Solo una de cada diez se recicla: el reto de introducir las baterías de litio en la economía circular

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Pedro Jesús Navarrete Segado, Personal Docente Investigador, Universidad de Jaén

Baloncici/Shutterstock

De los smartphones a los vehículos eléctricos, las baterías de litio son componentes tecnológicos críticos para una transición energética sostenible.
Como parte de la estrategia europea para lograr la neutralidad climática para 2050, Europa está realizando una firme apuesta por su reciclaje, para contribuir a la economía circular y a la reducción de residuos. España, por su parte, tiene varias plantas y proyectos en marcha para recuperar materias primas con alto valor añadido, como litio, cobalto y níquel.

Contexto global: la demanda crece

La demanda global de baterías, con un crecimiento exponencial impulsado por la movilidad eléctrica y el almacenamiento de energías renovables, requerirá de una producción global equivalente a 2,7 teravatios-hora al año para 2030. Sin embargo, nos enfrentamos a un desafío crítico: la escasez inminente de litio. Porque, a pesar de que las reservas mundiales se estiman en 22 millones de toneladas (suficientes para producir casi 2 500 millones de baterías), la Agencia Internacional de la Energía prevé un desabastecimiento para 2025.

Este hecho se debe principalmente a la dificultad que tiene la industria para extraer litio y procesarlo a un ritmo suficientemente rápido: los nuevos proyectos mineros tardan más de una década en desarrollarse. Ante este desafío, el reciclaje de baterías se presenta como una solución clave, con el potencial de reducir la necesidad de nuevo litio en un 10 % para 2040.

Esto resulta especialmente relevante en Europa, cuya dependencia de la importación de materias primas críticas es muy elevada (100 % en el caso del litio y 98 % en el del grafito natural).

Reciclaje en España

España, aunque sin minas de litio en explotación comercial, demuestra su compromiso con la economía circular a través de iniciativas concretas. Por ejemplo, están las plantas de A.3 Aprofitament Assessorament Ambiental en Granollers (Barcelona) y Novolitio en León –con una capacidad de reciclaje estimada de hasta 25 000 toneladas anuales–, o la iniciativa BeeCycle en Navarra.

Por otro lado, el interés de gigantes en el sector, como la empresa china Tianneng, que tiene prevista la implantación de una planta local en Jaén, pone de manifiesto el gran potencial industrial y estratégico de España.

La reutilización de las baterías es otra solución estratégica, ya que darles una segunda aplicación al final de su vida útil puede reducir las emisiones de carbono en 56 millones de toneladas para 2050, según un estudio reciente liderado por la Universidad de Münster (Alemania).

China lleva la delantera

Según un artículo de 2023, solo un reducido número de países tiene empresas capaces de gestionar el ciclo completo del reciclaje, incluyendo recogida, desmontaje y procesado químico y mecánico.

Dos operarios supervisan una gran batería.
Mantenimiento de baterías.
Washburn HM/Shutterstock

Actualmente, China lidera el sector, mientras Europa y Estados Unidos invierten en la ampliación de infraestructuras. En Europa, se reciclan aproximadamente 50 000 toneladas de baterías usadas al año y se estima que, para 2030, alcance una capacidad de unas 420 000 toneladas anuales.

Retos por delante

El proceso de reciclaje presenta importantes desafíos, como las bajas tasas de recolección, los altos costos de transporte y los posibles problemas de seguridad. Este último aspecto se ha puesto de manifiesto por los incidentes ocurridos recientemente en las plantas de reciclado de baterías de Sant Julià de Llor (Girona), el pasado mes de abril, y Azuqueca de Henares (Guadalajara), en julio.

Otro desafío es la baja tasa de reciclaje: solo se da una segunda vida al 12 % de las baterías en el mundo. Esto se debe principalmente a tres factores: la complejidad química de las baterías, la falta de infraestructura y personal técnico cualificado y la ausencia de normativas claras sobre actores y responsabilidades en el reciclaje.

Además, el transporte de las baterías hasta las plantas de reciclaje impacta directamente en la viabilidad económica del proceso y puede suponer más de un 70 % del coste total.

De este modo, diversos estudios ponen de manifiesto que la viabilidad económica se alcanza en aquellos supuestos donde el punto de recolección de las baterías y las plantas de reciclado se encuentran dentro del mismo país.

El reciclaje incluye desde la recogida y desmontaje hasta la separación de materiales críticos.
Pedro Jesús Navarrete.

Hacia una economía circular avanzada

Para superar estos retos, Europa está impulsando activamente la innovación y una sólida política regulatoria. El Reglamento de Baterías de la UE (2023) fija los objetivos de reciclaje y exige un contenido mínimo de componentes reciclados en las baterías.

La tecnología también está evolucionando, con investigaciones centradas en el reciclaje directo, que permite preservar la estructura de la batería a la vez que reduce el coste energético y la complejidad del proceso. Además, la robotización minimiza riesgos y dependencia del trabajo manual.

Otra innovación clave es el pasaporte digital de baterías, que permitirá rastrear cada una con datos de composición, origen e historial. Esto facilitará enormemente los procesos de reutilización y reciclaje al final de su vida útil.

Manos a la obra

Proyectos europeos como BeyondBattRec, RESTORE y RECYCALYSE, buscan desarrollar procesos de reciclaje más sostenibles y rentables.

Así, BeyondBattRec, con la participación de socios españoles como la Universidad de Jaén y Andaltec, aspira a recuperar hasta un 95 % de materiales críticos y a reducir las emisiones de CO₂ del proceso en un 50 %.

Por su parte, RESTORE –liderado por la fundación LEITAT, con participación de las empresas españolas Toratecnica SLU, Indumental Recycling SA y Dlyte Chemicals– tiene como objetivo revolucionar la gestión de los residuos procedentes de baterías al final de su vida útil.

Complementando este esfuerzo, el proyecto RECYCALYSE se enfoca en perfeccionar un sistema de circuito completamente cerrado que recupere y reutilice los materiales directamente, con la empresa española Sustainable Innovations como socio.

Aunque afronta retos significativos, el reciclaje de baterías es clave para la autonomía tecnológica de Europa y España. Con iniciativas locales, regulación ambiciosa y nuevas tecnologías, el desafío se convierte en oportunidad: no basta con extraer, hay que recuperar y reutilizar lo ya consumido para garantizar una transición energética y un futuro más sostenibles.

The Conversation

Pedro J. Navarrete desarrolla su labor como investigador en el proyecto BeyondBattRec, referido en este artículo. Esta vinculación no ha condicionado el contenido, que refleja exclusivamente su propio análisis y opinión.

Antonio Peñas Sanjuán es investigador en el proyecto BeyondBattRec, referido en este artículo. Esta vinculación no ha condicionado el contenido, que refleja exclusivamente su propio análisis y opinión

ref. Solo una de cada diez se recicla: el reto de introducir las baterías de litio en la economía circular – https://theconversation.com/solo-una-de-cada-diez-se-recicla-el-reto-de-introducir-las-baterias-de-litio-en-la-economia-circular-264506

Piense en cómo piensa antes de preguntarle nada a la IA

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Santiago Iñiguez de Onzoño, Presidente IE University, IE University

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“¿Cómo pensamos?”. Aunque parece una pregunta sencilla, en realidad es una de las más profundas que una persona puede plantearse.

La educación puede ayudar a responderla, pero no mediante soluciones prefabricadas sino enseñando a las personas a pensar por sí mismas, a cultivar su autonomía y a convertirse en seres reflexivos y capaces de dirigir su propio aprendizaje. Pensar no es memorizar: requiere de métodos que afinen el juicio y amplíen la mirada.

  • El método socrático, por ejemplo, obliga a justificar las propuestas con argumentos razonables y convincentes.

  • La técnica del juego del rol invita a ponerse en la piel del otro, a asumir sus valores e intereses para comprender cómo toma sus decisiones.

  • El estudio comparado, por su parte, reconoce que la cultura y el idioma moldean el conocimiento: personas de distintas geografías pueden razonar de manera muy distinta, y reconocer esas diferencias enriquece nuestra propia vida intelectual.

En conjunto, todas estas metodologías muestran que existen múltiples maneras de pensar, cada una de las cuales configura la forma en que deliberamos, decidimos y actuamos.

En psicología cognitiva, el análisis de este proceso se denomina metacognición. Practicar la metacognición significa tomar conciencia de nuestros procesos mentales, detectar los patrones que los guían y dar un paso atrás para preguntarnos:

  • ¿Qué problema intento resolver?

