formación del toponium.

Los cálculos teóricos para el toponium son extraordinariamente complejos. En física de partículas, la mayoría de las predicciones se obtienen paso a paso, mediante cálculos de dificultad creciente. En el caso del toponium, hay que considerar el intercambio de un gluon, dos gluones, tres gluones, etc.

Pero obtener las propiedades físicas del toponium como estado cuasi-ligado requiere sumar la serie infinita de contribuciones. Esto puede hacerse, con ciertas aproximaciones, cuando la velocidad relativa entre los dos quarks es pequeña. Aun así, los cálculos suponen todo un reto.

La teoría predice que, si se forma toponium en el LHC, aparecerá como una resonancia con masa aproximadamente el doble de la masa del quark top, que no experimenta la interacción fuerte. Su espín es cero, como el del bosón de Higgs, pero tiene paridad negativa. El espín es una propiedad cuántica que clásicamente equivaldría a que una partícula gire sobre sí misma, mientras que la paridad refleja cómo cambia un estado cuántico cuando hacemos una inversión espacial de los ejes de coordenadas.

La ‘foto’ del toponium

La unión efímera entre un quark top y un antiquark top formada por el intercambio de gluones.
D. Domínguez/CERN, CC BY

La formación de toponium da lugar a efectos extremadamente sutiles, que durante años se consideraron imposibles de detectar en un colisionador como el LHC.

Buscar el toponium es como buscar una aguja en un pajar de millones de parejas top-antitop producidas. Sin embargo, CMS y ATLAS han logrado observar patrones que coinciden con las predicciones teóricas de este estado, con una certeza estadística altísima (más de 5 sigma), lo que en física equivale a una “confirmación oficial”. Una muestra más de cómo el avance experimental supera las expectativas más optimistas.

Curiosamente, el primer indicio de existencia del toponium llegó de forma inesperada a principios de 2024, a través de la medida del entrelazamiento cuántico entre parejas top-antitop. Las características del toponium (espín cero, paridad negativa) hacen que su presencia aumente el entrelazamiento. Y esto es lo que detectó el experimento CMS en dicha medida.

El futuro del toponium

El reciente descubrimiento de una resonancia con propiedades compatibles con el toponium ha supuesto un éxito rotundo para el CERN. Demuestra cómo el ingenio humano es capaz de superar todos los retos que entraña una medida tan elusiva, hasta hace poco considerada imposible. Al mismo tiempo, supone un avance en nuestra comprensión de la naturaleza y de las interacciones fuertes, en un régimen hasta ahora inexplorado.

El futuro se presenta prometedor. Al igual que ocurrió tras el descubrimiento del bosón de Higgs, ahora la tarea consiste en caracterizar las propiedades del toponium, para comprobar que su espín, color, etc. concuerdan con las predicciones teóricas. Esperamos más resultados pronto, quizás tan pronto como el próximo otoño.

The Conversation

Juan Antonio Aguilar Saavedra es IP1 del proyecto de investigación “Fenomenología de física de partículas en colisionadores y factorías de neutrinos, en el modelo estándar y sus extensiones” PID2022-142545NB-C21, del Plan Estatal de Investigación Científica, Técnica y de Innovación 2021-2023

ref. Toponium: el CERN consigue la foto imposible de la partícula más efímera – https://theconversation.com/toponium-el-cern-consigue-la-foto-imposible-de-la-particula-mas-efimera-262142

Climatisation : quelles alternatives au quotidien, quelles recherches pour le futur ?

Source: The Conversation – in French – By Brice Trémeac, Professeur et directeur du Laboratoire du froid et des systèmes énergétiques et thermiques, Conservatoire national des arts et métiers (CNAM)

Dans un contexte de réchauffement climatique accéléré, la climatisation apparaît comme une réponse évidente à la multiplication des épisodes de chaleur extrême. Pourtant, généraliser la climatisation dite « de confort » – c’est-à-dire en dehors des cas de besoin médical ou professionnel strict – n’est ni pertinente d’un point de vue environnemental ni tenable sur les plans économique et social. Car rafraîchir nos intérieurs à coups de kilowatt-heures, c’est souvent aggraver la chaleur à l’extérieur du local ou bâtiment climatisé, et creuser encore davantage les inégalités entre ceux qui peuvent se payer la fraîcheur et les autres.


L’été 2024 a battu de nouveaux records, et notamment de températures. Selon Santé publique France, 3 700 décès ont été liés à la chaleur, et plus de 17 000 passages aux urgences enregistrés. Alors que les canicules deviennent plus fréquentes, la question de la climatisation revient avec insistance dans le débat public. Faut-il équiper systématiquement nos logements, écoles, bureaux ? Pour beaucoup, la climatisation semble une solution simple et immédiate. Mais elle soulève de sérieux enjeux.

De fait, la climatisation est parfois indispensable. Pour les publics vulnérables (personnes âgées, jeunes enfants, personnes malades) ou pour certains métiers exposés (travailleurs du bâtiment, métiers en environnement confiné ou bruyant, opérateurs manipulant des machines dégageant de la chaleur), elle peut littéralement sauver des vies. On peut également citer la climatisation nécessaire pour les data centers ou dans les musées afin de préserver les œuvres. Mais pour le reste de la population, on parle de « climatisation de confort », dont la pertinence mérite d’être interrogée.

