Educación musical en la infancia: un entrenamiento invisible para el cerebro

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Paloma Bravo-Fuentes, Profesora ayudante doctora del área de Didáctica de la Expresión Musical, Universidad de Málaga

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Aprender música en la infancia no solo despierta la sensibilidad artística: también entrena el cerebro. Diversos estudios en neurociencia han demostrado que la práctica musical mejora la atención, la memoria y la capacidad de planificar, habilidades esenciales para el desarrollo cognitivo y emocional de los niños y de las niñas.

Eso sí, los beneficios no aparecen por igual en todos los casos: dependen del tipo de aprendizaje, de su duración y de la calidad de la enseñanza. Por eso, cuando se vive como una experiencia educativa estructurada, la música se convierte en una gran aliada para que el alumnado escolar crezca con más creatividad, confianza y capacidad cognitiva.

Control, memoria y flexibilidad

A continuación, enumero lo que se sabe sobre el impacto del aprendizaje musical en el cerebro infantil, con datos recientes:

  1. Control inhibitorio: se han identificado numerosas mejoras en nuestra capacidad de frenar impulsos automáticos o respuestas inapropiadas.

  2. Memoria de trabajo y flexibilidad cognitiva: la memoria de trabajo es la capacidad de mantener y manipular información de manera temporal para realizar una tarea. Por ejemplo, recordar un número mientras lo anotamos. La flexibilidad cognitiva sin embargo, se refiere a la habilidad de cambiar de estrategia, perspectiva o foco de atención según lo requiera la situación. Permite adaptarse a nuevas reglas, resolver problemas de diferentes maneras o ser capaz de alternar entre tareas. Ambas son fundamentales en la etapa preescolar, ya que sostienen el aprendizaje y la capacidad de adaptación ante nuevas tareas. Estudios recientes con población infantil confirman que la educación musical puede favorecer estas habilidades.

  3. Lenguaje y lectura: La relación entre música y lenguaje se ha ido probando más consistentemente en los últimos años, mostrando cómo ciertos componentes del aprendizaje musical pueden transferirse a las habilidades lectoras. En particular, la alfabetización musical y el entrenamiento rítmico favorecen la conciencia fonológica y la fluidez lectora, al reforzar la percepción de patrones sonoros y la sincronización temporal.

  4. Cambios cerebrales: La práctica musical no solo influye en el comportamiento, sino que también produce modificaciones observables en el cerebro. Estudios de seguimiento longitudinal muestran que una formación musical continuada induce cambios tanto microestructurales como macroestructurales en regiones implicadas en el procesamiento auditivo y en el control motor. La práctica musical se asocia con un aumento de la integridad de la sustancia blanca y modificaciones volumétricas en áreas auditivas primarias y en circuitos motores, evidenciando la plasticidad cerebral derivada de la educación musical.




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Cómo interpretar estos resultados

Las ventajas citadas provienen de estudios muy variados, con metodología y objetivos diversos. Esto quiere decir que no pueden asumirse como aplicables a todas las circunstancias y a todas las personas. La pedagogía empleada, la formación del profesorado, la duración de las intervenciones y la fidelidad con la que se implementan son factores que influyen en cuánto y cómo podemos beneficiarnos de estudiar música.

Por ello, trasladar estos hallazgos al aula de primaria exige diseñar propuestas musicales que estén estructuradas, que sean intencionales y que no estén encaminadas únicamente al aprendizaje musical en sí, sino a un desarrollo integral del alumnado. de esta manera, algunas propuestas sencillas podrían ser:

  1. Semáforo rítmico (para trabajar el control inhibitorio). Favorece la capacidad de frenar impulsos automáticos. El alumnado sigue un patrón rítmico concreto cuando la luz está en verde y debe detenerse en rojo, usando percusión corporal o instrumentos sencillos.

    A diferencia de otros juegos como el “escondite inglés”, en el que también hay que parar de repente, la clave de este recurso está en el papel del ritmo. Este introduce una estructura temporal que guía la atención y el movimiento: los niños y niñas no actúan de manera libre, sino que deben ajustarse a una secuencia repetida de tiempos. En otras palabras, el ritmo genera un automatismo motor y atencional que resulta más difícil de frenar que un simple movimiento libre. Al tener que parar justo en un momento concreto, el alumnado ejercita mayor control sobre sus impulsos y mejora la sincronización entre atención, percepción auditiva y acción motora. Además, se activa la dimensión musical y expresiva, lo que hace la actividad más atractiva y motivadora.

  2. Eco en capas (para trabajar la memoria de trabajo). El profesorado propone secuencias rítmicas o melódicas que el alumnado debe repetir y acumular. Cada secuencia exige mantener y manipular información de manera temporal.

    Al repetir y encadenar secuencias, el alumnado desarrolla el oído musical, ya que aprende a reconocer patrones sonoros y a diferenciarlos entre sí. También mejora la precisión rítmica y melódica, porque no basta con recordar la secuencia: hay que reproducirla con fidelidad. A medida que las se acumulan, los niños y niñas ejercitan la anticipación (saber qué viene después), la coordinación (responder a tiempo) y la creatividad musical (al explorar combinaciones nuevas).

  3. Ritmo-sílaba-letra (para fortalecer el aprendizaje de la lectura). Se asocian patrones rítmicos con sílabas y palabras para reforzar la conciencia fonológica. ¿Cómo se hace? El profesorado propone un pulso estable con palmas, instrumentos o incluso marcando el compás con el pie. Sobre ese pulso, el alumnado va “encajando” las sílabas de una palabra o frase. Por ejemplo, la palabra “ca-sa” se dice en dos golpes, una sílaba por cada pulso. Después se pueden construir frases enteras, distribuyendo las sílabas en el ritmo.

    De este modo, el ritmo funciona como soporte para organizar el lenguaje: cada sílaba tiene su lugar, lo que refuerza la conciencia fonológica (darse cuenta de que las palabras se componen de partes más pequeñas). Además, al practicar con frases más largas, el alumnado gana fluidez lectora, porque no solo descifra las letras, sino que coordina voz, ritmo y comprensión de manera integrada.

  4. Percusión corporal con reglas cambiantes (para fomentar la flexibilidad cognitiva). Se inician patrones de percusión corporal que cambian según una señal. El alumnado debe adaptarse rápidamente a la nueva regla.

    Un patrón de percusión corporal es una secuencia rítmica repetida con el cuerpo (por ejemplo: palma–muslo–palma–chasquido). El grupo sigue un patrón y, cuando el profesorado da una señal, debe cambiar rápidamente a otro. Este ejercicio obliga a romper la rutina y adaptarse a nuevas reglas, entrenando la flexibilidad cognitiva mientras se trabaja de forma musical y divertida.

Uso intencional de la música

En definitiva, la música no es solo una materia artística con la que se enseña a tocar un instrumento o a leer partituras. También es una herramienta pedagógica poderosa cuando es utilizada de forma intencionada. Los ejemplos añadidos (juegos rítmicos, ecos melódicos, percusión corporal…) muestran cómo las dinámicas musicales pueden ayudar a entrenar la atención y la memoria, además de reforzar la lectura, entre otros beneficios.

La clave está en que dichos beneficios no aparecen por sí solos con cualquier clase de música: surgen cuando el profesorado diseña propuestas específicas que combinan el disfrute estético y musical con objetivos cognitivos claros. Dicho de otro modo: no se trata solo de “aprender música”, sino de usar la música como un puente para aprender mejor.

The Conversation

Paloma Bravo-Fuentes no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Educación musical en la infancia: un entrenamiento invisible para el cerebro – https://theconversation.com/educacion-musical-en-la-infancia-un-entrenamiento-invisible-para-el-cerebro-264319

Atraídos por la oscuridad: ¿por qué nos encantan los villanos de la ficción?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Joaquín Mateu Mollá, Doctor en Psicología Clínica. Director del Máster en Gerontología y Atención Centrada en la Persona (Universidad Internacional de Valencia), Universidad Internacional de Valencia

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En nuestra infancia, los adultos nos relataban historias inspiradoras sobre héroes. Eran cuentos con intención moralizante que buscaban enseñarnos cómo lidiar con problemas, cómo enfrentar nuestros miedos o cómo relacionarnos con otros. A menudo seguimos evocando estas historias, oídas en el regazo de nuestros padres o abuelos, con cierta aura nostálgica.

Ya de mayores, el cine y la literatura toman el relevo de nuestros allegados para avivar la épica de la que disfrutamos en la niñez. Muchas veces, por qué no decirlo, de forma algo maniquea y con propósitos interesados. La idea, al fin y al cabo, es enervar los afectos para vender ideas o incluso productos.

Y aquí es, precisamente, donde ocurre algo realmente curioso y bien documentado en psicología: los villanos ejercen en nosotros un poder realmente seductor. A veces, incluso mayor que el de los héroes. Casi como si, con esta respuesta, nos opusiéramos rabiosamente a lo establecido.