  • ¿Cómo lo estoy abordando?

  • ¿Acepto esta respuesta demasiado deprisa?

En educación, la metacognición es lo que permite a los estudiantes planificar sus estrategias, supervisar su aprendizaje y ajustar sus métodos. Pero estas habilidades no surgen de manera espontánea, sino que deben cultivarse de forma deliberada.

Intuición versus análisis

Un avance decisivo en la comprensión de la metacognición llegó de la mano de Daniel Kahneman, Nobel de Economía en 2002, quien sintetizó décadas de investigación en psicología en su libro Pensar rápido, pensar despacio. Kahneman mostró que la mente no funciona como un único motor racional, sino a través de dos sistemas complementarios.

  1. El sistema 1, rápido, intuitivo y automático, permite reconocer al instante el rostro de un amigo, terminar la frase de otra persona o frenar bruscamente antes de que el peligro llegue siquiera a registrarse conscientemente. Es eficaz, pero propenso al error, porque se basa en atajos mentales construidos a partir de la experiencia.

  2. El sistema 2, en cambio, es lento, deliberado y analítico y se activa cuando resolvemos un problema complejo, hacemos una evaluación detallada o cuestionamos nuestras primeras impresiones. Es más preciso, pero también más exigente, razón por la cual solemos evitarlo.

Kahneman y su coautor Amos Tversky demostraron que muchos de nuestros errores de juicio provienen de confiar en exceso en el sistema 1 y no activar el sistema 2 cuando la exactitud resulta crucial.

En este sentido, Kahneman prolonga una tradición filosófica que se extiende de Platón y Aristóteles a Hume, Locke y Wittgenstein: la búsqueda de marcos conceptuales para comprender cómo razonamos, decidimos y actuamos.

Alimentar la experiencia

La llegada de la inteligencia artificial ha alterado el equilibrio. Si se delega demasiado en las máquinas la resolución de problemas, el riesgo no es solo que el sistema 2 quede infrautilizado, sino que el sistema 1 también se debilite. La intuición no surge de la nada: se entrena y se alimenta con el trabajo paciente de la razón.

Cada vez que nos enfrentamos a un problema, probamos soluciones y refinamos nuestros juicios, estamos nutriendo al sistema 1 con la experiencia que necesita para, en el futuro, elaborar evaluaciones rápidas y certeras. Si la IA hace esos pasos en nuestro lugar, el depósito de experiencias se reduce. El sistema 1 seguirá funcionando, pero su biblioteca de experiencias será más pobre y menos fiable.

El reto es claro: si se usa de manera acrítica, la herramienta que promete liberar nuestra energía mental puede dejarnos con menor capacidad tanto para el análisis profundo como para la intuición rápida. Y dado que la IA no solo refleja sino que puede amplificar los sesgos humanos –y, además, es capaz de generar sus propias alucinaciones–, el ejercicio disciplinado del sistema 2 se vuelve más necesario que nunca.

Sin embargo, usada con criterio, la IA puede ayudar a estructurar el pensamiento, ofrecer perspectivas alternativas y estimular la reflexión. Pero esto exige diseñar experiencias de aprendizaje en las que los usuarios comparen, cuestionen y vuelvan a comparar y cuestionar los resultados que ofrece la máquina.

En cambio, usada sin cuidado la IA se convierte en una muleta cognitiva, una manera de evitar el esfuerzo reflexivo y de conformarse con respuestas fáciles.

La cuestión es el cómo

Un estudio reciente en China ilustra bien esta tensión. En un curso de inglés académico, los estudiantes llevaban diarios reflexivos y participaban en entrevistas. Aplicando la teoría del aprendizaje experiencial –según el cual, el aprendizaje se produce en un ciclo de acción, reflexión, conceptualización y experimentación– los investigadores observaron que los estudiantes que reflexionaban sobre el uso de la IA desarrollaban un conocimiento más profundo e integrado sobre cuándo, por qué y cómo utilizarla. Otros, en cambio, la trataban como un atajo y temían que debilitara sus competencias lingüísticas.

Los autores concluyeron que el uso excesivo de la IA con fines instrumentales puede minar el desarrollo del lenguaje, lo que subraya la necesidad de una utilización reflexiva más que solo funcional. La enseñanza es clara: lo decisivo no es si se usa la inteligencia artificial sino cómo.

¿Por qué?

El método de gestión los cinco porqués de Toyota es una herramienta simple y poderosa para llegar a la raíz de un problema. El principio es directo: al preguntar repetidamente, y al menos cinco veces, “¿por qué?” ante cada explicación, quedan atrás las respuestas superficiales y se llega a sus causas profundas. Este método es un recurso de gestión pero también una forma de metacognición: obliga a ir más allá de la primera respuesta, a interrogar las propias suposiciones y a dirigir de manera consciente el pensamiento.

En un mundo donde la IA puede generar en segundos una respuesta a casi cualquier cuestión, la verdadera ventaja pertenece a quienes saben interrogar esas respuestas, rastrear su propio razonamiento y elegir deliberadamente cómo proceder. La IA puede ser una compañera en ese proceso, pero solo si seguimos siendo los autores de nuestro pensamiento.

Por ello es fundamental adoptar estrategias prácticas que impidan que la IA erosione ese músculo intelectual tan esencial que es la metacognición. Algunas recomendaciones útiles son:

  • Delimitar el problema antes de consultar a la IA: definir el propósito, la pregunta central y la conclusión que se espera alcanzar.

  • Verificar las fuentes que ofrece la IA, seleccionar las más creíbles y leerlas con espíritu crítico.

  • No permitir que la IA dicte las conclusiones; anticiparlas uno mismo.

  • Trabajar en varias iteraciones, idealmente cinco o más, afinando el razonamiento en cada intercambio.

  • Añadir experiencias personales y reflexiones propias para hacer el texto original e inconfundible.

  • Al terminar, reflexionar explícitamente sobre lo que se ha aprendido en el proceso; cada reflexión refuerza la metacognición.

En definitiva, la metacognición no consiste en demorarse ni en dudar por dudar. Consiste en asumir la autoría consciente de nuestros procesos mentales. En una era en la que la IA puede ofrecer una respuesta instantánea a casi cualquier pregunta, la verdadera inteligencia no pertenece a quien responde más rápido, sino a quien es capaz de cuestionar esa respuesta, repensarla y decidir conscientemente cómo avanzar.


Una versión de este artículo se publicó en LinkedIn.

The Conversation

Santiago Iñiguez de Onzoño no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Piense en cómo piensa antes de preguntarle nada a la IA – https://theconversation.com/piense-en-como-piensa-antes-de-preguntarle-nada-a-la-ia-265817

El número de Dios o el cuerpo como mapa del universo

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Amador Miguel González Crespo, Director ETS Ingeniería y Sistemas de Telecomunicación-UPM, Universidad Politécnica de Madrid (UPM)

El número áureo esta relacionado con la sucesión de Fibonacci (1,1,2,3,5,8,13,21…) la cual se encuentra presente en proporciones de todo tipo, desde proporciones en el arte, la naturaleza en general hasta estructuras arquitectónicas. Roberta Conti / Wikimedia Commons., CC BY

Hace 2500 años, un griego, cansado de discutir en el ágora sobre justicia, filosofía, política y matemáticas, decidió que lo verdaderamente importante era medir el cuerpo humano. Así germinó el canon de Policleto el Viejo: la obsesión por encontrar la simetría perfecta.

Copia romana del Doríforo («portador de una lanza») de Policleto, conservada en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
Wikimedia Commons., CC BY

El selfi más famoso de la historia

Veinte siglos después, Leonardo da Vinci dibujó el célebre Hombre de Vitrubio, basado en el canon romano de la arquitectura, como reflejo del orden de la naturaleza. El resultado fue ese señor desnudo atrapado en un círculo y un cuadrado. El mensaje era –y sigue siendo– provocador: si extendemos los brazos, somos tan anchos como altos, con nuestro ombligo en el centro geométrico de este universo de belleza perfecta.

Da Vinci, adelantado a su tiempo en tantos campos, convirtió las proporciones humanas en un diagrama viral cinco siglos antes de Instagram y la cirugía estética masiva.

La fiebre del número de Dios

Detrás de todo esto acechaba la proporción áurea (o divina proporción): 1,618…. Este número parece materializarse por primera vez en varias estelas de Babilonia y Asiria hace 4 000 años, pero también en las conchas marinas, en la Gioconda, [en las pirámides, en los templos griegos y romanos] y en la torre Eiffel.