Si la recherche avance sur des innovations technologiques vers des systèmes moins énergivores et plus efficaces, ils ne pourront remplacer une réflexion globale sur notre rapport au confort thermique. La climatisation peut être un outil utile, parfois vital. Mais elle ne doit pas devenir une fuite en avant.

À l’heure du changement climatique, la question n’est pas de bannir la climatisation, mais de repenser nos façons de vivre et nos actions afin qu’elles restent soutenables, équitables et vraiment efficaces.

Pourquoi la climatisation peut poser problème

D’abord sur le plan énergétique. D’après l’Agence de la transition écologique (Ademe), un logement équipé d’une climatisation consomme en moyenne 304 kilowatts-heures par an pour la climatisation, une valeur qui grimpe à 482 kilowatts-heures dans le sud-est de la France. L’impact carbone reste limité grâce au mix électrique français majoritairement bas carbone, mais la facture, elle, est bien réelle : selon EDF, une climatisation peut augmenter de 15 % la consommation d’électricité d’un foyer en été, soit de 76 à 120 euros par an au tarif réglementé.

Ensuite, la généralisation de la climatisation creuse des inégalités sociales. La précarité énergétique d’été est de plus en plus présente en France. Dans de nombreux quartiers populaires, où les logements sont mal isolés, la climatisation est soit absente, soit assurée par des équipements peu performants, souvent bon marché et énergivores (les climatisations mobiles achetées dans un supermarché, par exemple).

Autrement dit, climatiser une « bouilloire thermique » mal conçue revient parfois à climatiser… l’extérieur. Le service rendu est faible, mais la facture salée.

Et pendant ce temps, les rejets de chaleur de ces appareils contribuent à accentuer la température extérieure, aggravant l’îlot de chaleur dans le cas des villes, notamment.

C’est l’un des paradoxes de la climatisation : comme un réfrigérateur, elle rafraîchit d’un côté mais rejette de la chaleur de l’autre. Plus on climatise, plus on chauffe ailleurs : la chaleur rejetée égale à l’énergie pour refroidir additionnée à l’énergie électrique consommée. À Paris, une étude menée par Météo France et le Conservatoire national des arts et métiers (Cnam) dans le cadre du projet Clim2 a montré que les rejets de chaleur des climatiseurs pouvaient faire grimper la température de plusieurs degrés à deux mètres du sol.

Quelles alternatives à la climatisation au quotidien ?

Alors, faut-il renoncer à la fraîcheur ? Pas nécessairement. Des alternatives existent et peuvent répondre efficacement aux besoins de confort thermique, tout en étant bien moins énergivores.

Le programme Climeco, porté par l’Association française du froid (AFF), a ainsi publié un guide d’« écogestes » pour limiter le recours à la climatisation, initialement destiné aux territoires ultramarins, mais parfaitement transposable à d’autres territoires.

Parmi ces gestes simples : limiter les apports de chaleur (en fermant les volets, en réduisant l’usage d’appareils électriques), ne pas régler la température de la climatisation trop bas, choisir un équipement adapté à ses besoins, ou encore entretenir régulièrement son appareil. Mais l’un des conseils les plus efficaces reste : rafraîchir sans climatiser.

Cela passe par des solutions dites passives, comme la ventilation naturelle. Ouvrir les fenêtres la nuit ou tôt le matin, lorsque l’air extérieur est plus frais, permet d’abaisser significativement la température intérieure. Certes, cette stratégie se heurte parfois à un sentiment d’insécurité ou à des contraintes d’environnement sonore, en particulier dans les logements en rez-de-chaussée ou en zone dense.

Côté solutions actives, les ventilateurs ont largement fait leurs preuves. Contrairement à la climatisation, ils ne refroidissent pas l’air, mais créent un courant d’air qui favorise l’évaporation de la sueur, renforçant la sensation de fraîcheur. Certains modèles sont équipés de brumisateurs ou d’humidificateurs, efficaces surtout dans les climats secs.

Les ventilateurs de plafond, ou brasseurs d’air en plafonnier se révèlent particulièrement performants : silencieux, peu gourmands en énergie, ils assurent un brassage homogène de l’air, même à basse vitesse, et sont bien adaptés à un usage nocturne.

Ces équipements, bien choisis et bien utilisés, constituent une alternative crédible et accessible à la climatisation de confort dans une réflexion plus large, qui inclue végétalisation, isolation, protections solaires et optimisation de l’aération : une approche plus systémique que la seule réponse technologique, quand cela est possible.




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Trop souvent, les appareils de climatisation sont surdimensionnés, mal installés ou mal entretenus. Le rôle du professionnel est de dimensionner correctement le système en fonction des besoins réels (on ne choisit pas une voiture de course pour aller chercher son pain !), d’optimiser l’installation, et de garantir un fonctionnement efficace dans le temps.

Les recherches sur la clim du futur

La recherche, de son côté, avance sur plusieurs fronts.

Les industriels et laboratoires travaillent sur des fluides frigorigènes alternatifs ayant un faible pouvoir de réchauffement global (abrégé PRG, c’est un indicateur qui permet de comparer l’impact du réchauffement climatique d’un gaz à effet de serre à une référence, le CO2, sur cent ans), pour remplacer les fluides actuels aujourd’hui très encadrés par la réglementation européenne F-Gas.