Héroes y villanos en la ficción

Héroes y villanos tienen papeles muy diferenciados; hasta podría decirse que antagónicos. Se trata de dos arquetipos que representan nuestras filias y fobias, diseñados para profundizar en los complejos conceptos de la bondad y la maldad que moldean los consensos sociales.

En la ficción, los héroes son representados de forma invariablemente amable. Se les confiere un arco narrativo a través del cual se ilustra la epopeya de su previsible victoria: el conocido “viaje del héroe”. Este viaje no es más que una estructura literaria rígida que permite organizar las acciones cronológicamente de una forma un tanto forzada.

Concretamente, los héroes suelen proceder de lugares ordinarios y vivir existencias desapasionadas, hasta que un día cualquiera ocurre algo inesperado que los llama a la aventura. Aunque puedan intentar desoírlo, siempre acaba irrumpiendo alguna circunstancia extraordinaria que los empuja a enfrentarse definitivamente a lo desconocido.

En su odisea encuentran amigos entrañables y antagonistas que ostentan un poder mayor al suyo, con aviesas intenciones. En el ardor de estas tensiones opuestas se orquestan los hechos requeridos para alcanzar el clímax emocional, el cual sumerge al héroe (y al mundo por extensión) en una profunda desesperanza.

Es en este momento de debilidad cuando florecen sus cualidades humanas, que le sirven para alcanzar la victoria y regresar a la cotidianidad atesorando una experiencia transformadora. Esta forzosa humanidad pretende apelar a la audiencia para convencerla de que todos nosotros atesoramos la fuerza necesaria para trascender nuestras propias limitaciones.

Asociamos la belleza a la bondad

Quienes relatan estas historias, según las opciones que les brinde el formato, añaden además una constelación de rasgos físicos deseables a los héroes (hermosos, fuertes, etc.). Con ello aprovechan el popular sesgo perceptivo beauty-is-good, muy estudiado en psicología. A través de él atribuimos automáticamente cualidades positivas a quienes se ajustan al estándar estético predominante, aunque no exista conexión lógica.

Al contrario, los villanos son representados con rasgos físicos imperfectos para estimular un juicio negativo, explotando nuestra tendencia a percibir las desviaciones de la belleza como indicios de maldad (sesgo anomalous-is-bad). Es algo bastante manido en obras que ya forman parte de la cultura pop, con personajes tales como Freddie Krueger, Voldemort o Scar.

Además, los villanos personifican cualidades que las sociedades juzgan como reprobables: la violencia, el egoísmo, el ansia de poder y la falsedad. Siendo esto así, cabe preguntarnos entonces: ¿por qué nos atraen tanto?

La paradoja de la atracción por la maldad

Mucho se ha escrito sobre este asunto y, ciertamente, sigue siendo un misterio que ocurra frecuentemente lo contrario de lo previsto: nos atrae más el villano que el héroe. Basta con echar un vistazo al merchandising de las grandes producciones para darnos cuenta de que Úrsula, Maléfica o Joker arrasan frente a otros muchos personajes bondadosos.

Una de las posibles razones es la complejidad que albergan estos personajes: mientras los héroes están encorsetados, los villanos explotan una constelación mayor de motivaciones. De hecho, cuando no ejercen la maldad por simple afición, sino que enfrentan dualidades y contradicciones, resultan todavía más atractivos para la audiencia.

Otra potencial explicación es el rol de rebeldía y de oposición a las normas que ostentan los malvados. Los villanos suelen ser odiados por consenso y, aunque pueda parecer contraintuitivo, los espectadores tendemos a empatizar con quienes enfrentan el desprecio generalizado (efecto underdog). Esto se exacerba si se ha dotado al némesis de un contraste suficiente entre su historia, sus convicciones y sus acciones.

La oscuridad de los villanos nos recuerda nuestras imperfecciones

Por supuesto, la oscuridad de la que se revisten los villanos también facilita que nos asomemos por un momento al abismo de nuestras propias imperfecciones. La gran mayoría de los seres humanos albergamos la certeza de ser falibles, de poseer algún rasgo indeseable. Esto facilita que nos sintamos identificados con quienes no solo no lo ocultan, sino que lo elevan como una parte cardinal de sus personalidades.

Además de esto, los villanos suelen representarse con otras dos cualidades que se valoran positivamente: la capacidad directiva de promover los sucesos que sirven como resortes para la acción y, al menos en las producciones modernas, el ingenio o el humor. Esto diluye los roles protagónicos de los héroes y abre un espacio notable para que el “malo” pueda lucirse.

Para acabar, los villanos pueden lograr algo importante que el héroe convencional no: la redención. Mientras que los “buenos” suelen presentarse a menudo como recipientes sin mácula alguna, los malvados pueden resarcirse de sus fechorías y compensar al resto de personajes o a la humanidad en su conjunto. La mera posibilidad de que esto suceda es un detonante emocional clave que los convierte en personajes trascendentes y memorables.

The Conversation

Joaquín Mateu Mollá no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Atraídos por la oscuridad: ¿por qué nos encantan los villanos de la ficción? – https://theconversation.com/atraidos-por-la-oscuridad-por-que-nos-encantan-los-villanos-de-la-ficcion-205055

Ancient antelope teeth offer surprise insights into how early humans lived

Source: The Conversation – Africa (2) – By Megan Malherbe, Research Assistant Scientific Collection Institute of Evolutionary Medicine Faculty of Science, University of Zurich

Understanding what the environment looked like millions of years ago is essential for piecing together how our earliest ancestors lived and survived. Habitat shapes everything, from what food was available, to where water could be found, to how predators and prey interacted.

For decades, scientists studying South Africa’s Cradle of Humankind have tried to reconstruct the landscape in which species like Australopithecus sediba, Paranthropus robustus and Homo naledi once lived. These were hominins that inhabited the region between roughly 2.5 million and 0.25 million years ago. The Cradle of Humankind is a Unesco world heritage site that has remained the single richest source of early human fossils for over 90 years.

A long-standing idea has been that the Cradle experienced a dramatic environmental change around 1.7 million years ago: a shift from woodlands to open grasslands. This shift likely happened as global climates became cooler and drier, with stronger seasonal patterns. These broader changes, linked to the expansion of polar ice sheets and shifts in atmospheric circulation, reduced the availability of year-round rainfall in southern Africa.

Trees and shrubs, which depend on consistent moisture, gave way to hardy grasses better suited to long dry seasons and intense sunlight. In the woodlands, dense trees and shrubs had once provided leafy vegetation for browsing animals. As the landscape opened up, short grasses became dominant, supporting grazing animals.

This supposed sudden transformation was thought to have reshaped the setting in which early humans evolved, possibly influencing their diets, mobility and survival strategies.

But was there really such a sudden switch?

I’m a palaeoecologist who’s part of a team that specialises in reconstructing ancient environments by studying fossil animals. We set out to test the “sudden switch” idea, using a large dataset of fossil antelope teeth. Antelopes (bovids) are particularly useful for reconstructing past environments in Africa: they are abundant in the fossil record, they occupy a wide range of habitats today as well as in the past, and their teeth preserve clear signals of what they ate.

We examined more than 600 fossil teeth from seven well-dated sites in the Cradle, covering a broad time span from 3.2 million to 1.3 million years ago.

The results of our study were striking. Across all seven sites, spanning nearly two million years, the antelopes show consistently strong grazing signals. Grass-eating was dominant throughout the period, challenging the old model of a sudden woodland-to-grassland shift 1.7 million years ago. Instead, the evidence points to a more stable but varied landscape: a mosaic environment. Some fossil species even showed different feeding strategies from their modern relatives, highlighting that ancient antelopes adapted to past conditions in distinct ways.

This tells us more about the world early humans evolved in – but it also reminds us to be cautious. Fossil animals didn’t always behave like their modern relatives, so drawing direct parallels risks oversimplifying the past.

Dating the sites

To interpret the fossils in context, we needed to be sure of when each site formed. Previous work often relied on broad age estimates based on the types of animals found in each sediment layer – a method called biochronology – which could only give a rough idea of when different species lived. This made it difficult to line up fossils from the many cave sites in the Cradle on a reliable timeline. Thanks to recent improvements in radiometric dating, a method that finds the precise age of rocks by measuring how radioactive elements change into other elements over time, the chronology of the Cradle has been refined.

The layers of calcite deposited in caves (known as flowstones) were recently shown by geochronologists to have formed at the same time across multiple sites, providing a regional framework for the whole area. This means researchers can now compare fossils from different caves knowing they represent the same windows of time. It’s a huge step forward in testing whether environmental shifts were truly regional events.

Reading diets from teeth

The method used in this study is called dental mesowear analysis. It records the long-term impact of diet on the tooth surfaces of herbivores throughout their life. In simple terms, different diets wear teeth in different ways:

  • browsers (like kudu or giraffes), which eat leaves and twigs, usually have sharper cusps, because their food causes less wear on the teeth

  • grazers (like wildebeest or zebra), which feed mostly on grasses rich in silica and often covered in grit, develop blunter cusps from heavy tooth grinding

  • mixed feeders show intermediate wear, reflecting generalist behaviour and a diet that shifts with seasons or local vegetation.