También aparece al subir una escalera: nuestros pies encuentran un equilibrio natural entre la huella (parte horizontal) y la contrahuella (parte vertical). Curiosamente, la relación entre ambas suele rondar 1,6, muy próxima al número áureo. No es porque los arquitectos lo hayan buscado, sino porque el cuerpo humano dicta medidas cómodas que terminan rozando la divina proporción. Así, igual que con las baldosas de 3,16 decímetros que pisamos, la matemática se nos cuela en lo cotidiano casi sin darnos cuenta.

Receta de la belleza

Este número irracional de infinitos decimales fue descrito detalladamente en el siglo XIII por Leonardo de Pisa, más conocido como Fibonacci. Todo comenzó con un problema aparentemente inofensivo: ¿cuántos pares de conejos pueden nacer de una sola pareja en un año, si cada mes cada pareja madura y empieza a reproducirse? Sin quererlo, dio pie a una de las historias más bellas de las matemáticas. La secuencia de número naturales resultante es la famosa sucesión de Fibonacci:

1 , 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144…

Inicialmente tenemos dos unos, un conejo y una coneja, y cada nuevo término surge de sumar los dos anteriores: como si los números también tuvieran su propio instinto de apareamiento.

Hasta aquí, nada más que una simpática progresión. Pero si dividimos cada número por el anterior, surge la magia: 3/2 = 1,5; 5/3 = 1,66; 8/5 = 1,6… y así hasta alcanzar en el límite del infinito el número de Dios: 1,6180339… Es como si los conejos de Fibonacci, además de multiplicarse seductora y enigmáticamente, hubieran inventado un canon estético.

Y es que la sucesión de Fibonacci también parece habitar en nuestro cuerpo: la relación entre nuestra altura y la altura hasta el ombligo, entre la distancia del hombro a los dedos y la distancia del codo a los dedos, entre la altura de la cadera y la altura de la rodilla, entre el primer hueso de los dedos (metacarpiano) y la primera falange. Y también la relación entre falanges sucesivas, entre nuestra sonrisa y nuestra mandíbula. Un festival matemático que algunos presentan como la “receta secreta” de la belleza.

El Hombre de Vitrubio, dibujado por Leonardo da Vinci en 1492.
Wikimedia Commons., CC BY

El eco cósmico de una proporción humana

Incluso, algunos astrofísicos nos muestran que patrones parecidos aparecen en lugares inesperados: algunas galaxias espirales o las vibraciones ocultas de las estrellas parecen resonar con el mismo número misterioso.

La proporción áurea parece tan ubicua que uno empieza a sospechar que hay trampa. ¿De verdad está en todo o simplemente la buscamos con la misma fe con la que algunos encuentran a su signo zodiacal en el horóscopo?
¿Cuánto hay de verdad y cuánto de necesidad humana en reducir todo a relaciones sencillas que podamos entender?

La proporción áurea no es un patrón demostrado en la estructura del cosmos, aunque pueda aparecer como aproximación en múltiples sistemas naturales. Su fuerza divina reside más en lo metafórico y lo simbólico: un puente entre la escala humana (arte, cuerpo, arquitectura) y el universo (galaxias, dinámica natural).

Sin embargo, el debate inveterado persiste entre el deseo de un dios matemático perfecto que da sentido a la existencia y la cuantificación matemática de la realidad.

Medirse para entenderlo todo

El número de Fibonacci, aplicado al Quijote.
Armando Ríos Almarza. Medir sin metro, Ayuntamiento de Ávila, 2006.

El hecho de llamar a las matemáticas “un lenguaje universal que conecta al ser humano con los patrones del arte, la biología y el cosmos” no significa que exista un único número mágico gobernándolo todo. Lo que realmente conecta esas dimensiones es la tendencia de la naturaleza y del ser humano a generar proporciones, simetrías y regularidades que nos ayudan a entender el mundo y predecir el incierto futuro. La proporción áurea es solo una de tantas fórmulas posibles, quizá la más célebre por su elegancia y por las veces que parece aproximarse a fenómenos naturales y creaciones humanas.

La incógnita interesante no es si el número áureo está realmente en todas partes, sino por qué seguimos buscándolo, por qué nos atrae tanto la idea de que una simple proporción pueda tender un puente entre nuestra anatomía, los templos griegos y las espirales galácticas.

La pregunta queda flotando

Tal vez todo sea fruto de nuestra obstinación en encontrar sentido donde, quizás, solo hay azar. ¿De verdad compartimos un patrón secreto con las estrellas, o lo inventamos porque nos fascina reconocernos en todo lo que brilla?

Esa respuesta, queridos lectores, nos obligaría a desplegar toda la artillería del pensamiento, la filosofía, el arte, la historia, la física y, por supuesto, las matemáticas. Habría que escribir tratados enteros, organizar congresos y quizá hasta invocar a los mismísimos Policleto y Fibonacci para que nos marquen el compás. Difícil, ¿verdad?

Aunque, si lo pensamos bien, más difícil todavía es resistirse a seguir midiéndonos la nariz frente al espejo con la esperanza de descubrir en ella los secretos del universo.

The Conversation

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

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Cómo afrontar el discurso de odio en la escuela

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Jorge Soto Carballo, Profesor Contratado Doctor, Universidade de Vigo

Unai Huizi Photography/Shutterstock

En las escuelas conviven culturas, idiomas y trayectorias diversas. Los espacios escolares, sin embargo, no están a salvo de determinadas actitudes de hostilidad de mayor o menor intensidad hacia el diferente, que pueden traducirse en chistes repetidos en el recreo, silencios incómodos en clase cuando alguien alza la voz contra un estereotipo o la infravaloración académica de estudiantes por su origen.

¿Qué sucede cuando una niña migrante escucha que “viene a quitarnos las ayudas”? ¿O cuando un adolescente racializado es excluido de ciertos espacios escolares? El aumento de la xenofobia, el racismo o la islamofobia está documentado por organismos internacionales, y ese odio se cuela en los pasillos de los centros escolares y en las pantallas de los móviles, reforzado por algoritmos que premian el contenido sensacionalista y polarizador.

Según datos del Consejo de Europa, los mensajes de odio en línea han crecido de forma exponencial en la última década. La OSCE advierte que estos discursos están vinculados al aumento de delitos motivados por prejuicios. Y las Naciones Unidas lo señalan como una de las amenazas más serias para la convivencia democrática del siglo XXI en su United Nations Human Rights Report 2022 (OHCHR).

¿Qué entendemos por discurso del odio?

El discurso del odio no es solo una opinión desagradable. Es una forma de comunicación, verbal, escrita o simbólica, que ataca a personas o colectivos por lo que son: su color de piel, su religión, su orientación sexual, su procedencia… Su objetivo no es debatir, sino deshumanizar. Y cuando esto ocurre, lo que viene después rara vez es pacífico.

No hay una definición única aceptada a nivel internacional, pero sí un consenso creciente: el odio no es una emoción neutra. Es un acto político, social y comunicativo que deja huellas profundas en quienes lo sufren y en quienes lo reproducen. La frontera entre libertad de expresión y fomento del odio sigue siendo espinosa. Mientras en Europa existen límites legales claros al discurso del odio, en Estados Unidos prima la Primera Enmienda, que lo protege como una manifestación de la libertad de expresión.

Inmigración, adolescencia y resiliencia

Los menores migrantes no acompañados son a menudo los más expuestos a estereotipos negativos. En España, más de 10 000 jóvenes estuvieron tutelados por las comunidades autónomas. Muchos llegan tras trayectos marcados por el desarraigo y la violencia. Frente a la narrativa de la amenaza, es urgente visibilizar su resiliencia, su esfuerzo y su deseo de construir un futuro digno.

Pero el sistema no siempre está preparado. Al cumplir 18 años, muchos jóvenes quedan fuera de las redes de protección y se enfrentan a un mercado laboral hostil, sin apoyos suficientes.




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Cuando el odio se cuela en el aula

Aunque hay iniciativas positivas, aún falta investigación sobre cómo el odio opera entre el alumnado y cómo contrarrestarlo. Sabemos que los mensajes de odio se propagan más rápido que las estrategias pedagógicas para frenarlos. Pero también sabemos que el aula es un espacio privilegiado para construir ciudadanía crítica, empática y plural. Esto requiere profesorado formado, con recursos didácticos adecuados y apoyo institucional para abordar la diversidad desde la inclusión y no desde la mera tolerancia.