On développe aussi des systèmes hybrides, combinant climatisation et récupération de chaleur au niveau du condenseur (l’équivalent de la façade arrière d’un réfrigérateur ménager) pour des applications de réseaux thermiques, par exemple, ou des dispositifs de rafraîchissement par évaporation, moins énergivores.

D’autres axes visent à augmenter l’efficacité énergétique des machines de climatisation – en améliorant les échangeurs thermiques, les compresseurs ou la régulation intelligente – afin de produire plus de froid pour une même quantité d’électricité.


Les projets Analyse de méthodes asymptotiques robustes pour la simulation numérique en mécanique  (ARAMIS) et Évaporateur compact pour systèmes à sorption (Ecoss) sont soutenus par l’Agence nationale de la recherche (ANR), qui finance en France la recherche sur projets. L’ANR a pour mission de soutenir et de promouvoir le développement de recherches fondamentales et finalisées dans toutes les disciplines, et de renforcer le dialogue entre science et société. Pour en savoir plus, consultez le site de l’ANR.

The Conversation

Brice Trémeac est membre et administrateur de l’association française du froid industriel (Aff) et est membre de l’Institut international du froid (IIF). Il a reçu des financements de l’ANR (ANR-12-BS01-0021, ANR-11-SEED-0007), de l’Ademe, France2030 ainsi que différentes entreprises privées dans le cadre de projets de recherche.

ref. Climatisation : quelles alternatives au quotidien, quelles recherches pour le futur ? – https://theconversation.com/climatisation-quelles-alternatives-au-quotidien-quelles-recherches-pour-le-futur-262072

Football financiarisé : l’Olympique lyonnais, symptôme d’un modèle de multipropriété en crise

Source: The Conversation – France (in French) – By Matthieu Llorca, Maitre de conférences en économie, spécialiste des politiques économiques, Université Bourgogne Europe

La crise de l’OL illustre la multipropriété, ou « Multi-Club Ownership ». Son patron John Textor gère également les clubs Botafogo au Brésil et RWD Molenbeek en Belgique. MarcoIacobucciEpp/Shutterstock

La crise traversée par l’Olympique lyonnais (OL) n’est pas un cas isolé dans le football français et européen. Une illustration de la financiarisation du ballon rond ?


Le 9 juillet 2025, la commission d’appel de la Direction nationale du contrôle de gestion (DNCG), le « gendarme financier » du football français, a infirmé la décision de relégation de l’Olympique lyonnais (OL) en Ligue 2, initialement prononcée le 24 juin, pour cause de graves déséquilibres financiers.

Cet épisode, au-delà de son retentissement national, illustre les dérives d’un modèle de gouvernance fondé sur l’endettement et la multipropriété (Multi-Club Ownership [MCO]), aujourd’hui sous le feu des critiques dans le football européen.

Si le cas lyonnais est emblématique, il ne constitue pas une exception. Il illustre des dérives plus larges à l’œuvre dans les structures multiclubs, où se combinent opacité financière, conflits d’intérêts et atteintes potentielles à l’équité sportive.

Tendance dans le football financiarisé

La multipropriété désigne la situation où « un investisseur unique – un individu ou une personne morale – détient des parts du capital de deux (ou plusieurs) clubs », pour l’économiste Wladimir Andreff, parfois répartis sur plusieurs continents.

Longtemps marginal, ce phénomène s’est considérablement accéléré au cours de la dernière décennie : on dénombrait moins de 40 clubs concernés en 2012, contre plus de 180 en 2022 selon l’Union des associations européennes de football (UEFA), et même plus de 280 selon le Centre international d’études du sport (CIES). Le City Football Group, la galaxie Red Bull, 777 Partners, BlueCo, Eagle Football ou encore RedBird Capital figurent parmi les principales entités de cette nouvelle cartographie du football mondial.

Le modèle repose sur une logique pyramidale : détection de talents dans des clubs satellites, valorisation dans des ligues intermédiaires, puis intégration (ou revente) via un club « étendard ». À travers ces structures, les investisseurs cherchent à diversifier leurs risques, optimiser les chaînes de production de joueurs, ou conquérir de nouveaux marchés. Mais ces stratégies supposent des arbitrages qui peuvent entrer en contradiction avec l’autonomie sportive, financière et symbolique des clubs concernés.

Eagle Football Holding : une multipropriété à la gestion opaque

L’exemple de l’OL reflète bien plusieurs tensions propres à la multipropriété. En décembre 2022, l’OL est racheté pour 800 millions d’euros par l’homme d’affaires américain John Textor, via sa holding Eagle Football Holding, déjà propriétaire de Botafogo (Brésil), RWD Molenbeek (Belgique) et actionnaire de Crystal Palace (Angleterre). Le montage financier reposait sur un endettement massif à un taux insoutenable auprès du fonds de pension américain Ares Management : une première tranche de 278,1 millions d’euros à un taux de 2 à 8 % et une deuxième de 151,7 millions d’euros à un taux de 15 % (avec une clause de pénalité pouvant porter le taux à 20 %).