By scoring cusp shape and relief on each fossil tooth, we assessed whether past populations leaned more towards browsing or grazing.

The results showed there was a mix of different habitats in this environment at that time: open grassy areas mixed with patches of trees and shrubs. This would have created a patchwork of ecological niches, offering early humans a diverse range of resources.

Some sites – including the famous Sterkfontein Caves, home to one of the most complete early hominin skulls ever found, “Mrs Ples” – showed a bimodal pattern in tooth wear, meaning that even within the same community, some antelopes were grazing while others were browsing. This suggests that vegetation structure shifted locally or seasonally, and that animals adapted their diets accordingly. They switched between food sources as conditions changed.




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Lessons from antelope diets

One of the most important findings is that some fossil antelopes fed very differently than their modern relatives. For example, certain groups that today are almost exclusively browsers were much more grass-focused in the Cradle fossil record. Others showed unexpected flexibility, with individuals of the same tribe in the same site adopting different strategies.

This has two key implications.

We cannot always rely on modern analogies. Assuming extinct animals behaved like their living relatives can be misleading, since the fossil record shows surprising shifts in diet. This means reconstructions based only on which species were present may give the wrong impression or oversimplify the reality.

Flexibility was crucial. The fact that antelopes could switch between grazing and browsing indicates that the Cradle’s environment was dynamic, and that survival often depended on adaptability. This echoes what we know about early humans, who also seem to have thrived by exploiting a wide range of resources.

The Conversation

Megan Malherbe is affiliated with the Institute of Evolutionary Medicine at the University of Zurich, and the Human Evolution Research Institute at the University of Cape Town.

ref. Ancient antelope teeth offer surprise insights into how early humans lived – https://theconversation.com/ancient-antelope-teeth-offer-surprise-insights-into-how-early-humans-lived-267169

Japan’s sumo association turns 100 – but the sport’s rituals have a much older role shaping ideas about the country

Source: The Conversation – USA (3) – By Jessamyn R. Abel, Professor of Asian Studies and History, Penn State

Sumo wrestlers Daieisho and Roga compete in a Grand Sumo Tournament bout at the Royal Albert Hall in London on Oct. 19, 2025. AP Photo/Frank Augstein

A visitor to Japan who wanders into a sumo tournament might be forgiven for thinking they had intruded upon a religious ceremony.

Tournaments begin with a line of burly men wearing little more than elaborately decorated aprons walking in a line onto a raised earthen stage. Their names are called as they circle around a ring made of partially buried bales of rice straw. Turning toward the center, they clap, lift their aprons, raise their arms upward, and then exit without a word.

Then two of those men face each other, crouching, clapping their hands together and stomping on the ground. They pause repeatedly to rinse their mouths with water and toss salt into the ring.

Overseeing their movements is a man outfitted in a colorful kimono and a black hat resembling that of a Shinto priest and holding a tasseled fan. After a subtle gesture with his fan, they finally grapple – and only then would the uninformed observer realize that the performance was an athletic event.

Every sport has its rituals, from the All Blacks rugby team’s pregame haka to the polite handshake between victor and vanquished over the tennis court net. Some, like many sumo rituals, have roots in religious practices. A few hundred years ago, competitions were frequently held at temples and shrines as part of festivals.

Two men in white robes bow, standing on the side of a dirt ring, as another man in white robes sits between them.
Sumo referees perform the Shinto ritual to purify and bless the ring ahead of a tournament at the Royal Albert Hall in London on Oct. 15, 2025.
AP Photo/Frank Augstein

Today, sumo is a modern sport with records, rules and a governing institution that celebrated its 100th anniversary in October 2025. But those religious roots are still visible. The salt the wrestlers throw, for example, is a purifying element. The clapping is a way of drawing the attention of the gods.

As a historian of modern Japan and a scholar of sports and diplomacy, I have seen many ways in which sports are much more than “just a game.” Sport rituals are an important part of those wider meanings. In fact, sumo and its rituals have helped shape foreign perceptions of Japan for at least 170 years.

First impressions

The first sumo tournament known to have been observed by American spectators was held in March 1854, in honor of a treaty establishing diplomatic relations between the United States and Japan. Described in the personal journal kept by Commodore Matthew Perry, the leader of the mission to Japan, the exhibition before gawking American sailors seemed designed to impress.

Before the matches began, the athletes put on a performance of strength, loading the American ships with a gift of some 200 bales of rice from the Japanese government. Perry describes how two dozen huge men, “naked with the exception of a narrow girdle around the loins,” paraded before the American crew before getting to work, each shouldering two 135-pound bales.

If the actual sumo competition was intended to inspire appreciation of Japanese culture, it backfired. Perry’s descriptions of the wrestlers were full of unflattering animal metaphors. He wrote that they resembled “stall-fed bulls” more than human beings and made noises like “dogs in combat.”

At the time, sports as we know them today were just emerging in England and the United States. Some of the earliest rules of soccer were recorded in the 1840s, and baseball’s growing popularity led to the development of professional leagues after the U.S. Civil War.

With this American idea of sports in Perry’s mind, the sumo tournament did not impress him. He called the bouts a “farce” and judged the wrestlers’ physique as one that “to our ideas of athletic qualities would seem to incapacitate him from any violent exercise.”

An illustration in muted colors shows two large men wrestling on a platform between red posts, as a large audience watches.
An illustration of an 1846 sumo tournament by Utagawa Kunisada.
Chunichi.co.jp/Wikimedia Commons

In the mid-19th century, Japan was relatively isolated from the Western world. Most Americans knew almost nothing about the country and considered it backward, even barbaric. The two cultures’ differing ideas of sports meant that sumo only added to American views of Japan as strange and uncivilized.

A competing sport

Sports diplomacy had a more positive impact on American views of Japan in the early 20th century, thanks to a different game: baseball.

After the fall of the shogunate in 1868, the new Japanese government – made up of oligarchs ruling in the name of the Meiji Emperor – employed Americans to help implement reforms. Some of them brought along America’s pastime, which became very popular within a few decades.

By the 1910s and ‘20s, Japanese college teams were regularly traveling to the U.S., where newspapers praised their skills and their sportsmanship.

A black and white photo shows two rows of men in suits posing outside a large white building.
The Osaka Mairuchi baseball team from Japan visits the U.S. White House in 1925.
National Photo Company Collection/Library of Congress/Wikimedia Commons

Some of the rituals in a Japanese baseball game, like a ceremonial first pitch, were familiar to American observers. Others, like a team bow toward the umpire, were quite a contrast, but struck them as superior to the rowdiness of American players and fans.

At the time, Japan’s Westernizing reforms and recent military victories over China and Russia had already improved Americans’ impressions of the country. Former baseball player Harry Kingman, writing about a game he watched during a 1927 stint coaching a Tokyo college team, explained the Japanese turn toward baseball as part of the nation’s modernization.

Sumo, however, continued to be the most popular sport in Japan until the 1990s, when baseball took that title. But the initial popularity of this American import caused some anxiety within the sumo world: A foreign game seemed to be taking over and stealing sumo’s fans.

Amid these changes, professional sumo’s governing institutions, which were divided into competing associations based in Tokyo and Osaka, joined forces. They officially unified in 1925 as the organization that would become today’s Japan Sumo Association.

Can sumo be cool?

Japanese popular culture now captivates people around the world. In 2002, journalist Douglas McGray wrote about the soft power conferred by what he called the nation’s “gross national cool.” But he noted sumo as an exception, blaming its leadership’s insular attitudes.

Perhaps sumo’s biggest hurdle to building an international fan base is its attitude toward foreigners. Immigration is controversial in Japan. The population is relatively homogeneous, and barriers to naturalization are high.

A man in a blue suit shakes hands with a much larger man in a gray suit.
Thomas Foley, then the U.S. ambassador to Japan, presents sumo grand champion Akebono with a letter of appreciation from Secretary of State Colin Powell in 2001.
AP Photo/Tsugufumi Matsumoto

In contrast to sports like baseball, soccer and rugby, where “imported” players abound, there are few foreign sumo wrestlers, and their success seems to rankle. In 1993, a Hawaiian named Akebono became the first foreigner to reach the top rank of “yokozuna,” sparking a temporary hold on recruiting sumo wrestlers from outside Japan.

Constraints were gradually softened, and the number of non-Japanese professional wrestlers has been rising. They still represent a small minority, but their success often sparks discussions about the place of foreigners in the sport.

Though sumo has gained some traction outside of Japan, its rituals still occasionally create negative impressions of Japanese culture. At a tournament in 2018, for example, a local official collapsed while giving a speech. Female medics who rushed to help him were told to leave the sumo ring, considered a sacred space polluted by a woman’s presence. The chairman of the Japan Sumo Association later apologized, but the incident brought criticism that the sumo world was clinging to anachronistic traditions.