La respuesta no puede ser solo jurídica o policial. El discurso del odio se combate también con educación: una educación que enseñe a pensar, a convivir y a empatizar. Proyectos pedagógicos que incorporen testimonios migrantes, análisis críticos del lenguaje, experiencias de aprendizaje-servicio o formación docente en justicia social son caminos posibles.




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Muchas escuelas han implementado talleres de alfabetización mediática y programas de convivencia intercultural. En Galicia, por ejemplo, algunos centros han trabajado con asociaciones locales en proyectos de aprendizaje servicio que conectan alumnado y comunidades migrantes.

Iniciativas para estudiantes

En el ámbito educativo se han desarrollado distintas iniciativas orientadas a contrarrestar el discurso de odio y favorecer la inclusión. Un ejemplo es Break the Hate Chain!, guía educativa impulsada en España por la Fundación FAD Juventud (FAD) y Maldita.es con el apoyo de Google.org, que propone actividades dirigidas a jóvenes de entre 14 y 19 años con el objetivo de trabajar la convivencia, el pensamiento crítico y la construcción de discursos inclusivos.




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En el plano europeo, la iniciativa Education Stops Hate genera recursos educativos abiertos, guías prácticas y kits pedagógicos que permiten al profesorado abordar el odio en las aulas y promover el diálogo intercultural. Finalmente, el proyecto Inmigración, adolescencia y resiliencia centra su atención en los desafíos que atraviesan los adolescentes en contextos migratorios, al tiempo que pone en valor los factores de resiliencia como claves para avanzar en la inclusión social y educativa.

Contra el odio, una pedagogía del cuidado

Frente a la banalización del odio, necesitamos pedagogías del cuidado, de la escucha, de la palabra compartida. Una ciudadanía capaz de detectar y desmontar el odio no se construye solo con leyes o con tuits. Se construye en las aulas, con vínculos, con presencia, con proyectos como los ya citados, que demuestran que es posible.

La Agenda 2030, en su Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 (ODS 4), recuerda que una educación inclusiva y de calidad es clave para promover la igualdad y la paz. Combatir el odio no es únicamente frenar un problema puntual: es apostar por un futuro en el que la diversidad sea reconocida como una riqueza y no como una amenaza.

Porque el odio no se combate con silencio: se combate con una educación que no deja a nadie atrás.

The Conversation

Jorge Soto Carballo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Cómo afrontar el discurso de odio en la escuela – https://theconversation.com/como-afrontar-el-discurso-de-odio-en-la-escuela-223891

De inmóviles, nada: estas son las plantas más veloces

Source: The Conversation – (in Spanish) – By José Luis Acebes Arranz, Catedrático de Fisiología Vegetal, Universidad de León

Las veloces trampas de _Dionaea muscipula_. Tippitiwichet/Wikimedia Commons, CC BY-NC

“Ser vivo autótrofo y fotosintético, cuyas células poseen pared compuesta principalmente de celulosa y carece de capacidad locomotora”. Es la definición de planta que nos da la RAE. Quizá, esto podría llevarnos a pensar que están condenadas a no cambiar de lugar o posición. Pero nada más lejos de la realidad.

Hace ya casi siglo y medio (en 1880), Charles Darwin y su hijo Francis se interesaron por el tema y publicaron El poder del movimiento de las plantas. Hoy en día se reconocen numerosos movimientos en el mundo de las plantas, y muchos de ellos figuran en los libros de texto de Biología. Entre ellos, destacan el repliegue de los foliolos –hojuelas que forman parte de una hoja compuesta– de las mimosas, que se produce en el orden de un segundo, o el cierre de la trampa de la atrapamoscas –Dionaea muscipula–, que tarda en dispararse entre 0,1 y 0,3 segundos.

Humano provoca el cierre de los foliolos (cada una de las hojitas que forma una hoja compuesta) de la mimosa.
University of Oxford Botanic Garden and Arboretum, CC BY-NC
Drosera glanduligera o hierba del rocío, una de las plantas carnívoras más veloces.
Wikimedia Commons., CC BY

Más rápidos aún son los desplazamientos de los tentáculos de otra planta carnívora, la hierba del rocío o Drosera glanduligera, que vive en Australia y actúa en apenas 75 milisegundos.

Invisibles al ojo humano

Estos ejemplos, aun siendo tan rápidos, pueden ser percibidos sin dificultad por el ojo humano, capaz de detectar cambios en el entorno a partir de los 15 milisegundos (nuestra percepción se sitúa entre 30 y 60 fotogramas por segundo).

Sin embargo, hay ciertos movimientos vegetales que no podemos percibir en el momento exacto en el que se activan, ya que suceden por debajo de ese umbral de percepción humano: en menos de 10 milisegundos.

Un buen exponente es el lanzamiento de polen en especies como la morera (Morus alba) –la misma con la que alimentamos a los gusanos de seda–, que expulsa su polen en apenas 25 microsegundos. Esto supone una velocidad cercana a los 560 km/h.

También es extremadamente rápido el disparo del polen del cornejo canadiense (Cornus canadensis), un arbusto de Norteamérica y el este de Asia, que tiene lugar en menos de 5 milisegundos.

Lanzamiento de polen de Cornus canadensis. Alejandro Acosta, J. Edwards, Marta Laskowski and D. Whitaker.

Cazadoras veloces

También se accionan a una velocidad sorprendente las trampas de algunas plantas carnívoras acuáticas, con las que capturan pequeños animales del tipo de las pulgas de agua. Aquí se llevan la palma la Utricularia sp_, que se cierra en entre 300 y 700 microsegundos, y Aldrovanda vesiculosa, que solo necesita entre 10 y 20 milisegundos.

Además, se han descrito mecanismos explosivos de dispersión de semillas como los del pepinillo del diablo (Ecballium elaterium) y la balsamina del Himalaya (Impatiens glandulifera), que las disparan en apenas 2 milisegundos.

La defensa del tomate

Recientemente, científicos de la Universidad de Ámsterdam han descrito un movimiento más rápido aún, relacionado esta vez con la defensa frente a insectos. Lo han encontrado en una planta tan familiar como el tomate, en la que, cuando la miramos a contraluz, se aprecian multitud de pelos finos llamados tricomas. Algunos son muy largos e impiden el “aterrizaje” de muchos insectos, pero otros de tamaño mucho menor tienen funciones sorprendentes. Entre ellos, están los tricomas glandulares de tipo VI, que constan de un tallo, una célula del cuello y una cabeza glandular compuesta por cuatro células.

Epidermis del tallo de la planta de tomate (Solanum lycopersicum).
Lucía López López.
Una ninfa de trips rompe algunos tricomas tipo VI de la planta de tomate.
Jared Popowski, Lucas Warma, Alicia Abarca Cifuentes, Petra Bleeker, Maziyar Jalaal, Glandular trichome rupture in tomato plants is an ultra-fast and sensitive defense mechanism against insects, Journal of Experimental Botany, 2025.

Cuando esta cabeza pierde su integridad –por ejemplo, al ser tocada por un insecto diminuto–, libera el fluido que contiene en menos de un milisegundo. Este líquido es pegajoso y se adhiere al cuerpo del insecto, inmovilizándolo hasta provocar su muerte. Y es que, aunque no se desplacen, en las plantas la velocidad también puede ser cuestión de vida o muerte.

Los 10 movimientos más rápidos en plantas

Ranking de los movimientos más rápidos reportados en las plantas. En fondo amarillo aquellos movimientos que están por debajo del límite de detección del ojo humano.
Authors provided, CC BY-NC

Este artículo se benefició de la participación de Lucía López López en la aportación de la fotografía y en la búsqueda y revisión del texto y los materiales.


The Conversation

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

ref. De inmóviles, nada: estas son las plantas más veloces – https://theconversation.com/de-inmoviles-nada-estas-son-las-plantas-mas-veloces-262153

¿Qué pasaría si dejásemos de recibir imágenes de Gaza?

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Olga Cruz Moya, Profesora titular de universidad, área de Lengua española, Universidad Pablo de Olavide

Gazatíes desplazados a las escuelas de UNRWA de Khan Yunis desde Ciudad de Gaza, siguiendo las órdenes del ejército israelí en preparación para una operación y ocupación terrestre, el 7 de septiembre de 2025. Anas-Mohammed/Shutterstock

El pasado 1 de septiembre, la ONG Reporteros sin Fronteras publicó un informe que comenzaba con una frase estremecedora: “Si el Ejército israelí sigue asesinando periodistas a este ritmo, pronto no quedará ninguno en Gaza para informarte”.