Ce schéma financier a rapidement fragilisé l’OL, ce qui s’est traduit par une instabilité en interne, avec la mise à l’écart du directeur général Laurent Prud’homme en avril 2025 et du directeur administratif et financier Baptiste Viprey. Dans ce système tentaculaire et pyramidal, la stratégie de John Textor a été de mutualiser les ressources sportives entre ses clubs d’Eagle Football Holding. Des transferts croisés (comme ceux de Jeffinho, Almada ou Nuamah) entre Botafogo, RWD Molenbeek et l’OL ont soulevé des soupçons de contournement des règles du marché et de manipulation des bilans.

Un phénomène comparable avait déjà été observé dans les transferts circulaires entre Chelsea et Strasbourg (groupe BlueCo), ou entre Salzbourg et Leipzig (groupe Red Bull), remettant en cause les principes de transparence sur le marché des transferts, et de compétition équitable.

Le modèle multiclub, une atteinte à l’équité sportive

La multiplication de ces montages financiers dans le football soulève une question centrale : celle de l’équité sportive. Que se passe-t-il lorsque deux clubs d’une même structure se qualifient pour une même compétition européenne ?

Conformément à sa règle « d’intégrité des compétitions », l’UEFA interdit à une même entité de contrôler ou d’exercer une influence déterminante sur plusieurs clubs engagés dans une même compétition européenne.

Un seul club par groupe de multipropriété est autorisé à participer ; celui qui dispose du coefficient UEFA le plus élevé. C’est justement ce qui s’est produit dans le cas d’Eagle Football Holding, avec l’UEFA qui autorise l’OL a participer à l’Europa League 2025/2026 au détriment du club anglais de Crystal Palace. Quelques semaines plus tôt, Drogheda United (Irlande) avait été exclu de la Ligue Conférence pour non-conformité aux nouvelles règles, en raison de sa propriété commune avec Silkeborg (Danemark).

Des solutions juridiques ont été trouvées pour contourner cet obstacle (modification des conseils d’administration, dilution des parts), comme ce fut le cas en 2023 lors de l’Europa League, pour Toulouse et l’AC Milan (fonds RedBird), ou pour Brighton et l’Union Saint-Gilloise. Mais ces ajustements soulignent aussi les limites d’un système dont les règles peinent à s’adapter aux nouvelles logiques financières du football mondial.

Le modèle multiclub questionne ainsi les conditions de l’intégrité des compétitions européennes, déjà menacées par les écarts budgétaires croissants et les stratégies de contournement des règles du mécanisme de « fair-play financier (FPF) ».

Identité club affaiblie par la multipropriété

Au-delà des enjeux financiers et réglementaires, la multipropriété influe aussi sur l’identité même des clubs. Une partie des supporters lyonnais considère que leur club a été instrumentalisé et sacrifié par Textor au profit de Botafogo.

Là encore, des parallèles existent : les débats récurrents sur la subordination du RC Strasbourg aux intérêts de Chelsea (groupe BlueCo) ou sur le statut du Girona FC dans la galaxie du City Football Group montrent que les supporters s’interrogent sur la place réelle de leur club dans les stratégies globales de la multipropriété.

Le modèle Red Bull (avec Leipzig et Salzbourg), tout en affichant de bons résultats sportifs et économiques, est souvent critiqué pour sa standardisation des identités visuelles, sa logique purement marketing et son effacement des spécificités locales.

Redresser la barre

Sous la direction de Michele Kang, nouvelle présidente de l’OL depuis juin 2025, le club tente de redresser la barre : réduction de la masse salariale, limitation des transferts, discipline budgétaire, nouvelles garanties bancaires. Mais les conséquences de la multipropriété continuent de peser sur le club, placé sous haute surveillance par l’UEFA en raison de ses dérapages financiers. L’Instance de contrôle financier des clubs (ICFC) de l’UEFA a d’ailleurs sanctionné le club d’une amende de 50 millions d’euros (dont 12,5 millions d’euros ferme payable en deux fois et 37,5 millions d’euros en sursis, conditionnés aux respects des objectifs financiers exigés par l’UEFA).

Le cas de l’OL, loin d’être isolé dans le football européen, révèle ainsi les tensions internes du modèle multiclub : entre diversification financière et perte d’autonomie, entre promesses de synergies et réalités opaques.

The Conversation

Matthieu Llorca ne travaille pas, ne conseille pas, ne possède pas de parts, ne reçoit pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’a déclaré aucune autre affiliation que son organisme de recherche.

ref. Football financiarisé : l’Olympique lyonnais, symptôme d’un modèle de multipropriété en crise – https://theconversation.com/football-financiarise-lolympique-lyonnais-symptome-dun-modele-de-multipropriete-en-crise-260365

Pourquoi acceptons-nous de nous déchausser à l’aéroport ?

Source: The Conversation – in French – By Emmanuel Carré, Professeur, directeur de Excelia Communication School, chercheur associé au laboratoire CIMEOS (U. de Bourgogne) et CERIIM (Excelia), Excelia

Des files d’aéroport aux bacs de contrôle, un rituel discret façonne nos comportements et nous fait accepter sans y penser la logique sécuritaire.


7 h 30, terminal 2E de Roissy. Dans la file qui mène au contrôle, un cadre détache sa ceinture d’un geste mécanique, une mère sort les biberons de son sac, un touriste soupire en délaçant ses chaussures. Tous avancent dans un silence ponctué de bips, à peine troublé par le bruit des casiers sur des tapis roulants.