Sumo continues to change. A 1926 Tokyo government ban on women’s sumo is no longer in force, and there are now some female wrestlers in amateur clubs. But women are still barred from professional competition.

Tournaments are certainly popular with tourists, but they generally go for a one-time experience. One might ask if sumo can change enough to play an effective role in Japan’s sports diplomacy. The answer depends on whether sumo leaders are more interested in maintaining the sport’s Japanese identity or building global connections.

The Conversation

Jessamyn R. Abel has received funding from the National Endowment for the Humanities, the Japan Foundation, the Northeast Asian Council of the Association for Asian Studies, and the McCourtney Institute for Democracy at Penn State University. She is currently a member of the Board of Directors of the Association for Asian Studies.

ref. Japan’s sumo association turns 100 – but the sport’s rituals have a much older role shaping ideas about the country – https://theconversation.com/japans-sumo-association-turns-100-but-the-sports-rituals-have-a-much-older-role-shaping-ideas-about-the-country-263093

Rift Valley fever: what it is, how it spreads and how to stop it

Source: The Conversation – Africa (2) – By Marc Souris, chercheur, Institut de recherche pour le développement (IRD)

Rift Valley Fever (RVF) is a viral disease transmitted by mosquitoes that mainly affects livestock. It can also infect humans. While most human cases remain mild, it can cause death. The disease causes heavy economic and health losses for livestock farmers.

As a researcher, I have contributed to several studies on this mosquito-borne virus.

So, what exactly is Rift Valley fever, how it is treated, and how it can be controlled?

What is Rift Valley fever?

Rift Valley fever is a zoonosis (a disease affecting animals that can be transmitted to humans). It is caused by the RVF virus, a phlebovirus from the Phenuiviridae family (order Bunyavirales). The disease primarily affects domestic animals, mainly cattle, sheep and goats, but also camelids and other small ruminants. It can occasionally infect humans.

In animals, the disease causes high morbidity: reduced milk production, high newborn mortality, mass abortions in pregnant females, and death in 10% to 20% of cases. This leads to serious economic losses for farmers.

Most people who get Rift Valley fever have no symptoms or just flu-like syndrome. But in a few people, it can become very serious, causing complications such as eye disorders, meningoencephalitis (inflammation of the brain), or hemorrhagic fever. The fatality rate among infected people is around 1%.

How it’s transmitted

In animals, the disease is mainly spread through bites from infected mosquitoes. At least 50 mosquito species can transmit the Rift Valley fever virus, including Aedes, Culex, Anopheles and Mansonia species. Mosquitoes become infected when they feed on animals carrying the virus in their blood, then transmit it to other animals through their bites. In Aedes mosquitoes, vertical transmission – from infected females to their eggs – is also possible, allowing the virus to survive in the environment.

For humans, the most common way to get infected is through direct contact with the blood or organs of an infected animal. This often happens during veterinary work, slaughtering, or butchering.

While it is also possible for human to get the virus from a mosquito bite, this is not common. No human-to-human transmission has been observed to date.

The origins and spread

A serious outbreak of Rift Valley fever began to be reported in Senegal in late September 2025. The west African country has been battling to control it.

The disease was first discovered in 1931 in the Rift Valley in Kenya in east Africa, during a human epidemic of 200 cases. The virus itself was isolated and identified in 1944 in neighbouring Uganda.

Since then, numerous outbreaks of the disease have been reported in Africa: in Egypt (1977), Madagascar (1990, 2021), Kenya (1997, 1998), in Somalia (1998), in Tanzania (1998), the Comoros (2007-2008) and Mayotte (2018-2019).

In west Africa, the main epidemics affected Mauritania (1987, 1993, 1998, 2003, 2010, 2012), Senegal (1987, 2013-2014) and Niger (2016).

Its spread into the Sahel and west African regions has been largely driven by the movement of livestock, and by environmental factors.

To date, around 30 countries have reported animal and/or human cases in the form of outbreaks or epidemics.

Why and how outbreaks occur

Rift Valley fever reemerges in cyclical patterns, with major outbreaks occurring in Africa every five to 15 years. The trigger for these outbreaks is closely linked to specific environmental conditions, like periods of heavy rainfall that create ideal breeding conditions for mosquitoes.

In east Africa, epidemics typically follow periods of exceptionally heavy rainfall or flooding in normally dry regions. For instance, the severe outbreaks of 1998-1999 were directly linked to intense rains caused by the El Niño climate phenomenon.




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In the Sahel region, the relationship with rainfall is less predictable. Outbreaks can appear in unexpected, poorly monitored areas, and genetic analysis of viruses in Mauritania suggests that new strains can be introduced directly from other regions.

A key mystery is how the virus persists in the environment between these major outbreaks. It is believed to survive in the environment within a “wild reservoir” of animals – such as certain antelopes, deer, and possibly even reptiles – though this reservoir has not yet been fully identified.

Once an initial outbreak occurs, the virus can spread to new areas. This happens through the movement of infected livestock, the accidental transport of infected mosquitoes (for example, in vehicles or cargo), and when environmental conditions are conducive.

Clinical symptoms and treatments

Adult cattle and sheep may show nasal discharge, excessive salivation, loss of appetite, weakness, diarrhoea.

In humans, after an incubation period of two to six days, most infections are asymptomatic or mild, with flu-like symptoms lasting four to seven days. People who recover from the infection typically gain natural immunity.




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However, in a small percentage of individuals, the disease can take a severe turn:

  • Eye lesions affect up to 10% of symptomatic cases. They appear one to three weeks after initial symptoms and can heal on their own or lead to permanent blindness.

  • Meningoencephalitis (inflammation of the brain and meninges) occurs in 2%-4% of symptomatic cases, one to four weeks after symptom onset. Mortality is low, but neurological after-effects are common.

  • Hemorrhagic fever (diseases that cause fever and bleeding due to damage to the blood vessels) occurs in less than 1% of symptomatic cases, usually two to four days after symptoms begin. About half of these patients die within three to six days.

There is no specific treatment for severe cases of Rift Valley fever in humans.

Surveillance, prevention and control

Veterinary surveillance with immediate reporting and monitoring of infection in animals is essential to control the disease. During outbreaks, controlled culling of infected animals and strict restrictions on the movement of livestock are the most effective ways to slow virus spread.




Read more:
How does Marburg virus spread between species? Young Ugandan scientist’s photos give important clues


As with all mosquito-borne viral diseases, controlling vector populations is an effective preventive measure, though it is challenging, especially in rural areas.

To prevent new outbreaks, animals in endemic regions can be vaccinated in advance. A modified live virus vaccine provides long-term immunity after a single dose, but it is not recommended for pregnant females because it can cause abortions. An inactivated virus vaccine is also available, it avoids these side effects, but it requires several doses to provide adequate protection.

Threat, vulnerabilities and health risks

People at highest risk of infection include livestock farmers, abattoir workers and veterinarians. An inactivated vaccine for human has been developed. But it is not licensed yet and has only been used experimentally.

Raising awareness of risk factors is the only effective way to reduce human infections during outbreaks. Key risk factors include:

  • handling sick animals or their tissues during farming and slaughter

  • consuming fresh blood, raw milk, or meat

  • mosquito bites.

It is important to follow basic health precautions when Rift Valley fever appears. Wash your hands regularly. Wear protective gear when handling animals or during slaughter. Always cook animal products such as blood, meat and milk thoroughly. Use mosquito nets or repellents consistently.

The Conversation

Marc Souris receives funding from ANR (Agence Nationale de la Recherche, France) and IRD (Institut de Recherche pour le développement).

ref. Rift Valley fever: what it is, how it spreads and how to stop it – https://theconversation.com/rift-valley-fever-what-it-is-how-it-spreads-and-how-to-stop-it-267309

Pourquoi les migrants sont-ils nécessaires aux économies américaine et européenne ?

Source: The Conversation – in French – By Deniz Torcu, Adjunct Professor of Globalization, Business and Media, IE University

Les données économiques contredisent frontalement les récits hostiles aux migrants. Loin des peurs et des clichés, la migration apparaît comme un atout stratégique pour l’avenir.


Face à la montée des discours anti-immigration en Europe et aux États-Unis, il est urgent de dépasser les peurs pour regarder les faits. La mobilité humaine n’est pas un fardeau : c’est un moteur de croissance, de résilience démographique et de vitalité culturelle. L’ignorer revient à commettre une erreur stratégique et à trahir les principes démocratiques que les sociétés modernes affirment défendre.

Crise ou continuité ? La mobilité comme norme historique

La migration n’a rien d’une anomalie du XXIe siècle. Des diasporas méditerranéennes de l’Antiquité aux grands mouvements du XXe siècle, l’histoire humaine s’est écrite dans la circulation des personnes, des langues, des savoirs et des marchandises. Considérer la mobilité comme une menace revient à renverser la logique : c’est l’isolement qui est l’exception historique.