Declaración de Reporteros sin Fronteras (1 de septiembre de 2025).
Declaración de la ONG Reporteros sin Fronteras del 1 de septiembre de 2025.
Reporteros sin Fronteras

Días después, la Franja sufrió un corte de comunicaciones que la mantuvo aislada durante más de 24 horas. De no haberse restablecido, desde fuera nos hubiésemos quedado sin imágenes de lo que sucede dentro (Israel prohíbe el acceso a periodistas internacionales; los únicos que están sobre el terreno son los gazatíes).

Y ¿qué consecuencias tiene que dejemos de recibir noticias sobre acontecimientos que implican la pérdida violenta de vidas humanas, como guerras, catástrofes humanitarias o masacres genocidas como la actual?

En la era de la información global, que un conflicto lejano como el de Gaza tenga relevancia en la agenda informativa depende de una compleja cadena de decisiones editoriales. Desde la perspectiva de análisis crítico del discurso, poder-decir es una forma de poder simbólico que se manifiesta en la capacidad de definir la realidad que se expone en el espacio público, lo que influye directamente en la conformación de la opinión pública o el consenso social.

Los medios son nuestras ventanas al mundo

El papel de los medios resulta crucial en todo aquello que queda más allá de la experiencia directa de las personas. Seleccionar lo que se considera noticia implica, necesariamente, silenciar otros hechos. Los criterios de publicación suelen priorizar la imprevisibilidad, lo inusual, la “convulsión informativa” y las situaciones de urgencia.

Este sesgo favorece una cobertura intensiva y circunstancial, pero efímera: las crisis humanitarias irrumpen con fuerza en la agenda mediática durante sus momentos más dramáticos, pero rara vez se sostienen en el tiempo. La atención inicial contrasta con el olvido posterior, lo que debilita la comprensión de las consecuencias a largo plazo.

En el caso de un conflicto prolongado, como el palestino-israelí, cobra especial relevancia el recuerdo mediático, entendido como el proceso mediante el cual la prensa reactualiza episodios pasados, construyendo una memoria compartida que legitima actores y orienta la percepción pública. Así, los medios no solo registran hechos: también sedimentan visiones que configuran el imaginario colectivo.

La importancia de la imagen y el riesgo de saturación

Las imágenes transmitidas desde zonas en conflicto permiten dimensionar la destrucción y el sufrimiento humano, despertando empatía, reacción ciudadana e incluso presión política sobre los gobiernos. Sin embargo, en muchos casos, los medios privilegian el impacto visual por encima de la explicación o el análisis. La televisión, en particular, tiende a conmover antes que a contextualizar, movilizando emociones inmediatas más que comprensión crítica.

En lugar de explicar, informar, educar o analizar, a menudo se busca sacudir al espectador por motivos fundamentalmente humanos y psicológicos, pero también de mero espectáculo. Así sucedió con la retransmisión de la primera guerra de Irak. La prensa puede dar margen a la reflexión y la profundidad, pero la televisión establece el puente hacia los sentimientos, la emoción y la subjetividad.

Imagen de diferentes mujeres con bebés en brazos.
Mujeres con niños con desnutrición en la clínica ambulatoria del Hospital Nasser en Khan Yunis, al sur de la Franja de Gaza, el 13 de septiembre de 2025.
Anas-Mohammed/Shutterstock

Como señaló el filósofo francés Roland Barthes, la imagen funciona como un anclaje semiótico que otorga prueba y densidad al discurso. En España, diversos estudios muestran que la violencia televisada intensifica la implicación moral cuando las víctimas se presentan como cercanas y humanizadas. Pero la abundancia de imágenes puede tener el efecto contrario: la llamada “fatiga compasiva” transforma la tragedia en un espectáculo rutinario, incapaz ya de conmover ni movilizar.

El peso del relato

La manera en la que se describen las crisis no es casual. La información se elabora según una estructura en torno a un “molde” o marco interpretativo (framing) preestablecido que condiciona la interpretación de los hechos.

En los picos de atención mediática, el énfasis suele recaer en el despliegue armamentístico y el sufrimiento de los civiles, mientras se silencian las raíces de los conflictos, de carácter político y económico. Las estrategias discursivas importan: las representaciones personalizadas y humanizadas favorecen la empatía, mientras que las metáforas deshumanizadoras o expresiones connotadas negativamente refuerzan estereotipos y limitan la compasión.

En el caso palestino-israelí, la prensa española ha mostrado una atención intermitente en estos últimos setenta años, recurriendo a denominaciones que fluctúan entre la amplificación y la minimización de estos episodios: “conflicto”, “oleada de ataques”, “espiral de violencia”, “escalada de tensión”, “terrorismo”, “intifada”. Cada elección léxica moldea la forma en que el público percibe la magnitud y legitimidad de los hechos.

Un hombre camina por una calle llena de escombros.
Destrucción en Hamad City, en Khan Yunis, al sur de la Franja de Gaza.
Mohammad Abu Elsebah/Shutterstock

Matar al mensajero: censura, bloqueo y desinformación

La información en contextos de guerra es también un campo de disputa política. Gobiernos y actores en conflicto buscan controlar el flujo de imágenes o manipular narrativas para justificar sus acciones o evitar el descrédito internacional. Esto queda claramente ejemplificado en el hecho de que los periodistas internacionales no puedan acceder a Gaza. La censura y la desinformación niegan a la ciudadanía la posibilidad de formarse una opinión crítica, debilitando los pilares democráticos y desmovilizando la solidaridad internacional.

En el ecosistema digital, además, la lógica algorítmica y la circulación acrítica de fuentes multiplican la fragmentación y la distorsión de los hechos. La verificación periodística y la autorregulación profesional se vuelven, por ello, herramientas imprescindibles para contrarrestar la manipulación interesada y la polarización.

Ojos que no ven…

Dejar de recibir imágenes de Gaza no implica únicamente ignorar lo que ocurre: supone perder los marcos discursivos que sostienen la memoria social y la empatía ciudadana. Cortar las comunicaciones es cortar narrativas, y sin narrativas se debilitan tanto la solidaridad como la rendición de cuentas en la esfera internacional. Y también significa darles la espalda a los periodistas que han muerto para que el mundo pueda ver lo que allí sucede.

The Conversation

Olga Cruz Moya no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. ¿Qué pasaría si dejásemos de recibir imágenes de Gaza? – https://theconversation.com/que-pasaria-si-dejasemos-de-recibir-imagenes-de-gaza-265721

People with schizophrenia were hit hard by B.C.’s deadly 2021 heat dome

Source: The Conversation – Canada – By Liv Yoon, Assistant Professor, School of Kinesiology, University of British Columbia

In June 2021, British Columbia experienced an extreme climate event. A heat dome trapped hot air over the province, pushing temperatures to record highs for several days, killing more than 600 people.

A closer look at the numbers revealed something even more startling: people with schizophrenia — just one per cent of the population — made up 15.7 per cent of the deaths. This statistic underscores a troubling truth: climate change does not affect everyone equally.

Research by the BC Centre for Disease Control found that during the heat dome, people with schizophrenia had roughly three times the risk of dying compared to those without schizophrenia, more than any other chronic condition. Even before introducing housing or other critical social determinants of health, this diagnosis alone carried a much higher mortality risk.

Without targeted action, the most marginalized will continue to face the greatest risks. The heat dome revealed how schizophrenia combined with poverty, precarious and poor-quality housing, medication effects, stigma and social isolation led to a uniquely lethal risk.

As heatwaves grow more frequent and intense with climate change, public health and housing policy must shift from expecting people to cope on their own toward ensuring people are able to stay cool enough.

How schizophrenia increases heat risks

In a recent study, we interviewed 35 people with schizophrenia who lived through the 2021 heat dome for a more granular look at what it took to survive. Participants described suffering the physical effects (fainting, heat rash, exhaustion) and worsening symptoms like hallucinations, disrupted sleep and emotional distress.

Symptoms such as paranoia caused many to avoid news coverage, government warnings or even caretakers. This means many never received — or trusted — urgent alerts issued during the heat dome, and knowledge gaps were common.

For many, public cooling centres felt unsafe or unwelcoming due to previous experiences being stigmatized and feared because of their schizophrenia diagnosis. The stigma around schizophrenia also discouraged many individuals from seeking medical care or other public supports.

Homelessness or poor housing quality was another significant factor that compounded vulnerability. Many interviewees lived in older apartments without air conditioning. Others were unhoused and had to cope without shade, water or safe places to rest. For these reasons, staying cool indoors was not an option for many.