Cette scène se répète inlassablement : selon l’Association internationale du transport aérien, 4,89 milliards de passagers ont pris l’avion en 2024, soit plus de 13 millions de personnes chaque jour qui traversent ces dispositifs de contrôle.

On pourrait n’y voir qu’une procédure technique nécessaire. Pourtant, observé avec un œil anthropologique, ce moment banal révèle une transformation d’identité aussi efficace que discrète. Car il se passe quelque chose d’étrange dans ces files d’attente. Nous entrons citoyens, consommateurs, professionnels – nous en sortons « passagers en transit ». Cette métamorphose, que nous vivons comme une évidence, mérite qu’on s’y arrête.

La mécanique d’une transformation rituelle

Ce qui frappe d’abord, c’est la dépossession progressive et systématique. Objets personnels, vêtements, symboles de statut disparaissent dans des bacs plastiques standardisés. Cette logique semble arbitraire : pourquoi les chaussures et pas les sous-vêtements ? Pourquoi 100 ml et pas 110 ml ? Cette apparente incohérence révèle en réalité une fonction symbolique : créer un dépouillement qui touche aux attributs de l’identité sociale.

L’ethnographe Arnold van Gennep avait identifié dès 1909 cette première phase des rites de passage : la séparation.
L’individu doit abandonner son état antérieur, se délester de ce qui le définissait dans le monde profane. Ici, le cadre cravaté devient un corps anonyme, dépouillé provisoirement de son costume, soumis au même regard technologique que tous les autres. Cette égalisation forcée n’est pas un effet de bord mais le cœur du processus : elle prépare la transformation d’identité en neutralisant temporairement les hiérarchies sociales habituelles.

Puis vient l’examen : scanners, détecteurs, questions sur nos intentions. « Pourquoi voyagez-vous ? Qui allez-vous voir ? Avez-vous fait vos bagages vous-même ? » Chaque voyageur devient temporairement suspect, devant prouver son innocence. Cette inversion de la charge de la preuve – renversement du principe fondamental « innocent jusqu’à preuve du contraire » – passe inaperçue tant elle semble « logique » dans ce contexte.

Cette phase correspond à ce que Van Gennep appelait la marge ou période liminale, que l’anthropologue Victor Turner a ensuite développée : un moment où le sujet, privé de ses attributs sociaux habituels, se trouve dans un état de vulnérabilité qui le rend malléable, prêt à être transformé. Dans cet entre-deux technologique, nous ne sommes plus tout à fait des citoyens, pas encore des voyageurs.

Bande-annonce du film Border line (2023), de Juan Sebastián Vásquez et Alejandro Rojas, qui illustre le tout-sécuritaire lors des contrôles aux frontières.

Enfin, la réintégration, selon l’ethnographe Arnold van Gennep : nous voilà admis dans l’espace post-contrôle. Nous sommes officiellement devenus des « passagers » – un statut qui suppose docilité, patience, acceptation des contraintes « pour notre sécurité ». L’espace post-contrôle, avec ses duty free et ses cafés hors de prix, marque cette transformation : nous ne sommes plus des citoyens exerçant un droit de circuler, mais des consommateurs globaux en transit, doublement dépossédés de notre ancrage politique et territorial.

Un théâtre sécuritaire paradoxalement efficace

Ces dispositifs présentent un paradoxe troublant. D’un côté, ils détectent effectivement des objets interdits (couteaux oubliés, liquides suspects) et exercent un effet dissuasif réel. De l’autre, ils peinent face aux menaces les plus sophistiquées : en 2015, des équipes de test états-uniennes ont réussi à faire passer des armes factices dans 95 % de leurs tentatives.

En six ans (de 2007 à 2013), le programme de détection comportementale états-unien SPOT a coûté 900 millions de dollars et n’a détecté aucun terroriste. Il a raté les seuls vrais terroristes qui sont passés dans les aéroports, mais il n’y a eu aucun détournement aux États-Unis. Le programme semble donc à la fois inutile (pas de menace réelle) et inefficace (échec sur les vraies menaces).

Cette inefficacité opérationnelle se double d’un déséquilibre économique majeur : selon l’ingénieur Mark Stewart et le politologue John Mueller, les dizaines de millions investis annuellement par aéroport génèrent si peu de réduction effective du risque terroriste que les coûts dépassent largement les bénéfices escomptés.

L’expert en sécurité Bruce Schneier parle de « théâtre sécuritaire » pour désigner cette logique : des mesures dont l’efficacité principale est de rassurer le public plutôt que de neutraliser les menaces les plus graves. Ce n’est pas un dysfonctionnement mais une réponse rationnelle aux attentes sociales.

Après un attentat, l’opinion publique attend des mesures visibles qui, bien que d’une efficacité discutable, apaisent les peurs collectives. Le « théâtre sécuritaire » répond à cette demande en produisant un sentiment de protection qui permet de maintenir la confiance dans le système. Les chercheurs Razaq Raj et Steve Wood (Leeds Beckett University) décrivent sa mise en scène aéroportuaire, rassurante mais parfois discriminatoire.