Le discours politique qui présente les migrants comme des intrus – plutôt que comme des citoyens potentiels ou des acteurs économiques – représente une distorsion dangereuse, non seulement sur le plan moral, mais aussi sur le plan stratégique.

La contribution réelle des migrants au PIB et à la productivité

Une analyse du McKinsey Global Institute a révélé un fait frappant : en 2015, alors que les migrants ne représentaient que 3,3 % de la population mondiale, ils généraient 9,4 % du PIB mondial (environ 6 700 milliards de dollars). Aux États-Unis, leur contribution s’élevait à environ 2 000 milliards de dollars.

Des études plus récentes le confirment. Le Fonds monétaire international (FMI) a estimé qu’en 2024, les flux migratoires nets vers la zone euro entre 2020 et 2023, y compris les millions de réfugiés ukrainiens, pourraient augmenter le PIB potentiel de la région de 0,5 % supplémentaire d’ici à 2030. Cette croissance n’est pas marginale : elle représente environ la moitié de toute la croissance potentielle attendue. En d’autres termes, sans la migration, les perspectives économiques de l’Europe seraient considérablement plus limitées.

États-Unis : main-d’œuvre, innovation et expansion

Aux États-Unis, plus de 31 millions d’immigrants faisaient partie du marché du travail en 2023, soit 19 % du total, selon le think tank indépendant Council on Foreign Relations – et leur taux de participation (c’est-à-dire le pourcentage de la population en âge de travailler qui est active sur le marché du travail) était de 67 %, contre 62 % pour les personnes nées dans le pays. Cette différence n’est pas négligeable. Elle implique une contribution disproportionnée aux recettes fiscales, à la consommation intérieure et au dynamisme économique en général.

Taux de participation de la population active.
Council on Foreign Relations

Souvent, ils occupent des postes physiquement exigeants ou délaissés par les travailleurs locaux : un rôle complémentaire et non substitutif, d’autant plus crucial dans un contexte de plein emploi et de vieillissement démographique.

Travailleurs occupés âgés de 16 ans et plus, 2022.
Council on Foreign Relations

Migration et innovation : une relation sous-estimée

Les migrations ne se résument pas à de la main-d’œuvre : elles apportent aussi des idées. Le Forum économique mondial rappelle que les immigrés ont 80 % plus de chances de créer une entreprise que les natifs, et que plus de 40 % des firmes du Fortune 500 (_ classement des 500 premières entreprises états-uniennes, ndlr_) ont été fondées par des migrants ou leurs descendants.

Leur empreinte est visible dans la recherche et la technologie : une large part des demandes de brevets déposées aux États-Unis compte au moins un inventeur étranger. Les universités de pointe dépendent aussi des étudiants internationaux pour maintenir leurs filières en sciences, technologies et ingénierie. Fermer les frontières, c’est aussi fermer la porte à l’innovation.

Europe occidentale : une dépendance silencieuse

Dans l’Union européenne, l’impact n’est pas moindre. Selon le même rapport du FMI, entre 2019 et 2023, deux tiers des nouveaux emplois ont été occupés par des migrants non communautaires. Ces données contredisent l’idée selon laquelle les migrants « prennent les emplois » : au contraire, ils pourvoient des postes vacants structurels que ni l’automatisation ni le marché intérieur n’ont réussi à pourvoir.

L’OCDE a par ailleurs averti qu’à défaut d’intégrer davantage de femmes, de seniors et de migrants dans la vie active, le PIB par habitant des pays membres pourrait voir sa croissance annuelle passer de 1 % (2000–2020) à seulement 0,6 % d’ici 2060. À l’inverse, une politique migratoire inclusive pourrait ajouter au moins 0,1 point par an.

Indicateurs de pénurie de main-d’œuvre.
OCDE, mai 2024

Envois de fonds : impact économique transnational

Le rapport sur les migrations dans le monde 2024 confirme que les transferts de fonds mondiaux ont atteint 831 milliards de dollars américains en 2022, soit une croissance de plus de 650 % depuis 2000. Ce volume dépasse largement l’aide publique au développement et même, dans de nombreux cas, les investissements étrangers directs. Les transferts de fonds sont principalement investis dans la santé, l’éducation et le logement.

Ils constituent en effet une redistribution mondiale de la richesse qui ne passe pas par le système multilatéral, mais qui produit un effet stabilisateur et profondément humain.

Et si nous regardons vers l’avenir ?

Le problème dépasse l’économie. Adopter un discours d’exclusion, c’est renoncer à la capacité d’adaptation des sociétés. Les coûts sont triples :

  1. Économique, en renonçant à une source structurelle de croissance, d’innovation et de viabilité budgétaire.

  2. Social, en alimentant des stigmates qui fracturent la cohésion.

  3. Géopolitique, en perdant de l’influence dans un monde où la concurrence pour les talents et le capital humain s’intensifie.

Des solutions existent pourtant : reconnaissance plus rapide des diplômes, coopérations régionales, politiques inclusives. Le véritable enjeu est politique – et narratif. Il s’agit de construire un récit qui fasse de la mobilité humaine un élément constitutif du contrat social contemporain.

Comme le souligne le Forum économique mondial, la migration n’est pas un problème à résoudre, mais un atout stratégique à gérer avec intelligence et humanité. La sous-estimer revient à saper les fondements du développement mondial au XXIe siècle.

The Conversation

Deniz Torcu ne travaille pas, ne conseille pas, ne possède pas de parts, ne reçoit pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’a déclaré aucune autre affiliation que son organisme de recherche.

ref. Pourquoi les migrants sont-ils nécessaires aux économies américaine et européenne ? – https://theconversation.com/pourquoi-les-migrants-sont-ils-necessaires-aux-economies-americaine-et-europeenne-263701

Les virus, ces messagers invisibles de la conversation du vivant

Source: The Conversation – in French – By Armand Namekong Fokeng, Doctorant en biologie cellulaire et épidémiologie, Université de Corse Pascal-Paoli

Bien que les virus n’aient ni cerveau ni langage, leur circulation entre tiques, animaux et humains dans un environnement donné pourrait se lire comme un flux d’informations qui modifierait à jamais des comportements et qui façonnerait notre évolution.


La plupart des animaux ont un mode de communication évident : les cris d’alarme des suricates alertent au danger, les danses des abeilles signalent le nectar, les infrasons des éléphants permettent le maintien de la cohésion des groupes. Ainsi, c’est un nouveau message codé qui circule chaque fois et qui est ensuite interprété pour induire une action collective. Imaginez alors un instant, des virus qui parlent… pas un langage sonore ni gestuel, mais une conversation génétique, gravée dans des molécules (ADN, ARN) qui traversent les espèces en modifiant les corps.

Pour faire simple, un virus n’est qu’un morceau d’information génétique. Dénué de toute autonomie propre, il n’a de vie qu’à travers les cellules hôtes qu’il infecte. Le code génétique du virus est lu et exécuté comme un programme. En conséquence, la cellule cesse ses activités nobles (respiration, reproduction, réparation, etc.) et devient une usine à virus.

Cependant, le message viral n’est presque jamais stable. En effet, la fidélité est limitée dans la réplication des virus à ARN, tels que celui de la fièvre hémorragique de Crimée-Congo (CCHFV) sur lequel porte mon projet de thèse.

Chaque nouvelle infection draine avec elle une nuée de variants génétiques, appelés « quasi-espèces ». L’information virale est donc en perpétuelle réécriture pour s’adapter aux environnements et aux hôtes. Parfois, elle s’inscrit dans la mémoire profonde des organismes ayant été en contact avec le virus.

On sait, actuellement, qu’environ 8 % du génome humain provient de séquences virales anciennes parmi lesquelles certaines ont été intégrées à nos fonctions vitales. À titre d’exemple, la protéine syncytine, issue d’un rétrovirus, est indispensable à la formation du placenta chez les mammifères.

Les virus sont-ils toujours des intrus nuisibles ? Eh bien non ! Ils peuvent se présenter comme des créateurs invisibles de notre histoire génétique.

Une communication sans intention

Un virus est sans voix et ne choisit pas ses mots. Cependant, son interaction avec la cellule rappelle un échange de signaux.

En effet, dans le processus de l’infection, il doit reconnaître un récepteur spécifique sur la membrane de la cellule hôte : c’est la clé moléculaire qui lui ouvre la porte. Un exemple assez connu est celui du virus de l’immunodéficience humaine (VIH) qui cible les lymphocytes T, en exploitant la très célèbre molécule CD4 à laquelle il se lie, et utilise les corécepteurs CCR5 ou CXCR4 pour infecter la cellule.

En réponse, l’organisme infecté met en place une véritable conversation immunitaire entretenue par de nombreux messagers chimiques : cytokines, interférons, fièvre, etc. Ces derniers modifient le comportement des cellules et, parfois, de l’individu lui-même.