The result was a tragic overlap: people with the fewest resources to cope with extreme heat were also the least able to access help.

Why individual advice isn’t enough

Public health advice for heatwaves often focuses on individual actions: seek shade, buy a fan or check in on neighbours. While important, these messages assume equal access to information and resources — but evidence shows that many people with schizophrenia experience significant barriers to accessing them.

This way of thinking reflects a broader societal tendency to treat health as a matter of personal responsibility: that in the heat, each of us is on our own to prepare. But the disproportionate number of deaths among people with schizophrenia illustrates the flaw in this approach.

Our interviews revealed that many indeed internalized their struggles during the heat dome as personal shortcomings, when in reality, the problem was systemic: inadequate housing, limited access to care, widespread and debilitating social stigma and the lack of tailored public health strategies.

A different approach

To prevent the tragedies of 2021 from happening again, policymakers and experts need to view access to cool, safe spaces as a basic right. This means moving beyond a one-size-fits-all approach for advice, to one addressing the realities faced by those most at risk.

To be clear, this rights-based approach does not mean abandoning practical individual measures that save lives, such as opening public cooling centres or reminding people to drink water. These remain essential in the short term. But on their own, they are not enough.

To truly protect people with schizophrenia and others at high risk, these responses must unfold within a broader vision that treats access to safe temperatures as a basic right.

That means investing in affordable, climate-resilient housing and ensuring cooling centres are welcoming and accessible for all. It also means addressing stigma around mental health challenges, tailoring health advice to account for anti-psychotic medications and supporting outreach through trusted community networks.

We need both immediate interventions that provide relief during a heatwave and structural changes that address the root causes of vulnerability. Without this dual approach, responses to heatwaves will leave the same people exposed when the next extreme event arrives. Our goal should not be fewer deaths; we should aim for no deaths.

Structural solutions needed

The 2021 heat dome was tragic — more so because deaths were not inevitable. They were the result of overlapping vulnerabilities that our current housing and welfare systems fail to address. People with schizophrenia are not inherently more vulnerable to heat; they are made more vulnerable by the obstacles that shape their lives.

This means that solutions must also be structural. We need to change how we think about extreme heat; it is not just a natural hazard. It is a reflection of how social systems are failing people, especially those on the sharp edges of inequality.

Viewing cooling as a right means investing in societies that are more resilient to heat. This means governments investing in safer and more accessible housing for all, building welcoming public spaces, fostering a society where neighbours know and care for each other and allowing people with lived experience to play a central role in shaping future heat-health planning.

The Conversation

Liv Yoon received funding from Health Canada’s Climate Change and Health Office for the study that informs this article.

Samantha Mew does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organisation that would benefit from this article, and has disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.

ref. People with schizophrenia were hit hard by B.C.’s deadly 2021 heat dome – https://theconversation.com/people-with-schizophrenia-were-hit-hard-by-b-c-s-deadly-2021-heat-dome-265173

Así sería vivir con un gemelo digital al lado

Source: The Conversation – (in Spanish) – By Jon Andoni Duñabeitia, Director del Centro de Investigación Nebrija en Cognición (CINC) y Director de la International Chair in Cognitive Health (ICCH) en la Universidad Nebrija, Universidad Nebrija

metamorworks/Shutterstock

Cuando escuchamos la palabra gemelos, pensamos en dos personas idénticas que comparten rasgos físicos y, en ocasiones, hasta ciertas manías. Pero en el mundo de la tecnología ha nacido otro tipo de gemelos, tan revolucionarios como desconocidos: los gemelos digitales.

Un gemelo digital es una réplica virtual de un sistema real. Se trata de un modelo dinámico que, alimentado por datos en tiempo real, imita el comportamiento de aquello que representa. Es como tener un espejo inteligente que no solo refleja nuestro estado, sino que aprende de cada movimiento para anticipar el siguiente.

En diferentes sectores ya se utilizan desde hace años. Gracias a ellos se predicen fallos en aviones antes de que ocurran, se optimizan fábricas enteras o se diseñan coches que han aprendido de los datos de conducción de miles de usuarios. Más recientemente, su aplicación en contextos del sector de la agricultura está suponiendo un avance significativo en la predicción del impacto del clima y los cambios debidos a situaciones naturales sobre las cosechas, por ejemplo.

En el ámbito médico, los gemelos digitales están marcando un antes y un después. Existen, por ejemplo, propuestas basadas en gemelos cardiacos digitales orientadas a simular el funcionamiento del corazón de cada paciente con un nivel de detalle asombroso. Gracias a ellos, los médicos podrán anticipar cómo responderá un corazón concreto ante una arritmia o un tratamiento específico, sin necesidad de arriesgar al paciente real.

Esta combinación de modelado virtual y datos clínicos abre la puerta a una medicina más predictiva, personalizada y segura, en la que las decisiones terapéuticas se basan no solo en la experiencia médica, sino también en la simulación de lo que ocurrirá en nuestro doble digital.

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando esta idea se traslada al terreno del cerebro humano?

De la fábrica al cerebro: una revolución en marcha

La salud cognitiva y la salud mental son pilares de nuestro bienestar, pero también son frágiles. El deterioro asociado a la edad, la depresión, la ansiedad o los trastornos neurodegenerativos siguen siendo grandes retos para la medicina.

Aquí es donde la inteligencia artificial abre una ventana de esperanza. Al integrar y analizar grandes volúmenes de datos, la IA puede ayudar a detectar antes la enfermedad, seleccionar mejor a los pacientes para ensayos clínicos y hasta simular la evolución de cada individuo mediante gemelos digitales. En otras palabras, la IA nos ofrece la posibilidad de adelantarnos al deterioro, diseñar intervenciones a medida y acelerar la llegada de terapias más eficaces y seguras.

Recientemente, un equipo de científicos de la Universidad Duke, la Universidad de Columbia, la Universidad Nebrija y CogniFit han desarrollado un nuevo marco de trabajo para abordar la salud mental y cognitiva de las personas basado en los gemelos cognitivos digitales. Se trata de representaciones virtuales que integran datos de nuestra actividad cerebral y conductual, nuestros hábitos diarios y nuestras respuestas emocionales. Gracias a la IA, estos modelos dinámicos pueden aprender y actualizarse con cada nueva interacción.

Imaginemos que cada persona pudiera tener su “doble digital” cognitivo, que predice cómo va a evolucionar su memoria o su atención, y que propone actividades personalizadas para entrenar la mente antes de que aparezca un problema grave. ¿Asombroso, verdad?

Los aliados invisibles: ‘wearables’ e inteligencia artificial

La clave de esta revolución está en la integración con los dispositivos que ya llevamos encima. Los relojes inteligentes, las pulseras de actividad o los sensores de sueño proporcionan información continua sobre nuestro cuerpo. Los datos asociados al ritmo cardíaco, a la calidad del descanso, al nivel de actividad o al estrés podría ya estar nutriendo en tiempo real a nuestro “doble digital”, que aprende de esas señales y adapta las recomendaciones o entrenamientos cognitivos a nuestro estado físico y mental de cada momento.

La IA actúa como el director de orquesta que coordina todos estos datos, integrándolos en un sistema que no solo reacciona, sino que se adelanta a nuestras necesidades.

Mucho más que un videojuego para el cerebro

Hasta ahora, los entrenamientos cognitivos digitales han sido percibidos como juegos más o menos entretenidos, con beneficios limitados. La diferencia con los gemelos cognitivos es enorme: no hablamos de ejercicios genéricos, sino de un ecosistema dinámico, ajustado en tiempo real a cada persona, supervisado por profesionales de la salud y apoyado en evidencia científica. Este cambio de paradigma supone pasar de un enfoque de “café para todos” a una medicina verdaderamente personalizada y preventiva.

Por supuesto, no todo son promesas. Los gemelos digitales en este campo deben superar desafíos cruciales que garanticen la privacidad de los datos. Además, es necesario evitar la brecha digital que podría excluir a las personas mayores o con menos acceso tecnológico, y asegurar que las decisiones que tomen los algoritmos sean transparentes y éticas. En este punto, no debemos olvidar que los estudios más recientes indican que el uso de la tecnología ayuda a prevenir y retrasar el deterioro cognitivo, tanto normal como patológico.

Los gemelos digitales están llamados a ser una de las grandes revoluciones de la medicina y la ciencia cognitiva de este siglo. Igual que hace décadas nos parecía ciencia ficción hablar de llevar un ordenador en el bolsillo, en pocos años resultará natural tener un gemelo cognitivo que nos acompañe y nos cuide. Al fin y al cabo, ¿quién mejor que nuestro propio doble digital para ayudarnos a entendernos, anticiparnos y cuidarnos?