Dans cette logique, on comprend pourquoi ces mesures persistent et se généralisent malgré leurs résultats limités. En outre, elles contribuent à renforcer une adhésion tacite à l’autorité. Ce phénomène s’appuie notamment sur le biais du statu quo, qui nous enferme dans des dispositifs déjà établis et sur une dynamique sociétale de demande toujours croissante de sécurité, sans retour en arrière semblant possible.

L’apprentissage invisible de la docilité

Car ces contrôles nous apprennent quelque chose de plus profond qu’il n’y paraît. Ils nous habituent d’abord à accepter la surveillance comme normale, nécessaire, bienveillante même. Cette habituation ne reste pas cantonnée à l’aéroport : elle se transfère vers d’autres contextes sociaux. Nous apprenons à « montrer nos papiers », à justifier nos déplacements, à accepter que notre corps soit scruté « pour notre bien ».

Le système fonctionne aussi par inversion des résistances. Résister devient suspect : celui qui questionne les procédures, qui refuse une fouille supplémentaire, qui s’agace d’un retard, se transforme automatiquement en « problème ». Cette classification morale binaire – bons passagers dociles versus passagers difficiles – transforme la critique en indice de culpabilité potentielle.

À force de répétition, ces gestes s’inscrivent dans nos habitudes corporelles. Nous anticipons les contraintes : chaussures sans lacets, liquides prédosés, ordinateurs accessibles. Nous développons ce que le philosophe Michel Foucault appelait des « corps dociles » : des corps dressés par la discipline qui intériorisent les contraintes et facilitent leur propre contrôle.

Au-delà de l’aéroport

Cette transformation ne se limite pas aux aéroports. La pandémie a introduit des pratiques comparables : attestations, passes, gestes devenus presque rituels.

Nous avons pris l’habitude de « présenter nos papiers » pour accéder à des espaces publics. À chaque choc collectif, de nouvelles règles s’installent, affectant durablement nos repères.

Dans la même veine, l’obligation de se déchausser à l’aéroport remonte à une seule tentative d’attentat : en décembre 2001, Richard Reid avait dissimulé des explosifs dans ses chaussures. Un homme, un échec… et vingt-trois ans plus tard, des milliards de voyageurs répètent ce geste, désormais inscrit dans la normalité. Ces événements agissent comme des « mythes fondateurs » qui naturalisent certaines contraintes.

Le sociologue Didier Fassin observe ainsi l’émergence d’un « gouvernement moral » où obéir devient une preuve d’éthique. Questionner un contrôle devient un marqueur d’irresponsabilité civique. Ce qui rend cette évolution remarquable, c’est son caractère largement invisible. Nous ne voyons pas le rituel à l’œuvre, nous vivons juste des « mesures nécessaires ». Cette naturalisation explique sans doute pourquoi ces transformations rencontrent si peu de résistance.

L’anthropologie nous apprend que les rituels les plus efficaces sont ceux qu’on ne perçoit plus comme tels. Ils deviennent évidents, nécessaires, indiscutables. Le système utilise ce que le politologue américain Cass Sunstein appelle le « sludge » : contrairement au « nudge » qui incite subtilement aux bons comportements, le sludge fonctionne par friction, rendant la résistance plus coûteuse que la coopération. Les travaux de psychologie sociale sur la soumission librement consentie montrent que nous acceptons d’autant plus facilement les contraintes que nous avons l’impression de les choisir. En croyant décider librement de prendre l’avion, nous acceptons librement toutes les contraintes qui s’y rattachent.

Questionner l’évidence

Identifier ces mécanismes ne signifie pas qu’il faut les dénoncer ou s’y opposer systématiquement. La sécurité collective a ses exigences légitimes. Mais prendre conscience de ces transformations permet de les questionner, de les délibérer, plutôt que de les subir.

Car comme le rappelait la philosophe Hannah Arendt, comprendre le pouvoir, c’est déjà retrouver une capacité d’action. Peut-être est-ce là l’enjeu : non pas refuser toute contrainte, mais garder la possibilité de les penser.

The Conversation

Emmanuel Carré ne travaille pas, ne conseille pas, ne possède pas de parts, ne reçoit pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’a déclaré aucune autre affiliation que son organisme de recherche.

ref. Pourquoi acceptons-nous de nous déchausser à l’aéroport ? – https://theconversation.com/pourquoi-acceptons-nous-de-nous-dechausser-a-laeroport-261487

Ubuntu matters: rural South Africans believe community care should go hand-in-hand with development

Source: The Conversation – Africa – By Simphiwe Gongqa, PhD candidate, Rhodes University

The failure of many development initiatives has led some scholars, especially those associated with the post-development and decolonial schools of thought, to call for alternatives to development.

The idea of development is a very influential way of explaining inequalities between different parts of the world. Most people think of some parts of the world as ‘developed’ and others as ‘developing’ and believe that those in the ‘developing’ world need to follow in the footsteps of those ahead of them on a universal path to development.

However, critics of development reject this way of thinking. They believe that development damages the environment and is a form of cultural imperialism and that people should rather look to Indigenous concepts and practices to find alternative ways to live a good life. The African concept of Ubuntu is often mentioned.

This term can be explained with reference to the isiZulu saying ‘umuntu ngumuntu ngabantu’ which means ‘a person is a person through other people’. It entails an ethics of care, compassion and cooperation.