À l’échelle sociale, l’infection induit des réactions telles que l’isolement, les soins, les nouvelles pratiques de prévention, etc. Ainsi, sans aucune intention, le virus modifie pourtant les relations collectives.

Virus de la fièvre hémorragique de Crimée-Congo : un connecteur écologique

Le virus de la fièvre hémorragique de Crimée-Congo est une parfaite illustration de cette logique. En effet, il circule dans un réseau où chaque espèce joue un rôle.

En ce sens, les tiques du genre Hyalomma sont à la fois vecteurs et réservoirs. Leur salive est riche en molécules immunomodulatrices, un cocktail de protéines ou de peptides (lipocalines, serpines, évasines, etc.) qui, en neutralisant les défenses immunitaires locales de l’hôte, préparent discrètement la transmission du virus.

Une fois infectés par les tiques, les mammifères domestiques (bovins, ovins, caprins), en tant qu’amplificateurs silencieux, hébergent le virus sans symptômes.

Chez l’humain, le scénario est différent. Ici, l’infection peut entraîner des fièvres hémorragiques potentiellement mortelles (de 10 % à 30 %) en cas d’apparition de symptômes. On estime de 10 000 à 15 000 cas environ, le nombre annuel de nouvelles infections à CCHFV. Ces dernières conduisent à environ 500 décès, soit une létalité moyenne globale d’environ 3-5 %.

En ce qui concerne la France, aucun cas humain symptomatique n’a été rapporté à ce jour. Cependant, des preuves d’une circulation virale dans le sang des animaux hôtes et dans les tiques vectrices prélevées dans ce pays ont été documentées. Bien qu’ayant un risque humain relativement faible pour le moment, la France est située au carrefour de plusieurs zones endémiques (la Turquie, les Balkans, l’Asie, l’Afrique).

À travers son cycle de transmission viral, le CCHV se présente comme un fil invisible qui relie tiques, animaux et humains. C’est un véritable message moléculaire qui circule, traverse les corps et remodèle les dynamiques écologiques et sociales.

Les devenirs d’un message viral

Il importe également de souligner qu’une fois dans la cellule, un virus a un destin riche en opportunités. Il peut ainsi être neutralisé par les défenses immunitaires ou se répliquer jusqu’à consumer entièrement son hôte.

Certains virus ont une présence latente et choisissent de rester silencieux ou endormis dans le génome ou le noyau. Cependant, dès que les conditions sont favorables (stress ou immunodépression), ils se réactivent et causent des dommages.

D’autres s’intègrent durablement dans le génome, modifiant ainsi la biologie de la cellule. Ainsi, ils peuvent dans certains cas activer des oncogènes et conduire à certains cancers, tels que celui du col de l’utérus pour le papillomavirus, ou simplement déclencher des dérèglements immunitaires qui débouchent sur l’expression de certaines maladies auto-immunes. Mais, dans certains cas, les virus passent inaperçus et disparaissent en silence.

La médecine, un nouvel interlocuteur moléculaire

Quand il faut barrer la voie aux virus, on s’attaque à leurs signaux moléculaires. Les antiviraux sont des brouilleurs de signal dans ce dialogue moléculaire.

Ainsi, certains empêchent l’entrée du virus, d’autres inhibent la copie de son génome : c’est le cas du favipiravir, par exemple, qui inhibe la polymérase des virus à ARN. Ce médicament est traditionnellement utilisé contre les pandémies grippales.

D’autres traitements agissent comme amplificateurs. C’est le cas des interférons, qui administrés comme médicament, renforcent l’expression des cellules et leur permettent d’alerter leurs voisines.

Ce jeu demeure toutefois dynamique. Face aux pressions thérapeutiques toujours plus nombreuses, les virus mutent en de nouveaux variants, enrichissant ainsi leur « vocabulaire moléculaire ». Le VIH en constitue un bel exemple ; en effet, il a rapidement développé des résistances aux premiers traitements en mutant. Ainsi, la médecine et la pharmacopée deviennent elles-mêmes des acteurs involontaires de cette conversation évolutive.

Et si l’on élargissait notre vision de la vie, en classant les virus parmi les acteurs de la communication ? Ainsi, la communication ne se limiterait plus seulement aux cris des animaux et aux paroles ou gestes d’humains. Elle pourrait également être inscrite dans la circulation d’informations génétiques entre les espèces.

De ce fait, les virus cesseraient d’être uniquement des ennemis pour devenir aussi, et surtout, des agents de mise en réseau, qui relient les tiques, les animaux et les humains. Ce faisant, ils laisseraient des traces dans nos génomes et modifieraient nos comportements sociaux en cas d’épidémie.

Vue sous cet angle, chaque infection virale deviendrait une conversation biologique, un échange franc où virus, cellules et écosystèmes négocieraient chacun leur position. De la simple chorégraphie d’une abeille au passage d’un virus dans un troupeau, le vivant deviendrait une immense polyphonie de messages.

Loin d’être un simple agent pathogène, le virus apparaît comme une voix invisible de la grande conversation du vivant.


Cet article est publié dans le cadre de la Fête de la science (qui a lieu du 3 au 13 octobre 2025), dont The Conversation France est partenaire. Cette nouvelle édition porte sur la thématique « Intelligence(s) ». Retrouvez tous les événements de votre région sur le site Fetedelascience.fr.

The Conversation

Armand Namekong Fokeng ne travaille pas, ne conseille pas, ne possède pas de parts, ne reçoit pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’a déclaré aucune autre affiliation que son organisme de recherche.

ref. Les virus, ces messagers invisibles de la conversation du vivant – https://theconversation.com/les-virus-ces-messagers-invisibles-de-la-conversation-du-vivant-266937

Chez les paons, la taille compte… mais aussi la beauté et la vigueur

Source: The Conversation – in French – By Rama Shankar Singh, Professor (Emeritus) of Biology, McMaster University

En 1871, Charles Darwin a présenté sa théorie de la sélection sexuelle par le choix des femelles dans La Filiation de l’homme et la sélection liée au sexe. Il y avançait que les femelles d’une espèce manifestent une préférence pour la beauté et l’ornementation lors du choix de leurs partenaires, ce qui favoriserait la prévalence de ces traits.

Darwin affirmait que cela permettait d’expliquer l’évolution de la longue queue du paon. Plus de 150 ans plus tard, des recherches sur les paons remettent en question cette théorie.

Nos recherches sur la longue queue du paon ont révélé une règle de développement simple qui explique sa symétrie, sa complexité et sa beauté. Elle suggère que les paonnes choisissent leurs partenaires en fonction de leur taille, de leur vigueur et de leur beauté, et non pas uniquement en fonction de leur beauté, comme le pensait Darwin.

Les hypothèses de Darwin

Darwin considérait la queue excessivement longue du paon comme un trait inadapté ; elle était trop longue pour être expliquée par sa grande théorie de la sélection naturelle, selon laquelle les espèces ne développaient que les traits qui les aidaient à survivre.

Comme il l’écrivait à un collègue scientifique : « La vue d’une plume dans la queue d’un paon, chaque fois que je la regarde, me rend malade ! »

Darwin a fait deux hypothèses implicites qui, selon nos recherches, affaiblissent sa théorie de la sélection sexuelle. Premièrement, Darwin n’a pas compris que la mauvaise adaptation peut également être le résultat d’une adaptation, car les compromis entre les traits sont courants dans la nature.

Les queues de paon font ici référence aux longues plumes irisées qui pendent à l’arrière. Des queues plus longues (la hauteur des plumes une fois déployées) peuvent aider les mâles à attirer les femelles, mais elle présente aussi des inconvénients, par exemple en gênant la fuite face aux prédateurs.

un paon sans ses plumes voyantes
Après la saison des amours, les paons perdent leur longue queue.
(J.M.Garg/Wikimedia)

Deuxièmement, Darwin supposait que les paonnes admiraient la queue du paon « autant que nous » et que les oiseaux évaluaient leurs partenaires en fonction de leur attrait esthétique. Il affirmait que les oiseaux avaient le sens de la beauté. Plus tard, cette explication allait ouvrir la voie à des recherches visant à comprendre comment les femelles évaluent la beauté de leurs partenaires.

Les chercheurs se sont intéressés aux taches colorées en forme d’œil présentes sur la queue, mais de nombreuses études menées au cours des 30 dernières années n’ont pas confirmé de façon certaine que les femelles choisissaient leurs partenaires en fonction de ces motifs.

Complexité et vision

En tant que généticien spécialiste des mouches à fruits et intéressé par la variation et l’évolution des gènes liés au sexe et à la reproduction, je suis tombé par hasard sur l’évolution de la longue queue du paon. J’ai remarqué sa grande complexité et je me suis demandé si les paonnes voyaient ce que nous voyons.