The Conversation

Jon Andoni Duñabeitia no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

ref. Así sería vivir con un gemelo digital al lado – https://theconversation.com/asi-seria-vivir-con-un-gemelo-digital-al-lado-265320

Cesser sa profession : le rôle de la mémoire dans la fin de la vie professionnelle

Source: The Conversation – in French – By Ricardo Azambuja, Professeur associé en management, EDHEC Business School

La fin de l’activité professionnelle est un moment clé dans une vie. Comment se déroule le passage à la retraite quand on est cadre supérieur au Japon ou aux États-Unis ? La façon dont est vécue cette rupture dépend en grande partie des contextes culturels et de la manière dont les personnes sont accompagnées. Des progrès pourraient être réalisés dans ce domaine.


Dans « Unbecoming a Professional : The Role of Memory during Field Transitions in Japan and the US », nous examinons comment des associés partenaires retraités des cabinets d’audit au Japon et aux États-Unis envisagent leur vie personnelle à l’issue de leur carrière. Ces cabinets sont des environnements hautement structurés où les individus développent des liens profonds avec leur travail, leurs compétences et leurs routines. En nous appuyant sur des entretiens menés avec 48 partenaires retraités dans ces deux pays, nous avons étudié la façon dont les individus « cessent d’être des professionnels » après des décennies passées dans une carrière.

L’étude souligne que, bien que les contextes culturels et sociétaux influencent la manière dont les ex-partenaires vivent cette transition, la nostalgie et les souvenirs de leur passé professionnel jouent également un rôle important dans leur adaptation.

Pour comprendre ce moment de sortie de la vie professionnelle, nous nous appuyons sur des concepts sociologiques clés issus des travaux de Pierre Bourdieu, notamment l’habitus, le capital, l’effet d’hystérésis et les transitions de champ. Au fil du temps, les professionnels développent des habitudes, des compétences et des façons de penser profondément ancrées, en accord avec les normes et les attentes de l’environnement des cabinets d’audit.

Le travail, une question d’habitus

L’habitus formulé influence la manière dont les partenaires se comportent et naviguent dans leur monde professionnel. En outre, tout au long de leur carrière, les professionnels accumulent différents types de ressources ou de formes de « capital » qu’il s’agisse de capital culturel (compétences, savoirs), social (relations, réseaux) ou encore économique (richesse). Ces formes de capital sont grandement valorisées durant les années de travail des individus. Mais quand arrive la retraite, leur signification peut changer.

Pour expliquer plus généralement ce décalage entre l’habitus et les nouvelles circonstances, Bourdieu a avancé le concept d’effet d’hystérésis : l’inadaptation de l’habitus vis-à-vis des nouvelles circonstances. À divers degrés, certaines des compétences professionnelles, connaissances, manières sociales et réseaux développés au cours de leur longue carrière ne correspondent plus aux circonstances de leur retraite.

La retraite comme une remise de diplôme, au Japon

« Ces titres – associés des Quatre Grands et le titre de CPA (certified public accountant) – sont mon passeport pour la prochaine étape de ma carrière comme conseil d’administration des sociétés cotées en bourse. »

Nos principales conclusions suggèrent que les valeurs culturelles influencent profondément la manière dont ces partenaires vivent et s’adaptent après s’être détachés d’un cabinet d’audit. Les ex-partenaires japonais considèrent souvent la retraite comme une « remise de diplôme » (graduation) ou « sotsugyou ». Soit une transition vers une nouvelle phase plutôt qu’une fin complète de leur vie professionnelle.

En ce qui concerne le capital économique, de nombreux ex-partenaires japonais continuent à travailler dans des conseils d’administration et conservent leurs qualifications professionnelles, exploitant leurs connaissances, compétences et le réseau social qu’ils ont acquis. Ce phénomène reflète le concept d’« ikigai » : avoir un but dans la vie, qui inclut souvent un travail continu et une contribution active à la société.

Du point de vue du capital social, les relations professionnelles solides et la loyauté envers d’anciens collègues perdurent pour les ex-partenaires japonais à la retraite. Ils continuent d’interagir avec leur réseau professionnel, ce qui les aide à trouver des rôles post-retraite et à maintenir un sentiment d’appartenance. Notre étude souligne que ce travail continu s’aligne avec les attentes de la société japonaise et des structures familiales, qui valorisent la contribution continue au foyer comme faisant partie d’un objectif de vie légitime et louable.




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La retraite comme une récompense bien méritée, aux États-Unis

À l’inverse, les ex-partenaires états-uniens ont tendance à voir la retraite comme une période faite pour se détacher complètement de la vie professionnelle et investir d’autres sphères de la vie. Pour beaucoup, la retraite est perçue comme une récompense pour des décennies de travail, en accord avec l’idéal de l’« American Dream » ou la promesse d’atteindre le succès et la prospérité grâce au travail acharné.

Concernant le capital économique, les ex-partenaires réorientent leur attention vers les loisirs, la famille et les intérêts personnels. Pour eux, la retraite est moins axée sur le maintien des liens avec leur passé professionnel et davantage sur une vie de confort et de plaisir, décrivant souvent leur retraite comme le fruit « mérité » de leur vie professionnelle. Relativement au capital social, les relations professionnelles diminuent souvent après la retraite ; ils doivent relever le défi de construire de nouveaux réseaux sociaux en dehors du travail, bien qu’ils maintiennent des liens étroits avec certains anciens collègues.

« Nous avons tous voyagé, et c’était aussi une activité que nous faisions au travail, mais c’était… un ou deux voyages par an. Maintenant, on peut partir en voyage tous les mois, ou tous les week-ends, et planifier de grands voyages, de longs séjours ailleurs. »

Adaptations différentes d’un pays à l’autre

Les ex-partenaires japonais et états-uniens font tous l’expérience de l’« hystérésis », un décalage entre leur rôle professionnel de longue date et leur situation de vie actuelle. Les ex-partenaires japonais, par exemple, constatent que, bien que leurs compétences et titres professionnels aient une valeur sociale, ils ne se traduisent pas toujours aisément dans leurs nouveaux rôles au sein des conseils d’administration. Ils y sont confrontés à des attentes et des normes professionnelles distinctes. Ce décalage peut engendrer un sentiment de désorientation, car ils s’efforcent de réutiliser leur expérience professionnelle pour s’adapter à de nouvelles responsabilités.

En revanche, pour les ex-partenaires des États-Unis, l’hystérésis prend la forme d’une rupture soudaine avec les réseaux professionnels et les environnements structurés auxquels ils étaient intégrés. Il est souvent plus difficile pour eux de se constituer de nouveaux cercles sociaux en dehors du travail, étant donné que leurs relations antérieures – transactionnelles – étaient principalement axées sur la carrière.

Le rôle de la nostalgie

Notre étude montre également le rôle de la nostalgie en tant qu’« outil » utilisé par les ex-partenaires pour combler l’écart entre leurs activités professionnelles passées et présentes en fonction du changement de contexte (de la vie active à la période de retraite) qu’ils connaissent. Les partenaires japonais ressentent souvent de la nostalgie pour leur rôle au sein des cabinets d’audit, valorisant les liens sociaux et le prestige que leur position leur apportait.

Beaucoup continuent d’associer leur estime personnelle à leur rôle professionnel, ce qui les incite à rester impliqués dans des activités professionnelles. La nostalgie les aide à adapter leur capital culturel et social accumulé à de nouvelles positions, telles que les rôles qu’ils occupent au sein de conseils d’administration, préservant ainsi un sentiment de continuité avec leur ancienne vie au sein des cabinets d’audit.

France 24, 2018.

En revanche, les ex-partenaires aux États-Unis ont tendance à canaliser leur nostalgie vers l’appréciation des fruits de leur labeur, valorisant la liberté que leur apporte la retraite après des décennies d’engagement dans les cabinets d’audit. Bien qu’ils expriment de la nostalgie pour la camaraderie et la vie professionnelle qu’ils ont laissées derrière eux, ils envisagent généralement la retraite comme une occasion de se redéfinir. Bien qu’ils puissent être nostalgiques de leurs succès professionnels et leurs liens sociaux, ils cherchent surtout à s’épanouir à travers des activités familiales, des voyages et de nouveaux passe-temps, plutôt que de continuer à consacrer du temps à des activités liées à leur vie professionnelle.