Concepts like Ubuntu are often contrasted with the idea of development. Advocates of alternatives believe that people in the Global South can draw on these concepts, rather than the idea of development, in order to improve their lives.

We both study development and are interested in how communities in Africa understand development, including the question of whether or not people in Africa are pursuing alternatives to development.

Based on our work, we contributed a chapter to a recent book which explores the question of alternatives to development in the Global South. Our contribution to this book looks specifically at the question of how South Africans understand development and Ubuntu and whether they see Ubuntu as a possible alternative to development.

We spoke to people living in four marginalised communities in KwaZulu-Natal and the Eastern Cape. Such communities would be regarded by mainstream development thinkers as in need of development. These communities were also chosen because the people living there would be likely to have some understanding of the concept of Ubuntu as residents are isiZulu or isiXhosa speakers, two of the sociolinguistic groups commonly associated with the idea of Ubuntu.

We found that people in these communities value both development and Ubuntu and see the two concepts as related to each other, but not necessarily in the way that either development or post-development theorists imagine. This study supports our previous research suggesting that people continue to value development.

Respondents’ views on development and Ubuntu

There were some differences in the way in which the communities spoke about development and Ubuntu. The KwaZulu-Natal communities placed emphasis on infrastructure, education and health, when asked to define how they understand development.

Typical responses of KwaZulu-Natal residents to the question ‘What is development?’ included:

  • We want development … in order to have roads, [government housing], clinics and farming initiatives.

  • When we say that a place is developed, we see schools, libraries, roads, churches and clinics.

  • Things like water, houses [government housing], electricity, and sewerage systems.

  • There should be libraries, schools, houses [government housing], water, electricity, sewerage systems and hospitals.

In the Eastern Cape, where only rural respondents were interviewed, residents mentioned infrastructure (roads, houses and schools) less often than those in KwaZulu-Natal and placed greater emphasis on income-generation opportunities, employment opportunities and support for farming. Some of the responses are given below:

  • Development means the creation of jobs to me.

  • Development means building. For example, building creches in the village, planting crops and creating jobs.

  • Development is growth. For example, rearing chickens and other animals for you to grow financially.

When defining Ubuntu, respondents emphasised care, compassion, cooperation, helpfulness, mutual respect, harmony, consideration, dignity and a willingness to share.

Here are some of the typical responses given when people were asked to define Ubuntu:

It is being able to live with one another, you see. A person is a person because of other people kind of thing, and you must get along with all people and there shouldn’t be a person that you hate. You must be able to help another person in need if you can and there must be harmony with everyone.
Ubuntu is about unity and empathy and love, yes. If we speak of Ubuntu, we speak of thinking for each other, and helping each other.

When asked about the relationship between Ubuntu and development, most respondents suggested that Ubuntu and development can and should work together.

Respondents commonly argued that development could best be advanced if people showed Ubuntu, which was presented as an ethic of care and cooperation. Consider the following comment:

[Development and Ubuntu] go hand in hand because when I have something, I have to pull up a person that I see who is struggling and place them at an equal footing with me or maybe higher than me. I don’t look down on them because they are struggling, and I shouldn’t watch them walk to town everyday whilst I have a car that can help them because they are disadvantaged. If I have food, and a fellow person is hungry; I must give them food for free, yes, that is Ubuntu.

The strong sense from our interviews is that people want development (understood as the provision of basic services and the general improvement of their lives) and they want it to be brought about in a way that is characterised by an ethics of Ubuntu (understood as an ethic of care and cooperation).

Advocates of alternatives need to be cautious

Our research suggests that at least some Global South communities engage with concepts like Ubuntu and development in ways that do not support claims that people should abandon development and live according to Indigenous concepts and practices to have a better life. Rather than viewing Ubuntu as an alternative to development, the people we interviewed suggest that development and Ubuntu are complementary.

When seeking to articulate alternatives, it is important to be attentive to what people mean by development and Ubuntu so that activists and scholars from different communities can work together to build better lives for all.

We acknowledge the role of Nhlanhla Mkhutle who conducted the KwaZulu-Natal fieldwork for this study and who co-authored the chapter upon which this article is based.

The Conversation

The authors do not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organisation that would benefit from this article, and have disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.

ref. Ubuntu matters: rural South Africans believe community care should go hand-in-hand with development – https://theconversation.com/ubuntu-matters-rural-south-africans-believe-community-care-should-go-hand-in-hand-with-development-259422

Drones, disinformation and guns-for-hire are reshaping conflict in Africa: new book tracks the trends

Source: The Conversation – Africa (2) – By Alessandro Arduino, Affiliate Lecturer, King’s College London

Alessandro Arduino has researched Africa’s security affairs with a particular focus on the use of private military companies and other guns-for-hire across the continent. In his latest book, Money for Mayhem, Arduino examines how military privatisation intersects with international power dynamics. Drawing on fieldwork, interviews and firsthand data, he tracks actors from Russia, China and the Middle East to explore how they profit from instability across Africa.

What war trends did you identify in your book?

In Money for Mayhem, I chart the rise of mercenaries, private military companies and hackers-for-hire, alongside emerging technologies like armed drones.

Nowhere does this rise ignite more readily than in Africa. The continent is flush with abundant natural resources that offer lucrative gains, but is hobbled by weak post-coup states desperate for foreign support. The continent has also been fractured by power vacuums, creating ineffective or weak regional and continental institutions that enable militant networks.