J’ai examiné des spécimens de queues de paons conservés dans des musées et identifié deux découvertes majeures. La symétrie, la complexité et la beauté de la queue s’expliquent par une disposition en zigzag/alternée des follicules. Cette disposition, la forme d’empilement sphérique la plus dense connue, produit des effets remarquables lorsqu’elle se retrouve chez les êtres vivants.

gravure en noir et blanc d’un paon assis sur une branche
Illustration d’un paon publiée dans L’Origine de l’homme de Darwin.
(Wikimedia)

Deuxièmement, puisque plumes et ocelles appartiennent à la même structure, la taille de la traîne et le nombre d’ocelles sont corrélés sur le plan du développement. Les paonnes ne peuvent pas percevoir les ocelles et la taille de la queue comme des traits distincts, contrairement à nous ; elles réagissent uniquement à la couleur vert-bleu des ocelles, qui sont trop petites pour être visibles de loin. Les paonnes perçoivent donc la queue comme un trait complexe qui combine la taille de la traîne et certains aspects de la couleur des taches oculaires.


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Cela signifie que les femelles ne voient pas les taches oculaires sans percevoir d’abord la queue, ce qui suggère que la sélection porte directement sur la queue, et non indirectement sur les taches.

Puisque la sélection sexuelle et le choix du partenaire sont des éléments importants des processus évolutifs standard impliqués dans la sélection naturelle, il n’est pas nécessaire d’avoir une théorie distincte de la sélection sexuelle. Le naturaliste avait tort à cet égard.

Répondre aux croyances

À l’époque de Darwin, la théorie de la sélection sexuelle avait peu de soutien. Le naturaliste Alfred Russel Wallace, co-découvreur de la sélection naturelle, estimait que ce processus en relevait.

Mais Darwin avait d’autres raisons de défendre sa théorie de la sélection sexuelle. Il l’utilisait pour résoudre trois problèmes à la fois. Tout d’abord, bien sûr, pour expliquer l’évolution des traits sexuels secondaires et souvent exagérés, en particulier chez les oiseaux, notamment les paons.

Deuxièmement, il a utilisé sa théorie pour expliquer la formation des races chez les humains, en défendant l’idée de normes de beauté inhérentes à chacune d’entre elle, et qui servaient à les isoler les unes des autres.

À l’époque victorienne, on considérait les femmes comme faibles et incapables de choisir leurs partenaires de manière décisive. L’appréciation de la beauté était aussi vue comme un trait exclusivement humain, absent chez les autres animaux. Darwin en a conclu que, chez les oiseaux, ce sont les femelles qui choisissent selon la beauté, tandis que chez les humains, ce seraient les mâles.

Enfin, Darwin a utilisé les plumes du paon pour remettre en question l’ordre religieux et ouvrir la voie à l’appréciation esthétique du monde animal : la beauté, l’intelligence et la moralité, autrefois vues comme des dons divins.

Cette recherche montre pourquoi la théorie de la sélection sexuelle reste controversée, même après un siècle et demi. Le choix du partenaire par sélection sexuelle est indéniable, mais la théorie qui en découle est contestable.

La Conversation Canada

Rama Shankar Singh a reçu un financement du Conseil de recherches en sciences naturelles et en génie du Canada. Il est affilié au Centre d’études sur la paix de l’Université McMaster.

ref. Chez les paons, la taille compte… mais aussi la beauté et la vigueur – https://theconversation.com/chez-les-paons-la-taille-compte-mais-aussi-la-beaute-et-la-vigueur-263501

La langue inclusive : lorsque des mythes font leur entrée dans les politiques publiques

Source: The Conversation – in French – By Alexandra Dupuy, Doctorante en linguistique, Université de Montréal

En interdisant l’usage de certaines formes d’écriture inclusive en français, le gouvernement québécois s’inscrit dans une longue tradition d’aménagement linguistique, mais au risque de restreindre l’expression même des identités qu’il prétend protéger.

Au mois de septembre, le ministre de la Langue française, Jean-François Roberge, a annoncé le dépôt d’un décret visant à interdire l’utilisation de certaines formes de langue inclusive comme « iels », « toustes » et les doublets abrégés, comme « étudiant.e.s ». Cette mesure s’applique à l’Administration publique québécoise, aux municipalités, aux centres de services scolaires, au réseau de la santé et s’appliquera éventuellement aux cégeps et aux universités.

Une histoire qui se répète

De l’autre côté de l’Atlantique, cette décision donne un air de déjà vu. En 2017, le premier ministre français Édouard Philippe signait une circulaire invitant à ne pas utiliser la langue inclusive dans l’Administration publique française et en 2021, le ministre de l’Éducation nationale, Jean-Michel Blanquer, a publié un règlement interdisant l’utilisation de la langue inclusive dans le milieu de l’éducation. Parmi les motifs évoqués : les difficultés de lecture que les formes inclusives engendrent.

Alors que le gouvernement français se prononçait sur l’usage de l’écriture inclusive, aucune étude empirique n’avait encore mesuré l’effet des formes inclusives en français chez les personnes dyslexiques (plus particulièrement les formes abrégées comme « locuteur·ices »). Des personnes concernées y voyaient d’ailleurs une instrumentalisation des personnes en situation de handicap.

Ce que les données en psycholinguistique nous disent

En entrevue, le ministre Jean-François Roberge fait plusieurs fois référence à la complexification de la lecture causée par des formes inclusives comme les doublets abrégés et les néologismes. Des phrases comme « iels sont content.e.s » ou « si iel n’est pas avec l’enseignant.e souhaité.e » sont des exemples de la « confusion linguistique » qu’il dénonce et de la supposée entrave à la qualité de la langue causée par l’écriture inclusive. Pourtant, lorsque Jean-François Roberge dénonce la présence de néologismes dans la langue, il s’attaque à une réalité qui, d’un côté, est inhérente aux langues vivantes et qui, de l’autre, n’est pas considérée comme problématique d’un point de vue psycholinguistique.

Du côté des doublets abrégés, cet argument de la difficulté ajoutée a été démenti par plusieurs études réalisées à travers la francophonie. En effet, les données récentes montrent que les impacts des doublets abrégés sur la compréhension sont très minimes. De plus, il est fort probable qu’un effet d’habituation soit observable, tout comme c’est le cas pour les néologismes, de sorte que, plus on rencontre une certaine forme linguistique, plus on la lit facilement.

Bien que le décret ne vise que certaines formes de rédaction inclusive, des mythes portant sur l’ensemble de la pratique se sont glissés dans le discours public, notamment lorsque le chef du Parti québécois (PQ) Paul St-Pierre Plamondon a laissé sous-entendre que l’écriture inclusive n’avait aucun bienfait.

Sur ce point, les données en psycholinguistique nous disent en fait tout le contraire. De nombreuses études ont montré que l’écriture au masculin mène les lecteurs et lectrices à se représenter moins de femmes lors de la lecture. Au contraire, différentes formes d’écriture inclusive peuvent atténuer cet effet et améliorer la représentation de toutes personnes dans la langue.




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Au-delà des données, la question de l’aménagement

Dans le préambule de la Charte de la langue française, on indique : « Langue distinctive d’un peuple majoritairement francophone, la langue française permet au peuple québécois d’exprimer son identité. » Cette loi a pour principal objectif de s’assurer que toute personne au Québec puisse vivre en français dans la sphère publique, sans discrimination.

Les interventions gouvernementales sur la langue française vont ainsi majoritairement porter sur la proposition de mots en français afin d’éviter le recours à d’autres langues. Par exemple, pour éviter le recours au mot anglais e-mail, l’Office québécois de la langue française (OQLF) a proposé le néologisme « courriel » dans les années 1990 ; ce néologisme est désormais largement diffusé au Québec et, dans une certaine mesure, en France.

L’OQLF en est également à la 6e édition du Concours de créativité lexicale où des jeunes du secondaire ont la possibilité de proposer des néologismes afin de nommer de nouvelles réalités. De ce concours, nous avons notamment obtenu les mots « saute-soucis », « sociomuselage » et « conséconscient ».

L’OQLF a une approche collaborative avec les membres de la société, tout en ayant un rôle pédagogique. Dans cette perspective, l’OQLF publie plusieurs documents visant à outiller la population quant à des difficultés linguistiques, mais également dans l’objectif de promouvoir l’usage du français. Dans le contexte de la féminisation, l’OQLF avait publié des guides et son approche avait été incitative plutôt que coercitive. En ce qui concerne les doublets abrégés ou les néologismes tels que « iel » ou « toustes », l’attitude de l’OQLF est différente de son approche traditionnelle.

Il est à noter que certaines formes tronquées sont permises, alors que d’autres ne le sont pas : les crochets et les parenthèses sont permis par l’organisme lorsque l’espace est restreint. Contrairement aux crochets et aux parenthèses qui sont utilisées en français notamment pour citer ou inclure des informations supplémentaires dans un texte, les points médians n’ont qu’une seule fonction dans l’usage : visibiliser les femmes et les personnes non-binaires dans le texte. Ceux-ci seraient donc moins susceptibles de mener à de la « confusion linguistique » en comparaison avec les signes acceptés par l’OQLF. En d’autres mots, si la clarté du texte était réellement le critère déterminant, les points médians ne seraient pas plus problématiques que les pratiques déjà tolérées.