Comprendre les dynamiques vécues par les associés partis à la retraite peut aider les organisations et la société à mieux soutenir les professionnels dans leur transition vers la retraite, en prenant en compte à la fois les facteurs psychologiques et culturels. Bien que nos participants mentionnent le soutien des programmes de retraite visant à faciliter la transition des retraités, ces programmes tendent à se concentrer uniquement sur les aspects financiers. Au-delà de la planification financière, les particularités liées à la culture nationale, à la profession et à la situation individuelle (ex. statut familial, ambitions, etc.) doivent être prises en considération.

Dans la mesure où les professionnels en viennent généralement à considérer leur l’entreprise et de leur métier comme un système de soutien global, non seulement pour accomplir leurs ambitions financières et professionnelles, mais aussi pour répondre à leurs besoins sociaux et psychologiques, nos conclusions soulignent que d’autres aspects de la retraite pourraient être pris en considération, dont, plus particulièrement, l’intégration d’un soutien social et psychologique adapté aux réalités de chaque contexte culturel.

The Conversation

Ricardo Azambuja ne travaille pas, ne conseille pas, ne possède pas de parts, ne reçoit pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’a déclaré aucune autre affiliation que son organisme de recherche.

ref. Cesser sa profession : le rôle de la mémoire dans la fin de la vie professionnelle – https://theconversation.com/cesser-sa-profession-le-role-de-la-memoire-dans-la-fin-de-la-vie-professionnelle-245702

Faut-il s’attendre à des gadgets dopés à l’IA dans le prochain James Bond ?

Source: The Conversation – in French – By Christopher Holliday, Senior Lecturer in Liberal Arts and Visual Cultures Education, Department of Interdisciplinary Humanities, King’s College London

Le prochain opus de la saga James Bond, en développement chez Amazon Studios, sera écrit par Steven Knight (Peaky Blinders) et réalisé par Denis Villeneuve. Pour l’heure, Knight a seulement évoqué son envie de créer « quelque chose d’identique mais différent », tandis que Villeneuve a promis d’« honorer la tradition » de la saga. Une déclaration énigmatique, tant cette tradition a pu se révéler changeante au fil des ans, en particulier dans le rapport que le héros entretient avec les technologies de pointe.


Depuis les années 1960, la panoplie de gadgets fait partie intégrante de l’univers James Bond. Leur présence ou leur absence a souvent marqué les tournants de la saga, reflétant à la fois le contexte mondial et l’influence d’autres franchises à succès.

Aujourd’hui, avec l’essor de l’IA, le James Bond nouveau pourrait explorer de nouveaux thèmes liés à la technologie. Mais chaque nouvelle version, surtout associée à l’arrivée d’un nouvel acteur, une approche plus réaliste, façon « retour aux sources ».

Bond et ses gadgets

Les premiers James Bond, avec Sean Connery – Dr No (1962), Bons baisers de Russie et Goldfinger (1964) – introduit déjà quelques gadgets. Dans On ne vit que deux fois (1967), le scénario est plus spectaculaire, avec le détournement d’une capsule spatiale en pleine course à l’espace entre les États-Unis et l’URSS, avec le repaire du méchant niché dans un volcan.

Le film suivant, Au service secret de Sa Majesté (1969), adopte un ton très différent. L’intrigue se concentre sur la romance entre Bond (George Lazenby) et Tracy di Vicenzo (Diana Rigg) jusqu’à leur mariage, privilégiant une dimension émotionnelle inédite. Le rôle secondaire accordé à la technologie coïncide avec l’arrivée d’un nouvel acteur — une tendance qui se répétera régulièrement. Ce changement de ton était d’ailleurs prévisible pour d’autres raisons.

Goldfinger : Q présente à Bond son Aston Martin.

En effet, Ian Fleming, l’auteur de James Bond, écrit Au service secret de Sa Majesté dans sa maison de vacances jamaïcaine, Goldeneye, alors que Dr No était tourné à proximité. Publié le 1er avril 1963, le roman sort le jour où débute le tournage de Bons baisers de Russie. L’approche plus sobre en gadgets peut être vue comme la critique de Fleming envers ce qu’il considérait comme une dépendance excessive des films Bond aux technologies de pointe. Dans l’histoire de la saga, chaque excès technologique est presque toujours suivi d’un recentrage sur des choix plus minimalistes, et une plus grande place accordée aux personnages.

Après Au service secret de Sa Majesté, Sean Connery revient dans Les diamants sont éternels (1971), qui, comme On ne vit que deux fois, s’inscrit dans une intrigue spatiale. Puis vient Vivre et laisser mourir (1973), premier film avec Roger Moore dans le rôle de Bond, plus ancré dans le réel et marqué par l’absence de Q, le célèbre maître des gadgets (appelé Major Boothroyd dans Dr No).

Les films des années 1970, avec Roger Moore, montrent une dépendance croissante à la technologie, culminant avec Moonraker (1979), fortement influencé par Star Wars (1977), dans lequel Bond part dans l’espace.

Le film suivant, Rien que pour vos yeux (1981), fut décrit par le réalisateur John Glen comme un retour « aux sources de Bond ». La récession mondiale de 1980-1982 a probablement favorisé ce recentrage. Avec un budget inférieur à celui de Moonraker, les réalisateurs ont dû faire preuve d’ingéniosité : on le voit avec ce Bond escaladant une paroi rocheuse, en Grèce, à l’aide de simples lacets.

Une relation ambivalente avec la technologie

Les derniers films avec Moore illustrent la relation ambivalente entre Bond et la technologie, notamment avec l’intrigue sur les micropuces dans Dangereusement vôtre (1985). Mais dès Tuer n’est pas jouer (1987), Timothy Dalton incarne un Bond plus réaliste, fidèle à l’esprit des romans, privilégiant les techniques d’espionnage classiques. Après une ouverture à Gibraltar, l’action se déplace à Bratislava, où Bond aide un général du KGB à passer à l’Ouest. Dalton quitte la saga après Permis de tuer (1989), influencé par le cinéma d’action hollywoodien des années 1980.

Après une pause de six ans, Bond revient avec GoldenEye (1995), incarné par Pierce Brosnan, et entre dans l’ère de l’information. L’intrigue cyberterroriste du film s’inspire des sous-cultures émergentes sur Internet.

Scène d’ouverture de Tuer n’est pas jouer (YouTube officiel de 007).

Meurs un autre jour (2002), dernier film avec Pierce Brosnan dans le rôle-titre, pousse la technologie à l’extrême avec une Aston Martin invisible, jugée excessive par le public et la critique. Dans un contexte post-11 septembre, marqué par la quête de réalisme et de sécurité nationale – incarnée par la saga Jason Bourne – ces effets spéciaux spectaculaires paraissaient décalés.

C’est alors qu’arrive le Bond incarné par Daniel Craig, accompagné d’une déclaration forte : désormais, Bond ferait les choses pour de vrai, pour reprendre le titre d’un documentaire sur l’acteur tournée à l’occasion de son premier film dans le rôle (Casino Royale, 2006). Cette déclaration d’intention marque non seulement une distanciation par rapport aux images de synthèse mais aussi l’abandon de bizarreries technologiques extravagantes qui avaient marqué les épisodes précédents.

L’absence de Q, une première depuis Vivre et laisser mourir, confirme ce retour aux sources. Lorsque Q revient dans Skyfall (2012), désormais incarné par Ben Whishaw, il lance à Bond : « Vous vous attendiez à un stylo explosif ? Nous ne faisons plus vraiment ce genre de choses. »

Avec un nouveau reboot en préparation, la question se pose : le film s’inspirera-t-il des technologies contemporaines ou privilégiera-t-il un Bond plus réaliste ? Denis Villeneuve, fort de son expérience en science-fiction (Arrival, Blade Runner 2049, Dune), pourrait aller dans le sens de l’innovation. Mais, dans un contexte culturel marqué par la crainte de l’intelligence artificielle, la saga pourrait également s’éloigner de la technologie pour se démarquer. Quoi qu’il en soit, les cinéastes pourront toujours affirmer rester fidèles à la tradition !

The Conversation

Christopher Holliday ne travaille pas, ne conseille pas, ne possède pas de parts, ne reçoit pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’a déclaré aucune autre affiliation que son organisme de recherche.

ref. Faut-il s’attendre à des gadgets dopés à l’IA dans le prochain James Bond ? – https://theconversation.com/faut-il-sattendre-a-des-gadgets-dopes-a-lia-dans-le-prochain-james-bond-262634