As a result, mercenaries and contractors have returned to the central stage in Africa. They were once the not-so-hidden hand in post-colonial civil wars, such as in Angola in the 1970s and Sierra Leone in the mid-1990s where highly trained mercenaries profited from the conflict.

Today, guns for hire wield profound geopolitical influence.

What did you find out about the key players?

Take Russia’s Wagner Group. It continues to be active from Libya to Sudan. The group is known for deploying paramilitary forces, conducting disinformation campaigns and supporting powerful political figures from Mali to the Central African Republic. Following its leader’s death in 2023, the Wagner Group shifted its operations. Rebranded as the Africa Corps,the group serves as a key instrument of Moscow’s influence on the continent.

Then there are Turkish private military outfits operating from Tripoli to Mogadishu. Turkey’s private military companies are fast becoming a key instrument in President Recep Erdogan’s foreign policy. What sets these companies apart is their ability to pair boots on the ground with Turkey’s battle-proven armed drones. This fusion of a rentable army and an off-the-shelf air force could become a powerful export, serving Ankara’s political and economic ambitions in Africa.

Then there are the Chinese private security companies, protecting Chinese investments and citizens in Africa. Their rise mirrors Beijing’s deepening footprint, where it is pouring billions into infrastructure and mining projects. In volatile nations like the Democratic Republic of Congo, Sudan and South Sudan, weak and unreliable local security forces have created a vacuum that’s being filled by Chinese security contractors.

Through the ages, the mercenary’s paradox has endured: despised yet indispensable. Their business thrives on perpetual chaos. Every ceasefire threatens their livelihood.

This dynamic was evident after Muammar Gaddafi’s fall in 2011 in Libya. Both the Government of National Accord in Tripoli and the rival Libyan National Army in the east turned to international mercenaries such as the Wagner Group and fighters from sub-Saharan Africa. This heavy dependence on foreign fighters obstructs national reconciliation.

The Wagner tale is instructive. Once a Kremlin proxy in resource-rich Africa, the group amassed its own power. It was dismantled when it outlived its usefulness. The dispatch of Russian generals to negotiate Wagner’s fate in 2023 from Libya to Niger was a lesson in power: the puppeteer remains firmly in control.

Russia’s foreign and defence ministries moved swiftly to reassure Middle Eastern and African partners that operations would continue uninterrupted after the death of Wagner’s leader. This signalled that unofficial Russian forces would maintain their presence on the ground.

What is happening that’s new?

The revolution in modern warfare is evident across Africa. Mercenaries, armed drones and AI-driven disinformation campaigns are redefining conflict. Today’s battlefields are evolving at such a dizzying pace that even seasoned military experts are routinely caught flatfooted.

The speed of change is unprecedented.

Drones, once the province of great powers, have become commonplace. Inexpensive, lethal, versatile and ever more autonomous, they patrol the skies daily, ushering in a remote-warfare era that upends ethical, strategic and tactical norms.

The cost of a suicide drone, for instance, typically runs into a few thousand US dollars. A battle tank averages US$3–4 million. Three such drones and a skilled pilot can destroy a single tank, dramatically shifting the cost-benefit equation on the modern battlefield.

Africa was an early proving ground: drones shaped the Libyan civil war. Since 2019, multiple incidents of precision air strikes conducted by unknown aircraft have occurred in apparent violation of a United Nations arms embargo.

In early 2025, drones served as an off-the-shelf air force in the bombing of Port Sudan. Explosions rocked the vital humanitarian gateway in Sudan’s ongoing civil war between the Sudanese Armed Forces and the paramilitary Rapid Support Forces.

Sudan’s army pinned these strikes on the Rapid Support Forces, highlighting the paramilitary group’s deadly embrace of drone warfare. Lacking a formal air force, drones offer the Rapid Support Forces a low-cost, high-lethality shortcut that delivers devastating blows while cloaking its operators in plausible deniability.

How else is the warfare landscape changing?

War is now being waged on other fronts as well.

Africa’s youthful population consumes information primarily via social media. This provides fertile ground for propaganda, disinformation and misinformation – amplified by artificial intelligence (AI) at minimal cost.

Deepfakes have burst onto the scene as a dire cybersecurity threat. AI-driven disinformation at an industrial scale is already a reality, magnifying hate speech and targeting the message to intended audiences with precision and at very low cost.

For example, TikTok’s own recommendation engine has already come under fire from African human rights groups for amplifying toxic rhetoric.

Already, false narratives thrive in Africa all on their own. AI’s true danger lies in its ability to turbocharge disinformation.

Governments recognise that defending the homeland no longer means guarding cables and servers alone. It also means safeguarding the integrity of information itself.

What needs to be done?

Based on my findings, I argue that the fractures today are tomorrow’s global crises. War has irrevocably changed, and its next phase is already upon us.

Marshalling global vigilance is a categorical imperative – or the world risks ceding control over violence. Building international consensus on already available enforcement mechanisms to regulate non-state armed actors is needed. There is also a need to strengthen global intelligence sharing to track the movements and influence of mercenaries across conflict zones.

The Conversation

Alessandro Arduino is an Associate Fellow at the Royal United Services Institute (RUSI)

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