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Alors qu’aucun guide gouvernemental n’a été publié sur l’ensemble des techniques d’écriture inclusive, ceux conçus par la communauté linguistique pullulent. Cette multiplication d’ouvrages est un signe du désir d’exprimer l’identité de toustes en français.

Le respect des droits fondamentaux

Au-delà d’un débat linguistique, c’est la question du respect des droits fondamentaux qui est en jeu. La Charte des droits et libertés de la personne se veut un reflet des valeurs québécoises. En vertu de cette dernière, l’identité de genre et l’expression de genre sont des motifs de discrimination interdits ; le gouvernement du Québec a d’ailleurs planifié une série de mesures visant entre autres à « Promouvoir le respect des droits des personnes issues de la diversité sexuelle et de genre ». La protection des minorités s’inscrivant dans la constitution québécoise, il est ainsi légitime de se questionner sur le fait que Québec pose des actions allant à l’encontre des droits protégés par sa propre Charte.

La décision du ministre Jean-François Roberge ainsi que les interventions du chef du PQ sur l’écriture inclusive mettent en lumière des enjeux importants, notamment le détournement de la littérature scientifique afin de justifier des politiques publiques ayant un impact direct sur l’exercice de droits garantis.

Finalement, une question importante se pose : si le français permet au peuple québécois d’exprimer son identité, que devient cette promesse lorsqu’un décret nous interdit de le faire ?

La Conversation Canada

Gabrielle Girard a reçu des financements du Fonds de recherche du Québec.

Alexandra Dupuy ne travaille pas, ne conseille pas, ne possède pas de parts, ne reçoit pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’a déclaré aucune autre affiliation que son organisme de recherche.

ref. La langue inclusive : lorsque des mythes font leur entrée dans les politiques publiques – https://theconversation.com/la-langue-inclusive-lorsque-des-mythes-font-leur-entree-dans-les-politiques-publiques-267073

Apprendre une nouvelle langue : pourquoi on ne doit pas considérer l’âge comme un frein

Source: The Conversation – France (in French) – By Karen Roehr-Brackin, Reader, Department of Language and Linguistics, University of Essex

Les enfants sont très doués pour apprendre de nouvelles langues. Faut-il en déduire qu’il y aurait un âge limite pour s’initier à une langue qu’on ne connaît pas ? On le pense souvent, mais les dernières recherches contredisent cette idée reçue. Explications.


Si vous avez toujours voulu apprendre une nouvelle langue, ne vous laissez pas décourager par votre âge. Les personnes de plus de 60 ans peuvent être autonomes et faire preuve de souplesse dans leur façon d’apprendre une langue, et avec succès.

Des décennies de recherche ont largement démontré qu’avec l’âge, certaines de nos capacités de cognition et de perception diminuent progressivement. Notre ouïe et notre vue ne sont plus aussi bonnes qu’avant, nous traitons les informations moins rapidement et notre mémoire n’est peut-être plus aussi vive que lorsque nous étions plus jeunes. Ce sont là les conséquences connues du vieillissement et cela n’a généralement pas d’impact négatif majeur sur la vie quotidienne.

Ce que l’on dit moins souvent, c’est que ces effets ne sont pas nécessairement des déficits en soi, mais résultent d’une vie entière de connaissances et d’expériences accumulées. Plus nous vieillissons, plus nous avons d’informations à trier, ce qui peut nous ralentir. Dans ce contexte, il est important aussi de souligner le fait que les connaissances générales, et en particulier les connaissances verbales, peuvent en réalité s’accroître avec l’âge.

Des chercheurs se sont ainsi penchés sur l’apprentissage des langues à un âge avancé et ont démontré qu’il n’y a pas de limite d’âge pour acquérir une nouvelle langue : nous pouvons le faire à tout moment de notre vie. Cependant, il est moins évident de déterminer quelle approche d’apprentissage et d’enseignement des langues fonctionne le mieux à un âge avancé.

Quel type d’apprentissage privilégier ?

Des recherches menées auprès de jeunes adultes indiquent qu’une approche explicite, comprenant par exemple des explications sur la langue cible et des règles grammaticales détaillées, est ce qui est le plus efficace.

À première vue, on pourrait supposer que cela devrait également s’appliquer aux personnes plus âgées, voire que cela devrait être encore plus vrai pour elles, étant donné que cela reflète une approche traditionnelle de l’enseignement des langues. Les personnes âgées ont peut-être justement connu cette approche pendant leur scolarité et pourraient donc la privilégier.

À ce jour, il existe étonnamment peu de recherches qui ont testé cette hypothèse. Une étude récente menée aux Pays-Bas n’a trouvé aucune preuve permettant d’affirmer que les apprenants en fin de vie obtiennent de meilleurs résultats avec une approche explicite.

Le fait que l’enseignement soit explicite ou implicite, c’est-à-dire avec ou sans explications grammaticales, n’avait aucune importance. Les participants seniors ont obtenu des résultats tout aussi bons, quelle que soit la méthode d’enseignement utilisée.

Une capacité d’adaptation

Dans une nouvelle étude menée avec mon collègue Renato Pavlekovic, nous avons comparé une approche explicite et une approche incidente de l’apprentissage des langues. Dans le cadre d’une petite série de cours en ligne, 80 volontaires anglophones âgés de 60 à 83 ans ont appris les bases du croate, une langue qui leur était totalement inconnue.

Dans l’approche explicite, une explication complète de la structure grammaticale ciblée a été fournie. Dans l’approche incidente, aucune explication n’a été donnée, mais des exercices pratiques supplémentaires étaient proposés.

Woman with headphones and laptop taking notes
Les apprenants plus âgés ont obtenu de bons résultats avec différentes méthodes d’apprentissage.
fizkes/Shutterstock

Nous avons constaté que les apprenants obtenaient des résultats tout aussi bons, quelle que soit l’approche pédagogique utilisée. Ils ont d’abord appris un ensemble de mots de vocabulaire, puis la structure grammaticale ciblée, avec un taux de réussite élevé, obtenant des scores moyens d’environ 80 % de précision. Cela suggère que l’approche pédagogique n’avait pas d’importance pour ce public plus âgé : ces participants sont capables de trouver leur propre voie, indépendamment de la manière dont le matériel d’apprentissage était présenté.

Image de soi et statut professionnel, des facteurs à prendre en compte

Dans cette nouvelle étude, nous avons également exploré le rôle des facteurs cognitifs et liés à la perception ainsi que l’image que nos volontaires avaient d’eux-mêmes, c’est-à-dire leur opinion sur leur propre santé, leur bonheur et leurs capacités. De plus, nous leur avons posé des questions sur leur (ancienne) profession et leur expérience antérieure en matière d’apprentissage des langues. Il est intéressant de noter que nous avons découvert un lien entre la capacité d’apprentissage implicite (c’est-à-dire la capacité à comprendre des choses à partir du contexte sans en avoir conscience), le statut professionnel (que la personne soit à la retraite ou encore en activité) et l’image de soi.

Plus précisément, les personnes qui ont déclaré avoir une image plus positive d’elles-mêmes ont montré de meilleures capacités d’apprentissage implicite. C’est le cas également des personnes qui travaillaient encore au moment de l’étude par rapport aux personnes à la retraite, ce que nous avions également observé dans une étude précédente. Il est important de noter que cet effet était indépendant de l’âge.

À première vue, le lien entre le statut professionnel, la capacité d’apprentissage implicite et l’image de soi peut sembler peu évident. Il existe toutefois un dénominateur commun : la confiance en soi pourrait être au cœur d’un cercle vertueux. Une personne dotée d’une forte capacité d’apprentissage implicite reste plus longtemps sur le marché du travail. Cela renforce son image de soi, ce qui l’incite à poursuivre plus longtemps son activité professionnelle.

Au travail, ils doivent aussi faire avec les tâches qui leur plaisent comme celles qui ne leur plaisent pas ; ils ne peuvent donc pas se contenter de faire uniquement ce qu’ils aiment. Cela signifie qu’ils continuent à puiser dans leur capacité d’apprentissage implicite, etc.

Dans l’ensemble, les résultats de notre étude montrent que les personnes qui apprennent une langue sur le tard peuvent le faire avec succès. Elles semblent suffisamment indépendantes pour choisir la voie qui leur convient le mieux, de sorte que l’approche pédagogique utilisée ne compte pas tant que ça. Mais la confiance en soi, qui semble résulter des compétences comme du statut social dont on dispose, est importante.

The Conversation

Karen Roehr-Brackin a reçu un financement de la British Academy/Leverhulme Trust (référence de subvention SRG23230787).

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